San Valentín definitivamente no era un día común y corriente.

Hinata Hyuga lo tenía más que claro, solo le bastaba ver la manera en que todo el mundo se emocionaba tanto con aquel día.

Incluso en su preparatoria, en donde no solían haber demasiadas celebraciones en el año, grandes globos con formas de corazón colgaban de los pasillos. El especial en la cafetería incluía un delicioso pastel de chocolate con forma de corazón, por no hablar también de la nueva forma de reunir dinero que el consejo estudiantil había planeado para ese día: una venta de rosas, para todos los chicos enamorados que quisieran sorprender a sus novias.

Un ambiente muy romántico para las parejas que allí habían.

Aunque a Hinata aquellas cosas no le importaban realmente. Si tuviese que explicarlo, para ella, existían tres tipos de personas en aquella fecha tan especial.

Primero que nada, estaban los enamorados, quienes disfrutaban de aquel día dedicado a ellos con completa dedicación. Inclusive semanas antes ya se encontraban preparando las sorpresas que les dedicarían a sus parejas para la fecha. Eran quienes se aprovisionaban de chocolates, globos, flores, peluches y cartas de amor, o bueno, cualquier cosa que tuviera un corazón dibujado en el centro. De la misma forma, para quienes eran solteros, pero estaban enamorados, aquel día también representaba una oportunidad para declararse, para ser valientes y arriesgar todo en nombre del amor.

El segundo tipo de persona lo constituían quienes sufrían por culpa del desamor. Para ellos la tarea consistía en odiar aquel día con toda su alma. Durante el día, Hinata había visto a algunas chicas despotricar contra el amor en más de una ocasión, burlándose de las parejas enamoradas, aunque para ella resultaba obvio que si pudieran decidir entre eliminar el día de San Valentín y romperles la nariz a los idiotas que tenían por ex novios, evidentemente escogerían la segunda opción.

Finalmente estaba el tercer tipo de personas, en dónde Hinata sentía que se encontraba: las personas quienes no celebraban el día de ninguna manera pues no tenían un motivo para ello.

Y bueno, Hinata no tenía novio, nunca lo había tenido. Era demasiado tímida como para conocer a otros chicos fuera de su grupo de amigos y sus tiempos libres los gastaba en la biblioteca de la escuela, en donde podía sumergirse en las largas y hermosas historias que aquellos libros le concedían. A menudo evitaba pensar en ello, pero no podía negar que era el tipo de chica tímidas, silenciosas y que prefería una buena noche de lectura antes que una ruidosa fiesta. Algo raro para el común de chicas de dieciséis años que prefería disfrutar de su juventud, pero ella era feliz así.

Sin embargo…

- ¡Una rosa! ¿Para mí?

Aquel grito de entusiasmo llamó su atención. A su derecha una chica recibía entusiasmada una hermosa rosa roja, mientras que el muchacho frente a ella sonreía con alegría para luego recibir un gran beso como recompensa. Ante eso Hinata apartó su mirada y continuó caminando.

Durante el día había visto a decenas de chicas llevando una rosa roja con ellas, sintiéndose afortunadas y enamoradas. Inclusive ella misma había deseado tener una, antes de darse cuenta de que no conseguiría ninguna.

Era imposible.

O al menos eso pensaba… hasta el momento que encontró una de aquellas hermosas rosas rojas justo al interior de su casillero.

Su primer impulso fue creer que se trataba de un error.

Era imposible que alguien le hubiera dedicado una rosa a ella. Sin embargo, al tomarla, pudo ver la pequeña nota atada alrededor del tallo. Con cuidado la desdobló, leyendo su contenido con atención, y para cuando terminó todo lo que podía sentir era la forma en la que su rostro ardía por culpa de las palabras que allí venían escritas. Realmente alguien le había dedicado una rosa. A ella, solo a ella, y quien lo hubiese hecho había encontrado la forma de dejarlo al interior de su casillero para que ella la encontrara durante el día.

Un romántico detalle, claro. ¿Pero quién había podido hacerlo?

- ¡Hinata!

Aquel llamado la hizo dar un salto. Giró a tiempo para ver al muchacho rubio y de ojos azules, que se le acercaba alegre y con actitud familiar por el pasillo, alzando su mano para que ella lo divisara entre las tantas personas que allí había. Ella lo reconoció de inmediato. Aquel muchacho se trataba de su amigo, su mejor amigo en realidad, quien de inmediato le sonrió al ver que ella lo había escuchado.

- Naruto-kun -giró hacia él por impulso, con la rosa aún en sus manos. El chico le dirigió una mirada de sorpresa al ver lo que llevaba.

- ¿Te han obsequiado una rosa? -preguntó, verdaderamente asombrado.

- Sí… ¡Es decir, no! -Hinata gritó, consiguiendo que él la observara confundido-. E… Estaba en mi casillero y…

- ¿Me estás diciendo que no sabes quién te la obsequió? -de inmediato una sonrisa de burla adornó su rostro, consiguiendo que ella no hiciera más que sonrojarse-. Quién lo diría, ¡tienes un admirador secreto, Hinata!

- ¡N-No es verdad! -aseguró ella, avergonzada. Sin preguntar Naruto tomó la rosa entre sus manos, desdoblando con rapidez la nota que allí había.

- "No hay poemas, ni palabras escritas, que me permitan describir lo que siento por ti…" -leyó, con voz clara y alta-. "…esperando con suplicio que tus hermosos ojos de luna se fijen en mí…"

Algunas personas les observaron al pasar, consiguiendo que la situación se hiciera aún más vergonzosa para la joven. Hinata rápidamente le arrebató la rosa de las manos y la guardó en el casillero, con sumo cuidado de no lastimarla.

- ¡N… No lo leas en voz alta! -ordenó.

- Lo siento, lo siento -Naruto se disculpó él, avergonzado por aquello. Tras eso la observó fijamente a los ojos, durante algunos segundos y en silencio, arrojando una sonrisa de total calma en su dirección-. De hecho, Hinata… tengo algo que decirte. Tal vez te sorprendas un poco, pero…

Ella le observó, expectante, sintiendo como su corazón se aceleraba fuertemente.

No, Hinata no tenía ningún novio, por lo mismo el día de San Valentín jamás había significado algo importante para ella. Sin embargo… desde que podía recordarlo se encontraba profundamente enamorada de aquel chico de ojos azules y sonrisa amable, que se encontraba de pie frente a ella en aquel momento.

- Q… ¿Qué cosa?

El muchacho se sonrojó, probablemente de forma involuntaria, y, por solo un instante, desvió la vista como si le avergonzara profundamente el estar mirándola directo a los ojos.

Una idea loca se metió en la cabeza de Hinata en ese momento, provocada por aquella actitud tímida que de pronto él tenía.

El chico que le había obsequiado la rosa… ¿podía tratarse de Naruto?

- ¿Tienes cinco dólares que me prestes? Deje mi dinero en casa y tengo hambre.

No, definitivamente no.

Y como si hubiera sido una prueba de sus palabras, el estómago le rugió con fuerza al muchacho. Naruto comenzó a reír avergonzado por aquello y rascó su nuca, deseando excusarse. Hinata lo observó fijamente, arrojando un suspiro con ello mientras buscaba el dinero en su mochila.

Tenía que dejar de fantasear tanto.

- Aquí tienes -le sonrió. Los ojos del chico simplemente brillaron de la emoción al ver el dinero.

A ella le resultaba imposible no enamorarse de esa sonrisa.

- ¡Hinata, eres estupenda! -aseguró, entusiasmado-. ¡Juro que te lo devolveré con intereses!

- Está bien, no debes preocuparte.

Por un segundo, la joven no pudo evitar sentirse como una tonta. Por supuesto que el misterioso admirador secreto no había sido Naruto. Eso era prácticamente imposible. Él no era el tipo de chicos que se fijaría en las chicas como ella, porque simplemente era increíble y jamás pensaría en tener una novia tan aburrida y silenciosa.

Ella era solo "su mejor amiga" y ya. Y siempre sería así.

- También puedo ayudarte a descubrir a este misterioso admirador secreto -sus palabras atrajeron su atención nuevamente. Frente a ella, la sonrisa llena de malicia había vuelto. Definitivamente la misteriosa rosa y el misterioso admirador era algo que Naruto no olvidaría.

- ¿Qué?

- Vamos Hinata, dime que sí, sabes que soy el mejor detective del mundo -aseguró con confianza-. Solo dame tres horas y descubriré a tu admirador secreto. Lo tendré frente a ti declarándose y con un ramo completo de esas rosas.

- ¡Moo ̴! ¡Naruto-kun, detente! -pidió ella, totalmente avergonzada. Y es que definitivamente, de tener un admirador secreto, no se sentía preparada para conocerlo en persona.

¡La idea simplemente la avergonzaba!

La campana para la siguiente clase sonó y ella recuperó sus libros mientras el chico comenzaba a reír, divertido con toda la situación.

- Tal vez incluso esté observándote ahora -continuó él, mirando alrededor como si se tratara de un ninja. Apuntó a un chico desconocido, que en ese momento pasaba junto a ellos-. ¡Confiesa, chico misterioso, sé que tú eres el admirador secreto!

- ¡Naruto-kun! -Hinata gritó, completamente roja. Cerró su casillero de golpe y bajó la vista, justo antes de marcharse corriendo por el pasillo.

Naruto comenzó a reír levemente, antes de apoyarse contra los casilleros para verla correr a su siguiente clase.

Una sonrisa se formó en su rostro. La sonrisa de un idiota enamorado.

Para él, Hinata Hyuga era simplemente maravillosa… sobre todo cuando se avergonzaba de esa forma, resultaba ser la chica más adorable de todas.

Definitivamente gastar los cinco dólares de su almuerzo en aquella rosa había valido la pena…