Disclaimer: Primero que nada, esto es un AU, no esperen "sobrenaturalidades". Segundo, hay algo de OoC por parte de Inuyasha, no me odien, el que avisa no traiciona (?) Si surge algo más adelante, lo socializaré. Segundo, algo que jamás aclaré, Inuyasha y sus personajes le pertenecen a Rumiko Takahashi *llora desconsoladamente* yo sólo los tomo para fines de entretenimiento.
I
Tanzania Peaberry
El Café Shiruku tenía cierto aire de misticismo. Porque era único, que aunque exclusivo era de bajo perfil, porque su clientela era igualmente exclusiva, sus productos, otro tanto. Lo cierto es que no cualquier cruzaba sus puertas de cristal, muy selecto era el grupo que efectivamente ocupaba sus mesas.
La alta sociedad de Tokio era soberbia pero silenciosa al respecto. La opulencia siempre estaba perfectamente oculta, aunque a la vista de absolutamente todos. Él, fiel al estilo, siempre había sabido cómo mantenerse al margen, aunque siempre siendo el eje de cuanto aconteciera a su alrededor. A veces su insospechado protagonismo lo confundía.
Sesshomaru degustó el primer golpe de su café profundo y rico. Su cuerpo medio obsequiaba notas ácidas envueltas en tonos frutales que le recordaron lo propicia que podía ser su fortuna en ocasiones como aquellas, cuando quería saciar caprichos costosos.
Cerró los ojos, dejando que su lengua hiciera el trabajo. Pasas de corinto que mutaron hasta convertirse en chocolate, dejándole un sabor final dulce en el paladar.
Cuando abrió los ojos y éstos se reacomodaron al sol de la mañana, creyó que su cerebro le gastaba una broma vil; sopesó la idea de que se pasado lo había encontrado y se manifestaba cruel. Pensó que era una jugarreta de su psiquis, pero jamás podría atribuirle a su imaginación la autoría de tan magnífica creación.
Porque cuántas veces se preguntó si la volvería a ver hasta que los meses lo convencieron de que debía abandonar esos fútiles pensamientos; en cuántas ocasiones debió sujetarse para no acribillar a su medio hermano por su imperdonable falta, la que acabaría empujándola lejos; cuántas, cuántas veces llegó al límite en donde sentía compasión por sí mismo y luego retrocedía hasta terreno más honrado.
Porque desde el primer día en que vio a esa mujer ingresar a la casa paterna, sus ojos la buscarían para siempre y su cerebro encontraría perfectos métodos para pensarla, su corazón se convencería de que latía por ella. Y él, propietario de ese conjunto de absurdidades, lucharía arduamente por despejar su mente lógica de tan subversivas e ingenuas nociones.
Su fachada era perfecta, sublime, impertérrita, pero dentro su cuerpo amenazaba con naufragar. Dejó la taza con cuidado sobre su plato y se dedicó a observarla.
La humedad del día había hecho estragos con su cabello naturalmente rebelde, pero de alguna magnífica manera la distinguía; eso y la sencillez de su vestuario. Sus mejillas lucían un rubor natural, siempre una ávida caminante, y desde que Inuyasha desapareciera de su vida con su chofer y su limosina, el sol era su espectador.
Su belleza lo abrumó.
Luego aquellos ojos lo encontraron y sintió todo su ser intangible derrumbarse ante el peso de su sonrisa. Feliz, lo saludó con la mano y él, porque fue todo cuanto atinó a hacer, señaló la silla frente a él, silenciosamente invitándola a acompañarlo. Ella no lo pensó siquiera un segundo y todavía con toda la luz en su rostro, entró. No obstante, no llegó muy lejos.
—Este establecimiento se reserva el derecho de admisión, señorita —escuchó la voz del encargado—. Debo pedirle que se retire.
La luz desapareció y Sesshomaru ingresó en escena, aproximándose.
—Está conmigo —dijo.
—Siento la intromisión, Sr. Taisho —accedió rápidamente, agachando la cabeza—. ¿Puedo ofrecerle algo de beber a la señorita?
—Té mugicha caliente —sin más el hombre desapareció y Sesshomaru guió a Kagome hasta su mesa.
Su inconcebible silencio le pesaba, entonces la miró.
—Perdón por ese mal momento —dijo entonces, dando otro sorbo de su café, permitiéndose un tiempo para acostumbrarse a su presencia.
Cuando sonrió, supo que todo estaba bien.
—Esos tés refinados sólo los he bebido contigo.
—Me pregunto cuál es tu secreto para sobrevivir.
Kagome rió.
—Veo que no has abandonado tu obsesión por el café.
—¿Obsesión? —arqueó una ceja— Lo considero más un ilustre pasatiempos.
—¿Qué hay de este?
—Peaberry de Tanzania —informó con elegancia—. Un favorito especial.
—Debe ser muy especial.
—Los granos de café crecen mellizos, por eso cada grano tiene un lado plano. Este café nace cuando sólo uno de sus granos es fertilizado, desarrollándose solo hasta adquirir una forma completa, sin nada que lo aplane. El Peaberry es un individualista, algo así como un solitario, uno cuyo cuerpo único acapara la esencia de dos granos tradicionales. Es inimitable.
Kagome pensaba cómo había llegado a comparar un hombre con un grano de café.
—Además crece en el monte Kilimanjaro, lo cual me parece un dato por demás exótico.
La hizo reír otra vez.
—Eres un hombre fascinante, Sesshomaru.
—Sólo instruido —repuso inmediatamente, agitado con su cumplido.
El té arribó y Kagome bebió con consciencia, degustando su obsequio.
—¿Cómo está Rin?
—Muy bien, finalmente hizo paz con sus obligaciones académicas.
—Ella es una artista —decretó con cierto dramatismo—. La secularidad del sistema educativo siempre fue su gran obstáculo.
—Su potencial artístico también está siendo debidamente explorado.
—Me alegra mucho saberlo.
—¿Qué hay de ti?
—Cada vez más cerca —anunció feliz—. Ya he iniciado con mis prácticas. Puedo decir que he encontrado mi vocación.
—Siempre has hecho mayor caso a lo que sientes que a lo que piensas.
—Sí —accedió, apartando la mirada, viendo a los transeúntes pasar—, pero me alegra haberlo hecho.
—A mí también.
Sus ojos se encontraron. Ella ocultó un leve rubor detrás de la fina porcelana y para cortar esa tensión, bebió.
Sí, Sesshomaru era un hombre fascinante, sin duda. Su modos selectos y su distinguida persona siempre le habían llamado la atención; recordó sentirlo solitario cuando lo conoció por primera vez, cuando fue llevada a la casa paterna para conocer al resto de la familia; solitario y aterrador, entre otros calificativos.
El hombre que diciendo casi nada y demostrando poco, le hizo saber que tenía en él un amigo. Después de lo que había ocurrido Kagome pensó que siempre había sabido que Inuyasha acabaría por romperle el corazón, que todo acabaría de forma dramática, pero que él siempre estaría para ella. Incluso cuando su dolor los alejó.
Durante casi un año.
El sosiego que había sentido minutos antes se evaporó y los nervios tomaron el espacio vacío.
—¿Cómo está tu padre? —preguntó al fin.
—Saludable.
—¿Sigues resistiéndote a tomar su lugar?
—Ya no tengo tanto margen para omisiones —terminó con lo que quedaba del Peaberry—. Si no lo hago yo, ambos sabemos quién lo hará.
Kagome se sorprendió.
—Jamás se me hubiese ocurrido que tu padre se decidiera por…
—Mi padre me está forzando a tomar una decisión.
—Bueno, tú siempre hiciste caso a lo que pensabas. Estoy segura de que tu lógica tiene la respuesta indicada.
¿A qué costo, me pregunto?, pensó él.
—Ambos sabemos cuál es.
—Sí —sonrió—. Nadie más idóneo.
—El café y los negocios son mi especialidad.
Y por cuarta vez, la hizo reír.
Fecha de publicación: Mayo 23, 2017
Palabras: 1,134
NA: La temática del café es para satisfacer un capricho personal. Toda la data que lean al respecto es real. Todos los tipos de café que voy a mencionar son los de más alta categoría a nivel mundial. Lo mejor de lo mejor para el mejor de todos.
Es un placer estar de vuelta con una nueva historia. Espero que agrade y entretenga.
J.
PD. Té mugicha: es un té hecho a base de granos, no hojas, muy popular en Japón, Corea y China.
PD2. Ignoren la info de más arriba, es para un registro mío nada más.