Disclaimer: Los personajes acá utilizados pertenecen a la comunidad de LiveJournal, solo el fic es de mi completa autoría.

Pareja: Perú x Bolivia – Miguel Alejandro Prado x Julio Paz.

Para mí los países no son hermanos entre ellos, pero bueno, advertencia de incesto (?) y tintes históricos al escrito sobre la relación entre estos dos, nada muy elaborado, no me siento capacitada para meterme enteramente.

A diferencia de los demás, este sí lo continuaré tanto acá en FF como en Wattpad. No serán capítulos extensos en lo absoluto, ni serán muchos. Dejen sus comentarios.

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Cómo se escucha el sol

Juego

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Bolivia piensa que los brazos de Inca, aunque temerarios y buscos, eran el lugar más cómodo que podía encontrar en aquel entonces. Que lo abrazaban y se sentía seguro, que si lo rodeaba entre ellos mientras le contaba historias, la realidad era otra y no tenía que preocuparse por nada ni nadie, aunque tuviese que compartirlo con sus presuntos hermanos y a veces el tiempo con su abuelo no fuera todo el que quisiera.

Era un poquito egoísta.

Después llegó Antonio.

Dejó atrás su primer nombre al igual que los demás.

Sintió una inmensa e inconforme incomodidad, hasta que Perú lo abrazó por obligación y los dos encontraron que no se sentía mal. Que aunque hubiesen crecido de golpe y tenido que acatar una división notoria y paulatina, ver desaparecer a su abuelo y encontrarse rodeado de extraños, estaban juntos.

No saben bien en qué preciso momento les pusieron esos nombres, pero Perú siente al niño que es Bolivia esconderse entre sus brazos por las noches, rebuscando su calor y su presencia durante el día, y sabe que sigue siendo el mismo con el que compartía el cariño de sus ancestros.

Lo escucha llorar y no lo deja seguir durmiendo, lo mueve hasta que el menor abre los ojos y entonces tiene al mayor esperándolo.

—¿Jugamos?

—Pero estaba durmiendo —reniega molesto, con voz aniñada, los ojos más achinados de lo usual por forzarse a abrirlos, dejando salir un poco del carácter que se le está formando. Entonces se frota las mejillas y las encuentra húmedas, recuerda lo que veía tras sus párpados y tiembla un poquito.

Las manos de su compañero le frotan los brazos, como queriendo darle calor, y piensa que está sumamente feliz de tenerlo allí para que fuera así.

—Anda, vamos —Desliza las manos por sus brazos, hasta sujetarle las propias y se baja de la cama y tira de él para que lo siga.

Apenas están escuchándose los primeros cantares de los pájaros madrugadores, apenas se ve un resquicio de luz pintando el cielo y el horizonte con el nuevo día. Las piernitas delgadas y cortitas de Bolivia siguen a Perú por la habitación, iluminada a vela tenue, hasta sentarse ambos en una silla con el paisaje amaneciendo entre las montañas.

—¿Y a qué jugamos? —preguntó, bufando después de que el mayor abriera la ventana y dejara paso al frío.

—A escuchar cómo sale el sol —susurró, acomodándolo sobre sus piernas y abrazándolo con ternura, ambos con la mirada puesta en la ventana.

Y no entiende mucho, porque cree que el sol saliendo no hace ruido y mucho menos con el frío que entra a intentar congelarle las extremidades y el rostro. Es tan simple como ver un solo rayo de luz asomando por la montaña más alta, pintando de gris el suelo, el cielo y los árboles, coloreándolos a azul y verde y dándoles la forma que ya conocía bien.

Es cuando escucha a los pájaros empezando a cantar, los bichos nocturnos callarse y un vientito fresco que mueve las ramas y las hojas, que hacen de efecto somnífero y casi automáticamente le cierran los ojos y hacen que la cabeza le pese.

Perú sonríe, lo arrulla y lo acomoda entre sus brazos para que esté más cómodo. Le gusta creer que su hermano se siente cómodo como en los brazos de su abuelo, que le gusta la sensación de estar a su lado y nunca dejarlo.

Porque se quedaron solos, aunque intentase España juntarlos con otras personas como ellos, porque siente que es lo más cercano a todo lo bueno del mundo. Que si se lo llevan, si no pudiera ver con sus propios ojos que está bien, le arrancarían algo importante del pecho…

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Continúa

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