¿Dónde está papi?
Marinette Dupain-Cheng corrió velozmente esquivando de forma torpe a toda la gente que se atravesaba en su camino hacia la escuela primaria en donde tendría que estar desde hace ya cinco minutos.
Perdió las llaves de su auto y de tonta dejó su billetera dentro del vehículo por lo que no tenía dinero para transporte, así que no le quedó de otra que correr con sus bailarinas atravesando Paris sin un segundo pensamiento para tratar de no llegar tan tarde al importante acontecimiento que no podía prescindir de su presencia.
Siete minutos más tarde de lo que debería, finalmente llegó a las puertas de la escuela primaria y buscó una cara familiar entre tantos padres y niños retirándose hacia sus hogares. Sonrió aliviada al finalmente divisar una pequeña y malhumorada carita que conocía más que bien.
Unos brillantes ojos verdes bordeados de espesas y largas pestañas la miraron con reproche mientras caminaba hacia su pequeña copia, con la piel tan blanca como la suya, los mismos labios rosas curvados con molestia y el rostro idéntico, lo único en lo que diferían era que la chiquita tenía distinto color de ojos y era rubia con el cabello levemente ondulado suelto largo los hombros.
-Hola, princesita.- saludó nerviosamente.
-¡Mami, habías prometido no llegar tarde esta vez!- Marinette se estremeció cuando el regaño que ya había estado esperando llegó. -¡Es mi primer día en la escuela primaria y lo prometiste!- hizo un puchero y sus grandes ojitos adorables se llenaron de lágrimas.
-¡Lo siento, mi amor, lo siento!- juntó las manos sobre la cabeza mientras se regañaba mentalmente. –Y-ya s-sabes que mami es muy torpe y perdí las llaves del auto y dejé mi billetera dentro así que tuve que venir caminando y un montón de gente se atravesaba en mi camino y no podía empujar a nadie o me arrestarían, otra vez, y no habría llegado nunca ¡y tú me odiarías y te irías a vivir con tus abuelos y me olvidarías y yo moriría sola y triste y nadie iría a mi funeral y…!...- sus lloriqueos pararon al escuchar unas ruidosas carcajadas que la hicieron dejar de sujetarse la cabeza histéricamente y bajar la mirada a donde su hija se sujetaba el estómago sacudiendo su pequeño cuerpo por las risas.
-Ya, está bien, mami, te perdono.- se limpió una lagrimita y la miró con su hermosa sonrisa radiante. –Solo vamos a la heladería que me prometiste, ¡ya quiero contarte cómo me fue hoy!- tomó su mano y empezó a caminar dando brinquitos.
Marinette sonrió enternecida, preguntándose qué había hecho para merecer a una hija tan buena y linda… aparte de salvar Paris con su identidad de súper heroína. Entrelazó sus dedos a los pequeñitos de su niña y juntas empezaron a dirigirse hacia el parque para buscar la popular heladería recién inaugurada.
Al llegar se sentaron en las mesas y pidieron por un gran vaso de helado con sus sabores favoritos para compartir.
Observó con una sonrisa boba como su pequeña empezaba a llevarse cucharada tras cucharada a la boca. Todavía no podía creer que ya tuviera seis años y acabara de tener su primer día en la escuela primaria. Pareciera que fue ayer la primera vez que la tuvo en sus brazos envuelta en una mantita color rosa…
-¿Y bien, princesita? ¿Cómo fue tu primer día?- preguntó luego de unos minutos tomando su primera cucharada de helado.
-¡Fue genial! Al principio estaba nerviosa pero luego conocí a algunos niños de mi edad que eran geniales.- tomó otra gran cucharada de helado mirando arriba con ojos brillantes. –Y no hicimos ninguna tarea, sino que la maestra nos hizo hacer un juego entre todos, ¡fue tan divertido!- dio pequeñas palmaditas, pero de pronto sus ojos se agrandaron como si recordara algo y de la nada entristeció.
-Princesita, ¿pasa algo?- sus cejas se curvaron en preocupación.
-Nada… solo…- bajo sus ojillos verdes antes de volver a mirarla con determinación. –Mami… ¿Dónde está papi?- pestañeó con inocente curiosidad.
Los ojos de Marinette se agrandaron y la cuchara cayó de su mano aterrizando en el suelo con un repiqueteo que trajo a su mente el recuerdo de un sonido muy similar… El repiqueteo de la lluvia en aquella noche tormentosa bajo la Torre Eiffel que cambió su vida para siempre.
-P… p…- tartamudeó por un momento, pero luego tomó una profunda respiración y sonrió tratando de ocultar su dolor. -¿Por qué me preguntas esto ahora, princesita?- inquirió con la voz más calmada que pudo fingir.
-No lo sé.- se encogió de hombros. –Es que… los amigos que hice hoy en la escuela estaban hablando de sus padres y de lo que trabajaban, y entonces uno de los chicos dijo que él no tenía papá porque estaba muerto. Yo antes pensaba que no todos tenían papás, pero luego de que hable con mis nuevos amigos ellos me dijeron que realmente todos sí tenemos un padre y una madre, y sí no estaban era porque están muertos o en un lugar donde no se los puede encontrar o…- frunció el ceño. –O son malos.- la miró con sus grandes ojitos llenos de miedo. -¿Dónde está mi papi, mami? ¿Está muerto, o en un lugar donde no se lo puede encontrar?- el corazón de la súper heroína se rompió en dos al ver las lágrimas llenar su iris verde. -¿O es malo?- metió su cuchara en el helado y comió un poco sin ganas.
-Oh, no.- se movió para acercarse más a su niña. –No, no, no. Nada de eso, mi amor.- la envolvió en sus brazos besando su mejilla. –Tu papi… tu papi está en una misión muy importante.- era el héroe de Paris. –Y no puede venir con nosotras porque podría ser peligroso.- no debían revelar sus identidades. –Pero ten por seguro… ten por seguro que él… te ama.- o la amaría si supiera de su existencia.
-¿En serio me ama?- preguntó con ilusión, sus ojos luminosos cual faroles. Marinette solo alcanzó a asentir tratando de tragar el nudo en su garganta. –Wow… ¿podrías contarme más sobre él?- casi suplicó pestañeando angelicalmente.
La súper heroína de Paris se vio en un aprieto, sin tener idea de qué decirle a su pequeña. La mera verdad es que no sabía casi nada de quien era su padre, y no podía decirle nada que no diera una pista demasiado comprometedora sobre quien se trataba. Afortunadamente no tuvo que pensar mucho en una respuesta, pues de repente una silla fue jalada desde otra mesa hasta quedar junto frente a las sillas de ambas.
-¿Por "él" te refieres a mí, princesita? Porque si quieres saber más sobre mí solo tienes que preguntármelo.- un rubio se dejó caer en la silla sonriendo encantadoramente a las dos féminas.
-¡Tío Adrien!- la niña prácticamente brincó de su silla para llegar al regazo del modelo y rodear su cuello con sus bracitos estampando muchos besitos en la mejilla del sonriente Adrien Agreste. -¡Viniste, viniste!- celebró la rubiecita.
-Por supuesto que sí, princesita.- le acarició la mejilla cariñosamente. –Lamento el retraso, pero apenas termine con la sesión de fotos vine lo más rápido que pude.- aseguró con un guiño. -¿Y bien, princesita? ¡Cuéntamelo todo! ¿Cómo fue el primer día?- él parecía más emocionado que ellas dos juntas.
La de cabello negro-azulado sonrió entre enternecida y aliviada por la aparición de su mejor amigo y como podía lograr que su hija olvidara por completo de lo que habían estado hablando y hasta su presencia solo para brindarle su entera atención al rubio mayor. Casi parecía estar enamorada de él como ella solía estarlo en un pasado… hace mucho tiempo.
Abrió su bolso levemente y sonrió a la imagen de Tikki durmiendo tranquila allí, la había oído quejarse en su apresurado viaje a la escuela primaria y luego no tuvo la oportunidad de disculparse, pero la alegraba que haya podido dormir más calmada una vez las cosas se apaciguaron. La acarició suavemente escuchando de fondo la conversación de los dos rubios de ojos verdes mientras inevitablemente los recuerdos inundaban su mente.
Ladybug corría por los techos de las casas de Paris en una noche lluviosa que ayudaba muy bien a encubrir las lágrimas deslizándose por sus mejillas.
Finalmente… finalmente había seguido los consejos de Alya y se había declarado a Adrien a pesar de que su mente le gritaba una y otra vez que no era una buena idea y terminaría con el corazón roto… y así fue.
"Lo siento, Marinette… Eres muy linda, pero estoy enamorado de otra persona." Él la rechazó de manera amable y comprensiva, y al final acordaron seguir siendo amigos cuando ella logró juntar la fuerza suficiente para fingir una sonrisa, pero la verdad era que… se estaba muriendo de dolor.
Apenas terminaron las clases se transformó en Ladybug y comenzó a vagar por los techos de Paris conteniendo las lágrimas hasta que la lluvia llegó junto con la noche y finalmente se permitió dar rienda suelta a su dolor y dejar a las gotas saladas bajar por su rostro mezclándose con la lluvia fría.
Llego hasta la Torre Eiffel y frenó de golpe al reconocer a una figura muy familiar sentada en el suelo resguardándose de la lluvia bajo la inmensa estructura.
-¿Chat Noir?- se sorprendió. Hacia un par de años ya desde que habían derrotado a Hawk Moth, que resultó ser el padre de Adrien y su diseñador favorito, y después de una difícil y ardua batalla ellos triunfaron y ahora él estaba en la cárcel, por lo que desde ese entonces ellos ya no tenían que lidiar con akumatizados y ahora solo se dedicaban a defender Paris de criminales corrientes, así que solo patrullaban uno cada noche. -¿Qué haces aquí?- esa noche patrullaba ella, y la noche siguiente ni siquiera era su turno sino que el de Queen Bee.
-¿My Lady?- sus orejas se alzaron con sorpresa y alegría al verla. –Qué bueno verte.- su tono fue sorpresivamente menos efusivo y coqueto de lo que acostumbraba oír de él. –Solo venía aquí a… despejar un poco la mente. ¿Patrullas incluso con la lluvia? Admirable como siempre.- su sonrisa no terminó de llegarle a los felinos ojos verdes.
-¿Todo bien?- esto era extraño, ella era la que hace dos minutos se sentía horrible y se lloraba la vida en cada lágrima y ahora estaba dispuesta a olvidar todo su dolor para consolar a su compañero de ser necesario. –Pareces extraño.- se sentó a su lado.
-Debo admitir que hay días en los que incluso yo no me siento muy orgullo o contento conmigo mismo.- confesó apartando la mirada lejos de la suya. -¿Alguna vez te has sentido así, My Lady? Como sí… no merecieras el cariño de una persona maravillosa.- soltó una risa un tanto amarga. –No. Por supuesto que no te has sentido así, eres la más grande heroína en Paris, tú te mereces el mundo.- la miró con adoración.
-No estés tan seguro.- sonrió tristemente. –A veces hago cosas estúpidas, muy estúpidas, a pesar de mi mejor juicio.- suspiró. –Bajo esta máscara yo no soy nadie que se merezca el mundo. Yo… no soy nadie.- cerró los ojos dolorosamente tratando de apartar los recuerdos de Adrien de su mente.
-¡Ladybug, nunca vuelvas a decir algo como eso!- Chat Noir la sorprendió tomando su mano y haciendo que volteara a ver sus felinos ojos feroces. –Tú eres la mejor persona que conozco, e incluso si bajo esa máscara eres una chica normal, sigues siendo una buena persona que sacrifica un pedazo de su vida para que la gente de Paris duerma tranquila en noches oscuras y tormentosas como estas.- podía saber en la seriedad de su tono y en su mirada segura que estaba hablando completamente en serio.
-Chat…- un trueno resonó justo en ese momento y ella se estremeció, notando solo entonces la humedad surcando sus mejillas. –Tú… ¿tú si me quieres, verdad?- él siempre había estado allí para ella cuando lo necesitaba, él, no Adrien.
-My Lady…- tomó los lados de su rostro y limpió delicadamente las lágrimas que seguían brotando. –Yo te amo.- sonrió suavemente antes de unir sus labios con los suyos en un beso suave y dulce.
Así comenzó todo, solo con el inocente primer beso de dos súper héroes de dieciocho años de edad. Un beso que dejó de ser inocente para dar pasó a la pasión que por años habían acumulado sus frustraciones amorosas.
Allí mismo, bajo la Torre Eiffel en aquella noche tormentosa donde ningún alma se atrevería a estar ni un paso fuera de la comodidad de sus hogares o siquiera asomar la cabeza por la ventana, los héroes de Paris se entregaron el uno al otro.
Una vez el acto acabó, Ladybug se dio cuenta de lo que había hecho y se llenó de vergüenza. Se vistió a toda prisa ante la mirada confundida del felino y cuando él quiso tomar su mano se alejó como si estuviera ardiendo en llamas, dedicándole su mejor mirada de indiferencia.
-Esto jamás pasó.- masculló con la mayor frialdad que pudo reunir, viendo en la mirada de su compañero lo mucho que le había roto el corazón con esas tres simples palabras, pero no pudo retroceder. Ellos eran los héroes de Paris, no los amantes de Paris, y ni siquiera se conocían realmente.
Ella no lo amaba.
O al menos eso pensó, porque luego de lo que hizo se sintió aún peor que cuando Adrien le rompió el corazón y no pudo dejar de pensar en su gatito y lo mucho que se arrepentía por tratarlo de esa manera. Chat Noir siempre había estado ahí, ella sí lo amaba.
Desgraciadamente, a los dos meses se enteró de algo que la hizo tener demasiado miedo como para enfrentarse al rubio felino.
Estaba embarazada, teniendo solo dieciocho años, cursando su primer año de universidad, siendo la heroína de Paris, no conociendo la verdadera identidad del padre de su bebé. Quiso morir apenas se enteró, pero Tikki la animó y finalmente juntó valor y se lo contó todo a sus padres y a Alya. Ellos al principio estuvieron sorprendidos e incrédulos, luego preocupados, luego molestos porque no quería decirle a nadie quién era el padre, pero finalmente parecieron bastante felices con la noticia, deseando tener un "mini Marinette" que mimar y apachurrar.
-¿Cómo piensas llamarlo?- preguntó emocionada su mejor amiga un día en su cuarto mientras frotaba su barriguita más visible de ya tres meses. –Oh, espera, lo recuerdo.- soltó una risa picara. –Los nombres con los que fantaseabas eran… "Louis, Emma y Hugo", ¿verdad?- alzó la barbilla bastante orgullosa de haberlo recordado.
Marinette rió divertida y un poco nostálgica por los recuerdos de sus delirios adolescentes.
-No… no quiero esos nombres.- esos eran los nombres que había planeado para sus hijos con Adrien, pero este era el hijo de Chat Noir. –Son parte del pasado.- igual que su amor por el joven Agreste. –Voy a llamar a mi bebé… umm…- miró al techo pensando y repensando en un nombre adecuado. -¡Ah, lo tengo!- rápidamente tomó su libreta de dibujo y garabateo algunas cosas antes de sonreír radiante a su amiga. -¡Lo llamare Lugmmi!-
-¿Lugmmi?- Alya arrugó la nariz con obvio desagrado.
-¡Es la combinación perfecta entre los tres nombres! Funciona tanto para niño como para niña, y es original de Marinette Dupain-Cheng.- se llevó una mano al pecho con falsa modestia, haciendo a la morena soltar una gran risotada.
-Está bien, amiga. Es tu bebé, llámalo como quieras, pero pobre criatura.- frotó con cariño su vientre.
Pasaron los meses y se le hizo imposible seguir ocultando el embarazo. El día en que admitió públicamente en su universidad que sí estaba embarazada confirmando los rumores, Chloe le dijo algunas cosas horribles y groseras típicas de ella, y fue entonces cuando Adrien salió a defenderla dejando mal a su amiga de la infancia frente a todos.
Desde ese momento ella y Adrien volvieron a hablarse y retomar su amistad, evolucionándola tanto con el pasar de los meses y la forma en la que él tan protectoramente la cuidaba hasta llegar a ser mejores amigos.
En esos meses no volvió a transformarse en Ladybug nunca más que para decirle a Volpina y Queen Bee que cuidaran la ciudad por ella, y por lo tanto, en esos meses no habló con Chat Noir ni una sola vez.
Después de mucho pensarlo, había decidido ser una madre soltera. No sabía quién era su amado compañero bajo esa máscara ni cómo repercutiría un bebé en su vida cotidiana, tampoco creía que él la siguiera queriendo después de la forma en la que lo trató, así que solo creyó que era lo mejor.
Cuando su hermosa Lugmmi nació siendo una niña de rizos rubios y ojos verdes, Alya acusó a Adrien de ser el padre, para las carcajadas de Marinette y la risa incómoda del Agreste.
Su pequeña era tan hermosa que le robaba el corazón a quien la mirase, y fue entonces cuando decidió que tal vez informarle a Chat Noir sobre su existencia no podría ser tan mala idea después de todo, tal vez él estaría contento con la noticia, sí es que aún la amaba.
A los tres meses de su hija, la dejó al cuidado de Alya y volvió a ser Ladybug corriendo por los techos de Paris hasta que finalmente divisó al famoso gato negro monitoreando la ciudad desde la cima de la Torre Eiffel. Él se mostró muy sorprendido al verla, pero para su alivio le sonrió sin rencor alguno.
Empezaron una conversación casual y relajada mientras ella se preguntaba mentalmente cuándo sería el mejor momento para darle la noticia de que ¡eran padres! Por desgracia, el momento nunca llegó.
-Lamento mucho no haberte dicho personalmente que me iba a tomar un tiempo descansando de ser Ladybug, pero no tenía mucho tiempo.- se disculpó tímidamente luego de un tiempo poniéndose al día. –Esperó que no me hayan necesitado por aquí.-
-No te preocupes, My Lady, soy un gato comprensivo.- le guiñó un ojo. –Y las cosas estuvieron muy calmadas, de todos modos.- suspiró. –Pero, tengo que preguntarlo. ¿Por qué volviste justo ahora?- la miró curioso.
-Yo…- di a luz a tu hija hace tres meses, quiso decir. –Tengo algo que preguntarte.- fue lo que dijo.
-Pregunta.-
-Tú… aún… t-tú… a-a…- no encontraba las palabras, o más bien estas no se atrevían a salir. –Chat… ¿aún me amas?- indagó con miedo.
Hubo un momento de pesado y tenso silencio en el que ninguno de los dijo nada ni respiró por un momento. Ella empezó a inquietarse y temer más aún por su respuesta, rogando con todas sus fuerzas que no sea demasiado tarde para darse una oportunidad.
-…No…- después de cinco minutos, su respuesta llegó como un puñal en su corazón. –En estos meses, llegue a enamorarme de alguien más. ¿Por qué me preguntas esto, My Lady?- la miró perplejo, sin notar sus ojos cristalizados, sin tener idea de que estaba muriendo por dentro.
-Solo… necesitaba saber si aún existían sentimientos peligrosos que pusieran en peligro lo que ha sido la naturaleza de nuestra relación hasta el momento.- su relación nunca volvería a ser la misma, aquella noche bajo la Torre Eiffel lo cambió todo, los unió para siempre… pero él no tenía por qué saberlo. –Quiero que olvidemos "esa noche" para siempre.- más bien quería que él la olvide, ella ya no podría.
-Yo ya la olvide, My Lady.- soltó un suspiró melancólico antes de sonreírle con camaradería. –Eso jamás pasó.- sus propias palabras la atravesaron como cuchillos, pero se obligó a sonreír.
-Jamás pasó.- susurró.
Ahora mismo, Marinette Dupain-Cheng tenía veinticuatro años y era la diseñadora joven más famosa de Paris. Adrien Agreste y Lugmmi Dupain-Cheng eran sus mejores y más queridos modelos. Tenía su propio apartamento a pocas cuadras de la casa de sus padres y un auto eléctrico para no perjudicar al medioambiente. Seguía siendo Ladybug sin problemas gracias a que siempre había alguien más que dispuesto y encantado de cuidar a su pequeña hija, y por "alguien" se refería a sus padres, Alya, Adrien y hasta Nino.
-¡Mami, mami!- la voz de Lugmmi la sacó de sus pensamientos y de inmediato volvió su atención a los dos rubios de ojos verdes. -¿Tío Adrien puede venir a cenar con nosotras? ¿Sí? ¡Por favor, por favor!- puso esos ojitos de cachorrito a los que no podía resistirse.
-Ahh… claro, claro. Pero los dos tendrán que ayudarme a hornear el pay de salmón y espinacas.- sonrió resignada y rió al escucharlos celebrar. Ese pay era una de las comidas favoritas de ambos. Curiosamente compartían muchos gustos en común.
Salieron de la heladería con Lugmmi tomada de las manos de ambos para saltar piedras o cualquier cosa que quisiera en el camino de vuelta a su apartamento. Mientras la pequeña saltaba Marinette jugueteó con su trenza baja nerviosamente mientras conversaba con Adrien sobre el trabajo, se sentía un poco nerviosa por lo descuidado de su aspecto y como siempre varios mechones terminaban escapándose de su trenza haciéndola ver desaliñada, no es que quisiera verse bonita frente al rubio pues el ya no le gustaba pero sí que quisiera estar más presentable al pasear por las calles siendo una famosa diseñadora junto a su modelo predilecto.
Una paloma arrulló despegando desde uno de los árboles mientras salían del parque dejando escapar algunas plumas que cayeron justo en sus cabezas, por lo que la reacción de los rubios de ojos verdes no se hizo de esperar.
-¡ACHU!- ambos estornudaron fuertemente.
La mujer rió, aparte de tener los mismos gustos, también compartían una alergia. No era raro que tantos al recién conocerlos pensaran erróneamente que Lugmmi era hija de Adrien, pero ella siempre se encargaba de corregirlos explicándoles que ella era una madre soltera y Adrien solo su tío favorito.
Hubo una ocasión mucho tiempo atrás, cuando Lugmmi acababa de nacer, en la que Adrien le propuso hacerse cargo de su hija y que ellos dos se casaran para evitarle las malas miradas y darle a su pequeña la oportunidad de tener un padre, pero en esos tiempos ella aún tenía la boba ilusión de que podría recuperar a Chat Noir y no quería que su amigo se atara a ella si ya bien le había dicho antes que amaba a otra persona, por lo que se negó.
Ahora, mirando hacia el pasado, había veces en las que no podía evitar desear haberle dicho que sí a Adrien aunque fuera aprovecharse de su caballerosidad solo para no tener que escuchar preguntas como "¿Dónde está papi?" sabiendo que no podía contestar con la verdad.
Chat Noir era el padre de su hija. Y nadie nunca jamás podría saberlo.
Fin.
Holaaaa! :D
Soy nueva en este fandom, pero quise hacer este One-Shot porque desde que termine de ver la serie queria leer algo así, pero no encontre nada :c Si alguien conoce un fic como este, aunque sea en ingles, me lo podria decir, por fis? *n*
Lamento el nombre raro de la hija de Marinette, queria ponerle Emma como en sus fantasias pero ese es un nombre muy comun q ya tengo atribuido a varios otros personajes y no me gusta repetir nombres entre mis OC's :P Así que decidí buscarle un nombre original, ninguno me convencía y solo hice una mezcla rara entre los tres nombres XD
Espero q el fic les haya gustado, todo pertenece a Thomas Astruc n_n
COMENTEN! *o*
Me despido!
CELESTE kaomy fueraaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!