Agradezcan este capítulo a Kyu, mi hija adorada. Y como todos sabremos esto está dedicado con mi alma negra a Maddy, la Bestie-Best-Of-Dha-Warld.
Gracias a los amores da-mai-jartBASTA, G, AUTOCONTROL, Kyu, XimenaOrtRey, Fray, belladonna166 y Miaras por dejar review. Este fic fue una de las escasas cosas hermosa que me pasó en la vida, no sólo por la gente increíble que conocí gracias a él, sino por haberme hecho cada día más unida a mi Bestie hermosa Maddy y skljfds BASTA, ALGUIEN GOLPEEME ANTES DE PONERME CURSI.
Me voy a las notas finales, besitos para ustedes y tecitos de manzanilla para mí porque me duele el estómago. Ahí-tenemos su dosis de angst del día.
Espero que les guste *guiño guiño limpiándose las lágrimas*
18
... en la agonía de un Señor Oscuro
Te estoy preguntando,
perdido entre la piel de tus piernas,
perdido entre la profundidad de tus ojos,
¿qué es lo que sientes?
¿Sientes miedo, mi pequeño niño?,
No temas, ¿por qué temer?
El miedo nos hace débiles, ¿sabes?
Y no quiero ser débil.
No quiero que seas débil.
Quiero que seamos fuertes.
Seamos fuertes, juntos.
.
...
.
Tonto, repito,
y me dejo llevar,
por las eternas caricias,
caricias que ya no están.
No estarás.
Te irás.
Porque, ¿quién querría,
al final,
conmigo estar?
Tus labios, tan suaves,
y esos besos que ya no tendré.
Pero yo no soy el único que sufriré.
.
...
.
Cuando era pequeño, quería alas.
Recuerdo que me contaban de los ángeles.
Yo quería ser uno.
Quería proteger, quería ser alabado.
Quería tener mi propia espada de fuego,
mi propia armada justiciera.
Creo, mi dulce criatura,
que no he sido un ángel.
Cuando me enterré entre tus carnes,
cuando provoqué tus labios sobre mi piel,
cuando acaricié lo que nunca nadie antes había acariciado,
cuando devoré cada pureza de tu ser.
Y, ¿sabes qué?
Y no me arrepiento.
.
...
.
¿Nunca has sentido deseos de dar tu vida por alguien?
Amor, le llaman algunos,
estupidez, lo llaman otros.
Para mí, no tiene nombre,
a menos que sea el tuyo.
.
...
.
Voldemort no podía soportarlo. No se trataba de un simple capricho. No, Voldemort nunca tenían "simples caprichos". Se trataba de que Harry Potter tenía que ser suyo. Tenía que estar a su lado, por la eternidad. Ni siquiera tenía que arrodillarse ante él, no tenía que adorarlo, no tenía que obedecer sus órdenes. Es decir, ¿Harry Potter obedeciendo órdenes? Era demasiado loco, demasiado tonto. Voldemort no creía que Harry fuera del tipo que se inclinaba ante otros. Fue por eso por lo que, desde el principio, no había impuesto entre ellos ese tipo de relación... con contadas excepciones en las que se encontraban inesperadamente creativos en la cama. Pero incluso aquellas veces tenían un límite. Voldemort no tenía poder alguno sobre Harry. Y Harry tenía, y siempre había tenido a Voldemort, en la palma de sus manos.
Desde que era un pequeño bebé y había destruido su cuerpo. La maldición asesina había rebotado en él; el amor de su madre demasiado poderoso, demasiado feroz para impedirle acabar a tal pequeño. Y, cuando su alma consiguió adaptarse a la locura que significaba no tener un cuerpo, pudo pensar y meditar demasiado sobre ello. Harry Potter. Una criatura tan interesante, tan interesante, con tanto poder.
Debió haber encontrado una forma de volver y tomarlo bajo su poder antes de que el niño estuviera arruinando su infancia con esos muggles, e incluso en Hogwarts, bajo la influencia de Dumbledore.
Harry siempre había demostrado ser fuerte, valiente, con un sentido del humor muy peculiar, y un cinismo que haría estremecer a la mismísima Bellatrix Lestrange. Cuando Voldemort se adentraba a la Sala del Trono de la mansión de Salazar y se encontraba a Harry, con una sonrisa burlona, recostado en el trono que le correspondía y sin la menor intención de levantarse, Voldemort no podía evitar ponerlo en sus rodillas como su pequeña mascota. A veces, Harry protestaba; lanzaba comentarios sarcásticos a los mortífagos, e incluso le llamaba "Voldy" con un falso tono empalagoso. Muchas veces había irritado a Bellatrix, envolviéndose con las mismas túnicas que la mujer solía usar, viejas y negras, y hablando con voz chillona y desesperada: "Mi Señor, mi Señooooor, por favor, dígame que me veo bonita, ¡pasé muchos años en Azkabán por usted, mi Señor! ¡Lo he amado desde siempre! ¡Déjeme llevar sus oscuros y tenebrosos espermatozoides en mi interior y tener un oscuro y tenebroso bebé que lanzará Avadas desde la cuna!". Bellatrix había intentado maldecirlo más de una vez, y Harry, demostrando su gran capacidad mágica, desviaba las maldiciones sin el uso de ninguna varita, apenas sin mirar, sin despegar los ojos de los rubíes del Señor Oscuro, que, a pesar de todo, relucían con diversión.
Todos los Mortífagos, a pesar de encontrarse extraña aún la presencia del Niño de Oro de Dumbledore, habían decidido respetarle en cierta medida.
Voldemort era capaz de recordar a Harry como aquel muchacho infantilmente seductor. Porque lo era. Incluso con catorce años, vistiendo aquellas ridículas túnicas de Gryffindor, había sonreído extrañamente mientras se burlaban uno del otro en una tensión demasiado floja. Y con esa sonrisa, Voldemort fue capaz de darse cuenta de que no sería capaz de hacerle daño. Que no sería capaz de lanzar la maldición asesina otra vez hacia el niño, que creció entre sus brazos, y no fue más un niño. Se transformó en un muchacho infinitamente peculiar: inteligente, astuto, rápido, seductor, y divertido. Si Voldemort hubiera alzado un imperio sobre el mundo mágico, hubiera exigido con rapidez a Harry Potter como su consorte, amante, esposo leal. Necesitaba a alguien como él en su vida. No importaba si le ofrecían a cualquier sangre pura, él no necesitaba un estatus, él no necesitaba un poder, él no necesitaba una habilidad determinada.
Él necesitaba a Harry Potter.
...
.
No pondré en palabras sentimientos humanos,
porque los Dioses no sangran,
los Dioses no sufren,
los Dioses no lloran,
los Dioses no tienen el alma rota.
Entonces, pondré en palabras los sentimientos de un Dios:
he sangrado,
he sufrido,
he llorado,
he fracturado mi alma,
y, sin embargo,
no estás conmigo.
.
…
No había querido matar a George Weasley. Simplemente lo había hecho, había lanzado la maldición, incapaz de creer la cercanía que el infeliz tenía con Harry, con su Harry. Había apuntado, y no había fallado.
Luego, había sentido las emociones de Harry. El dolor fue demasiado agudo. El dolor le perforaba el pecho, le doblaba en dos, y las lágrimas de frustración y traición brotaban de sus ojos. Lágrimas que no le pertenecían. Lágrimas que él no había derramado.
Marshall corrió al oír los gritos desgarradores de su Señor. Le encontró abrazándose la cabeza, en medio de una agonía indescriptible, por lo que le ofreció una poción tranquilizante y comprobó las barreras entre la conexión del Horrocrux de Voldemort y su propia alma. Como siempre que comprobaba (con mucha dificultad, ya que él no era ningún nigromante experimentado) podía sentir las conexiones entre el alma central y los fragmentos: podía sentir la calma de varios de ellos, pero uno estaba siendo desestabilizado. Pudo sentir que era el que estaba conectado a otra mente, el que estaba conectado a otro cuerpo.
Marshall arropó el cuerpo de Voldemort, recordándose a sí mismo jamás hacérselo notar, mientras le hacía beber una poción para dormir sin soñar. Pero Voldemort se mantuvo consciente, lo suficiente para dar la orden:
—Dile a Severus… que salve al chico.
Los ojos se cerraron. Marshall cumplió la orden.
La agonía de Voldemort (de Harry) se detuvo, al menos brevemente.
…
.
Si no estás aquí,
¿qué le aguarda a mi alma?
La infinita pena que transcurre,
Devorándome el sueño
(que no sé para qué dormir,
Si en mis sueños te veo.
Ya no quiero hacerlo,
Pero sigo soñando).
No hallo respuestas en los rincones,
Trepando en los muros,
En los salones
Cargados de libros.
No hallo respuestas en los murmullos,
En el calor sobre las sábanas,
Un calor que no te pertenece,
Un calor que no me pertenece.
La suciedad me corroe el alma,
El cuerpo.
No eres tú,
Y yo no quiero que seas de nadie
(ni ser de nadie.
De nadie que no seas tú).
.
…
El maldito Thoonese iba a pagar. Iba a torturarlo de forma lenta, gozando de cada uno de sus gritos. La misión del maldito Mortífago era entrar a trabajar en la maldita tienda de bromas para tener un ojo avizor sobre Harry, y no acabar en una cita con él, haciendo comentarios de doble sentido, haciéndole notar que la forma en que sus labios recogían las gotas de crema helada podría empalmar a cualquiera que estuviera lo suficientemente necesitado (o, como Voldemort, que simplemente encontrara cada fracción de Harry Potter demasiado atractiva como para resistirse).
El fuego había brotado de sus dedos. Sus manos se habían hundido en los ladrillos, una fuerza demasiado imparable haciéndole perpetrar en la estructura mágica. No necesitó varita mientras en su mente divagaban las ideas de las llamas del infierno devorándolo todo, y la serpiente de fuego comenzó a obedecerlo.
Luego, intentó que su error consumido por la desesperación pareciera algo preparado. Apartó a Thoonese de su vista –definitivamente, los nuevos reclutas estarían satisfechos de practicar sus imperdonables, torturándole y obligándole a comer sus propios cabellos arrancados de raíz– y envió a Nagini a la estúpida Madriguera de las Comadrejas para lanzar su advertencia.
Pudo sentir levemente aquel lazo agitarse. Luego, la calma fue tan inesperada que Voldemort creyó que se trataba de que el chico había conseguido volver a conciliar el sueño. Tal vez Nagini no le había despertado del todo, y él había creído que aquello se trataba de un sueño bastante retorcido.
Regresó a la mansión de Slytherin, observando cada rincón de ella, cada pequeña facción de Harry en sus recuerdos. Observó la sala de los trasladores con detenimiento, al mismo tiempo que observaba las velas incapaces de derretirse, las flores cargadas de perfume que trepaba hasta donde él se encontraba.
Sus manos estaban aferradas a la barandilla, su corazón agitándose en el pecho como si sintiera… como si presintiera algo. Pero Voldemort había dejado toda su fe en las profecías y presentimientos atrás, cuando aquel muchacho que había sido pronosticado para destruirlo resultó ser su mejor arma. Un arma que aumentó su cordura, su coherencia, su consciencia, que le permitió sentir –quizá, con demasiada intensidad.
Entonces, un crack lo distrajo.
Voldemort se volteó con lentitud, las luces del alba emergiendo, pintando el cielo con sus pinceladas de fantasía. Su nuevo cuerpo creado a base de las artes oscuras de Marshall era demasiado resistente para básicamente todo. Podía pasar días sin dormir, ni comer, y prácticamente estaba liberado de los engorrosos momentos de utilizar el baño. Sin embargo, eran cosas que Voldemort había regresado a hacer. Lentamente, imitando a Harry. Comía más a menudo, y a veces robaba alguna chuchería de entre los dulces del chico, que le insultaba y pedía una remuneración. Y Voldemort se la daba, por supuesto; después de todo, él era un Lord considerado.
Sin embargo, cuando sus ojos se detuvieron en Marshall (la mirada cristalizada, las fosas nasales dilatadas, todo su rostro como si estuviera conteniendo una gran cantidad de emociones) pudo darse cuenta de que no importara cuán resistente, duro, e inmortal fuera su cuerpo. No importaba cuánto fuera el exterior, si el interior estaba roto.
—Harry —la voz de Marshall no era quebradiza, no como supuso al ver su expresión. Voldemort no supo qué decir, ni cómo reaccionar; Harry, tan sólo unas horas antes, había estado bien. Él lo había visto. Él había…
—¿Qué ocurrió? —Voldemort alzó la barbilla. Marshall cerró los ojos, sin ser capaz de mirarle mientras hablaba.
—Está en San Mungo.
Voldemort chasqueó la lengua.
—Es natural —murmuró, su risa entre nerviosa e histérica subiendo por su garganta, inoportuna—. He oído que los gemelos Weasley suelen experimentar. Quizá Harry haya decidido ser su conejillo de indias…
Aunque aquello no encajaba en el cuándo. Horas antes, Voldemort había enviado a Nagini. La serpiente le había dicho que había expresado su mensaje con exactitud. Entonces, ¿qué había ocurrido? ¿Qué…?
Marshall abrió los ojos. Voldemort dio un paso atrás. Inyectados en sangre, los ojos verdes de Marshall Evans, tan similares a los de su sobrino, consiguieron que su mundo se trastrabillara. El aire comenzó a escasear, y todo su cuerpo temblaba.
Conocía esa mirada.
Después de todo, todos los humanos –sean muggles, sean magos– siguen siendo eso, nada más que humanos. Y es normal que todos tengan la misma reacción, la misma expresión en los ojos, cuando un miembro de su familia decide tomar su propia vida.
…
.
Puedo esperar y narrarte
Mil versos al oído
Durante ésta y mil mañanas.
Puedo esperar y cantarte
Mil canciones de cuna
Durante ésta y mil noches.
Puedo esperar y acunarte
En mis brazos, como un niño,
Apartar las pesadillas.
Puedo esperarte y acompañarte.
Tan sólo déjame una mañana, o mil.
Tan sólo déjame una noche, o mil.
Tan sólo déjame apartar las pesadillas de ti.
(Sin embargo, ¿qué ocurre cuando
No sólo soy el creador de tus pesadillas,
Sino, el protagonista?).
.
…
San Mungo estalló.
Bueno, no literalmente.
El hombre corría por los pasillos, gritando, insultando, temblando como un muerto que acaba de regresar a la vida. Intentó ser inmovilizado por un sanador de forma errónea.
Vestido con túnicas negras, aquel hombre era la viva imagen de la desesperación: sus cabellos canosos demostraban que su vida había sido larga, a pesar de que su rostro se mantuviera joven. Sus espaldas anchas temblaban, porque sin importar qué tan imponente fuera, qué tan formados estuvieran sus brazos, su expresión rota demostraba que lo único que podría hacer sería defenderse, como una madre leona si alguien se atrevía a atacar a sus crías recién nacidas. Jamás cazar. Jamás atacar.
Harry Potter resultó estar en una habitación escondida. Voldemort reconocía el término "habitación escondida", que no tenía nada que ver con la Sala de Menesteres en Hogwarts. No, en realidad una habitación escondida estaba perfectamente a la vista, pero simplemente había un hechizo tan potente en ella que nadie que supiera quién se hallaba allí dentro podría sentir deseos de cruzarla.
Entonces, Voldemort se encontró cara a cara con un hombre herido, de expresión perturbada. Los cabellos castaños canos le caían sobre la frente, y a su lado, otro hombre roto le estrechaba contra su cuerpo. Ninguno de los dos lloraba, aunque eso tampoco pronosticaba nada bueno: sus ojos estaban perdidos, cargados de venas rojas, demostrando que estaban secos de tanto llorar.
Tom Riddle se dejó caer de rodillas justo frente a ellos, llamando la atención de ambos.
—¿Dónde está? —preguntó, con voz ahogada. Entonces, dos varitas le apuntaron, e incluso desde lejos, algunos sanadores parecían considerar sacar las propias y apuntar. Tom alzó la cabeza, sus ojos cargados de lágrimas, sus labios temblorosos—. ¿Dónde?
Remus observó a Sirius. Sirius no despegaba los ojos de Voldemort, su expresión cargada de agonía, como si se tratara de alguien que había muerto y había regresado sólo para continuar una vida atormentada. Pero no era ese tipo de dolor el que sentía. Sirius reconocía el dolor de Voldemort: una pérdida mucho más grande que la de la propia vida; la pérdida de la vida que completaba la suya, la pérdida del sentido, del horizonte, de la sensación de plenitud.
Sirius abrió la boca. Voldemort mantuvo su mirada, sin importar que le estuviera apuntando con su varita, sin importar si la maldición asesina brotaba de ella.
—Habitación 317 —respondió—. Habitación escondida. Harry Potter.
Voldemort se levantó y veloz como él mismo recorrió los pasillos hasta llegar hasta allí.
Remus observó a Sirius, intrigado.
—¿Por qué…?
Los ojos de Sirius se detuvieron en los de Remus. Había demasiada desesperación en su mirada, una desesperación que le hizo arrugar los dedos y torcer el gesto.
—Quizá, llegados a este punto, la única forma de romper este círculo sea dejar que se cumpla lo que ha declarado Harry —murmuró Sirius con la voz hueca—. Debemos tener esperanzas, y debemos aferrarnos a ellas.
…
.
Lo lamento, ¿vale? Te juro que no quería… Pero lo lamento, pero lo lamento, te amo, maldición, te amo, te amo, ¿no puedes verlo? No puedes, no puedes, porque si lo hubieras visto, si hubieras visto alguna vez, si hubieras observado cada una de las cosas que he hecho por ti, porque te amo, porque te amo, porque te amo, y lo lamento, no te vayas, no me dejes, no lo hagas, te necesito, quédate, no me dejes solo, por favor, por favor. Tú no tienes idea, no tienes la menor idea de lo que significas para mí. Al final de cuentas, eres un mocoso que jamás se ha sentido amado en su vida. Es muy nuevo para ti. También lo es para mí. Pero debemos aprender a vivir con ello. ¿Lo has oído? VIVIR. VIVIR. Debemos vivir. No puedes morir. No puedes dejarme, maldición, ¡te amo! ¡No puedes hacerme esto! ¡No puedes! ¡No puedes! ¡Te lo prohíbo! ¡Tienes prohibido morir! ¡Tienes prohibido total y completamente dejarme! ¡No puedo vivir sin ti! ¿Acaso no lo entiendes? Tú eres todo lo que yo quiero, lo que necesito, lo que anhelo, lo que sueño, lo que respiro.
Por favor, entiende.
Por favor, abre los ojos.
Por favor, no me dejes.
Te amo, te amo, te amo, te amo, te amo, te amo, te amo…
.
…
Tan pronto supo el número de la habitación prácticamente se vio arrastrado a ella. Fue como si una fuerza magnética le llevara hasta ese rincón, hasta esa puerta, hasta ese cuerpo blanco sobre las sábanas.
Su pecho dolió como si estuviera bajo la maldición Cruciatus. Sus manos buscaron con rapidez las manos de Harry, sobre su vientre, y las tomaron en las suyas, llevándolas a su frente.
Estaban frías.
Podía sentir una débil magia en él, la magia de todo mago que persistía en los cuerpos incluso después de la muerte, para ser extraída en el funeral y proteger las mansiones familiares, pero podía sentir algo más fuerte, algo que le enloquecía, algo que hacía todo su cuerpo temblar y conseguir que las lágrimas brotaran de sus ojos.
Harry Potter ya no estaba en ese cuerpo.
Soltó un grito agónico, incapaz de cesar su llanto. Su cuerpo parecía destrozarse, la respiración entrecortada…
¿Cuánto le tomaría destruirlos todos? Podría enviarlos directamente a Albus Dumbledore. Podría hacerlos llegar con una carta y con una lista de cosas capaces de destruirlos, no debería demorarse, viviría el tiempo suficiente para ver cómo todo lo que ya no tenía sentido acababa por desmoronarse. Se reuniría con él. Lo vería. Lo…
—¿Qué cojones, Voldy?
Voldemort alzó la cabeza, observando una figura casi espectral sentada a los pies de la cama. Una extraña sonrisa rota cubrió sus labios, y debió limpiarse los ojos con las mangas de la túnica varias veces para poder observarlo bien.
No lucía como debería lucir un fantasma. No lucía plateado, brillante, y tampoco atravesaba cosas. Lucía como… lucía como un alma. En su trabajo de nigromante, Tom había fragmentado su propia alma, y había visto cómo ésta era conducida a su recipiente, sintiéndola en cada fragmento de su cuerpo hasta que tomaba un nuevo hogar. Pero exactamente así era como Harry lucía: sus mejillas estaban blancas, y los cabellos podrían estar un poco menos desordenados, pero todo en él parecía una exactitud del cadáver bajo sus manos.
Sus movimientos parecían dejar una estela de miles de cosas detrás de sí. No eran colores, ni objetos, y Voldemort tampoco podía darse cuenta de qué era, porque nunca había visto un alma fuera de su cuerpo moverse por voluntad propia.
Harry se inclinó sobre él, sus manos moviéndose sobre su rostro, y Tom fue capaz de sentir una ligera caricia, como cuando el sol golpea tu rostro luego de un día de frío. Se atragantó con el nudo de su garganta, incapaz de pronunciar palabra, incapaz de hacer algo más que observarlo como si fuera a perderlo, como si jamás fuera a verlo.
—Creí que…
—Estoy muerto —Harry alzó las cejas—. No te ilusiones.
Voldemort respondió con un sollozo estrangulado. Soltó las manos del cadáver, capturando aquellas manos que parecieron crear calor también a sus dedos. No era capaz de sentir masa física debajo de su piel, pero era capaz de sentir energía vibrante que le recorría de arriba abajo.
—¿Por qué? —Voldemort abrió los labios—. ¿Por qué?
Harry soltó un suspiro.
—No iba a arriesgar la vida de las personas que amo, Voldy —rió con una clara mueca juguetona, una mueca que incluso en su rostro espectral parecía forzada desde un dolor en lo hondo de su pecho—. Me lo advertiste. La primera vez no fui capaz de comprenderlo… pero la segunda estuvo muy clara. En la primera vez, muchos inocentes murieron por mi culpa, además de que casi muere alguien que es como mi hermano, como la familia que nunca tuve… la que me arrebataste. En la segunda vez, existieron muchos heridos. Y créeme que he pasado por alto cosas en las que no he estado involucrado directamente: el atentado a Beauxbatons, los secuestros de miembros del Ministerio de Magia… Sí, créeme. Es bastante extraño que algo así ocurra y que yo no me dé cuenta. Tengo la cara, pero no soy idiota.
Voldemort detuvo sus ojos en los de Harry. No relucían como los destellos verdes que usualmente le suavizaban con una mirada; su mirada era más clara, y más difusa. No era posible darse cuenta si le miraba con furia o con calidez. Los ojos eran las ventanas del alma, pero ahora Harry era un alma, y todo en él parecía llamarle, gritarle, reclamarle, odiarle y amarle, todo al mismo tiempo y con una misma intensidad.
—Pero te he dicho —Voldemort no era capaz de hallarse una respuesta a nada— que no podría vivir sin ti. No puedo. No puedo…
—Y yo no puedo vivir con la muerte de miles en mi consciencia, sabiendo que todo ha sido por mi culpa —expresó Harry con casi ternura, acunando su rostro entre sus manos—. Supongo que estamos a mano, ¿no?
Voldemort cerró los ojos, dejando que las lágrimas recorrieran libremente su rostro. Las manos de Harry, aquel toque sin tacto y sin fuerza, aquello que parecía ser sólo calidez, intentaron limpiarlas, y Voldemort sintió que lo estaba ensuciando con sus lágrimas.
—No puedes morir —murmuró Voldemort, negando con la cabeza—. No puedes, no puedes, no puedes…
—Pues te tengo una mala noticia —Harry rió como un niño que había hecho una travesura. Sin embargo, aquella risa estaba rota, fracturada por algo similar a un llanto—. Ya estoy muerto.
Voldemort abrió los ojos nuevamente, encontrándose con que sí, lo estaba. Su cadáver reposaba sobre la camilla, y su alma, sin ninguna atadura a él, parecía libre y tan cargada de calidez como si fuera una estrella en ebullición.
Una estrella apagándose.
—Pero, no comprendo —Harry frunció ligeramente los labios en una expresión pensativa que a Voldemort inmediatamente le recordó a Marshall Evans cuando meditaba sobre algo de lo cual no conseguía hallar respuesta. Era tan extraño como, a pesar del escaso tiempo que habían pasado juntos, Harry tenía más similitudes con su tío Marshall que con sus tíos muggles—. ¿Por qué no puedes vivir sin mí? ¿Qué tengo yo de especial? Has destruido medio mundo mágico para llamar mi atención. Has conseguido que yo hiciera esto. Me has llevado al límite. ¿Por qué insistir en negar mi muerte? Tú podrías tenerlo todo en este mundo y en cualquiera. El poder, la magia, las tierras, el oro y la plata, los libros y los escribas. No hay quien pueda detenerte. ¿Por qué yo? ¿Por qué justamente yo? ¿Qué es lo que tengo? ¿Qué es lo que...?
Entonces, los ojos de Harry se detuvieron en los manchones de sus dedos. Tiró de sus manos con una fuerza extraña para no ser una figura corpórea, observándolas. Sus dedos, palmas y dorsos tenían pequeños manchones de tinta.
Voldemort abrió la boca y no fue capaz de evitar que las palabras brotaran.
"Luces como un ángel cuando duermes,
Aunque yo tenga las alas.
Pero son falsas.
Las mías son de tinta, y las tuyas son tan reales, y me abrazan.
Yo no soy un poeta,
Y tú no eres exactamente una musa,
(¿Porque, qué musa acaricia como tú lo haces,
Besa como si no fuera pecado,
Se abre como si fuera un regalo?).
Tú eres como una estrella,
(tímido, blanco, vivaz)
que ilumina poco a poco mis noches.
Y cuando mis manos están sobre tu piel,
¿Cómo pensar que nuestro tiempo juntos es un derroche?
¿Cómo pensar que un ángel puede desear
(con tanta intensidad,
con tanta locura;
con tanta pasión,
con tanta amargura),
que puede secar mi boca,
y al mismo tiempo humedecer mis sábanas?
(¿Cómo pensar, siquiera?).
Luces como un diablo cuando tus piernas envuelven mis caderas,
aunque yo tenga el alma quebrada.
Pero tu maldad es falsa.
La mía es verdadera, corrompe y rompe, destroza y hunde;
y, aun así, me abrazas.
Yo no soy un poeta,
pero que me inspiras,
Lo haces,
Y me encantas,
Lo sabes."
Harry ahogó un jadeo, cubriéndose la boca con las manos. Todo él estaba temblando, deshaciéndose en destellos de luz, aunque seguía completo e intacto. Parecía como si toda su alma estuviera estallando, haciéndose y deshaciéndose en sí misma, fragmentándose y uniéndose, creando, simplemente creyendo.
—Tú me amas —susurró Harry, apartando ligeramente las manos de su boca. Voldemort le observó a los ojos ni tan verdes como las esmeraldas, pero ni tan verdes como la vida; ojos de muerte, ojos de tristeza, ojos de agua estancada y de agonía en su estado puro.
—Lo he hecho desde hace mucho tiempo —fue capaz de responder—. Pero estaba creído que amar era... amar era entregar el alma, la vida, las decisiones, el futuro. Amar era perder. Pero... amar es ganar. Ganas la sensación más hermosa y efímera del mundo. Amas, y estás completo. Amas, y eres capaz de todo. Amas y te das cuenta de que comienzas a ver todo con la mirada de la persona que comparte; cuando veía algo antes de ti pensaba exclusivamente en lo que me podría gustar a mí. Y cuando te conocí... cuando pude ver quién eras realmente, no fui capaz de hacer nada más que pensar en qué cosas podrían gustarte, en qué cosas podríamos compartir, qué cosas podría enseñarte o qué cosas podrían llamar tu atención. Era inevitable planear un futuro juntos. Me alejaba cada vez más de mis ideales y mis antiguos deseos; ya no era yo contra el mundo, ahora, de pronto, éramos tú y yo, y el mundo no importaba; si lo querías, si lo odiabas, lo único que podría interesarme era tenerte a mi lado y eso era tener al mundo. Y pensaba, ¿le gustarán las mascotas? ¿Alguna vez habrá tenido una antes de tener a su lechuza? Si le regalara una, ¿cómo la llamaría? ¿Un gato, un perro, una serpiente, quizá? ... ¿Le gustará más la Navidad o la Noche de Brujas? ... ¿Cuál es su color favorito? ¿Cuál es el que menos? ¿Qué tipo de cosas le gusta hacer en su tiempo libre? ¿Cuál es el libro que más lo ha marcado? ¿Cuántos amigos tuvo en su vida? ¿Qué es lo que consiguió que esas personas fueran sus amigos? ... Y quería... de pronto, saberlo todo de ti. Estar siempre contigo. Necesitaba... quería... yo...
Voldemort apretó los puños en torno a su propia cabeza, jalando de sus cabellos como si necesitara arrancárselos, arrancarse trozo a trozo la piel en la desesperada lentitud agónica de los segundos transcurriendo con vida. Los ojos como rubíes estaban rodeados de venas enrojecidas cruzando lo blanco. Todo su cuerpo temblaba en espasmos cargados del más intenso dolor, como si estuviera destrozándose, como si su cuerpo respondiera al llamado de pánico de su alma. Matadme, matadme, matadme.
Harry sollozaba en silencio.
—Lo siento —susurró—. Yo no… no sé lo que es amar. No sé lo que es que puedan amarme. No sé qué hacer, no sé cómo, no sé, yo soy un idiota, un estúpido, lo lamento, lo lamento, lo lamento...
Pero estaba hecho. El cadáver estaba allí, a su lado. Nadie podría revivir un cadáver. Nad-...
—¡MARSHALL! —Voldemort se irguió tan rápido y tan violentamente que el alma de Harry retrocedió como si estuviera aterrada de la explosión mágica que brotó con fuerza de él. Un suspiro después estaba lejos, en la otra punta de la habitación, los grandes ojos temblando e irradiando un brillo que parecía estarse apagando.
Las almas fueras de sus cuerpos solamente duran el tiempo suficiente en la tierra como para poder cumplir la razón por la cual están allí.
No tenían mucho tiempo.
Voldemort se acercó al cuerpo de Harry, ignorando los destellos del alma en el chico. Apartó las manos frías con un estremecimiento y examinó la piel. El rigor mortis estaba presentándose. No hacía mucho tiempo que había muerto, ¿dos, cuatro horas? Era imposible que los tejidos pudieran haberse degradado, al menos tanto como para imposibilitar...
Llevó la mano a su pecho, intentando hallar conexión. Lo sentía como si residiera en algún rincón de su magia, difuminándose en cada rincón del cadáver. El cuerpo había muerto por muerte natural, o al menos no mágica. Voldemort sentía sus tripas revolverse al examinar las muñecas vendadas hasta los antebrazos y sentir el aroma metálico a la sangre emanando de las heridas abiertas. ¿De qué servía remendar un cadáver?
Lo halló y pujó por él.
Harry chilló.
—PUTA MIERDA —y se apartó del cuerpo que abría los ojos, confundido.
—Tranquilo —Voldemort podía sentir agotamiento físico, emocional y mágico. No dormía hacía mucho tiempo, no tenía un descanso de su explosión emocional desde que había descubierto sus sentimientos latiendo allí, en su alma, y tampoco había practicado ese tipo de cosas jamás—. No quería que te asustaras. Harry, ¿te he explicado alguna vez lo que es un Horrocrux?
El alma de Harry negó mientras su cuerpo, con los ojos abiertos, inhalaba y exhalaba el aire hasta que su pecho se llenaba y luego se vaciaba. Comenzó a sacudirse en pequeños espasmos nerviosos. Voldemort volvió a llamar (¡Marshall!) sabiendo que todo Señor Oscuro tenía esa conexión con sus seguidores, aquellos que había marcado con su mano y no con su varita. Capaces de oírlo y sentir su llamado, de ir por él.
—Un Horrocrux es el sitio donde un nigromante deposita un trozo de su alma fragmentada —explicó brevemente, simplificándolo todo—. Un Horrocrux puede ser un objeto o un ser viviente.
—Soy un Horrocrux —comprendió Harry, señalando su cuerpo.
Voldemort esbozó una sonrisa cargada de esperanza.
—Eras —destacó, al mismo tiempo que Marshall se adentraba en la habitación. Tenía los cabellos largos y desordenados, y se lanzó hacia la camilla observando a Voldemort como si se hubiera vuelto loco.
—¡Mi Señor! —balbuceó. Voldemort le observó perplejo—. ¿Qué está... cómo...?
—No voy a arriesgar su alma mientras reparamos este cuerpo —balbuceó, tragando saliva. Podía sentir el dolor agudo en su pecho mientras su alma era afectada, destrozada; el cuerpo había estado muerto durante bastante tiempo a niveles mágicos, todos los tejidos afectándose en aquel periodo de tiempo que no parecía tanto para los seres vivos. Podía sentir su pecho romperse como si miles de cuchillas estuvieran desgarrándolo, pero no había sangre, no había dolor físico; su alma, el trozo de ella que residía en Harry Potter, estaba siendo torturada por haber despertado en un cuerpo que la estaba matando, matándolo a él, destruyendo su alma en su interior como el fuego infernal más potente, como el veneno de basilisco más agudo—. Marshall, Harry está allí. Está de pie, mirándonos, con los ojos cargados de lágrimas. Brilla como si fuera un pequeño sol real, no uno metafórico, no ese que siempre ha sido para mí desde que apareció en mi vida y me dedicó una de esas estúpidamente cínicas sonrisas que me replantean mi existencia en esta tierra. Está muerto, pero aún está con nosotros. Y ahora vamos a arreglar este cuerpo para traerlo de regreso.
*lanza confeti de tripas* Awww, echaba de menos a mis nenes hermosos de este fic, yo simplemente los quiero abrazar siempre y fuerte y cuando entré al documento casi los sentí mirándome con reproche como "Jelou, ¿acaso nos has olvidado? Ugh, qué pésima madre". Sísísí estoy algo ida, es que dejarme hablar de mis fics es algo que me saca de mí, podría hablar horas y horas y horas.
En fiiiiiinnnnnnn. Nombro especialmente al Batallón de Perras que me llena de memes para que actualice.
Quisiera decir que escribí de mi puño y letra cada poema en este capítulo... y en este fic. *risas nerviosas* Soy una poeta dramática, pero intenté ponerle el sentimiento suficiente. Y, como verán, he dejado en claro que cada precioso poema se encuentra escrito por Voldemort, nuestro Lord de las Artes. Sé que lo aman, no lo nieguen *guiño y chillidos fangirl*
Gracias realmente a todos por leer, de verdad no tienen la idea de lo que este fic significa para mí y simplemente si me demoro en subir capítulos es para conseguir darle una mejor fuerza a cada uno, el sentimiento necesario para que sea de su agrado.
Eso es todo *llora*
xxx G.