I.

Y abrió los ojos por fin.

La chica miró en todas direcciones con su mente aún hecha un desastre por lo que había pasado, aún no ponía sus pensamientos en orden cuando se encontró con los ojos de varias personas que la miraban fijamente. Después de que la chica abrió los ojos todos los presentes soltaron largos suspiros de alivios. Ella miraba a todos sin saber aún qué estaba pasando.

-¿Qué...? -murmuró la chica pero no pudo decir nada más al ser interrumpida por uno de los presentes.

-Menos mal que has despertado-dijo el que parecía ser el mayor-, llevamos un buen rato tratando de reanimarte.

Aquello la dejó aún más desconcertada que antes.

-¿Re... Reanimarme? -preguntó con un hilo de voz.

-Así es-dijo y revisó su reloj-. Estuviste oficialmente treinta segundos muerta, bienvenida de nuevo al mundo de los vivos -dijo con una sonrisa en su rostro.

La chica abrió los ojos todo lo que pudo en señal de sorpresa. Aquella persona le acababa de decir que había estado muerta. No, aquello no era posible.

-¿M-Muerta...? -repitió aún sin poder creerlo.

-Supongo que estás sorprendida. Es normal, después de todo no siempre se sobrevive a un intento de suicidio-dijo y la sonrisa de su rostro se borró después de decir aquello-. No sé qué circunstancias te han llevado a intentar algo así pero te diré que no es la solución a tus problemas.

La chica no prestó atención a lo último que dijo el hombre, ya que sus primeras palabras quedaron resonando en la mente de la chica un buen rato.

Había intentado suicidarse.

Aquello era imposible, después de todo lo que había pasado ella nunca intentaría semejante cosa, no después de que por fin iba a rehacer su vida.

-¿Dónde... Dónde estoy...? -preguntó después de varios segundos en silencio.

-Estás en el hospital, y yo soy el doctor Nishikino, un placer, Yazawa Nico -dijo el pelirrojo y le tendió la mano.

¿Quién?

-¿Y-Yazawa Nico...? -preguntó después de haber escuchado aquel nombre.

-Así te llamas, ¿no? Ese era el nombre que figuraba en tu carnet de estudiante. Qué curioso, mi hija también estudia en Otonokizaka.

¿Carnet de estudiante...?

-Eso... -intentó decir pero las palabras simplemente no le salían.

-Supongo que estarás confundida aún, no te preocupes, dentro de nada estarás bien. Lo que tienes que hacer ahora es descansar -dijo el doctor y le puso una mano en su cabeza como gesto de cariño.

-Quisiera irme a casa... ¿por favor? -preguntó la chica no muy segura.

-No te preocupes, hemos llamado a tu madre, debería estar llegando en cualquier momento.

-¿Mi madre...? -preguntó sorprendida.

-Efectivamente, así que por ahora acuéstate un rato hasta que llegue ella, ¿de acuerdo?-dijo y se dio la vuelta para marcharse-. Si necesitas algo presiona ese botón y uno de los enfermeros vendrá en seguida, hasta luego Yazawa-san -dijo y salió de la habitación.

La chica se quedó viendo durante varios segundos el lugar por donde el doctor Nishikino se había marchado. Todo aquello era muy extraño, seguro que se trataba de un mal sueño, es más, apostaría cualquier cosa a que si se volvía a acostar cuando se volvier a despertar estaría de nuevo en su antigua casa. Soltó un suspiro de alivio ante aquella posibilidad, sí, seguro que era eso, por lo que dejó de darle importancia y decidió seguir el consejo del doctor que se había inventado y se dispuso a dormir. Cuando se despertara todo sería una anécdota mas.

...

-¡Nico! ¡Despierta! -escuchó una voz que le gritaba a la vez que estremecía su cuerpo violentamente.

La chica abrió los ojos y se encontró frente a una mujer de pelo negro y ojos rojos como si fueran rubíes. La mujer tenía una expresión de preocupación en su rostro y unas pequeñas lágrimas empezaban a aparecer en la órbita de sus ojos.

-¿Eh...? -dijo la chica confundida.

-¡Gracias a Dios que estás bien!-exclamó y abrazó a la chica-. Los doctores me dijeron que te caíste por accidente de un puente y que casi te ahogas -dijo y empezó a llorar.

La chica desvió la mirada y se encontró con el mismo doctor pelirrojo que le había hablado antes con una sonrisa en su rostro como si contemplar la escena madre e hija que sucedía frente a él tocara una fibra sensible dentro de él.

Todo aquello no había sido un sueño. Estaba pasando en verdad.

-No sé qué habría hecho si te perdía a ti también-dijo la mujer después de un rato-. Mira, he traído también a tus hermanos -dijo y se apartó para que la chica pudiera ver mejor.

Allí, frente a ella, estaban tres pequeños, dos niñas y un niño, quienes la miraban fijamente con lágrimas en sus ojos, parece como si hubieran tenido una pesadilla y se hubieran levantado de golpe. Antes de que la chica pudiera decir algo los tres pequeños se lanzaron frente a ella y dieron rienda suelta a sus emociones al tiempo que repetían su nombre una y otra vez.

Yazawa Nico.

-¿Cuándo podremos irnos doctor? -preguntó la mujer al separarse de sus hijos.

-Yazawa-san parece estar bien ahora, y tampoco hemos encontrado nada raro con ella por lo que supongo que os podéis ir hoy mismo -dijo y la mujer soltó un suspiro de alivio al escuchar noticias tan buenas.

La chica no supo cuando, pero cuando se dio cuenta se encontraba frente a una puerta junto con los tres pequeños y la mujer de antes. En todo el recorrido todos se habían mostrado antentos con ella, al parecer ella era un miembro muy importante para ellos.

-Bienvenida de nuevo -dijo la mujer y soltó una risita.

La chica entró en la que al parecer era su casa no muy segura aún. Aquel sueño se estaba tornando muy largo ahora. Pero ella en el fondo lo sabía, la premisa del sueño sólo era una excusa para justificar todo lo que estaba pasando frente a ella.

-¿Por qué no vas a tu habitación y te cambias? Yo prepararé la cena -dijo la mujer y se dirigió a la cocina.

La chica empezó a caminar no muy segura aún. Avanzó a través de la casa y se encontró en un pasillo donde habían varias puertas. Miró fijamente cada una de las puertas sin saber qué hacer a continuación.

-¿Cuál se supone que es mi habitación...? -preguntó a nadie en particular mientras veía las puertas.

-¿Cómo que cuál es tu puerta? ¿Acaso te diste un golpe antes y te borró la memoria? -dijo una voz detrás de ella.

La chica se giró a toda velocidad y se encontró frente a una de las chicas de antes. Una de sus hermanas.

-¿Me creerías si te dijera que es así? -dijo la pelinegra e intentó soltar una risita, aunque por dentro no estuviera bromeando.

-No tienes remedio...-dijo la niña y le señaló una de las puertas-. Es esa de allí. Mamá dice que te des un baño y que la cena estará dentro de poco -dijo y se marchó tan rápido como vino.

Al encontrarse sola se aventuró hacia la puerta que su hermana le había indicado. Un tanto asustada se acercó hasta esta y después de pensarlo mucho la abrió lentamente. La habitación era normal, sumamente normal. La chica no observó nada fuera de lugar, aunque hubo algo que llamó su atención: y eran todos aquellos pósters de idols esparcidos por toda la habitación. Sinceramente ella no tenía ni la más remota idea de quiénes eran todas aquellas chicas cuyos rostros estaban impresos y que la estaban observando con aquellas sonrisas perfectas desde la pared. Por alguna razón se sintió intimidada al sentir tantos ojos sobre ella.

Justo cuando se posicionó en el centro de la habitación, desvió su mirada por puro instinto y allí lo vio: frente a ella, había un espejo y el reflejo que se proyectaba era algo que no le gustaba nada. Era una chica, más bien una niña, de pelo negro y ojos rojos, era una copia en miniatura de la mujer que decía ser su madre. Sintió que todo el peso del mundo se le venía encima, tanto que cayó contra el suelo. Se quedó allí mirando el espejo sin apartar los ojos ni un segundo, antes de darse cuenta estaba sudando y sus brazos y piernas temblaban.

Se levantó como buenamente pudo y se colocó frente al espejo inspeccionando cada centímetro de ese rostro desconocido.

-¿Quién eres...? -se preguntó a sí misma sin apartar la vista del espejo.

De repente sintió que su brazo le picaba, era como si miles de hormigas la morideran simultánemente. Levantó la manga de su camisa y observó varios cortes horizontales a lo largo de su muñeca, varios de esos cortes apenas se podían ver pero muchos otros eran bastante recientes, tanto que apenas la sangre había cuajado.

-¿Qué demonios...? -preguntó confundida al sentir de nuevo aquel ardor en su brazo.

No aguantó más el picor por lo que decidió buscar en alguno de los cajones un poco de alcohol para calmar su brazo. Abrió varios de los cajones en busca del líquido y en uno de ellos se encontró con una cuchilla de afeitar con sangre aún adherida a la hoja. La pelinegra la levantó lentamente olvidando así por un momento el picor.

De repente la invadió una tristeza enorme. No tenía ni idea de lo que estaba pasando pero por lo que podía observar la tal Yazawa Nico era una desgraciada. El supuesto intento de suicidio junto con las cuchillas lo demostraban.

-Pobre... -murmuró la chica con tristeza.

Colocó de nuevo la cuchilla justo donde la encontró y decidió no pensar más en aquello, al menos no por el momento...

...

La alarma de su teléfono móvil la despertó de golpe.

Abrió los ojos y se levantó a toda velocidad, como consecuencia sintió que todo su mundo se desvanecía. Para evitar precipitarse al suelo se sentó de nuevo en el borde de su cama. Después de varios segundos abrió de nuevo los ojos y se encontró en el mismo lugar que anoche.

Seguía siendo Yazawa Nico.

Recordó los sucesos del día anterior : el primero era que Yazawa Nico se había intentado suicidar. El segundo que cuando despertó estaba en el cuerpo de la pelinegra y la tercera era que tenía una madre cariñosa y tres adorables hermanos, si se analizaba objetivamente no había razón para que una persona con una familia así se intentara suicidar.

-¿Onee-chan?-preguntó su hermana mientras abría la puerta-. Será mejor que te des prisa, o si no llegarás tarde a clases.

-''¡¿Clases?!'' -pensó alarmada al escuchar aquello.

Es verdad, ayer, el médico dijo algo relacionado con eso, dijo que su hijo o hija estudiaba en no sé dónde, pero como estaba tan aturdida no prestó la suficiente atención.

-G-Gracias...-dijo y su hermana menor se dispuso a irse pero Nico la detuvo-. ¡E-Espera! ¿No sabes dónde está... mi carnet de estudiante?

-Te lo puse ahí-dijo y señaló el tocador-, para que no lo olvidaras.

-G-Gracias... -dijo y la menor se retiró.

Nico se levantó a toda velocidad y agarró el carnet para así leer el nombre del lugar en el que estudiaba.

-¿Otonokizaka...? -no tenía ni la más remota idea de dónde quedaba ese lugar, pero para suerte de ella la dirección venía en el respaldo del carnet-. Oh, no está tan lejos, tan sólo son un par de estaciones de metro-dijo y volvió a leer el nombre del carnet-. Yazawa Nico... o sea que es verdad, ella ha... ha muerto -dijo y sintió unas ganas de llorar inusuales.

Pensar que esa tal Nico había muerto tan joven...

La pelinegra sacudió su cabeza con la intención de ahuyentar aquellos pensamientos, ya se las arreglaría más adelante, por lo pronto lo único que haría es ir a clases.

...

Había taradado más de lo que esperaba. Aquella parte de la ciudad no la conocía por lo que no calculó bien el tiempo. Pero no había perdido tanto tiempo, aún podía llegar sin meterse en problemas. Y ahora se encontraba en el metro viendo la ciudad pasar frente a ella.

-''Todos mis tatuajes se han ido...'' -pensó la pelinegra mientras se dirigía a la preparatoria.

Se había dado cuenta cuando se bañó la noche anterior, todos sus tatuajes, piercings y cicatrices se había ido. Ahora tenía el cuerpo de una chica cuyo único defecto eran las cortadas tan horribles en sus muñecas. Soltó un largo suspiro, desde luego que no comprendía qué estaba pasando.

Llegó a su estación y se bajó del tren. Después de unos minutos caminando divisó a lo lejos las puertas de Otonokizaka, sinceramente no se esperaba que fuera un edificio tan grande. Miró a su alrededor y observó a cientos de estudiantes con el mismo uniforme que ella vestía.

-''Así que es una escuela de chicas...'' -pensó al no ver ningún hombre con el mismo uniforme.

La pelinegra entró en el edificio apurada ya que al fondo escuchó la campana que indicaba el inicio de las clases. Lo que la pelinegra no vio era que unas chicas la miraban fijamente mientras que unas sonrisas adornaban sus rostros.

...

Las primeras clases habían pasado y Nico sentía que iba a morir de aburrimiento. Ella no recorda que la escuela fuera tan aburrida, pero no se quedó dormida por poco. La campana que indicaba el inicio del almuerzo y la pelinegra se levantó de su sitio pero antes de que pudiera alejarse más tres chicas se interpusieron en su camino.

-Vaya, vaya, pero si es Nico-chan, ¿cómo va todo? -dijo y todos los presentes en la clase desviaron la miradas, ya que temían que lo mismo les pasara a ellos.

-''¿Y esa quién es?''-se preguntó la pelinegra-. Bien, supongo -respondió después de varios segundos.

-Verás, mis amigas y yo no hemos traído hoy nada para el almuerzo, y de verdad tenemos hambre, por lo que quería que me dejaras un poco de dinero -dijo y la sonrisa de la chica aumentó.

-Lo siento-respondió Nico-, sólo he traído lo mío, no puedo dejarte nada -dijo y empezó a alejarse.

-¡Oye!-exclamó la chica enfadada-. Te lo he pedido de manera muy amable-dijo y sacó su teléfono móvil-, si no quieres que esto circule por ahí será mejor que hagas lo que te digo-dijo y acercó su rostro todo lo posible al de la pelinegra-. ¿Y bien? ¿Qué me... -la chica no pudo acabar la frase ya que Nico le dijo con su frente en la nariz.

La chica se echó hacia atrás mientras se sujetaba la nariz con ambas manos. Todos los presentes, sobretodo las dos secuaces de aquella chica estaban sorprendidos al ver a Nico atacar a su agresora.

-Tenía la intención de ignorarte pero eso que has dicho suena a extorsión y eso no me gusta -dijo y le quitó el teléfono a la chica.

En él había un vídeo en el que se veían a las tres chicas frente a ella y a una Nico en suelo mientras era humillada por las otras tres. Iba a apagar el teléfono pero de repente en el vídeo aparecieron otos dos chicos, quienes también se estaban divirtiendo a costa de la pelinegra.

Nico borró el vídeo y se guardó el teléfono en el bolsillo. Miró hacia la chica, quien se seguía doliendo por el golpe. La pelinegra soltó un suspiro, se colocó junto a la chica y le dio un golpe en la rodilla, haciendo que perdiera el equilibrio.

-Dime, ¿quiénes son los otros dos del vídeo? -preguntó Nico con voz neutra, sorprendiendo una vez mas a la clase entera, ya que Nico siempe había sido una chica sumisa y tímida.

-¿Para qué quieres saberlo? ¿Acaso vas a divertirte con ellos como en el vídeo? -dijo y Nico le pegó un puñetazo en la mejilla izquierda.

La chica soltó una exclamación de dolor, pero no tuvo mucho tiempo para dolerse, Nico la agarró por el cuello y la arrastró hasta el marco de la puerta, dejó ahí a la chica y aplicando no mucha fuerza empezó a cerrarle la puerta repetidas veces en el cuello. Como resultado la chica gritaba presa del dolor con cada golpe. Una gran conmoción se había formado y ahora la mayoría de las alumnas presentes observaban la escena entre asustados y felices al ver a alguien que ponía en su sitio a aquella chica.

-¿Me vas a decir quiénes son? -dijo y esperó la respuesta de la chica.

-Son... dos amigos míos... suelo irme de fiesta con ellos... -dijo la chica apenas conciente.

-Necesito sus nombres, todo lo que tengas.

-En el teléfono está todo lo que necesitas -dijo la chica sin atreverse a mirar a Nico a los ojos.

Nico encendió de nuevo el teléfono y empezó a buscar entre los contactos, pero para mala suerte de la pelinegra aquella chica tenía muchos contactos.

-¿Cuáles son sus nombres? -preguntó Nico.

-Yuu y Tetsuo -respondió la chica.

-Toma-dijo y le pasó el teléfono-, dile que quieres quedar con ellos a la salida, diles que me llevas de nuevo.

La chica tomó el teléfono y obedeció a Nico, marcó el número de uno de ellos y le dijo todo lo que la pelinegra le había dicho antes. Colgó el teléfono y se lo volvió a pasar a Nico.

-Todo listo, dijeron que estarán cuando las clases acaben.

-Perfecto-dijo y miró a las otras dos chicas, quienes dieron un salto al verse el objetivo de Nico-. Dadme vuestros teléfonos, y vuestras carteras, ¡ya! -gritó y las dos chicas obedecieron con lágrimas en sus ojos presas del miedo que sentía en ese momento.

Nico buscó en las carteras de las tres chicas, ya que antes le había quitado la suya a la otra chica y sacó todo el dinero que tenían, una vez completado la acción le devolvió las pertenencias a las tres.

-Me quedaré con esto, como pago por las molestias. Y tú-dijo y colocó su pie en la cabeza de la chica que estaba en el suelo-, como vuelva a escuchar que has causado más problemas iré a por ti, y cuando lo haga no seré tan indulgente como ahora, ¿me entiendes? -dijo y la chica asintió como buenamente pudo-. Perfecto, ahora si me disculpas, tengo hambre -dijo y se empezó a alejar de allí.

Antes de que se alejara del todo escuchó cómo varias personas le aplaudían y le gritaban palabras de felicitaciones.

-''Cerdas inmundas, me felicitáis por lo que he hecho pero ninguna de vosotras se dignó a ayudar a Nico cuando estaba en problemas'' -pensó y siguió su camino.

-¡Perdona! -escucho que alguen le hablaba, se giró y vio a una chica de pelo púrpura que venía acompañada por una rubia.

-¿Si? -preguntó Nico al ver a aquellas dos chicas.

-¡Has estado genial antes! -volvió a decir la chica de antes.

-¿Y tú quién eres si se puede saber? -preguntó de nuevo Nico sintiéndose irritada.

-¡Soy Nozomi! Y ella es Eli -dijo y señaló a su amiga.

-¡N-Nozomi! No le digas mi nombre, puede ser peligrosa -susurró a su amiga, aunque Nico pudo escucharlo claramente.

-''¿Nozomi y Eli...?'' -pensó Nico mientras veía a las dos chicas frente a ella.

...

Y bueno, aquí un nuevo fic. Sé lo que estáis pensando los que me seguís, ''¿Otro fic?'' ''¿y qué pasa con los otros?". Lo sé, lo sé, pero es que si no escribo en su momento luego olvidaré todo y me arrepentiré. Así que, os aguantais.

Hasta la próxima-