Primer verso
Me desperté en cuanto el aviso de aproximación comenzó a sonar a lo largo y ancho de toda la nave, fue tan abrupto que incluso llegué a dar un bote en la cama, aún algo traspuesta.
Aviso de aproximación a la Vía Láctea, tiempo estimado de llegada treinta minutos estelares, que toda la tripulación vaya ocupando sus respectivos puestos, prioridad uno.
Aún algo adormilada me levanté de la cama y desplegué la ventana, tan solo para comprobar que seguíamos viajando a la velocidad de la luz; miles de partículas danzaban a nuestro alrededor describiendo infinitas líneas blancas sobre un fondo casi tan negro como el mismo universo, aunque tenía que admitir que el hiperespacio tenía cierto encanto que no pasaba desapercibido, al menos para alguien como yo. Siempre me perdía en la inmensidad del universo, tratando de desentrañar sus misterios y conocer todos y cada uno de sus rincones mayoritariamente inexplorados incluso para nosotros, los Andromedianos.
Aunque mi tren de pensamientos fue interrumpido de improviso en cuanto alguien llamó a mi puerta al tiempo que decía.
-¡Ayatani, nos esperan en el puente, date prisa!
-¡Ya, ya voy, ve tirando, ahora te alcanzo!
-¡Si luego te echan la bronca que conste que te avisé!
Por mi parte tan solo solté un exasperado suspiro, al tiempo que comenzaba a moverme; me dirigí primero al baño para acicalarme un poco, pudiendo verme las pintas que tenía un poco mejor. Como todo Andromediano que se preciara nuestra fisiología distaba bastante de otras razas más cercanas a la nuestra, como lo eran los propios terrestres, teniendo una cabeza mucho más alargada, aunque con rasgos que de cierta forma recordaban a los mismos terrestres. Por ejemplo tenemos dos ojos igual de estrechos, aunque a diferencia de ellos nosotros parpadeamos dos veces al tener dos parpados, unos internos y otros externos que se accionaban al mismo tiempo y naturalmente cada vez que se realiza la acción.
Por otro lado éramos mucho más altos que el típico terrestre promedio, el cual apenas alcanzaba los dos metros y medio como mucho; conservábamos el mismo sistema locomotor bípedo, con sendos brazos y piernas, aunque con una anatomía mucho más pronunciada sobre todo en las mujeres como yo.
Una vez que terminé de acicalarme me puse mi uniforme de tripulante y, una vez que estuve lista, me dirigí hacia el puente de mando, el cual por fortuna no estaba muy lejos de mi camarote. La nave de rescate y preservación interespacial Agliator V, que en nuestro idioma particular viene a significar algo así como "el que ayuda" o "el que ampara", se dedica principalmente a asistir y apoyar a diferentes planetas y civilizaciones que estén en grave peligro, así como de preservar aquellas especies interestelares que estén al borde de la extinción e integrarlas en la medida posible en un nuevo hábitat que les sirva como nuevo hogar. Se trata de una de las tantas naves que posee la flota Agliator, la cual pertenece a la Fundación Agliversi, dedicada al mismo objetivo anteriormente explicado. Por mi parte tan solo soy una simple asistenta de vuelo y reconocimiento, ayudando en lo que fuera necesario desde el mismo puente de mando.
En cuanto llegué a la puerta de acceso me encontré de golpe con Geriadón, uno de mis tantos compañeros con el que comparto una sólida amistad desde mucho tiempo atrás.
-Ah, aquí estás, te has dado prisa y todo…
-Muy gracioso, siempre lo has sido ¿lo sabías?
-Sí, claro que sí-asintió él, con una sonrisita.
Por mi parte tan solo rodé los ojos, sacando mi tarjeta de identificación y usándola para acceder al puente de mando, donde todo el mundo iba y venía; desde el ventanal se podía observar la inmensidad del hiperespacio, avanzando a altísimas velocidades mientras que nos acercábamos poco a poco a nuestro destino, la Vía Láctea. Nada más llegar nos recibió el almirante Neeson, el cual nos despachó rápidamente.
-Ah, bien, ya están aquí, ocupen sus puestos, llegaremos al brazo de Orión enseguida.
-Sí, señor.
Tanto Geriadón como yo ocupamos nuestros sitios en las correspondientes hileras posteriores de ordenadores, sentándome en el mío, el cual se encontraba dos sitios más allá del de Geriadón. Entre medias había dos chicas, compañeras mías a las que había conocido durante ese viaje, Miana y Areala, dos hermanas que habían completado su formación juntas, y que ahora trabajaban haciendo lo mismo que yo. Las saludé nada más sentarme.
-Hola chicas.
-Hola, Ayatani ¿Qué tal el descanso?
-Reparador, aunque me habría gustado dormir un poco más…
-Ah, el deber nos llama, estamos a punto de llegar y debemos estar preparadas.
-Sí… pobres terrestres, espero que estén bien, sería horrible si no consiguiéramos llegar a tiempo-comentó en ese momento Miana, visiblemente preocupada.
-Desde luego, aunque lo que no entiendo es por qué tardaron tanto en avisar a la central, es lo que no me entra en la cabeza…-apuntó Areala, un tanto nerviosa.
-Por lo que tengo entendido eso se dio porque al principio hubo mucho revuelo, y al parecer las comunicaciones no iban muy finas en ese momento, después de todo os recuerdo que de Andrómeda hasta allí hay aproximadamente unos 2,5 millones de años luz…-argumenté en ese momento, leyendo los informes que nos mandaron a toda la tripulación.
-Ya, Ayatani, pero aun así eso no justifica que tardaran tanto, no es normal, después de todo, y salvo ocasiones puntuales, las comunicaciones se reestablecen enseguida gracias a la tecnología anti gravitatoria…
Ante eso me encogí de hombros, sin saber muy bien qué más decir al respecto; cierto era que no era normal per se, ya que en casos de inminente peligro la Fundación Agliversi actúa enseguida, sea cual sea la pertinente amenaza. Aun así, y como bien apuntaba Areala, no se justificaba del todo el hecho de que el aviso llegara tan tarde.
En ese justo momento apareció de improviso el capitán Annuar, el cual se dirigió a todos nosotros desde la timonera junto al timón principal de la nave, el cual era redondo, plateado y del tamaño de una rueda aunque dos veces más grande, imitando al de las antiguas naves terrestres.
-Muy bien, señoras y señores, en breves minutos llegaremos al sistema solar, por lo que debemos estar preparados, lo atravesaremos a velocidad de crucero para llegar cuanto antes a la tierra sin hacer mucho ruido ni alterar demasiado las corrientes gravitacionales de los planetas aledaños, la situación es grave y debemos ser cautelosos.
-¿Cree que llegaremos a tiempo, señor?-inquirió en ese momento uno de los técnicos de vuelo de más adelante.
Ante eso el capitán se quedó momentáneamente callado, hablando inmediatamente después.
-Espero que sí, realmente lo espero, y estoy seguro de que todos ustedes también.
Ante eso todo el mundo asentimos con vehemencia, al tiempo que el capitán siguió hablando.
-Cierto es que los terrestres nunca han sido conscientes ni de nuestra existencia ni la de las demás civilizaciones interespaciales aledañas a la Vía Láctea, pero eso no quita que tengamos una responsabilidad para con ellos, después de todo no les hemos estado estudiando ni ayudando desde las sombras durante todos estos milenios para nada. Como todos ustedes sabrán son una raza única a este lado del universo, y como tal es nuestro deber ayudarlos y preservarlos para que no se extingan, cuantos más podamos salvar mejor para todos.
Las palabras del capitán fueron muy bien acogidas, al tiempo que todo el mundo se iba preparando. Los primeros en actuar fueron los técnicos de vuelo, los cuales dependían directamente de las órdenes del capitán.
-¿Distancia?
-Menos de cinco minutos estelares, señor.
-Muy bien, vayan preparando la frenada, saldremos del hiperespacio en breve, motores a media potencia, activen los flaps y aseguren los compartimentos.
-A la orden.
Enseguida todos pudimos notar vibrar a la nave, al tiempo que comenzaba a prepararse para salir del hiperespacio al espacio normal; la velocidad fue decreciendo paulatinamente y tras la vidriera también se pudo notar el descenso, viéndose más lento que de costumbre. La situación se alargó durante unos breves minutos más hasta que finalmente uno de los técnicos de vuelo avisó.
-Un minuto para entrar en el sistema solar.
-Bien, a mi señal… ¡ahora!
Al segundo siguiente la frenada se efectuó y la nave dio un ligero y casi imperceptible bandazo; al segundo siguiente dejamos atrás el hiperespacio y pudimos ver el extremo más alejado del sistema solar en todo su esplendor. Al fondo del todo se podía ver el débil resplandor del sol, y a pocos metros de donde habíamos aparecido, a mano derecha, pudimos ver la helada figura de Plutón, el planeta más alejado del sistema y que fue recalificado por los terrestres como planeta enano muchos años después de su descubrimiento.
-Entrada satisfactoria-anunció otro técnico de vuelo.
-Bien, motores a máxima potencia, activad los escudos anti colisiones y replegad los flaps, hemos de atravesarlo rápidamente.
En esos momentos los técnicos de vuelo hacían la mayor parte del trabajo mientras que nosotros, los asistentes, nos quedamos más relegados a tareas de mantenimiento y como ayuda en situaciones de emergencia. A mí no me importaba puesto que después de todo era mi trabajo, y después de todo para ello me pagaban.
La nave se puso en marcha rápidamente y comenzamos a atravesar de cabo a rabo el sistema solar, yendo en línea recta y dirigiéndonos directamente hacia la tierra. Aunque sin la velocidad de luz normalmente se tardaría mucho más, esta nave en concreto estaba diseñada para viajar grandes distancias en poco tiempo con sus motores a máxima potencia, por lo que llegaríamos enseguida.
Desde donde estábamos pudimos ver algunos de los planetas que componían ese sistema, entre ellos Neptuno, Saturno y sus imponentes anillos y Júpiter, el cual era difícil no verlo, sobre todo por su descomunal tamaño y su aspecto gaseoso. Tras varios minutos de espera en los que el viaje se concretó rápidamente, finalmente llegamos a la antesala del primer nivel del sistema solar, precedida por el cinturón de asteroides el cual atravesamos fácilmente gracias sobre todo a los escudos anti colisiones. La nave era bastante grande, pero con los escudos activos no había nada que temer ante la morralla espacial. Nada más atravesar el cinturón, todos pudimos notar algo que empezó a mosquearnos y preocuparnos a partes iguales, y es que no se veía a Marte por ninguna parte. El capitán, con el ceño fruncido, inquirió.
-Control ¿estamos en el punto de conjunción del plano orbital de Marte?
-Así es, señor, y no ha pasado aún un año, de hecho estamos a mediados de junio, debería estar ahí-informó un operador de control, los cuales estaban situados justo enfrente del capitán.
-Exacto… debería.
Inmediatamente después todo el mundo comenzó a preocuparse, y esta vez de verdad, incluyéndome a mí. Un horrible y extraño presentimiento comenzó a nacer en nuestras extensas mentes, dando como resultado una única opción.
-Oh, no… entonces sí que se desvió de su órbita-oí a Areala mascullar.
Por mi parte se refería me negaba a creerlo, pero la realidad no podía ser más contundente; y esta comenzó a hacerse más y más palpable conforme nos empezamos a acercar a la tierra. Por un momento ninguno de nosotros nos dimos cuenta a primera vista, ya que lo tomamos como una estrella más, pero en cuanto estuvimos lo suficientemente cerca pudimos confirmarlo del todo. Alguien dejó escapar un grito desesperado, mientras que los demás nos limitamos a contemplar horrorizados el macabro espectáculo.
Y es que la tierra era ahora una incandescente y brillantísima bola de fuego, resultado de una inmensa colisión con el ahora desaparecido Marte; al parecer, y contra todo pronóstico, lo poco que sabíamos era cierto, por razones que aún nos eran desconocidas el planeta rojo se desvió de su órbita y se precipitó sobre la tierra, impactando contra ella como resultado.
-Demasiado tarde-musitó el capitán, consternado.
Los demás tan solo nos limitamos a lamentarnos en silencio, aunque algunos no pudieron controlar sus sentimientos; y es que la pérdida de un planeta como lo era la tierra y, sobre todo, de una raza como lo eran los terrestres era algo irreparable, no sólo para la galaxia, sino para todo el universo.
Tras unos pocos minutos presentando nuestros respetos, en los cuales el capitán tan solo observó a la tierra agarrado al timón, éste finalmente reaccionó y dio su primera orden.
-Comunicaciones, póngase en contacto con la Fundación y denles la noticia.
-Sí, señor…
-Control, quiero un escaneo completo tanto del planeta como de los alrededores, tenemos que averiguar cómo ha ocurrido.
-Ahora mismo, señor.
-El resto que ayuden en todo lo posible, quiero un diagnóstico completo con todos los detalles posibles.
Al minuto siguiente todo el mundo comenzó a trabajar a destajo, ignorando el estado de la tierra y enfocándonos en el trabajo que había entre manos; lo primero en salir fue el escaneo, el cual constató detalles variados. La órbita del planeta ahora era mucho más elíptica debido al impacto, desplazándola unos cuantos centímetros por encima de su latitud y aumentando su velocidad orbital, haciendo que el día durara unas cuantas horas menos; la rotación también había sido alterada, ahora se movía mucho más lento debido a un aumento significativo de su masa y volumen, haciéndola mucho más densa que de costumbre, sin embargo la gravedad se había mantenido estable aun a pesar del impacto. Ese aumento de las características físicas nos dio a entender que Marte acabó fusionándose con ella en el momento del impacto, por lo que ahora había un planeta menos en el sistema solar. La temperatura en su superficie alcanzaba los dos mil grados centígrados, por lo que era más que imposible que quedara algún rastro de vida en ella. A su alrededor se encontraban en órbita multitud de fragmentos tanto de la corteza terrestre como la de la marciana, resultado de la misma colisión.
Por otro lado la gran mayoría de satélites artificiales que orbitaban la tierra en latitud geoestacionaria habían acabado destruidos debido a la cercanía, ya que ahora el planeta irradiaba un gran calor insoportable para la gran mayoría de elementos construidos por los terrestres, salvándose sólo los que más alejados se encontraban de la tierra en el momento del impacto, que fueron más bien pocos, aunque entre ellos destacaba el telescopio espacial Hubble, el cual era conocido en muchas partes del universo. Fueron todos recogidos por miembros de los equipos de expediciones para ser estudiados y conservados posteriormente.
Por suerte en el momento del impacto la estación espacial internacional se encontraba en su apogeo orbital, a unos cuatrocientos seis kilómetros de distancia de la tierra, lo que le permitió librarse de los posteriores efectos del mismo; varios equipos de expediciones fueron a echarla un vistazo, con la esperanza de encontrar allí los pocos terrestres que solían habitarla durante determinados periodos de tiempo, pero tan solo pudieron encontrar sus cadáveres flotando en el interior. Al parecer el hecho de ver destruirse su hogar delante de sus narices sin que pudieran hacer nada por evitarlo fue demasiado para ellos, decidiendo de manera unánime realizar un suicidio colectivo. Recogieron sus cadáveres para conservarlos y, tras muchas deliberaciones, el capitán decidió llevarse con nosotros la misma estación espacial, conectándola a nuestra nave mediante un sistema de atracción creado por nosotros, remolcando de esta forma toda la estación en su conjunto. Todos los materiales que encontraron en su interior también fueron retirados para su estudio, así como los discos duros de los ordenadores de a bordo.
En esos momentos me encontraba comprobando todo el material recopilado junto con todos mis compañeros y unos cuantos más del equipo de control, por su parte Areala y Miana no podían evitar lamentarse por lo ocurrido.
-Es terrible… ¿cómo habrá podido suceder algo semejante? Pobres terrestres, no se merecían acabar así…
-Desde luego, puede que tuvieran sus menos, como cualquier raza que se precie, pero eran parte del universo, y ahora… no están. Es horrible.
-Lo sé, chicas, pero la vida sigue, y el universo también, no podemos hacer nada ya…
-Lo sabemos, Geriadón, no hace falta que lo recalques.
Por mi parte no dije nada, centrándome en lo que estaba haciendo; de uno de los tantos discos duros que los equipos de expediciones trajeron, había un montón de imágenes y videos captados por las propias cámaras de la estación, y yo me encontraba comprobando y recopilando todas ellas, pudiendo observar detenidamente cómo era la tierra antes de la colisión. De todos los planetas existentes en el universo la tierra era, de lejos, de los más bellos que había, su azulado destello le daba ese toque tan característico y la vista de los continentes era simplemente magnifica. Suspiré, algo triste por lo sucedido, y tras varios minutos pasando imágenes y vistas previas de videos, comenzó a verse la figura de Marte asomándose desde las esquinas y precipitándose sobre la tierra. Acallando mis sentimientos continué pasando una tras otra hasta que finalmente capté el momento justo de la colisión, viendo entonces cómo fue. En una secuencia de lo más macabra, vi cómo Marte se incrustaba en la tierra y multitud de fragmentos salían despedidos, al tiempo que un enorme boquete se abría en la corteza terrestre y una onda expansiva rojiza se iba extendiendo por todo el planeta, abrasándolo todo a su paso. Para entonces mis ojos apenas me dejaban ver nada, ya que estaban anegados de lágrimas, pero de improviso me pareció ver algo en una esquina y, por un instante, me detuve. Limpié mis ojos y me fijé un poco mejor, observando entonces un objeto no identificado en la esquina superior derecha. Fruncí los ojos, no muy segura de lo que estaba viendo, aunque antes de sacar conclusiones me quise cerciorar y retrocedí un poco hasta el momento justo del impacto. Cabía la posibilidad de que solo fuera un fragmento de los tantos que salieron despedidos, y quería asegurarme.
Fui poco a poco, viendo unos cuantos fragmentos salir disparados hacia arriba, pero ninguno se parecía al que había visto hacía escasos segundos; moví los ojos hacia arriba y vi entonces el mismo objeto de antes, pero a una distancia demasiado alejada como para ser un fragmento.
-No puede ser…-me dije a mi misma.
-¿Qué pasa?-inquirió en ese momento Miana, mirándome inquisitiva.
Por un momento no supe muy bien qué decir, pero finalmente logré articular palabra.
-Es… estoy viendo algo, pero no sé lo que es…
Ante eso mis compañeros se acercaron a mi monitor, tan extrañados como yo, y lo estuvimos mirando entre todos mientras íbamos conjeturando.
-¿No será un fragmento?
-Imposible, está demasiado lejos cuando Marte impacta, además, yo también lo pensé.
-¿Un satélite artificial salido de su órbita? Quizás fuera lanzado por la influencia de la gravedad de los dos planetas al acercarse…
-Es posible, aunque se ve demasiado grande ¿no? No suelen ser tan grandes en comparación con otros artefactos lanzados por los terrestres a lo largo de todas estas décadas…
-Ciertamente, aunque espera, ¿soy solo yo o tiene una trayectoria demasiado definida?
-Ahora que lo dices, sí, es cierto, y teniendo en cuenta cómo se mueve parece ir a bastante velocidad… ¿a cuanta velocidad impactó Marte?
-Según las estimaciones no iba muy rápido, a unos ocho kilómetros por hora, más o menos…
-En ese caso no puede ser un fragmento ni de lejos…
-Entonces… ¿Qué es?
Por un instante nos quedamos callados, sopesando posibilidades, pero entonces se me ocurrió ir un poco más hacia atrás para observar la tierra un poco antes del impacto; en su conjunto lo componían un total de trescientas fotografías antes de que Marte impactara contra la tierra, pero entonces, en un momento dado, algo me hizo parar.
-¡Ah! ¡Ahí, justo ahí, mirad!
-¿Qué? ¿Dónde?
-¡Ahí, en la esquina inferior derecha del borde de la tierra y junto al borde inferior de Marte! ¿Lo veis? ¡Algo sale disparado de la superficie!
Al principio no era del todo perceptible ya que tanto la tierra como Marte ocupaban gran parte de la pantalla, pero si uno se fijaba bien se podía vislumbrar una pequeña figura saliendo de la misma tierra. Fue entonces cuando todos los comprendimos al instante, dándonos cuenta de lo que significaba.
-Un artefacto terrestre… lanzado antes del impacto.
-Pues claro, eso explica por qué en el momento del impacto está ya tan lejos, aprovechó la asistencia gravitatoria de Marte y de la propia tierra para alejarse.
-Pero espera, si aprovechó la asistencia, eso sólo puede significar una cosa…
Como si nos hubieran sincronizado de forma perfecta, los cuatro mascullamos al mismo tiempo.
-Un artefacto controlado.
Para cerciorarme apliqué zoom sobre el objeto todo lo que pude hasta que finalmente se pudo distinguir una forma más familiar, como de navecilla con forma oblicua y con sendas alas aerodinámicas en los laterales. Todos nos quedamos con los ojos como platos y la boca abierta, incrédulos ante semejante descubrimiento.
-¿Qué ocurre?-inquirió en ese momento uno de los encargados de control, acercándose a nosotros.
Por mi parte tan solo logré musitar.
-Que avisen al capitán, tiene que ver esto.
Unos cuantos minutos después estábamos todos en el camarote del capitán, sentados en silencio, mientras que éste comprobaba las evidencias. Tras observarlas detenidamente durante unos buenos minutos finalmente decidió pronunciarse al respecto.
-Está clarísimo de que se trata de una nave no tripulada, lanzada pocos minutos antes de la colisión. Es imposible que sea algún tipo de coincidencia, en esa nave hay algo importante, algo que los terrestres querían proteger a toda costa. La Fundación sabe ya la noticia de la colisión y ya está haciendo los anuncios pertinentes, pero puede que este nuevo descubrimiento cambie algunas cosas. ¿Quién fue la primera en descubrirlo?
-Ah, yo, señor…-murmuré.
-¿Su nombre?
-Ayatani, asistenta de vuelo y reconocimiento.
-Pues tengo que decirla que ha hecho su trabajo estupendamente, señorita Ayatani, reconoce usted de maravilla.
Ante eso todos nos reímos profusamente, algo que se me antojó un pelín extraño dadas las circunstancias, aunque teniendo en cuenta cómo era el capitán Annuar, un hombre profesional pero a la vez dicharachero y distendido, de alguna forma era de esperar.
-Muchas gracias, señor…-le agradecí yo, entre risas.
-Sí, en fin, debemos encontrar esa nave cuanto antes, algo me dice que puede que tenga las respuestas que buscamos, pero antes es necesario pedir los permisos pertinentes, además, tenemos con nosotros la estación espacial y debemos dejarla en un lugar seguro.
-¿Y qué hay de la tierra?-inquirió en ese momento Miana.
Ante esa pregunta todos miramos por el ventanal que tenía el camarote, viendo en la distancia a la susodicha, la cual ahora era lo más parecido a una estrella pero sin serlo. El capitán habló enseguida.
-Por ahora no podemos hacer nada, está perdida, aunque según estimaciones es posible que de aquí a unos cuantos años se pueda enfriar por sí sola, lo cual llevaría a una consecuente y paulatina regeneración de la misma, aunque para eso va a tener que pasar mucho tiempo. La monitorearemos mientras tanto y estaremos al tanto de su estado en los años venideros.
Su explicación tenía bastante sentido si se pensaba fríamente, sobre todo teniendo en cuenta las características únicas de la tierra en comparación con los demás planetas del sistema solar; aun a pesar del impacto la atmósfera del planeta seguía ahí, y muy probablemente sería clave para esa futura regeneración, aunque por ahora tan solo restaba esperar.
Tras la conversación con el capitán volvimos a nuestros puestos, y tras un par de días más por allí remoloneando y recogiendo datos y muestras de los fragmentos de la colisión, finalmente la Fundación ordenó nuestro inmediato regreso a Andrómeda para la entrega de todos los materiales recogidos, incluyendo la propia estación espacial. Debido a que cargábamos con ella no podíamos entrar al hiperespacio sin arriesgarnos a destrozarla en el proceso, ya que no era una estructura diseñada ni construida por nosotros al estar nuestras naves hechas de un material parecido al acero pero mucho más resistente y compacto, lo que las permitía saltar al hiperespacio sin sufrir daños al hacerlo, por lo que no tuvimos más remedio que tomar la ruta larga, por así decirlo, aunque llegaríamos igualmente.
Dejamos tras de nosotros a la tierra encendida pero con una nueva y pequeña esperanza flotando en algún punto de la galaxia, esperando a ser descubierta.