Capítulo 7: El amor lo puede todo

Dos veces, se había enamorado del mismo hombre dos veces y esos reencuentros se encargaron de devastar su corazón, fue un error permitirse creer en el amor.

Ella se había ido la primera vez para olvidarlo, no sabía en qué momento Oren la había mirado de forma diferente y un día le había propuesto estar juntos para toda la vida. Sabía que Terry ya tenía una vida hecha a lado de Susana y fue el momento de soltar aquella esperanza de lo que pudo haber sido. Candy quiso seguir adelante, continuar con su vida y formar una familia, no podía privarse de las maravillosas experiencias de la vida por seguir aferrada a un imposible.

Aceptó la propuesta de Oren. Y decidió que era tiempo de volver a ver a Terry y decirle de frente que se iba a casar. Pero el destino lo puso en su camino antes de tiempo, jamás pensó que lo encontraría en Londres mientras compraba el ajuar de su próxima boda.

No fue nada fácil decirle que se casaba, sintió incluso que cada separación que enfrentaron clavaba poco a poco una estaca en ambos corazones y en esa ocasión, ella dio una estocada muy fuerte que terminó con toda esperanza.

Estaba segura de que Terry había quedado muy dolido. Ella misma había salido lastimada de esa conversación.

Creyó, ilusamente, que él llegaría a la boda a impedirla, sin pensarlo dos veces hubiera salido huyendo de la iglesia en sus brazos, pero no lo hizo, ahora podía adivinar que fue debido a su accidente. Y aquello parecía un chiste cruel que la vida les hacía y entender, de una vez por todas, que su amor estaba destinado al fracaso, sin importar cuántas veces lo intentarán.

Así que decidió seguir con su vida, como Lady Andley, dejando atrás a la adolescente Cadice White. Nunca dejo de pensar en él… hasta que un buen día, en el lugar menos inesperado el destino se empeñó en volver a reunirlo, aunque él tenía otro nombre. Candy decidió darle una nueva oportunidad al amor, creyendo que su vida sería maravillosa a lado de Rinslet y poder así cumplir su sueño de tener una familia y nunca más sentirse sola.

Pero cuando Rinslet, o Terry, le dijo que no enfrenté de sus familiares y amigos, ella se dio cuenta de que nada había cambiado, ella parecía ser la que siempre resultaba herida.

Albert se encargó de contarle la verdad sobre la negativa de Terry en la iglesia y, aunque lo entendió, eso no mermaba el dolor de su corazón. Pero lo había perdonado. Si no lo había buscado era simplemente porque no creía que su dolido corazón soportara otro revés.

Las lágrimas se desbordan con el torrente de recuerdos que no cesaban de brotar en su mente.

Después de la repentina fuga de Candy, Terry se fue a vivir a la villa de Escocia, viajaba de vez en cuando, pero siempre volvía, sentía que ese lugar lo atraía con una fuerza mayor a la de su voluntad.

Nunca la olvido, cómo podría, todos los días pensaba en ella, cómo estaría, si era feliz y si… había encontrado el amor.

Una mañana de verano, para celebrar el aniversario del beso que le había robado cuando eran unos quinceañeros, salió a cabalgar rumbo al lago. Pasó frente a la mansión Andley y sintió que el destino de nueva cuenta les jugaba una tetra. A pesar del tiempo, de las circunstancias, de todo, su corazón comenzó a latir desembocado como cuando era un adolescente, solo ella tenía ese poder sobre él. Nunca hubiera esperado encontrarla ahí, ese día en específico. Ella miraba por la ventana, lucía triste. Regreso a su villa y se encerró en su habitación. Trató de leer, de tocar la harmónica, de recordar los versos de Shakespeare, pero no podía dejar de pensarla, de añorarla.

Candy creyó verlo frente a la mansión, sabía que al mudarse a Escocia corría el riesgo de encontrarse con él. Pero ella deseaba que él la olvidara, que los dos continuaran con sus vidas y dejarás atrás el pasado.

Se sentó aun mirando por la ventana, aquel día se había levantado angustiada y nerviosa, no entendía por qué después de tanto tiempo su mente evoco aquellos recuerdos tan dolorosos. La sensación de que algo iba a pasar no se borró en toda la mañana y decidida a olvidarse de aquello salió a cabalgar, aunque no obtuvo la paz que buscaba.

Al día siguiente la calma volvió a Candy, quiso convencerse de que su angustia se debía únicamente a la fecha.

A la hora del desayuno, el ama de llaves de la mansión deposito una nota a su lado.

La rubia tembló en cuanto reconoció la caligrafía. No lo había imaginado el día anterior. Terry estaba ahí, en Escocia.

La carta tenía apenas unas frases.

Deseo verte, si queda una pequeña parte de ti que aún me ame, sabrás dónde encontrarme.

Ni siquiera la había firmado. Quiso rechazar la oferta, pero debía reconocer que se moría de ganas por verlo. Saber de su vida, de por qué estaba en la granja Fressange y aquella ansias fueron más grandes que su voluntad.

No escribió una nota, fue a la mansión Grandchester. Él abrió la puerta, desesperado por la respuesta a su nota. Y entonces la vio. Estaba frente a frente. Parecía que el tiempo se había detenido y que no había pasado un año desde la última vez que se habían visto, pero fue precisamente ese tiempo el que los hizo disfrutar el reencuentro.

Comenzaron a hablar sobre sus vidas, ninguno toco asuntos del pasado, parecía un acuerdo silencioso que ambos querían cumplir.

Él le contó que hizo cuando ella se fue del viñedo, el destino de la granja, cómo había declinado la oferta de su padre de conservar el título de duque y que tenía un título menor. Aunque no le importaba porque así se le permitía volver al teatro o al cine, lo seguía pensando.

Ella le dijo sobre sus viajes, le hablo un poco del destino de Albert, Archie y de Paty y sobre el embarazo de ésta.

Y con ese tema, ambos sintieron que el inevitable viaje al pasado estaba por comenzar.

- ¿Has sabido de Susana? – preguntó la rubia, al fin y al cabo no sabía cómo es que se había terminado su matrimonio cuando él estuvo desaparecido.

Terry la miró de forma extraña y meditó su respuesta. Se supone que no hablarían del pasado y el responder aquello implicaba recordar todo lo acontecido antes y después de eso. El pasado, dentro del pasado.

- Me declararon muerto, así que ella se volvió a casar, mi padre mando a su abogado para que ella anulara alguno de sus matrimonios y sin dudarlo firmo los papeles del divorcio, del mío, claro. Ella estaba tan harta como yo de vivir en aquel infierno al que le decíamos matrimonio. No la culpo por engarme ya que nunca le di lo que me pedía.

- ¿Infierno? Pensé…

- ¿Que la amaría? – ella asintió – fuimos un par de ilusos al pensar que su amor bastaba y sobraba para los dos. No voy a negar que intenté amarla, trate de luchar por mi matrimonio, pero al final, ella no se quiso conformar con el poco afecto que yo le daba. Al poco tiempo de casarnos quise adoptar a una pequeña, pero Susana no estuvo dispuesta a compartir, mi ya de por sí dividido amor.

- ¿Y por qué querías adoptar, la condición de Susuana…?

- Sí, pero nunca pude estar con ella de esa manera – Candy enmudeció, jamás pensó que él le fuera así de fiel – no creí digno amarla con mi cuerpo y no con mi corazón, ese lo entregue hace muchos años – tomo las manos de la mujer – porque nunca he dejado de sentir este amor por ti.

Los verdeazules ojos de Terry la miraron con tanta intensidad que Candy sintió su cuerpo arder. Sabía que era sincero, podía verlo. Pero aquel terreno era uno que no quería pisar de nuevo, estaba demasiado dolida, no podía negarse que ella tampoco dejo de sentir ese amor por él, incluso cuando lo creyó Rinslet no dejo de amar a Terry, pero no quería perderse la oportunidad de volver a amar y ser feliz, aun si una parte de su corazón le pertenecía a él.

Su corazón le decía que se dieran una nueva oportunidad para amar, pero su mente recreó las múltiples separaciones y se levantó de su asiento, dándole la espalda. Sentía que si seguía bajo el escrutinio de su mirada todas sus defensas se desvanecerían.

- No, por favor, no hablemos más del pasado.

- No es el pasado de lo que hablo – y puso sus manos sobre los hombros de ella, dándoles una sensación de deja vú, así se había terminado todo la primera vez, con una promesa que ninguno pudo cumplir – mi amor por ti es en el presente.

- Saber que nunca pudiste ser feliz con Susana me hace sentir que nuestra separación fue la peor decisión de nuestras vidas – por los ojos de Candy se escapó una lágrima.

- Sí, en mi afán de esforzarme por que no le faltara nada, la deje sola, nunca la hice feliz, ella convirtió esa deuda de gratitud en una prisión de odio y remordimiento. No sabes cuánto me he arrepentido por no defender nuestro amor, si tan solo no te hubiera soltado – Terry la tomó por la cintura, acortando la distancia entre ellos.

- No hagas que me sienta peor, no quiero recordar eso. Además, es demasiado tarde para nosotros, yo no soy la misma de antes, mi vida es diferente. Lo intentamos, jugamos las cartas que le destino nos dio y siempre perdimos. No estamos hechos para estar juntos – respondió ella vehementemente y giró la cara, él roso con sus labios la suave mejilla de la rubia – No podría soportar una nueva separación, estoy cansada de tanto dolor.

Sheere pensó ¿por qué no darse otra oportunidad para ser felices, por qué ceder ante el miedo y el dolor?

Y acaso, ¿no lo había hecho ella misma en la flor de su juventud?

La joven pelinegra miro a Leandro, él había sido su salvación, cuando pensó que sus días solo podrían ser grises, él se coló como una luz cálida.

Ella no huyó de él, a pesar de su pasado, del dolor que otros le habían causado. A diferencia de Candy ella supo ver el amor y se permitió perder el control, entregándose a los labios y brazos de su ahora novio. Porque era una tontería permitir que el amor se nos escapara de las manos.

Sabía que nunca le había dicho "te amo", pero ¿era necesario? Para muchas personas las palabras tenían más peso que las acciones, pero ella era diferente, Leandro podía sentir su amor. Estaba segura de ello.

Él le había dicho que su pasado era suyo y así se quedaría. Algún día, quizá, se atrevería a escribir un diario como el de Candy y Terry. No sabía si su historia sería como la de ellos, pero si alguien podía sacar algo bueno de ella, valdría la pena el esfuerzo.

Candy intentó correr, salir huyendo de ahí y no volver nunca más. Pero esta vez Terry no se lo permitió, la tomó del brazo antes de que ella lograra su cometido.

- Siempre huiste, pero esta vez no, Candy, ya no somos un par de chiquillos torpes que no supieron defender su amor, quiero que te quedes y escuches todo lo que he callado y lo que pase después, será decisión de ambos.

La rubia aceptó que él tenía razón, ella siempre oculto su dolor de los seres que quería, pero aquel día, cuando intentaron matarla y Rinslet la había rescatado y llevado a su cabaña se dio cuenta de que la mejor forma de mitigar el dolor era hablando de él, porque mientras lloraba en los brazos de aquel caballero sintió que poco a poco se liberaba del peso de su corazón y sólo hasta entonces, se permitió darse una nueva oportunidad para amar.

Ambos tenía heridas, el destino quizá no le había jugado una mala broma al reunirlos tantas veces, quizá habían sido ellos, que con sus malas decisiones se empeñaban en deshacer lo que estaba escrito.

- De acuerdo, hablemos.

- ¿Sabes por qué te mande solo un pasaje de ida cuando te invite a Nueva york?

- Imagino que querías que me quedará a tu lado para que iniciáramos una vida juntos.

- Ese hubiera sido siempre el ideal. Después del estreno pensaba llevarte a algún sitio donde te pediría que te casarás conmigo. Aunque no fue una decisión precipitada, cuando estuve estable económicamente y aún sin saber que estabas en Chicago, compré una sortija… para ti – Candy se estremeció, ella había acariciado esa idea mientras estuvo en Nueva York.

- Pero no me contaste lo del accidente.

- Estaba devastado, sabía que si te decía, eso lo haría real. Tienes el corazón más noble que conozco, Candy, ¿hubiera cambiado algo decírtelo antes? – ella sabía la respuesta.

- No, no hubiera cambiado nada, igual me hubiera marchado, pero hubiera evitado el dolor y el abandono al verte a su lado.

- Nunca quise casarme con Susana, pero me sentía perdido y culpable. Quería detenerte, lo intenté y me rechazaste, necesitaba que te quedarás a mi lado para darme valor, para enfrentar todo ese asunto, juntos.

- Pero no aprendiste – soltó Candy, él la miró sin comprender – Cuando Bar te estaba chantajeando con Chase, debiste ser sincero conmigo, en tu afán de protegerme, me hieres, siempre soy yo quien termina lastimada.

- No quería ponerte en peligro, Bar estaba desquiciada, si hubiera sabido que Drake tenía sus propios planes, te hubiera dicho, daría cualquier cosa para que tú no sufrieras. Pensé que Albert me ayudaría, él te iba a sacar de la iglesia y explicarte.

- Albert, pero no fue al que plantaron en el altar, tú debiste decirme y como dije, en tu afán de protegerme, me lastimas profundamente.

Ambos guardaron silencio, desde el momento en que se separaron el tiempo quedo suspendido para ellos, la vida no era igual, todo parecía cubierto por una neblina densa, incluso la esperanza desapareció y en lugar de vivir, simplemente sobrevivieron.

- Siempre albergue la idea de que me buscarías, pero en ninguna de nuestras separaciones lo has hecho. Y he pensando en ello, me doy cuenta de que siempre he sido yo quien ha corrido detrás de ti y la única vez que debiste perseguirme a mí, no lo hiciste. – hablo, apenada.

- ¿Cómo?

- Necesitabas pensar las cosas sin la presión de mi presencia, esa decisión no le correspondía a nadie más que a ti y al final, la tomaste, si fue la correcta o no, eso ya no importa. A veces, cuando pienso en eso, llego a la conclusión de que tus dudas eran debido a que lo nuestro no era lo suficientemente fuerte para sobrevivir a algo así

- ¿Y si te hubiera perseguido?

- Eso hubiera significado madurez. La determinación de quedarte a mi lado, me hubiera convencido para pelear por lo nuestro y nada, ni siquiera la situación o los sentimientos de Susana me hubieran convencido de que era la decisión incorrecta. Pero cuando nos encontraste a Susana y a mí en la azotea del hospital, lo único que pude ver en ti, fueron dudas, que el peso de la culpa sería siempre la cruz que arrastraríamos en nuestra vida. Una vida así nos hubiera hecho aún más daño que una despedida.

- ¡Fui un cobarde! No supe cómo luchar por lo nuestro. Si tan solo hubiera sido mayor...

- Sí, éramos unos niños, no supimos enfrentarnos a la vida, nos rendimos sin pelear. Tú seguiste tu camino y yo opte por seguir mi vida y tener un compañero de vida.

- ¿Te ibas a casar por amor? – preguntó, temeroso y al mismo tiempo deseoso de la respuesta. Necesitaba saberlo, la experiencia les había enseñado que no podían seguir haciendo conjeturas, la verdad era lo único que pudo haberlos salvado de ese destino tan cruel.

- Sí, él era mi amigo. Oren supo ganarse mi corazón con detalles pequeños, él mismo tenía heridas y juntos tratamos de sanarlas. Además sentí que con él podría formar una familia. Ahora sé que Oren no solo me busco por mi dinero, en algún punto me quiso, pero le gano la codicia que le sembró Neil. Él le contó toda nuestra historia, o la versión que quiso y Oren desconfió de mí, tomo mi dote y con el corazón roto, huyo, dejándome una nueva herida en el alma.

- ¿Cómo lo sabes?

- Albert se enteró por Oren, Neil estaba en malos negocios y necesitaba dinero, convenció a Oren de que fueran socios y cuando lo arrestaron, Neil se quedó con el dinero. Lo uso para algunos negocios turbios, Albert sabía eso, igual que la tía abuela, pero la justicia siempre está a favor del dinero. Como consideración a su hijastra, Sarah Leagan, Elroy pudo evitar que Neil pisará la cárcel. Al fallecer mi tía, ella les dejo una jugosa herencia a los Leagan, Neil de nuevo uso su dinero para negocios fallidos y hace poco lo arrestaron por fraude. Albert se lo advirtió y por eso no moverá un dedo para sacarlo de prisión.

- ¿Pensabas decirme lo de tu boda? – preguntó, harto de escuchar sobre los Leagan, que tanto daño les habían hecho.

- Hubiera sido muy fácil que lo leyeras en el diario, pero mi familia detuvo el anuncio a petición mía. En cuento volviera de Londres, aprovechando mi estancia en Nueva York, pensaba buscarte para decírtelo.

- No me debías nada.

- No, no te lo debía. Pero quería saber si por fin, los dos podríamos olvidarnos del pasado y ser felices.

- Te odie, solo por un segundo. Yo estaba libre y me sentí desesperado por ser tan tonto, si tan solo hubiera renunciado a Susana, pero parece que estoy destinado a perderte una y otra vez.

- Te digo algo, en el fondo siempre creí que llegarías a la iglesia para impedir mi boda y luego ambos huiríamos tomados de la mano.

Sabían que se estaba lastimando con esa confesiones, pero era necesario sanar las heridas.

- Después de que él me dejo en el altar – continuó Candy – y de que tú no llegaste por mí, decidí que era el momento de continuar con mi vida, aceptar que no era una mujer hecha para el amor, después de todo, por algo me abandonaron mis padres en el Hogar de Pony.

- No digas eso, Candy, eres una persona fácil de amar. Cuando me dijiste que te ibas casar, me sentí devastado. Fue entonces cuando mi vida cambió, estuve a punto de morir y Bar me encontró. Si lo pienso con detalle, si ella no me hubiera mentido, tal vez hubiera encontrado el amor en sus brazos. Solo que con el tiempo ella se convirtió en mi nuevo celador. ¿Y sabes algo? Como Rinslet aún sentía que tú estabas aquí – y tomó la mano de la rubia, posándola en su pecho para que sintiera los latidos de su corazón.

- Los dos vivimos dos vidas. Lamento que no pudieras ser feliz con Susana, pero cómo íbamos a saberlo en ese entonces – Candy retiró su mano del pecho masculino. Quería mantenerse firme, ella sabía que era muy tarde para continuar con esa historia.

- Sí, es inútil lamentarse por ello, aunque eso no evita que aún duela… - se miraron por un largo rato, él sonrió y bajo la mirada, pensando si debía preguntar o no. Tomó las manos de la pecosa y la miró nuevamente, con una intensidad que hizo temblar a Candy, creyó que si la seguía mirando de esa amanera, ella se rendiría a él, intentó deshacer el agarre, pero él se lo impidió - ¿me amas? – el corazón de Candy se encogió, sabía que él se lo preguntaría, cuántas veces había dicho esas palabras, pero nunca a Terry, al menos, no como él mismo. Se juró que nunca más las repetiría, pero algo en su interior la empujo a ser sincera con él… y consigo misma.

- Siempre te he amado, desde ese día en el mar y hasta hoy y sé que lo seguiré haciendo mañana y por el resto de mi vida.

Terry, dejándose llevar, besó a Candy. Su confesión era un bálsamo para su corazón. Poco a poco, la tomó entre sus brazos.

- Pero – logró decir ella, rompiendo el beso – eso no cambia nada, Terry, es momento de aceptar que nuestro tiempo paso.

Y esta vez, sí logró huir de sus brazos.

- ¡Cobarde! – gritó Sheere. No entendía cómo Candy nuevamente le daba la espalda al amor, entendía que estaba dolida, que tenía el corazón partido, pero todo el universo había confabulado para reunirlos una vez más, quizá la última vez y ella no quería recapacitar - ¡Le acaba de confesar que lo ama, que siempre lo amará! – se exasperó.

Ella más que nadie creía que el amor no lo curaba todo, que es uno quien debe poner también de su parte. Pero no lograba entender a Candy.

En la cena le contó a Leandro la historia.

- Es entendible que tenga miedo – lo escuchó decir – después de tantas separaciones, ¿podrías ser feliz con alguien, sabiendo que la separación es algo inminente?

- Pero sin importar el tiempo, la vida a lado de la persona que amamos es lo más maravilloso que puede haber – los ojos de Leandro se llenaron de sorpresa al escuchar a Sheere hablar así.

- La historia es hermosa, Sheere, pero no puedes esperar que terminé con un final feliz, así no es la vida, al menos, no para todo el mundo.

- Pero es culpa de las personas. Es tan fácil amarte, Leandro, el amor no debería ser complicado. Te amo y me amas, qué más hay.

- ¿Tú… me amas? – en su excitación por el tema, la pelinegra no había pensado en sus palabras, por un momento no supo qué decir y sin quererlo sus ojos se llenaron de lágrimas.

- Claro que te amo, Leandro. Siempre lo haré.

- Y yo a ti, pequeña.

Se besaron intensamente, mientras ella lo empujaba al lecho y se fusionaban en un solo ser, conscientes de sus sentimientos.

¿Por qué Candy se empeñaba en complicarse la vida? Se preguntó Sheere mientras Leandro dormía, volviendo a su lectura.

No lo vi durante dos semanas, incluso llegue a pensar que se había marchado de la villa, aunque no podía asegurarlo porque me había recluido en mi habitación todo ese tiempo. Mi cuerpo estaba entumido y necesitaba aire fresco.

Aquella mañana con una fuerza de voluntad que no era la mía, me sentí atraída por la laguna donde nos besamos por primera vez, sabía que estaba invadiendo propiedad privada, pero desde mi llegada a Escocia me había alejado de ese lugar. La plática con Terry ayudo a apaciguar mis heridas, pero no pudo aplacar el miedo de intentarlo de nuevo.

Sheere había aprendido a reconocer la letra de Terry.

Los días se convirtieron en semanas. Quise buscarla, convencerla de que podíamos estar juntos nuevamente. Yo más que nada en el mundo deseaba estar a su lado.

Le di su espacio, pero la idea de estar cometiendo los mismo errores de antes, no me abandono. Por primera vez, sería yo quien fuera tras ella, no esperaría a que el destino nos presentará una nueva oportunidad para reencontrarnos, esta vez yo la buscaría, derribaría todas las barreras de su corazón, era tiempo para luchar por nuestro amor. Y con esa resolución en mente salí de la villa para dirigirme a la mansión de Candy.

Pero una figura que se desplazaba por el terreno llamó mi atención. ¿Podía ser el momento más perfecto?

Me acerqué a ella, sigilosamente, aún no se percataba de mi presencia. Y sin pensarlo dos veces, la tomé por la cintura.

Candy comenzó a temblar ante su cercanía, no necesitaba girarse para saber quién la tenía presa entre sus brazos.

A pesar de ser una mujer de 27 años, con él volvía a ser una chiquilla cuyo corazón latía sin control e incapaz pronunciar palabra alguna.

- Aquí te besé – comenzó él.

- Y aquello terminó con un par de bofetadas – respondió, intentando soltarse del abrazo.

- Así ha sido siempre nuestra vida, cosas buenas y cosas malas. Ambos intentamos cumplir una promesa, pero yo nunca pude y tú tampoco – lo aseguró – Y lo sé porque estás aquí sola, mientras tus amigos y familia continuaron con sus vidas y lograron ser felices. Nosotros no pudimos, mi alma siempre ha estado incompleta sin ti. Hace unos días me confesaste que me amas, ¿por qué sigues aferrada a que no nos merecemos una nueva oportunidad de estar juntos?

- ¿Y si no dura? No podría soportar de nuevo ese dolor. Sería como la muerte en vida.

- ¿Y acaso no estamos muriendo cada día que no estamos juntos? Prefiero tener un aroma de tu cabello, un beso de tu boca o un roce de tu mano a una eternidad sin ti, Candy. Porque por un instante conmigo, podría sobrevivir al dolor de una nueva separación, si es que eso llegase a pasar. Sin ti no soy nada, solo un manojo de recuerdos y besos robados que no me bastan para seguir viviendo. Estoy cansado de que la vida me dé reveses sin obtener nada a cambio. Hace años no tuve el valor para perseguirte, pero no pienso rendirme esta vez. Te amo, quiero una vida a tu lado, pero también quiero que tú lo desees y por eso voy a esperar el tiempo necesario a que tú decidas que quieres recorrer la vida a mi lado.

Y estando así, él tomó la barbilla de la chica y giró levemente su rostro para besarla. Candy se abandonó a los besos de Terry. La rubia tenía muchas emociones encontradas despecho, humillación, desconfianza, pero a pesar de ellas, la que vibraba más fuerte en su corazón era el amor. En los brazos de Terry sentía que sería capaz de olvidarlo todo, no podía dejar que su orgullo y ego heridos la apartaran de la felicidad. Segura de que si perdía esa oportunidad se sentiría incompleta por el resto de sus días.

- Creo que no tendrás que esperar. Te amo, Terry – rompió el silencio – hemos esperado mucho tiempo el "por siempre felices" pero ya no puedo más, no sé qué pasará mañana entre nosotros, que nos tiene deparado la vida, pero hoy no quiero pensar en eso, solo quiero amarte aquí y ahora, después, el tiempo dirá.

Candy se giró para quedar frente a él, mirándose a los ojos olvidaron por completo el mundo mientras sus labios se encontraban una vez más.

Y ahí donde había nacido su amor, con un beso sellaron su destino y la historia inconclusa por fin tuvo su final.

- ¿Y qué paso después? – se preguntó Sheere cuando el diario terminó. No había más hojas, ningún otro indicio de que habían sido felices – La historia no puede terminar así.

Leandro veía todo la escena desde la cama, con su portátil sobre las piernas.

- Bueno, nena, si tanto quieres saberlo – le dijo sin levantar la vista de la pantalla – puedo asegurarte que ellos fueron felices. Después de un año, se casaron en una ceremonia muy íntima. Y en su primer aniversario recibieron a su primogénito. Dos años después tuvieron una hija a la que llamaron Jane.

- ¿Jane? Tu abuela se llama Jane – él le sonrió – por eso tenías el diario. La villa era de tu familia.

- Así es, Sheere. Mi abuela fue la última descendiente de los Grandchester.

- ¿Pero tú?

- No, yo soy Leandro Yared, mi abuela se casó con Chase Yared.

- ¿Chase, el chico que cuidaba la granja?

- Así es, mi bisabuelo se la regaló. Él se encargó de ella y aunque era 15 años mayor que mi abuela, sus padres aceptaron de buena gana su matrimonio, ellos se amaron hasta el último día, como mis bisabuelos. De hecho, ellos murieron con horas de diferencia. Terry lo dijo, sin ella era capaz de dejarse morir y ¡lo cumplió! El diario me lo dio mi abuela para ti, porque vio en ti un amor puro por mí, pero también el orgullo que alguna vez estuvo a punto de separar a mis bisabuelos. Yo lo leí cuando era más joven, su historia es hermosa y sé que algo debió enseñarte porque me confesaste que me amabas – y le guiñó el ojo.

Sheere no lo admitiría en ese momento, pero sí, había aprendido de la historia de Candy que el amor es aquello que quieres vivir en el momento y que no puedes ver pasar la vida de largo solo por tener miedo de vivirla.

FIN

Espacio para charlar

¿Qué tal el final? De verdad espero que les haya gustado, que la lectura de este fic valiera la pena.

Me alegra saber que están ahí, que disfrutan, lloran y se enojan con esta historia que pensé nunca vería la palabra fin.

Marina W, las dos chicas que firman como Guest, Yoliki, Fran, Josie, Dianley, Paty Grandchester, Alondra, Adoradandrew, Sayuri, Mimi, Phambe, Candice White y lectoras anónimas, aprecié muchos sus palabras a mi historia, en verdad…

MUCHAS GRACIAS.

14 – jun – 2017

Ceshire…