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— ¡Oi! ¡Mocha! Coge la pelota y mueve el trasero hasta aquí ¡Inmediatamente! ¡Doran, deja de lloriquear y acaba el circuito!
Zoro bufó irritado. Cuando le tocaba la clase de los párvulos, se pasaba la mitad del tiempo regañando a los jodidos críos, que no hacían más que jugar. Zoro intentaba ser paciente y comprensivo, ya que también era consciente de que, con cinco años, aquellos renacuajos, todavía no estaban preparados para apreciar el deporte o escoger uno de entre los que ofrecía la Escuela de Bighorn.
No eran muchos alumnos allí, así que las clases de Educación Física se habían combinado de tal forma que Zoro fuera quien asumiera la enseñanza de aquella asignatura en todo el colegio; desde los cinco hasta los diecisiete años, cuando acababan el instituto, él era el profesor.
Desde que Zoro había asumido el mando del Departamento de Educación Física, hacía ya dos años, los resultados de los equipos del colegio en las competiciones con otras escuelas habían pasado de ser insuficientes a notables y el hombre calculaba que en un par de años más, el colegio podría competir en las estatales de Grand Line, pero tendrían que pensar en cómo superar el invierno. Los cortes de la carretera de Arabasta y la incomunicación de la provincia, cada primavera, hacían harto dificultoso alcanzar el objetivo que se había propuesto.
Zoro estaba orgulloso de sus logros. Y, si conseguía los resultados que esperaba, muchos de los alumnos de la escuela podrían optar a becas deportivas universitarias. Los niños con talento podrían salir de allí y los demás, podrían seguir compitiendo, si querían.
Cumplir ese objetivo le haría más que feliz.
Y seguro que, también Kuina, hubiese estado satisfecha.
Además de subir el nivel, Zoro había propuesto al director Shanks el ampliar las opciones deportivas del colegio. En sus días de estudiante, en la escuela solo se practicaba fútbol y baloncesto. La piscina era una charca llena de líquenes y los dos tatamis servían para acumular trastos de antes de que él naciera. Cuando le contrataron, se reunió con Shanks, le explicó su proyecto y no le costó nada convencer al pelirrojo para que el colegio destinara parte de sus reservas económicas a rehabilitar la piscina, pulir la madera de los tatamis, limpiar el gimnasio y comprar nueva equipación.
La Asociación de Padres y Alumnos de la escuela puso el grito en el cielo ante el gasto que supuso adecentar las instalaciones deportivas, pero a Shanks, que se caracterizaba por hacer lo que le venía en gana, le importo poco la opinión de aquellos remilgados y confió en Zoro.
Su confianza no se vio defraudada.
Zoro no solo enseñaba los deportes de siempre, el fútbol, el básquet, el balonmano, también formó el equipo de natación, el de kendo y el de taijutsu, judo y karate se convirtieron en deportes estrella y hasta fundó el primer equipo de gimnasia rítmica de Bighorn. Organizó competiciones durante todo el año y consiguió que los niños y adolescentes de la provincia, salieran de casa los fines de semana y no se quedaran encerrados jugando a la PlayStation.
Tuvo tanto éxito, que la Asociación de Padres cerró la boca e incluso algunos preguntaron para tomar clases. Y Zoro, que quería que todo el mundo disfrutara del deporte tanto como él, empezó a dar clases también para adultos.
Zoro era popular.
Querido y respetado.
Por lo menos hasta hacía tres semanas, cuando se le había ocurrido alojar a un actor de porno gay en su casa.
Las noticias acerca de lo ocurrido con el Cejillas, habían corrido como la pólvora por la región y el profesor había creído detectar algunas miradas de soslayo y malas caras en gentes que antes, le adoraban, porque convivía en su casa con el "rarito de Dressrosa".
Bueno. Que les dieran por el culo.
A él le caía muy bien el Rubito Llorón.
Tampoco es como si se lo fuera a decir. No iba a darle coba.
Sanji cocinaba de puta madre; y le gustaba cuando se reía, tenía la casa limpia, conversación, y era fácil tomarle el pelo y abochornarle.
Eso le daba un plus de diversión a su convivencia.
"Y me encuentra, jodidamente sexy". El pensamiento de aquella certeza, le había ido asaltando de forma intermitente durante aquellas tres semanas que llevaban juntos, hasta el punto de que estaba condicionando su actitud para con el francés.
Zoro había empezado necesitar abochornar a Sanji.
Le gustaba ver cómo se ruborizaba.
Le gustaba abrumarle físicamente con sonrisas de comemierda, miradas fijas o con la invasión intencionada de su espacio vital. Le divertía enormemente observar cómo las mejillas de su invitado pasaban del blanco nuclear caucásico al rojo bermellón de la vergüenza. Y aun le divertía más, saber que, al rubito, aquello no le ocurría con Ace, que aunque lo seguía intentando muy fuerte, no abandonaba su lugar de honor en la friendzone de Sanji.
Solo le pasaba con él, porque el francesito le encontraba "jodidamente sexy".
Ja.
Lo del pecoso no tenía remedio y Zoro percibía que Sanji estaba del mecánico hasta las pelotas, pero era demasiado educado y comedido como para soltárselo directamente; por lo menos, de momento, ya que el profesor intuía que Sanji tenía un carácter mucho más fuerte y directo que el que demostraba.
El profesor suponía que era una cuestión de confianza. En cuanto Sanji perdiera el miedo a ofenderles, Zoro no dudaba en que les mandaría a la mierda con total gracia y libertad.
Era una cosa que le irritaba del rubio.
¿Por qué se disculpaba tanto? ¿Por qué normalizaba situaciones claramente injustas? Incluso en la fiesta de Año Nuevo, por lo que le dijo Ace y hasta que bailaron como si estuvieran en una boda real, Nami había sido borde con él y, Perona… Imperdonablemente grosera y vulgar. Pero Sanji se limitó a restarle importancia a todo, aunque estaba claro que se sentía claramente incómodo y humillado.
Era como si el Cejillas creyera, en su fuero interno, que merecía ser tratado como una mierda.
En cierta manera, le recordaba a él mismo.
Eso le cabreaba y provocaba la necesidad de tocarle las pelotas.
El otro motivo era, que le divertía avergonzarle.
Y ello, porque le gustaba gustarle.
Un grito, como una sirena de coche de bomberos, interrumpió aquella línea de pensamiento y Zoro se sobresaltó cuando vio a una de las niñas a las que daba clase abrir tanto la boca, como el cráter de un volcán.
— ¡Ally! ¿Qué te pasa? — preguntó alarmado — ¿Por qué lloras?
— ¡Anana me ha pegado!
Zoro bufó.
Anana, esa pequeña psicópata.
La hija pequeña de la Sra. Charlotte Linlin era una niña conflictiva que se pasaba el día molestando a sus compañeros. Aunque, peor era la bruja de su madre, pensó Zoro hastiado. Cuando se le recriminaba el comportamiento de la pequeña, la gorda loca ponía el grito en el cielo, culpando a los profesores y a su falta de empatía con la enana criminal.
Él era incapaz de hablar directamente con la Sra. Linlin sin perder la paciencia. Esa tía estaba como un cencerro y era mala gente. Siempre que necesitaba entrevistarse con ella, cedía el honor al director Shanks que tenía más manga ancha con la tiparraca. La Sra. Linlin, presidenta de la Liga para la Protección de la Familia de Bighorn, había hecho campaña para echar del pueblo a los de Dressrosa cuando se enteró que un grupo de chicos iban a rodar allí. Zoro no sabía a qué venía tanto odio, porque a esa señora nadie le había hecho nada, nunca.
Si se juntaban ella y la odiosa Miss Bakin, la caza de brujas estaba asegurada.
Eso le llevó a pensar en Sanji, otra vez.
El cocinero-porno llevaba tres semanas en su casa y solo había salido una vez, de compras, con Nami y con las chicas. Volvió contento, sonriente y cargado de bolsas, paquetes y cartones de tabaco. Trajo mucha ropa nueva y bonita y tuvo el detalle de regalarle un par de camisetas de Cri-Min que costaban un ojo de la cara.
Eso le gustó.
Era considerado y amable.
Pero aparte de eso, no había salido más. Zoro creía que no le apetecía enfrentarse a las miradas maliciosas de los vecinos, ni tampoco volver a encontrarse con Jabra y sus satélites.
Y no se lo reprochaba, pero le preocupaba un poco que Sanji se muriera de asco en su casa. Demasiadas horas solo. Demasiado tiempo para pensar. Y, por lo que hasta ese momento, Zoro había observado de Sanji, el rubito llorón tenía tendencia a pensar demasiado.
Igual que él, aunque no lo demostrara.
En cualquier caso, era una lata, porque él no sabía entretenerle y tampoco era muy hablador. El Cejillas debía estar muriéndose de asco en su casa.
Las veces que Sanji había intentado entablar una conversación sobre cine o libros, él se había quedado escuchándole con atención, pero con poco que decir. No porque no tuviera qué comentar, sino porque no quería interrumpirle, fascinado por su acento franchute y por las muchas cosas que el rubio sabía.
Claro que él no iba a hacerle la pelota. Así que permanecía en silencio, hasta que Sanji se cansaba de hablar solo o se ponía nervioso ante su mirada, enrojecía como un colegial adolescente y finalmente, callaba.
Zoro entonces, se sentía un poco mal e inútil por no tener más chispa.
Quizá deberían salir a cenar, al cine, o a tomar unas copas, ellos solos…
O, también con la pandilla. Podrían ir al Going Merry Club o montar una excursión, ir a patinar al lago helado, o algo así…
Patinar.
Claro.
Hacía un año que no iba a patinar.
Podría ser bastante divertido ir con el Cejillas.
Seguro que ese dressrosiano de adopción, se daba unas buenas hostias antes de dominar los patines como uno de Drum.
El pensamiento le divirtió y se imaginó la escena.
El lago helado, donde tantas veces había ido con Kuina, los pies envueltos en calcetines gordos, los patines, la velocidad, el chocolate caliente con un chorro de licor de después. El pelo de Sanji saliendo por los bordes de un gorro de lana y su bochorno cuando él le cogiera de la mano enguantada para ayudarle a patinar, como si fuera un crío.
Ja.
La escena se le representó tan vívida que le sorprendió por su fuerza.
Y el estómago se encogió al pensar en el rubio.
Pero qué… Qué coño estaba pensando.
Bueno…
Tampoco era para tanto, no era como si nunca le hubiera dado la mano a sus amigos en el lago: miles de veces. A Luffy, a Ace, a Usopp y a Chopper el año anterior, cuando el joven doctor se puso los patines por primera vez, después de mucho tiempo.
Qué tontería.
Su mente cambió el registro. Cosa que solía hacer cuando no le interesaba pensar mucho sobre algo. De repente, miró hacia el reloj del gimnasio y se sorprendió. Pasaban cinco minutos de la hora de salida.
Mierda.
— ¡Venga, a los vestuarios...! — Gritó Zoro dirigiéndose a los niños— ¡No quiero que lleguéis a casa oliendo a mofeta! Pero primero ¡recoged las colchonetas! ¡Vamos!
Los críos dejaron lo que estaban haciendo y empezaron a lanzar grititos de júbilo. Era la última clase y sus mamás deberían estar ya esperándoles para ir a casa. A medida que los niños fueron recogiendo los cachivaches que habían usado durante la clase y dirigiéndose hacia el vestuario, se iban despidiendo de Zoro con alegría, chocando los cinco, o colgándose de las piernas de su profesor. Mocha tiró de su manga hacia abajo obligándole a ponerse a su altura, para poder plantarle un beso en la mejilla, como siempre hacía cuando se despedía de él.
Eran todos muy pequeños.
Zoro no se podía quejar.
Aunque su pasión era competir, le gustaba mucho su trabajo. Secretamente, adoraba a los niños y excepto Charlotte Anana, todos obedecían sin rechistar.
— ¡Hasta mañana profe…!
Zoro vio marchar a sus pequeños alumnos, con sus poderosos brazos cruzados delante del pecho, esbozando una media sonrisa. Se quedó solo, escuchando los gritos de los niños a lo lejos, y acabó de recoger los trastos desperdigados, colocando pelotas y cuerdas en una caja de plástico.
— Zoro… — el profesor se volvió de repente, al oír su nombre.
Tashigi.
Alta, guapa, esbelta, morena, con el pelo negro como el azabache recogido en su nuca, en un moño japonés y el uniforme de policía ceñido como un guante. Llevaba, como siempre, sus gafas rojas apoyadas en la frente. Sus ojos negros brillaban, resaltando su piel marmórea.
La chica estaba apoyada en la puerta del gimnasio, mirándole completamente hechizada.
Mierda.
La observó sereno, manteniendo el rostro impasible, mientras en su interior, maldijo la situación ¿Qué coño hacía esa allí?
— Oi. — Fue todo lo que dijo.
La oficial de policía le observó unos segundos más. Le conocía lo suficiente como para percibirle incómodo detrás de su máscara de estoicidad.
Zoro la observó suspirar y avanzar hacia él.
"Lárgate, vete". Lo pensó, pero no lo dijo. Se parecía tanto a Kuina que parecía su gemela. Involuntariamente, Zoro dio un paso atrás.
— ¿Tienes un momento? — La muchacha le observó recular e intentó esconder su nerviosismo — Ya acabas por hoy ¿verdad?
Zoro se limitó a observarla, sin contestar. Si Tashigi había ido allí, era cristalino que conocía su hora de salida, por lo que no consideró necesario responder a una obviedad.
— ¿Estás enfadado conmigo? — Preguntó la muchacha de repente — ¿Por lo de ese chico? El tal Sanji…
¿Qué coño le estaba diciendo? ¿Enfadado con ella? ¿Después de tres semanas? ¿Él? ¿Por lo de Sanji? ¿Por qué debería estar enfadado? ¿Estaba loca?
A quien quería hostiar era a Spandam, pero no a Tashigi, que era una víctima del hetero patriarcado, como hubiera dicho Ace.
Esta vez, sí contestó.
— Para nada.
Tashigi suspiró con alivio. Y Zoro empezó a impacientarse. ¿Había acudido hasta allí solo para preguntarle si estaba enfadado? Joder… Qué estupidez.
De pronto, se puso nervioso al observar que Tashigi seguía avanzando hacia él y que quedaba solo a un palmo de su cuerpo. Él era bastante más alto, y su nariz se alineaba perfectamente alineada con la preciosa boca de labios rosados de la mujer policía.
¿Y si ella había venido para pedirle una cita?
Hostia puta.
No.
Se estremeció con horror.
Esperaba que no se le ocurriera hacer eso, porque no tenía ningunas ganas de tener que contestar. Sin embargo, Tashigi le observaba con triste resignación y no parecía que quisiera decir o hacer nada embarazoso.
— Te espero fuera. Te invito a un café. Quiero hablar contigo.
La chica se dio la vuelta y salió del gimnasio, dejando a Zoro tenso como una cuerda de violín.
Veinte minutos más tarde, se hallaban frente a frente, sentados en una mesa cerca de la ventana del café de Makino. Fuera, la nieve cubría el pueblo y los cristales estaban entelados con el vapor del aliento de los clientes que a esa hora comían su almuerzo.
Nadie les prestaba demasiada atención, aunque algunos conocidos les habían saludado con amabilidad. Tashigi observaba cabizbaja una taza de té humeante que con una sonrisa, Makino le había colocado delante.
Zoro, en cambio, se había pedido una cerveza.
Tenía ganas de llegar a su casa y comer con el Cejillas. Quería verle. Quería saber qué delicias le había preparado el franchute con esas manos de cocinero de restaurante de lujo que Dios le había dado. Estaba impaciente, pero la muchacha que tenía delante no decía nada y Zoro observaba cómo la chica se limitaba a agarrar su taza con ambas manos, intentando entrar en calor.
De fondo, "The Last Goodbye" de The Kills, creaba un ambiente melancólico y propicio, acorde con aquellos días blancos y grises de principios de año.
Tashigi parecía concentrada en la canción.
— Siento lo que ocurrió con Spandam. Es un gilipollas. — Dijo finalmente la chica rompiendo el silencio.
Zoro asintió, comprensivo, pero no dijo nada.
La joven guardó silencio de nuevo. Zoro la observó. Las cejas, perfiladas por una genética benevolente, enmarcaban sus bonitos ojos miopes. Su herencia japonesa era más que evidente.
— He estado investigando a Sanji. — Comentó de repente la muchacha, en un susurro, después de tragar saliva.
— Que has hecho ¿qué? — Zoro alzó la cabeza, sorprendido. No se lo esperaba.
— Que he estado averiguando cosas de Sanji. Estaba en los ficheros de la policía. Sé quién es. Su nombre real, quiero decir.
De repente, Zoro se sintió muy cansado y fuera de lugar. ¿Qué le pasaba a esa chica? El hastío dio paso a una inesperada irritación. Cómo se atrevía Tashigi a rebuscar en el pasado del rubito llorón.
— Es sumamente interesante. — La muchacha tenía las mejillas enrojecidas y no se atrevía a mirar a Zoro a los ojos. — Él…
— Tashigi.
La chica levantó la cabeza. A duras penas podía sostenerle la mirada.
— Por mí, como si Sanji es el Rey de los Piratas. — Cortó Zoro. – No sé por qué has hecho eso, y no lo quiero ni saber, pero me importa una puta mierda el nombre real del Cejas.
Una bomba de lava asaltó las mejillas de la mujer policía.
— ¡No debería! — la muchacha alzó la voz, y la volvió a bajar cuando vio que algunos parroquianos levantaban la cabeza y dirigían la vista hacia ellos. — No debería… ¿Sabes que ya interpuso una denuncia que no llegó a nada? Tenía quince años y…
— ¡Joder, Tashigi!
Zoro la observó con unos ojos tan fieros, que la chica enmudeció. El profesor se percató de que la muchacha no se había esperado esa reacción tan violenta, pero le importó un pimiento si la amedrentaba. ¿No se suponía que era de la pasma? Debería ser más dura.
— Te repito, Tashigi, que me importa una puta mierda… ¡Todo el mundo ha hecho cosas a los quince años! — Silbó entre dientes las palabras. Enfatizando su cabreo al máximo para dejar claro a aquella entrometida que no le gustaban los cotilleos. — ¿Qué coño os pasa a todos con el Cejillas? Nadie sabía una mierda de él hasta hace unos días… Y ahora, parece que todo Cristo está interesado en su culo. Él no ha hecho nada más que estar en el momento inoportuno en el sitio inadecuado. ¿Ha traficado con droga? ¿Con armas? ¿Ha matado a alguien? Me apuesto a que no.
— No… claro que no. Pero pudiera ser… — concedió Tashigi levantando la barbilla y enfrentándose a la rabia de Zoro, en un gesto que al profesor le recordó a Kuina de forma escalofriante. — Pudiera ser que se estuviera aprovechando de tu buena volun…
— Tashigi… ¿Qué coño te pasa? — le preguntó Zoro de repente, alzando la voz, muy cabreado — ¿Crees que soy idiota? Puedo parecerlo, lo sé, tengo demasiados músculos, pero no lo soy.
— Nunca he pensado que lo fueras…— intentó apaciguarle la muchacha. — Eres muy list…
— Le ofrecí mi ayuda. Yo. Se la ofrecí yo. — Zoro pasó olímpicamente del intento de darle coba de Tashigi— Él no me la pidió. Me encontré a ese chaval en la calle, siendo apaleado como un perro por Jabra y los cabrones que tiene por amigos, solo porque al Rubito le gusta follar con tíos…
— Zoro… — Tashigi enrojeció ante aquellas palabras.
— He presenciado cómo le han pegado, le han destrozado el coche y le han humillado, por ese mismo motivo. ¿Crees que eso es normal? ¿Qué alguien oprima a otro por eso? ¿Qué le peguen…?
— No, claro, Zoro… — Tashigi estaba abochornada. El profesor nunca la había hablado así. Jamás. La gente los miraba. — Claro que no…
— ¡Ni siquiera se atreve a salir de casa solo! — acabó Zoro con rabia. Una rabia que no sabía de donde salía, pero que la sentía bullir real y espesa, dentro de su estómago.
No se había dado cuenta que volvía a elevar el tono. Y tampoco sabía por qué Tashigi se estaba tomando tantas molestias con Sanji.
Con quien tenía que tomárselas era con Jabra, que era el mamón que le había pegado.
Estaba terriblemente disgustado.
Zoro sabía lo que Tashigi sentía por él y sabía lo que a la muchacha le hubiera gustado. Él no podía darle lo que ella quería, por muchos motivos, entre otros, porque no sabía hacer feliz a nadie y por supuesto, él no merecía serlo.
Zoro nunca se había enojado con ella. Hiciera lo que hiciera, que no era mucho. Solo era una pesada, una sombra que le seguía, que le observaba siempre, a lo lejos, en silencio, anhelante y recordándole constantemente la cara de aquella otra muchacha, a la que él, por idiota, por ser un ignorante y un cabeza hueca insensible, hizo tanto daño. Pero aparte de estar ahí, esperando algo que no llegaba, la muchacha no hacía nada más.
Jamás se había enfadado con la mujer policía, hasta ese momento.
Y, ahora, no podía controlar su cabreo.
— Tu reputación… Yo no quiero que esto te perjudique, Zoro… — musitó Tashigi ajena a la vena que había empezado a palpitar en la sien del profesor. — La gente habla, murmura… Dice e insinúa cosas… Cosas feas.
— ¿Y tú eres…? ¿Mi madre? — replicó Zoro observando cómo las mejillas de la muchacha enrojecían. — ¿Mi novia? No. No lo eres.
Tashigi levantó la cabeza profundamente herida ante esas palabras que Zoro había pronunciado con toda la intención.
— Ya sé que no soy tu novia. — Le dijo muy dolida. — Nunca te he dicho nada. Nunca he pretendido comportarme como tal.
— Pues ahora mismo, no lo parece. — Replicó Zoro, implacable y sin piedad. — Yo sé cuidar de mí mismo. Tú preocúpate de Spandam y de tu falta de ascenso.
El comentario fue cruel. Zoro casi se sintió mal por haberle soltado aquella burrada fuera de lugar, pero estaba tan cabreado que no se inmutó cuando a Tashigi se le llenaron los ojos de lágrimas.
— Sanji es un Vins…
—¡Basta ya! — Zoro pegó un golpe en la mesa, sin importarle el silencio que se había formado a su alrededor. La gente intentaba poner la oreja en su conversación. — ¿Todo esto es porque el Cejas es gay? ¿Es porque es actor porno? ¿Te he dicho ya que me importa un carajo donde meta su jodida polla? ¡Es una persona! Y además, una buena persona.
— La gente es mala Zoro, no pierde la oportunidad de un buen cotilleo, tenerle en tu casa te puede afectar… Miss Bakin ha ido diciendo que a saber qué hacéis. No entiendo por qué está alojado contigo…
— ¿Todo esto es porque está conmigo en casa? — Zoro abrió mucho los ojos. — ¿Debería haberle dejado morir de frío en la calle cuando esa hija de puta de Miss Bakin no le quiso alojar? ¿Te parecería eso más apropiado a su condición?
— ¡No Zoro! No, claro que no, pero podría haber ido a otro sitio… — Zoro era consciente de que Tashigi no tenía argumentos. — A casa de Luffy o a la Iglesia, por ejemplo.
— Claro… Un actor porno homosexual pidiendo asilo en la Iglesia Cristiana de Bighorn… — Zoro soltó una risotada sin gracia. — Casualmente, es el sitio donde se reúne la Liga de Protección de la Familia... El baluarte de la moralidad de esta puta provincia de mierda… ¿Te recuerdo quién es la presidenta?
La muchacha guardaba silencio, abochornada, porque sabía que él tenía razón.
Zoro la miró intentando traspasarla con los ojos.
— ¿De qué tenéis miedo? ¿De que os vuelvan a todos gay con sus súper poderes gay? ¡No te jode! ¡Sois todos unos rancios! Ace tuvo que pasar por lo mismo y tu querido amigo Coby, tendrá que pasar por esta mierda también… Y lo sabes.
— No tiene que ver con eso, Zoro… — susurró Tashigi, secándose una lágrima con el dorso de la mano.
— No, claro… — Zoro se echó hacia atrás en la silla, esbozando una sonrisa de comemierda. — ¿Y con qué coño tiene que ver?
— Con su pasado…
— Tashigi… Todos tenemos momias dentro del armario, ¡todos, joder! Incluido yo. Tú lo sabes mejor que nadie.
Y entonces la muchacha le miró.
Era la primera vez, en siete años, que hacía una alusión directa a Kuina. Porque se refería a ella y ambos lo sabían. No sabía por qué se le había escapado… Aquella puta discusión con su prima le estaba afectando mucho más de lo que se quería reconocer.
La mujer policía tampoco estaba al corriente de qué había pasado el día del accidente. El día en que murió, Kuina estaba con Zoro, iban a pasar la noche de la nevada y el corte de carretera juntos, como siempre hacían, desde que eran párvulos: viendo películas, comiendo patatas, jugando a rol… Él jamás había revelado por qué la cría había salido corriendo de su casa. Durante años, Tashigi había intentado construir un escenario coherente, pero no lo había conseguido.
— Zoro… — Tashigi intentó, en un acto reflejo, acariciarle la mejilla con la palma de la mano, pero solo consiguió que él se echara rápidamente hacia atrás, cerrando aquella ligera grieta que había abierto en su muro de contención.
Zoro cerró los ojos para evitar el contacto visual con Tashigi.
— Deja al Cejillas en paz… — susurró ronco. — No se merece que le espíes.
— ¡Es que no sé por qué te cae tan bien! — le dijo Tashigi en el mismo tono áspero.
— Porque es auténtico… — siseó Zoro. — Tú no le conoces…
— Ni tú tampoco. — Replicó Tashigi. — Solo hace tres semanas que sabes de su existencia. Y no es auténtico, es un actor.
Zoro meditó antes de contestar.
— Le conozco lo suficiente como para saber que no le haría daño ni a una mosca — dijo totalmente en serio y con las cejas completamente enarcadas. — Eso no se puede decir de Jabra, de Spandam y de Miss Bakin…
— ¿Por qué le defiendes? — preguntó Tashigi dolida. — ¿Por qué te preocupas por él? ¿No quieres oír lo que tengo que decir? Escúchame y luego decides.
— No. No quiero. — contestó Zoro tajante— Tú preocúpate de los tíos que te he dicho. Déjale en paz a él.
— No voy a dejar que te hagan daño… — se obstinó Tashigi. — No voy a dejar que un recién llegado destroce tu reputación…
— Yo creo que tienes miedo de que le prefiera a él antes que a ti. — soltó Zoro finalmente.
— ¡Zoro! ¿Cómo puedes decir eso? — Tashigi se llevó la mano a la boca, pero por su expresión, Zoro supo que se había acercado al centro de la diana.
— ¿Va todo bien, chicos?
Zoro y Tashigi se giraron para ver a Makino, la propietaria de la cafetería, mirándolos preocupada. No era nada habitual verlos juntos y menos, presenciar una pelea entre ellos.
Zoro murmuró una excusa y se levantó de la silla.
— Sí, Makino, ya me iba. El Cejas me está esperando para comer. — Sacó su cartera y puso un billete de cien Berries encima de la mesa. — Yo invito Tashigi, Makino, por favor, quédate el cambio, por las molestias.
Zoro echó una última mirada a Tashigi, que intentaba mantener la compostura, y contener las lágrimas. Hasta en esos gestos, era Kuina.
Zoro se sentía mal. Muy mal.
Igual que ocurrió con Kuina, tantos años antes, él no quería hacer daño a Tashigi, pero no le gustaba que se metieran en su vida, ni en sus decisiones y tampoco le gustaba esa obsesión enfermiza que parecía tener con el Cejillas.
— No te preocupes por mí, Tashigi… Tú preocúpate de enchironar a los cabrones que dañaron al franchute — le dijo antes de irse; y, en un tono más suave, añadió — Él es buen tío, ya lo verás...
Se despidió de Makino, que le dio una palmadita cariñosa en el brazo, y también de la chica, que le observó partir con la mandíbula crispada, intentando dominar el torrente de lágrimas que se agolpaba detrás de sus ojos.
Zoro salió a la calle y se dirigió hacia su Suzuki Vitara aparcado delante de la cafetería. Abrió la puerta y se metió dentro. Estaba tan cabreado que no puso la radio. Arrancó el motor, metió primera y maniobró para salir.
A través del ventanal de la cafetería vio a Tashigi observarle con el rostro crispado. "Que se joda", pensó cabreado en un arranque de cólera.
Entonces, sus pensamientos se dirigieron a Sanji, que debería estar esperándole para comer. El pobre rubio tenía que estar muerto de hambre. Se había retrasado muchísimo.
Las palabras de Tashigi volvieron a su mente.
— Tské…
Esta vez se había pasado de la raya.
A él qué coño le importara quién fuera y qué había hecho con quince años el rubio. Dios santo. Con quince años eran todos unos mocosos imberbes. ¿Y el apellido? ¿Qué era? Una rémora del pasado, en la mayoría de los casos, sin conexión. La familia y el hogar estaban allí donde uno tenía el corazón. Que se lo dijeran a él. Eso Zoro lo sabía bien.
A él le caía bien el Cejas, y lo más importante, a Luffy, que nunca se equivocaba con la gente, también, y a Ace, y a los demás. Y es cierto lo que le había dicho a Tashigi: Sanji era buena persona. Estaba firmemente convencido de ello.
Zoro no sabía por qué lo sabía, pero lo era. El rubio era bueno.
Tenía algo que hacía que quisiera estar con él, tomarle el pelo, reírse con él y sí, ir a patinar al puto lago helado. Se lo propondría aquel mismo día. Quería ser su amigo. Aunque se fuera a los tres meses y jamás volviera a verle.
Quería ser su amigo.
Condujo a la máxima velocidad que le permitía la carraca de coche que tenía y llegó a casa. Abrió la puerta con la llave y se limpió los pies en el felpudo.
Estaba ansioso por ver al francés.
— ¡Ya estoy en casa! — bromeó. Suponía que Sanji habría enrojecido al oírle y eso le daba un plus de diversión. — ¿Me has echado de menos?
Sin embargo, nadie contestó y Zoro enarcó una ceja mientras se descalzaba.
— ¿Eo?
La casa olía bien.
A buena y deliciosa comida. ¿Sopa?
Eso significaba que el rubio no se había ido a ningún sitio. Tampoco tenía cómo, porque el único coche era el Vitara. Quizá estaba en el jardín posterior, fumando, aunque con lo friolero que era el Cejas, le extrañó.
Entró en el salón, en el mismo momento en el que oía un quejido.
Coño.
— ¿Cejillas? — preguntó algo inquieto.
Entonces le vio. Pobrecillo. Se había quedado dormido en el sofá, sin duda le había estado esperando. El mando a distancia de la televisión se le había caído al suelo y la manta que usaba para taparse le cubría el cuerpo a medias. Llevaba puesto un jersey nuevo, de angora azul, que le sentaba bien y le dulcificaba las facciones.
Era guapo, el cabrón.
Zoro esbozó una media sonrisa de la que no fue consciente.
— ¡No…! — el grito de Sanji sobresaltó al profesor.
— ¿Cejas? — El rubio se empezó a revolver, inquieto. Respiraba agitado y movía las manos delante de la cara, como si quisiera apartar algo o a alguien.
— Vete… Déjame salir… —gritó más fuerte— ¡Sors de moi!
Zoro se acercó lentamente. Sanji tenía una pesadilla, y a juzgar por la ansiedad que se reflejaba en su rostro, era horrible, de esas de las que no te puedes librar fácilmente.
— Por favor… No… Por favor… — Sanji agitaba la cabeza y boqueaba como si le faltara la respiración. Una película de fino sudor le cubría la frente y un par de lagrimones empezaron a brotar de sus mejillas.
Joder.
— Eo… — Zoro se alarmó y se sentó a su lado, en el lateral del sofá. Sin saber qué hacer exactamente y si despertarle o esperar a que lo hiciera solo. — Cejas…
— No… — Sanji empezó a gemir como un animal herido. — Déjame…
— Eo… Despierta… — A Zoro lo único que se le ocurrió fue palmearle ligeramente en la mejilla. Fuera lo que fuera lo que el rubio soñaba, debía ser espantoso.
— Mamá… —la voz de Sanji sonaba desgarrada, tanto que el corazón de Zoro empezó a retumbar en su pecho como un tambor
— Maman, aide moi, aide moi. Aide moiii! — El grito acabó con la repetición de la frase. Era como si a Sanji le hubiera dado un ataque de histeria, Zoro no comprendía exactamente lo que decía, pero estaba claro que pedía ayuda.
El rubio se agitaba tanto que el profesor estuvo a punto de llamar a Chopper.
Al francés le estaba dando un infarto.
Joder, joder…
— ¡Eo! ¡Sanji! — Zoro olvidó el apelativo para llamar al rubio y siguió palmeando su mejilla, con un poco más de fuerza, hasta que deslizó la mano hacia la nuca del francés, con suavidad, le incorporó hacia él. — ¡Sanji, es un sueño, despierta…! ¡Estás bien! ¡Estás conmigo!
Continuó sujetándole por detrás del cuello, mientras con la mano libre le acariciaba la cara, el pelo y susurraba palabras tranquilizadoras, hasta que el chico abrió los ojos.
Azul.
Todo azul. Azul del cielo, del mar y del lago en primavera.
Tan bonito.
Pero el color azul celeste aparecía empañado por el sufrimiento, las córneas enrojecidas y las pupilas dilatadas por el terror, que le miraron sin ver, sin reconocerle.
— Je ne le ferai plus, pardonnez-moi,… Je serai un bon garçon, je ferai tout ce que tu me demanderas, s'il te plaît... Je suis désolé... Pardonne-moi…
— No sé qué coño me estás diciendo rubito… — murmuró Zoro cabreado consigo mismo por no haber prestado más atención en clase de francés. — Pero no te pasará nada, estás en casa, conmigo.
— Je serai un bon garçon… — repitió el francés en su lengua materna.
— ¿Quieres que yo te hable en japonés? Aun me acuerdo de alguna cosa… — Zoro optó por bromear, porque no sabía cómo coño actuar. — Me apuesto a que tú te enterarás menos que yo…
Y de pronto, el rubio pareció tomar conciencia de quién le hablaba y de donde estaba, poco a poco, la respiración se le fue acompasando, al ritmo de las caricias que Zoro le procuraba en el pelo y en las mejillas, intentando confortarle, para que la sangre volviera a fluir debidamente por sus venas.
— ¿Marimo?
Le reconoció finalmente y el aludido asintió sin decir ni una palabra más, aceptando el mote, por una vez. Le colocó nuevamente contra el sofá.
Ambos chicos se miraron en silencio mientras el francés se relajaba, intentando acompasar su respiración.
— He tenido una pesadilla horrible… — le explicó Sanji finalmente, con los ojos llenos de lágrimas.
Él no le había pedido explicaciones.
— No me digas… — Zoro colocó torpemente sus manos encima de su regazo. Las sentía pesadas y anhelantes después de haber acariciado el pelo de Sanji.
Siguió sentado mirando al francés.
— No quiero hablar de ello… — dijo el rubio rompiendo un nuevo silencio.
—No te he preguntado… — Zoro no apartaba la vista de los ojos azules de Sanji, que parecían haber recobrado la vida.
Qué color más limpio.
De pronto, Sanji rio levemente. Zoro enarcó una ceja, pero no se movió del sitio, ni le preguntó nada. "Se ha vuelto loco", pensó el profesor.
— Je suis un partenaire de merde. — dijo el rubio entre dientes, para después aclarar lo que había dicho. — Soy una mierda de compañero de piso…
Zoro sonrió con cara de comemierda.
— Sí… pero limpias y cocinas.
— Me salvaste por eso, ¿verdad? — preguntó Sanji girando su ceja. — Me salvaste de Jabra, porque intuiste que je nettoie et je cuisine. Limpio y cocino. Truc de gay… Cosas de ser gay.
— Sí y por tu dinero — añadió Zoro muy serio. — También por eso.
Estaban bromeando y los dos rieron, creando entre ellos, un ambiente confortable.
— Lo sabía… — dijo Sanji y se llevó las manos a los ojos, que se le habían llenado de lágrimas, otra vez. Al apretarse, se le escurrieron por las mejillas.
Joder.
Zoro no sabía qué coño le pasaba al Cejas, pero no era bonito. El cuerpo se movió solo cuando alargó una mano y le limpió las lágrimas con los dedos, tal como había hecho el día que le conoció.
Inmediatamente, sintió arder la piel del rubio bajo sus yemas. Sus mejillas quemaban como si las hubieran encendido por dentro.
Se había puesto como un tomate.
Ja.
— Llorica… — le dijo para tocarle los huevos. — Te has puesto colorado, tío.
Sanji bufó, apartó las manos de Zoro en un gesto un tanto violento, evitó el contacto visual, y, terriblemente abochornado, se llevó las manos a la cara, cubriéndose, para evitar que Zoro le mirara.
Qué gracioso.
El profesor soltó una risotada.
— Idiota… — Sanji se incorporó en el sofá. Estaba como un tomate. — He hecho Tiramisú.
Zoro no dijo nada y siguió observándole con guasa. Fijamente. Le estaba poniendo nervioso a propósito. Finalmente, cuando Sanji se atrevió a mirarle, el profesor esbozó una sonrisa de depredador que intensificó el sonrojo de Sanji.
— ¡Idiota! ¡No me mires! — y Sanji volvió a apartar la vista, cabreado.
Ja.
"Soy jodidamente sexy, ¿verdad rubito?", Zoro pensó que había conseguido desviar la atención de la pesadilla de Sanji.
— Oye Cejas… He pensado una cosa… — dijo de repente el profesor.
Sanji le miró, algo irritado.
— ¿Qué…?
— ¿Quieres que el sábado vayamos a patinar al lago? Podemos ir con todos y después ir a comer por ahí, o salir, o algo…
Zoro lo soltó mirándole fijamente a los ojos, seguro de sí mismo. No se dio cuenta de que tenía la boca seca hasta que la sonrisa que esbozó Sanji iluminó el salón como si el mismísimo Helios hubiera entrado en su casa.
Se quedó atónito.
— Oui! Ce serait génial! Oh, s'il vous plaît! ¡Hace años que no voy a patinar!
Zoro tragó saliva.
— ¿Eso es un sí?
— ¡Sí! ¡Claro Marimo! ¡Me estaba muriendo de aburrimiento en tu casa!
— ¡Oi!
Zoro le miró con el ceño fruncido, pero en seguida sonrió. Sanji parecía contento. Por una vez, la había acertado. El profesor observó cómo el rubio se incorporaba del sofá, levantándose.
— Vamos a comer… Tengo hambre… — el francés alargó la mano hacia Zoro. No quedaban rastros de la horrible pesadilla que había sufrido un rato antes y la sonrisa que daba luz a su rostro era preciosa.
Sanji había dicho que él era "jodidamente sexy", pero Zoro empezó a pensar que Sanji era absoluta, total y ciertamente, fascinante.
o.O.o
El teléfono llevaba un rato sonando en las oficinas de dirección de DofflyxStudios, pero nadie lo cogía.
El timbre, desagradable, le estaba taladrando los oídos al otro lado del pasillo y eso le estaba poniendo de los nervios, a la par que se le estaban inflando los cojones. ¿Dónde estaba todo su puto personal? ¿Para qué les pagaba a esas empleadas de mierda? No era para que le lamieran el culo por si les caía un papel de golfas en alguna escena. Era para que cogieran el puto TELÉFONO.
Finalmente, cabreado y prometiéndose despedir a la secretaria inútil que estaba desatendiendo sus obligaciones, salió de su despacho y se encaminó hacia aquella máquina infernal.
— ¡Diga! — contestó con toda la mala leche de la que fue capaz.
— ¡Ey! ¡Por fin! ¡Es súper que hayáis cogido el teléfono! ¿Con quién hablo?
— ¡No! ¿Con quién hablo yo? ¡Has llamado tú! — Cuánto imbécil había en el mundo.
— ¡Hostia sí! ¡Ja, ja, ja! ¡Súper! Soy Cutty Flam, Franky, de la productora HBO.
— ¿Eh?
Coño.
Qué raro.
¿Qué quería alguien de HBO de DofflyxStudios? Habitualmente no existían acuerdos de colaboración entre productoras pornográficas y convencionales. Y si alguien tenía interés en alguno, se dirigía directamente a él, a través de los cauces adecuados, pero no llamaba a las oficinas centrales, como si fuera a entregar una pizza.
— ¿Y qué se te ofrece, Franky de HBO?
— Quiero hablar con SÚ-PER Kuroashi Sanji ¿está por aquí?
El hombre enarcó una ceja, con creciente interés. ¿Sanji? ¿Qué coño quería HBO de Sanji?
— Pues no… En este momento está ocupado. Puedo dejarle el recado si quieres, Franky. — Dijo con voz melosa, soltando el anzuelo a ver si el histriónico que tenía al otro lado de la línea, lo mordía.
— Eeeh… Sí. ¡Súper! Dile que Franky le ha llamado. Nos conocimos en el casting que hizo en Drum hace tres semanas… Mi teléfono es el 666-222-444-333-098. Dile que me llame, es súper urgente.
— ...
— ¡Eh tío!, ¿estás ahí?
— Sí… ¿el casting de Drum? — una ira sorda empezó a bullirle desde el estómago haciendo que se inflaran un par de venas en la frente.
— Sí, el que hizo para Juego de Tronos…
— Ah, sí… Claro. Perfecto. Le diré que te llame, Franky. Por cierto, ¿quién te ha dado este teléfono?
— Su agente, Paty… Me ha dado el teléfono de su casa. Estoy llamando a su casa, ¿no?
Que Kuroashi Sanji tuviera una mierda de agente, siempre le había venido bien. La risa gutural que le caracterizaba dejó helado y confuso a su interlocutor, porque cuando volvió a hablar denotaba cierto nerviosismo.
— Ey, esta risa tuya da mucha grima. No parece súper… ¿Con quién hablo…? ¿Dónde estoy llamando? ¡Ey!
Le colgó el teléfono.
Imbécil de los cojones.
Estaba muy cabreado.
No le gustaba que le tomaran el pelo.
Ahora sabía por qué el niñato de Sanji había ido con su propio coche a Drum, por qué el niñato de mierda de Sanji, no había vuelto con los demás y por qué ese niñato de mierda hijo de puta de Sanji, se había retrasado tanto como para quedarse incomunicado al otro lado de las montañas, haciéndole perder miles de Berries al no tener el culo donde debía.
El muy mamón se había presentado a un casting de HBO.
Vaya ínfulas.
Así que ese mierdecilla les quería dejar.
Después de todo lo que había hecho por él.
Si no fuera por la familia Donquixote, Sanji estaría sirviendo bocadillos en McDonald's o de chapero en alguna esquina.
Él le había dado fama y riqueza.
Ese niño pijo e imbécil se había pasado de listo.
Iba a pagar por engañarle, por mentirle, por abusar de su confianza.
Le haría trabajar tanto que al final le saldría un callo en la polla y cuando no le sirviera para meterla, se la cortaría y le haría follarse su propio culo, a ver si le gustaba.
Había tenido mucha paciencia con él.
Se habían acabado los miramientos para aquella estrella de pacotilla.
Le demostraría a ese imbécil que, como él, había miles de chavales matándose para trabajar con ellos.
Le reventaría y después, le desecharía como la escoria que era.
Acabaría sus días haciendo mamadas en la carretera, por un plato de comida.
Nadie que traicionara a Donquixote Doflamingo podía salir airoso.
o.O.o
Aquella noche, cuando Sanji se arrebujó en el sofá, debajo de las mantas, hecho un ovillo sus pensamientos se dirigieron, en primer lugar, hacia Zoro.
El Marimo le había pillado en pleno ataque de ansiedad y lejos de torpedearle con preguntas que no hubiera querido responder, había respetado su intimidad y confortado lo mejor que había podido.
Era un tío guay.
Encima, le había propuesto un plan para el fin de semana.
Durante la comida, que, por cierto, no le había agradecido, Zoro le había explicado que el lago en invierno era una especie de pista gigante de patinaje donde se reunía casi todo el pueblo, se hacían carreras y se pasaba el rato, bebiendo, charlando y asando patatas en los bidones que el Ayuntamiento de Bighorn había dispuesto como barbacoas.
Tenía buena pinta.
Zoro le había dicho que, después, podrían hacer alguna cosa, todos. Con su pandilla.
Se sintió feliz y casi normal. Esas eran las cosas que hacían las personas de su edad y él iba, por primera vez, a participar en algo así.
Eso le llevó, otra vez, al rumbo que debía darle a su destino.
Tenía que pensar muy bien qué quería hacer con su vida, pero estaba claro que no lo iba a decidir en ese preciso momento.
Lo cierto es que su preocupación más inmediata era cumplir con las expectativas del Sr. Doflamingo. No podía quedarse sin trabajo y la llamada que había hecho a su jefe, al día siguiente del ataque del cabrón de Jabra, le había dejado amargado y preocupado.
El Sr. Doflamingo le había pedido, al menos, seis "solitarios", a dos por mes, considerando que estuviera tres meses incomunicado en Drum. Tenía que masturbarse ante la cámara y buscar un lugar adecuado para hacerlo. Sanji no se veía capaz de montarlo en casa de Zoro, porque no quería contaminar con sus mierdas laborales, el hogar de su anfitrión.
Sería un abuso de confianza el convertir el espacio del Marimo en un plató de cine X.
Tendría que haber otra solución, tenía que pensarlo y rápido, porque no quería volver a enfrentarse con el Sr. Doflamingo.
Ese tío le daba miedo.
Sanji intuía que el dueño de la productora era una persona peligrosa.
Donquixote Doflamingo era uno de los tipos más ricos y poderosos de Grand Line y podía clasificarse dentro de los diez hombres más ricos del mundo entero.
Trataba relativamente bien a su gente, pero las malas lenguas decían que era un sociópata sin escrúpulos. Sanji llevaba el tiempo suficiente en aquella industria como para saber que detrás de un rumor consolidado, existía una verdad escondida.
Decían que el Sr. Doflamingo había vendido a su propia familia.
Decían que cuando, "Corazon Cinema", la pequeña productora de cine independiente de su hermano Donquixote Rocinante, había empezado a despegar, el empresario del porno no se tomó demasiado bien aquella fama, que entendió como competencia directa por parte de su pariente.
Un día de verano, las oficinas de "Corazon Cinema" ardieron como una tea, convirtiéndose en cenizas. Los bomberos dijeron que había sido como consecuencia de un cortocircuito provocado por una estufa encendida.
Rocinante se arruinó intentando pagar reformas y deudas y a trabajadores.
Como el negocio solo estaba empezando, el contrato de seguro estaba preparado, pero no formalizado y la empresa "Alvida, Seguros de Vida", no quiso cubrir los daños, imputando al hermano del jefe de Sanji la responsabilidad de haberse dejado una estufa encendida en pleno mes de julio.
Rocinante siempre negó aquel hecho.
Un mes después de la denegación del siniestro por parte de la aseguradora, encontraron a Rocinante con un tiro en la sien. Al parecer, se había suicidado dejando, además de las deudas, un hijo pequeño al que mantener. Decían también, que Donquixote Doflamingo había adoptado a ese hijo, pero eso, era otro rumor.
Esa fue la versión oficial de lo ocurrido.
Sin embargo, fue en los platós de cine X de Dressrosa, que Sanji conoció la otra versión: el Sr. Doflamingo había matado a su hermano Rocinante con sus propias manos. El francés no acababa de creerse aquella atrocidad, pero no podía evitar sentir el aura peligrosa que emanaba de su jefe y estremecerse ante la sonrisa perpetua y congelada que aparecía dibujada en su rostro, duro y frío, como el mármol de la lápida de la tumba de Rocinante.
El primer recuerdo que tenía Sanji del Sr. Doflamingo era del casting que hizo para DoflyxStudios. Apenas había cumplido dieciocho años y se había peleado muy fuerte con el Jodido Viejo Asqueroso, largándose de casa, dando un portazo.
Hacía muy poco había rodado la película, "Entre Muros", que, aunque en su estreno había obtenido críticas excelentes, no se había llegado a distribuir para la gran pantalla y apenas existían un centenar de copias para uso doméstico en formato de video.
Sanji lo atribuía a que las empresas productoras no estaban preparadas para su argumento, que trataba con crudeza, el despertar al amor entre dos chicos recluidos en un centro de menores. Su tío lo atribuía a su escaso talento interpretativo y no dudaba en decirle lo deficiente que era como actor.
El día que colmó el vaso de Sanji fue tras una pelea descomunal en la que él y su tío se dijeron cosas que no debieron haber salido jamás de sus bocas.
— Berenjena, lo haces tan mal, que no sirves ni para actor pornográfico…
Que después de todo lo que había tenido que pasar con aquel tipo tres años antes, el Viejo Asqueroso le dijera aquellas palabras, le hirió más que cualquier abuso que hubiera podido sufrir.
Zeff, que había hablado sin pensar metiéndose con su sobrino casi por inercia, se arrepintió en el mismo momento en que las palabras salieron de su boca, intentó disculparse, pero ya era muy tarde. Sanji había llegado al límite. Con los ojos llenos de lágrimas y la frase retumbándole en los oídos, le gritó estúpidamente que, entonces, le demostraría que podía ser el mejor actor porno de todo Grand Line.
Y se largó a los diez minutos, dando un portazo, con una bolsa de ropa, su maleta de cuchillos de cocina y la intención de no volver a ver los bigotes de su tío, hasta demostrarle lo mucho que valía, aunque fuera follando.
De aquello habían pasado casi tres años y ahora, sabía reconocer, que había sido un idiota orgulloso y que el pobre Viejo de Mierda jamás había soltado aquella frase para hacerle daño. Pero en aquella época estaba hasta los cojones de que el Viejo Cabrón no le tomara en serio, de que nada de lo que hacía o decía, le pareciera bien, de que no le alabara ningún esfuerzo y de que le llamara inútil, capullo, inmaduro, que le gritara que era una basura como actor y que su comida, sabía a mierda pura.
Y, si no mandó al cuerno a Paty, cocinero en el restaurante Baratie y agente por afición, fue porque así, el Viejo Asqueroso sabría de primera mano, lo bien que le irían las cosas, cuando las cosas le fueran bien y entonces, ese Bigotudo Cojo tendría que comerse sus putas palabras.
Así que se preparó un book de fotos que le costó un ojo de la cara y con su actuación en "Entre Muros" como currículum, hizo que Paty, concertara una entrevista con el Sr. Doflamingo. Paty le suplicó que se lo pensara, que se dedicara a otra cosa, que siguiera con sus castings y sus estudios de interpretación, que hiciera las paces con su tío y volviera a las cocinas, pero la negativa de Sanji fue rotunda.
DofflyxStudios se puso en contacto con su agente en un tiempo récord y la cita entre el Sr. Doflamingo y Sanji se produjo aquella misma primavera.
El francés recordaba la sonrisa congelada en el rostro del dueño de los estudios y los ojos opacados por unas gafas de sol de cristales rojos y montura de pasta blanca que imitaban el cuerpo de un flamenco.
Era un hombre de unos treinta y largos, realmente alto y fornido, de pelo rubio trigo, como el suyo, y cuerpo bronceado por el sol. Mostraba su torso sin recato a través de una camisa blanca de franela completamente desabotonada y se cubría con un abrigo de plumas de flamenco.
Era un tipo extraño y con un aura peligrosa.
El dueño de DofflyxStudios le examinó en silencio durante varios minutos, que a Sanji le parecieron eternos y enervantes.
Finalmente, le preguntó por la película.
Pero no por "Entre Muros", sino por la otra.
La otra película.
Aquella que no quería recordar y de la que no quería hablar.
Aquel horror que había rodado en casa de aquel tipo y que, cruelmente habían titulado "Todos contra uno."
Aquella cinta que le recordaba que había sufrido un abuso que nadie se creía y que, en el mundo, los ricos y poderosos siempre tienen las de ganar, pasando por encima de la justicia.
Sanji empezó a temblar ante la mirada del poderoso empresario.
Cómo el Sr. Doflamingo conocía la existencia de aquella cinta era algo que no estaba seguro de querer saber.
Sanji se limitó a mirarle, sin contestar y sin saber qué decir.
En ese momento, volvía a ser el crío aterrorizado del que se habían aprovechado los adultos que, se suponía, debían protegerle.
Finalmente bajó la vista, avergonzado y cuando -no sin cierto alivio- pensó que el dueño de los estudios daría por finalizada la entrevista y le echaría a patadas de su oficina, le escuchó reír.
Y se le heló la sangre en las venas.
Una risa cruel, gutural y sin alegría parecía brotar directamente del estómago de aquel hombre.
— Creo que eres exactamente lo que andábamos buscando… — se limitó a decirle.
Y le concertó un casting para el día siguiente.
Sanji, que estaba durmiendo en casa de Paty desde que se fue de Baratie, no pegó ojo, la noche antes de la prueba.
Sabía que al día siguiente tendría que demostrar sus habilidades sexuales, estando consciente, delante de gente y de una cámara. Lo más seguro, es que no pudiera controlar la erección. Eso, si es que conseguía tener una. Se arrepentía de haber concertado aquella cita con el Sr. Doflamingo, pero solo de pensar en Zeff, sentía cómo la ira bullía en su interior y reafirmaba su deseo de realizar aquella prueba.
En aquel momento, solo quería que el Viejo Asqueroso se comiera sus palabras.
Al día siguiente, se presentó en DofflyxStudios perfectamente aseado y depilado.
Y le hicieron pasar a una sala donde había otro chico, un poco mayor que él.
Era rubio y tenía una mirada simpática. Una cicatriz de quemadura, en forma de estrella, debía haberle afeado el rostro, pero sin embargo le confería un atractivo especial. Era un chico alto y guapo y Sanji supo que estaba allí para hacerle de partenaire.
— Me llamo Sabo… Soy tu acompañante en el casting. Sanji, ¿verdad? ¿Estás nervioso?
Sanji asintió con la cabeza, pero no dijo nada.
Sentía la lengua pegada en el paladar y la boca seca. Sabo le intentó confortar explicándole que él también había estado histérico en el primer casting, pero luego todo solía fluir. Al parecer, el Sr. Doflamingo tenía buen ojo para los actores.
Sabo también le explicó que llevaba un año en DofflyxStudios y que la vida no estaba tan mal. El contrato era exigente, sí, pero nunca les obligaban a hacer nada que no quisieran o con lo que no se sintieran confortables.
Habitualmente tenían las mismas parejas artísticas, eso creaba confianza entre los trabajadores y el resultado era mejor.
— No es lo mismo follar cada día con alguien que no conoces, que con una persona a la que tienes afecto. — Le explicó Sabo. — La prueba la harás conmigo, si sale bien, seguramente compartiremos muchas escenas.
Sanji enrojeció y permaneció asintiendo en silencio.
— ¿Has rodado antes?
Sanji asintió.
— No te preocupes tío, te veo muy tenso. — Sabo le colocó la palma de la mano en el hombro. — No tienes que hacer nada que no quieras.
Sabo siguió hablando como una cotorra.
Sorprendentemente, aquel chico era heterosexual. Sanji quiso preguntarle qué coño hacía un hetero trabajando en porno gay, pero en ese momento se abrió una puerta y un tipo de casi dos metros de alto por dos de ancho y expresión adusta, les indicó que entraran en otra sala.
— Ese es Pica. — susurró Sabo en la oreja de Sanji. — No te inmutes cuando hable, pero verás qué risas…
Accedieron a un plató donde habían colocado un sofá de escay, enormes focos a ambos lados lo iluminaban. Detrás, una pantalla en blanco y el suelo de gomaespuma negra. Contándole a él y a Sabo, había cinco personas. El tal Pica parecía ser el director de la escena, porque se sentó enfrente y a una distancia prudencial del sofá, entre dos cámaras de televisión que parecían terriblemente caras.
Había una persona detrás de cada cámara.
— Siéntate en el sofá Sanji. — Le indicó Sabo con una sonrisa en los labios. Aquel chico rubio parecía buen tipo y lo cierto es que le daba cierta confianza. El francés obedeció, pero se tensó como una cuerda de violín, cuando el otro se sentó a su lado, aunque guardando una mínima distancia de cortesía.
Entonces, una voz aguda de castrati surgió de las profundidades del cuerpo del director de casting. Pica hablaba como si un rinoceronte le hubiera aplastado los huevos.
— Buenos días, estamos grabando.
Joder, qué voz. No pegaba nada con aquel cuerpo.
Sanji miró a Sabo de reojo. El otro chico le miró con los ojos muy abiertos, mordiéndose los labios, esbozando con guasa una enorme sonrisa de comemierda.
El francés no pudo evitar soltar una risa nerviosa. Sabo era muy gracioso.
— Mi nombre es Pica y soy el director de casting. — El tono irritado de aquel golem castrado hizo que Sanji volviera la vista al frente, aunque, al haberse reído, se encontraba mucho más relajado y cómodo. — Espero que esta prueba te sea placentera y te sientas bien.
— Te puedes quitar la cazadora, si quieres. — Le dijo Sabo haciendo una seña a la chaqueta de piel que el francés llevaba puesta.
Sanji se dio cuenta que debía empezar a actuar.
Era ese preciso momento, y antes de que el casting avanzara más, que debía despojarse de su personalidad y adquirir otra diferente. Otra que le permitiera salir airoso de la prueba. Rebuscó en su registro interno, pensando qué carácter le iría mejor con lo que estaba a punto de ocurrir.
Creyó encontrarlo.
Cerró los ojos, respiró hondo y se levantó del sofá. Con indolencia, se quitó la prenda, arrojándola con indiferencia fingida en el respaldo.
Sonrió a la cámara y la deslumbró. Tenía una sonrisa preciosa y contagiosa y lo sabía.
Vio como el director de casting se echaba hacia adelante, de repente, interesado en el cambio de actitud que se había operado en el aspirante. El francés se volvió hacia Sabo que también le observaba con curiosidad.
— Preséntate, por favor, dinos tu nombre. — Continuó Pica.
— Me llamo Kuroashi Sanji.
— Gracias Sanji. Dinos cuántos años tienes, por favor. — Pica era sumamente educado. Sin duda, pensó Sanji, intentando ganar con aquel tono, la confianza del aspirante. Era un recurso para evitar la presión.
— Tengo dieciocho años.
— ¿Nos puedes decir cuál es tu peso y qué mides, por favor?
— Bien sûr, Pica… — respondió Sanji enarcando una ceja con picardía — Si me lo preguntas así…
La personalidad que había adquirido para poder pasar el casting era la de un pícaro seductor. Era guapo y lo sabía, además, marcaba su acento francés más de lo necesario para ser más interesante. Y había acertado, porque el director de casting le miraba con la boca abierta.
— Mido un metro setenta y siete centímetros y peso setenta y siete kilos y ochenta y ocho grammes.
— Estás dentro de tu peso ideal… — comentó Sabo de repente. Sanji se volvió hacia él y levantó las cejas en una mueca traviesa.
— ¿De dónde vienes, Sanji?
— Soy francés. De Caen, en Normandie, pero vivo en Grand Line desde hace muchos años. — Sabo hizo una mueca apreciativa que a Sanji no le pasó desapercibida. — Aun así, no he perdido mon accent…
— Muy bien Sanji. — Pica se volvió a echar hacia atrás en su asiento. — Si quieres me puedes decir en qué trabajas o estudias… Si no es un secreto.
—Ce n'est pas un secret. No es un secreto. Trabajo en un restaurante. — Sanji estuvo a punto de decir dónde, pero en el último minuto y sin saber por qué, se reservó esa información.
— ¿Tienes novio, novia o algún amigo o amiga especial? — preguntó Pica, volviendo a echarse hacia adelante. Al parecer, le interesaba.
— No tengo novio. — Sanji no dijo nada más.
— ¿Por qué has decidido presentarte a este casting?
Buena pregunta, se dijo Sanji. La respuesta real, "estoy en este casting, para tocar los cojones a mi Viejo de Mierda", no hubiese sido adecuada.
— Estoy abierto a nuevas experiencias… — se limitó a decir. A Pica pareció importarle una mierda lo que respondía.
— ¿Quién te habló de nosotros? — preguntó finalmente el director de casting.
— Todo el mundo conoce DofflyxStudios… — comentó con desenfado fingido.
Pica se levantó de la silla, cogió una botella de agua que se hallaba medio oculta encima de una mesa y bebió un trago. La verdad es que hacía mucho calor. La primavera en Dressrosa no bajaba de los treinta grados centígrados. Volvió a su silla y continuó con la entrevista.
— Ahora vamos a pasar al siguiente nivel.
La siguiente hora fue una sesión fotográfica en la que hicieron posar a Sanji con un número en un cartel, como si fuera un presidiario. También le hicieron fotos con la camisa desabotonada, después sin camisa, después en ropa interior y finalmente, completamente desnudo. Por delante, por detrás, de la cara, de sus ojos, del abdomen, de su miembro, de sus nalgas…
Todo su cuerpo fue meticulosamente documentado en varios carretes.
No se sintió cohibido en ningún momento, porque estaba realmente metido en su papel. Que le hicieran fotos no era algo malo y sabía que tenía un bonito cuerpo. La genética había sido benevolente con él y las horas de entreno con el Viejo Apestoso también habían ayudado a esculpir sus músculos dándoles el formato de una estatua griega.
La sesión de fotos llegó a su fin y durante todo ese tiempo, Sabo había permanecido en silencio, observándole, sin decir nada, aunque sonriendo amablemente cada vez que sus miradas se encontraban.
— Vuelve a sentarte en el sofá, Sanji, por favor. Quédate desnudo. — Pidió Pica una vez acabada la fase. — ¿Has estado cómodo? ¿Sí? Ahora vamos a ponernos aún más cómodos. Sabo, por favor.
Entonces Sabo se puso de pie y empezó a quitarse la ropa.
Ese fue el momento en que casi perdió su confianza. Hasta entonces todo había sido más o menos fácil. Contestar preguntas, hacerse fotos… Pero había llegado el momento más importante.
Tenía que mantener relaciones sexuales delante de una cámara.
Su cerebro volvió a aquel tipo, a aquella casa y el sudor frío le cubrió la espalda.
El corazón se le aceleró de ansiedad.
"No es lo mismo. Estoy aquí porque quiero. No lo necesito. Si quiero, me puedo ir", se dijo, pero no podía evitar recordar la terrible experiencia y todas las anteriores. Todas aquellas cosas espantosas que había tenido que hacer para poder comer, para poder sobrevivir, antes de que el Viejo de Mierda le encontrara, medio muerto.
— ¿Sanji? — perdido en sus pensamientos, no se percató de que Sabo estaba delante suyo, completamente desnudo. — ¿Seguimos? ¿Estás bien?
Y ahora, resultaba que el Viejo de Mierda tampoco creía en él.
— Sí.
Sabo se sentó a su lado en el sofá y con sumo cuidado empezó a acariciarle la parte interior del muslo. Tenía las manos cálidas y los dedos suaves y deslizaba la palma, arriba y abajo, provocando un efecto tranquilizador.
Sanji contuvo un estremecimiento.
Hasta ese momento, nadie le había tocado con tanta gentileza en toda su vida y que lo hicieran por primera vez delante de toda esa gente, le dio mucha vergüenza. Sabo pareció notarlo y le sonrió con simpatía, mirándole directamente a los ojos, inspirándole confianza.
— ¿Qué te imaginas? ¿Cómo empezamos? — le preguntó respetando en todo momento la distancia, aunque manteniendo aquel contacto cálido de la palma de su mano.
— Así está bien… — respondió Sanji con la voz más temblorosa de lo que le hubiera gustado.
— Hay muchas formas de empezar… — murmuró Sabo sin perder el contacto visual. — Por ejemplo, esta.
Le acarició el muslo, pero esta vez deslizó la mano un poco más arriba, hasta rozarle el sexo. Sanji se agitó levemente, pero no se movió. La mano de Sabo estaba caliente y era gentil y cuando repitió la caricia, el francés se sorprendió anhelando más contacto.
En el plató se había hecho un silencio sepulcral y Sanji no supo en qué momento habían bajado las luces, creando el efecto visual de que solo estaban él y Sabo.
No supo si fue eso lo que le relajó o fueron las caricias amables y delicadas de su partenaire, que crearon la ficción de que no estaba grabando, que en realidad se encontraba en una cita con un chico guapo y considerado, pero Sanji se encontró mucho más cómodo y se decidió a dar un paso más.
Se acercó a Sabo y emulando sus movimientos le acarició el torso con delicadeza.
Estuvieron acariciándose mutuamente durante un par de minutos hasta que Sabo pasó de los muslos, al sexo, y empezó a masturbarle en un ritmo lento y placentero hasta que Sanji estuvo completamente duro.
Le llevó menos de lo que había creído.
Estaba cómodo con Sabo, que mientras le trabajaba, no perdía el contacto visual con él, ni la sonrisa de la cara. Por lo menos, hasta que agachó la cabeza y procedió a lamerle lentamente el miembro. Sanji no pudo controlar el gemido que escapó de su garganta y echó la cabeza y los brazos hacia atrás, sujetándose al respaldo del sofá, con los ojos cerrados para contener el mayor tiempo posible la deliciosa sensación que le traspasó.
Intentó no pensar, concentrarse en su papel, nunca le habían tratado así de bien y no quería pensar que la primera vez que lo hacían, era fingido, pero la sensación física era real e incontenible y a los pocos minutos se encontró casi sollozando, al borde del clímax.
Sabo, al entender que el francés no aguantaría demasiado, se incorporó, depositando delicados besos en el cuello de Sanji.
— Yo recibo. — Le informó con tono profesional, mientras cogía un condón de encima de la mesa, abría el precinto y se lo colocaba a Sanji en un rápido movimiento
Entonces, Sabo se colocó a horcajadas encima del francés, pero dándole la espalda, de manera que quedó mirando hacia la cámara, invisible gracias al juego de luces del plató, subió las piernas hacia los asientos del sofá, para facilitar la penetración. Sanji se encontró entonces, sujetando a Sabo por las pantorrillas y cuando este le preguntó en un susurro "¿Preparado?", el francés asintió, deslizó su cuerpo hasta alinearlo con la entrada del otro chico y empujó sin dudar.
Follaron largo y tendido haciendo gala de una flexibilidad y una resistencia que hubiera sido la envidia de cualquier atleta olímpico.
Los miedos, los nervios y las inseguridades de Sanji quedaron opacados momentáneamente y de pronto, se encontró disfrutando y divirtiéndose con aquella extraña experiencia. No era tan idiota como para no darse cuenta de que el noventa por ciento de su relajación mental y física había tenido que ver con el perfecto partenaire que le habían asignado. Sabo era un profesional, experto, amable, agradable y extremadamente guapo, por lo que, si la prueba fue fácil, lo fue gracias a él.
Cuando se corrieron, casi al mismo tiempo, el plató continuó en silencio unos segundos, hasta que Sabo desmontó de su cuerpo y se sentó junto a él, esbozando una sonrisa.
— ¿Bien?
Sanji asintió.
De repente, las luces subieron en intensidad, hiriéndole los ojos que se habían acostumbrado a la penumbra; el sonido de un aplauso le sobresaltó.
Aún se encontraba algo mareado a causa de su clímax.
El Sr. Doflamingo se encontraba detrás de Pica, que, aun sentado en su silla de director de casting, no podía ocultar el tremendo bulto que se erguía entre sus piernas.
La risa cruel y gutural del Sr. Doflamingo retumbó en el plató.
— Kuroashi Sanji, vamos a ganar mucho dinero contigo… — dijo finalmente el hombre sonriente. — Te voy a convertir en una jodida estrella.
El propietario de DofflyxStudios esbozaba una sonrisa que le surcaba toda la cara como una herida. Sanji debería estar satisfecho, pero en lugar de eso, se estremeció, porque por una fracción de segundo aquel hombre le recordó al Jóker, el archienemigo de Batman, con su cara pintada de payaso siniestro y la boca ensangrentada de carmín.
o.O.o
Sabo estaba en el salón de su bullicioso apartamento de Dressrosa. Cavendish veía los últimos capítulos de Naruto Shippuden en la televisión con dos tíos más que se habían apuntado aquella noche. No recordaba sus nombres. Eran unos de tantos admiradores de su ahora, único compañero de piso.
Si hubiera estado Sanji, aquella noche se hubieran ido al cine y a cenar.
Pero no estaba.
Bufó aburrido al ver cómo en la pantalla, Sasuke le pegaba una paliza descomunal a Naruto. No sabía cuántas veces había visto esa escena en el anime, pero siempre le gustaba y le daba un plus de buen humor que le reventaran la cara al ninja histérico de Konoha, que se había pasado los quince años de manga evangelizando a los villanos con sus discursos sobre la amistad y el ciclo de odio.
Le encantaba que, para variar, alguien le partiera a Naruto la puta cabeza.
Gracias Sasuke. Te queremos.
Tenía que haber ganado Sasuke, coño, y convertir el mundo ninja en un jodido caos, mandarlos a todos al carajo y cargarse a los Consejeros de Konoha insertándoles un Chidori por el culo.
"Sasukeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee!"
"Narutoooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo!"
Los dos tíos gritaban como locos.
— Son gays… — escuchó decir a uno de los amigos de Cavendish. — Todo el mundo lo sabe. Se aman.
— Qué va… — comentó Cavendish. Estos no son gays. A Sasuke le pone cachondo Sakura. Todo el mundo lo sabe. La ama en silencio. Y ella a él, aunque no tan en silencio.
— Qué dices tío, ella ama a Naruto — dijo otro chico, que salía en ese momento del cuarto de aseo. Sabo le miró. Quién era ese tío y cómo había llegado hasta allí. Misterio. — Ella se lo dijo. Le dijo "te amo, Naruto". Eso es una prueba de su amor.
— ¿Qué mierdas dices? Eso fue un "fake", joder… Qué pesados sois con eso… Si lo dijo también Sai, que había sido mentira… — soltó Cavendish hastiado. — Lo hizo, porque quería matarlo ella. Quería salvar a Sasuke.
Dos tíos más salieron también del cuarto de baño, poniéndose bien los pantalones. Sabo flipó. ¿Estaban follando en el baño? ¿Tres personas? ¿Cuánta gente había esa noche en casa? ¿A quién coño había invitado Cavendish? ¿A toda la puta Dressrosa?
— ¿Matándolo? ¿Quería salvar a Sasuke clavándole un kunai envenenado por la espalda?
— Pues claro…
— Pues yo no le veo la gracia el matar a alguien, porque lo amas…
— Porque tú tienes la sensibilidad de un mosquito, tío… — soltó Cavendish. — Y no has entendido la historia entre Sasuke y Sakura.
— No tiene sentido.
— Sí lo tiene. Lo que no tiene sentido es que Naruto haya acabado con la "ojitos de leche".
— ¡No te metas con Hinata! ¡Ella es la queen!
— ¡Qué cojones! ¡La queen es Sakura!
— ¡Son gays! ¡La queen es Sasuke!
— ¿Tú qué opinas Sabo? — preguntó Cavendish cabreado. — Eres Sasusaku, Narusaku o SasuNaruSasu.
Sabo suspiró muy fuerte antes de contestar.
Cómo la gente podía pelearse a muerte por las parejitas del manga era algo que no acababa de comprender. Cavendish era un puto viciado del manga y de los "Ships", como él les llamaba. Sabo había presenciado duelos titánicos entre su amigo y seguidores de una y otra pareja, gritos, baneos en foros, insultos e incluso una vez, Cavendish había retirado la palabra a un amigo, por decir que Hinata era una acosadora.
Era demencial. Estaban como una cabra. Peleas, fanarts, fanfics… Las parejitas del manga eran todo un universo de locura que levantaba más pasiones que las parejas de uno mismo en la vida real. Gente de todas las edades, culturas y condiciones, seguía la evolución romántica de personajes, que, en la historia original, a veces ni se conocían.
Si Sabo acababa alguna vez sus estudios de psicología, -solo le quedaba un año-, haría la tesis doctoral sobre el tema.
Finalmente, contestó a su amigo, al percatarse de que seguía esperando una respuesta.
— Yo creo que el fandom de Naruto es el más mierda de todos, con diferencia, pero aun así, yo soy totalmente Sasusaku. Es la única relación de amor lógica y coherente del manga. Esa y el ShikaTema.
— Y el Itasasu… — comentó uno de los chicos, volviendo la burra al trigo…
— Eso es un incesto… —dijo Cavendish con asco.
— Y los Lannister también, y a ti te gustan…
— No me vas a comparar a Naruto con Juego de Tronos… ¿verdad? ¡No me jodas!
Sabo bufó de nuevo al escucharlos discutir, otra vez.
Quería a Cavendish, pero era un tarado.
Qué pesados.
Echaba de menos a Sanji.
Sanji era Sasusaku, como él, como las personas de bien, con comprensión lectora y capacidad interpretativa.
Se rio solo. Él estaba haciendo lo mismo que los fanáticos.
Cogió su Iphone 8. Pasaban treinta minutos de la media noche. Abrió el WhatsApp y le envió un mensaje.
"Sanji ¿Estás despierto? ?".
Tardó un ratito en contestar, pero al final, Sabo vio que estaba en línea.
"Sí ?".
"¿Qué tal estás? ? ".
"Muerto de frio. La calefacción de esta casa es una merde…"
Sabo se rio. Sanji se congelaba siempre que la temperatura de Dressrosa bajaba a veinte grados, incluso en el plató hacía que pusieran la calefacción cuando fuera caía un sol de justicia, no quería ni pensar lo mal que lo estaba pasando en Drum, a menos veinte bajo cero.
"¿Tienes la polla congelada?"
"La tengo tiesa... Estoy así: ❄❄❄❄."
Sabo rio. Ese emoticono siempre le recordaba a la película Frozen, cuando Elsa se construye el palacio de hielo en medio del monte.
"¿Estás enfadado conmigo? Por lo de tu fan… ?".
"Claro que no. Pero eres un capullo… ?"
Sabo volvió a carcajearse por lo bajo.
"Ese tío siempre te dice cosas divertidas, me cae bien. Quería hablar con él ? "
"Pues tienes una forma rara de entablar conversación"
"FireHotFist. Ardeeee…. ?
"Bueno… ¿qué quieres? Tengo sueño. ?
"Ja, ja, solo quería saber cómo estabas. Te he visto más delgado esta mañana. ¿Ya comes? ?"
"Sí, claro. Y estoy bien... ❤❤. Como estaba algo aburrido, el Marimo me va a sacar a pasear… jajaja… vamos a ir a patinar… Iremos el sábado, creo, pasaremos el día en el lago y después por ahí a comer algo y a tomar un chocolate caliente... ?."
Sabo enarcó una ceja.
"¿A patinar? ¡Qué romántico! Eso suena a cita…?."
"Qué dices… jajajajaja… qué va… jajaja ?… jajajaj"
Coño.
Lo normal hubiese sido que Sanji le mandara a la puta mierda, no que se pusiera a reír en plan gazmoño. Uy.
"¿Ya le has visto el rabo? ?,Sabo se rio al preguntarle.
"Anda tío… ?Jajajaja, claro que no… Zoro es guay, es un buen tipo…"
"Claro, pero eso no es incompatible con estar bueno y tener un buen rabo… ? y él tiene las dos cosas, ¿no? jajajajajaja"
"No digas esoooo… No seas vulgar… ?. Zoro es más que un rabo. Es una persona..."
Qué coño eran esas respuestas.
"Es muy buen tío…"
Hostia puta.
Sanji añadió esa última frase y Sabo lo entendió: a Sanji le gustaba ese tío. Se comía su sombrero si no.
El francés no solía salir con nadie. Alguna rara vez, que había congeniado con algun tío, pero nunca se lo había llevado a casa y la cosa tampoco había pasado de una sola noche. Sanji no era una persona fácil de conquistar y no se enamoraba fácilmente. Es más, por lo que Sabo sabía, no se había enamorado nunca y nunca había tenido pareja. Alguna vez le había preguntado sobre eso, pero Sanji se limitaba a mirarlo con la ceja enarcada, como si estuviera loco, y sacar un cigarrillo para fumárselo tranquilamente.
Por eso, ahora le sorprendió aquella reacción pueril de su amigo, propia de un adolescente al que habían descubierto enamorado de su mejor amigo.
"¿Te trata bien?"
Sabo esperó a que Sanji acabara de escribir.
"Si, a veces es un poco comemierdas y me cabrea, me pone nervioso, porque tiene una manera un poco violenta, es un bruto, aunque en realidad es muy confiable, tiene cosas que me gustan. Tiene pelotas, es intuitivo, le importa una mierda lo que los demás opinen de él… Cool.."
Vaya, vaya… Vaya parrafada.
Sabo releyó el mensaje varias veces, procesando esa información.
Mucha información, a decir verdad.
"Es hetero ¿verdad? ?"
Sanji tardó más de la cuenta en contestar.
Sabo intuyó que no le había sentado bien la pregunta.
Madre mía… Estaba colado por el tío ese.
"Sí… Él… Se tiró a una en la Fiesta de Año Nuevo ?"
"¿Su novia ??"
"No tiene novia."
" ..."
"Tiene muchos amigos. Son gradiose… Hay una belle femme pelirroja que me encanta. Tiene mucho carácter. Se llama Nami. Ah… Y Vivi es una déesse y Carrot, es tan simpática y bonita…"
"¿Y el mecánico? Estaba bien, ¿no?"
"Oh là là, ¡es un pelmazo! Está todo el rato persiguiéndome…"
"Jajajajajajaja… Vaya plan…"
"Espectacular… Tengo ganas de que llegue el sábado para ir al lago"
"Y tener tu cita con Zoro… ¿no? "
"Nooooooooo jajajajaj Ya no te voy a decir nada más de Zoro por hoy … jajajajajajajajajaajajajajajaj"
"Te gusta… "
"Ahahaa. ¿Quien sabe…?"
"No hace falta ser muy listo para darse cuenta…"
"Que nooo… Es buen tío y me trata bien…Oye, tengo sueño… Me voy a dormir"
Qué rápido cortaba Sanji las conversaciones que no le interesaban.
"Uyuyuyuy… No hagas tonterías y cuídate mucho…"
"Sip… Tu también. Te dejo que me voy a dormir…"
"Te quiero tío?"
"Y yo también…"
Sabo dejó el teléfono y miró la pantalla durante un rato. En la tele, aquellos dos ninjas traumatizados, seguían hostiándose como si no hubiera un mañana. Se quedó pensativo durante varios minutos, hasta que sintió cómo alguien le tocaba la pierna.
Sabo alzó la cabeza y vio cómo Cavendish le observaba con curiosidad.
— ¿Era Sanji?
— Sí…
— ¿Va todo bien? ¿Él está bien?
— Sí, sí… Creo que sí…
Cavendish, podía parecer idiota o superficial, pero al menos no era lo primero.
— ¿Sabo? — enarcó una ceja a modo de interrogación.
— No sé tío… Está distinto… Más tranquilo.
— Eso es genial ¿Y qué más...?
— Que hay algo que no sé si es bueno o malo…
Cavendish le observaba con curiosidad.
— ¿Qué? ¿Qué le pasa?
Sabo enarcó la ceja y sonrió levemente.
— Es que creo que Sanji se está pillando fuerte por el tal Zoro.
Fin Capítulo 4.
NFA: ¿Os ha gustado? Si es así, por favor, decídnoslo. Si no, también.
Bueno, bueno, varias cosas, la primera gracias por la santa paciencia y cristiana resignación que habéis tenido l s que habéis llegado hasta el final. Noventa y una páginas de capítulo no son moco de pavo.
Varias cosas: Ace se plantea su admiración por el rubito, quiere ayudarle, quiere acostarse con él y quiere muchas cosas que no sabe ni que quiere. Sanji, por su parte, está deprimido y se siente acorralado en una vida que no le gusta y en una situación de la que no sabe salir. Zoro es otro que tiene que aprender a luchar contra sus propios demonios.
Zoro y Sanji se van encontrando poco a poco (uno más rápido que otro, no sé si lo habéis notado) y no sabemos qué pasará con ellos.
Doflamingo, bueno, ese gran hijo de "fruta", qué vamos a hacer con él. Obvio, es el villano principal de la historia, pero todo se andará porque la cosa es de cocción lenta.
¿Qué os parece Tashigi? A nosotras nos da un poco de pena. Está loca por Zoro, pero… ¿Quién se lo puede reprochar? Nosotras también.
Franky, ese querido metepatas, pero él no tiene la culpa de lo sucedido, las reclamaciones, a Paty.
Y mi amor, Sabo, qué maravilloso es. ¿Un hetero trabajando en porno gay? Pues sí, los hay, y a puñados.
Por cierto, la alusión -obligada- a Naruto, ha sido cosa de Uchiha-Rules-Camfrica, que es muy fan del Príncipe del Sharingan, no offense por el tema de las ship wars, todo el mundo sabe que Camfrica es más Sasusaku que Sarada y no lo puede evitar. Por cierto, tiene la intención de actualizar el fic interminable de "La Escalera del Perdedor". No sé si este siglo o el que viene. Igual recibe ayuda de sanjiaholic, que para eso son waifus.
Obviamente, nunca hemos presenciado un rodaje de una peli porno y supongo que la habremos cagado muchísimo al describir la escena. Solo decir, que tomamos inspiración de unos videos que encontramos por ahí.
No queremos ofender a nadie con el tema del malestar de Sanji dedicándose al mundo del cine X. Precisamente, nosotras pensamos en abierto y que cada uno es libre de ganarse la vida como le salga de las narices. Así que "no offense, please" es solo un fic.
Si hay algún error en el francés de Sanji, por favor, decídnoslo, lo corregiremos.
Y por último, queremos que el siguiente capítulo sea absolutamente maravilloso. El patinaje, el lago, el amor que se construye.
No sabemos cómo nos está quedando el FIC, aunque en serio, hay mucho amor y trabajo detrás. Pedimos disculpas por todos los errores que no hemos detectado y os animamos a señalarlos, para poder mejorar.
Por último, muchas gracias a todo el mundo por el pésame por la muerte del padre de sanjiaholic. Sois buenas personas.
¡Hasta la próxima!
Y sobretodo, recordad, love is love.