Aquí está la tercera parte de lo que en principio iba a ser una serie de oneshots lemon. Cuando escribí el primero, no tenía nada más en mente, sólo quería escribir eso, un poco de lemon xD. Pero en algún momento eso se convirtió en algo más, sentí que lo que iban a ser historias sueltas estaba evolucionando y quería seguir avanzando la historia. Y para llegar a donde yo quiero tengo que complicarla un poco. Ya no tiene sentido seguir haciendo oneshots, por tanto, la continuación continuará aquí.

Este en particular toma un cáriz más angst y oscuro que los anteriores, aunque también he dejado un poquito para el humor. Le di muchas vueltas a las cosas que irían a ocurrir, cambió mucho de la idea original que tuve, incluyendo el lugar donde sucede el lemon, el cual creo que es mi favorito hasta ahora :D

Naruto y sus personajes pertenecen a Kishimoto.

Advertencias: Lemon, yaoi etc

De nuevo agradecimientos a Alest por las ideas


Cuando estaba teniendo una pesadilla, Obito podía sin ningún problema volverse lúcido y escapar de la misma entrando al tsukiyomi. El lugar, repleto de cubos blancos bajo un cielo eternamente negro, era un lugar más apacible para estar. Dormido no lo podía abandonar hasta que no se despertase y al pasar el tiempo más lento allí comparado con la vida real, no tenía la certeza de cuándo tal evento iba a suceder. La espera sin embargo, valía la pena. Aún con sus partes malas era mejor que estar atrapado en una pesadilla.

Los cubos a veces le mostraban recuerdos. No podía controlarlo, pero siempre eran vivencias bonitas de su vida. Le gustaba mirarlas una y otra vez. Rememorarlas lo reconfortaba. Solían ser de Rin. Solían. Porque de un tiempo a esa parte, ella aparecía cada vez menos. El patrón que mostraba las vivencias en el cubo comenzaba a cambiar, y como él sabía que el lugar estaba ligado a su propio subconsciente, sólo le quedaba pensar que un cambio profundo estaba teniendo lugar en su mente, en su persona, en su misma esencia.

Debía ser eso lo que estaba sucediendo, si los nuevos recuerdos que sustituían a los antiguos eran sobre Deidara.

Ahí, podía ser honesto consigo mismo. Él podía engañarse todo lo que quisiera, pero su subconsciente seguía mostrando recuerdo tras recuerdo con el artista. Y eso lo hacía inmensamente feliz, pero a la vez lo asustaba. Querer a Rin era fácil, era un anhelo frustrado que jamás llegaría a consumarse. Por eso era fácil, porque a ella ya la había perdido. Querer a Deidara no lo era, el pensamiento de que la vida también se lo arrebataría a él era demasiado abrumante en ocasiones. Curioso, porque a él si podía tenerlo. De momento.

Y la parte de él que se negaba a pasar por ahí otra vez, no paraba de decirle que había cometido un error acercándose a él, dejando que se convirtiera en alguien importante en su vida. Precisamente él, cuya meta definitiva era ser uno con su arte. Lo que menos necesitaba en la vida era volver a pasar por algo tan doloroso.

Sonrió al ver el recuerdo que el cubo estaba mostrando en ese instante. La noche en la que Kakuzu lo despertó para que fuera a arrastrar a Deidara hasta su cuarto después de aparecer ebrio en la entrada tras ser convencido por Hidan para salir a divertirse un poco. Esa fue la noche en la que se dio cuenta que estaba comenzando a sentirse atraído por él. Luego vino otro. La primera vez que le robó un pequeño beso mientras él dormía. Recordó cómo se asustó cuando pensó que lo había despertado.

Pero no era así como debía pasar. No era eso lo que debía suceder.

Era un Uchiha.

Llevaba el odio en la sangre y la oscuridad en el alma. Tardaron en manifestarse, pero lo hicieron. Y hasta hace muy poco tiempo, había estado convencido de que era su destino revolucionar el mundo. Que era su turno de someter al universo entero a sus pies, exigirle que le devolviera lo que le había quitado: sus padres, sus amigos, su luz, Rin... Había estado dispuesto a transformarse en el villano más despiadado de la historia por traer felicidad eterna a todo el mundo, porque era un hecho que no podía dejarlos conservar su libertad si quería que las cosas fueran bien.

Y ahora, de repente, sucede. Vuelve a sentir la luz que creía extinguida, vuelve a él algo de esperanza. Aún se siente como si ese pequeño destello estuviera envenenando su ser entero sumido en el odio, pero sucede.

El plan ya no parece tan bueno. El plan se vuelve absurdo. Y todo porque sabe, en el fondo, que Deidara va a odiarlo. Porque la libertad es un pilar fundamental de su modo de vida y si se la quita, lo hará desdichado. Incluso en un mundo perfecto, donde estén juntos para siempre.

El cubo muestra ahora otro recuerdo, están dándose un baño, él apoyado en el respaldo y Deidara dándole la espalda, descansando sobre su pecho. Y ahí decide reconocer que quiere estar con él, que lo ama, y que quiere que él lo ame de verdad y no porque en una realidad ficticia sus deseos así lo dicten.

Y que puede que no todo sea odio. No todo oscuridad. Que puede que Madara...

...Esté equivocado.

Pero no puede seguir meditando sobre ello. Porque en ese mismo momento siente que se está despertando, y el tsukiyomi desaparece.

—¿Por qué no llevas la máscara?

Al abrir los ojos, ve la cara de Zetsu, sobresaliendo del suelo junto al futón.


Renovar el esmalte de las uñas de sus manos era una rutina que seguía cada mañana tras levantarse y asearse. El de los pies le duraba ligeramente más, pero al dedicar la mayoría de las tardes a mejorar sus diseños y crear nuevos, siempre acababan descascarilladas. Ya no se molestaba en quitar los restos de arcilla que se acumulaban bajo sus uñas, las posibilidades de que durasen poco tiempo limpias eran altas. Además, era un símbolo de quién era y lo que hacía. Le gustaba eso.

Tobi aún dormía. Era inusual, porque normalmente era el primero en levantase, hiperactivo como siempre. Además, le pareció mientras se preparaba para su ducha, que decía algo entre sueños y que estaba agitado como si estuviera teniendo un sueño desagradable. Seguro iría a él más tarde en busca de consuelo y él estaría más que encantado por darle el abrazo que le pediría, decirle que no fuera bobo, que los sueños no eran reales. Él contestaría con algo completamente irrelevante para hacerlo enfadar y Deidara estaría de nuevo más que encantado por verlo huir de sus mortíferas creaciones. Así sucedía a menudo.

Se sonrojó, perdido en sus pensamientos mientras seguía retocando su esmalte con cuidado de no saliese cuando de repente, una voz afuera lo hizo apartar su atención de su rutina de belleza. Una voz que no pertenecía a Tobi.

—¿Por qué cortas la conexión? —dijo la voz.

Y la brocha se salió de la uña. Sin duda, ese era Zetsu. Sintió como se enojaba por tenerlo paseándose por su apartamento sin su permiso. No le gustaba cuando se tomaban demasiadas confianzas con él, pero menos aún que lo interrumpieran en medio de tan importante labor. Había acabado tolerando que lo hiciera su discípulo, pero no se lo pensaba permitir a nadie más.

—No sabía que no debía —oyó decir a Tobi.

—Tobi... Piensa lo preocupante que debe ser para nosotros no poder localizarte. Todos los interrogantes que ello conlleva —el Zetsu blanco dijo esa vez.

—¿Por qué lo haces? ¿Eres capaz de dar una respuesta o debemos empezar a pensar que...?

Lo más lógico hubiera sido conservar la sangre fría, ver a dónde llegaba aquella conversación, pero Deidara no se vio capaz de eso. Él explotaba. Y cuando lo hacía, no había espacio ahí para nada más. Así pues, salió del baño. Poco le importó si su única ropa era una toalla rodeando su cintura y que su mano izquierda aún necesitaba un retoque. Salió ahí afuera con el objetivo de poner en su sitio al intruso.

—¡Zetsu! —gritó, conteniéndose cuanto podía para no agarrarlo del cuello y hacerlo arrepentirse de haber entrado si quiera, ambos Tobi y Zetsu se giraron a mirarlo—. ¿¡Quién te crees que eres para entrar aquí así como así!? ¿¡Y cómo te atreves a hablarle así a Tobi!? ¡Fuera de aquí ahora mismo!

—Deidara... No te enojes —dijo la parte blanca—. Sólo necesitábamos aclarar algo con él.

—Nuestros asuntos con Tobi no son de tu incumbencia. Deidara —agregó la negra.

—¿¡Que no son de mi incumbencia!? ¡Escuchame bien aloe vera, esta es la última vez que entras aquí a hablarnos en ese tono, en nuestro propio apartamento! ¡Fuera!

—Deidara...

—¡LAR-GO, UM!

Sin replicar, Zetsu se fue ocultando bajo el suelo hasta que su cabeza junto con sus hojas desaparecieron.

—No lo dejes entrar más aquí —le dijo a Tobi—, ni permitas que te vuelva a hablar en ese tono. Ya no eres su subordinado personal, ahora estás en Akatsuki.

—Senpai, das tanto miedo cuando estás enfadado —respondió su discípulo quitándose la máscara.

Cuando entró en el baño no la tenía, ya casi nunca la llevaba cuando estaban solos en el apartamento, posiblemente la presencia de Zetsu lo cohibió.

—¿Qué diablos le pasa de todos modos? ¿Has estado cortando la conexión con él?

—Así es...

—¿Por qué?

Tobi se sonrojó, riendo como un bobo.

—Bueno senpai... A Tobi le da vergüenza decirlo.

—Oh, ya... —al darse cuenta de lo que Tobi estaba implicando, él también se sonrojó—, bueno... No queremos que ese hierbajo voyeurista vea ciertas cosas. Bien hecho, um.

Sonriendo ampliamente, Tobi agarró un brazo a su senpai y tiró de él hacia abajo, obligándolo a sentarse en el hueco entre sus piernas. Para que no se le ocurriera escapar, rodeó su cuerpo en un abrazo.

—¿En serio, senpai? ¿No estabas tan impaciente el otro día que querías... quedarte en el pasillo?

Contra eso, Deidara no tenía respuesta. Era la verdad, pero le enojó tanto que Tobi no se dejase arrastrar por él que tuvo que recurrir a medidas desesperadas. Mientras pensaba qué decir, su discípulo sopló muy suavemente en su cuello, cerca de su oído provocándole un agradable escalofrío.

—Aquello fue tu culpa por no venir conmigo sin rechistar, um —contestó, decidido a permanecer impasible a pesar de sus atenciones.

—¿De verdad...? —preguntó besando su hombro, Deidara tuvo que poner todo su empeño en no estremecerse—. De todos modos, Tobi hizo lo correcto cortando la conexión con Zetsu y quiere su premio. Como por ejemplo, un besito del senpai.

Un pequeño mordisco en la base del cuello hizo que el artista tuviera que tomarse unos segundos antes de contestar. No quería que le fallase la voz.

—¿Pero va a quedar todo en un beso o no? Porque ya había planeado mi día —dijo casualmente.

Como si estar en siendo abrazado, con su discípulo tentándolo de la manera más descarada fuera un contratiempo. Casi podía ver el puchero de decepción que debía estar haciendo.

—¿Planeaste algo, senpai? ¿Algo que no incluye quedarte con Tobi todo el día en el futón?

—En realidad, tenía eso en cuenta para más tarde. Hay un detalle que me gustaría cambiar en una de mis téc-

Deidara suspiró ante las sensaciones provocadas cuando Tobi lamió su oreja, interrumpiendo su frase. Lo había conseguido alterar a pesar de sus intentos por resistirse.

—Haz eso otra vez. Me gusta, um —dijo, antes de que el otro pudiera presumir por haberlo logrado.

Tobi no necesitó que se lo pidiera dos veces. Volvió a lamerla, poniéndole el doble de dedicación y empeño. Recreándose en darle pequeños mordiscos tal y como a él le gustaba. El artista entrecerró los ojos, dejándose llevar. Se cambió ligeramente de postura, para estar más cómodo mientras Tobi continuaba besando su cuello. Había algo en la forma en que lo hacía, algo en la forma en que lo retenía abrazado a él que denotaba posesión. Y se le pasó por la cabeza que ni siquiera su discípulo podía estar dándose cuenta de ello, quizá porque sabía que tenía cosas que hacer y no quería dejarlo ir.

—Mejor me voy antes de que sea demasiado tarde.

Se levantó de mala gana sólo para ser arrastrado de nuevo hacia abajo cuando Tobi tiró de su muñeca.

—¡Senpai, no te vayas! —lloriqueó—. ¡Aún no le diste su beso a Tobi!

No supo bien si fue para hacerlo callar, o porque él de verdad lo esperaba con ansias, pero se giró, inclinándose sobre él de rodillas hasta besarlo. Comenzó despacio, abriendo levemente sus labios para atrapar los suyos de forma sensual sin llegar a separarlos del todo en ningún momento. Conforme el beso se volvía más profundo y húmedo, Deidara fue apoyando todo el peso de su cuerpo en él hasta que ambos cayeron hacia atrás. Tobi lo agarró de la cintura, de esa manera posesiva que a veces manifestaba, por si a caso se le ocurría escapar. Lo que lo ponía en desventaja, era que su único atuendo era una toalla y que los efectos de aquellos labios voraces en los suyos, y aquellas manos sobre su cuerpo ya estaban empezando a notarse. Tobi se iba a dar cuenta en cualquier momento... La mano de su discípulo bajó por su espalda, se introdujo en la toalla y agarró una de sus nalgas. La subida térmica que originó, lo hizo morderle el labio involuntariamente.

Si no se iba ahora ya no podría hacerlo. Quizá incluso fuera ya demasiado tarde...

—Sabía que no podrías conformarte —dijo apartándose, fingiendo que tenía la situación controlada.

—Quédate con Tobi... —suplicó.

No solía insistir así. Hoy estaba especialmente pegajoso.

—Te dije que tenía cosas que hacer, um.

—¡Esto es más divertido!

Deidara se encogió de hombros.

—Nunca dije lo contrario, sólo que tengo otros planes.

—Por favor... —casi susurró, trazando una línea con su dedo en su pecho—. Sólo un ratito más...

Tobi fue a besarlo de nuevo, pero el artista lo detuvo. Su fuerza de voluntad estaba a punto de irse al traste. Definitivamente lo haría si le daba un solo beso más.

—Está bien. ¿Qué es lo que ocurre hoy?

—Tobi soñó algo malo y luego la cara fea de Zetsu lo asustó al despertarse...

Y ahí estaba, justo lo que él predijo. En realidad, su discípulo le dio algo de pena. No era agradable encontrarse con la cara de Zetsu nada más abrir los ojos. Pensó por un instante en una solución al problema. Una que dejase satisfecho a Tobi y lo dejase irse tranquilo.

—Te diré qué haremos. Yo me voy a mi taller a hacer lo que pensaba hacer, y tú vendrás en dos horas —susurró provocativamente—. No te molestes en traer ropa interior, um.

Tobi alzó una ceja, rascándose la cabeza.

—¿Ropa interior? ¿Por qué, senpai?

Ese era su discípulo, pasando de modo cachorrito dependiente a modo cabeza hueca en menos de diez segundos. Molesto, no le costó trabajo levantarse e irse a buscar ropa limpia.

—¡No me hagas tener que explicarlo! ¡Sabes de sobra por qué!

—Tobi no entiende... ¿Acaso el senpai planea hacerle aún más cosas pervertidas en el taller?

—¿¡Cómo que "aún más"!? —dijo enojado, sacando uno de sus atuendos de red del armario—. ¡Fuiste tú quien no pudo resistirse a agarrarme el culo!

—En el taller... Con el senpai...

El muy idiota estaba sangrando por la nariz, ajeno al mundo real. Temiendo acabar de nuevo en el futón, terminó de vestirse tan rápido como pudo y se dirigió a la puerta.

—Dos horas. No se te ocurra llegar tarde, um —dijo antes de salir.


Todos debían haber desayunado ya, juzgando por lo desierta que estaba la cocina. Hacer el almuerzo para Deidara se había convertido en una de sus rutinas favoritas. El artista no apreciaba pasar tiempo en la cocina y a él, al líder secreto de Akatsuki, al hombre que revolucionaría el mundo, nada le hacía más feliz que asegurarse que estuviera bien alimentado.

Un suspiro se le escapó mientras observaba aburrido el cazo sobre el fuego. El arroz para los onigiri tardaba mucho en cocer. Pensó que las dos horas pasarían rápido si se mantenía ocupado, pero ahora tenía dos cosas por las que esperar. Además, ya no tenía nada más que hacer. Ya estaba listo para acudir al encuentro. Sin ropa interior, como Deidara quería. Nada más que por ver esa perfecta cara presa de la indignación, Tobi pensó en ponerse varios boxers, uno encima del otro, pero decidió no hacerlo. Él tampoco quería hacer las cosas demasiado complicadas, sobre todo porque sabía que iba a arrepentirse cuando tuviera el culito de su senpai sobre la mesa de trabajo, con los tobillos apoyados en sus hombros y a él le quedasen aún tres pares de boxers por quitar.

No. Eso no le iba a gustar. Y a Deidara definitivamente iba a gustarle aún menos.

—Parece que el terrorista ya no está contigo, Tobi. Eso es bueno —dijo la voz del Zetsu negro a sus espaldas—. Déjame recordar... ¿Por dónde nos quedamos?

En el fondo, lo esperaba. Sabía que su socio no iba a quedarse tranquilo hasta que no le dijera lo que tenía que decirle. Pero no pensó que insistiera tan pronto. Debía estar aburriéndose mucho. Por si acaso, activó el sharingan. Lo que menos quería era que Zetsu lo pillara desprevenido.

—Me estaban preguntando por qué cortaba la conexión e insinuando que les estaba ocultando cosas —dijo, mirándolo amenazadoramente a través del agujero de su máscara—. Y la respuesta es, he estado cortándoles la conexión por asuntos personales. Y con respecto a lo otro, pueden ponerlo de esa manera si quieren. Yo prefiero llamarlo... Privacidad.

—¿Privacidad? ¿Con Deidara? ¿Con qué motivo? —insistió la parte negra—. Tú no eres una persona normal y corriente. La privacidad es un lujo que no puedes permitirte dada la responsabilidad que tienes para con el mundo. Estamos contigo en esto y nos inquieta tu comportamiento.

—Lo que Zetsu negro quiere decir es que... Deidara nos cae bien, pero sea lo que sea lo que estés maquinando con él, tenemos que saberlo. Compréndelo —dijo el blanco—. El proyecto Tsuki no Me tiene prioridad y es en lo que deberías centrarte.

—Además, no deberías tener secretos con nosotros. Nunca los has tenido. ¿Por qué empiezan ahora?

Estaba mejor enterado de lo que él pensó. Debía escoger bien, muy bien sus palabras si quería quitárselos de encima.

—Creo que están dándole demasiadas vueltas a algo muy simple —se defendió—. La organización sigue recibiendo encargos de particulares a modo de tapadera. La organización incentiva los vínculos entre compañeros, también a modo de tapadera. No tiene más misterio que ese, no tienen por qué preocuparse.

—Eso lo sabemos —contestó Zetsu negro—. Lo que aún no nos has dicho es por qué nos cortas.

Una punzada de ansiedad comenzó a aflorar en su pecho. No había pensado una solución a esta situación, porque nunca pensó que Zetsu se diera cuenta tan pronto.

—Si tan preocupados están, sigo igual de involucrado en el proyecto que el primer día. Y así es como va a continuar —mintió—. Soy yo el primer interesado que quiere verlo realizado.

—Sabes... A veces lo dudo.

—¡Zetsu! —regañó la parte blanca a la negra.

Si fuera otra situación menos hostil, hubiera sido cómico verlo regañarse a sí mismo.

—Aún no has contestado a la pregunta, no creas que no me he dado cuenta. ¿Qué es lo que tramas con Deidara que tienes que cortarnos la conexión?

—Entrenar —dijo con indiferencia—. A veces hay explosiones y eso, ya saben. Es una medida de seguridad. No querrán... Acabar salpicados por llegar en el momento menos indicado.

Sabía que eso no iba a dejarlos satisfechos. Era una excusa bastante mala, pero era lo mejor que tenía. Zetsu lo observó con recelo y él le sostuvo la mirada sin amilanarse.

—Ustedes dos se están haciendo demasiado cercanos —dijo el Zetsu blanco—. Espero que sepas lo que eso conlleva, Tobi. Cuando Deidara muera, vas a acabar sufriendo otra vez. ¿Has olvidado ya todo lo que pasaste por tu vínculo con tus dos amigos humanos? Cuando el proyecto esté completo todo caerá en su verdadero lugar, podrás tener todo lo que quieras sin miedo a perderlo. Me preocupo por ti y no quiero verte de nuevo como la otra vez.

—Sobre todo tratándose de alguien cuya motivación final es volar en pedazos. No te descuides, Tobi. Dices que sigues igual de involucrado, pero el ritmo ha caído en las últimas semanas. Ya deberíamos haber sellado al menos una bestia más.

Zetsu volvió a hundirse en el suelo dejándolo solo de nuevo, sumido en sus preocupaciones.

La ansiedad que comenzó a sentir durante la conversación había alcanzado un punto crítico. Su sangre hervía, su pulso temblaba, su respiración amenazaba con descontrolarse... Ya no podía dejarlo pasar más, debía hablar con Deidara urgentemente. Debía hacerlo partícipe de su contexto, de lo que sentía por él y de la forma en que esos sentimientos le habían afectado. Pero sobre todo, quería que lo aceptara tal y como era.

Necesitaba que lo aceptara tal y como era.

Lo aterraba que él reaccionase mal o que algo cambiase entre ellos. Pero su primer objetivo era protegerlo. Protegerlo aunque lo odiase. Aunque lo detestase después de saber cuánto le había estado ocultando.

Porque aunque no lo hiciera, tampoco podía huír y dejar todo atrás así como así y si de momento el plan seguía, sólo por aplacar a Zetsu y ganar tiempo, sus días como Tobi el cabeza hueca feliz estaban contados y Deidara al final, sabría todo. Si debía pasar así, mejor que fuera por él. Mejor no dejarlo pasar.

Y mejor esmerarse especialmente en aquellos onigiri. Puede que fuera la última vez que compartiesen un momento.


—Creí haber dicho dos horas. No una hora y veinte minutos —se quejó Deidara cuando abrió la puerta y lo encontró al otro lado—. ¿Tan impaciente estás, hm?

—¡Tobi pensó que el senpai estaría tan ocupado que se le olvidaría almorzar y trajo onigiris! -exclamó mostrando una caja de bento—. ¡Y agua...! ¡Y una manzana!

—Si traes comida, entonces eres bienvenido, um —dijo, dejándole espacio para que pasase antes de cerrar la puerta de nuevo.

Su discípulo solía preparar la comida, se le daba mejor en el fondo, pero hacerlo sin que él se lo pidiera había alcanzado un nuevo límite en cuanto a lo servicial que era. No era la primera cosa extraña que lo veía hacer ese mismo día. Sentándose en la mesa de trabajo, abrió el bento y sacó una de las bolas de arroz.

—Espero que te gusten, Tobi las hizo con el mejor cemento que encontró.

Su brazo se congeló en el aire, su boca abierta, a punto de dar un bocado. Miró a su discípulo de reojo, liberando un poco de intención homicida.

—Tobi... Ni tú mismo puedes ser tan tonto como para hacerme algo así en un lugar repleto de arcilla explosiva —masculló.

Tobi retrocedió, poniendo las manos frente a su cuerpo.

—¡Era una broma, senpai! Son onigiris normales —dijo, observando cómo Deidara los probaba y asentía satisfecho, tras lo cual, tomó la botella—... Pero Tobi no se bebería ese disolvente si fuera tú...

De nuevo, el artista lo miró, no sabiendo muy bien si lo decía en broma o en serio. Olió el contenido de la botella y al ver que no olía a disolvente, decidió dar un trago. Agua normal.

—Madura —dijo, antes de tomar otro onigiri.

—Miren quién fue a hablar... —canturreó, e inmediatamente la suela de la sandalia del artista se estrelló contra su máscara.

—¡Y déjame comer en paz!

Pero mientras seguía almorzando, esta vez en silencio, no pudo pasar por alto que Tobi seguía ahí junto a él, mirándolo fijamente. A pesar de llevar la máscara puesta, podía sentir su mirada en él a través de ese agujero que no dejaba ver nada de lo que había detrás de la espiral naranja. Normalmente, estaría sacándolo de quicio, abriendo cajones, preguntando para qué servía esa cosa o esa otra, y la que más le enfurecía, confundiendo su halcón con una gallina.

Algo no estaba del todo bien...

—Senpai —dijo, a la vez que masticaba la última bola de arroz.

—¿Mmh?

Al menos le había hecho caso. Lo había dejado comer en paz.

—Tobi tiene algo que decir... Algo serio.

—Déjame adivinar. La manzana tiene un gusano —dijo Deidara, rodando los ojos.

Era increíble lo predecible que podía llegar a ser.

—¿Eh...? ¡N-no, eso no! Algo más serio aún. Serio de verdad. Tobi está en un lío... Un lío muy grande.

O no...

Con la máscara, no podía ver su expresión facial. Eso le impedía hacerse una idea de lo que estaba ocurriendo en realidad. Observó su lenguaje corporal, no sabía si era su imaginación o no, pero Tobi se veía nervioso. O más concretamente, intentando disimular su nerviosismo.

—Tobi queriendo hablar de cosas serias... El mundo debe estar por acabarse —dijo para molestarlo un poco.

—A decir verdad, senpai, el mundo está a punto de acabarse —contestó alegremente.

Asintió con una leve sonrisa, fingiendo que lo creía.

—Habla entonces. ¿A qué esperas?

Tenía curiosidad por lo que fuera a decirle.

Su discípulo sacudió la cabeza. Caminó hasta él, tomó su mano y sacó el anillo, el cual dejó escondido en una bola de arcilla que encontró. Una de las normas de la organización era que los miembros no podían quitárselo sin una razón justificada de peso.

—¿¡Por qué has hecho eso!? —exigió saber.

—Nos vamos a otro lado —contestó Tobi.