Mycroft prefiere saber qué es lo que está a punto de pasar.
Tal vez por eso le encanta ir a clase de matemáticas. Es decir, se siente como en casa cada vez que el profesor escribe una ecuación lineal y él sabe que hacer con ello. Pero tampoco es como si pudiera externarlo, John suele burlarse mucho de esas cosas, junto con Sherlock, su hermano menor, y que sigue a John a todos lados como si no entendiera que John siempre tiene una relación seria con alguna otra chica.
A él no le importa que él lo haga. Ya no.
"Cerrada, ¡cerrada otra vez!", el profesor habla, y Mycroft siente que sólo se trata de un monólogo aunque él lo esté mirando en ese momento. "¿Por qué siempre me pasa a mi?"
Él no sabe qué decirle al respecto, es el primer día de clases y Mycroft no tiene idea sobre cómo en el universo pudo pasarle siempre, siendo que siempre suena como a muchas veces y esas veces no aparecen en el calendario escolar. "No sé que decirle."
"No es necesario, sólo iré por un juego de llaves para comenzar."
Mycroft asiente sin saber si esto está bien. El profesor voltea hacia la clase y les pide con una voz grave que nadie abandone el pasillo mientras se encuentra lejos. "Sólo iré al cubículo de profesores."
Recibe un montón de quejidos.
Todos se van en pequeños grupos y a intervalos para regresar después, y Mycroft se encuentra tan cerca de la puerta que hablar con alguien más se vería como una intrusión. Como siempre. Se repliega y alza la mirada de vez en cuando para observar el final del pasillo, hasta que su destino se acerca por primera vez.
Él se encuentra admirando la plácida armonía de su desordenado vestuario la primera vez que lo ve. Es casi hipnótico; y cuando ese chico toma lugar cerca de la puerta, Mycroft sólo siente que debería alejarse de la entrada del salón.
No lo hace.
Siendo justos, no habría historia qué contar si lo hubiera hecho.
"¿Qué tanto miras? ¿Te gusto?"
La verdad es que eso es tan subjetivo que ni él mismo lo sabe. Sólo siente un espacio vacío en la boca del estómago y la constante necesidad de salir corriendo de ahí. Pero no puede, tiene clases.
El otro chico se cansa de tener una respuesta. "Ugh, lo que sea."
Mycroft traga saliva y se aferra a la correa de su mochila sencilla y oscura. De pronto se siente gigante, y eso es una gran desventaja porque parece que todos lo miran después de esa plática unilateral, así que trata con todas sus fuerzas mantener la compostura.
Nadie habla de aquello.
Al menos, él no escucha tal cosa.
El profesor regresa con las llaves para abrir la puerta después de un rato, y él entra y pretende que está poniendo atención cuando sólo trata de averiguar el nombre de ese chico de cabello gris tinturado y finos pómulos como los bordes de su carpeta. Cuando lo escucha de la boca de Anthea, sólo puede pensar que Greg es en definitiva un buen sinónimo para lo que está sintiendo en ese momento.