Definitivamente, Satanick se sentía extraño esa mañana. Debía de estar enfermo, o se estaba volviendo loco. Fuera lo que fuera, a sus ojos, la tierra del sol se encontraba más brillante que nunca. Los habitantes de su mundo, tan bellos como su Dios y su diablo, tenían sonrisas tan brillantes que incluso cegaban al diablo. ¿Por qué estaban tan felices? Siralos era muchas cosas, pero no era un mal Dios, ¿Qué había hecho para hacer a su gente tan feliz? Le asustaba saberlo.

Dejando aquel brillante mundo atrás, Satanick se adentró al hermoso palacio donde lo esperaba el Dios de ese mundo. Lo extraño, es que al llegar al palacio, la preciosa mano derecha del Dios, Iglis, lo estaba esperando.

-Por favor acompáñeme.

Satanick solo asintió y la siguió. El ambiente en el castillo también se sentía diferente. Las risas y voces en el castillo eran mayor que cualquier otro día, era tan raro el ambiente que Satanick incluso olvido que estaba solo con una belleza como Iglis cuando su Dios nunca se lo permitía. Algo andaba mal, y quería saber que era.

-Por favor pase.

Iglis llevo a Satanick a un espacioso salón y se retiró enseguida. El salón se encontraba casi vacío, decorado en zonas específicas con garrones con flores y alguna que otra estatua, sin ningún tipo de mueble u otra decoración, parecía ser una sala de fiestas. Siralos miraba desde la ventana del salón la grandeza de su mundo. Se veía hipnotizado por este, como si fuera la primera vez que lo contemplaba. Y Satanick podía afirmar, que era la primera vez.

-¿No te parece hermosos?-empezó a hablar Siralos sin dirigirle la mirada-Un mundo sin imperfecciones, donde todos son obedientes y no sienten ningún miedo o preocupación; un mundo sin manchas.

-Demasiado brillante, justo como te gusta-dijo burlón el diablo-Entonces, ¿Me llamaste para tomar el té, o quieres resolver esto a la antigua?

Aquello último hizo reír al Dios. Buena señal, o así lo tomó Satanick.

Finalmente Siralos se dio la vuelta, acercándose a paso lento a su invitado, quedando a un par de metros de él.

-En realidad te llame porque quería presentarte a alguien. Nadie fuera de este mundo lo conoce, así que como mi gran amigo, creí que sería justo que lo conocieras primero que nadie.-Siralos guardo silencio un segundo, esperando algún comentario del confundido diablo. Nada, prosiguió-¡Puedes pasar!

Las puertas del gran salón se abrieron de par en par, dejando entrar al invitado de honor de aquel encuentro. Satanick se encontraba dándole la espalda al recién llegado, confundido porque aun cuando era alguien nuevo, Satanick conocía su olor. Creía que sus sentidos le estaban jugando una broma pesada, porque aun cuando su aroma le recordaba a él, los pasos que se aproximaban eran fuertes, seguros, imponentes; no los lentos y tímidos pasos de esa persona. Los pies del diablo temblaban, negándose a moverse y dar media vuelta para enfrentar la realidad o la mentira que se aproximaba.

-Un gusto en conocerlo, soy la mano derecha del Dios de la tierra del sol, Siralos.

Sus pies se movieron solos al oír esa voz. Ante él, a menos de un metro, se encontraba la hermosa figura que había tocado innumerables veces, portando un elegante uniforme, y haciendo una reverencia en señal de saludo. Él le estaba haciendo una reverencia, como un sirviente que saluda al invitado de su señor, como alguien que acaba de conocer.

Deja de hacer una reverencia, y emboza una suave sonrisa en su rostro por educación, aunque parecía natural, su sonrisa se sentía natural.

-Mi nombre es Ivlis.

Las palabras no salieron de la garganta del diablo. Cientos de maldiciones pasaron en su cabeza, mil maneras de matar al Dios cruzaron por su cerebro, y un millón de formas de quitarse la vida le parecen la opción más razonable. ¿Por qué? Porque tiene cero ideas de cómo solucionar esto.

-A esto te referías…-las palabras salían de su boca entrecortadas, señal de las lágrimas que se avecinaban-… ¿Con arreglar las cosas?

-¡Oh!, que maleducado de mi parte Nick, olvide el té. Ivlis, lleva a nuestro invitado a la sala del té por favor, yo iré por Iglis para que nos haga compañía.

-Como usted ordene.-respondió con una voz animada, irreconocible, si la comparabas con su suave y apagada voz.

Rápidamente, el Dios abandono el salón, dejando solos al par de diablos para que se "conocieran". Satanick sentía un nudo en su garganta que le impedía hablar, al mismo tiempo que sus ojos parecían arder con solo tenerlos abiertos. La persona frente a él… ¿Realmente era Ivlis? Podía ser una copia, una ilusión, ¡no tenía que ser el verdadero Ivlis!

-Por favor sígame, Sr. Diablo.

El más bajo comenzó a caminar sin mirar atrás. Satanick lo imito y a duras penas echó a andar. Satanick no conocía a la perfección aquel castillo, normalmente su ruta era de la entrada a la sala del té, o a la habitación de Siralos, pocas veces había explorado el castillo como para conocerlo muy bien que digamos. Sin embargo, Satanick ya había cruzado este pasillo hace unos minutos, y sabía perfectamente cuanto faltaba para llegar a la sala del té. Muy poco.

Muy poco para conocer las respuestas a sus cientos de preguntas, muy poco para confirmar si ese realmente era su Ivlis, muy poco para poder solucionar aquello, muy poco, pero aun así…

-Ivlis, ¿Cómo te llevas con tu hermana?

-¿Yo?-la pregunta tomo por sorpresa al chico-Bueno, amo a mi hermana: hablamos mucho, entrenamos juntos, pasamos nuestro tiempo libre juntos, incluso a veces cocinamos, aunque suelo estropearlo y ella prefiero hacerlo sola. Pero aun así, creo que no soportaríamos estar separados mucho tiempo, ambos… somos el apoyo del otro, o eso creo.-Ivlis no pudo evitar decir eso último con una suave sonrisa.

¿Qué era eso? Por primera vez, Satanick había sentido amor en las palabras de Ivlis. Aun cuando sus conversaciones no eran relativamente largas, Satanick nunca sintió algún tipo de emoción en las palabras de Ivlis, ninguna que no fuera miedo, odio, indiferencia… nunca sintió verdadero amor o felicidad en ellas.

-¿Qué tal usted Sr. Diablo?, ¿Tiene algún hermano o hermana?

Un desagradable recuerdo cruzó la mente de Satanick. Increíble, se sentía tan mal en esos momentos, que incluso esos recuerdos comenzaban a afectarle.

-Tengo un hermano mayor… pero nuestra relación no es como la suya.-respondió desviando la mirada.

Ivlis no quiso indagar más por la respuesta de su acompañante, pero faltaba un poco de camino, así que no quiso dejar la conversación ahí.

-¿Y qué tal sus hijos?, ¿Tiene algún hijo Sr. Diablo?

Una dolorosa punzada perforo el corazón de Satanick. Sus labios empezaban a temblar sin control, por lo que tuvo que morderlos y haceros sangrar un poco para responder. Ivlis no se dio cuenta.

-T-tengo dos… el más pequeño… no tiene muchos años de haber nacido…

-¡Oh!, eso es genial, ¿Quiere mucho a sus hijos Sr. Diablo?

Satanick comenzó a caminar más despacio, sintiendo su cuerpo débil con cada paso que daba. Quería irse, volver a su habitación, lanzarse a su cama, y pensar que todo aquello era una horrible, y triste pesadilla. Pero… ¿Qué le garantizaba que volvería a ver a este Ivlis otra vez?, ¿Qué volvería… a poder hablar con el de esta manera?

-Si… los amo. A mis hijos, y a sus madres, los amo demasiado.-Satanick apretó sus manos, notando como temblaban al igual que sus labios hace rato-El más pequeño, se parece mucho a su madre. Tiene un pésimo carácter, puede ser algo hiriente a veces, pero cuando ves sus ojos, sus hermosos ojos dorados como los de su madre, sabes que en realidad es un buen chico. Lo amo, al igual que su madre, ellos… son mi familia.

Ivlis le dedico una suave sonrisa a Satanick, que incluso con todas las que le había obsequiado hasta el momento, consideraba la más hermosa de todas.

-Entonces está bien. Mientras pueda estar al lado de la persona que ama, entonces está bien. A eso se le llama felicidad, después de todo.

-Tu eres, ¿Feliz?-ni siquiera él sabía de donde salió aquella pregunta, aunque lo hizo pensar… ¿Alguna vez había pensado en la felicidad de Ivlis?

-Si.-respondió al instante-Soy feliz. Mientras tenga a mi hermana, a mi mundo, y pueda estar al lado del Sr. Siralos… seré feliz.

Lo sabía. Aun cuando era la primera vez que Ivlis expreso sus sentimientos hacía el, todo aquello Satanick ya lo sabía. Era gracioso, el cómo todo este tiempo estuvo haciendo la vista gorda a lo evidente: jamas haría feliz a Ivlis. En tan solo una caminata por un largo pasillo, Satanick había conocido al verdadero Ivlis: al amable, hablador, y bondadoso Ivlis.
El Ivlis que estuvo todo ese tiempo a su lado, el que forzó a permanecer a su lado, no era más que un alma en pena sin rumbo alguno. El mismo lo dijo antes: Ivlis había muerto al momento de salir de la tierra del sol. Lo sabía, y aun así…

-Sr. Diablo…-el diablo menor detuvo su caminar, deteniendo a su acompañante tomándolo por el hombro.- ¿Está usted llorando?

no quería aceptar la realidad.

No necesitaba un espejo para saber cómo se veía: patético, derrotado, vencido. Todas esas preguntas en su cabeza eran inútiles, porque solo había una respuesta: Siralos había ganado, no, siempre ha sido el ganador. Todo lo que Satanick había vivido hasta ahora, no era más que un premio de consolación. Nunca ha peleado por Ivlis, porque nunca ha tenido una oportunidad de que sea suyo. Siempre le ha pertenecido a Siralos.

-Lo siento.-aquella dura, pero a la vez suave mano escamosa, acariciaba su rostro con un pañuelo para limpiar sus lágrimas-Esto es todo lo que puedo hacer.

En momentos como estos, el corazón de Satanick se habría disparado, su rostro se hubiera cubierto de un rojo igual o más fuerte que el de su amado, y le hubiera saltado encima diciéndole cuanto lo amaba. Entonces, ¿Por qué las lágrimas no se detenían?

"Es cierto, no me ama, pero nunca lo ha hecho, ni nunca lo hará, ¿Por qué las cosas deben ser diferentes ahora? Puedo raptar a Ivlis, volver las a cosas como eran antes, solo necesito su cuerpo, ¿Verdad?, ¡¿Verdad?!. ¡¿VERDAD?!".Los pensamientos de Satanick estaban fuera de control, al mismo tiempo que sus manos se movían despacio para tomar a Ivlis por los brazos, y arrastrarlo de nuevo a su infierno.

-Mmm…Sr. Diablo, sé que usted no debe estar de humor pero, ¿Me contaría de su mundo?

Sus manos se detuvieron en seco al escuchar aquello, e hizo una mueca extraña como respuesta, por lo que Ivlis siguió hablando.

-Me da un poco de curiosidad, así que pensé que… usted podría contarme sobre él. Sé que hay más mundos haya afuera, pero nunca podré verlos, así que-

-¿Por qué no vienes conmigo?-pregunto interrumpiendo al diablo con su voz entre cortada-Te lo enseñare, todo, no solo mi mundo, te mostrare todos los mundos que quieras.-Ivlis alejo su mano con el pañuelo, extrañado por las palabras del diablo-Así que… así que…

"…abre los ojos".

Aquello último no salió de sus labios, solo se quedó en su mente.
En todo este tiempo, mientras ambos charlaban como recién conocidos, Satanick no fue capaz de ver el rostro de Ivlis hasta ahora. No soportaba ver sus ojos cerrados como los de su hermana. Ya no había diferencia entre ellos dos, más que su mera apariencia.

Incluso con lo tonto que eran los ideales de Ivlis, Satanick admiraba, aunque fuera un poco, que eran suyos. No eran los de Siralos, no eran los de Iglis, no era los de nadie en la tierra de sol, al igual que sus ojos, eran suyos. Pero ya no estaban, o más bien, estaban ciegos. Satanick jamas volviera a ver aquellos ojos, ni a Ivlis.

-¿Eh?

El pequeño diablo de la tierra del sol se asustó por un momento, al ser rodeado por los brazos del invitado de su amo. Tembló bajo su cuerpo por los nervios al no saber qué hacer ante aquella situación. Era el invitado de su Dios, así que no debía ser maleducado con él, pero su señor los estaba esperando, ¿Por qué lo había abrazado así de repente?

Entonces, Ivlis entendió. Al sentir la humedad en su hombro derecho, envolvió al diablo del pitch black en sus brazos, correspondiéndole el abrazo. No sabía cuál era el motivo, pero sabía que aquella persona ante él, estaba dolido. Quizá había perdido a alguien importante, o quizá estaba pasando por un momento difícil. De todas formas, si aquel simple gesto lo ayudaba a aliviarse un poco, Ivlis le prestaría su hombro el tiempo que fuera necesario. Aun cuando su señor se moleste con él, no le importaba.

-Tu…-la voz de Satanick no era más que un simple susurró-eres demasiado amable.

Satanick hizo un último gesto como despedida. Por "primera", y última vez, beso los labios de Ivlis con ternura para decir adiós. En ningún momento había planeado beber té con Siralos, así que tras separarse del confundido diablo de fuego, Satanick abrió un portal y abandono el lugar.


-Oh, así que nuestro invitado se fue.

-Lo lamento mucho Sr. Siralos, no sé porque…-el joven no sabía que decirle a su Dios, aunque no era necesario.

-No te preocupes, él está pasando por un momento muy difícil, supuse que no estaría de ánimos para conversar.

Ivlis no pudo evitar posar una mano en sus labios, sintiendo aquel contacto extrañamente familiar.

-¿Qué le ocurrió?-pregunto sin rechistar.

-Su hijo menor acaba de morir. No se sabe que ocurrió, el cadáver del pequeño solo apareció en su recamara. Seguro que cuando vuelva, será como verlo por primera vez.

Sin saber porque, el pecho de Ivlis comenzó a dolerle a más no poder. Sentía su cuerpo tambalearse, como si perdiera el equilibrio. Ciertamente se sentía mal por aquel diablo, ¿Pero porque el… se sentía tan afectado?

-No tienes que sentirte así por él, aunque entiendo tu empatía. Si yo perdiera a uno de mis hijos, no sabría cómo seguir adelante.

-Sr. Siralos… yo…

-Ivlis, te amo. Después de todo, eres mi adorado hijo. ¿Lo sabes verdad?

Embozando una suave sonrisa, el diablo de la tierra del sol asintió a gusto, mientras su amado Dios le devolvía la sonrisa, viendo desde su ventana, como a lo lejos las rosas en su jardín empezaban a marchitarse.