Me disculpo por la tardanza y con esta dejo mi esperanza de que este capítulo sea de su agrado. Sé que han esperado mucho así que deseo de todo corazón que valga la pena.

Una regencia y My ladys, My Lords de verdad mil disculpas por la demora.

Atte: Ciel Phantomhive.

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Capítulo 7 Lujuria

Yuuri gime quedito dentro de ese beso devastador que Viktor le regala, indecoroso y profano es su muestra de afecto que lo arrastra a desear más, a abandonarse en los brazos de ese Incubo que ha adquirido forma humana y al que le ha regalado su alma por voluntad propia.

Se entrega a ese demonio de seducción e impone poco reto cuando es arrastrado a la cama y depositado sobre el colchón con un mínimo de brusquedad. No impone reparo cuando sus ropas son retiradas, casi arrancadas de su cuerpo por la desesperación de aquel demontre que deja brillar en sus pupilas la lujuria que lo consume y piensa contagiar al cuerpo del japonés.

Yuuri quiere ser suyo, alimentarlo, darle cuanto pude de él y mucho más.

—Yuuri… —gime Viktor venerando con devoción insana cada pedazo de piel expuesta tan blanca y pura como un narciso en botón e igual de aromática.

—Viktor —responde el japonés cediendo, entregándose con tan solo esa exclamación que brota como música de sus cuerdas bucales.

Yuuri extiende los brazos en busca de un abrazo que logre juntar sus torsos y de esa manera percibir el corazón de su entrenador, del hombre al que ama y que espera también lo ame porque no suportaría su pérdida o su desprecio.

Viktor lo complace mientras se deleita mordisqueando sus labios ahora rojos e hinchados como cerezas, y sus manos inquietas recorren cada maravillosa curva del cuerpo ajeno hasta llegar al punto en donde las piernas se dividen y se alza inhiesto el obelisco del placer. Un monumento de rijoso que suplica por atención.

—Te quiero para mí. Mío y de nadie más —musita Viktor apretando la carne blanda y sensible del centro de Yuuri y que luego cambia por los montes blandos y redondos que forman su retaguardia.

—Tuyo… siempre tuyo —responde Yuuri completamente embebido del deseo de ser poseído, de convertirse en uno solo con el ser que idolatra y ama hasta la locura desde que Dios le dio entendimiento.

A Yuuri no le importa nada, se niega a cualquier pensamiento que evoque su pudor y vergüenza, no quiere esa parte de él, lo que necesita es de esa otra faceta que tan celosamente esconde, que es pasión. Gruñe y gime con libertad cuando sus piernas son separadas dando acceso al que el cuerpo de Viktor se acomode. Le mira hacer y asiente, acepta cualquier petición por parte del ruso.

—Tócame Yuuri —pide Viktor y el pelinegro no tarda en complacerlo. Sus dedos largos como de pianista se deslizan ídem a como lo hace su figura en el hielo, con gracia y pasión, tirando de cuerdas sensibles que lo haces desvariar.

—Tómame —suplica ahora Yuuri al sentir que desfallecerá del deleite que la boca, labios y lengua de Viktor le proporcionan.

Y grita y se desarma en un solo segundo cuando su virilidad urgida es tragada con gula.

—Viktor—plañe Yuuri fuera de este mundo, sumergido en la dulce ilusión que su Incubo personal ha creado para él. Entierra las uñas y se retuerce marcando por la rítmica melodía que solo sus oídos escuchan y que acompaña el compás de sus caderas que con vida propia buscan desfogarse en aquel recoveco húmedo de la boca de su amante.

Viktor se aleja dejando tras de sí un hilo transparente mezcla de dos sustancias. No sabría decir en qué porcentaje es saliva o esencia de Yuuri, lo único seguro es que le gusta el resultado.

Mira a Yuuri rezumado de sudor, con la mirada perdida y los deliciosos labios granate entreabiertos. Ese Yuuri que ha pedido completamente la compostura y jadea en espera de placeres sexuales.

—Viktor —vuelve a llamar Yuuri, sus ojos cristalinos y suplicantes. Inocentes y anhelantes les gritan lo que su alma espera y que para beneplácito del patinador ruso es el mismo que el suyo.

Por eso no duda, clava una mordida en el hueso de su cadera y succiona hasta dejar una marca, su marca.

Sube dejando besos por el pecho expuesto que sube y baja demostrando lo agitado de su respiración, lo precipitado con que su corazón bombea, quizás tan frenético como el propio. Ha llegado el momento, Viktor lo sabe y Yuuri lo sabe.

Ambos se sonríen y relajan sus cuerpos.

Viktor cuela sus dedos por debajo del japonés, no sin antes haber tenido la precaución de bañarlos con una botellita que discretamente, desde que comenzó a compartir cama con Yuuri, mantiene debajo el colchón.

Decir que Yuuri no siente molestias sería una mentira, su cuerpo se tensa como una cuerda de violín por primera vez resistiéndose al tacto de Viktor. Conteniendo la respiración como si acabaran de sumergirlo en un lago de agua helada.

—Yuuri —llama Viktor y el encanto de su voz de tritón lo somete de nuevo a su embrujo. Lo engaña lo suficiente para dejar de prestar atención al dolor y concentrase en su mirada que le ruega le permita continuar.

Yuuri suelta su músculos y abre más las piernas en una invitación. Viktor agradece dejando besos y alguna que otra mordida en sus hombros y cuello.

Yuuri no puede evitar derramar una lágrima cuando un segundo y tercer dedo lo perforan. Aunque nada comparado a cuando al fin un grueso y caliente falo se incrusta como hierro caliente en su estrecha entrada.

Yuuri por instinto pone las manos en los hombros de Viktor y empuja. Se ha arrepentido.

—Viktor… duele —jadea con los ojos cerrados y comenzando a llorar.

Viktor lo aprisiona de la cintura, muerde el rozado botón a su alcance acallando un feroz bramido de placer. Saber por su reacción que Yuuri no lo está disfrutando pero su ardiente falo parece tener vida propia y sin su conocimiento se entierra con desesperada, hambrienta necesidad. Es como una serpiente que ha encontrado un nido acorde y se hunde ansiosa de explorar.

—Viktor —grita con dolor y angustia derramando lágrimas.

—Aguanta —es lo único que el ruso alcanza a decir con voz ronca y afectada. Su cerebro en ese momento está demasiado saturado para procesar cualquier otra cosa.

Cuando al fin está dentro ambos se quedan quietos. Yuuri llora silenciosamente y Viktor se encuentra pleno de gozo.

Sabe que ese resultado se debe a que es la primera vez para ambos. Viktor ha tenido sexo, mucho, demasiado, pero nunca ha hecho el amor.

Por eso sus emociones lo asaltan y lo apresuran, su cuerpo le exige y se niega a obedecerlo. Lo sabe y siente remordimiento por las lágrimas del hombre bajo de él, empero también se enorgullece, ha sido capaz de acoplase a Yuuri. Es el primero en tenerlo de esa manera, de poseerlo de todo a todo. Yuuri es suyo porque ha tomado todo de él y esta negado a dejarlo ir. Nunca le permitirá alejarse y peleara con uñas y dientes contra quien ose posar su vista en el hombre que se ha convertido en su mundo.

—Viktor —murmura ente sollozos el pelinegro. Algo ha cambiado. El dolor no se ha ido pero ahora que disminuye poco a poco de da cuenta de que puede percibir a su amor en su interior y le fascina, le encanta poder sentir de él hasta el ritmo acelerado de su corazón a través de ese vínculo. Porque no hay manera de estar más unidos que en ese momento.

Viktor ante el llamado eleva la vista feliz de abrir los ojos y encontrarse con que Eros ha vuelto a despertar en la mirada de Yuuri.

Esta vez sale y entra con más cuidado, no aumenta la velocidad de sus embistes hasta que Yuuri le da la señal y después de eso… todo es maravilloso.

Cada movimiento y roce, cada gemido y jadeo… cada expresión y caricia llenan tanto a Viktor como a Yuuri. Todo aumenta de intensidad y Viktor no sabe de dónde ha salido tanto gozo. Se pregunta si es legal sentirse tan pleno. Y se preocupa porque su consiente se desvanece en una nube rosa de tanto placer.

El cuerpo de Yuuri está cubierto de piel, un órgano que manda sensaciones, pero entonces… ¿Por qué solo puede registrar el movimiento de las caderas de Viktor? Se pregunta intentando vislumbrar cualquier otra cosa y fallando miserablemente. La respiración de Yuuri, sus latidos, su jadeos y hasta el rezumar de su cuerpo, todo, todo sigue el cadencioso, voraz y enardecido ritmo de los embistes del ruso. Sus entrañas ahora acostumbradas a recibirlo se muestran felices cuando ingresa, lo aprietan golosas y celosas de perderlo cada que sale.

No es él, no es Yuuri Katsuki, porque si lo fuera su timidez le impediría gritar con desesperación su deseo de tener más, de sentir más.

En cambio a esa criatura que suda, gime y solloza bajo el Dios pagano ruso no le importa suplicar por ser profanada con mayor ahínco y ferocidad. Eleva el trasero descaradamente deseosa, ofreciéndose sin pudor cual ambrosia a su delirante captor.

No tardan mucho, su mismo libido les pasa la factura en tiempo, no así en deleite. Ambos miran estrellas y alcanzan el cielo. Por un segundo mueren uno en los brazos del otro. Culminan en un estallido de sentimientos, feromonas, pasión y ternura. Ellos han logrado maridar Ágape con Eros. Ellos son la representación más fiel de que la inocencia y el deseo no están peleados y que juntos puede ser el camino al paraíso.

—Te amo —confiesa Viktor aferrado a Yuuri como si la vida se le fuera en ello.

Yuuri lo mira sombrado, su cuerpo ha perdido su inocencia pero su espíritu no y lo demuestra muy bien en su mirada ilusionada y el temblor de su cuerpo al responder.

—Y yo a ti Vitya.

Hay quien dice:

Que cuando uno compara la amenaza que surge de las armas nucleares con los efectos que ejercen sobre la humanidad los siete pecados capitales, es imposible dejar de ver que, entre los ocho, éste es el que más fácilmente se puede evitar.

Y es cierto. Viktor ha sucumbido en menos de lo esperado a los siete y teme que volverá a pasar porque es humano y si no es un temor, será otro pero siempre habrá algo que lo haga recaer. Lo importante se dice mientras acuna la mejilla de Yuuri es:

—Tu amor será siempre mi pedestal —confiesa el pentacampeón con seguridad.

Yuuri no lo sabe y quizás aunque se lo diga nunca se lo crea, pero él es su ángel y su demonio. Su salvación y su pecado. Es su expiación y su condena. Es el motivo de sus siete pecados y su absolución.

Fin.

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N.A.

Nos leemos en otra historia MIS AMADOS LECTORES.