Disclaimer: Todo aquello que puedan reconocer, no me pertenece.


Novia imperfecta

por MissKaro


Capítulo 1

¿Las oportunidades están para tomarlas?


Desde su posición del otro lado del escritorio que ocupaba su padre en el estudio, Naoki Irie, para sus conocidos "el genio", observaba a su progenitor removerse incómodo, consciente del escrutinio al que era sujeto. El joven, por supuesto, recibía de muchos —a excepción de su madre, con inquebrantable fuerza de voluntad— la misma clase de respuesta, siempre que los observaba con sus fríos y vacíos ojos violáceos, que no sólo le brindaban atractivo, sino que lo hacían inalcanzable para quienes le rodearan.

Naturalmente, le enorgullecía provocar vergonzosa reacción a sus congéneres, pues el hecho de sentirse superior le proveía de la única diversión que había conocido en toda su vida. Ver cómo los demás, incluso sus mayores, se sometían ante su presencia, le daba más poder del que su incomparable cerebro (posesor de un CI de 200) le permitía tener. Seguramente nadie se daba cuenta de esa satisfacción, cual frío se mostrara con todos como un témpano de hielo, pero así era como se sentía.

No obstante, una parte de él le obligaba a mostrar un ápice de respeto ante sus supuestos superiores.

Eso mismo, hizo que dejara de escrutar con la mirada a su padre y tomara una postura que casi podría ser calificada como condescendiente, si de otro se tratara y una situación diferente se hablara. Además, ya se había cansado de ese silencioso intercambio que no durara ni más de dos minutos, y decidió que debía expresar el asunto de esa reunión, surgida de la petición a su padre de "hablar a solas", seguida de un dificultoso paso de saliva del susodicho.

—Padre, no dirigiré su empresa —dijo concisamente, sin andarse con rodeos, utilizando esa voz de tono grave que enamoraba a muchas, independientemente de la forma de ser de su portador.

Su padre, Shigeki Irie, se irguió tanto como su acojinada silla le permitió y dio muestra de un atisbo de carácter fuerte, diferente al de su personalidad amable, quizá porque se trataba de un asunto concerniente a Pandai, su amada empresa de juguetes, que levantó desde sus cimientos muchos años atrás, hasta convertirla en el éxito que era actualmente. Su rostro regordete adquirió un tono rojizo, originado por el enojo, y sus ojos brillaron con enfado durante más de una décima de segundo (todo un logro).

—¿Qué es eso que acabas de decir, Naoki? —preguntó sin respirar, antes de quitarse sus anteojos redondos para limpiarlos con el borde de su playera, signo de que trataba de calmarse.

El aludido esperó hasta que los lentes regresaran a su posición original, tan calmo como siempre, para contestar: —No deseo continuar el trabajo de alguien más.

Su progenitor lo observó con expresión de desconcierto y desánimo, probablemente comenzando a comprender bajo su propia lógica, la ambición que su hijo tal vez heredara de sí.

Al menor le traía sin problemas qué vueltas diera su cabeza para entenderle, no pensaba entrar en explicaciones y hablar más de lo que acostumbraba. En muchas ocasiones, la ineptitud y lentitud de quienes le rodearan, le parecía desagradable. De pequeño, antes de encerrarse en sí mismo al comprender que nadie sería capaz de alcanzar su nivel, compartió con su madre su inquietud, ésta le dijo que debía tener paciencia con los otros y entender que no todos tenían su capacidad. Pero como ahora, no le importó mucho.

Después de eso, a menos que fuera un asunto que requiriera la comprensión de los otros, dejó de preocuparle si le llegaban a entender en todo cuanto a él se trataba, y hacía su vida como le placiese, a su propio ritmo.

El momento actual era toda una consideración de su parte hacia su padre, porque ante todo debía de ser respetuoso y honorable con la cabeza de familia.

—Es ingenuo de mi parte el creer que un genio como tú no querría demostrar de qué es capaz —aseveró su padre llevando su mano derecha a su mentón, en una pose pensativa. —¿Te gustaría trazar tu propio camino, no es así?

Tratándose de una pregunta explícita, que no requería palabras, asintió. Podría decirse de esa manera, aunque de verdad —para su propia frustración y desconcierto— no supiera exactamente cuál era el dichoso camino. Todo lo que se proponía se le daba bien, con la excepción de saber qué seguía para él una vez concluida la preparatoria.

Lo que sí estaba seguro era que dirigir una juguetería, seguir los pasos de su padre, no era algo que haría en su futuro.

—No voy a mentirte diciendo que no me entristece y decepciona, y que si se me presenta la oportunidad no haré cuanto esté en mis manos para hacerte cambiar de parecer… —su padre rió brevemente, como si se hubiese acordado de un chiste—. Pero creo que es justo que quieras hacer algo por ti mismo, aunque fuese mi competencia. Quiero que seas feliz. Así que… Tendré que aceptar lo que me dices…

Con esa última frase, adquirió un tono serio. Naoki sólo esperaba que terminara su monólogo para excusarse del estudio, que si bien en otras ocasiones le sirvió para coger libros antes de acabar con el repertorio, ahora se le presentaba como un sitio que no requería más su presencia. Ya había obtenido la aceptación de su padre, o más bien, la confirmación de que sabía que no podía poner en él más esperanzas de que fuera quien se encargara del trabajo de su vida.

—…con una condición.

Él, internamente, se sorprendió, pese a que su rostro no dejara entrever tal emoción. No se imaginó qué podría ocurrírsele a su padre —que él no pudiera cumplir— como impedimento para no alcanzar el cometido de esa reunión. Es cierto que lo suyo fue más un anuncio que una petición, pero ese respeto que le debía, le haría acatar la orden que tuviera.

Durante un segundo se sintió orgulloso de su, muchas veces a su parecer, débil padre, al mostrar por qué era un exitoso hombre de negocios, mas tal sentimiento se desvaneció tan pronto como su siguiente frase abandonó sus labios.

—Tendrás que presentarme una novia, que me asegure la continuación de nuestro apellido.

Algo parecido a la rabia se acumuló en su pecho, ¿estaba tratando de manipularlo? No había que ser genio para decirle que buscaba una joven que se convirtiera (en un futuro próximo) en su prometida, una mujer a quien aprobara. Esperaba que él, que nunca había dado muestra de interés en las mujeres, mucho menos de tener novia, pusiera en juego su destino por algo tan nimio como mantener una relación.

No veía sentido a tener una pareja —aunque sí gustaba de las mujeres, como parecía dudar su familia—, porque por él mismo podía hacer las cosas. Se diera el caso que las urgencias sexuales que dominaban a muchos, llegaran a él, había maneras diversas de solucionarlo (sin que implicara tener a alguien mucho tiempo a su lado). La idea de ser padre nunca había pasado por su cabeza. Y compartir tiempo o experiencias con otra persona no tenía mucha importancia.

—¿Cómo? —cuestionó de repente, notando que el monólogo de su padre lo incluía.

Sin darse cuenta, se había abstraído de "la conversación" y no había escuchado lo que dijera tras su anuncio.

Su padre se aclaró la garganta, sin molestarse por no haber sido escuchado. —Decía que uno de mis grandes deseos es que me sucedieras en la empresa, pero si no puedo tener eso, quiero que otro de mis grandes deseos se cumpla. El tener un nieto.

—Yuuki —musitó parcamente.

—Eh, sí. No me malentiendas, bueno, no creo que puedas… También quiero nietos de tu hermano. Pero si no puedo tener a mi primogénito como mi sucesor, por lo menos quiero que mi primer nieto sea tuyo.

Hombre sensiblero, pensó con disgusto. Sentimentalismos como ese eran los que le hacían evitar utilizar otra cosa que no fuera el raciocinio para la vida en general (también representaba un motivo para evitar una relación de pareja).

—¿Entonces crees que puedas cumplir esa condición?

Lo pensó durante unos momentos y asintió, sería fácil conseguir a una chica dispuesta a ser su novia y futura esposa. Aun cuando muchos podrían despreciar su personalidad, temerle o envidiarle, había muchas jóvenes que se morirían por tenerlo como novio; por nada, conocía la existencia de un grupo de seguidoras; asimismo, sus genes eran más que perfectos para ser dados a una próxima generación. Esa era la razón por la que las personas se unían, ¿no? Y él tendría mucho que aportar.

La ahora certeza de tener hijos, que nunca se había planteado seriamente, le trajo a sí una sensación extraña, que la atribuyó a ver cómo las probabilidades de que pudiera conocer a alguien con inteligencia como la de él, aumentaban.

Realizó un leve asentimiento de cabeza a su padre.

—¿Podré conocerla pronto?

La idea de tener que catalogar rápidamente a las jóvenes que conocía para descartar a las imposibles candidatas y obtener a la adecuada, se le hizo pesada y molesta, pero imaginó que dos días, a lo mucho, serían suficientes para la tarea.

—Sí.

—Has tardado un poco en responder… ¿acaso ya hay alguien en mente? —inquirió su padre titubeantemente, como si toda la valentía anterior le hubiera abandonado.

Realmente no, pero no quería dar la impresión a su padre de que tendría a una novia sólo por su petición, rápidamente se daría cuenta que lo hacía de manera obligada.

Y su padre, por supuesto, se negaría a aceptar su petición porque quería su felicidad, esa no podría venir de la mano de una novia que se consiguió para cumplir su condición.

—Sí —respondió, tras otra pausa—. La hay.

Alguna debe haber.

Su padre pareció sumamente sorprendido por su respuesta y se inclinó hacia él, en el mismo momento en que la puerta se abría estrepitosamente.

—¡Sí! —La exclamación de su madre sorprendió a su padre, mientras que a él lo tomó con fastidio. Ya se la imaginaba pegada como una lapa hasta que le diera el nombre de su nuera, o rondando la escuela sólo para tener un atisbo de la chica. Incluso insistiendo para que la llevara a cenar.

Nunca se habría imaginado que lo que pensaba como una simple reunión acabaría trayéndole acontecimientos molestos.

—¿Cuándo podremos conocer a tu novia, hijo? —preguntó su padre, ignorando el baile fantasioso de su madre a su costado.

—Cuando esté lista —contestó sin afirmar o negar el que ya tuviera una.

Así le daría el tiempo suficiente para hacer que la joven escogida se preparara para tener en claro datos de su historia en común.

Por todos los dioses, se sentía ridículo de solo pensar en esa frase.

[…]

La mañana siguiente, tras una tarde atosigado por las insistencias de su madre, Naoki sentía el hartazgo recorriendo cada poro de su piel, con la posibilidad que alcanzara niveles mayores por la tarea que tenía por delante.

Ese mismo día pensaba dejar saldada la decisión de quién sería su novia y futura esposa, con tal de ocuparse en cosas más importantes como lo que haría a partir de que su padre finalmente aceptara no hacerlo su sucesor. Le inquietaba tener que cumplir su estúpida condición —no debería dejarse manipular—, pero le debía a sus padres el que lo mantuvieran y las oportunidades que le aportaron toda su vida.

Quién fuera la escogida, más que de buena apariencia y con educación respetable, no le interesaba mucho. Simplemente que sirviera para cumplir la condición de su padre y fuera mínimamente adecuada para ser la esposa de Naoki Irie.

Desviándose de su rutina de pasar en primera instancia a la biblioteca, se dirigió directamente a su clase, la A, correspondiente a los jóvenes más sobresalientes de la generación. El sistema de su escuela clasificaba mediante un examen a quienes ingresaban a sus aulas, y los mejores resultados se ubicaban en el grupo A, hasta llegar a los pertenecientes a la Clase F, la peor de todas, sin duda.

Si puntuaban más alto en los exámenes de final de curso cabía la posibilidad de ascender de grupo, pero ya en su último año sabía que contadas personas habían conseguido tal logro, y generalmente de la D a la C, o la C a la B.

Al ir recorriendo los pasillos, comprobó las miradas de admiración de las jóvenes de grupos inferiores, pensando definitivamente que debía ser alguien de su edad, no quería lidiar con chiquillas. Ni siquiera sabía por qué las observaba, si pretendía escoger a alguien que conociera previamente. Y pensaba analizarlas conforme llegaran para tomar clase.

Como él asistía temprano, se quedaría en su asiento y les dirigiría, por primera vez, una mirada más allá de reconocimiento.

A unos pasos del 3A, divisó a una joven desconocida acercándose desde la otra dirección, y se preguntó si ella pertenecía a su grupo, pero lo descartó rápidamente tras una mirada a su cabellera.

Podía ser que no tomara mucho en cuenta a quienes conformaban su grupo, mas nunca había notado un destello del color de cabello de la chica en medio del aula. Teniendo una memoria eidética, no olvidaba detalles como ese. Su cabello tenía un color castaño rojizo, más que pelirrojo, un poco anaranjado, no parecido al de una calabaza, sino tal vez al rojo anaranjado del atardecer, con un poco más de brillo que el naranja común.

Tampoco podría decirse que era completamente anaranjado, sólo que no tenía mucho con lo que asemejar el color de su cabello.

El caso era que no lo había visto en su grupo.

Desvió su mirada de la chica pelirroja y llegó a la puerta de su grupo, justo en el momento exacto en que escuchó una voz suave y titubeante, pronunciar su nombre: —Irie.

Se detuvo un instante, percatándose que la dueña de aquella voz era la chica que acababa de observar, que llevaba en sus manos una carta dirigida a él. Por el rostro sonrojado de la pelirroja, adivinaba de lo que se trataba.

Puso sus ojos en blanco y se preparó para rechazarla, cuando pensó en su predicamento.

El "no lo quiero" no abandonó sus labios, si no que se sorprendió a sí mismo y a los que le observaban, al tomar el papel y responder en su lugar:

—Sígueme.

[…]

Gusto en conocerte, Irie-kun. Soy Aihara Kotoko de la Clase F.

No sabes quién soy, ¿cierto?, pero yo sí sé quién eres tú. Desde hace dos años te he admirado por tu inteligencia y por ser tan genial después de haber dado tu discurso en la ceremonia de inauguración. No tengo esperanzas de estar en la misma clase que tú… así que escribo mis sentimientos en esta carta con todo mi corazón.

Irie-kun, te quiero.

Naoki no necesitó leer la carta dos veces para aprenderse su contenido. Su cabeza ya había registrado cada frase realizada por la silenciosa joven sentada junto a él en una banca frente la biblioteca escolar, a la que no acudía gente si la temporada de exámenes no estaba cerca.

(Y los que quisieran espiarles, el temor a una mirada suya seguro les hizo no precipitarse).

Sin ningún disimulo, observó a la chica pelirroja, que cabizbaja movía los dedos de sus manos en señal de nerviosismo, a pesar de que con sus piernas juntas y sus palmas posadas sobre sus rodillas, trataba de dar la imagen de compostura que alguien ponía al ser castigado.

Le regocijó saberse con tanto poder, mientras una idea atractiva se formaba en su cabeza.

La chica pelirroja no era fea, era atractiva a su manera, aunque pareciera más joven que él por muchos años, y adivinaba que era bastante educada por la manera de dirigirse a él. Eso bastaría para convencer a sus padres.

A él, que fuera de la clase F le parecía una ventaja. Seguro que era tonta, por lo tanto, manipulable a su antojo. Podría manejarla para que se ajustara a sus deseos; era de esperarse que con tal de complacerle, actuaría de la manera en que quisiera. La convertiría en la novia perfecta para sus planes, aunque ni por asomo lo fuera para Irie Naoki.

Esbozó una sonrisa de lado.

Le gustaba eso.

La novia perfecta para sus planes.

Aunque perteneciera a los imbéciles del F.

Los demás podrían pensar lo que quisieran porque él tuviera una novia de esa clase, mas a nadie más que a sí mismo le daba explicaciones (y no las necesitaba). Siempre que fuera cuidadoso para que todo pareciera normal, esta chica se moldearía a sus necesidades, y él se ocuparía de sí mismo.

Y sus padres, tal vez pensarían que ella era muy diferente a lo que tenían esperado de él, pero diciéndole a su madre el trillado y ridículo argumento romántico de los opuestos se atraen, ya no habría más preocupación.

—Kotoko —llamó, sintiéndose satisfecho con sus planes futuros.

Ella dio un respingo y al observar los orbes color avellana, que le parecieron demasiado expresivos, sintió una punzada de algo, que un segundo le hizo detenerse para replantearse lo que iba a hacer.

Pero con su futuro en mente, continuó: —A partir de ahora serás mi novia.

La estupefacción de su cara se le quedaría grabada por siempre.

Y más allá de admitirlo, también la posterior sonrisa tímida de su rostro.


NA: ¡Saludos!

Me estoy arriesgando mucho al publicar ya esta historia, pero me siento muy activa este año y ya quería compartirles mi pequeña idea. Tengo otros fics que concluir, sí, eso no significa que los abandone, sólo que debo organizarme bien y utilizar la inspiración que tengo en los últimos días. También, siempre he querido probar lo de tener más de un fic publicado a la vez.

Independientemente de la inestabilidad que me provoque, no sé con exactitud cuándo tendré actualizaciones para este fic (como con los otros que tengo vaya), especialmente porque me supondrá una pequeña dificultad el tratar de quedarme solamente en la visión de este témpano. ¡Que lo vamos a odiar! Ja, ja. A Kotoko igual, porque la querremos golpear (por lo menos, esas dos cosas quiero lograr). No soy ninguna genio ni tengo la personalidad de Irie, pero espero hacer mi mejor trabajo en personificarlo (así como he tratado con Kotoko en ATED).

Vamos, que lo importante es tener otra historia con nuestra pareja favorita para entretenernos.

Espero sus comentarios, aunque ojalá tengan la misma cuestión que yo: ¿se puede ser más arrogante que este tipo? Imagínense cuando acabe enamorándose de ella ja, ja, ja.

Hasta luego.

Miles de besos, Karo.