Disclaimer: Shingeki no kyojin/Attack on titan no me pertenecen. Son propiedad de Hajime Isayama.

Advertencias: Lengua vulgar y/o ofensivo/Tortura/Flasbacks/Violencia/Asesinato/Intento de violación/Abuso de autoridad/Capitulo largo –creo-

Nota de la autora:

Mil años después, ya se.

Lectura primero y explicaciones después.

Recomiendo tomarse su tiempo, ya que para mí, al menos, es bastante largo el capítulo.

Notas y explicaciones más abajo.

Nos leemos.


"Cuando se castiga a un inocente nace un malvado"
-Víctor Hugo.


La primera vez que la vio llorar a lágrima encendida fue cuando tenía cuatro años. A Levi le asustaba que su escrupulosa y frívola madre expresara un sentimiento tan humano.

Las palabras de ella brotaban como vómito incontrolable, frente a él, pero incapaz de mirarlo a los ojos. Levi empezó a conocer el vocabulario desastroso que más tarde usaría en momentos de frustración.

Todo empezó con un simple: "Lo ha hecho…todo este tiempo…Sabía que nos traicionaría"

Y al final fueron palabras con veneno que apenas pronunciaba entre dientes presa de la rabia, como: "La zorra de tu padre…La calcinarán en la hoguera…Gitana inmunda"

Y su favorita: "No olvides que fue ella quién nos hizo esto, Levi"

Sin embargo, ella continuó a su lado durante otros seis años más al menos. Fuerte y suficientemente sensata para no ser humillada bajo la mirada de la alta sociedad a la que pertenecían. Se aseguraba de desahogar toda su furia con Levi cada noche y por la mañana era la esposa recta y religiosa de Kenny Ackerman. Un hombre con la misma seriedad de su esposa, pero –increíblemente- con él guardaba una relación de cariño y respeto. Pese a todo, lo hizo sentirse más amado que su propia madre con la que compartía cada segundo de compañía.

Su padre siempre estaba fuera de casa y Levi, años más tarde, entendería que era porque tenía una amante gitana con la que se veía a escondidas y con la que trataría de fugarse una fatídica noche de verano cuando Levi tuviera once años.

Una de las sirvientas había empezado a guardar su ropa, sus juguetes y libros en un baúl. Al igual que las cosas de su padre. Kenny apareció más tarde, regalándole un gesto de cariño (una caricia en el cabello) y dándole una mirada prometedora.

"Hoy nos libraremos de todo esto, mocoso"

Levi no entendió nada en ese momento. Pero cuando se escucharon los tacones de Kuchel acercándose por el pasillo como pisadas de plomo y su padre lo mando a otra habitación, él se escondió en el armario para ver lo que pasaría.

Ella gritaba como loca. Y eso lo asustado a punto interminables porque madre nunca perdía el control. Lo acuso de todos los pecados habidos y por haber, lo condenó por lo que "estaba haciendo" y luego lo amenazó con matarlo. Kenny recibió cada palabra con envidiable valor ante la mujer que parecía poseída.

Al final hizo la misma declaración con una firmeza implacable.

Se iría con ella y se llevaría a su hijo consigo. Dejaría a Kuchel.

Más gritos y maldiciones. Kenny avanzó lejos del campo de visión de Levi, seguido por Kuchel. Escuchó gritos, luego cosas rompiéndose, jadeos y luego un golpe seco que hizo que el silencio reinará en la habitación.

Levi salió de su escondite temblando y con el corazón palpitándole en los oídos, de forma lenta. Kenny estaba contra la pared jadeando, con una mano en su hombro del cual manaba sangre. Un cuchillo de cocina en el suelo. Y la espada de su padre enterrada en el pecho de su madre. Ella en el suelo, inmóvil y fría.

"No olvides, Levi. Ellos nos hicieron esto"

.

La gente en el festival se encontraba en una especie de elixir ante el espectáculo que estaba siendo un rotundo éxito.

Los hombres –y algunas mujeres-gritaban y silbaban entre tragos y bebidas, mientras sus ojos se mantenían atentos al centro del escenario.

Un chico, un joven gitano bien definido entre la multitud, bailando. No era nada nuevo, ciertamente, pero el baile era lento, sensual.

Y no es que la ropa ayudara a callar esas mentes libidinosas. Estaba usando ropas holgadas y más cortas de las que un gitano –o cualquier otra persona-debería usar. Eran llamativas, color rosadas encendidas y con un lila intenso, dejando descubierto su pecho y sus pies.

La música aumentaba de velocidad de vez en vez, y el chico se movía al ritmo. Lento, movía sus pies grácilmente, meneando sus caderas y sus brazos, sus hombros. El chaleco fino que usaba de vez en cuando se le resbalaba por los hombros, dando una perfecta vista de su piel virgen y morena.

El pantalón también se le deslizaba de lado de vez en cuando y dejaba a la vista el precioso hueso de su cadera y un poco más abajo sin llegar a mostrar nada de más, dejando las cosas a la imaginación.

En esos efímeros momentos la gente gritaba con más fuerza, deseosos de ver más. Pero sabían que, incluso, en el día de los Bufones el Juez Levi A. no aprobaría algo así. Y de por sí, ya tenía mala cara.

Levi desprendía un aura de miedo. Sus ojos estaban fijos, clavados también en el gitano, pero sin moverse ni un apéndice. Era la misma expresión que alguien tendría al cometer un homicidio. Era aterradora. Sin embargo, nadie le prestaba atención.

El Juez apretó los dientes con fuerza. Había pocas veces en que el Juez Levi A. se le veía realmente molesto.

Levi sentía que algo dentro de sí se hubiera quebrado de forma inexplicable. Era como un magma que encendía toda su ser y le estaba haciendo perder la cabeza de forma desagradable.

Verlo moverse, verlo exhibirse así de esa manera.

El Juez se jactaba de decir que los gitanos eran demonios de lujuria, arrastraban a la gente de fe al pecado y los atraían con su forma de vida. Y ciertamente lo creyó hasta el punto en que ya no le sorprendía ni la homosexualidad que se había desatado entre los rincones de París ni que fueran los gitanos los que la hubieran propagado.

Pero verlo justo a él…

Hace mucho que ni siquiera pensaba en ese muchacho, hace mucho que olvido su existencia y su nombre. Enfocó su mente en derribar la maldad de toda París hasta el punto que había dejado de lado su pasado. Había funcionado, pero ahora mismo aquellos sentimientos que le hicieron sentir repulsión por sí mismo reaparecían.

No estaban muertos, como había creído.

—Hey, vamos pequeño. Acércate aquí.

Uno de los borrachos más cercanos al escenario extendió su mano y atrapó uno de los volantes de su sobre puesto y comenzó a tirar de él.

—Capitán.

Levi se sorprendió a sí mismo hablar de forma tan repentina. Casi como si hubiera sido una reacción instintiva, alarmado. No pudo evitar sorprenderse de sí mismo y sobre todo, sentirse abrumado bajo una oleada de dudas.

Él no era así. Nunca necesitó recurrir a instintos, porque todo lo que hacía era bajo una mentalidad fría y razonable dentro de su propia perspectiva.

— ¿Señor…?—por supuesto, el capitán Irvin notó su vacilación— ¿Debería interferir?

No hubo necesidad de respuesta alguna.

En ese instante, se escuchó un golpe y a continuación, el hombre ebrio estaba en el suelo, con un enorme moretón en la mejilla, y la gente alrededor riéndose como locos por el cómico desenlace de lo que parecía ser un drama más.

El gitano estaba con una sonrisa torcida, en señal de victoria pero sin perder ese aire carismático, como si golpear a cualquier acosador fuera la cosa más tranquila del mundo.

Ambos hombres se quedaron petrificados.

—…No es nada, señor…—dijo Irvin, luego de aclararse la garganta para ocultar su incomodidad.

Levi no contestó, tenía su atención puesta en el gitano que parecía haber impuesto su presencia en el escenario de forma tan natural, que con unos simples movimientos de piernas tenía a todos en sus manos.

Y de un momento a otro, esos ojos se levantaron y se cruzaron con los suyos.

Fue como retroceder en el tiempo, en la época en que él era un mero aprendiz del párroco y Eren era un niño flacucho pidiendo limosna en la calle. Todo se sintió tan…lejano.

Pero también fue como si hubiera vivido un déjà vu. Encontró todo lo que había encontrado en ese momento.

Tanta inocencia con un dejo de ternura.

Pero de un instante a otro, como sí hubiera nacido una llama, se apagó esa mirada y volvió a ver unos perfectos ojos verdes transformarse en una mirada más madura. Más ardiente en deseo carnal.

El chico extendió una sonrisa traviesa en sus labios rojos y se permitió pasarse una mano por su cabello salpicado de gotas de sudor.

Comenzó a avanzar entre saltos ágiles, como un ciervo en su hábitat, acercándose más y más a él.

Y sin que el mismísimo Juez Levi A. pudiera explicarlo, tenía al gitano más ardiente del siglo sentado en sus piernas, con el rostro demasiado cerca del suyo.

.

— Isabel, por favor, come.

— No tengo hambre, gracias…

Miraba fijamente por la ventana, donde podía escuchar el alboroto en la ciudad apenas en las primeras horas del día por el festival. Todo estaba demasiado lleno de color y movimiento, y le había servido de "terapia" para no volverse loca dentro de la catedral donde les habían dado asilo.

Pero tras un suspiro, se levantó y comenzó a caminar como un perro perdido, dándole otra larga vuelta a toda la terraza.

En cuanto se fue, Christa no dudó en hablar.

—Me preocupa.

—No es asunto tuyo, Christa…

Aunque, ciertamente, -y sin querer admitirlo-a Ymir también le preocupaba. Pero tampoco podía hacer mucho. Ymir suponía que el encierro, sumado la propia negación de sus emociones, había hecho que Isabel cayera en una especie de depresión.

Rara vez comía, dormía mucho –tomando en cuenta que ella era una chica muy activa-y también se negaba a hablar con él.

Pero no podía intervenir demasiado en sus sentimientos, tomando en cuenta que ni siquiera la propia Isabel estaba dispuesta a admitir.

—Tal vez…Sí Farlan habla con ella…—continuó Christa.

Eso era otro tema. Ymir también había pensado en eso. Pero el problema era que Farlan también tenía una vida desastrosa, una vida de la que todavía podía huir. Y temía que se condenara a sí mismo sí le decía que era lo que realmente pasaba en su mente y su corazón.

No quería salvar a uno si condenaba al otro.

— Seguro mejorará cuando salgamos de aquí…

—Pero eso tardara un largo rato—continuó Christa—En la última carta de Hanji decía que los militares estaban reforzando sus medidas de seguridad…contra los gitanos.

—Lo entiendo. Pero sí pone la mirada en el resto puede que termine por mandarnos al olvido…

—N-No creo que olvide lo que hicimos…

—No hicimos nada, Christa. Lo sabes.

— ¡Pero todo París cree que sí!

— ¡Y seguirán creyéndolo sí seguimos callados!

Se formó un tenso silencio.

No solían hablar de ese tema. Porque la controversia era mayor que la razón.

Christa lo entendía. Ymir estaba empezando a agotarse. Naturalmente cualquier gitano estaba acostumbrado a una vida llena de racismo, humillación e incluso violencia en las calles de Paris. Pero el problema radicaba en que ya no era solo violencia, era tortura. Y ya no eran meros castigos, era muerte.

Toda aquella batalla de razas y estatus sociales se habían reducido a una guerra por la supervivencia. Ella había visto parte de ello, pero no lo había sufrido en la misma medida.

Tal vez por eso, consideraba, que desatar una guerra sería contraproducente, porque tendrían a toda una nación detrás de ellos, solo porque sí. Por desgracia, una errónea fama les precedía.

Ymir pareció adivinar sus pensamientos, porque se puso de pie, evitando mirarla a los ojos de nuevo.

—No se detendrá…—murmuró—Ese hombre ha erradicado a más de la tercera parte de nosotros…y los que pudimos huir nos escondemos en las alcantarillas como ratas…

—Ymir…—le llamó Christa con suavidad—No podemos…

—Y la gente lo sigue como si fuera gallinas ciegas detrás de un poco de maíz.

Christa lo abrazó por detrás para acallarlo. Lo sentía tenso, como cuando se enfurecía, como cuando recordaba sucesos desagradables. Como el de aquella noche.

Y tras unos minutos, lo sintió relajarse poco a poco, hasta sentir como correspondía a su abrazo con una tierna caricia en su mano alrededor de su pecho.

—No es el momento—dijo ella en un susurro—Prometo que lo habrá…La gente entenderá lo que está haciendo…lo que hizo. Y entonces podremos actuar.

Ymir ya no quería esperar, lo sabía. Pero no podían hacer nada ahora. No podían darle la perfecta excusa para acabarlos por completo.

—O podríamos irnos.

Christa sonrió con tristeza.

—Lo haremos…Cuando esto termine, lo prometo.

Ymir tampoco pudo evitar sonreír. Luego se giró para ver sí Isabel había terminado su recorrido.

— ¿En dónde se metió esa insensata?

—Probablemente quiso recorrer la iglesia de nuevo. No te preocupes, ya volverá.

.

El mundo no pudo evitar jadear al unísono, porque la escena era simplemente ficticia para ellos.

Un chico bello y semidesnudo, sentado en las piernas del más pulcro y moralmente correcto hombre de París. Era una imagen surrealista.

Levi contuvo el aliento. Eran pocas las cosas que lo impresionaban y ese día había recibido más de una sorpresa que quedaría en la lista de las peores –o mejores-sucesos en su vida.

El chico había cambiado. Se notaba más pesado, pero liviano a la vez. Su aroma era exquisito, incluso con el sudor bajando por su cuello y pecho. Sus manos se habían quedado estáticas, a ambos lados de su cuerpo, incapaz de hacer nada excepto observar en un estado de shock.

El chico sonreía casi con mofa desde arriba de él, como si todo estuviera totalmente controlado. Su cabeza descendió más y sus labios se acercaron a los suyos, entrecerrando los ojos sensualmente.

No. Eren…no podía…

¡PAF!

Un golpe certero en su sombrero y sus ojos quedaron cubiertos por el. Luego risas escandalosas y el peso sobre de él había desaparecido.

Levantó el sombrero bruscamente, bajo una furia súbita. El gitano estaba de nuevo en el escenario, con una sonrisa pícara y unos ojos burlones.

La gente se reía a carcajadas, descontrolada.

Y Levi sintió que su cabeza iba a estallar.

Porque un maldito gitano lo había engañado.

Porque Eren lo había humillado frente a todos.

Y el maldito mocoso estaba bailando de nuevo, como sí no hubiera sucedido nada. Estuvo a punto de lanzar una maldición, alzar el brazo y ordenar que lo mandaran a azotar.

Pero no lo hizo.

Porque para empezar no se había cometido ningún crimen. Podía arrestarlo aun así, pero era el día de los tontos, donde todos los sacrilegios eran permitidos y donde casi toda la ciudad estaba reunida, siendo testigo de un acto completamente "inocente".

No podía hacer nada y el maldito niño lo sabía bien.

Como si hubiera leído su mente, Eren le quitó una lanza a uno de los soldados, la enterró en el escenario y dio una espectaculares vueltas alrededor de ella.

La música terminó a su compás. La gente aplaudió y alabo el espectáculo, lanzando monedas de oro al escenario.

El gitano se inclinó en una reverencia de triunfo.

— ¿Qué les pareció amigos?—Hanji subió al escenario en ese momento— ¿Creen que esto es bueno?

Se escucharon aplausos y silbidos.

— ¡Pues la fiesta esta recién iniciando porque llegó la hora que todos estaban esperando! ¡Saben a qué me refiero! ¿Cierto?

El alboroto perduró otro rato pero Levi ya no le prestaba atención, en ese momento, tenía los ojos puestos en el joven que estaba a un lado de Hanji, asistiéndole en lo que necesitara.

Intentó buscar su mirada, pero Eren no volvió a voltear en su dirección.

Irvin también lo noto.

La actitud de Levi, ciertamente, carecía de cualquier gracia y amabilidad, pero en esta ocasión sentía algo…diferente. Era ira, sí. Pero también una emoción que se proyectaba perfectamente en sus gesticulaciones. Algo bastante similar a la ansiedad.

Irvin no pudo sonreír casi con compasión.

Él tampoco se había resistido a lanzar una moneda de oro al escenario cuando el chico terminó su baile. Porque no podía negar que el chico era un perfecto acaparador de atención, de una muy placentera sí se atrevía a decirlo. Además de, claro, un destello de locura en su personalidad, sobre todo cuando lo vio abalanzarse sobre el dictador de los gitanos.

Todo parecía tan surrealista.

En ese momento, una civil pasó golpear su caballo.

— ¡Hey, idiota! ¡Fíjate por donde caminas!—gritó uno de sus soldados, haciéndole a un lado bruscamente.

Se tambaleaba y parecía perdida. Usaba una amorfa mascara con un costal de papas pequeño, sus ropas estaban desaliñadas. No era demasiado "anormal" ver ebrios en este día, y no parecía causar ningún daño mayor, así que lo dejo pasar.

.

No creía que lo que estuviera haciendo era malo. En realidad, lo único que le importaba era salir un rato. Alejarse de esa horrible prisión en la que se había convertido la catedral.

Se sentía turbia, tal vez un poco devastada. Por el mero hecho de que muchas cosas no estaban a su favor.

Tenía que lidiar con el hecho de sufrir una perdida impensable, luego de ser acusada por ello, quedar atrapada y excluida del exterior.

Sin mencionar que la idea de que Farlan se fuera…simplemente hacía su estadía menos soportable. Hacía rato que no la mencionaban ni a ella y a Ymir y Christa en los buscados, así que asumía que podía salir un rato, solo un momento.

Lo que no pensó era que la ciudad estaba prácticamente vacía con el festival, y se encontraba sola entre las callejas de París. Le agradaba, pero quería un poco de contacto humano. Solo un poco.

Pero no pudo evitar estremecerse cundo vio al final del callejón a dos sujetos que venían en dirección contraria. Ella se detuvo de golpe y rápidamente bajó la cabeza.

No podía ser vista al rostro, no ahora que había pensado con claridad.

Se dio la media vuelta, dispuesta a marcharse, pensando en lo estúpida que era, cuando chocó con un pecho firme y enorme.

—Pero miren, miren…—Isabel retrocedió, asqueada por el olor a sidra que emanaba de la boca del hombre viejo y robusto con el que había chocado— ¿Qué pasa, belleza? ¿Acaso no quieres un poco de amor?—dijo arrastrando las palabras y acercándose a ella, tambaleante.

— ¡Eh, déjame!—exclamó ella al ver que no se detenía y tampoco la dejaba pasar.

— ¡Oye, Maro! Déjala en paz, quieres. La guardia no está lejos de aquí, sí nos ven molestando a una mu—

El hombre se detuvo abruptamente al verle el rostro.

Mierda.

—Oye…—dijo él, con resolución en sus ojos—Yo te conozco. ¡Eres una de ellas! ¡Una de las gitanas que incendió el orfanato!

Isabel apretó los dientes y bajo la mirada. Estaba en problemas.

Nadie podía verla.

Sí descubrían alguna pista de su paradero, todos…

—No sé de qué me hablas—dijo ella, intentando pasar entre los cuatro tipos que la habían acorralado.

— ¡Oh, no, preciosura!—dijo otro, bloqueándole el paso—Tú no puedes irte, no tienes idea del dinero que nos darán por tu cabeza.

Pero antes de que pudiera tocarle el brazo, Isabel le respondió con un golpe certero en su entrepierna. El tipo se dobló de dolor, pero antes de que pudiera empujarlo para despejar su camino, otros dos la tomaron por cada brazo y otro la golpeó en la parte interna de la rodilla, tirándola al suelo.

— ¡Quieta, maldita ramera!—gritó uno, tomándola del cabello y presionándole contra el piso sucio.

—Tranquila—dijo otro, arrullándola en tono de burla—No tenemos que hacer esto…—Isabel sintió su aliento contra su cuello—Sí te portas bien, podemos llegar a un acuerdo…

Le dio una leve caricia en su espalda, bajando más, dejando en claro a lo que se refería.

Isabel sintió una oleada de miedo combinada con la ira.

— ¡Suéltame, maldito cerdo!—gritó ella. Luego sintió como la sometían con más fuerza, como intentaban encontrar el cinto de su vestido para arrancárselo— ¡DEJAME EN PAZ!

— No grites, pequeña ramera—el tipo que había golpeado se estaba levantando del suelo, mirándola con ira—Nadie vendrá a ayudar a una gitana asquerosa que es una asesina de niños.

"No lo hicimos" pensó ella "No fuimos nosotros…"

—Apuesto a que nos darán recibirán como a reyes cuando les digamos lo que le hicimos a una puta asesina…

— ¡NO SE TE OCURRA TOCARME, CERDO!

—Hay que callarla antes de que llame la atención… ¡Se retuerce mucho!

—A la bodega, rápido.

Sintió como la ponían algo en la cara para cubrir su vista. Luego sintió como tiraban de él, para opacar sus gritos e, inconscientemente, tapar su respiración. Luego como la sujetaban con mayor firmeza y la arrastraban, moviéndola de lugar.

No opuso tanta resistencia, sabía lo que tenía que hacer. Debía hacerlos sentirse seguros antes de atacar.

Piensa se dijo a sí misma. Piensa.

Isabel había recibido lecciones de pelea por Hanji. Era rápida, era fuerte y podía hacerlo. Había vivido en la calle, era poco fuerte pero ágil.

Solo necesitaba…Una oportunidad.

Pudo notar a través de la máscara las siluetas y las sombras de los hombres que la movían, luego como abrían una puerta de madera y como la arrastraban dentro del lugar. No podía dejar que cerraran la puerta si quería huir.

Giró su cuerpo tan bruscamente que no pudieron detenerla cuando cayó al suelo, ella le dio una patada a uno y golpeó a otro en su nuez de adán.

Trató de quitarse la máscara, pero otro de ellos la toma del cabello y estampó su rostro contra la pared. Pudo girar el rostro a tiempo, aunque sintió un intenso dolor en su pómulo.

Alcanzó a dar un certero codazo en la nariz de su atacante.

— ¡Hija de…puta!—alcanzo a oír.

Isabel retrocedió, aturdida, hasta dar con la puerta abierta. Salió y la cerró de golpe. Vio un barril a su lado y empujó con fuerza, hasta que cayó frente a la puerta, bloqueándola.

Se sentía mareada, no podía coordinarse bien, con el vestido echo jirones. Y cuando escuchó que esos sujetos intentaban abrir a golpes, lo único que se le ocurrió fue caminar de forma tambaleante en dirección de dónde provenía la música y el bullicio.

.

Farlan pudo notar la tensión en el rostro de su tío, pero prefirió no decir nada. Sí conocía algo acerca de él, sabía que no debía acercársele ni irritarlo más. De todas formas, no diría nada. Además, Farlan sabía de sobra cuando odiaba el Día de los Tontos.

Pero esta vez, se veía…furioso. No era una persona alegre, definitivamente, pero era muy raro verlo realmente enojado.

— ¡Hey, idiota! ¡Fíjate por donde caminas!

Farlan pudo notar una figura tambaleante más entre la multitud, pero cuando se giró para continuar viendo el espectáculo un rayo de conciencia llegó a su memoria.

No le sorprendió que hubiera un ebrio más en las calles. No le sorprendió que usara un costal como mascara, ni que llevara solo un zapato o que chocara con cada cual en su camino, ni siquiera que fuera tan "impúdico" para tener la espalda descubierta.

Pero si le sorprendió, ver la cicatriz larga y gruesa atravesándole la espalda. La marca que él mismo curo cuando Isabel llego a…

Se giró a su tío, pero él no le notó. Corrió hacia el cuerpo que estaba prácticamente delirando. Lo tomó del brazo y jalo de él, hasta una de las tiendas que habían predispuesto los gitanos. Arrojo el cuerpo prácticamente dentro de ella, para luego cerrar de forma apresurada los cortinajes.

Su corazón latía apresuradamente y una gota de sudor se deslizó por su frente.

Rápidamente le quitó el costal y vio a Isabel sangrando por la nariz, con el labio hinchado y sudando frenéticamente. No parecía responder a nada.

—Far-Farlan…

— Isabel, ¿Qué…? ¿Cómo…?—Farlan no pudo terminar ninguna pregunta, sintiendo la frente de la chica. Se escucharon más gritos y Farlan se giró paranoico—Tienes que salir de aquí.

Volvió a ponerle el costal y pasó un brazo por sus hombros para sostenerla de la cintura.

—Vamos, tienes que ponerte de pie. Tenemos que volver a la catedral.

Se asomó al exterior y se alivió un poco al notar que ningún guardia le prestaba atención. Comenzó a caminar entre la multitud con Isabel a cuestas. La tarea no era fácil, sobre todo porque Isabel era casi peso muerto y temía llamar la atención.

Solo tenía que llegar a cierta calle vacía, luego podría llevarla a cuestas hasta Notre Dame.

Dobló una esquina, con menos gente a su alrededor estorbándole.

— ¡Eh! ¿A dónde crees que llevas a ese chico?

Farlan se detuvo de golpe cuando un guardia lo intercepto en su camino, mirándolo sospechosamente a él y a Isabel.

Farlan empezó a sudar de nuevo.

—E-Eh…—rio nerviosamente—E-Es mi hermano. Bebió demasiado y lo llevo a casa a descansar…

Esperaba que ese hombre no lo reconociera como el sobrino de Levi o de otra forma estaba perdido. El soldado no bajo la guardia.

— ¿Por qué lo llevas con un saco en la cabeza…?—dijo estirando su mano.

Farlan logró mover a Isabel a tiempo antes de que el hombre osara tocar su única mascara.

— ¡Es que…! ¡Ya le dije, está muy borracho! Intente quitársela pero no quiso… ¡Se la quitare cuando lleguemos a casa!

Farlan quería gritar internamente. Intentaba mantener la compostura y no parecer nervioso, pero la verdad era que el soldado aun lo veía de forma sospechosa. Aun podía ofrecerle algún soborno, pero rezaba que no le pidiera que le quitara el costal.

El hombre lo observó fijo, luego se hizo a un lado, un poco recio.

—Bien, sigue.

Farlan dio un paso para hacerlo.

— ¡Farlan!

Se detuvo de forma abrupta. Sintió su corazón palpitarle en sus oídos y su sangre se heló de repente.

— ¿Dónde demonios crees que vas?

Levi se había acercado hasta él, acompañado de su capitán y otros dos soldados.

— ¿Crees que puedes largarte así como-?—de repente, Levi reparó en el otro cuerpo que sostenía— ¿A quién demonios llevas ahí?

— ¡Señor, el muchacho dijo que era su hermano!

— ¿Qué?

Farlan se giró, y le regaló una sonrisa de lado, intentando controlar el notable temblor en su cuerpo y aferrándose más a Isabel.

—Disculpe, señor. Vi a un viejo amigo y quise acompañarlo a casa…no quería que me detuvieran, así que le mentí al soldado para poder pasar…

Sabía que Levi iba a estar más que cabreado si se creía su mentira. Pero siempre podía dejar a Isabel en un lugar seguro y luego volver por ella, con el sermón de su tío a cuestas.

Sin embargo, ese día el Juez estaba más que colmado de paciencia y esta vez no iba a dejar pasar ninguna falta. Y no iba a ser delicado.

Y el Juez Levi…no era ningún tonto.

En un simple movimiento, tiró del costal y se descubrió el rostro de Isabel.

Farlan no pudo evitar que se mundo se detuviera por un instante cuando notó el brillo de sorpresa en los ojos de su tío.

.

El día estaba por terminar y Hanji estaba más que satisfecha con el resultado. Sin ningún incidente mayor, con dinero recolectado y una emblemática fecha de diversión en medio de un calvario para su gente.

Sabía que su pequeña broma al Juez podía costarle un poco en el futuro, pero valía la pena. Si ponían a la gente de su lado, por medio de una atracción silencio, podía hacer que el Juez cediera por presión a un momento de paz con su pueblo.

Era poco probable, pero no imposible.

Cuando el acto de flechas y manzanas de Sasha terminó, se preparó para subir a la tribuna y dar lugar a otro pequeño acto.

Una mano la hizo a un lado de forma poco delicada.

—A un lado gitana—dijo el soldado que la empujó.

Levi apareció a su lado.

—Debemos dar un anuncio oficial…-dijo de forma demasiado tranquila, peligrosamente tranquila.

Hanji, sin embargo, sonrió alegremente, empujando el brote de rabia.

—Mi señor—dijo ella en tono de compasión fingida—Ya sabe que no puede interferir este acontecimiento. El pueblo se molestará si-

—Créeme que al pueblo le interesará oír esto—le cortó de golpe, con una sonrisa ladina en los labios. Luego subió sin darle oportunidad a responder.

En cuanto Levi llamó a la calma, la multitud empezó a vitorear y protestar por la interrupción. Sin embargo, el Juez no se inmuto. Su humor había mejorado notablemente y nadie sabía porque.

El Capitán Irvin se colocó a su lado, cruzando los brazos detrás de su espalda. No le gustaba nada lo que estaba por pasar.

— Sé que desean continuar con la… Festividad—exclamó, fuerte y claro, llamando a la calma—Pero ha acontecido algo de mayor relevancia.

La gente bajó la voz, pero aún se podía oír murmullos y silbidos inconformes.

—Muchos recordarán lo que sucedió hace tiempo. El terrible incendio en el orfanato, que dejó vidas perdidas y daños irreversibles…

La gente guardó silencio, como si esas hubieran sido palabras mágicas. De repente, el ambiente se volvió tenso y Hanji apretó los labios con enfado. No sabía a lo que jugaba ese hombre, pero no podía ser algo bueno.

—Como bien saben, pudimos identificar a los tres culpables de aquel vil acto. Tres gitanos—hizo una pausa dramática—Hoy, Dios nos ha escuchado y hemos atrapado aquí mismo a uno de ellos.

Luego, su dedo largo y delgado señaló al otro lado de la plaza, donde se encontraba el cepo de castigo.

La gente dirigió su vista a la gitana amordazada, golpeada y semidesnuda en el cepo de manos y cabeza. (1)

Hanji abrió los ojos, impresionada por la declaración del Juez.

La gente comenzó a moverse como abejas a la miel, primero lentamente, pero luego todos parecían ansiosos por mirar más de cerca.

Jean le lanzó una mirada interrogante a Hanji, cuando notó que todos se iban.

Hanji bajó del escenario también, al notar la nula atención de todos, y comenzó a hacerse paso entre la gente de forma incomoda.

Conforme más avanzaba, más notaba que la gente se agitaba y empezaba a alzar la voz.

— ¡Hanji!

Eren había salido de su carpa, vestido normal, con Mikasa trotando a su lado entre la multitud.

—Eren.

— ¿Qué está pasando?—preguntó cuándo estuvo lo suficientemente cerca.

— ¡Ramera!

Como si fuera un reloj de cuerda, todas las piezas comenzaron a encajar, y los gritos e insultos violentos brotaron de la multitud que estaba más cerca de la gitana.

— ¡Arderas en el infierno!

— ¡Asesina de niños!

Hanji se giró alrededor, con una mirada adusta.

—Esto no me gusta nada…—murmuró más para sí misma.

Le dio a Reiner un silbido y una señal con la mano. Él asintió y comenzó a reunir a su gente para que empezar a recoger todo rápido.

Mientras tanto, Eren comenzó a caminar entre la multitud, tan ansioso como curioso. Hasta que pudo entrar a las primeras filas, donde cualquier tipo de insulto, grito y maldición brotaba de las personas a su alrededor.

Cuando pudo hacerse un hueco para observar al centro de la plaza. Abrió los ojos, impactado, al reconocer el rostro demacrado de Isabel.

.

Levi caminaba de forma lenta y precisa, con la barbilla en alto y los ojos fijos al frente.

Los soldados a su alrededor hacían a un lado a los fanáticos que luchaban por llegar más al frente.

Irvin caminaba a su lado, también con la mirada endurecida.

—Señor—le llamó lo suficientemente fuerte para que lo escuchase—No tengo que decirle el impacto que esto tendrá si hacemos esto ahora.

—Tiene razón, capitán. No tiene qué—cortó de golpe—No podemos esperar más. Y no me imagino otro momento más oportuno que el Día de los Bufones para este acontecimiento.

Levi se le adelantó varios pasos e Irvin tuvo que parar un momento, antes de igualar su paso. Juraba haber visto una pequeña sonrisa en la comisura de su labio. Presentía que lo que Levi hacía en esta ocasión era mera satisfacción personal más que justicia.

Cuando pudieron llegar hasta el centro de la plaza, con el Festival olvidado, Levi se paró nuevamente frente a las personas y alzó los brazos en señal de silencio, con Irvin a su lado.

— ¡Esta gitana, como habrán notado, es una de las culpables de los actos más atroces que he presenciado en mi vida!—más gritos— ¡Ella y otros dos gitanos intentaron robar el pobre orfanato! ¡Pero los descubrieron y para escapar, incendiaron todo a su paso, incluyendo a los niños que aún se encontraban dentro!

Todo estalló en insultos, gritos y protestas ruidosas. La gente intentó abalanzarse sobre la prisionera, pero fueron detenidos por los guardias que habían empezado a dispersarse para retenerla.

Eso no evito que arrojaran comida, piedras y todo lo que fuera sólido.

— ¡Isabel!

Isabel…

Es Isabel.

Hanji se giró cuando sintió más de una presencia detrás de ella. Todo su pueblo también se había congregado como uno solo, y reconocieron a su camarada siendo humillada por un crimen que –ellos sabían- no cometió.

—Hay que hacer algo…—murmuró Jean, con la mandíbula apretada y las manos hechas puños.

— ¡Van a matarla!—gritó Sasha, escandalizada y al borde del llanto— ¡Van a pasarla por el toro (2) o algo peor!

—Sí atacamos ahora solo haremos que nos maten a todos—dijo Reiner.

— ¡No podemos dejarla morir!—le gritó Connie.

La discusión se estaba haciendo más escandalosa, dividido por los que querían intervenir como por los que estaban listos para huir.

En ese instante, alguien toco el hombro de Hanji con un gesto casi imperceptible. Ella miró la mano que le dio un ligero apretón y luego levantó la vista para ver a Moblit pasando a su lado y caminando de forma lenta e imperceptible entre la multitud.

Con su traje de noble, pulcro y limpió, tabardo negro y un tocado sobre su cabeza. Camino varios pasos lejos de ella, sin mirarla, hasta que finalmente se dio media vuelta y la miro a ella directamente a los ojos.

Fue como si el mundo se detuviera por un instante, aun con la gente gritando y perdiendo el control a su alrededor, cuando pudo notar el claro movimiento de la cabeza de Moblit, en negación.

Diciéndoselo todo con ese simple gesto y sin cruzar palabra, también se perdió entre la multitud.

Hanji cerró los ojos con pesar y se permitió que la culpa la llenara por un breve instante, antes de girarse a su gente con firmeza.

— ¿Hanji…?—empezó Armin, al ver su expresión.

—Recojan todo. Nos vamos—dijo duramente, pasando en medio del grupo de discusión.

Las voces de los suyos se detuvieron instantáneamente y la miraron, la mayoría sin dar crédito a lo que decía.

— ¿Qué?

—Ya oyeron—dijo sin mirarlos.

— ¡Debes estar bromeando, Hanji!—gritó Jean, indignado— ¿¡Vamos a dejarla sufrir y morir?! ¿¡A Isabel?!

Ella lo asió de golpe del cuello de su camisa y lo acercó cara a cara. Nadie movió ni un pelo.

— Salvaremos a los pocos que quedemos mientras podamos. No les daremos una razón para atacarnos directamente, no ahora—su tono de voz era bajo, peligroso y aunque Jean podía fácilmente quitársela de encima, algo en su interior le impidió hacerlo.

Finalmente lo soltó y paso una mirada por los suyos que quedaron congelados. Bató otra mirada fría y comenzaron a moverse para irse.

Hanji paseó una última mirada antes de notar algo importante.

— ¿Dónde está Eren?

.

Luego de que le ordenaran llevar a la gitana al palacio de justicia para ser azotada cuarenta veces, recibió la noticia de que sería ejecutada públicamente.

Y aunque, claramente, no había recibido juicio alguno, era claro que era culpable y una audiencia solo hubiera retrasado lo inevitable.

Mañana enviaré a un mensajero al pueblo para que—

Mañana no; hoy.

Irvin observo el semblante tan naturalmente serio del juez, que ahora estaba aún más relajado. Peligrosamente relajado.

Levi no lo miraba a él, estaba viendo a través de su ventana las calles vacías a causa del Festival que todavía no terminaba. Aunque faltaba poco. Su oficina espaciosa, con un alfombra lustrosa y larga, un escritorio frente a la puerta principal.

¿Señor…?—intentó Irvin.

Yo mismo daré el anunció. Hoy mismo. Antes de que termine el Festival.

Irvin no dijo nada, divido en el shock de su decisión y la confusión que eso conllevaba.

Mi señor…—comenzó, pero la mirada de Levi le acalló. Lo entendía y no podía renegar, incluso si no le parecía lo más coherente—Como ordene.

Por favor…

Levi miró a Irvin por un momento más, antes de girarse hacia la voz rota que lo llamaba.

Farlan, parada en medio de la oficina, con aspecto cansado, la mirada abajo y las muñecas ardiendo por forcejear cuando le quitaron a Isabel.

¿Me permite un momento, capitán?—dijo, sin dejar de mirar a Farlan.

Sí, señor.

El sonido de sus pasos pesados atravesando la habitación y la puerta cerrándose fue todo antes de que quedaran en sepulcral silencio.

Y a pesar de que, Farlan tenían mucho que explicar, solo pudo quedarse callado. Sabía que no importaba cuanto rogara, su tío no iba a contenerse. Ni siquiera con él.

Antes de que lo notara, su tío estaba frente a él, igual de silencioso.

Mírame.

La orden no dejaba a lugar ninguna replica. Contuvo la respiración y levantó la vista, viendo el mismo inexpresivo rostro de siempre.

Y, sin ninguna palabra, le cruzó una fuerte bofetada en el rostro que lo desestabilizo y le hizo girar la cara.

No se atrevió a moverse, sin embargo. Por cobardía o por respeto. Luego sintió como lo tomaba de su camisa y lo sujetaba con dureza. Nuevamente pudo ver la furia burbujear en los ojos de su único familiar vivo.

Por favor…suplicó nuevamente.

E increíblemente no era por sí mismo por quien suplicaba. Y Levi lo sabía. Eso lo hizo enfurecer más.

No sé qué clase de relación tengas con esa…gitana. Pero agradece que no estés con ella en este mismo instante por ocultar a un delincuente—dicho esto, lo soltó de golpe.

Farlan bajó nuevamente la cabeza, temblando.

Levi se giró, tomo sus guantes y su tocado. Se giró y se encaminó a la entrada.

Esta discusión aún no termina. Partimos en cinco. Te quiero ahí, Farlan.

Aun así, no se movió.

.

Irvin observo al joven pálido, delgado, con la mirada perdida en un punto muerto. Sin ningún intención de luchar contra los dos guardias que lo custodiaban.

No importaba si fuera amigo del juez, pero era claro que no recibiría ningún castigo viable. Estaba protegido en cierta forma, pero no se veía ni un poco aliviado por esa noticia. De hecho, apostaba, que hubiera preferido un castigo físico a uno emocional.

Irvin se recordó a sí mismo, que el chico estaba rescatando a la gitana por una razón. Que, incluso, cuando lo habían descubierto no dejo de pelear para evitar que se la llevaran.

E, irónicamente, su tío había decidido a castigarlo de una peor manera. Hacerlo ver la muerte de su amiga, amante o lo que fuera para él.

De todas las cosas que había escuchado y oído del implacable Juez Levi A. esta era, por mucho, la acción más cruel de todas. No solo por eso, sino porque no daba señales de dar a lugar la sentencia y ejecutarla de una vez. Lo estaba haciendo lo más lento y duradero posible.

Y no tenía intención de disimular que lo estaba disfrutando.

.

De repente, la línea de protección se rompió. Tres de sus guardias fueron derribados como papel en el suelo. Otros de los guardias trataron de intervenir y fueron derrumbados del mismo modo, rápido y fuerte.

Sin embargo, contra todo pronóstico, la gente no se abalanzo como loca para llegar a la gitana, todos se quedaron quietos, rodeando a la persona que había derribado a más de cuatro guardias por su propia cuenta.

— ¡Eh, tú!—se atrevió a gritarle otro guardias— ¿¡Quién te crees que-!?

Una lanza salió volando y le rozó el hombro derecho hasta estrellarse contra una carreta adornada a un lado del capitán.

La gente exclamó al mismo tiempo en voz alta, impactada, pero incapaz de reaccionar o de intervenir. Al igual que los soldados y –para sorpresa de todos- también del Juez Levi A.

Pero no por las razones que todos creían.

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Eren estaba de pie, firme y claramente furioso. Aunque era algo delgado y hasta hace unos momentos había bailado con tanta delicadeza, ahora mismo parecía tener un dominio completamente natural.

Se giró sobre su eje, mirando con ferocidad a las personas a su alrededor, retándolos a detenerlo. Nadie lo hizo. Se inclinó sobre el guardia que tenía unas llaves colgado en su cintura y se las quito sin el mínimo remordimiento.

Con calma, pero determinadamente se dirigió al cepo y subió a la pequeña tribuna improvisada. Suavizó sus gestos cuando vio el estado de su amiga.

Tenía parte del rostro hinchado por los golpes, con sangre en la comisura de su labio. Tenía un seno de fuera por sus ropas rasgadas, y la espalda estaba llena de los cortantes latigazos que había recibido. Rastros de basura, fluidos propios y sin ninguna clase de calzado, con las rodillas y los muslos raspados.

Su mirada estaba perdida, parecía no reaccionar a lo que pasaba y Eren temía que así fuera.

Busco la llave para abrir el cepo.

— ¡Tú, gitano!

El grito de él Juez resonó por toda la plaza. Eren levantó la vista de golpe, pero no se amedrento ni un poco, cuando supo que le hablaba directamente a él. Tampoco se movió.

—Baja inmediatamente—gruñó, baja pero claramente.

Por fin, ambos se miraron a los ojos. Y lo hicieron sin ningún tipo de vestigio de sentimientos del pasado que los enlazaban. Era fuego contra fuego en sus miradas y ninguno iba a ceder.

Levi tenía más poder por el mero hecho de ser Juez, la máxima autoridad, pero se equivocaba sí creía que a Eren eso lo intimidaba.

Tenía tantas ganas de decirle lo que pensaba, de exponerlo frente a todo el mundo. Pero no le permitiría verlo recordar esos momentos. Quería asegurarse de que no era así, aunque realmente era una vil mentira.

—Lo haré, su señoría—gritó de regreso—Pero primero liberaré a mi compañera.

— ¡Ni siquiera te atrevas!

Su amenaza solo fue el detonante. Eren giró la llave y quito la parte superior que mantenían a Isabel cautiva de los brazos y cabeza.

Las personas dieron otra exclamación de asombro. La razón era clara.

Nunca nadie se había atrevido a retar al Juez Levi de esa manera.

El rostro de Levi se deformó en rabia y no se molestó en disimularlo. Nadie se atrevió a intervenir. Ni siquiera Irvin, quién también estaba de espectador ante tal escena, sin saber bien cómo reaccionar. El campo de batalla no lo había preparado para esto.

— ¡Como osas desafiarme!

Eren se paró más recto y no dudo en que su voz se escuchara como un gran estruendo.

— ¡Ya estoy cansado de callar!—hizo una pausa— ¡Ella, es la representación exacta del maltrato al que ha sometido a mi pueblo!

Farlan abrió más los ojos, mirando fijamente al gitano.

— ¡Vienes aquí, pregonando dar justicia a un acto nefasto, pero solo porque te conviene!—lo señaló directamente— ¡Solo porque ansias eliminarnos a nosotros por una estúpida venganza personal!

— ¡No te atrevas a…!

— ¡Y todos…! —continuó, mirando a su alrededor— ¡Te siguen como ovejas ciegas porque les has hecho creer que somos lo peor! ¡Pero la verdad, es que ni siquiera te importa el incendio! ¡Ni los niños!

— ¡Esa es una blasfemia!

— ¡Mira esto!—gritó, señalando a Isabel— ¡Este es el alcance de tu misericordia! ¡Esto es lo que le ofreces a París y no solo a los gitanos! Sino a todos…

— ¡SILENCIO!

— ¡JUSTICIA!

Parecía que había pasado mucho tiempo desde que Eren deseo decirlo, porque ahora su pecho estaba agitado, pero sin tanta tensión, o al menos la suficiente dada su posición.

Se giró, y ayudó para acomodarla en la tribuna, acostada, agotada por el la tortura.

Levi se puso de pie y camino dos pasos al frente, los guardias se hicieron a un lado, sin intenciones de meterse en su camino.

—Escucha mis palabras, gitano—dijo sin alterarse pero con una mirada aterradora—Pagaras por tu insolencia.

Eren quiso reír, de ironía, de ira, de frustración y tristeza, todo a la vez.

—Oh, mi señor—dijo con tono meloso y falso—Coronamos al bufón equivocado, porque al único que veo aquí eres tú…

Se oyeron un par de risas ahogadas, pero lo que más preocupó a los soldados eran las miradas calculadoras de los ciudadanos que se clavaron el juez, esperando algo. Alguna respuesta, evaluándolo y probándolo.

Levi se giró a su capitán.

—Arréstelo—ordenó.

Irvin asintió y mando a cuatro hombres, sin rechistar.

Eren no se inmutó. Dio un rápido vistazo a Jean, quién apenas y asintió, pero pudo notarlo.

Se quedó parado, impasible. Luego vio a los cuatros soldados que se acercaban a él.

—Cuatro hombres contra uno…que valientes…—se mofó—Olvida uno, capitán. No olvide a los hombres que deje en el suelo.

—Baja de ahí, gitano—dijo uno de ellos.

Necesitaba ganar más tiempo. Se giró a Levi, quién aun temblaba de furia y con el ceño fruncido a más no poder.

—Oh, su señoría—dijo con voz melosa, regalando una de sus mejores sonrisas seductoras— ¿No quisiera encargarse de mi usted mismo? Después de todo, usted y yo, pues…

— ¿Qué…?—empezó Farlan.

Una flecha rasgo el viento y se estrelló esta vez contra el carruaje real que estaba junto a Irvin.

Salió un humo extraño junto con un olor irritante que hizo que los que estaban cerca gritaran y se dispersaran.

Irvin intentó controlar a Mike, que se volvió loco cuando la explosión estalló cerca, asustándolo. El capitán cayó bruscamente pero logró evitar golpear su cabeza.

Tosió con fuerza, mientras el humo irritaba su garganta y sus ojos. Ya había sentido algo así antes, había experimentado esta clase de defensa en el campo de batalla, pero no creía verlo nunca en Paris. (3)

— ¡Capitán!—gritó un soldado al que pudo distinguir— ¡¿Está bien, capitán?!

— ¡Lo esto!—gritó de vuelta— ¡Tú y tú, no se separen del Juez Levi! ¡Ustedes vengan conmigo!

— ¡Si señor!

Por fin, respiró aire fresco y trato de enfocar bien su vista para enfocar a su enemigo. La gente corría en todas direcciones, porque al parecer no había sido la única flecha con una bomba de humo en ella.

— ¡Primer escuadrón!—gritó— ¡Cerquen los alrededores, a las salidas, callejuelas, atajos, barrancas! ¡Cúbranlo todo! ¡Que ningún gitano escape! ¡Rápido!

Las sombras a su alrededor eran más de civiles y soldados intentando organizarse, y de hecho, no se veía ningún otro enemigo.

— ¡Capitán!—llamó Levi, siendo escoltado por otros guardias, alertas— ¡Busque a esos gitanos!

—Sí, señor.

Irvin comenzó a caminar y empujo a otros civiles que se le atravesaron en el camino, hasta llegar a la tribuna, la cual, por supuesto, se encontraba vacía.

Se giró y distinguió una figura peleando con un soldado y golpeándolo con un simple palo de madera hasta dejarlo en el suelo.

El gitano tenía una mirada feroz y decisiva que se cruzó con la suya. Corrió de inmediato para intentar atraparlo, lo que no esperaba, era que el gitano no huyó, se le enfrentó y fue el primero en atacar.

Su palo estaba por estrellarse directamente en su rostro pero puso su antebrazo a tiempo. Lo supo por un instante. Lo había subestimado. El chico no sabía mucho de disciplina pero era claro que las calles le habían enseñado a defenderse y muy bien, no por nada había derribado a cinco soldado a la vez.

Aprovechó eso para darle un golpe en las costillas, haciéndolo retroceder. Irvin guardó su espada. Sabía que el Juez Levi lo quería vivo y sin heridas, mejor. Solo necesitaba ser fuerte para poder llevárselo.

Sin embargo, el chico se abalanzó sobre él, aferrándose a su abdomen y aunque el peso no era mayor al suyo, fue suficiente para desestabilizarlo y hacerlo caer, Irvin debajo de Eren.

El chico tomó una piedra y estuvo a punto de estrellarla contra su cabeza, pero nuevamente Irvin le detuvo y le propio un rodillazo en su cintura. Logró girarlo y tratar de sujetarlo de las muñecas, pero otro golpe de una tercera persona lo empujó y lo hizo caer a un lado.

Eren se levantó antes de que pudiera sujetarlo de nuevo, tomó un cuchillo con su pie derecho (4) y lo puso al filo de su garganta mientras que con el otro lo sujetaba en el cuerpo de su pecho.

Se miraron fijamente, cara a cara, ambos jadeantes. Irvin notó la furia en los ojos del chico, pero tampoco se movió, ni tampoco movió la navaja que podría desgarrarle la garganta en un instante.

Y, por un instante, hubo un parpadeo de arrepentimiento y compasión. O al menos eso comprendió, ya que el chico se hizo a un lado en un movimiento fluido y se echó a correr, dejándolo a él atrás.

Se levantó de golpe y trató de seguirlo, pero no pudo darle alcance entre tanta gente.

Simplemente vio su cabellera castaña perderse entre el gentío y el caos.

.

No hubo pérdidas humanas y tampoco daños materiales, más que el de la carreta, la carroza y el tribunal que quedó abandonado, con la sangre de su ocupante ausente.

Nadie vio nada. Los gitanos desaparecieron como humo entre sus manos, sin ser detectados.

Muy pocos ciudadanos se quedaron en la plaza y otros pocos fueron atrapados y golpeados por los soldados, creyendo que eran los gitanos.

Cuando los dejaron ir, Irvin reunió a su gente a organizarse. La verdad, era que la tarea apenas había empezado.

Empezaron a interrogar a todos aquellos que quedaron atrapados en medio del enfrentamiento.

El Juez Levi A. regresó al Palacio de Justicia, serio e impasible.

— Ya interrogamos a todos los aldeanos y a los hogares adyacentes. Nadie ha visto nada, señor—dijo Irvin, parado frente a él.

Farlan también estaba a su lado. Los guardias no lo abandonaron en ningún momento, por el contrario, cuando comenzó el ataque, lo sujetaron para evitar que huyera. Aunque no es como si lo hubiera hecho.

—Me dice que había enviado hombres a asegurar la zona y no capturó ningún gitano.

—Lo hice. Pero los gitanos no entraron al campo de batalla, señor. Atacaron desde lejos. Y no fueron muchos. Tal vez diez o quince a lo mucho. Creo que el resto ya había escapado cuando estaba anunciado la captura de la gitana.

Hubo un pequeño silencio. El juez no se atrevió a contradecirlo, sabiendo que tenía la razón.

—Esos dos gitanos—comenzó— La asesina y E—

Hubo un pequeño titubeo en su voz.

—El otro agitados. Ellos no pudieron haber huido tan lejos. Ella estaba casi muerta y él se quedó a pelear aun.

Irvin lo sabía. Y también sabía que el chico no pudo habérsela llevado solo, corriendo el peligro de que los capturaran a ambos.

—Lo sé. Estamos revisando la zona, señor. El problema es que los ciudadanos esta…asustados. Y no precisamente de los gitanos.

— ¿Cómo dices?—dijo levantando la cabeza de tirón.

—Mis soldados confundieron a varios de los pueblerinos con gitanos, debido a ellos algunos fueron sometidos y creen que fue con toda la intención de no dejar escapar a nadie.

Levi lo miro a los ojos con ira, pero no contra él. Sino contra sí mismo y contra Eren.

Se giró, mirando por la ventana nuevamente.

Se había dejado llevar por sus emociones. No importaba que tan irritado fuera, él nunca se enojaba de esa forma ni perdía el control de esa manera.

Pero su furia y su sed de venganza se habían desatado en el instante en el que vio a Eren bailar en el escenario. Su humor y su paciencia habían llegado a su punto de quiebre por la forma en que lo provocó y por primera vez en mucho tiempo sentía que había tomado la decisión incorrecta.

Sí hubiera esperado al día siguiente, todo hubiera salido a la perfección. Pero, la verdad era que quería vengarse de Eren y solo pensó en ello. Sin mencionar, que ahora el pueblo parecía haberse apartado de su buen juicio por él. Por un capricho.

Y era la verdad.

Desde que conoció a Eren así había sido todo. Un capricho. Uno que lo desesperaba tanto como le encantaba. Y toda su cordura se había ido al caño en el momento en que lo conoció y mantuvo su furtiva relación.

Hacía tiempo que no pensaba en eso.

Pero si en alguna parte de su memoria, quedaba algún rastro de arrepentimiento o ternura por lo que había sido, ahora solo podía pensar en hacerle pagar su humillación.

No podía volver a perder el control. No otra vez.

"Tengo que jugar bien mis próximas cartas. O pondré al pueblo en mi contra."

—Puedo creer—comenzó Irvin, después de un largo silencio—que el gitano pidió asilo (5) en alguna parte.

Levi asintió en aceptación.

—Puedo iniciar una búsqueda en los establecimientos marcados en la zona—sugirió.

Levi no contestó. En vez de eso, clavó la mirada en la enorme iglesia que era símbolo religioso de Paris. Y ahora, estaba abierta a todos y todas. Una idea brillo de repente en su cabeza.

—Notre Dame.

— ¿Señor?

—Empiecen por Notre Dame—dijo mirándolo.


.


(1).- Cepo: Esta palabra tienes varias definiciones y podía ser aplicada tanto como el lugar a donde llevaban a las personas para castigarlas o puede ser un objeto de tortura como el que menciona en el la lectura.

(2).- Toro de Falaris: Método de tortura popular en la edad media. Se metía al individuo en su interior y después se encendía un fuego bajo la barriga del toro. Los gritos de la víctima salían por la boca del toro y parecía que mugía.

(3).- Bombas de humo hechas con un huevo, talco y una navaja, que al tener contacto con el suelo estallan revelando una cortina de humo dando tiempo al ninja de escapar. Su origen es poco preciso.

(4).- Algunas habilidad que tenían los contorsionistas, aunque también se pueden dar en casos comunes. Eren es bailarín, por lo tanto, ha aprendido a manejar muy bien su cuerpo.

(5).- Asilo: Es un santuario o lugar de refugio que pone a un criminal al abrigo de las persecuciones de la justicia. No se podía verificar, sin cometer un sacrilegio, arrancar o sacar con violencia a un hombre del asilo en que se había refugiado.


Aclaraciones.

Notarán que este capítulo se basó únicamente en la película de Disney, en el "nudo" de la trama principal.

Después de estar –literalmente- escribiendo y borrando constantemente durante todos estos meses, me decidí finalmente a basarme únicamente en la adaptación de Disney. Ya que –como algunos sabrán- la obra original es muy extensa, complicada y sobre todo más "revuelta".

Me explico, que no solo el jorobado es el principal protagonista. Todos tienen sus historias y son bastantes complicadas. Así que cuando noté que no podía hacer algo así sin que algo faltara o se agregará, mejor me voy con algo más sencillo para trabajarlo con más ahínco.

Y sí, seguiré metiendo ciertas y sutiles detalles de la obra original de Víctor Hugo, pero nada más.

Espero que hayan notado el pasado de algunos protagonistas, no todos están completos y no todos los "misterios" han sido resueltos. Tranquilos, esto es poco a poco.

Sé que a algunos les decepcionara la poca interacción entre el trio –o cuarteto- amoroso. Pero no podía simplemente hacer que se conocieran, se revolcaran y ya está. Tranquilos, las partes hot también llegaran pronto.

Por ahora, quise desarrollar lo que va a hacer la historia principal; la caza de Eren y la persecución de los gitanos. Para no alargar tanto los capítulos y que se volvieran tediosos.

Puse partes de guerra y les juro que se me complica mucho, no sé porque. Me era difícil crearlo en mi mente y al final mejor me copio de películas de acción. Sorry-not-sorry.

Creo que es todo.


Nota final:

Ni idea de cuándo habrá nuevo capítulo.

Ahora que tengo más claro cómo proceder espero que sea más rápido.

Pero tengo otros fics que actualizar primero.

Por eso metí un capitulo tan largo- al menos lo fue para mí-.


¡Un enorme agradecimiento a las personas que dejaron review! (Prometo contestarlos pronto) ¡Gracias también a los que le dieron fav/follow! ¡Y también a las que me siguen desde las sombras!


Nos leemos en el siguiente capítulo. Saludos.


Atte. Ari.