noche de verano
Sus manos estaban sobre mí, tocando lo que la fina tela grisácea le permitía. Mis piernas estaban a sus costados y yo sentada sobre su regazo, sintiendo su erección palpitante sobre mi piel, intentando poder escuchar su voz por sobre la música del salón principal.
Había pagado 100 dólares y por la siguiente hora y media debía acatar a cada una de sus órdenes y caprichos.
Me llamo Anna, y esto es lo que hago para sobrevivir.
Soy la más joven de todo el lugar y por ese hecho la más solicitada entre los hombres. Ansían mi cuerpo petite, mi aura infantil y mi cabello rojizo. Todo combinado a la perfección para dar rienda a sus fantasías — la gran mayoría eran papeles grotescos, logrando que vomitase en el baño adjunto.
Noche tras noche, luego de prepararme para interpretar mi actuación principal, pasaba de ser una estudiante a una hijastra a una niña indefensa en un parque infantil. Y yo aceptaba en silencio porque necesitaba el dinero, porque cada centavo pagaba mis estudios, mi renta y lo poco que podía comer.
Tenía 18 años y el peso y estatura de una chica mucho menor.
— Estás muy delgada, deberías engordar un poco — palmeó mi trasero de improvisto, escupiendo alcohol al hablar.
Claro que no siempre mi vida fue así.
Mis padres murieron hace 3 años y antes de eso me habían otorgado todo lo que pudiera soñar. Claro, todo en la vida tiene un precio y la pulcritud y riqueza de una casa vacía era algo que sin duda no extrañaba en este nuevo y miserable modus vivendi. Mis padres viajaban todo el tiempo y la única persona que quizás pudo haberme acompañado había estado lejos de mi vida.
Elsa Arendelle es mi hermana mayor. Responsable, inteligente, hermosa; había ido a estudiar a un internado extranjero cuando contaba apenas 13 años de edad. Papá confiaba más en ella que en mí, y honestamente yo no podía culparlo.
Me había jurado ser igual o mejor que ella, pero no todo es como planeas. Y mientras ella vive su vida soñada de empresaria yo debía asegurarme de que ningún hombre acabase dentro de mí, empujando hacia atrás mi cuerpo y cubriendo de semen todo mi pecho.
Siempre la odié. Aunque en el fondo sabía que mi odio era auto frustración camuflada, combinada con un orgullo extremo que me había hecho rechazar el dinero que mes tras mes, en el primer año luego de nuestra sentencia de orfandad, Elsa solía enviarme. No necesitaba de su lastima y mucho menos de su compasión. Puedo valerme bien por mí misma, me repito siempre aunque ya ni en eso podía creer.
¿Por qué la rechazaba tanto? ¿Por qué no era capaz de aceptar su buena intención?
Los cinco años que sucedieron a su ida había tratado de contactarla. Mamá incluso me había comprado varias cartas para escribirle y cuando tuve la edad suficiente, un móvil sustituyó a las anticuadas pero bonitas hojas de papel. Pero, a pesar de mis arduos intentos por escribir en forma decente, Elsa me había rechazado, enviando de vuelta las cartas para que su propósito, más que leerlas, sean acumularlas bajo mi cama.
Y como si no hubiese sido ya demasiado descortés, el día del funeral no se había tomado la molestia de asistir, enviando en su lugar un sobre color azul hielo, con sus iniciales perfectamente caligrafiadas al borde del papel.
El documento, en cuestión, informaba su interés en tener mi custodia.
Estaba claro que no la quería en mi vida por lo que, yéndome lejos, decidí renegar del apellido de mi padre, haciendo imposible que ningún Arendelle me encontrara.
El pitido de mi móvil interrumpió mi platica intrapersonal; habían pasado más de 60 minutos y mi cuerpo aún se encontraba tambaleando en la cama, una mano intrusa deslizándose por mi entrepierna.
— Se acabó el tiempo — me incorporé con rapidez, sentía una necesidad incontrolable de duchar mi cuerpo, imaginando que cada fluido ajeno iba a crear nuevas pecas en mi piel.
— Estás bromeando, ni siquiera he terminado contigo — tomó mi brazo empujándome nuevamente a la cama, mi cabeza golpeó contra el cabezal, generándome una contusión que me mantuvo inconsciente varios minutos.
Desperté con olor a óxido en el aire, las sábanas estaban manchadas de carmesí, del mismo tono que la herida bajo mi oído, y mi cliente esa noche había decidido darse a la fuga. No siempre las cosas se salían de control pero lo cierto era que tenía más hematomas producto de golpizas que de cualquier herida casual. De cada doce clientes, cinco eran violentos y obviamente me debía acostumbrar.
— ¿Ya te vas a casa, Annie? — Meg, una de mis tantas compañeras de prisión, trataba de contagiarme su entusiasmo, aunque sabía que bajo su exagerado maquillaje se escondía el mismo sentimiento que yo experimentaba.
— Fue una noche de mierda — cogí con rabia la mochila en mi locker —, solo quiero ir a casa y dormir un rato.
— ¿Dura jornada? — preguntó ignorando en forma obvia la línea rojiza que corría por mi cuello — Son casi las 2 de la mañana, creo que tienes razón en descansar. Adiós Annie — acarició mi hombro con suavidad, desapareciendo sin poder darme tiempo para despedirme también.
Suspiré cansada mientras arreglaba mi cabello en dos simples trenzas y caminaba en dirección al estacionamiento. Tenía poco menos de 5 dólares pero era suficiente para pagar el tiquete de metro que me llevase segura a casa, caminando cautelosamente hasta la parada, observando mis costados bajo la paranoica idea de que alguien me seguía.
El calor de aquella noche de verano hizo que mi paso se ralentizara, arrastrando mis pies contra el pavimento y sintiendo como mi cabello se pegaba a mi nuca debido al sudor. Mis piernas dolían, más por las actividades sexuales ofrecidas que por la caminata, deseando poder sacar fuerza de las Tic Tac* rosáceas que había tragado en lugar de haber decidido tomar una comida decente horas atrás.
Como si mi mala suerte no fuese suficiente, las luces de un auto alumbraron mi camino, no podía verlo pero era seguro que disminuía su marcha conforme se acercaba a mí. Caminé con mayor rapidez, reprochándome por no esperar a Meg para acompañar mi ruta a casa o por no haber llamado a algún taxi antes de salir del lugar.
Maldición Anna, ¿por qué haces todo mal?
La ventanilla bajó de la forma más lenta posible, permitiéndome escuchar el sonido del vidrio al deslizar contra la puerta. El desconocido estiró su cuerpo para hablarme, manteniendo sus manos sobre el volante en todo momento.
— Anna — escuché como me llamaban con ímpetu.
— No deberías conducir ese auto a estas horas — abroché mi gabardina sin mirarle —. Es más, no deberías conducir nunca por este vecindario. Es peligroso.
Frenó con tanta rapidez que los neumáticos derraparon, manchando de negro el pavimento. Del auto bajó la persona que deseé no toparme nunca más pero, nuevamente, las cosas no son nunca como lo planeas
Rodeó mi cuerpo en un abrazo que por razones obvias no correspondí, limitándome a apretar los puños tras mi espalda. Ambas éramos tan diferentes. Ella era rubia, con un olor natural a jazmín. Yo era pelirroja, mi cuerpo exudando aroma a sexo y licor.
— Anna, no puedo creer que seas tú — se separó para detallar mi rostro, como si intentase memorizarlo —. Tengo casi dos años buscándome.
— Bien, déjame esconderme otros seis y así seguimos nuestro bizarro juego.
Golpeé su pecho con fuerza mientras seguía mi camino, no estaba de humor para una plática entre hermanas y sin duda no era el lugar.
— Anna, espera — alargó el brazo para intentar tomar mi muñeca, fallando en su acción —. ¿Podemos hablar?
— ¿Enserio Elsa? ¿"Podemos hablar"? ¿Casi una década sin vernos y solo eso se te ocurre?
La obligué a alejarse, empujándola contra su auto. No tenía la correcta estabilidad emocional para lidiar con todo esto, Elsa de sobra debía saberlo, solía siempre huir en lugar de enfrentar lo que sea que me molestaba.
Vi a lo lejos las luces que indicaban la parada del metro, estaba a solo unos cuantos pasos si corría pero por alguna razón seguía caminando con calma, casi como si le quisiera dar ventaja en una forma inconsciente.
— ¡No quiero estar contigo! — me giré para encararla; a pesar de la seguridad en mis palabras tuve que tomar fuerza para decirlas —. Lo quería antes, no sabes cuánto lo quería. Pero esa Anna ya no existe.
Creía que si la miraba a los ojos iba a romper a llorar por lo que solo me limité a mirar su clavícula y al pequeño collar en forma de copo que se ajustaba en su piel. Era tan pálida, sobre todo bajo las luces fluorescentes.
— Solo quiero explicarlo todo, al menos lo que el pudor y la moral me permita.
— No soy la persona correcta para hablar de moral, por si no lo notaste soy una prost... — me mordí la lengua para corregirme — dama de compañía, eso soy.
Elsa pateó el pavimento en frustración para luego caminar hasta su auto, creía que el mal momento había pasado así que seguí mi camino, observando discretamente la hora en el móvil oculto en mi bolsillo. Escuché como la puerta del conductor era cerrada con fuerza y el sonido de sus tacones que me indicaban que caminaba nuevamente hacia mí.
— Mil dólares — abrió la mano para extenderme un cheque a mi nombre —, dame doce horas y te explicaré todo.
No pronuncié palabra alguna, concentrada en ocultar la sorpresa en mi rostro. Sin duda esa cantidad de dinero podría ayudarme por varios días, permitiéndome incluso abandonar el denigrante trabajo que ahora efectuaba.
Elsa me observo impaciente, sus ojos azules se habían oscurecido a tal punto de no poder notar ninguna emoción en ellos. La noche era fría pero la posición de Elsa en el momento no se le comparaba.
— Eres dama de compañía — su labio se curvó en una mueca —. Solo te pido eso, acompáñame y podré explicarte todo.
Estiré mi mano para tomar el cheque con nerviosismo, nuestros dedos se rozaron en el proceso haciéndonos temblar a las dos. Había pasado tantos años desde que había tocado a Elsa pero su piel seguía siendo suave y delicada bajo la mía.
— Doce horas — hablé con la misma firmeza con la que trataba a mis clientes —, si quiere más tiempo deberá pagar una cuota de 20 dólares.
Me acerqué a tal grado que podía sentir mi aliento caliente en su rostro, nuestras narices y bocas a punto de tocarse.
— Puede hacer lo que desee conmigo, Srta. Arendelle. Pero no tiene permitido besar mis labios.
¿Qué les parece esta nueva mini historia? Contiene solo 3 capítulos, que ya están escritos en su totalidad, que iré publicando conforme lea sus reacciones. Este tipo de redacción es "nuevo" para mí, sabrán el por qué en el segundo capítulo, y quisiera saber qué opinan de la trama.
*Tic Tac: pequeñas pastillas de menta (quizá la mayoría sepa qué son pero por si acaso).
¡Gracias por leer! Y dejen un review si gustan (eso me haría muy feliz)