¡Otro más para el Big Bang IchiRuki! Esta inspirado en el libro Firelight, de Sophie Jordan, este no es un copy paste, realmente estoy adaptando el libro. Los conceptos generales los trataré de incluir dentro del fanfic y no en notas, espero que pese a todo les agrade, yo amo este fic. Gracias a Inverse L. Reena, por ser mi beta con este fic :3 ¡Mil gracias!

Disclaimer: Bleach afortunada o desafortunadamente le pertenece a Tite Kubo, yo simplemente utilizó sus personajes para tratar de hacer un fanfic que me salió del alma.


Dance in the Stars

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Capítulo 1:

Thuban

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Sentir el frío en su piel desnuda le resultaba reconfortante, como si este fuera lo más similar al calor de madre que jamás conoció, irónico por el contraste de temperaturas, pero las emociones eran demasiadas. Estaba muriendo por ahogarse en el éxtasis de volar una vez más.

No llevaba mucho tiempo sin hacerlo, para ser exactos hace no más de dos horas había podido hacerlo al lado de la comunidad, pero esto, esto era completamente distinto.

La idea de volar en soledad era tan atractiva como peligrosa, era romper una regla de oro y al mismo tiempo representaba la libertad que no podía tener. Sabía que volar era algo que no todas las creaturas eran capaces de hacer, que volar significaba tener un don que los humanos normales desearon por siglos, sabía que volar era libertad para sus congéneres.

Pero Rukia jamás se sintió libre mientras estuviera rodeada de ellos.

Tomo el riesgo, tal y como ya lo había decidido, y sintió como su cuerpo cambiaba. La tersa y pálida piel fue sustituida por la gruesa y aún más blanca piel de draki, y en ella los rasgos humanos comenzaron a desaparecer. Sus mejillas se afilaron y desplazaron sutilmente, y la respiración cambio junto a su nariz, que se proyecto hacia adelante, separándose del puente. Sus miembros se aflojaron y alargaron. Los huesos cambiaban de forma, tamaño y número, su coxis se convirtió en el inicio de una cola que sería larga y poderosa. Todo su ser sufría una metamorfosis lenta, como si su cuerpo tuviera miedo de romperse, como si estuviese midiendo cada paso.

Y con el surgimiento lento pero seguro de sus alas, Rukia estaba segura de que estaba a milímetros de la libertad verdadera, aunque solo fueran a ser unos pequeños instantes. Extendió sus alas, preparándose para elevarse en el cielo nublado de la mañana. Era más pequeña que un draki promedio, pero aún así resultaba intimidante si se ponía frente a un humano.

Quería confiar en que todo estaría bien, que no aparecerían cazadores porque habían estado a la redonda hace unos días y se habían retirado ya, y que si llegaban a aparecer su piel se confundiese con cualquier cosa.

Observó su piel de draki, ahora podía apreciarla mucho mejor gracias a los rayos del sol, sabiendo que era una falsa esperanza el no ser vista, su piel era aún más blanca que la de un draki de niebla, pero con pequeñas escamas lilas y celestes por aquí y por allá.

Aunque quizás ser atrapada por cazadores era mejor que enfrentar a los iracundos Cuarenta y Seis, del cual formaba parte su hermano mayor. Estaba rompiendo reglas, importantes reglas, pero la idea de volar sin presiones era demasiado para dejarla pasar.

¿Por qué le preocupaban los Cuarenta y Seis? Su draki era una bendición y una maldición.

Durante años fue ignorada, no era una niña especial en ningún sentido, Renji, su anteriormente gran amigo, destacaba mucho más para la familia de su hermano a pesar de ni siquiera formar parte de ella.

Y es que Rukia a veces podía ser muy retraída. Sin embargo, era bastante feliz pasando el tiempo al lado de Renji y sus amigos. Pero todo cambió cuando tenía doce años y se manifestó por primera vez.

Un pequeño pero majestuoso draki de color blanco estaba frente a todos. Al principio pensaron que se trataba de su nuevo draki de niebla, muy importante para la comunidad, pero al darse cuenta de lo que Rukia podía hacer quedaron endiosados. Estaban seguros que era la primera de su tipo en siglos, quizás en toda la historia: Una draki de hielo.

Y desde entonces Rukia se convirtió, para su desgracia, en el trofeo de la familia Kuchiki.

Cuidando sus movimientos, evaluando su conducta, prohibiéndole su libertad. Ella no era tonta, sabía que era lo que la mayoría de los integrantes de los Cuarenta y Seis querían hace con ella: Querían usarla para criar, tener más draki de su tipo, obviamente con quien ellos eligieran.

Y ese tipo era obviamente Renji, el draki de fuego, que se portaba fanfarrón y orgulloso de ser el segundo draki de ese tipo en generaciones. Había querido mucho a Renji, incluso quizás estuvo enamorada, pero el Renji de ahora no le gustaba para nada.

Extrañaba a su amigo, la vida simplona, y a veces, infantilmente, extrañaba su cabello negro; el blanco que tenía actualmente le seguía pareciendo algo extraño.

Pero esto era demasiado que pensar, y ella ya estaba lista para dejar la tierra cuyo césped alrededor de sus extremidades se había congelado.

Tomo impulso, y dejo todo atrás.


Si le preguntabas a Rukia Kuchiki que era mejor que Chappy el conejo, ella te diría que solamente las alturas ¿Y que más alto que el cielo?

Sentir el aire frío de la mañana correr por su piel, acariciándola con fiereza, al mismo tiempo de romperlo con la fuerza de sus alas era inigualable. Esta era verdadera libertad.

Se permitió dejar salir un suspiro que para los oídos de un humano hubieran sonado como un gruñido, algo alegre, pero aún así intimidante tomando en cuenta la criatura del que este salía.

Esta no era la primera vez que hacía esto, se suponía que tenía un plan en caso de que llegará a ocurrir un incidente desastroso, pero los planes no siempre pueden llevarse de la manera adecuada.

Estaba tan concentrada en sentir el viento que no se percató del ruido que causaban los motores de los automóviles todo terreno causaban, no hasta que sintió un ardor creciente en su ala izquierda.

Dirigió su vista hacia ella y vio como la delgada pero resistente membrana que se adhería a los huesos de sus alas tenía varias heridas, sin duda habían sido balas. No habían atravesado la membrana, le habían disparado desde demasiada distancia como para hacerle daño permanente.

Pero si el suficiente daño como para obligarla a descender.

No iba a poder volar el suficiente tiempo, y gastar energía en tratar de huir herida era algo demasiado ingenuo. Los helicópteros que definitivamente se acercaban tampoco la iban a dar un trabajo fácil.

Jadeando, asustada, sabiendo que no podría volver a su forma humana debido a esto último, Rukia trato de dirigirse hacia terreno alto, en dónde hubiera más probabilidades de que hubiera nieve y pudiera confundirse con ella.

Trató de escalar, puso sus garras delanteras en una roca e hizo fuerza con sus patas traseras, impulsándose para subir, antes de que pudiera terminar de hacerlo, escucho demasiado tarde las hélices del helicóptero. Levantó la vista, y abrió los ojos violetas mientras una red caía encima de ella.

Cayó desde la roca, afortunadamente había quedado libre de la red debido a la caída. El golpe le hizo mucho daño en las costillas, sin embargo debería de levantarse. Tenía que levantarse y seguir corriendo.

¿Por qué hoy? ¿Por qué justo hoy? ¿Iba a morir? ¿Se la llevarían como se habían llevado a Miyako y a Kaien?

Sabía que de estar en forma humana probablemente tendría pequeñas lágrimas en sus ojos, pero los draki no tenían glándulas lacrimales para hacerlo.

No le quedaba de otra más que tratar de esconderse ¿Pero dónde? ¿Dónde ocultar la blancura de su piel en el verde del bosque y el café de la tierra?

Su única esperanza era encontrar el río que no debía de estar lejos. No era un draki de agua, se suponía que era una variación porque aguantaba bien el estar sumergida en ella, pero no le iban a surgir branquias al tocar el agua y tampoco iba a durar mucho tiempo sin oxígeno, pero si se apresuraba podría ocultarse en el agua, en la cual era más probable que sus colores se confundieran que en la superficie, y esperar a que nadie la viese.

Saltó al agua, estaba muy fría, como era de esperarse tomando en cuenta que estaban en una montaña y no hacía mucho había acontecido la noche. Un draki común probablemente habría quedado paralizado por el shock de temperaturas, pero para Rukia la baja temperatura no era un problema, su incapacidad de respirar bajo el agua sí.

Volteó a todos lados, jadeante, con la esperanza de ver la manera de salvarse, como si fuera un regalo del cielo vio una pequeña cueva que desde la altura no se podía distinguir porque tenía una casada que la cubría como si se tratará de un velo. No iba a estar cómoda, pero era el suficiente espacio como para albergar su cuerpo. Nado hacia ella, sabiendo que esa era una esperanza de sobrevivir. Su esperanza.

Salió del agua, con su blanco cuerpo con gotas cayendo hacía la roca. Contuvo los jadeos, sabiendo que podían delatarla.

—Salto… ¡El dragón saltó al agua!— Rukia se estremeció, esperando que no la hayan visto entrar a la pequeña cueva.

— ¿Estas seguro? No puedo ver nada.

—Le vi saltar, de eso estoy seguro.

—No se veía como un dragón acuático, debe de estar allí.

—Podría haber volado…—Dijo una voz insegura, como si supiera que no era así.

—Imposible. Le di en el ala, por eso no a volado— Una voz femenina pero bastante socarrona le reclamo.

—Alguien debería de bajar—Rukia escucho silencio, y casi dejo salir el oxígeno que contenía en sus pulmones creyendo que se habían acobardado ante la idea de enfrentarse frente a frente con ella.

—Ni aunque me paguen bajo allá. El agua debe estar helada.

— ¡Eres un cobarde! ¿Acaso no hay hombres aquí? ¡Y se atreven a llamarse Quicys!— La misma (y ahora fastidiosa) voz femenina le gritoneo a sus compañeros. Rukia esperaba que ellos se negaran a entrar y la dejarán ir, solo por si acaso hizo que la temperatura del agua bajara uno o dos grados.

—Yo iré— Esta voz era una completamente diferente a lo que había escuchado. Una voz masculina que transmitía confianza y valor, le gustaba su voz. Si en otro momento hubiera escuchado aquella voz y la hubiera disfrutado, pero ahora tenía demasiado miedo. Él era la clase de cazador al que no quería enfrentarse: uno dispuesto a todo.

Si él bajaba estaba segura de que la vería. De eso no había duda. Escuchó como algo cayó al agua, y estaba convencida que apenas asomara la cabeza en el agua la descubriría.

Sus instintos se estaban apoderando de ella. Sintió como las gotas restantes en su cuerpo se congelaban.

— ¿Estás bien Ichigo?

— ¡Joder!... está fría — Rukia casi dejó salir una carcajada ante el comentario del cazador, pero tal y como predijo él comenzó a buscarla—, parece que hay una cueva detrás de la cascada. Voy a ver más de cerca.

—Ten cuidado Ichigo. Ser tan temerario podría costarte caro— La mujer agregó, medio preocupada y medio burlona al mismo tiempo. Rukia se preguntaba como esto era siquiera posible.

—No hay nadie mejor que Ichigo para rastrear, seguro va a encontrar al dragón.

Pero no era algo para ponerle atención por mucho tiempo, él estaba más y más cerca.

El agua a su alrededor comenzaba a cristalizarse producto de su miedo. Debía de controlarse, estaba respirando muy rápido y podía escuchar el estrepitoso latido de su corazón. Él volteó en su dirección, y por su mirada definitivamente le había visto.

— ¿Puedes ver algo Ichigo?

Rukia se encogió en su lugar. En este momento deseaba ser un draki visiocríptico, para poder confundirse con su medio; pero no, tenía que ser la preciada draki de hielo que solo puede congelar cosas para destruirlas. Estaba asustada por eso, no por él sino por lo que sabía que era capaz de hacer para salvarse, y sintió la poco natural sensación gas en su garganta y el dolor en los dientes debido a la sensibilidad ante el cambio de temperatura.

¿Realmente se atrevería? ¿De verdad podría hacerlo para salvarse a sí misma?

Rukia se contestó a sí misma: lo haría. Ella iba a vivir, sin importar que pasara, ella iba a ser quien sobreviviera. No había otra opción.

Sabía lo que el hielo le podía hacer a un ser vivo, sería una muerte terrible y dolorosa.

Se preparó, física y mentalmente. Iba a fingir estar indefensa para que el cazador se confiara y ella pudiera atacarlo con toda su fuerza.

Él atravesó la pequeña cascada, se paró frente a ella, no estaba segura de por qué se atrevió a acercarse tanto, quizás debido a que su tamaño no era tan intimidante, pero no iba dar marcha atrás.

Y entonces lo vio.

Vio su rostro, era aún un niño, era muy alto pero no podía ser mayor a ella, aunque por alguna razón sus rasgos le resultaban familiares. Ya tenía marcas en su entrecejo, probablemente debido a que mantenía demasiado tiempo su ceño fruncido, pero no podía ser mayor a ella. Su cabello estaba mojado, y el flequillo, que se pegaba a su frente, era de color un color tan peculiar que dudaba que fuera natural. Pero, sin lugar a dudas, lo que terminó por derretir su corazón fue ver sus ojos.

Eran cafés, aunque bien podrían ser ocre, incluso podrían ser en realidad de tonalidad miel, no podía definirlos bien. Había serenidad en ellos, pero también allí estaba una chispa que por alguna razón le recordaban a los fuegos artificiales que vio con Hisana en su último año de vida.

No podía hacerlo.

Quizá esto era lo mejor, quizá por fin podría ser libre, quizá él fuera quien le daría lo que llevaba tanto tiempo buscando.

Le vio directo a los ojos, estaba dispuesta a entregarse.

— ¡Pero qué hermosa!

Le sorprendió enormemente las palabras del muchacho, cuya voz se había endulzado. Él por alguna razón acercó su mano a su rostro, para después acariciarlo, como si ella no tuviera la capacidad de arrancársela de un mordisco. Alejó su rostro, sorprendida por sus acciones y confianza. Si hubiera estado en su forma humana definitivamente se hubiera sonrojado.

El vio la palma de su mano, algo de escarcha estaban allí, derritiéndose ante el calor que emanaba su cuerpo. Estaba viendo su mano, algo sorprendido al principio, pero luego sonrió como si nada hubiera pasado.

—Ocúltate— él dio la media vuelta y se volvió a lanzar al agua, apenas sacó la cabeza del agua grito—, ¡no hay nada aquí! Estás alucinando.

— ¡Ja! Vas a hacer que Ichigo se resfrié, idiota. El abuelo va a estar molesto.

—Ya cállate Bambietta.

Aún escuchaba su corazón, y el desapareció de su mirada, pero no podía moverse, estaba paralizada.

¿Qué rayos acababa de pasar?