Advertencias: Yaoi, Animatrónico x OC, OoC, errores ortográficos, caca en polvo.
Los personajes y la historia de Five Nights at Freddy's pertenecen a Scott Cawthon. Nala pertenece a simbalaika. La trama de esta historia es de mi autoría.
Epílogo
El último trabajador de la tarde salió del establecimiento, cerrando la puerta del local sin pasar llave. La chiquilla a la que contrataron hacía ya meses como guardia nocturna tenía clases hasta tarde en la universidad los lunes y los jueves, por lo que esos días solía llegar más tarde de lo acostumbrado, y aquel inicio de semana no sería distinto, así que simplemente se marchó a su casa sabiendo que en veinte o treinta minutos la muchacha ya estaría en su puesto.
Dentro del lugar, mientras tanto, los muñecos aprovechaban la ausencia de humanos para pasearse por el lugar y convivir plenamente sin interrupción de nadie ajeno a ellos. Sólo el grupo de muñecos, siendo ellos mismos, no teniendo que ocultarse de Nala.
—¿Podrían dejar de ser tan gays? —Fue el primer comentario despectivo-amistoso que se escuchó aquella noche, y cómo no esperárselo, si venía de parte de Freddy.
—Ándate a cagar, Freddy —fue la respuesta del zorro, separándose ligeramente de Bonnie, ambos mirando con fastidio al castaño.
—Quisiera verlos actuar así en frente de la humana —se burló, cruzándose de brazos con una sonrisita socarrona.
—Yo quisiera simplemente no verte —comentó Bonnie, antes de volver a dar un corto beso en los labios a Foxy y mirar con desprecio al oso, que aún no se apartaba de la entrada de la Pirate Cove. Ante la incómoda y burlesca mirada del oso Fazbear, el pelirrojo estiró su brazo hasta la cortina y la corrió para que tapara por completo aquel espacio que le pertenecía—. ¡Vaya, qué efectivo!
Y así era la pizzería sin humanos. Con animatrónicos actuando como gente normal, con emociones genuinas, sin tratar de esconderse. Siendo libres, aunque fuera por menos de media hora.
—Está bien, sigan haciendo sus homosexualidades, no estoy en contra... —comentó, recibiendo un gruñido de parte de ambos que le indicó que ya eran suficientes chistes de gays por un rato, así que simplemente se decidió a alejarse del sitio.
—¿Tan rápido te dejaron solo tus amigos? —Cuestionó la Toy Chica, meciéndose en una silla del comedor con las piernas cruzadas sobre una mesa y hojeando distraídamente una revista de artículos de belleza que alguna de las trabajadoras había dejado por ahí.
—Sí. Pero bueno, realmente no me apetece estar cerca de Foxy y Bonnie cuando se ponen en modo "parejita" —dijo, simplemente, sentándose sobre la mesa—. Y ni hablar de Chica y Fredbear... No pierden tiempo para ir a encerrarse en la cocina.
—Ya veo... —la rubia apartó la mirada de su revista para observar al oso a través de sus largas y espesas pestañas artificiales, esbozando una sonrisa diabólica que escondió debajo de las decenas de páginas que sostenía entre sus manos—. Tal vez tú también deberías buscarte una pareja.
—No te voy a dar una oportunidad, Toy Chica —giró los ojos y tan pronto como se subió a la mesa se bajó de ella, siguiendo con su camino en dirección a la cocina para ir a molestar al otro par. La chica soltó una carcajada y le lanzó la mirada más sensual que tenía, a pesar de que el otro ya estuviera de espaldas y alejándose de ella.
—Algún día lo harás, guapo —regresó su vista hacia el frente sólo para encontrarse con el conejo de ojos verdes que la reprochaba con la mirada, negando con la cabeza—. ¿Qué? Soy sólo una persona enamorada. Tú debes saber muy bien de eso.
—Cállate la boca —se acercó más a ella y comenzó a susurrar—. Casi me has delatado en más de una ocasión. Te odio, eres la única que sabe mi secreto, y pretendes gritarlo a los cuatro vientos.
—¿Tu secreto? Si todo el mundo sabe que te gusta Nala —soltó una risotada al ver la cara de bochorno de Toy Bonnie, completamente sonrojado. Mas la risa le duró poco cuando el conejo le lanzó una patada el pecho que hizo que la silla en la que se balanceaba se fuera totalmente hacia atrás y que, con ella, cayera también la polluela, dando una voltereta hacia atrás por el impulso—. ¡YA DEJA DE GOLPEARME, MARICÓN!
—¡Nadie lo sabría si no estuvieras pregonándolo a voz pópuli!
—¡Pero si no hay que decir nada para darse cuenta! —Se levantó del suelo, dándole al otro un golpe lo suficientemente fuerte para moverlo hacia atrás por lo menos un metro, y se dio la vuelta en dirección al pasillo, rodeando su boca con sus dos manos—. ¡Hey, Mangle!
—¡QUE NO ME LLAMES MANGLE! —Se escuchó el grito de la zorrita, desde lo más profundo del pasillo. Allá, entre la penumbra, ambos Toys pudieron divisar gracias a su visión nocturna a los dos faltantes de su grupo, el castaño y la albina, que les miraron con impaciencia ante la interrupción.
—Están resolviendo sus problemas, déjalos —le regañó el conejo, más por intentar salvarse de lo que sabía que vendría que por intentar defender a los otros.
—Si Toy Freddy no fuera un imbécil y se tomara demasiado en serio lo de fingir ante Nala que todos nos odiamos, no tendría constantemente que disculparse con Mangle por herir sus sentimientos —escuchó a lo lejos los gruñidos de la zorrita, nuevamente—. Perdón, con Toy Foxy... A todo esto, ¿cierto que es más que obvio que a BonBon le gusta Nala?
—¡NO ME LLAMES BONBON!
—Cierra la boca, marica, así se siente que te fastidien con un apodo que ni siquiera te gusta —le respondió Toy Foxy, en un tono lo suficientemente alto para que le escucharan.
—Ni tan marica, porque se ve que está colado por la humana... —acotó el oso Toy, casi en un murmullo.
Y en eso consistía su día a día, en aparentar ser quienes no eran para que la guardia no supiera que realmente había sentimientos buenos en ellos. ¿Por qué? Porque los humanos eran traicioneros, y ellos muy bien sabían que los humanos no podían soportar la felicidad del prójimo sin intentar destrozarla.
O eso pensaban. Aunque Nala ya había demostrado ser todo lo contrario a eso, quizás se merecía ver quiénes eran ellos en realidad. Esas discusiones que hacían frente a ella no eran del todo fingidas, aún tenían miedo de sentir, de ser dañados por eso. En un futuro no muy lejano, tal vez le dirían la verdad. Pero no aún.
—Puppet, ¿por qué se esfuerzan tanto en fingir ante la humana? —Se preguntó el único con apariencia de niño en la pizzería, mirando con sus grandes ojos curiosos hacia la marioneta.
—Porque son idiotas.
—Para ti todos son idiotas.
—Pues sí.
El pequeño soltó una risita. Así era Puppet.
—Pero en serio, ¿por qué lo hacen? ¿Está mal ser normales en frente de los humanos?
El títere se detuvo a pensar. Ser normales... Nunca lo había visto de esa forma. Sin embargo, a él le tenía sin cuidado lo que pensara o no Nala, pues hace tiempo que él estaba bastante seguro consigo mismo, y una simple humana no iba a hacerlo cambiar de opinión ni podía causarle dolor si él no se lo permitía. Lástima que los demás no supieran aquello que para él era tan obvio.
—Porque tienen miedo de ser humanos —se giró a verlo, el niño observándolo sin parpadear y con los ojos de un intenso azul brillante le hicieron sonreír para sus adentros—, y si fueran "normales" frente a ella, si la trataran como a otra persona, sería aceptar que en realidad son humanos.
—¿Y está mal ser humano? —Preguntó, con la curiosidad insaciable típica de un infante.
—Cualquier cosa es mala si tú dejas que lo sea.
—Oh. Está bien —respondió, llanamente, acercándose a él para abrazarlo y terminar la conversación como si no tuviera la menor importancia, probablemente no teniendo ni idea de la profundidad de las palabras que acababa de oír.
—¿Y cuándo piensas confesártele? —Del otro lado de la pizzería, Toy Chica y Toy Bonnie continuaban con su conversación, ahora con Toy Freddy y Bonnie como oyentes, también.
—Cuando dejemos de fingir en frente de ella —dijo, con la cabeza apoyada sobre su mano mientras veía con desinterés a Foxy y su versión 2.0 revolcarse por el suelo en medio de su forcejeo.
—¡QUE NO ME LLAMES MANGLE!
—¡ERES UNA COPIA BARATA Y TRAVESTI DE MÍ!
—¿Cuándo será? —Cuestionó.
—No lo sé, no hay que ponerle fecha —interrumpió el oso, encogiéndose de hombros—. Tal vez deberíamos dejar que ella lo descubra.
—Jamás lo va a descubrir sola si seguimos actuando así, es demasiado idiota —vociferó la única mujer entre ellos—. Tenemos que demostrárselo, de a poco. Tal vez uno de ustedes debería mostrarle su relación.
—¿Toy Freddy y Mangle? —Preguntó el conejo, de nuevo.
—¡QUE NO ME LLAMES MANGLE!
—¿Estás loco? Debe creer que nos odiamos —giró los ojos el oso de mejillas pintadas—. Hay que ir más suave. Tú y Foxy, por ejemplo —habló, dirigiéndose al otro conejo.
—¿Y si le parece bizarro o extraño y se va de aquí? ¿Y si es homofóbica? ¿Quién nos va a reparar? —Bramó Bonnie, con un tono de preocupación que trataba de ocultar para no revelar su verdadero temor de que Nala se fuera, pues no admitía ni para sí mismo que le tenía cariño.
—No seas paranoico. Si vamos despacio, eso no tendría que pasar —le replicó la polluela—. Que sean Golden y Chica, entonces.
—No sé si ellos quieran. A ellos sí que les gusta mantenérselo todo bien callado, recuerda que llevaban semanas saliendo sin que ni siquiera nosotros lo notáramos —apuntó Toy Bonnie.
—Entonces resuelvan sus asuntos ustedes —cansada de que le pusieran "pero" a todo lo que proponía, se levantó de su asiento y se encaminó hacia cualquier otro sitio de la pizzería.
Se sentó en el escenario y observó el comedor, solitario, y más allá las puertas de cristal de la entrada. No estuvo por mucho tiempo ahí cuando vio, desde lejos, cómo un auto muy familiar se estacionaba en frente de la pizzería. Era el auto de Nala.
Rápidamente se bajó de un salto y corrió hacia sus compañeros.
—Viene la humana, finjan odio y rencor —avisó, recibiendo un asentimiento de cabeza grupal en respuesta. Se acercó con velocidad hasta la cocina y abrió la puerta—. Oigan, la humana ya... ¿Qué carajos? ¿Qué haces?
Se quedó en la puerta, aun sosteniendo el pomo con su mano, al ver a Freddy amasando lo que prontamente sería una pizza, cosa que no hacía con frecuencia. Detrás de él, los dos rubios de la habitación se giraron para fulminarla con la mirada por haber interrumpido su beso.
—Aquí, lampareando. Y tú, ¿qué tal? —Respondió el castaño, con un tono neutro y sin siquiera voltear a verla. Toy Chica miró por unos segundos más a la parejita, que ya estaban impacientes por no recibir una explicación para haberlos interrumpido, y finalmente habló.
—Está bien... Ya llegó la humana, actúen como sociópatas —y se retiró del lugar.
Nala avanzó por el pasillo, saludando con la mano a quienes se encontraba en su camino, sin recibir respuesta, como ya era costumbre. En la pizzería siempre estaba el mismo ambiente: ese aire pesado que indicaba muerte y dolor, esa sensación incómoda de estar sobrando entre todos los animatrónicos, la tensión que generaba la discusión que ya habían empezado Toy Freddy y Mangle. Lo normal.
Se sentó en su silla giratoria y tomó la tableta entre sus manos, acomodando uno de sus mechones rebeldes detrás de su oreja. En lugar de revisar el lugar, hizo lo que ya tenía acostumbrado como un ritual: entró a los archivos de las grabaciones anteriormente guardadas.
La cinta que había estado grabando todo durante su ausencia se reprodujo. La escuchó con atención, cambiando de cámara para ver qué conversación se le hacía más interesante, si la de Toy Foxy disculpando a Toy Freddy por ser, básicamente, Toy Freddy, o la de Toy Chica y Toy Bonnie dándose golpes. Esa siempre conseguía sacarle una risa.
—¿Tu secreto? Si todo el mundo sabe que te gusta Nala —las mejillas de Nala se encendieron como luces de navidad y una sonrisita le arrebató el semblante cansado que traía. Increíble como esa simple frase le había alegrado el ajetreado día que había tenido.
Esos muñecos eran muy listos, habían actuado durante mucho tiempo en frente de ella y la habían hecho creer que realmente no tenían sentimientos, casi se había rendido con ellos. Por ella fue más lista y halló la incongruencia en su plan macabro: las grabaciones guardadas de las noches anteriores no eran borradas por la empresa, como Nala pensó en un principio; estas se guardaban en un archivo que estaba fuera del alcance de los guardias de seguridad, probablemente para que estos no tuvieran pruebas de lo que sucedía por las noches y no pudieran demandar a la compañía. Y no fue nada difícil desbloquearlo, con un poco de su intelecto y varias lecturas a sus libros de informática, apenas unas pocas noches después de aquella discusión inusual de la zorra y el oso, había conseguido todas las grabaciones de cada una de las noches de lo que llevaba de año.
—Os lo tenías muy bien escondido, eh...
Ella siempre les llevó la delantera sin que ellos lo supieran. Las grabaciones no podían mentir, ellos siempre fingieron delante de ella, y ella ya lo sabía. Lo que no entendía era por qué.
Y ese día, gracias a la explicación de Puppet, lo había comprendido.
Su sonrisa se ensanchó y su sonrojo se intensificó cuando se levantó de su silla y caminó hacia el comedor.
—...Y pensábamos que quizás ustedes podrían dejar que Nala sepa de lo suyo, para que vaya comprendiendo de a poco lo que le escondimos —les comentó Toy Chica a su antecesora y su pareja, jugando entre sus manos con la cámara de seguridad que había desarmado para evitar que la humana les descubriera.
—No lo sé, ¿por qué nosotros? —Chica no estaba dispuesta a simplemente ceder a lo que su copia pidiera, y lo daba entender no sólo con palabras, sino también a través de su lenguaje corporal, adoptando una posición despreocupada, cruzada de brazos y sin hacer contacto visual con nadie, una pose común de parte de Golden—. ¿Por qué no Bonnie y Foxy?
—Porque son gays, tenemos que empezar con algo suave —habló Freddy, recibiendo un golpe en el hombro de parte de alguno de los dos nombrados al que ni siquiera se dignó a mirar porque estaba muy ocupado riéndose.
—Hoy estás muy graciosillo, verdad... —comentó el zorro, mirándolo con molestia.
—Yo digo que... ahí viene —advirtió la contraparte femenina del pirata, cambiando rápidamente su gesto pacífico por uno airado, dirigiéndose a su novio—. ¡Te dije que no me llames Mangle, maldito pedazo de chatarra!
—¡Te llamo como se me dé la gana, zorra subnormal! —La tomó del cuello de su camisa en un gesto amenazante, gruñéndose ambos cara a cara. Cuando vio que la humana le pasó por un lado con una enorme sonrisa, sin intentar detenerlos como siempre hacía, se extrañó y la miró de reojo.
—¡¿Quién te crees que eres, maldito?! —Continuó ella, aunque se quedó con la misma mueca de extrañeza que tenía el otro Toy al ver cómo Nala se hacía paso entre todos sin prestarles ni un poco de atención, y aún con esa mueca extraña de... ¿Felicidad?
—¿Qué carajos te pasa hoy, humana? —Cuestionó Toy Bonnie al ver a la chica detenerse frente a él. Era alta, debía estar por encima del metro con setenta, pero aun así no tenía la estatura suficiente para alcanzarlo a él. Un escalofrío le recorrió el cuerpo, en una reacción demasiado humana para su gusto, cuando la chica puso sus brazos sobre los hombros de él y entrelazó sus manos por detrás de su cuello, prácticamente abrazándolo. Los nervios se apoderaron de él, los demás no daban crédito a lo que veían—. ¿Q-qué piensas que haces...?
Un beso. Eso hacía, darle un beso. Uno que lo dejó paralizado, sonrojado y desconcertado, además de vulnerable para ser el blanco de burla de sus compañeros. Aunque los demás no estaban mejor que él, estaban igual de contrariados, mirándola con mucho asombro.
—Bonnie, tranquilo, no soy homofóbica —musitó, con un hilo de voz, probablemente igual de nerviosa y sonrojada que el conejo, pero con una expresión de alegría insuperable.
De repente, la carcajada de Puppet interrumpió el silencio del lugar, haciendo que todos se giraran a mirarlo. Ahí, desde la Prize Corner, con Balloon Boy entre sus piernas, habló.
—Supongo que ya no tienen que preocuparse por explicárselo.
Y ninguno lograba salir de su asombro. Intercambiaban miradas entre Puppet, Toy Bonnie y Nala, que parecía una chiquilla enamorada con ese sonrojo, soltando una risilla nerviosa.
Supuso que, a partir de esa noche, podrían convivir todos en armonía.
Jamás debí escribir esto... me arrepentiré mañana de haberlo hecho.
Bueno, no. Si a simba le gusta estaré feliz uvu
Te amo, marida [Inserte corazón aquí].
Sayonara!