La vida de Adrien había cambiado para bien, tenía más diligencias, sí; pero de algún modo, se sentía más vigorizado que antes.
Las clases, las sesiones de fotografía, salvar París y las citas con sus amigos y con su novia eran las actividades que abarcaban la mayor parte de su vida.
Y a veces, tenía que realizar genuinas acrobacias para que todo funcionara. Justo como ahora.
Había tenido que pasar un par de semanas con la agenda repleta, todo con el fin de tener un par de días libres para ayudar a la de ojos color cielo a pintar su habitación de blanco y azul ultramar.
Marinette había comprado la pintura necesaria hace un par de meses e iba por la vida con cierta molestia.
Pues estaba destinada a esperar a que llegaran las vacaciones para darse tiempo a mover los muebles de su habitación y pintar sin que esto le impidiera realizar sus deberes habituales; fue cuando Adrien en su más sincero deseo de verla sonreír le brindo su ayuda.
Y ahí estaba, con una mochila donde llevaba un par de cambios de ropa, a una cuadra de la casa donde pasaría ese fin de semana, lejos de la estricta locura de Gabriel Agreste y siendo parte de una familia amorosa que lo acogía como uno más de la misma.
Debía agradecer a las maniobras que Nathalie había realizado para ayudarlo durante ese par de semanas, además del consentimiento de su padre que había aceptado casi sin rechistar a pesar de su obvia incomodidad.
Era claro que seguía preocupado por su seguridad y que no había olvidado los condones que había mandado a comprar para él.
Pero eso era historia aparte.
Cruzó por la puerta del negocio familiar, siendo golpeado por el olor a pan recién horneado y encontrándose con una amplia sonrisa.
—¡Adrien! Que gusto volver a verte —El señor Tom se encontraba acomodando las bandejas para pan cerca del mostrador, listas para que los clientes las tomaran.
—Buenas tardes señor Dupain —Contestó el saludo del mismo modo cálido con el que lo habían recibido.
—Llegaste temprano, me parece que Marinette aún no despierta. Adelante, sube. Mi esposa no se encuentra, pero puedes pasar y despertar a mi hija —Las palabras del hombre fueron seguidas por un guiño que hizo sonrojar al rubio.
Se apresuró a subir las escaleras, intentando ignorar la risa mal contenida del mayor. Ya dentro del departamento se dirigió a la habitación de la de ojos color cielo; tocó un par de veces la trampilla esperando una respuesta que nunca llego, suspiro cansado y se animó a entrar.
—¿Marinette? —La habitación se encontraba con las luces apagadas, apenas alumbrada por la luz del sol que chocaba con las cortinas.
Suspiro nuevamente, sabia lo complicado que era despertar a la azabache y más tratándose de un sábado.
—Marinette, es hora de despertar.
Dijo al tiempo que removía las cortinas, lo suficiente para que algo de luz empezara a entrar correctamente al lugar.
—Vamos, ¿no estás ansiosa por ver tu habitación con toda la luz que tendrá al estar pintada de blanco y lo bien que contrastará con el tono perfecto de azul que tanto tardaste en encontrar?
Lo último lo comentó con una sonrisa al recordar lo alegre que su novia había estado mientras hablaba con Alya de sus planes de decoración.
—Recuerda que también hay que pintar los muebles, no puedes tener tu habitación en azul y los muebles en ro...
No pudo terminar la oración, toda su atención se había volcado en la chica acostada en la cama. Marinette tenía la mala costumbre de destaparse durante las noches y abrazar las frazadas o incluso el gato de peluche que tenía en el lugar; no era algo nuevo.
Pero Adrien estaba seguro de que el pijama anaranjado era una nueva invención de la chica, con todo y el bonito encaje que decoraba el filo de las mangas cortas; eso y la vista de una mínima franja de piel en su cintura.
Se sentó en la orilla de la cama ignorando sus últimos pensamientos y concentrándose en empujar levemente el hombro de la chica que dormía de lado.
—Mari, despierta —La aludida frunció el ceño mientras soltaba un leve quejido —Bonita, estoy aquí para que me invites a desayunar antes de que me pongas a trabajar.
La chica sonrió en sueños, abrazando más fuerte sus cobijas y hablando entre sueños.
—Adrien... —Un fuerte sonrojo se coló en el rostro masculino.
—Deberías despertarla, quizás tiene una pesadilla.
—Mejor escóndete Plagg.
Se levantó de la cama y tiró de un extremo de las frazadas, la azabache despertó al momento soltando un pequeño grito al tiempo que se incorporaba, parpadeando por unos segundos, intentando entender lo que había pasado.
Todo hasta que lo vio parado a un lado de la cama, con el filo de las frazadas entre sus manos.
—¡Adrien! ¿Por qué me despiertas de esta forma? —El comentario había sido seguido del sonrojo en aumento de la chica.
—Lo siento Mari, es solo que no me dejaste otra opción. No querías despertar —El modelo se rasco la nuca como solía hacer cuando estaba nervioso —¿Qué soñabas para no querer despertar?
Si un momento antes la chica se encontraba sonrojada ahora parecía una señalización de ¨ALTO¨ o algo parecido, la había atrapado infraganti.
Ella era simplemente adorable.
—Adrien, es sábado —Una sonrisa ladina acompaño el comentario —Y son las ocho de la mañana. Podría tener un sueño con la aparición de Hawk Moth y todos sus akumatizados y ni así me despertaría —Ambos rieron por el comentario —¿Podrías bajar? Dame cinco minutos para cambiarme el pijama y poder invitarte algo de comer.
—Claro —El chico se dirigió a la trampilla de la habitación que daba al piso inferior; a penas y estaba cruzando el umbral cuando otra figura femenina apareció en su campo de visión.
—Adrien, ya estás en casa —La mujer dejó a un lado los utensilios de cocina para poner toda su atención en él —Dime que lograste despertar a Marinette.
El comentario había sido dicho con un toque de cansancio, provocando que el varón riera por lo bajo.
—No se preocupe señora Cheng, Mari bajará en pocos minutos.
—Voy a tener que prepararte algo especial por esa gran hazaña —Ambos rieron —Ven hijo, siéntate. En un momento les serviré el desayuno.
El rubio se sentó en la mesa con cuatro sitios, en el asiento que solía estar libre y que de algún modo parecía estar designado a él. Con la mirada recorría el hogar como lo haría un niño al que se le ha pedido mantenerse quieto en un lugar extraño, aunque la conocía casi tan bien como su casa.
Le gustaba lo acogedora que esta resultaba con las fotografías familiares en todas partes y los pequeños objetos decorativos que caracterizaban el lugar.
Y sin poder evitar la euforia al ver su propia imagen en las fotografías de los Dupain, sacadas en distintos momentos durante ese año de relación con la azabache.
Estaba feliz.
De algún modo, sentía que todo lo que había tenido que soportar con la indiferencia de su padre y la ausencia de su madre había valido la pena, como una clase de pago a favor de la felicidad que ahora lo invadía.
Agradeciendo que Gabriel se mostrara ligeramente más relajado en su presencia y sobre sus acciones; ambos habían dado un paso adelante, después de mucho tiempo.
Aunque esto no dejaba de lado el dolor que aún sentía. Si aún estuvieses aquí, se comentaba mentalmente, intentando imaginar la interacción de la mujer que le había dado la vida con la familia Dupain e incluso con él.
Preguntándose si ella estaría orgullosa de la persona que ahora era, pensando qué opinaría sobre Marinette e imaginando que las cosas hubiesen sido más fáciles para llegar a ese punto de su vida.
Preguntas sin respuesta, consciente de que solo le quedaba esperar a que ella se encontrara bien.
Por ahora solo le quedaba disfrutar de las actividades inapropiadas para él según el concepto de su padre.
—¿No quieres ayuda? —Cuestionó a su novia que peleaba contra el bote de pintura después del desayuno.
—No, estoy segura de que puedo abrir… —La tapa cedió, haciéndola callar.
—Mari…
—¿Sí?
—Creo que te has manchado un poco de pintura —Comentó divertido el rubio que observaba la salpicadura de pintura en el rostro de la chica, en su mejilla derecha, cerca del labio.
—Creo que tienes razón
—-Permíteme.
—¿Qué haces?
—Aprovechar la pintura para recordarte cuánto te quiero —Aceptó mientras con su dedo anular dibujaba un corazón, provocando que la chica riera ligeramente por el contacto.
—Eres un tonto —Se quejó antes de aceptar un ligero beso contra sus labios.
La vida parecía perfecta en momentos así.
Entonces sucedió, una fuerte explosión se escuchó, la tierra retumbo y una serie de sirenas llenaron las calles; cruzando París a un punto cercano de la panadería Dupain.
Las sonrisas que enmarcaban sus rostros desaparecieron, cambiando por unas expresiones llenas de temor.
—¿Qué fue eso?
—¿Un akuma? —Razonó el chico.
—No lo creo, los akumatizados suelen tener poderes irreales más que destructivos.
—Chicos, ¿están bien? —Se escuchó la voz de la señora Cheng, que había abierto la trampilla abruptamente.
—Sí señora Cheng, estamos bien.
La televisión fue prendida en la sala de estar, donde la familia Dupain se reunió intentando entender qué estaba pasando.
—La catedral de Notre Dame ha caído tras una fuerte explosión, justo cuando la familia Burgeois conmemoraba la boda de la hermana menor de nuestro alcalde —La voz de Nadja Chamack era profesional, pero para los Dupain era fácil notar la preocupación en sus ojos a través de la pantalla.
—Ahí debe estar…
—Chloé.
—Debemos ir a ayudar —Finalizó Tom que apagaba el televisor y se dirigía a la salida.
—Ahora los alcanzo —Comentó Adrien —Necesito ir al sanitario.
Los Dupain salieron por la entrada del hogar, el rubio esperó unos segundos antes de invocar su transformación.
Estaba seguro de que muchas personas irían a ayudar y que nadie notaría su ausencia.
Tenía miedo, miedo de no poder hacer nada por su amiga de la infancia a pesar de ser un súper héroe.
—¡Ladybug! ¡Las personas están..! —Bramó un hombre uniformado a su compañera de peleas.
—Para eso estamos aquí —Razonó Ladybug con el hombre de alto rango.
—Digan qué debemos hacer y eso haremos —Completó el rubio.
Intentó centrarse, lo importante eran las vidas que se encontraban enterradas bajo los escombros., no su debilidad.
—Cadenas humanas, aquí y —Los aplausos pausados con desgano interrumpieron las instrucciones, guiando la mirada de todos a lo más alto de los despojos.
—La valerosa Ladybug y el incondicional Chat Noir justo al frente de la acción, nada mal para unos insignificantes niños.
—¿Quién eres tú? —Bramo el vestido de negro.
—¿Una akumatizada? —Cuestionó la de motas negras, preparando su yo-yo para pelear.
La mujer de traje dorado y cetro en mano empezó a reír.
—Mi poder está mucho más allá del de Hawk Moth querida.
—¿Qué es lo que quieres?
—¡Sus miraculous! ¿Qué no es obvio? Tienen mucho poder entre sus manos niños ignorantes y yo, lo quiero para mí.
La mano de la mujer se dirigió a su pecho, reafirmando sus palabras. Un poco de polvo dorado se desprendió de ella.
—Tendrás que venir por ellos si así lo quieres —Contestó con una seguridad que el varón estaba seguro de que en ese momento su compañera no sentía.
—Tranquila, está ha sido solo… mi carta de presentación. He esperado mucho y creo que es momento de tomar cartas en el asunto. No te olvides Ladybug, tienes cosas más importantes de las cuales preocuparte que de ese tonto que juega con los sentimientos de las personas. Yo, no soy un juego.
La mujer empezó a reír, convirtiéndose en polvo que se desvanecía en el aire, incapaz de ser amonestado con el bastón o el yo-yo de los héroes.
—¿Por qué todos buscan nuestros prodigios?
—No lo sé… —Se limitó a contestar la fémina —Será mejor que nos pongamos a trabajar Chat.
No era momento para hablar sobre eso.
—Ladybug —Interrumpió los pasos de la chica —¿Y si usas tu Amuleto Encantado?
—¿Qué?
—Ella dijo que no entendíamos el poder, quizás sirva de algo.
—¿Y si eso destruye el equilibrio? —Chat era consciente de que el maestro Fu se había tomado su tiempo para hacerle entender que no debía usarlo a la ligera.
—Esto no es algo que tuviera que pasar Lady.
Una idea sin demasiados fundamentos, pero peor era no intentarlo. Después se preocuparían por las consecuencias.
El yo-yo fue lanzado y un objeto cayó del cielo.
—¿Una mariquita de peluche?
—¿Crees qué..? —La chica se encogió de hombros.
Lanzó el objeto lleno de buena suerte y sucedió.
Las catarinas rodearon los escombros de la emblemática catedral, reconstruyendo las gigantes piedras y los bellos vitrales.
La gente que se había acercado para ayudar mantuvieron silencio hasta que vieron una de las enormes puertas abrirse. Las personas que habían estado en su interior los observaron a todos, conmocionados.
Gritando todos eufóricos y agradecidos por el poder del Lucky Charm.
—Gracias por tu ayuda Ladybug —Exclamó el alcalde que también había salido de la catedral seguido de Chloé que se veía claramente asustada.
—No ha sido nada —Respondió, tajante.
¿Estaba bien lo que había hecho? ¿Traería alguna consecuencia?
No lo sabían.
Y él, estaba más perdido de lo que le gustaría aceptar.
—¿Estás bien? —Quiso saber el rubio al tiempo que observaba a la chica, ambos en lo más alto de Notre Dame donde la boda continuaba su marcha.
—Sí, solo un poco asustada. Esa mujer…
—Hace parecer a Hawk Moth cómo un juego de niños.
—Así es.
—¿A qué crees que se refería? Sobre sus cartas en el asunto.
—No lo sé. Tendremos que ser más precavidos, Hawk Moth es nuestra prioridad, pero con ella las vidas de todos están en peligro.
Chat Noir se obligó a tragar duro, entendía perfectamente a lo que se refería y sabía lo mucho que a su compañera le importaba el bienestar de los demás.
—Oye —Llamó su atención al tiempo que ponía sus manos sobre los hombros femeninos —Todo va a estar bien, ¿sí? No dejaremos que los malos ganen, ni Hawk Moth ni la chica brillantina.
Ladybug sonrió enternecida, abrazando a su compañero como rara vez solía hacerlo.
—Gracias Chat, siempre sabes qué decir —El de ojos verdes se encogió ligeramente de hombros.
—Tengo mis momentos, Lady —El contacto no duro demasiado, apenas un par de segundos antes de que la azabache se incorporará nuevamente al oír la alarma de sus aretes.
—Debo irme, estaba con mi familia antes de que esto pasara, deben estar preocupados.
—Claro, yo también debería irme.
Ladybug dio un paso para atrás antes de girarse, perdiéndose el momento exacto en el que la sonrisa del rubio se había esfumado.
—¿Chat? —Los orbes azules se clavaron en él, quien había tomado la muñeca femenina, impidiéndole huir.
Los ojos del varón observaban detenidamente la mejilla de la chica, antes de acercarse el paso que Ladybug se había alejado y afrontar así su mirada color cielo.
Con su mano libre acarició el corazón de pintura azul ultramar.
Ese que había pintado en el rostro de Marinette antes de que la catedral gótica cayera en miles de pedazos; preguntándose cómo había sido incapaz de reconocer la dulce mirada de la chica que siempre le otorgaba una sonrisa.
—¿Ya te he dicho hoy lo mucho que te quiero? —Preguntó en un susurro, casi sin creérselo.
Pero así era, era el tono de azul exacto, ese que Marinette tanto había tardado en elegir y por el cual pasaría ese fin de semana en la casa Dupain.
—Eres un tonto —Reiteró la chica, acercándose para besar sus labios mientras que su transformación se evaporaba.
Azul y verde se encontraron, observándose con todo el cariño que se profesaban cada día, importándoles poco las emociones entremezcladas que en ese momento los invadía.
Habían pasado de una agradable mañana a un momento de estrés para terminar sorprendidos por el contrario.
—Deberíamos bajar de aquí, ¿no lo crees Marinette? Tus padres deben estar preocupados.
—Es una buena idea, Chat Noir.
La atrajo a él, dispuesto a saltar con ayuda de su bastón; plenamente consciente de que había muchas cosas que aún tendría que afrontar, pero que nada importaría, siempre que ella estuviese ahí, siendo su soporte.
Y claro, él sería el suyo.
Siempre.
Gracias por leer, votar y comentar.
No me maten, les dije que el epilogo era raro en comparación a la línea del fic en general. En un principio pensaba poner un akuma como tal como villano, pero tras una conversación breve con LadyAqua198 y otra conversación en Amino con las lindas personas de Spots On! Claws Out! (donde les contaba en rasgos generales mi idea de cómo creo que continuara la serie) pues... terminamos con esto. XD