Autoras: NoOnis & Kattharina
Capítulo 14
¿Sol, playa y arena?
Fastidio, calor, sudor y más fastidio.
Oh, sí… odiaba estar bajo el sol a pleno mediodía y sudando como cerdo. Sobre todo si usaba un molesto traje sastre y el color negro solo empeoraba la situación.
Bajo el sol, en plena playa, con traje igual a la antorcha humana solo que sin llamas, más bien todo el fuego era interno. ¡Estaba asándose! En su vida se había sentido tan sofocado como en ese momento, ¡pero no! Tenía que estar ahí vigilando a los mocosos revoltosos.
En definitiva, era un cazador sumamente necesitado.
—¿Estás loco? — oh, esa voz irónica y burlona con ese toque delicado digno de una mujer hermosa.
Desvió la mirada un instante para toparse con el perfil de su ex compañera cazadora, de no haber llevado máscara hubiera visto su mandíbula contraída. La bella mujer llevaba un traje bikini de dos piezas, atada a su cintura una salida de baño corta que le llegaba a medio muslo, aunque una parte tapaba aquel tatuaje que tenía el diseño de una triqueta; grabado que él recordaba a cabalidad y conocía a detalle.
Se fijó en su piel lechosa y rosácea, parecía de porcelana destacada por el negro de su traje de baño y su cabellera azulada brillaba al sol.
—¿Huh? — contestó simplemente.
Katleia colocó una mueca de irritación y él sonrió por debajo de su máscara, sabía de antemano que ese tipo de respuestas le desagradaban de su parte.
—Solamente a ti se te ocurre andar en la playa con un traje negro.
—Creo que la loca eres tú. —respondió con su habitual indiferencia—. No recuerdo que tu abuelo te dejara andar así alguna vez…
—Mi abuelo era chapado a la antigua, apenas y dejaba que tú te me acercaras. — le recordó.
Y como olvidarlo… una vez casi lo castra.
—Sí… —contestó dubitativo—. Pero no creo que estuviera muy feliz de verte en estas fachas. —reclamó con el entrecejo levemente fruncido mirándola fijamente.
Está sonrió sardónica.
—Y no ve, así que no importa. —le dijo—. Al parecer no solo aprendiste de él lo que sabes, sino también su gusto por lo arcaico. — pinchó logrando que éste entornara los ojos pleno gesto de irritación.
—Si seguro…
—Ve a cambiarte eso o terminarás con insolación por la exposición al calor, aparte de deshidratarte.
Kakashi resopló y rodó su ojo visible con severo fastidio.
—Tan mandona como siempre.
—No recuerdo que te quejaras.
—En otras circunstancias no me molestaría. —musitó en un tono extraño, no obstante, dio media vuelta dispuesto a hacer lo que ella le decía.
No es como que le encantara seguir órdenes de mujeres, de hecho no solía seguirlas; por lo menos no al pie de la letra. Sin embargo, esa mujer tenía algo que siempre lograba que hiciera lo que le pidiera, no siempre o todo el tiempo, pero lo conseguía cuando se lo proponía.
—Vigílalos mientras vuelvo. —habló él peligris.
La mujer de ojos azul dior dio un asentimiento y lo vio marchar, enseguida dirigió su mirada hacia el mar; donde se encontraba un grupo de alumnos jugando, bromeando y gritándose con cada ola que los golpeaba. Aunque su vista periférica le permitía vigilar a los demás que se encontraban esparcidos por el lugar, y sentir a los que estaban lejos.
No obstante, a pesar del clima caluroso y el sol abrasador; en el ambiente podía percibirse un poco de frío… como si la muerte estuviera cerca, rondándolos. No. Era algo más que eso, como si un demonio patrullara, vigilando cada movimiento.
Debía estar alerta, muchas auras malignas alrededor y posiblemente sus conocimientos en esa área oscura serían de utilidad.
Recostada sobre una toalla en la arena se encontraba Sayuri Murasaki, parecía más bien una de esas chicas que se creían estrellas de televisión pues llevaba lentes oscuros y un pequeño traje de baño de dos piezas en color morado, que acentuaban su piel clara y destacaba bastante bien las curvas que no se veían en su uniforme escolar.
A su lado se encontraba su pelirosada prima, que al igual que ella llevaba un traje de baño de dos piezas y en el mismo tono de su cabello, a lo mejor un poco más pálido pero igual de aniñado. Aunque ella tenía una labor más interesante… mirar a Sasuke que jugaba voleyball con los demás chicos.
Suspiraba con cada salto que daba para golpear el balón.
—Límpiate la baba que estás mojando la arena. —articuló su prima medio fastidiada al ver el tonto enamoramiento infantil de su prima, con frecuencia se preguntaba si en verdad su cerebro funcionaba bien.
¡Es que no entendía cómo es que podía gustarle el hermano del emo-zombie! Quien además de ser emo era un creído, era sin duda el peor de los dos y ¡Lo orgulloso que estaba de ello! Si supiera que solo hacía el ridículo y las tontas que caían como su prima no eran más que eso: idiotas.
—¡¿Eh?! ¡¿Qué?!
La castaña bajó levemente sus lentes únicamente para enfocar a su prima.
—Vamos, Sakura. Todo el mundo se está dando cuenta que estás coladita por ese emo afeminado, ¡ni siquiera lo disimulas! —reclamó alterada.
La Haruno enrojeció hasta la última punta del cabello.
—¡Cállate Sayuri! —replicó escandalizada—. Si quieres te doy un megáfono para que lo hagas público. —refunfuñó entre dientes molesta.
—Ni que hiciera falta. —dijo la castaña con suficiencia—. Como si todos en la escuela no lo supieran ya, solo falta que vayas, te quites la ropa y lo montes.
Sakura enrojeció de furia y vergüenza por la franqueza de su prima, como siempre logrando sacarla de sus casillas.
—¡Sayuri! — profirió azorada.
—¿Qué? Es la verdad.
Más su prima ya no le contestó, parecía distraída observando algo. Se percató de como su rostro pálido se ponía rojo, parecía como un tomate a punto de reventar. Así que como toda una curiosa que era, lo que le movía siempre a hacer todo tipo de tonterías… dirigió la mirada hacia donde la tenía clavada la pelirosada.
No observaron nada más ni nada menos que a un peliplata que caminaba en unas simples bermudas mostrando todo su imponente cuerpo, haber visto a Asuma-sensei ligero de ropas no era nada comparado con él. Y eso que su figura era bastante atlética, pero no tan marcada como la de Kakashi.
Inevitablemente sus mejillas se sonrojaron, nunca había visto a un hombre así con diminutas prendas así que prefirió desviar la mirada, topándose donde se encontraba la nueva maestra que ahora conformaba el plantel del Instituto, con la que hasta ese momento no habían tenido mucha interacción. ¡¿Ahora resultaba que todos los catedráticos eran modelos?!
Sayuri no pudo evitar mirarse los pechos y volver a ver los de Katleia simultáneamente para terminar con un bufido.
—Ni quien los necesitara.
—¿Dijiste algo Sayuri? —Sakura frunció el entrecejo sin desviar la mirada de aquello que le provocó un cosquilleo en el pecho.
—¡Nada! Nada solo que… no creí que Kakashi-sensei ocultara todo eso debajo de ese traje… —soltó Sayuri sin pena alguna.
—Ni yo. — contestó la pelirosada.
—¿Y porque no se quita esa maldita máscara? ¿Qué clase de defecto oculta? — preguntó de lo más extrañada al ver que llevaba la susodicha máscara puesta.
Comenzaba a pensar seriamente que ocultaba alguna deformidad en el rostro, y que le daba tanta pena su fealdad que no era capaz de mostrarlo al mundo. Aunque bueno… ¿Quién en su sano juicio lo haría? Solo un demente.
—Ni idea. — respondió Sakura que se hacía la misma interrogante.
No obstante, de un momento a otro se vieron cubiertas por una extraña sombra. La castaña parpadeó sin comprender, el sol seguía ardiente pero a ellas les hacía una sombra rara. Así que levantó la mirada y observó al objeto que obstruía su baño de sol.
O más bien, los objetos.
—¡Lord vampiro! —exclamó con una sonrisa — ¡¿Pero qué hace aquí en pleno día y a la luz del sol?! Que no ve que va a hacerse cenizas. —le dijo mientras le quitaba la sombrilla a Ino y se la colocaba al pelirrojo para que la luz solar no lo tocara—. ¡¿No ha entendido que puede… MORIR?! —enfantizó la última palabra.
—¡Oye! —gritó una molesta e indignada Ino al ver que le habían quitado su resguardo del sol.
—Hemos venido a tomar el sol no a que te ocultes de él, Ino. —se burló la pelirosa con una sonrisa ladeada.
—Nadie te ha pedido tu opinión chicle con patas. —respondió la rubia.
—¿Cómo me dijiste? — gruñó la Haruno irritada, con el rostro sulfurado y una vena palpitando en su frente.
—¡Como oíste!
Y ahí empezó la pelea del día entre ese par, ambas se levantaron y comenzaron a decirse de todo lo que podían, y si no, se lo inventaban. Sayuri suspiró, colocó su mano en la frente e hizo una negación profunda. Nadie podía ser más ingeniosa que ella con los insultos.
—Vaya prima la tuya… me impresiona. — habló por primera vez el pelirrojo al ver como Sakura tiraba a Ino al mar y ésta chillaba diciéndole que acababa de arruinar el alisado de su cabello.
—Sí, está loca. —respondió, Deidara la miró como si estuviera de broma.
Si Sakura estaba loca, ella estaba severamente desquiciada.
—Por cierto… vengo por mi pago… —Sayuri sintió muy cerca su aliento y al voltear tenía su rostro a un palmo, se había inclinado levemente para poder mirarla.
La castaña abrió los ojos sorprendida y asustada, aunque el sonrojo de sus mejillas delataba algo diferente.
—¿P-Pago? ¿Cuál pago?
—¿No lo recuerdas? —inquirió él—. Me ofreciste tu sangre y vengo por ella. —musitó en un tono ronco acercándose más.
Sayuri palideció, no, no podía ser posible. No quería morir, no tan joven y bella como se encontraba ahora. No lo haría a plena luz del día ¿o sí?
Mientras tanto su rubio compañero rodaba los ojos fastidiado, aburrido y cansado. Ya le estaba desquiciando la actitud de su danna para con esa chica.
La Murasaki abrió la boca pero solamente tragó aire, no pudo articular palabra. Sasori sonrió ante su mutismo y nerviosismo, se acercaba cada vez más a ella y…
—¡Sasori! —profirió repentinamente una voz masculina e indiferente.
El pelirrojo resopló y Sayuri dio gracias al cielo, a quien aún la quería lo suficiente para detenerlo. Enseguida miraron al emisor, se trataba de nada más y nada menos que Itachi Uchiha, su rostro reflejaba severidad y una pisca de disgusto; muy poco común en él.
—Hace quince minutos que se les ordenó ir a vigilar el otro lado de la playa, hay unos alumnos que se han escapado para ese lado y es su deber encontrarlos.
—¡Oye! No le hables así a Sasori-danna. —reclamó un enfurecido rubio.
—Yo le hablo como me plazca. — replicó el azabache con toda la tranquilidad del mundo.
—Ya déjalo, Deidara. —manifestó serio el pelirrojo antes de que su compañero perdiera la cabeza y comenzara a explotar cosas a diestra y siniestra—. Vámonos. Nos veremos luego. —esto último se lo dijo a Sayuri mientras le daba una tenue sonrisa que lo único que le dio fue un escalofrío en la espalda.
La castaña se había quedado clavada con la sombrilla tapándola en un gesto atónito.
—Molestia. — murmuró el Uchiha retirándose parsimoniosamente de ahí.
Ella frunció el ceño. ¿Qué demonios había sido todo eso?
A unos metros de ahí, en una especie de mimetización se encontraba un joven rubio que sonreía de forma maquiavélica y atemorizante.
—Vamos, Menma… muéstrales un poco de lo que sabes…
Oh, aquella voz… aquella hermosa voz que siempre lo llevaba a la paz infernal. Su plan inicial había sido hacer algo pero… había dado un giro y… bueno, no importaba ya. Sus ojos azules se tornaron oscuros, como dos portales infernales y a lo lejos, en las claras y azules aguas del océano algo comenzaba a formarse…
Esto sería divertido.
Katleia y Kakashi se encontraban vigilando a los chicos cuando de repente algo captó su atención, el clima comenzó a permutar. Pasó de cálido a frío en cuestión de segundos y la luz del sol fue tapada por una nube transitoria, lo más curioso es que hasta ese momento… no había nubes.
—Kakashi… hay que sacar a los chicos del agua. — articuló Katleia, y él no se hizo esperar.
Con una señal de cabeza alertó a Kurenai y Asuma, éstos a su vez alertaron a los Akatsuki. Que con la excusa de que ya era mediodía y debían ir a almorzar lograron sacar a la mayoría, excepto a dos alumnas…
Una rubia con cola de caballo y otra pelirosada, ambas se gritaban y parecían enfrascadas en una pelea interminable. Katleia se precipitó hacia el mar, el remolino iba hacia ellas con una fuerza tenaz.
—¡Kakashi! ¡Sácalas! —le gritó antes de sumergirse en el agua.
Éste no se hizo esperar, así que sacó a la chica que tenía más cerca, Ino. Cuando fue por Sakura…
—¡AH! —gritó la pelirosa antes de ser sumergida por una fuerza invisible.
Hatake sin mediar también se sumergió, descubrió su ojo izquierdo intentando localizarlas. Y se topó con algo extraordinario… ese remolino tenía la figura de un brazo, musculoso y fuerte que daba giros mortales, su fuerza era aplastante y letal. Sus ojos se abrieron a tal grado que parecían saltar de sus cuencas y el aire comenzaba a escasearle en los pulmones, así que tuvo que salir para poder volver a sumergirse y tratar de encontrar a Sakura.
Cuando salió respiró a bocanadas y volvió a hundirse, pero el brazo que formaba el torbellino estaba mucho más alejado, tuvo que nadar contra corriente para poder alcanzarlo y ahí la vio, la pequeña mata de cabellos rosados estaba en medio de todo. Parecía que la rodeaba a propósito para que no pudiera salir y más alejada a ella… se encontraba su compañera, podía verla con una claridad tal que le parecía asombroso.
Sin embargo, en el momento que sus ojos dior se encontraron con su mirada bicolor comprendió, desde su posición la observó hacer unos cuantos movimientos que en lugar de extrañarle le sorprendieron, en la piel de sus brazos comenzaron a manifestarse una especie de marcas negras como runas. Ambos hicieron una señal con la cabeza y enseguida ella extendió sus brazos, mágicamente las marcas se extendieron en forma de cadenas con un brillo de fuego y plata que envolvieron el brazo que apresaba con su fuerza a una inconsciente Sakura.
El brazo formado con agua pareció como si se hubiese quemado, puesto que inmediatamente soltó a la pelirosa y Kakashi aprovechó ese momento para nadar hasta ella y sacarla a la superficie. La chica estaba inconsciente, así que se apresuró a sacarla del agua donde Kurenai y Asuma ya los esperaban, al ver a la Haruno en sus brazos e inconsciente temieron lo peor.
—¡Oh por Dios! — exclamó la azabache corriendo hacia ellos.
—Está… inconsciente. —habló el peligris jadeante—. El RCP… sacará el agua de sus pulmones. —dijo rápidamente volteándose hacia el mar, esperando ver a su ex compañera, pero… no la vio por ningún lado.
—¿Kakashi? —escuchó la voz de Asuma.
—Katleia sigue ahí. —contestó dispuesto a entrar de nuevo al mar.
—¡No! —lo detuvo Kurenai—. Mira.
De repente una enorme columna de agua se levantó con la fuerza de un huracán y tan peligrosa como un tifón, en medio se podía ver la figura de la Asamiya en una posición recta y pasiva, como dormida. Los brazos a sus costados y su cabello flotando conforme la gravedad del agua, a lo lejos logró escuchar a Sakura toser expulsando el agua de sus pulmones.
No obstante, su atención estaba en esa columna de agua que se levantaba como edificio y giraba contra las agujas del reloj. Preso de la preocupación y porque su vista estaba en una especie de bloqueo, no podía ver ningún signo vital en su compañera. Y los otros dos profesores estaban igual que él, pero inesperadamente una especie de cadena comenzó a rodear la columna en un movimiento contrario a su giro.
Eran las mismas runas que él había visto anteriormente pero su color había cambiado, ahora eran blancas, negras y doradas. Los giros era más rápidos y el pilar de agua parecía moverse en su dirección.
—Demonios… viene hacia acá. —musitó Asuma entre dientes— ¡Hay que movernos! ¡Vámonos! —profirió tomando el cuerpo de una confundida Sakura que no sabía dónde estaba.
—¡Kakashi! —gritó Kurenai al ver que el peligris no se movía de su lugar.
No obstante, antes de que el torbellino de agua pudiese alcanzarlos… estalló. Una gran explosión se escuchó a lo largo y ancho del lugar haciendo cimbrar los cimientos de los edificios, y a ellos haciéndoles perder el equilibrio por haber estado tan cerca. Hatake tuvo mucha suerte de no haberse hecho pedazos por estar a centímetros del pilar.
Pero desapareció al instante, en cuanto vio a Katleia volar por los aires. Él también surcó los aires para atraparla y bajar a suelo firme.
—¿Cómo está? —preguntó Kurenai que se acercó a ellos de inmediato, y había mandado a Asuma con Sakura hacia a donde se encontraban los demás chicos.
Hatake no contestó, revisó con una rápida mirada a su ex compañera y se percató de que un hilillo de sangre recorría la comisura de sus labios. Se sintió extraño, como una presión rara en su pecho…
—Creo que está inconsciente.
—Hay que llevarla al hotel, así podré revisarla mejor.
Éste únicamente asintió, y la cargó en sus brazos dirigiéndose hacia el lugar. Más él sabía que eso solo era un efecto secundario de lo que había utilizado… la magia blanca y las artes oscuras no siempre eran una buena combinación.
A unos kilómetros se encontraba un rubio con sus ojos oscurecidos, pero con una mueca de dolor y disgusto en el rostro. Se miró la mano llagada, y soltó un pequeño quejido.
Eso no lo había contemplado, pensaba llevarse a la Haruno. Sin embargo, habían frustrado sus planes de nuevo y eso ya lo estaba cansando.
—Tranquilo cariño, pronto tendrás más fuerza. No la malgastes, solo espera.
Le susurró aquella voz femenina, calmada y pasiva. Dio un asentimiento a la nada, enseguida extendió la palma de su mano y de una extraña y retorcida forma comenzó a sanar todos sus tejidos destrozados. Sonrió de lado con suficiencia y desdén, luego desapareció.
Mejor regresar antes de que todos notaran su ausencia y comenzaran las sospechas.
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Continuará
