Ranma ½ no me pertenece. Star Wars tampoco me pertenece. Yo a lo menos sí me pertenezco... no, esperen, yo le pertenezco felizmente a mi esposa. En fin, nada me pertenece.
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Hace mucho tiempo, en una galaxia muy,
muy lejana…
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Fantasy Fiction Estudios presenta:
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El corazón del Jedi
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Bajo las ancestrales estructuras de enormes bloques de roca cubiertos de raíces y ramas abriéndolas por doquier, el agua caía a finos chorros por los bordes formando vertientes. La lluvia retumbaba sobre el lejano techo. El sable al encender cortó las sombras con su intensa luz roja, seguida de un ronco zumbido eléctrico. La figura negra apenas se distinguía del resto de la oscuridad por el halo rojizo del sable de luz, ancho y ligeramente ondulante, caótico, de una vibración poderosa y estremecedora, que proyectado sobre su cuerpo dibujaba su silueta.
—No deberías estar aquí —dijo él con voz rasposa y apagada.
No estaba la alegría juvenil, la esperanza ni la fuerza que recordaba tanto en él. Casi no había nada más en él que una concha vacía, sin alma. Akane, que precavida había empuñado el plateado sable todo el tiempo desde que entró en el templo, lo empuñó con ambas manos separando un poco las piernas. Encendió su sable y la luz violeta, más enfocada formando una hoja un poco más delgada, elegante y sólida como su corazón, impregnó de resplandores violáceos sus ojos color miel, su rostro palidecido, sus ropas beige muy ligeras y empapadas por la lluvia fría del planeta pantanoso Dagobah, sus botas cortas y el cinturón de cuero que ancho apretujaba su túnica en la cintura delineando su pequeña figura femenina.
—¡¿No escuchaste?! —él insistió mostrando los dientes y haciéndolos sonar.
—Sí, te escuché —respondió Akane. Trataba de mostrarse firme, pero un ligero temblor quebró su voz. Torció los pequeños labios enfadada con ella misma por su debilidad.
—Debes obedecer a tu maestro. ¡Akane, vete de aquí!
–¡No!... No puedo hacerlo.
—Entiendo —la figura giró. Los bordes de la túnica negra que lo cubría hasta la cabeza sacudió gotas del agua de la que estaba impregnada—, el consejo te envió. Esos viejos imbéciles…
—Ya basta, Ranma —suplicó Akane—, ¡basta de hablar en contra del consejo!... ¿Por qué dejaste la orden? ¿Por qué nos traicionaste? ¿Por qué me…? —cerró los labios con fuerza, para luego moverlos más atemorizada de su propia acusación—. ¿Por qué te volviste un Sith?
La figura de negro escuchó con los labios entreabiertos, también temblaron ligeramente, pero de ira.
—¿Un Sith?... Esos… ¡Esos malditos! —Ranma apretó la otra mano empuñándola hasta que su guante crujió—. ¿Se creen tan puros, justos y libres de las tentaciones del lado oscuro como para juzgarme?
—Ranma, por favor, desiste. Regresemos a Coruscant, si lo haces el consejo te perdonará, sabrán hacerlo, ellos…
—¿Dices que me perdonarán? —Ranma lanzó una carcajada—. Akane, eres una boba, siempre lo fuiste. No tienes la menor idea de lo que está sucediendo. Si regreso de seguro me matarán, o algo mucho peor…
Ranma recordó el peor castigo al que puede ser condenado un Jedi por el consejo, cortar del todo su vínculo con la fuerza. Eso sería peor que la muerte, una agonía insufrible.
—Es mentira, si te arrepientes pueden perdonarte —Akane, desesperada, tragó con dificultad—. El lado oscuro te ha enceguecido, su promesa de poder es una mentira, es el temor lo que te está dominando, y el temor te lleva a la ira…
—¡¿Te atreves a darme lecciones?! No haces más que repetir las tonterías que ellos te enseñaron —replicó Ranma.
—No, no ellos; tú lo hiciste…, maestro —dijo Akane, mirándolo a los ojos.
La capucha de Ranma se desvió como evitándola.
—Sigues siendo solo una tonta padawan, Akane.
—Ranma, te lo ruego, no quiero hacerte daño.
—¿Hacerme daño, a mí?
Ranma estalló en una insultante carcajada. Akane no mermó su determinación a pesar de ello.
—¿Acaso olvidaste el código?
—¿El código? —Ranma lanzó un bufido—. ¿Todavía crees en esas viejas idioteces?
—Ranma, por favor, tú me lo enseñaste, me hiciste practicarlo y seguirlo; estabas feliz de hacerlo, orgulloso de ser un Jedi. ¿No recuerdas la noche que me hiciste memorizarlo, mirando las frías estrellas de Ilum? —Los ojos de Akane se humedecieron y una de sus lágrimas cayó sobre el sable de luz, evaporándose en un pequeño silbido, desapareciendo como su fe—. No puedes haberlo olvidado, fue durante el viaje en me ayudaste a conseguir el cristal para construir mi sable. Por favor, te lo ruego, recuerda lo que me enseñaste, como me repetías el código hasta el cansancio… Estaba tan nerviosa esa vez, pensando en lo que significaría tener mi propio sable de luz. Nunca olvidaré tus palabras, cubiertos de la tormenta de nieve bajo los restos de una nave, estaba… era víctima de mi debilidad, de mis miedos, y me repetiste el código para que me calmara: No hay emoción, solo hay paz…
—La paz es una mentira, solo hay pasión —respondió Ranma interrumpiéndola, recitando otro código, el de los guerreros Sith enemigos de los Jedi, haciendo su voz más firme y atemorizante.
Akane no se dejó sorprender, calmó su respiración y gimoteó por última vez antes de seguir:
—No hay ignorancia, sólo hay conocimiento.
—¿Conocimiento? —Ranma empuñó la mano en alto—, ¿quién lo necesita? Con la pasión obtengo fuerza, con la fuerza obtengo poder.
Akane negó con un fuerte vaivén de su cabeza.
—No hay pasión, solo hay serenidad…
—Con poder, obtengo victoria —la mirada de Ranma ensombreció bajo la capucha.
—No hay caos —Akane insistió en negar con su cabeza, luchando contra sus sentimientos que la agobiaban—, solo hay armonía.
Ranma alzó su sable rojo, vibrante y furioso, apuntando a Akane:
—¿Todavía no entiendes, Akane, por qué el consejo te envió a ti, apenas una padawan, a cazarme?
—¿Ranma?...
Akane alzó el rostro, y perdió la calma que había conseguido reunir. Sus ojos se encontraron con los de Ranma y entonces comprendió la fuente del dolor que torturaba su pecho. Ranma no estaba airado, como le habían dicho que sería un guerrero Sith, un Jedi caído en el lado oscuro de la fuerza, tampoco estaba asustado. Todo lo que había en sus ojos era una profunda tristeza; el vacío que había percibido no era oscuridad, sino pérdida.
Ranma bajó el sable y comenzó a dar lentos pero seguros pasos bajando los pocos peldaños que los separaban. El vacío que proyectaba su alma enfrío todo el lugar, hasta que el aliento de Akane comenzó a condensarse. Ranma se cogió el pecho arrugando su túnica negra, quizás con el mismo tormento que sufría ella, en el lugar que dolía más que cualquier otra herida que hubiera sufrido antes en batalla.
—Con victoria, mis cadenas se rompen…
Los ojos de Akane se abrieron, sus labios temblaron con más fuerza, su sable perdió la firmeza, como sus piernas. No podía ser, ¡eso no era real! ¿Sería que ella era la culpable de…? ¿Qué él compartía el mismo secreto sentimiento que ella…? Sacudió su cabeza con fuerza, sus lágrimas saltaron como pequeñas estrellas en la oscuridad, sus sentimientos y dudas no podían turbarla ahora o moriría. Cerró los ojos, los abrió y Ranma ya estaba casi frente a ella. Entonces el oscuro Jedi avanzó más rápido abalanzándose sobre ella.
—… ¡La fuerza me liberará! —gritó Ranma y sin dudas o piedad, atacó dejando caer el sable sobre la jovencita.
Los destellos rojos y violetas se mezclaron en un intenso choque. Los sables silbaron llenándolo todo con ecos de los zumbidos eléctricos, de las hojas de luz que destellaban por el contacto. Tras el primer embiste, el sable rojo detuvo al violeta cuando ella intentó un desesperado contraataque, y el sable rojo presionó al violeta obligándolo a bajar muy lentamente. Akane con ambas manos, apenas podía soportar la fuerza que Ranma imponía empuñando su sable de luz con una sola mano, hasta que la rodilla de la chica cayó al piso y ambos sables de luz cruzados se acercaron a su cabeza.
—Debiste marcharte cuando te lo ordené —murmuró Ranma jadeando—. ¿Tanto quieres morir, Akane? ¡Eres una tonta!
Akane estaba llena de dudas y dolorosos pensamientos. ¿Realmente era ella la culpable de la caída de su maestro? ¿Por qué no se dio cuenta antes?... Pero su terquedad salió a la luz cuando más la necesitaba, no iba a rendirse ahora, porque si lo hacía ella… No, si lo hacía perdería algo más valioso que la vida: a Ranma. Jamás lo permitiría. Buscó los ojos de Ranma, y al encontrarlos, su mirada con renovado valor provocó sorpresa a su antiguo maestro. Y recitó la última parte del código Jedi con fiereza:
—No hay muerte… solo está… ¡la fuerza!
Akane movió ambos sables hacia un lado, los que golpearon la roca del suelo haciendo saltar chispas sobre su costado. Muy rápida apoyó una de sus manos en el pecho de Ranma. Entonces canalizó la fuerza y lo empujó como si él hubiera sufrido la onda de choque de un detonador termal, mandándolo de espaldas contra una de las paredes del olvidado templo Sith, estrellándose y hundiéndose entre los ladrillos. El sable de luz rojo cayó apagándose, la empuñadura de metal dio tumbos por el piso.
—¡Ranma, no!... Yo no quería lastimarte…
—Akane… ¡Akane! —Ranma rugió, su voz hizo eco en las inmensas profundidades de los abismos que rodeaban las estructuras del templo, apenas sostenidas sobre el vacío por puentes de roca y columnas que emergían de las tinieblas.
Al moverse se desprendió del agujero que su cuerpo dejó en la pared y cayó entre escombros al piso de rodillas. Se levantó lentamente. Con una mano jaló la túnica oscura que cubría su cuerpo rasgándola, quedando apenas con una corta porción que se enrolló como una larga bufanda alrededor de sus hombros. El cabello descubierto, antes negro y lleno de vida, ahora tenía trazos blancos en su mechón y que recorrían su larga trenza, muestras del abuso de la fuerza en su cuerpo. Sus ojos tristes, azules, estaban rodeados de un furioso resplandor. Su chaqueta negra abotonada solo bajo el cuello, ajustada en los puños, abierta hacia abajo revelaba su camiseta tan negra como sus pantalones y botas, incluso lo era el cinto del que colgaba normalmente su sable. Deslizó un pie en el piso separando un poco las piernas, inclinando el cuerpo, como un animal salvaje agazapado, acechando a su presa. Extendió la mano y atrajo su sable, el que levitó veloz a su palma. Lo empuñó y el sable rojo volvió a iluminar su cuerpo y rostro.
Akane sintió un escalofrío y su corazón dolió tanto que creyó se pararía en cualquier momento. Ya no eran los ojos amables como esos cielos que los cubrían en sus largos días juntos, llenos de aventuras, como maestro y padawan. Ranma era un Jedi descuidado, arrogante, de torpes palabras, pésimo para instruir con la teoría y menos con el pensamiento de los Jedi. Al principio discutía mucho con él y se cuestionaba la elección del consejo como su maestro, incluso dudaba el que Ranma fuera un buen Jedi. Pero resultó una sorpresa a la hora de entrar en acción, decidido, recto, puro de corazón, muy fuerte como esgrimista, quizás el mejor de todos, con una voluntad implacable y también el mejor maestro que Akane pudo haber tenido en el uso del sable y la fuerza a la hora de combatir. Ahora sabía que no era extraño que los hubieran emparejado en el consejo Jedi, ellos sabían que solo alguien tan porfiado como Ranma podría tratar con una padawan tan obcecada como ella. Jamás esperó, de todos los Jedi que conoció, que sería Ranma, su Ranma, el más orgulloso caballero Jedi y defensor de la república, su admirado maestro Ranma, el que cayera en la tentación del lado oscuro.
«Será tu deber y también tu carga, esta será tu prueba», le había dicho la maestra Cologne, miembro del consejo Jedi, antes de dejar Coruscant para buscar a su antiguo maestro; a un desertor al que no podían dejar libre por el peligro que encerraba, dado los rumores que se había convertido al lado oscuro de la fuerza. Ella jamás lo creyó, siempre supo que había una razón detrás de la desaparición de su maestro. Lo llamaron un Sith, como no había aparecido uno en muchos años, pero ella lo defendió en cada una de las conversaciones en que escuchó su nombre. ¡Ranma jamás podría convertirse en un guerrero Sith!
Y ahora tenía la prueba ante sus ojos, predicando el corrupto código de esos guerreros que siendo también usuarios de la fuerza, solo creían en la violencia y el poder para conseguir sus fines. Enemigos ancestrales de la galaxia y más del consejo Jedi. Las piernas de Akane seguían temblando y no eran de miedo, sino de dolor, que se transmitía por todo su cuerpo y desequilibraba su conexión con la fuerza, y su concentración tambaleaba en un mar de angustia. Se sentía débil, incapaz de mirar a Ranma en ese nuevo estado. ¡Ese no podía ser Ranma, su Ranma!
—Akane —Ranma siseó su nombre—, tienes miedo, puedo sentirlo en ti.
—No…
—Si dudas, tu muerte será rápida… y aburrida.
Akane abrió los ojos y los volvió a cerrar. La crueldad de este nuevo Ranma la golpeó más que una bofetada.
—¡Tonta, torpe, débil, no eres más que una idiota! —le gritó Ranma al verla dudar—. ¿Qué clase de Jedi eres? ¡Miedosa!
—¡Ya basta! —la voz de Akane se afirmó enfureciendo—. Yo que estaba preocupada por ti… Viaje por medio sistema buscándote, ¡y solo me ofendes!
—¿Ofenderte? —Ranma hizo una mueca, como una sonrisa burlona—. Es que no te has visto al espejo, entonces sí te sentirías ofendida, boba…
—¡Ranma!
Akane perdió el control, ¿cómo ese tonto podía ser tan cruel? El sable violeta de Akane fundió una línea en la roca del suelo al arrastrar la punta, corriendo al encuentro de Ranma. Su antiguo y joven maestro la esperó con una sonrisa arrogante, y satisfecho. Los sables de luz chocaron en nuevos destellos. Ranma retrocedió cruzando el sable de un lado al otro, manejándolo con una mano. Akane golpeaba furiosa, y también dolida. Su hoja de luz violeta cortaba la oscuridad. Atacaba por arriba, por abajo, giraba el cuerpo tras un bloqueo y volvía a arremeter. Giraba y golpeaba, giraba hacia el otro lado y golpeaba, era como una danza su manera de luchar. Así la había enseñado Ranma, siempre moviéndose, siempre atacando, no dando respiro a su rival, un estilo lejos de la paz y meditación que normalmente predicaban los Jedi, que de haberlo pensado encajaría más en el modo de combatir agresivo y violento de los Sith. Pero Ranma lo sabía, esa era la manera de instruir a Akane, de usar su talento, de enseñarle a no dudar ni ceder a sus miedos. Porque podía sentirlos, estaban allí, siempre en su corazón, en la mente de una niña que perdió a su madre de pequeña, que vivió al lado de un padre débil, un tímido comerciante del planeta Naboo, con hermanas sobreprotectoras que quisieron coartar su talento impidiéndole ser llevada a Coruscant cuando descubrieron que la fuerza estaba en ella. No podía negar su miedo y soledad, tampoco los podía ocultar. Por eso debía usarlos, convertirlos en fuerza, apoyarse en ellos para crecer…
¿No era esa la manera de los Sith, usar el miedo y la ira como la fuente para canalizar la fuerza?
Ranma sonrió mientras evitaba los ataques de Akane. La chica se movió por arriba dando brinco, luego por debajo del sable de Ranma cuando este contraatacó. Cambiaba su sable de luz de mano una y otra vez atacando por distintos lados, demostrando una habilidad que complacía a Ranma. ¿Esa era la chiquilla tan torpe que pensó que era buena idea freír un huevo con su sable de luz?... Qué idiota era esa niña. Y eso era lo que más le gustaba a Ranma.
—¡Sientes el poder! ¡Déjalo fluir! —le gritó Ranma evitando todos sus ataques—. ¿Me odias?
—¡Cómo pudiste!... ¡Por qué nos traicionaste!
—Eso es, ¡eso es! —Ranma celebraba, extasiado en la batalla, gozando tanto la destreza como la belleza del cuerpo de Akane en movimiento—. ¡Así, más arriba! ¡Cuidado con tu defensa!... ¡Más rápido!
—¡Calla, ya no eres mi maestro!
—¿A qué le temes, Akane?... ¿Qué te detiene?
Ranma dio un salto atrás poniendo distancia entre ambos. Entonces movió la mano y grandes bloques de roca se deprendieron de las paredes. Los dirigió con movimientos de su mano en contra de Akane. La chica casi fue pillada por sorpresa. Extendió su mano para detener una roca, y agitó el brazo lanzándola en otra dirección. Saltó y danzó entre las otras rocas que chocaron estridentes contra el piso y las columnas. Con el sable cortó una en fragmentos, que volaron alrededor de su corta melena. Todo lo observó Ranma casi hipnotizado por el rostro furioso y a la vez hermoso de su padawan.
—¡Sí, al fin, hasta pareciera que ya te lo tomas en serio, Akane!... Has mejorado, tus movimientos son más rápidos, casi me haces sentir orgulloso de haberte entrenado —Ranma hizo un sonrisa traviesa—. Lástima que no tengas un cuerpo tan sensual como deberías, supongo que el crecer no te ayudó en eso…
Ranma recibió un duro golpe de una roca en la cabeza que lo hizo agacharse. Al levantar el rostro, vio que Akane tenía una mano extendida hacia un lado y una mirada asesina.
—Cómo te atreves a bromear en un momento así, pervertido…
—¡Ay!... ¡Akane, siempre fuiste una bruta! Si fueras una Jedi más femenina, o más bonita, en cambio…
—¡Muere, maestro!
Akane corrió y saltó sobre su antiguo maestro. El sable violeta chocó contra el de Ranma.
—Lo siento, Akane, pero ya esto no me divierte. ¿Qué te contiene, por qué no me atacas con todo?... ¡Sigues dudando!
—¡No!
—¡Tus dudas te hacen débil, Akane! ¿Quieres matarme, vengarte por la traición, por haberte dado la espalda a ti y todo en lo que crees?
Ranma repentinamente contraatacó cambiando el ritmo del duelo. El sable rojo se movió con violencia, haciendo retroceder a Akane. Los choques de luz eran más potentes. Akane dio rápidos pasos atrás apenas manteniéndose en pie, viendo como la hoja de luz roja, siguiéndola, cortaba columnas y rocas como si fueran mantequilla caliente. Incluso quemó la punta de su cabello que rozó casi alcanzándola. Y era rápido, demasiado para ella. En el corazón de Akane todas sus dudas quedaron relegadas por el orgullo de reconocer la habilidad de su maestro… Él era el mejor.
—Akane, no niegues tus miedos, tu ira, úsalos a tu favor, te harán más fuerte.
—¡Nunca! No caeré en tu trampa, Ranma. Sé lo que tratas de hacer, pero no caeré en el lado oscuro como tú.
Akane retrocedió y llevó la otra mano tras su cinto. Antes que Ranma atacara, ella sacó un segundo sable de luz, de mango un poco más grande que el de ella, y al encenderlo el fulgor plateado iluminó con más fuerza la oscuridad. Cruzó ambas espadas deteniendo al sable rojo. Ranma se quedó estático al ver su antiguo sable de luz, de un raro cristal plateado que le daba ese color tan puro, como una vez fue su mente y corazón.
—¿Mi viejo sable…?
Antes de que Ranma pudiera salir de su estado de sorpresa, Akane danzó con ambos sables duplicando su velocidad. El sable rojo rebotaba entre los dos sables de Akane. La luz violeta atacaba por un lado, la plateada defendía por el otro. La chica danzaba girando con cada sable de luz como si fueran parte de su cuerpo, y golpeaba por ambos lados, o por uno con los dos juntos.
—¡Akane…! —Ranma gruñó al verse presionado.
—¡Ranma, idiota, por qué me traicionaste!... ¡Por qué me dejaste sola!
—Yo…
—¡Te amo!
—¡¿Qué?!
El sable rojo estalló, al ser cortado el mango rozando los dedos de Ranma. El trozo ennegrecido cayó a varios metros de los contendientes. Akane se detuvo con los dos sables cruzados como una tijera bajo el mentón de Ranma.
—Akane… A-Akane…
—Sé lo que tratabas de hacer, ¡sé que querías tentarme! Pero no, no pienso caer en el lado oscuro, no lo necesito, ¿es que no lo entiendes?
—No puedes… hablar en serio.
—¡Idiota, me enamoré de ti, es todo lo que me importa! Por eso vine a buscarte, por eso me preocupabas tanto… Me enamoré de mi maestro, de mi compañero de aventuras, de mi mejor amigo, de mi único apoyo y guía desde que llegué a un planeta desconocido lleno de gente que me era extraña… ¡¿Es eso un pecado?!
Las lágrimas furiosas de Akane rodaron por su rostro inclinado, incapaz de mirarlo a los ojos ante tal confesión.
—Entonces… ¿no vas a matarme? —preguntó Ranma como un idiota, dejando caer el trozo de sable que todavía tenía en la mano. No parecía asustado, solo decepcionado y… confundido.
—No.
Akane apartó las hojas de luz, las que al momento desparecieron. Entonces la chica dejó caer la empuñadura del antiguo sable de Ranma a sus pies.
—¿Qué estás haciendo, Akane?
—Sé que no puedes sentir lo mismo que yo —Akane hablaba con seguridad, a pesar que sus lágrimas ensuciaban su rostro—. Para un Jedi el amor está prohibido, y si es así prefiero dejar de ser uno, o que me mates; antes que soportar ver al hombre que más admiré y… amé, convertido en un Sith. Pero tampoco me convertiré en una Sith, si eso es lo que planeabas al tentarme.
—Eres tan terca…
Akane le dio la espalda y caminó hacia la salida muy lentamente, pero cada paso dolía en su corazón como si planetas se estuvieran poniendo entre ellos.
—Si quieres quitarme la vida, Ranma, puedes hacerlo. De seguro para un Sith esto no significa nada más que un sacrificio apropiado, para librarte de tus antiguos lazos y debilidades. Sé cómo funciona, la maestra Cologne me enseñó un poco la manera de actuar de los Sith. Puedes hacerlo, hazlo, líbrate de mí, líbrate de tus sentimientos porque sé… que también los tienes.
—¡Claro que no, ni que yo pudiera sentir algo por una niña tan…!
—¡Ya basta!... Di lo que quieras, Ranma, pero ahora creo que tu razón para dejarme… No querías que… no sentir lo que… Olvídalo.
Ranma lanzó una gran carcajada. Akane se sorprendió, no podía ser tan burlesco, a pesar de lo que ella había confesado. A lo menos esperaba la fría crueldad de un Sith, pero no burlas.
—Eres una boba, pero una boba increíble, Akane. ¿No te diste cuenta? Todo esto fue planeado por Cologne.
—¿Qué cosa?
—Akane, esta era tu última prueba. No caíste en la tentación —Ranma se rascó la nuca nervioso—. Supongo que ahora oficialmente eres una Jedi, felicitaciones.
Akane abrió los labios, incrédula, no sabía qué decir.
—Sí, Akane, sí, todo fue una farsa. Es común tentar a un padawan para ver si resiste a la tentación del lado oscuro. A mí también me lo hicieron, mi padre también es un Jedi y tuve que apalearlo con mucho placer, lo que no fue difícil, aunque solo pasé la prueba porque le perdoné la vida. Ni que me interesara tampoco. Pero…
—Pero tu verdadera prueba también vino ahora con Akane, Ranma —dijo Cologne, una de las maestras del consejo Jedi, vestida con una túnica marrón y parada sobre su bastón en lo alto de las ruinas mirando a los jóvenes—. Qué interesante resultado, la padawan dando vuelta la situación y probando al maestro, ¿no te parece divertido, novio?
—¿Novio? —preguntó Ranma confundido.
Cologne se relamió.
—Mis jóvenes padawan, porque también siempre serás uno para mí, Ranma —agregó la anciana antes de que Ranma reclamara de nuevo—. Aunque ambos pasaron la prueba, saben que sus sentimientos nunca serán bien vistos en el consejo Jedi, el amor es un tabú, un peligroso sentimiento que nos lleva al descontrol, al miedo, a la pasión, a los celos, al odio, al lado oscuro de la fuerza… ¡Pero qué digo! Si hasta pareciera que también me lo creo —Cologne volvió a reír y se relamió los secos labios—. Si soy honesta, no comparto el pensamiento de los otros miembros del consejo; el amar es tan natural como las demás expresiones de la fuerza, y no es tan anormal entre los Jedi, aunque siempre se guarde en el secreto o la conveniente omisión. ¿No es tu padre un Jedi también, Ranma, a pesar de haberse casado y engendrado un hijo? Tú eres la prueba de ello, mi padawan.
—Ya no soy un padawan, ¡soy un Jedi, demonios, si hasta tengo mi propia padawan! —Ranma airado apuntó a Akane—. Además, mi padre no es un buen ejemplo, tiene tanto de Jedi como un Hutt de honesto —dio un resoplido cruzando los brazos, como ofendido—, y no se ha convertido en un Sith solo porque le da pereza.
Cologne lo esperó con una sonrisa, entonces siguió:
—Como sea, mi joven novio, estas cosas suceden, más entre dos saludables padawan como ustedes.
—No soy un padawan.
—Aunque si me preguntan a mí —continuó Cologne—, yo no sé nada sobre su pequeño secreto —la vieja Cologne les guiñó un ojo y lanzó una larga carcajada.
—¿Entonces todo esto era una mentira? —preguntó Akane todavía un poco aturdida y gimoteando un poco, pasándose una mano por los ojos—. ¿Tu traición, el que fueras un Sith, y…? Y yo dije que…
La chica sonrojó con fuerza, sus lágrimas ahora eran de emoción, alegría, pero también vergüenza. No había perdido a Ranma, ni lo perdería… Pero lo que él la había hecho sufrir, y lo que la había obligado a confesar.
—A-Akane, siento haberte asustado, esta no fue mi idea…
—No te perdonaré —murmuró Akane.
—Pero, sobre esos sentimientos que ti-tienes por mí, y-yo… —Ranma dudó jugando con los dedos, sonrojando como un crío—, yo… bueno…
—No te perdonaré….
—Yo sé que está mal sentir esto, pe-pero yo… supongo que los Jedi también somos… la vieja momia lo dijo, sentir esto no está tan… mal… si sabemos controlarlos… t-tú y yo… po… p-podríamos…
—No te perdonaré… —susurró Akane, temblando entera.
Ranma intentó aclarar la voz:
—Bien, quiero decir, no es que podamos hacer algo más, después de todo yo también… por ti… A-Akane… yo… por ti…
—¡No te lo perdonaré!
Akane gritó enfurecida, sin escuchar lo que Ranma trataba de decir, y extendiendo el brazo su sable se encendió.
—¡¿A-Akane?!
—¡No te perdonaré, Ranma, por lo que me hiciste sufrir!
—¡Ah, no, Akane, espera! ¡¿Qué haces?!... ¡Akane!
Ranma corrió despavorido intentando esquivar el sable de Akane.
—¡Recuerda el lado oscuro, Akane, no caigas en la tentación del lado oscuro, la ira y…! ¡Ah, eso estuvo demasiado cerca, boba!
—¡No te perdonaré nunca, Ranma, nunca! —gritó Akane con nuevas lágrimas, persiguiéndolo con el sable por todas las ruinas.
La maestra Jedi Cologne reía sin parar.
—Oh, niños, qué bello era tener mil años menos.
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Fin
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Notas del autor:
En conmemoración del pasado cuatro de mayo, día mundial de Star Wars, es que escribí este pequeño especial. Siento no haber alcanzado a publicarlo ese mismo día. Pero aquí está. También pido perdonen las licencias que me tomé con la saga de Star Wars, siempre me ha gustado, en especial el concepto de los Jedi. Mi inspiración vino más del mundo de los juegos de rol inspirados en Star Wars, los basados en el universo de Caballeros de la Vieja República. El humor fue muy de Ranma ½, esperaba un final más serio, pero eso dejaba abierto el tema y por ahora no quería escribir más historias largas porque me encuentro muy ocupado con mis otras historias pendientes. Espero les haya gustado, para mí fue muy divertido hacerlo, en especial porque nunca he entrado en el tema de los crossovers, ni menos había tratado narrativamente el tema de los duelos con sable láser. Sé que podría haber hecho un mejor trabajo. Gracias por haber leído hasta aquí.
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Noham Theonaus
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