¡Holis! Ya sé que debo media docena de continuaciones, pero bueno, miren, la cosa es que me emociona este proyecto nuevo.
Y pues esto da para un Two Shot, y será JayDick. Luego veremos si hay algo más.
La idea en general es hacer varios One Shots y Drabbles, que pertenecerán a una misma serie.
Por si no se nota, me inspiré muchisimo en Besos de sangre, o La marca del Lobo, depende de como lo hayan leído-visto
Loup garoux
Tomó un cigarrillo entre sus dedos, y lo encendió, se limpió la sangre que manaba de su labio, y se peinó el cabello con los dedos, echándolo hacia atrás. Hizo una parada en Blüdhaven, antes de regresar a Gotham. No estaba seguro de que tan bienvenido sería, pero sin duda tenía bastante curiosidad por lo que pasaría.
Y obviamente se había tenido que meter en problemas. Claro, era por culpa de Bruce. No exageraba al pensar eso, o al menos era lo que quería pensar.
"Grandioso Todd. Insulta al mastodonte líder de los imbéciles come humanos" se dijo a sí mismo, alzando los puños a la altura de su rostro para poder cubrirse y dar un último golpe al lobo alfa que había fanfarroneado sobre comerse a una pequeña Caperucita Roja para burlarse del lobo Wayne que se las daba de santurrón. Había dejado caer sus puños sobre el pobre diablo, y cuando lo reconocieron como uno de los suyos, lo llevaron hacia uno de los puertos abandonados. Lo último que necesitaba –en serio– era llegar con más moretones a casa. Dick y Alfred seguramente harían un escándalo.
Golpeó al único que quedaba de pie, y escupió al suelo una mezcla de saliva con sangre.
Se tronó los puños y fue en busca de su motocicleta.
"A Bruce no le va a hacer mucha gracia" pensó mientras arrancaba. Pero Jason solía defender el nombre y la imagen de su manada, a golpes, porque eran lo único que esas bestias entendían.
Jason soltó la mano del adulto, enfadado porque lo tratase como un niño pequeño. Ya tenía doce años, y era un chico grande. No necesitaba que lo llevaran de la mano por todos lados, pero la voluntad aplastante del alfa era mucho más de lo que podía soportar. Era tan injusto.
Caminó con pasos pequeños y tímidos por el vestíbulo. Nunca había visto un lugar tan grande y lujoso. El hecho de que solo fuera la entrada lo hacía más impresionante. Jason olfateó con cierta curiosidad el aire, al percibir más aromas aparte del de Bruce Wayne, su nuevo tutor. Estaba un olor que ya conocía, el del viejo lobo que solía acompañar al alfa, y un aroma más que era completamente nuevo. Debió mover la nariz de una forma muy evidente, puesto que Bruce enarcó una ceja, y luego relajó su expresión, por lo que Jason se echó a correr para alejarse de él, esperando poner suficiente distancia entre él y el mayor.
La casa era enorme y vieja. En cada muro se podía sentir la calidez de tiempos atrás que una numerosa manada solía dejar en sus hogares. No pudo evitar sonreír, porque a pesar de que el aroma era viejo, aún había una fuerte presencia que indicaba alegría. Caminó por la sala, y por un enorme salón, hasta que llegó a la cocina. Allí la puerta parecía dar hacia un jardín trasero, francamente más bonito y menos artificial que el de la entrada. Avanzó y se adentró en el jardín, que era extenso, y privado, y lo mejor era que daba hacia el bosque. Se mordió los labios, tentado a huir, ¿Cuánto tiempo tardaría Bruce en darse cuenta? No mucho, pero podía hacer el intento. Él no era su padre, no era su manada, y no era su líder.
Se limpió el sudor en sus pantalones, se puso de cuclillas y jugó tentativamente con su camisa, intentando ocultar sus verdaderos sentimientos.
Todo había pasado muy rápido: el alfa lo había encontrado porque intentó robarle la cartera semanas atrás. Y es que Jason no había notado que Bruce era un lobo hasta que ambos se vieron a los ojos. Desde entonces había tenido que huir varias veces del alfa. Luego servicios sociales estaba tras él de nuevo, porque Bruce Wayne lo había pedido. Y ahora estaba atorado con ese pesado.
"Debiste correr. Pero no, tenías que dejar que te pillaran. Grandioso, Jason"
Se regañó mentalmente, sintiéndose enojado consigo mismo. Estaba tan concentrado en eso que no sintió cuando un rostro de un lobo más joven se puso frente al suyo. Apenas abrió los ojos, vio unos irises azules vibrantes y alegres. Y el aroma hasta entonces desconocido cobró sentido para él en ese instante, ese era el lobo restante. Lo sabía también porque en aquella sonrisa se asomaban los caninos más pronunciados, pero sobre todo, porque este también estaba oliéndolo. Ese lobo era un poco mayor que Jason, y estaba agazapado frente a él.
Una corriente eléctrica hizo que su columna vibrara y se cayó hacia atrás, haciendo que el lobo mayor se riera a pulmón vivo.
El cachorro arrugó la nariz, intentado ignorar que le gustaba esa risa. Era bonita.
Los ojos del muchacho se fueron aclarando, y sus pupilas se rasgaron. El muchacho se inclinó sobre él y pudo ver como comenzaba a ser olfateado por el lobo mayor, y Jay solo pudo encogerse sobre sí mismo, mostrando su estómago y su vientre expuestos, pero también hizo el intento de olfatear a ese cachorro extraño, y decidió que no era amenaza.
El macho joven debió concluir lo mismo que él, porque terminó sonriéndole de nuevo y lo abrazó, pegándolo a su pecho como si lo conociera de toda la vida.
— Eres tú. — susurró suavemente, y le revolvió el cabello.
Jason no conocía lo que era estar en una manada. Su padre y su madre no eran precisamente muy paternales, así que no estaba acostumbrado al afecto.
Pero los brazos torneados del muchacho, y el calor natural que su cuerpo expedía, eran reconfortantes y agradables. Por eso se dejó hacer a pesar de sentirse extraño.
— Bruce me habló mucho de ti. Pero no me dejaba ir a verte aún, pero eres perfecto. — continuó el chico, dejando que su olor se mezclara con el suyo.
El lobo más joven se estremeció profundamente, pues aunque después lo sabría, estaba uniéndose a la manada.
— Soy Jason. — murmuró finalmente, cuando se acostumbró a la abrumadora sensación de calidez que el cachorro mayor le estaba enviando.
— Lo s
La lluvia arreció, y el sonido de las patas golpeando los charcos resonó en las orejas de Bruce. El enorme lobo negro descansaba de una de sus correrías con Kate, Thomas, y Jim. El padre y las hermanas de Kate aún se mostraban recelosos contra él, y aunque explícitamente les había prohibido a todos acompañarlos a él y a Dick, Jim al ser el alfa había hecho lo que le dio la gana. Dick por supuesto, había terminado invitando a Barbara y a Fox, y al ser apenas unos cachorros en comparación a ellos, sus energías aún continuaban intactas. Gruñó, y recostó la cabeza en el suelo, aunque no dejaba de vigilar a Richard que jugaba con Luke.
Alfred se había quedado en casa con Jason, pues el menor de los Wayne aún no estaba seguro de llevarlo con el resto de la manada a las cacerías, pero el chico esperaba ansioso el regreso de su hermano mayor. Alfred lo miraba con ternura, y comprendía el sentimiento. Dick representaba de muchas formas el carácter afectivo de los de su especie. Era cariñoso con Jason, y muy atento, como los lobos solían ser con los cachorritos pequeños. Bueno, también era cariñoso con él, y con Bruce, y ahora junto a Jason, comenzaban a darle una vitalidad nueva a la mansión a Wayne. El anciano siguió cortando los ingredientes para la cena, alzando la vista de vez en cuando para observar al cachorro asomarse por la ventana, esperando captar el aroma de Dick acercándose. El viejo lobo le pedía al chico que le ayudase para distraerlo, y es que a Jason parecía gustarle el cocinar.
— No, no, joven Jason. — le corrigió cuando el niño comenzó a batir un par de huevos — Sostenga el tazón de esta forma, — le acomodó el recipiente y agregó— le será más fácil.
— Pero es que es más rápido de la otra forma — se quejó con su voz aniñada y el viejo comenzó a reírse, solo un poco. — ¿Le gusta más a Dick así? — preguntó un poco resignado.
— Al amo Richard le gustará lo que el joven amo quiera darle. — sonrió seguro de sus palabras. — Pero el amo Thomas se quejará, eso es seguro. Es tan quisquilloso que lo va a notar.
Jason hizo un puchero, pero continuó ayudando al mayordomo. Él y Dick lo trataban muy bien, siempre haciéndolo sentir querido, protegido. Y aunque Bruce y Thomas no eran precisamente cariñosos, ellos no lo rechazaban.
Cuando la luz del ocaso los llenó, un aullido no muy lejano alegró la tarde de Jason. Miró suplicante al anciano, que solo pudo sonreír y le dio una suave caricia en la cabeza.
— Adelante, amo Jason, esto ya está listo. — le restó importancia.
El niño sonrió y se comenzó a quitar la ropa a medida que avanzaba por el jardín. El dolor de sus huesos rompiéndose y acomodándose no era tan grande: Bruce le había explicado una vez que como era solo un niño, aún eran muy flexibles. Un momento de dolor agudo quedó atrás al sentir la liberación que le proporcionaba su verdadera forma. Era un lobo pequeño aún, con los ojos verdosos resaltando bajo sus espesas pestañas y el pelaje rojizo pardo abundante cubriendo en exceso las zonas más vulnerables. Echó a correr hacia el origen de los gruñidos y de los aullidos.
En su mente, Jason solo podía esperar a encontrarse con su hermano mayor, porque era divertido jugar con él bajo sus verdaderas formas. Corrió colina abajo, sintiendo como la tierra suelta cedía bajo sus patas. Amaba ese olor, el olor de la tierra y del bosque. El sonido de la naturaleza se metía dulcemente por sus oídos. Los animales más pequeños huían de su presencia, pues en donde hay un Loupgarou, hay más de ellos.
El cachorro de pelaje rojizo se abalanzó sobre el lobo gris cuando al fin lo encontró, emitiendo un gruñido perezoso y rasposo, que su fue respondido con pequeños mordiscos sobre su cuerpo. Dick era un lobo no muy grande, pero en extremo ágil. Era eso lo que hacía complicado que Jay pudiese echarle una mordida, puesto que las patas de Dick se movían demasiado rápido.
Los adultos solo les dirigieron una mirada, y luego continuaron descansando.
Luke, el más grande de ellos, tomó a Jason por el pellejo y lo puso a un lado, recibiendo un gruñido de advertencia de Babs, que cariñosamente comenzó a bañar al pequeño. Dick puso esa cara de cachorrito que le salía tan bien, y gimoteó, echándose frente a su hermano. Ambos se miraron con intensidad, y aunque no podían hablar, en sus ojos se veía una tranquilidad compartida.
Jason no lo decía, pero estaba profundamente agradecido de que Bruce lo hubiese sacado de las calles de Gotham.
Cuando Barbara hubo terminado de limpiarlo, tanto Luke como Dick se pusieron de pie de nuevo, y lo animaron a correr con ellos, siendo seguidos de cerca por la hija de Jim.
Kate les dio dos mordiscos entre las patas a manera de advertencia: no quería que se alejaran de ellos demasiado. Los cazadores aún estaban tras ellos, y en el mundo actual, estar tan cerca de las ciudades siempre suponía algún problema.
Jason eran muy joven para participar en las cacerías, pero de cualquier forma correr con los demás era algo profundo, algo que los llenaba.
Últimamente, Dick no le ponía tanta atención como antes, y aunque al pequeño cachorro le caía bien Barbara, intuía que era su culpa. La joven loba era apenas unos años mayor que Dick, pero solía estar con él en los tiempos libres de la escuela, al igual que Luke.
Aún no entendía por qué, pero eso dolía.
Los lobos eran animales que estaban destinados a no vivir en soledad. Podían dejar la manada, aunque eso fuera peligroso. Pero eran seres cariñosos por naturaleza, capaces de enlazarse emocionalmente a un nivel tan profundo que ningún humano podría entender.
Era la primer luna en la que corría con Bruce y Dick, y el resto de la manada. Amada Luna, estaba tan ansioso. Cuando Bruce y Dick salían juntos y Jason se quedaba en casa se sentía terriblemente inquieto, porque aunque Alfred lo cuidaba bien, le gustaba jugar con Dick. Dick era un poco como él, entendía lo que era estar solo. Y podía sentir además el cariño fluir de su lobo interior sin problema alguno. A veces, con el mal carácter de Bruce, era difícil ser tan expresivo, y decirle que es lo que quería. Igual que con Thomas. Pero con Dick, no tenía la necesidad de explicarse, su hermano mayor podía leerlo cual libro.
Además, Dick no era tan gruñón como Bruce, y aunque solía regañarlo por salir sin permiso, no duraba molesto con él ni un día.
Se metió a la ducha y dejó que el agua se llevara los restos de suciedad. Tenía tierra por todo el cuerpo, y Bruce le gruñiría si llegaba en ese estado a su primer cacería. Aunque, al fin de cuentas, Jim no le diría nada.
Cerró las llaves la ducha y finalmente se miró en el espejo. Ya no era tan pequeño, y hecho, estaba a punto de sacarle una cabeza a Dick, y aunque aún era delgado, Alfred y Thomas continuamente comentaban que Jason pronto sería tan imponente como Bruce mismo. Aunque se pintaba el cabello las raíces siempre se notaban rápidamente, y aunque Dick siempre le reñía por pintarse, era su forma de sentirse parte de la manada.
Dos toques en su puerta y la voz ahora más gruesa de Dick lo trajeron de vuelta
— Jay, ¿Está todo bien? Thomas y Alfred dicen que te des prisa, Jim ya está en camino. — dijo su hermano mayor. Sintió un cosquilleo en su vientre y suspiró.
— Me estoy vistiendo, Dickface. — dijo a sabiendas de que le reclamaría.
— ¡Qué no me llames así! — casi podía imaginarse el puchero en la cara del lobo mayor. — A veces no sé qué es peor, si el pequeño Jay llorón, o el Jay que me insulta cada que puede. — bromeó sin estar molesto en realidad.
— ¿Quién jodidos era un llorón? — preguntó irritado, y Jason salió del baño, con solo sus pantalones puestos. Dick sonrió al ver que había logrado hacerlo enojar.
Ambos se mostraron los dientes, y Jason no tardó en derrumbarlo sobre su cama, forcejeando. Ambos sonrieron al final y se tiraron a descansar.
— ¿Estás listo para hoy, Littlewing? — preguntó Dick, y se giró sobre su costado para ver al menor.
— Ya tengo quince años, Richard. — se quejó imitando al mayor, y pegaron sus frentes. Jason sintió que su corazón se aceleraba, y sus mejillas ardían. No por vergüenza; siempre hacían eso. Pero en ese instante Dick lucía especialmente guapo, dándole tanto apoyo y cariño, que su estómago se revolvía. — Voy a vencerlos a todos.
— Nada ambicioso, vaya. — el lobo gris fijó su vista en el menor, y sonrió gentilmente. Sintió un cosquilleo en golpear las aletas de su nariz y soltó un pequeño gruñido.
Ambos lobos se miraron en silencio durante varios instantes. Jason sintió que su lobo le pedía algo más.
En la mansión se respiraba un aire más cálido. Para Bruce, no era algo desagradable del todo.
Cuando sus padres murieron, y él y Thomas se quedaron al cuidado de Alfred, se prometió que se alejaría de las manadas. Se dijo que él no necesitaba crear lazos que después lo fuesen a volver vulnerable. Él solo necesitaba volver fuerte para proteger a Thomas, y a Alfred. Se prometió que solo serían ellos dos los que entrarían en su corazón.
Bruce no contaba con que un día, la muerte de una manada nómada, le fuese a cambiar la vida tanto.
Y tampoco pensó, que luego de tomar a un cachorro bajo su tutela, tuviese la capacidad –o las ganas –de tomar otro más. Y luego a uno más. Y cuándo llegó su hijo biológico, supo que había sido el karma jugándole sucio. Claro, su naturaleza animal era incapaz de resistirse a su instinto de paternidad. De proteger.
Era consciente de que no era el mejor padre del mundo, porque en principio, ni siquiera había tenido una manada, una familia cálida que ofrecerle a los chicos. Gracias a la Luna, y a Jim, la manada de Gotham había recibido bien a los dos cachorritos y a Alfred, a pesar de Thomas y de él.
Pero lo que no esperaba, era que las cosas se pusieran tan difíciles con sus hijos. Especialmente con Jason. El cachorro había salido de su casa con tan solo unos diecisiete años, alegando que Bruce intentaba siempre controlarlo todo. Cosa que era parcialmente cierta.
El alfa observó a Tim y Damian gruñirse, mostrando sus colmillos. El hombre suspiró y les dirigió una mirada de advertencia. Pronto sería el cumpleaños de Dick, pero su hijo mayor solo podía tomarse ese fin de semana como días libres. Alfred estaba metido en la cocina, y estaba casi seguro que había expulsado a sus hijos en cuanto empezaron a discutir. Los niños le miraron con una cara de animalitos abandonados, antes de echar a correr hacia la puerta cuando el timbre sonó, discutiendo sobre quien le abriría a Richard.
Bruce tardó cerca de un segundo de darse cuenta de que sus hijos se iban a llevar una sorpresa al abrir la puerta y lanzarse sobre el recién llegado.
...
Bueno, ¿les ha gustado está idea? Me gustaría saberlo, y espero pronto tener la continuación.
Besos, criaturas.