Dedicado a las personas que sienten la aventura por sus venas cuando están con la persona que aman.

Que los vuelve locos.

Que llena su cuerpo de emoción.


You make me feel crazy

— Acompáñame.

— No.

— ¡Serán solo unos minutos!

— No.

Hanji suspiró, pero no perdió el entusiasmo. Se sentó frente al escritorio de Erwin y apoyó las botas en él. Levi, que estaba a su lado pero con las piernas cruzadas, puso los ojos en blanco.

El comandante los miró a los dos. Ambos se comportaban como si fuesen hermano y hermana, era tan cómico.

Para empezar… ¿qué demonios estaban haciendo en su oficina?

— Levi, es obligación de este escuadrón ver este tipo de cosas —insistió Hanji, cruzándose de brazos —. Tan solo te pido que me acompañes.

Levi la miró como si quisiera golpearla, pero eso sería en otra ocasión. Quizás cuando no le tenga tanto cariño a la cuatro ojos.

— La única loca que quiere poner el trasero en ese lugar eres tú, mi respuesta es no —y puso fin a la conversación cuando también se cruzó de brazos.

— ¡Bien! —Hanji, ya con un ceño fruncido, miró a Erwin con unos ojos llenos de decisión—. Erwin, esta es una de mis decisiones infranqueables. ¡No me iré de aquí hasta que uno de los dos vaya conmigo!

Erwin y Levi se miraron, y por un momento pensaron que ella los amenazaría con algo mucho peor. Pero Hanji solo se quedó allí, mirándolos con ojos brillantes y sus labios hechos un puchero. No sabían cuándo fue la última vez que ella había hecho esa expresión, pero era tan divertida y tierna que no hubo discusión ante ello. Se quedaron los tres en silencio, con los dos hombres mirándose con miedo.

Bueno, ya sabía que seguiría después de eso…


Cruzando el gran campo de trigo, se escucharon las risas de Hanji más adelante. Tuvo que correr y saltar para alcanzarla en medio de todas esas plantas.

— ¿Me puedes… me puedes decir que estamos haciendo aquí? —preguntó cuándo ya se encontraba cerca de ella, casi a su lado.

Hanji le sonrió, sus mejillas tenían un sonrojo peculiar aquel día.

— Ya te lo dije, Erwin —atravesó un pequeño caminito entre el trigo que él siguió al instante—. Estamos buscando las huellas del titán que matamos anteayer, ¿recuerdas?

Erwin asintió en silencio.

Caminaron un poco más por el trigal, escuchando los relatos de Hanji o el canto de los pájaros al cruzar el lugar. Si no fuese porque estaba allí bajo el deseo de ella, aquello habría sido un relajante paseo en su tiempo libre. El día era el ideal, con el sol a punto de abandonar el cielo, tiñendo todo de matices naranjas. Era muy lindo.

Se detuvieron en medio de la caminata, el grito de Hanji alarmó a Erwin.

— ¡MIRA ESO, ERWIN! —Se colgó de él cuando corrió hacia ella, mirando la gran huella que había dejado uno de los titanes que habían matado hace días—. Oh, Dios, es como si hubiese querido hundir la tierra… ¡Casi ocho metros de profundidad! ¿O serán más…? Santo cielo, ¡Erwin, tenemos que ir!

Ambos caminaron hasta la huella, Hanji casi gritando de la emoción. Observaron la gran huella y no temieron ante la idea de bajar y estar dentro del cráter. Erwin saltó primero, ayudándola a ella mientras miraban todo ese terreno. Era gigantesco… apostarían a que sería uno de los más grandes lagos si lo llenaban de agua.

Es más, a Hanji se le dio por pedirle eso a Erwin mientras inspeccionaban el agujero.

— Ni se te ocurra —había dicho entre risas el comandante.

Hanji hizo un puchero bastante cómico.

— ¿Sabes? No es bonito que seas siempre un aguafiestas, ya estas pareciéndote a Levi —le dijo en confianza, mirándolo a los ojos al hablar.

Erwin se le quedó mirando por un momento. Resopló y quitó la vista de ella.

— Eso no es cierto, yo soy muy divertido —la contradijo.

— Uy si, eres tan divertido como un titán muerto —Hanji sonrió, se acercó a él y se colgó de su espalda—. ¡Vamos, Erwin, tienes que ser un poco loco a veces!

Se bajó de su espalda cuando se encontraron con una piedra puntiaguda cubierta de una sustancia carmesí, inmediatamente Hanji fue corriendo hacia allá. Erwin suspiró, siguiéndola lentamente.

¿Aguafiestas? ¿Quién podría decir eso? Bueno, tampoco estaban para ser felices de manera desquiciada, estando en guerra con criaturas que mataban a veinte de sus hombres en tan solo una mordida. Sin embargo, no se podía decir que él era un aburrido. Erwin tenía mucho sentido del humor… además de un gran corazón.

Y eso ella debería saberlo, siendo la dueña de ese corazón y todos los sentimientos que tenía dentro. ¡Aquello no era un juego!

Algún día le demostraría quien tenía sentido del humor.

En todo el trayecto se había dedicado a verla trabajar, sonriendo y anotando en su libreta. Le gustaba como su cabello se movía con el viento, como sus gafas captaban los últimos rayos del sol. Su figura no había cambiado, después de todo ese tiempo. Habían estado juntos desde hace tanto… y aun así ella era la misma chica de la que se enamoró, diez años atrás.

Todavía recordaba cuando se le declaro, y como ella con una sonrisa lo abrazó, como le dijo que sí…

Como había comenzado esa aventura tan emocionante.

Sin duda, Hanji había aparecido en su escuadrón para aliviar sus penas, para darle un nuevo sentido a la vida que el mismo había construido. Verla reír, hacer una estupidez y luego volver a sonreír… todo aquello era lo que él quería ver el resto de sus días.

Había sido por eso que ese día abandonó su puesto, poniendo en mando a Levi hasta que volviera. Todo por ella.

Y luego decía que era un aguafiestas.

¡Por todos los santos! ¿Qué tenía que hacer para que ella diga que es una persona divertida?

Las ideas habían abandonado su mente.

Ya se había hecho algo tarde, dando ya los últimos rayos del sol, decidieron irse y volver al día siguiente. Ayudó a Hanji a subir y volver a tierra, sonriéndose mutuamente al verse a los ojos.

Cuando Erwin iba a subir, ella le silbó.

— ¡Erwin, mira esto!

Se encontraba en la punta de la pendiente, de espaldas y riendo. A Erwin casi le da un infarto cuando la ve. Quitó las manos de la pared de tierra y se puso en posición para tomarla por si resbalaba.

Entonces ella volvió a su posición normal, lanzándole carcajadas.

— Era broma, no iba a hacerlo, sé que morirías de un infarto.

Erwin vio como poco a poco se iba alejando de la pendiente, y casi pudo escuchar un suspiro de desánimo por parte de ella.

AH NO.

AH NO.

¡¿Quién le quitaría la diversión?!

— ¡HANJI!

Ella se acercó para ver a Erwin.

En la distancia adecuada, alzaba el único brazo para agarrarla. Con una tierna sonrisa y el cabello despeinado. La invitaba a que salte a su abrazo desde aquella altura, confiado de que la rescataría.

La sonrisa de Hanji había sido tan grande como la de él cuando le dio la espalda, cruzó los brazos y, con un salto, se dejó caer.

Había cerró sus ojos y tan solo sintió el viento que acariciaba sus brazos y espalda, esperando que el brazo de Erwin la tome en la caída.

Sin saberlo siquiera, ella había comenzado a reír.

No fue difícil atraparla, Erwin estaba preparado. Tan solo una atrapada, un movimiento antes de que toque el suelo, y ya la tenía entre sus brazos. Hanji se había inclinado al sentir su abrazo para corresponderlo, girando su cuerpo en el aire y abrazándolo por el cuello. Tan solo un impulso, caminando hacia atrás para no perder el equilibrio, ambos se abrazaron en las sombras que aquellas paredes creaban ante el ocaso.

Sin abrir los ojos buscaron sus labios, besándose con una alegría que juraron sería permanente en sus vidas. Desearon poder quedarse allí para siempre, sin preocuparse de nada.

¿Qué era la diversión a esas alturas de la vida? ¿Qué era volverse loco? Ninguno de ellos pudo describirlo, cuando se miraron a los ojos ya no hubo ninguna respuesta ingeniosa.

Aunque podrían decir que ambos estaban locos, tal vez al nacer, tal vez uno volvía loco al otro.

Nadie sabía qué podía responder a ello, pero era hermoso.

Al volver caminando por el trigal, Erwin tomó la mano de Hanji. Sin mirarla a los ojos.

— ¿Qué, por qué no me miras? —una sonrisa juguetona recorrió sus labios—. ¿Es que eres un adolescente?

El comandante apretó su mano.

— Solo quiero volver a casa así contigo, no es nada —respondió con calma.

Hanji rió y se apretó a su costado, entrelazando los dedos.

— Gracias por acompañarme.

Ambos sonrieron, alejándose del trigal con un sentimiento cálido en el cuerpo de ambos.

¿Quién diría que ambos podrían volverse locos por el otro?


Próximo capítulo: Don't make me sad, Don't make me cry