Naruto y sus personajes son obra de Masashi Kishimoto. Lo único que me pertenece es la idea y la historia, las cuales hago sin ánimo de lucro, con el fin de entretenerme y entretener a quien quiera leerla.
He tardado bastante en hacer este OneShot, pero como podéis apreciar por la dimensión que tiene, supongo que lo entenderéis xD
¡Ah! Y La mitad del Fic está escrito desde el móvil porque no tenía ningún ordenador a mano; así que ya veis lo que os quiero, que hasta me destrozo la vista y se me duermen las manos solo por poder acabarlo en un tiempo... Que no llegue a desesperaros.
KJSAFÑLHSAFS
Bueno, y ahora... Es un deber moral avisaros de lo siguiente:
Nota de la autora: En este Fic se menciona una relación entre Temari, que tiene 17 años y Shikamaru que tiene 30. Después, Temari cumple los 18 años, y viendo el Rate M, supongo que os podéis hacer una idea de lo que sucede.
Dicho esto, que nadie me venga con que estoy loca.
Porque lo estoy.
Sin nada más que añadir;
disfrutad de mis locuras.
Capítulo único
Dieciocho
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POV Shikamaru.
La brisa fresca que corría por Konoha, está empezando a desaparecer y noto cómo oleadas de calor inundan mi cuerpo haciendo que sude y tenga que parar a descansar bajo la sombra de un árbol.
Diviso Suna en el horizonte, supongo que llegaré a tiempo.
Hoy es el cumpleaños de Sabaku No Temari, la hermana del Kazekage; la princesa de Suna.
Dieciocho años.
Suspiro con pesadez y me alejo de mi lugar de descanso para continuar mi camino hacia la villa oculta entre la Arena.
Mis pasos se van haciendo cada vez más pesados y me cuesta respirar debido a que el viento está moviendo la arena y se me cuela en la nariz, boca e incluso ojos.
Chasqueo la lengua y trato de mantener la calma para llegar lo antes posible.
No me demoro mucho más hasta que diviso las puertas, cada vez más cerca.
- Por fin...- Suspiro con alivio y me intento adecentar las ropas quitándome restos de arena del chaleco.
Sé que Naruto y los demás ya están allí desde hace rato; pero yo tuve que parar a descansar.
Este viaje iba a ser problemático.
Este cumpleaños iba a ser problemático.
Recuerdo lo que ella me dijo; recuerdo lo que pasó aquel día.
Yo acababa de cumplir los treinta años y Temari vino con sus hermanos a mi fiesta; no la esperaba allí.
Tampoco la esperaba en mi habitación.
Resoplo tratando de disipar los pensamientos que ahora inundan mi cabeza y continúo mi camino; aunque se me hace complicado.
El viento del Norte mueve la arena y noto cómo se mete en mi nariz, boca e incluso ojos; los cuales tengo que frotar constantemente para ver bien.
Durante varios minutos lo paso mal debido al viento; pero por fin pudo ver las puertas de Suna y también siento cómo el fuerte viento se convierte en una ligera brisa templada que, aunque no ayuda a que se quite el calor, al menos refresca.
Inspiro y espiro calmado y trato de adecentar mis ropas retirando restos de arena que han quedado por mi chaleco y cabello.
Pero la tranquilidad desaparece cuando veo quién me espera en las puertas.
-Hola, Shikamaru.— El hermano mayor de Temari, Kankuro, me tiende la mano con un rostro tranquilo.
Le miro extrañado pero se la estrecho; no quiero parecer descortés.
-Hola Kankuro ¿Qué haces aquí?— Pregunto tratando de sonar amable, no quiero que me malinterprete.
-Mi hermanita me ha pedido que viniera para ver si llegabas.—Sonríe de forma amistosa.
Ojalá nunca se entere de lo que su hermanita y yo...
-Ya veo.— Comento en un susurro y le sigo en su paso.
Nos dirigimos hacia su hogar donde la fiesta ya ha dado comienzo. Seguramente todos mis amigos habrían llegado hace rato; pero yo tuve que parar a descansar unos minutos, la presión de volver a verla estaba matándome.
Y no es como si ahora estuviera mejor; pero al menos me calmé.
-¿Shikamaru?— Me llama Kankuro.
Le miro con una sonrisa finjida y miento diciéndole que estoy algo cansado; por eso mi distracción.
Continuamos el camino hablando de varias cosas. Kankuro es de mi edad y es una persona muy agradable e inteligente con quien conversar; me gusta estar con él y compartir charlas pero, ojalá nunca se entere.
-¡Has venido!— Una voz que me resulta irritante me habla. —Pensábamos que te habrías quedado enterrado entre arena.— Ríe y se aproxima; dejo que me de un abrazo. -Es increíble que la pequeña Temari tenga ya dieciocho años ¿No?- Comenta con entusiasmo; yo suspiro y sonrío con pesadez. -Se ha convertido en una mujer hermosa y fuerte, todo lo que una kunoichi debe tener.— Se dirige a Kankuro, quien infla el pecho lleno de orgullo.
- La verdad es que sí, Temari es una mujer echa y derecha.— Aún más orgulloso, se queda con Ino charlando sobre cómo ha crecido Temari.
Me quedo callado unos segundos tratando de escuchar la conversación.
Pero no puedo.
Necesito un cigarro.
Me excuso con amabilidad y voy a un árbol seco cercano al lugar.
Inspiro, saco lo malo, me tranquilizo.
Reposo mi cabeza en el tronco y mi mente, de nuevo, empieza a volar.
Tuvo que hacerlo; ella sabía que no podíamos hacer eso... Ella sabía que estaba mal.
Un ataque de ira me inunda por dentro y aprieto tanto el cigarrillo que acabo quemándome.
-Mierda...— Mascullo entre dientes.
Lo tiro al suelo y lo piso con el pie; no hay manera de poder calmarme.
Cierro los ojos y reposo la cabeza orientada hacia el cielo; noto cómo el Sol me da directamente haciendo que mi cuerpo sienta su calor y su olor a constante verano.
Escucho unos pasos de pluma acercarse.
-Hola.— Sé quién es y por eso mismo no me vuelvo, no contesto. -Creí que no vendría, señor Nara.— Sabe que no me gusta que me llame así; pero lo hace. -Me alegra mucho verle.— Escucho cómo se acerca aún más, está a mi lado.
Me niego a abrir los ojos; pero me da lástima.
Puede conmigo.
-¿Qué tal, Temari?— Pregunto de forma casual. -¿Te han dado ya los regalos?— Sacar temas de conversación no es mi fuerte.
-Aún no, cuando venga el pastel...— Comenta algo vergonzosa.
Sonrío y abro los ojos.
No hay nubes en el cielo y noto cómo el Sol me da de pleno; por eso giro la vista antes de que me de directamente.
-Entonces tendré que darte el mío después.— Le comento suponiendo que le haría feliz.
Comienzo a caminar hacia dentro de la casa; lo menos que quiero es quedarme con ella a solas.
-¿Me ha comprado algo?— Corriendo, se pone delante de mí.
Me hace imposible no mirarla.
Sus ojos aguamarina se fijan en mí, su sonrisa esboza todos sus dientes y su cabello está recogido en esas graciosas cuatro coletas que siempre lleva.
Es tan tierna.
-Tendrás que esperar.— Sonrío de forma amistosa y poso una de mis manos sobre su cabeza; revolviéndole el cabello.
Ella se queda estática y mira al suelo.
Error.
-Señor Nara...— Susurra a un volumen que ambos podemos oír.
Aprieto los dientes y retiro mi mano de su cabeza volviéndola a guardar en el pantalón. No sé para qué la saco.
-Temari, no tienes que...— Trato de parar esta conversación porque sé lo que me quiere decir.
-Hoy cumplo diechicho años y usted dijo que...— Escucho cómo traga saliva y aprieta los puños aún sin mirarme.
-Temari, basta.— Mi tono autoritario la asusta y calla.
Me mira con un notorio sonrojo en las mejillas y apretando los labios.
Suspiro con pesadez y me adelanto a ella dejándola atrás.
-Vamos dentro, te estarán esperando.— Abro la puerta para dejarle paso.
Al adentrarnos, la fiesta comienza.
Mucha gente de mi aldea estaba invitada, y no era para menos. Este día era muy especial para todos los habitantes de Suna y los amigos más cercanos de la Villa de la Hoja.
La música, la comida y la bebida estaba por doquier.
Bebida... Quizás me apetecía un trago de algo.
Veo a Ino en la barra y me acerco a ella, pero antes de hablar diviso a otra persona a su lado; no quiero molestar.
Noto que alguien me toca la espalda; es Chouji. Sonrío abiertamente y le doy un abrazo, justo quien necesitaba.
Al cabo de unos cuantos chupitos de tequila; escucho cómo el Kazekage nos anuncia que si alguien quiere ofrecerle algún presente a la cumpleañera, se acerque; es la hora del pastel.
Todo el mundo se abalanza para ofrecer sus regalos, felicitaciones, halagos y demás cosas que se suelen hacer en los cumpleaños.
Temari está en el centro de la sala, noto cómo su sonrisa es falsa; sé que no le gusta estar con mucha gente, se agobia.
Suspiro con pesadez pero no puedo evitar reírme al ver cómo me busca con la mirada.
Al toparse con mis ojos, en lugar de sonreírme como pensé que haría; me mira con ojos de súplica.
No puedo evitar reírme más, pero la entiendo.
Pasaron algunos minutos hasta que dieron todos los regalos y partieron el pastel.
Temari fue libre.
Sigo sentado en la barra, pero no quiero más alcohol; sé que no me sentará bien.
Sin embargo, para los demás la fiesta comienza ahora, y yo vuelvo a irme fuera, me siento agobiado con la música tan alta.
Voy de nuevo al árbol donde por la tarde traté de relajarme. Saco un cigarro de mi pechera y lo enciendo.
El atardecer en Suna es verdaderamente hermoso; las dunas del desierto esconden el Sol para dar paso al satélite nocturno que alumbrará de un color blanco toda la aldea.
Suelto el humo con delicadeza y veo cómo se dispersa con el aire; eso sí me tranquiliza.
-Odio cuando mis hermanos permiten que me agobien así...— Habla tras de mí y no puedo evitar sonreír.
En parte sabía que me seguiría hasta aquí.
-Ya te he visto...— Apago el cigarro, no pretendo molestarla con el humo. -¿Te han regalado muchas cosas?— Le pregunto volviéndome a mirarla.
Quizás el punto de alcohol que llevo en el cuerpo me ayuda a estar menos nervioso.
-Sí...— Tuerce los labios y se acaricia uno de sus brazos. -Pero me dijo que usted tenía algo también.— Me mira algo vergonzosa.
Trago saliva, no puede parecerme tan tierna.
No puede apetecerme tanto estar con ella.
Cierro los ojos y muevo la cabeza tratando de calmarme; los abro y meto la mano en uno de los bolsillos traseros de mi pantalón.
-Es cierto, toma.— Le ofrezco una pequeña caja cubierta de terciopelo morado. -Feliz cumpleaños.— Le sonrío mientras se la ofrezco y ella aprieta sus labios y junta sus manos.
-¡Gracias!— Exclama con júbilo.
No deja de ser una niña.
Y es por eso, por lo que me siento aún más culpable.
Temari abre la caja despacio y se tapa la boca con una de sus manos mientras con la otra sigue sosteniendo la caja.
-¿Te ayudo?— Me aproximo a ella y la rodeo para ponerme detrás.
Ella se queda quieta con la caja en las manos; yo extiendo uno de mis brazos para sacar el colgante de oro blanco de su estuche y se lo coloco en el cuello. Noto sus poros estremecerse ante el contacto con el frío metal.
-Es precioso...— Delicadamente roza con su índice el pequeño Sol que cuelga a la altura de su escote.
Trago saliva y cierro los ojos.
Quiero apartarme de ella, pero se da la vuelta y me aprisiona contra el árbol y su cuerpo.
-Temari...— Trato de mantener la compostura poniendo mis manos en sus hombros.
-Señor Nara, por favor...— Sabe que al final caeré.
Como caí aquella vez.
-Temari, aquello no estuvo bien, apártate.— Ni si quiera yo puedo convencerme de lo que quiero; cómo voy a sonar convincente para ella.
Noto sus pechos apretarse contra el mío; no me supera en altura pero desde el año pasado ha crecido bastante.
-Solo uno... Y le dejo en paz.— Traga saliva y se pone de puntillas para llegar mejor a mí.
Respiro de manera ajetreada, mi corazón se desboca; tengo miedo de que ella lo escuche.
De que sepa lo nervioso que puede ponerme.
-Por favor...— Su tono suplicante me derrite; no sé si lo sabe pero ella sigue insistiendo.
No sé qué debo hacer.
Dejo mis manos caer a cada lado de mi cuerpo; supongo que para sentirme menos culpable.
Cierro los ojos y aún así, puedo notar cómo sonríe victoriosa.
Se acerca, noto su respiración rozar mis labios; trago saliva y antes de poder pensar, me besa.
Sus labios son esponjosos y suaves con un toque a cereza; supongo que por el brillo.
Justo como los recordaba.
Mueve su boca encima de la mía y entrelaza sus brazos detrás de mi nuca.
Shikamaru, no.
Pierdo mi poco autocontrol y por inercia, rodeo su cintura con mis brazos.
Esto está mal.
Me aparto con delicadeza y entreabro los ojos.
-Ya basta, Temari...— Apoyo mi frente en la suya y me muerdo los labios.
Autocontrol, Shikamaru.
-No, un poco más...— Me pide y cedo.
Mi cuerpo no responde como yo quiero; o más bien como yo quiero creer que quiero.
Joder.
Ahora soy yo el que se acerca a su boca con ganas de comérsela; pego su cuerpo al mío aún tomándola de la cintura y ella desliza sus manos hacia mis mejillas, las pasa por mi cabello; me deshace la coleta.
Movemos nuestros labios en un ritmo lento y delicado hasta que el calor empieza a inundar mi cuerpo; un calor que no puedo permitir que me haga llegar a más.
Pero ella me hace llegar a más.
Su lengua me roza el labio inferior y me derrito; su sensualidad hace que todo mi cuerpo vibre.
Abro mi boca y la dejo pasar; dejo que me saboree y que me devore. Noto su saliva recorrer mi boca; noto su respiración y escucho un casi inaudible gemido diciendo mi nombre.
Paro en seco y la aparto.
Ambos tenemos las respiraciones demasiado agitadas como para mediar palabra.
Me muerdo los labios hasta el punto que temo hacerme sangre; ella me mira sonriente y se relame el labio superior.
Me está volviendo loco.
-No deberíamos hacer esto...— Me giro poniéndome de espaldas a ella y apoyo mi frente contra la dura corteza del árbol. -Joder, Temari.— Me doy un suave cabezazo en el tronco.
Ella no dice nada; me giro y noto que su sonrisa se ha desvanecido.
No puedo echarle la culpa, solo es mía.
-Ve dentro, por favor.— Le pido casi en una súplica.
Ella aprieta los dientes y desvía la mirada. Sé que está entre decepcionada y enfadada.
No debería haber permitido esto.
-¿Temari?— Una voz se escucha aproximándose y mi corazón se para. -¿Estás por aquí?— Temari me mira con tristeza y, bajando la mirada, se va con la persona que la está llamado.
Yo suspiro pesadamente y vuelvo a apoyarme en el tronco del árbol.
La Luna ya ha salido, la miro y me quedo pensando en lo que acababa de pasar; y lo peor de todo es que no era la primera vez.
-Estaba con Shikamaru charlando.— La escucho hablar y se me hace un nudo en la garganta cuando escucho como dos personas se aproximan.
-Ya decía yo que no te veía.— Gaara aparece detrás de mí haciendo que me sobresalte; pero en realidad me esperaba a Kankuro, así que de cierta manera me tranquilizo.
-El ambiente de dentro me agobiaba y salí a fumar.— Comento aproximándome a ellos; miro a Temari, ella aparta la mirada.
Me muerdo la mejilla y trato de calmarme ¿Por qué me siento como un imbécil? No podía dejar que la cosa siguiera a más, era mi deber como adulto responsable.
-Si se siente agobiado, puede retirarse señor Nara.— Para mi sorpresa, esas palabras salen de la boca de Temari.
No me mira; sin embargo mis ojos se clavan en ella.
-¿No te importa que me vaya?— Pregunto de forma normal; pero voy con segundas intenciones. Quiero saber si no le importa de verdad.
Mi corazón se desboca cuando vuelve la vista hacia mí y niega con la cabeza.
-Entonces, Shikamaru, puedes retirarte si quieres.— Gaara esboza una sonrisa, pero antes de poder mediar otra palabra; alguien le llama desde el interior.
Se disculpa con sutileza y desaparece dentro de la casa.
-¿A qué viene esto?— Pregunto en un tono enfadado. -Estás jugando conmigo, cría problemática.— Poso una mano en mi frente y suspiro intentando relajar mi enojo.
Ella chista y se cruza de brazos.
-Está claro que no quieres estar aquí...— Bufa y vuelve a acercarse a mí, despacio.
Antes de poder hablarme, veo a Kankuro que se aproxima por detrás de Temari y me separo de ella.
-¡Shikaaaa!— Está ebrio, pongo cara de póquer y niego con la cabeza. -Me ha d-dicho mi hermano q-que te quieres ir...— Se apoya en el árbol y trata de recobrar el aliento; se ve que ha bailado demasiado.
Yo río al ver cómo Temari se cubre el rostro por la vergüenza.
-Bueno, en realidad no dije eso, sólo que...— Antes de poder cruzar más palabras con Kankuro; Temari se adelanta.
-Sí, se quiere ir y le estaba pidiendo que me llevara con él...— Aprovechándose del estado de su hermano; Temari le pide con una tierna sonrisa el poder excusarse ella también.
Abro los ojos de par en par ¿A caso lo tenía planeado o se le ha ocurrido de repente?
Kankuro abraza a Temari y me mira.
-Está bien pequeña.— Le da un beso en la frente y se dirige a mí. -Cer-cerciórate de que duerme bien, confío en ti, Nara.— Acto seguido, deshace el abrazo y se dirige dentro de nuevo.
Temari se gira y sonríe abiertamente.
Yo no quepo en mi asombro; mi respiración se ha parado y por muchas señales que le envío a mi cerebro para que reaccione; hace caso omiso.
Mierda.
Toma mi mano, el contacto me desvela pero me doy cuenta de que estamos a medio camino del hostal donde suelo hospedarme ¿Cómo he llegado aquí? Chasqueo la lengua, ni si quiera me he dado cuenta por estar pensando en demasiadas cosas a la vez.
Al llegar a la puerta, me mira y se muerde el labio inferior; está nerviosa.
No sé qué debo hacer, no sé cómo debo actuar; no sé qué me pide mi cuerpo.
Cierro los ojos, inspiro y suelto el aire tratando de calmarme, Temari se acerca a mí y vuelve a tomarme de la mano; supongo que nota mi nerviosismo. La miro con ternura y le acaricio la mejilla.
-Será mejor que te acompañe a tu casa y te vayas a tu habitación.— Ella abre los ojos de par en par y acto seguido niega con la cabeza.
-Sé que no quiere hacer nada...— Calla por un segundo. -Pero déjeme dormir aquí.— Me mira con los ojos brillantes; esos orbes aguamarina en los que me pierdo siempre que los veo.
¿Por qué tiene que ser tan complicado?
Trago saliva y, después de unos segundos de mucho meditarlo, suspiro y acepto.
-Pero yo dormiré en el sofá.— Me cruzo de brazos tratando de parecer más convincente; ella asiente alegre.
Al subir a la habitación, me dirijo al cuarto de aseo para cambiarme al pijama y desde fuera escucho cómo Temari abre mi maleta.
-¿Qué haces...?— Cuando abro la puerta, la imagen que veo me hace cerrar los ojos y apretar las manos en puños; tanto que me duelen.
No tenía pijama aquí, claro estaba y la muy cría no tenía otra opción que coger una de mis camisetas y ponérsela.
-No me has pedido permiso.— Me rasco las sienes y me voy al sofá que queda en el otro lado de la habitación a tumbarme.
-Supuse que no le importaría.— Me habla lento y escucho cómo se sienta en la cama.
No quiero mirar.
Pero miro.
Y lo peor es que me gusta lo que veo.
Se ha soltado el cabello y lleva una camiseta negra de cuello vuelto que le queda mucho más arriba de las rodillas; está sentada con las piernas cruzadas y se balancea en la cama.
Al sentarme en el sofá; ella tuerce los labios.
-No pienso dormir contigo, Temari.— Frunzo el ceño y me recuesto boca arriba en el sofá.
Escucho cómo se tira en la cama y un sonido de resignación.
Me quedo mirando las losas del techo, las cuento intentando distraerme; pero es misión imposible.
Quizás han pasado unas horas; no sé cuánto tiempo porque he perdido la noción de todo.
No logro dormirme pero creo que, por su respiración tranquila, ella sí.
Suspiro.
-Debería ver cómo está...— Resignado y, tratando de convencerme de que sólo quiero ver si está durmiendo bien; me levanto y me acerco a la cama.
Trago saliva y me muerdo el nudillo de mi dedo índice.
Maldita cría.
Al no estar arropada, puedo ver cómo la camiseta se le ha subido hasta tal punto que aprecio el blanco de sus braguitas. Aprieto los dientes con fuerza y mantengo la calma.
-Señor Nara...— Se despierta, estoy perdido.
Me mira tras haberse estirado un poco, cosa que me hizo poder ver la plenitud de su ropa interior.
Joder, Temari... Tienes dieciocho años.
Me toma la mano, creo que estoy a su merced porque no respondo; sé que en el fondo quiero que esto pase.
Me siento de rodillas en la cama y ella gira su cuerpo para quedarse tumbada mirándome.
-¿Puede tumbarse aquí un rato? Solo un rato.— Recalca.
Sin mediar palabra alguna, cojo aire, lo suelto lentamente y me tumbo con ella. Su cabeza se desliza hasta mi pecho y puedo oler cómo su cabello desprende un agradable olor a arena, sol y verano.
-Señor Nara...— Me habla susurrando y noto su nerviosismo.
Mi corazón comienza a palpitar más deprisa y es imposible que no lo note; está tumbada justo ahí.
-¿Qué pasa, Temari?— Pregunto en el mismo tono de voz, apretando las sábanas con amabas manos; aguantándome las ganas de acariciar su espalda.
-Usted me dijo que no sabía lo que quería...- Su voz suena casi quebrada; pero noto como coge aire y sigue hablando. -Pero desde que le conocí sé lo que quiero.— Se levanta de mi pecho y sin previo aviso se desliza encima de mí, poniendo una pierna a cada lado de mi cadera. -Quiero que me haga el amor.— Aprieta mi camiseta con ambas manos y las mías, por inercia, se mueven hasta su cintura tratando de quitármela de encima.
Tengo que cerrar los ojos con fuerza ante las palabras que acababan de salir de su boca.
No puedo; no puede apetecerme.
-Quítate de encima, por favor.— Le pido casi suplicante, no sé de qué puedo ser capaz.
-No.— Su voz, por primera vez en mucho tiempo, suena firme y seria. -Sé que quieres lo mismo que yo.- Me tutea y me quedo sorprendido.
-¿Desde cuándo me tuteas?— La miro a los ojos con el ceño fruncido.
-Desde que eres un imbécil.— Me da un pequeño puñetazo en el pecho; pero me duele.
Estoy anonadado; es la primera vez que me habla así.
-No soy imbécil, soy responsable Temari.- La aparto de encima y ella se queda sentada a un lado. -Ni si quiera deberías estar aquí.— Me siento en la cama y apoyo mi cuerpo en el respaldo de ésta; suspiro pero la vuelvo a notar encima.
Me mira con el rostro de enfado; pero antes de poder reprocharle, me besa.
Toma mis mejillas con sus manos y comienza a besarme; su lengua intrusa se introduce en mi boca y yo, como débil que soy ante ella, la dejo pasar.
Bandera blanca.
Y pierdo todo control cuando sus caderas empiezan a moverse encima de mí, haciendo que mi intimidad se despierte.
-¿Ves como quiere, señor Nara?— Me susurra y acto seguido me muerde el labio inferior para mover su cuerpo de forma más serpenteante.
-Temari...— Gruño su nombre y perdiendo el total control de mí; devoro su boca.
Ella gime y me gusta.
Quiero más de esto, pero no así.
Paro el beso de forma suave, no quiero que se moleste, pero si esto va a suceder, debe ser a mi manera.
Su rostro muestra confusión, yo carraspeo y la siento a mi lado.
-¿Estás segura de lo que vamos a hacer?— Le pregunto mirándola de reojo.
-¡Claro que sí!— Se arrodilla en la cama y sus ojos muestran firmeza.
Suspiro y paso una mano por mi frente.
-Qué problemático...— Mascullo y vuelvo a girar mi vista hacia ella.
Está nerviosa, lo noto por su adorable manera de mostrarlo al jugar con la camiseta.
Esa camiseta que le queda mejor a ella que a mí.
Sigo dándole vueltas, mi cerebro no cesa en su empeño de dejar de pensar que esto quizás es una buena idea; porque no lo es.
Miro al techo y aprieto los ojos.
-El año pasado...— La miro con los ojos bien abiertos
¿De verdad quería empezar esta conversación? Esta que yo había estado evitando.
Me mira por encima del flequillo, como pidiéndome permiso para continuar; yo me giro hacia ella y presto atención.
-Dijo que yo era menor, que no estaba bien lo que íbamos a hacer...— Habla despacio y sin dejar de mirarme; como si inspeccionara cada una de mis reacciones.
Trago saliva y asiento; era verdad que dije eso.
-Pero, ya soy mayor de edad y sé lo que quiero...— Me acaricia la mano despacio, como con miedo.
No puedo evitar torcer mi boca en una sonrisa y mi mano, casi inconsciente, acaricia su mejilla; ella cierra los ojos y siente el tacto.
Nos quedamos en silencio durante unos minutos; ella ha vuelto a recostarse en mi pecho y ahora no me aguanto las ganas de acariciar su espalda.
Es como una muñeca.
Noto cómo hace círculos con su dedo índice en mi abdomen y al poco rato, ladea la cabeza para mirarme.
-Cuando soplé las velas, pedí un deseo...— Me habla susurrando, yo sonrío.
-Espero que se cumpla.— Le doy un pequeño beso en la frente, ella cierra los ojos.
No deja de mirarme y caigo en la cuenta de qué deseo era.
Se me escapa una pequeña expresión de asombro y no puedo evitar carraspear y cerrar los ojos.
-Tanto quieres que sea yo...— Susurro más para mí que para ella, pero al parecer he despertado sus sentidos.
Se pone de rodillas encima de la cama de nuevo y asiente firmemente.
Me quedo mirándola varios segundos y me incorporo.
Durante todo este tiempo; desde que la conozco, he deseado que ojalá tuviera unos años más; ojalá no temiera al qué dirán, ojalá pudiera expresar lo que siento sin miedo.
Ojalá ahora fuera menos cobarde.
Desde que me besó aquel día, en mi cumpleaños y yo lo permití; no he parado de darle vueltas.
Me ha quitado el sueño, el hambre y las ganas de estar con otra mujer que no fuera ella.
Todo por aquel beso.
Vuelvo a la realidad; Temari está impaciente, quiere una respuesta y yo, cansado de hacerme el fuerte, cedo.
-Se hará como yo diga.— Mi tono autoritario y al parecer, más rudo de lo que pretendía, hace que ella abra los ojos de par en par.
Incrédula, veo cómo traga saliva y sonriente, asiente con fervor.
Le hago una seña para que se tumbe en la cama, ella hace caso.
Me pongo a su lado y comienzo a besar su mejilla, ella se estremece y jadea ante el contacto físico.
Sonrío.
Paso una de mis manos por su otra mejilla y la acaricio con suavidad; ella me roza la mano con las yemas de los dedos, supongo que siente miedo por si me retracto sobre mi decisión de hacerla mía esta noche.
Pero ya no tengo vuelta atrás; es imposible.
Tuerce su rostro para mirarme; sus ojos entrecerrados y sus mejillas sonrojadas me hacen palpitar y vibrar.
No puedo.
Devoro su boca con codicia, es mía.
Sus manos pasan a acariciar mis mejillas y, sin avisarme ni esperar a que yo le diera algún tipo de permiso, se sienta de nuevo encima de mí.
No la aparto, esta vez dejo que mueva su delicado cuerpo encima del mío, dejo que note el contacto de su intimidad con la mía; la cual despierta al instante.
Deshacemos el beso y Temari posa ambas manos en mi pecho, la escucho jadear con la respiración agitada.
Es tan sensual.
Pongo mis manos en sus caderas y muevo mi cintura para que nuestras intimidades tengan un roce más directo.
-S-señor Nara...— Entre jadeos, escucho mi apellido salir entre sus labios, con voz temblorosa.
Mi cerebro desconecta y mi vista se nubla.
No me gusta que me llame así; me encanta.
Me incorporo y la tumbo en la cama poniéndome encima con cuidado, no quiero hacerle daño.
Mi boca se dirige a su cuello, lo devora, lo lame, siente cada poro de su piel blanca.
Sus manos se entrelazan detrás de mi cabeza y sus piernas me aprisionan haciendo que ella misma se de cuenta de lo que eso supone, se le escapa una expresión de asombro y no puedo evitar soltar una risa.
Esto era lo que ella quería a fin de cuentas.
Me siento sobre mis rodillas enfrente de ella y acaricio sus muslos, tomo sus caderas y las levanto, ella sigue el movimiento y me ayuda.
Sus ojos se abren a más no poder cuando ve mis intenciones, pero no reacciona de manera nerviosa; la veo muy tranquila.
Le sonrío de lado y ella se muerde el labio inferior.
Deslizo sus braguitas con extrema lentitud y me las quedo en la mano.
Las miro; tienen una graciosa cereza en el centro de estas siendo de color blanco.
-¿Qué haces?— Frunce el ceño y me habla con un gracioso falso enfado.
Río, es tan adorable.
Las dejo a un lado de la cama y vuelvo mi vista a ella; ha cerrado las piernas.
Tuerzo los labios y pongo con delicadeza mis manos en sus rodillas para separarlas; ella me deja.
Mi boca segrega saliva, demasiada.
La imagen que tengo delante hace que me de hambre.
Hambre de ella.
Su intimidad está totalmente depilada, me muerdo el labio inferior fuerte, me contengo.
Y duele; duele tener encerrado mi palpitante miembro delante de tan hermoso regalo.
Gruño por lo bajo y ella me mira nerviosa.
No decimos nada.
-Siempre puedes decirme que me detenga.— Hablo despacio, no pretendo romper la agradable sensación que inunda la habitación al estar toda en silencio.
Ella niega con la cabeza, no dice nada.
Inspiro aire para tratar de calmarme. ¿En serio lo voy a hacer? Me relamo los labios y la miro por encima de los cabellos desaliñados que quedan encima de mis ojos; ella me devuelve la mirada y, entre las sombras, puedo percibir una pequeña sonrisa.
Saco el aire de mi cuerpo mientras voy recostándome en la cama. Tomo sus muslos con delicadeza mientras rozo con la punta de mi nariz su monte de Venus.
Escucho su risa; le hace cosillas mi perilla.
¿Por qué tiene que ser tan adorable? Iré al infierno por esto.
Sin apartar la vista de ella, saco mi lengua para dar una suave lamida por toda la longitud de su intimidad y noto su piel erizarse entre mis manos; sus labios sueltan un sonoro gemido que me hace vibrar.
Necesito más.
Su expresión no puede hacérseme más sensual. El sonrojo de sus mejillas, su pelo suelto y desperdigado por el colchón.
Cierro los ojos; quiero notar su sabor.
Mi lengua vuelve a hacer el recorrido en vertical para acabar en la zona más sensible de su intimidad; la muevo en círculos sobre ese pequeño botón rosado que la corona y vuelvo a escuchar un gemido.
Mi erección se hace cada vez más notoria y tengo que dejar el amarre de sus muslos para deslizar una de mis manos a mi pantalón; me desabrocho la cremallera y bajo un poco el pantalón junto con el bóxer.
Sigo pensándolo; iré al infierno.
Me masturbo mientras sigo haciéndole sexo oral; y vuelvo a escuchar su dulce voz jadeando en susurros.
Deslizo la mano que aún amarraba el muslo y, apartando mi rostro de su zona intima, agarro el clítoris con mi dedo pulgar e índice; lo aprieto.
Y gime.
Y me gusta.
Jadeo sólo por verla tener placer gracias a mí.
Muevo la mano que está en mi erección más deprisa y trago saliva; la noto pesada y difícil de tragar.
Sigue gimiendo y se levanta la camiseta para que pueda verla al completo; no lleva sujetador.
Eso me hace obligarme a parar de masturbarme, no quiero que esto sea tan corto.
Sin embargo, esa visión de sus pechos perfectamente simétricos hace que quiera introducir uno de mis dedos en su interior.
Y lo hago.
Retuerce su pequeño cuerpo y agarra las sábanas con ambas manos abriendo los ojos de par en par, mirándome.
¿Cómo debe sentirse?
Muevo el índice no más rápido, pero sí mas profundo.
Hace que tenga ganas de hacerle el amor.
Lejos de ser un deseo, hace que sea una necesidad.
Noto la humedad de su intimidad mojar mi dígito, está muy mojada y tengo que morderme el labio para evitar hacerme uno con ella ya.
Saco el dedo y lo miro, sonrío.
-Parece que sí que sabes lo que quieres.— Susurro mientras vuelvo a ponerme encima de ella.
-Claro que lo sé...— Toma mi rostro entre sus manos y me besa.
Cierro los ojos y le devuelvo el beso, lento; suave; calmado. No hay prisa.
Una de mis manos agarra con fuerza su pecho izquierdo; no aguanto más sin notar el suave tacto de esa zona.
Rozo su pezón y ella gime entre mis labios; va a volverme loco.
Me aparto una milésima de segundo para quitarme mis prendas, me estorban. Ella me mira sonriente mordiéndose su dedo índice.
Quiere volverme loco, lo está consiguiendo.
Antes de tirar el pantalón por ahí, saco de mi cartera un preservativo; no quiero tener sustos.
Ella se levanta de la cama, sentándose en el borde y me lo quita. La miro extrañado.
Rompe el plástico, lo tira y saca el condón.
Trago saliva y me acerco a ella.
-He estado... Practicando para esto.— Ella también traga saliva.
Río, recuerdo me lo confesó aquel día; practicaba con condones que robaba a su hermano mayor para ponérselos a algunas frutas.
Acaricio su cabello y paso la mano a su mejilla; me mira con el preservativo en las manos y sonríe.
Noto sus manos rozar mi erección, estoy a nada de explotar y más cuando, al ponérmelo comienza a masajearme con intenciones de seguir lo que yo estaba haciendo mientras devoraba su intimidad.
Suelto un gemido y la miro con los ojos entreabiertos.
No duraré absolutamente nada si sigues masturbándome así, Temari...
Tomo, con delicadeza, sus manos y la obligo a que pare.
-Deja que disfrute un poco de otras cosas.— Le susurro mientras la comienzo a tumbar en la cama.
Temari se muerde el labio inferior y asiente deslizándose hacia atrás, dejando que me ponga encima de ella.
Entrelaza sus piernas en mis caderas y hace que mi miembro, ahora al desnudo, roce su intimidad de una manera que incita a caer en la tentación.
Separa su rostro del mío y comienza a restregar su clítoris sobre mi intimidad; noto los fluidos que salen de su interior, noto lo mojada que está.
Lo preparada que está para mí.
Gruño y me siento sobre mis rodillas; esta problemática mujer estaba sacando mi lado más ¿Animal?
Tomo mi miembro y lo posiciono entre sus labios inferiores, ella se tapa la boca y no aparta la vista de mí.
Trago saliva; sigo notándola pesada.
Es de la excitación.
Restriego mi erección durante unos segundos antes de penetrar suavemente hasta meter la punta.
Sus ojos se abren a más no poder, deja de taparse la boca y se apoya sobre sus codos.
-Quiero verlo...— Me pide, sus ojos ahora no se apartan de nuestras intimidades.
-¿Qué quieres ver?— Pregunto algo confuso.
Trato de mantener la calma; me está costando horrores no meterla de golpe.
-Quiero ver cómo entra...— Susurra de una manera sensual; demasiado sensual.
Gruño.
Si sigue diciendo esas cosas, todo esto será demasiado corto.
Intentando mantener una respiración tranquila y pausada, introduzco un poco más mi erección sin apartar mi vista de su rostro; me fascinan todas y cada una de sus expresiones, de las caras que pone, de ver cómo sus ojos se abren de par en par y vuelven a entrecerrarse cuando sus paredes se acostumbran a mi tamaño.
Hace un pequeño quejido cuando la intimidad entra casi a la mitad.
Supongo que debe doler.
Tuerzo los labios y me recuesto sobre ella; la abrazo.
Un suave empujón más, y la meto por completo.
Sus ojos se abren y aprieta las uñas en mi espalda; dejo que haga lo que quiera.
Le doy pequeños y dulces besos por toda su cara; su mejilla, su frente, su nariz, sus labios.
Quiero preguntar si está bien, si quiere que paremos; pero su lengua entrar en mi boca me deja claro que nada de eso va a pasar esta noche.
-Sigue...— Susurra en mi boca y yo ordeno.
Muevo mi cadera hacia atrás sacando casi por completo mi erección y vuelvo a moverme hacia delante; haciéndola gemir.
Arquea su espalda dejándome a la vista sus preciosos pechos y no puedo resistirme; agacho la cabeza para tener mejor acceso y uno de ellos desaparece en mi boca. Lo succiono y con la lengua hago círculos en el pezón.
Ella gime más; yo siento que voy a correrme en cualquier momento.
Me separo de ella y tomo su mentón; quiero que me mire.
Incremento el ritmo y ella se muerde los labios; se los relame y me pide más.
Yo jadeo y continúo mi vaivén entre sus piernas, moviendo mis caderas a un ritmo constante que se va endureciendo.
Y voy más deprisa; más salvaje.
Me siento sobre mis rodillas y agarro con fuerza su cintura para que las embestidas sean más rudas; no pretendo ser gentil, ella me pide a gritos que no lo sea.
Sus gemidos inundan el cuarto junto con mis acallados gruñidos; no quiero perderme ni una sola nota de tan dulce melodía.
Los fluidos de su interior hacen que mi erección deslice mucho mejor, noto que está llegando al éxtasis y si ella llega; yo no tardaré.
Me agarra los antebrazos y sus piernas quedan a cada lado de mi cuerpo, se abre más para mí. Tengo que aguantar la respiración.
-Voy a...— Aprieta los dientes y arquea la espalda hacia atrás.
Siento que estoy a punto de llegar.
Continúo penetrándola aún más fuerte; aún más rudo.
Sigo jadeando, sigue gimiendo.
Sus ojos aguamarina desaparecen entre sus párpados y los pone en blanco; mis antebrazos se resienten de dolor al notar cómo sus uñas se clavan, pero todo eso importa tan poco ahora.
Me recuesto sobre ella y la beso mientras noto cómo esa grandiosa electricidad recorre mi cuerpo.
Doy gracias por llevar el condón; salir de ella ahora mismo sería una maldición.
El vaivén se vuelve más lento pero más rudo mientras mi esencia se derrama el la bolsita que la protege y noto cómo sus uñas dejan de apretarme.
Ha llegado.
He llegado.
Le doy un suave beso y me quedo mirándola durante unos segundos; sus ojos cerrados y su respiración agitada me traen de nuevo a la realidad.
Salgo de ella con delicadeza y me quito el condón; lo enrollo y lo dejo en la mesita de noche.
Temari se queda tendida en la cama mirando el techo; yo intento volver a recuperar el aliento mientras me tumbo a su lado y nos tapo con la sábana color blanco roto de la cama.
-Feliz cumpleaños, Temari...— Me quedo mirándola, ella me sonríe.
No recuerdo nada más.
La luz de la mañana me despierta, el Sol me da de lleno en la cara y escucho alguien aporrear la puerta de la habitación donde estoy.
-¡Buenos días! Vengo a por Temari.— Mi corazón se para por un segundo y me siento de golpe en la cama.
Sigo desnudo y la persona a la que están buscando; la chica de dieciocho años a la que la noche anterior le hice el amor, sigue en iguales condiciones a mí, tumbada plácidamente a mi lado.
Y creía que era yo el que tenía el sueño profundo.
-¡Voy!— Como si fuera un rayo, busco toda la ropa de Temari; me pongo el pantalón y la despierto. -Vístete, corre, es tu hermano.— Con los nervios a flor de piel, la zarandeo para que despierte.
-Vale...— Se acomoda en la cama y se despereza.
Se quita mi camiseta y se pone toda su ropa con una pasimonía que me pone nervioso.
La primera vez en mi vida que no puedo estarme quieto.
Me visto, me hago la coleta y cojo mis maletas; también es hora de irme a Konoha.
Me dirijo a la puerta pero, antes de poder abrirla noto dos manos rodearme por la cintura; me doy la vuelta.
-Temari...— Suelto las maletas al suelo haciendo un ruido sordo y me dejo hechizar por sus ojos, atrayéndome a ella para besarme.
Kankuro vuelve a tocar la puerta pero esta vez no puedo responder; mis labios están demasiado ocupados.
Deshacemos el beso y, como si nada hubiera pasado; abrimos la puerta.
Temari insiste en despedirse de mí en las puertas de Konoha, así que ella y Kankuro me acompañan.
Al llegar, le doy la mano al hermano menor y se la tiendo también a ella.
-Me ha encantado su regalo de cumpleaños, Señor Nara.— Me sonríe con falsa inocencia; ambos sabemos a lo que se refiere.
Carraspeo.
Es demasiado atrevida estando su hermano delante; el cual podría destrozarme en cuestión de segundos.
-Me alegro.— Mascullo entre dientes tratando de evitar más conversación de ese estilo.
Me rasco la cabeza y les miro.
-Supongo que ya nos veremos.— Me despido con la mano y sonrío.
-Seguro que sí... Pronto.— Me devuelve la sonrisa y se me inunda el corazón de una sensación cálida.
Camino de espaldas para mirarla; Kankuro se aleja pero ella sigue ahí; mirándome.
Me sonríe y le sonrío.
Siento una extraña sensación en el estómago y, al cerrarse las puertas de Suna, me quedo parado.
Miro al cielo; pienso en si lo que hemos hecho está bien.
Cierro los ojos y saco un cigarro; se me hará duro no volver a verla hasta dentro de, quizás, meses.
Pero ahora sé que cuando nos veamos, todo será mucho más... Divertido.
Sí Shikamaru, va a ser muy divertido si Kankuro se entera de que te estás follando a su hermana pequeña... ¡Jajajaja!
Hey, espero que os haya gustado este -notan- pequeño OneShot.
Muchísimas gracias a las personas que han llegado a leer hasta aquí, porque entonces se nota que las notas de los autores te importan y créeme cuando te digo que eso nos hace muy felices.
Así que, si has leído esto ¿Me mandas un glowbesito? Jijijii :3
Mañana actualización de "Sabor a coincidencia y café" y quizás algún doujinshi traducido... Ya veremos.
¡Besitos de chocolate para todos!