Aviso: Los personajes de Captain Tsubasa fueron creados por Yoichi Takahashi

Un Jazmín entre las zarzas.

Capítulo 1

Por

Y. Honey

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El Jazmín se cultiva en los jardines por el excelente olor de sus flores.

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Se asomó por la ventana y sonrió al notar que no había nevado. Hacía frío, desde luego, pero en Hokkaido el frío era algo bastante normal y eso no le impediría salir. Se puso una sudadera, conectó los audífonos al celular y luego de ajustarse los anteojos y amarrarse el cabello en una coleta, salió de la casa y comenzó a trotar en dirección a la preparatoria Furano. Le tomaría alrededor de media hora ir y volver de su vieja escuela, lo cual era perfecto ya que le daba tiempo de regresar a casa y prepararse para su primer día de trabajo.

Mientras atravesaba las calles, escuchando una canción que le gustaba mucho, la muchacha sonrió al sentirse bastante bien. No podía creer que apenas un par de meses atrás se hubiera recibido como contable. Le había costado trabajo convencer a sus padres de permitirle estudiar en la universidad de comercio de Hokkaido en Sapporo, ya que ellos querían enviarla a estudiar una carrera más larga a Tokio, aunque al final aceptaron su decisión. No envidiaba a sus otras amigas que aún tenían un par de semestres más para terminar la carrera, ya que al haber terminado antes, tuvo la ventaja de poder empezar a trabajar primero y eso era lo que le importaba. Haber logrado conseguir empleo en donde ella quería era un beneficio adicional del cual se sentía bastante complacida. Claro que para obtener esa posición también había tenido que vencer la oposición de su padre y además…

— ¡Señorita Machida, muy buen día!

Ella se detuvo, se limpió el sudor, se quitó los audífonos y le sonrió al entrenador Kurata, que estaba de pie en la entrada de la preparatoria Furano—. Hola entrenador, hace mucho que no lo veía. ¿Cómo está?

—Bastante bien, ¿y usted, ya terminó la universidad?

—Sí, hace poco, y hoy empiezo a trabajar como auxiliar contable— contestó feliz Machiko.

—Pues muchas felicidades, Machida.

—Gracias entrenador— la joven se ajustó sus anteojos y se inclinó para despedirse—. Lamento despedirme tan rápido, pero hoy es mi primer día y no quiero llegar tarde. Que tenga un buen día, entrenador Kurata. Quizás lo vea en otra ocasión

El entrenador asintió y observó en silencio mientras la muchacha se alejaba a trote, recordando los días en que Machiko y Yoshiko, ambas inseparables, le ayudaban con el manejo del equipo de futbol de la secundaria y luego de la preparatoria. Eso le recordó que el Consadole jugaba ese día por la tarde, y se lamentó que por cuestiones de trabajo no podría ir a ver al que había sido su jugador estrella en el bachillerato: Hikaru Matsuyama.

— ¡Qué mujer!— opinó un muchacho detrás del entrenador—, ¡Si al menos las maestras de la preparatoria estuvieran tan bien!

— ¿Y le viste los senos? Aunque traía esa sudadera te apuesto que las tiene grandes como melones— dijo otro.

— ¡La señorita Machida fue asistente de nuestro club de futbol durante varios años, no deben expresarse de ella de ese modo! — Regañó el entrenador Kurata, que se había girado para encontrarse con que esos pervertidos comentarios fueron hechos por dos de sus jugadores, algo que le molestó bastante—. ¡Tendrán entrenamiento extra durante una semana, así aprenderán a no expresarse de esa forma de los antiguos alumnos del Colegio Furano!

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Machiko miró la entrada del almacén y sonrió al leer el letrero sobre las amplias puertas: "Almacén de maderas Machida". Desde que era pequeña siempre quiso trabajar en el negocio de la familia. Su hermano mayor ya trabajaba allí como asistente en el área de transporte de mercancías, ya que su papá le había dejado en claro que si quería heredar el negocio, tendría que empezar desde abajo para conocer todo lo relacionado al comercio de maderas. Claro que a su hermano eso no le molestaba, ya que él amaba el almacén incluso más que ella misma.

Y desde luego, su hermano ya la estaba esperando en la entrada, recargado en una de las camionetas amarillas que distinguían el negocio familiar.

—Hermanita, bienvenida al trabajo— saludó—, espero que estés lista para tu primer día bajo las órdenes de papá.

—Hola, Kazuki, desde luego que lo estoy— contestó ella, acercándose a su hermano—, ¿cómo está Yuiko?

—Te informo que tú sobrina está bastante bien— sonrió él—, es su tercer día en el jardín de niños.

—Apuesto que está feliz de que su madre es la maestra— rió Machiko, recordando que su cuñada, Reika, trabajaba en el kindergarten—. Hablando de otra cosa, ¿ya llegó papá?

—Sí, y está de un humor…— Kazuki suspiró—, no le agrada todavía la idea de que trabajes en el almacén.

—Pero si sólo voy a ayudar a la señora Furuhata con la contabilidad y los inventarios— se quejó Machiko—, no me volveré a pegar en la cabeza con un tablón, ¡además eso pasó cuando estaba en primaria! No sé por qué papá no lo ha olvidado.

—Es que eres su princesa y no quiere que nada te lastime— se rió Kazuki—. Compadezco al pobre idiota que se case contigo; si te llega a tratar mal, ¡papá lo hará sushi y se lo comerá con sake!

Machiko le dio un coscorrón a su hermano—, no hagas bromas… conociéndolo eso es algo muy posible.

—Corrijo mis palabras— rió él mientras se frotaba la cabeza—, con ese carácter agresivo nunca conseguirás novio.

—Oh. ¡Muérdete la lengua!— sonrió ella mientras le hacía un gesto a su hermano—. Te veo luego, iré a buscar a papá.

—Oye, Machi—, llamó Kazuki—, los muchachos y yo iremos a ver jugar al Consadole esta tarde, pero Takei no podrá ir y nos queda un boleto… ¿quieres acompañarnos?

—Si no me piden que me quede más tarde iré con gusto—. Aceptó ella—, hace mucho que no veo jugar a Hikaru y a Oda. ¡Gracias!

Kazuki asintió y miró a su hermana entrar en las oficinas del almacén. Había apoyado los deseos de Machiko de trabajar en el negocio de la familia y le daba mucho gusto tenerla por fin allí. Sabía que ella haría un buen trabajo, y pensaba que la contabilidad del almacén quedaría en muy buenas manos cuando se retirara la señora Furuhata. Complacido, el muchacho revisó la carga de la camioneta por tercera vez y fue a firmar la orden de salida, pues quería ir a entregar la madera de una vez y estar de regreso antes de mediodía.

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El Sapporo Dome era un imponente estadio techado con una capacidad para más de 42,000 espectadores, y aunque mucha gente lo consideraba como el hogar de los Hokkaido Ham Fighters, el equipo de beisbol local, para Machiko era el estadio del Consadole, su equipo de futbol favorito ya que Hikaru y Oda jugaban allí, y ella se había ocupado de ir a verlos jugar cada que le era posible. Si bien era cierto que no había tenido contacto con ninguno de los dos desde la preparatoria, a Machiko le gustaba apoyarlos pues aún los consideraba sus amigos. Esa tarde jugaban contra los Urawa Red Diamonds, y ella sabía bien que Hikaru tomaría el partido bastante en serio, pues se enfrentaría al as indiscutible del Urawa: Takeshi Sawada.

—No me dijiste que conseguiste lugares en primera fila— observó feliz Machiko—, ¡La vista es genial!

—Así es, desde aquí veremos la acción muy de cerca— dijo Kazuki—. Y el partido será interesante hoy. Matsuyama mantiene una fuerte rivalidad con Sawada desde el torneo pasado.

—Lo sé y no me sorprende— dijo Machiko, quien recordaba haber escuchado en la preparatoria que por solidaridad con su mejor amigo, Takeshi Sawada consideraba a cualquier rival de Hyuga Kojiro como propio.

Olvidándose de eso y disponiéndose a disfrutar el partido, la joven Machida miró rápidamente a su alrededor, buscando a cierta mujer de cabello castaño en las gradas pero no logró encontrarla. Era una pena, ya que nunca había visto a Yoshiko en los partidos de Hikaru.

Más tarde…

Faltaban menos de cinco minutos para terminar el partido y el Consadole llevaba la ventaj en el marcador gracias a una jugada de Matsuyama y Oda en el primer tiempo, pues la pareja estrella del equipo local había logrado pasar por la defensa de la escuadra visitante, lo que le permitió a Hikaru usar su tiro especial, el Eagle Shot, para anotar desde fuera del área. Desafortunadamente ya no habían podido hacer ninguna anotación más. Como era de esperarse, Sawada había organizado a la perfección la defensa del Urawa, neutralizando a todos los jugadores contrarios y dejando a Matsuyama solo y sin acceso al balón, una estrategia útil para evitar recibir otro gol, pero no para empatar.

—Tenemos qué anotar— murmuró Takeshi, observando a Hikaru robar el balón a uno de sus delanteros para inmediatamente lanzarse al ataque—. No importa ya si perdemos, vamos mejor en la tabla general y no nos afectará mucho… ¡pero no puedo dejar que Hikaru nos derrote sin meterle al menos un gol al Consadole!

Mirando a su alrededor, Takeshi decidió con rapidez qué hacer y realizó una rápida señal a tres de sus compañeros en medio campo para que cercaran de inmediato a Matsuyama y así obligarlo a hacer un pase o intentar usar el Eagle Shot, lo cual le permitiría aplicar el resto de su plan.

Matsuyama tenía que admitir que Sawada, a pesar de no ser el capitán, se había convertido en el corazón de los Red Diamonds; era gracias a Takeshi que el Urawa sólo había recibido un gol, pues su capacidad de organizar a su equipo rivalizaba con la suya, y eso le limitaba mucho las opciones. Debido a eso, decidió que tendría que tomar las cosas en sus propias manos si quería dejar la victoria asegurada. No quería terminar con un empate. Por eso, cuando tuvo oportunidad, tomó el balón y se lanzó al ataque, sabiendo que podría hacer un pase y triangular con Oda en cuanto fuera necesario. Lo que no esperaba era que tres jugadores del Urawa lo cercaran de inmediato, intentando quitarle el esférico al mismo tiempo que le impedían avanzar. Hikaru era un experto controlando el balón, por lo que no había modo de que lo perdiera, pero no podía seguir adelante y eso era muy inconveniente.

Una rápida mirada a la izquierda le permitió ver que Oda estaba libre. Bien, sólo tendría que hacerle un pase a Oda y podrían volver a triangular para llegar hasta el área de los Red Diamonds. Dispuesto a realizar esa estrategia, Matsuyama dio un rápido giro y lanzó un pase perfecto hacia su compañero, aprovechando el desconcierto de los defensas rivales para correr hacia la portería, confiado en que podrían volver a anotar.

Fue entonces que Takeshi entró en acción. Había anticipado perfectamente la estrategia de Matsuyama y no tuvo problemas para interceptar el pase y avanzar con una habilidad envidiable hacia la portería del Consadole. Hikaru reaccionó de inmediato y se lanzó detrás de Sawada lo más rápido que pudo y lo alcanzó cuando entró al área.

— ¡Fuiste muy listo, Takeshi, pero no te dejaré anotar! — exclamó Hikaru, preparándose para deslizarse y robarle el balón a su adversario.

Pero Sawada no respondió, en lugar de eso disminuyó la velocidad y cuando Matsuyama estuvo justo tras de él, se giró a la derecha con todo y balón para esquivar al as del Consadole, luego avanzó un paso y disparó a la portería usando un tiro especial que Hikaru conocía bastante bien.

"¿El Tiger Shot de Hyuga?" Observó sorprendido Matsuyama, que no pudo hacer más que mirar cómo el balón se incrustaba en la red de su equipo. El partido estaba empatado, y ya sólo quedaban tres minutos de juego.

— ¿Cómo carajos aprendiste a hacer eso? — Preguntó Hikaru, mirando al joven Sawada con atención, aceptando que subestimó a su joven rival y que su respeto por él había aumentado.

—Me tomó meses— respondió Takeshi—, pero la práctica valió la pena. Ahora yo también puedo anotar desde cualquier ángulo, Matsuyama.

—Pues te felicito, fue una jugada magnífica. Pero debes saber que esto sólo hace las cosas más interesantes— contestó Hikaru. Había analizado ya la versión del Tiger Shot que había usado Sawada y estaba seguro de una cosa: No era ni tan potente ni tan rápido como el de Hyuga, pero parecía ser más preciso. Tenía lógica, Takeshi no era tan fuerte como Kojiro, así que debió substituir potencia y rapidez por exactitud y destreza. A su modo, su tiro era tan temible como el original.

Sawada asintió complacido, no era algo común que pudiera impresionar a alguno de los jugadores estrella de la selección y disfrutaba mucho cuando conseguía hacerlo—. Gracias, Matsuyama, y tienes razón. Será muy interesante.

—No has logrado duplicar el tiro de Hyuga— dijo Hikaru entonces—. Le falta la fuerza y velocidad de un tigre… pero tiene la precisión y técnica de un lince… llámalo Lynx shot. No suena tan mal, ¿no te parece?

Takeshi sonrió, ya se imaginaba que Matsuyama lograría identificar los detalles de su versión del tiro especial de Hyuga con facilidad. Por otro lado, le gustaba el nombre con el que había bautizado esta técnica—. Lynx shot… me agrada, Hikaru. ¡Gracias!

Terminado este corto intercambio, Takeshi regresó a su posición, mientras que Hikaru se acercó a sus compañeros para reorganizarse y poder romper el empate.

Mientras, en las gradas…

Machiko estaba lívida. Gracias a lo que aprendió de fútbol podía entender que la jugada de Takeshi Sawada había sido algo extraordinario, y sabía muy bien que esto podría sellar la derrota del Consadole. Su hermano y los otros muchachos del almacén estaban participando en los gritos de la porra, pero no le parecía que entendieran la gravedad del asunto. Preocupada, su mirada se fijó en Matsuyama, si bien era cierto que estaba a más de quince metros de distancia, le parecía que Hikaru estaba nervioso y eso no era bueno para el equipo, así que decidió tomar cartas directamente en el asunto, aún y cuando sabía que sería inútil.

— ¡Oye, Hikaru, no dejes que esto te desanime! — Gritó la muchacha con todas sus fuerzas aprovechando un momento en que la porra hizo una pausa—, ¡Ve y demuestra lo que los jugadores de Hokkaido pueden hacer!

En la cancha…

Hikaru logró escuchar esas palabras y volteó a su derecha, extrañado ya que en primer lugar era raro que los fans lo llamaran por su nombre y en segundo, porque la voz le parecía familiar. Una rápida mirada le permitió encontrar a una mujer que se había puesto de pie y se apoyaba en el barandal que separaba los asientos de primera fila de la cancha. ¿La había visto antes?

— ¡No te distraigas conmigo, capitán! — Le gritó ella mientras levantaba el puño derecho—, ¡ve y gana el partido!

"¿Capitán?" Matsuyama le dedicó una última mirada a la muchacha: llevaba coleta, grandes lentes "… ¿Es Machida?"

Sí, definitivamente era Machiko Machida. Nadie más lo llamaría capitán en ese momento. Saber que una de las asistentes del Furano estaba en el público hizo que Matsuyama recuperara los ánimos de inmediato, pues eso le hizo recordar a Yoshiko. Sí, Machida tenía razón. Era hora de ganar el partido.

— ¡Oda, es nuestro turno de anotar, vamos! — ordenó Hikaru una vez que el balón estuvo de nuevo en juego y en su posesión.

Con bríos renovados, Hikaru Matsuyama se lanzó adelante, aprovechando cada segundo en lo que sería la última jugada del partido. Como esperaba, Takeshi le había preparado una defensa que demostró ser dura como el acero, pero Matsuyama era experto en el juego de equipo, y por medio de una serie de pases logró atravesar la muralla de los Red Diamonds.

— ¡No dejaré que anotes!— Declaró Takeshi cuando Hikaru se acercó a él.

—Me encantaría medirme contigo otra vez hoy, Sawada— le dijo Matsuyama con una sonrisa—, pero ya no queda tiempo para eso… ¡Oda, es toda tuya!

Y antes de que Takeshi lograra reaccionar, Hikaru realizó un pase veloz como el rayo en dirección de su compañero de equipo. El pase era perfecto y Oda sólo tuvo que realizar un remate con la pierna derecha el cual encontró su camino a través del portero para llegar a la red. Justo entonces sonó el silbatazo final. Gracias a la última jugada organizada por Hikaru Matsuyama, el Consadole se llevó la victoria con un marcador de 2 a 1.

—Te felicito, Matsuyama— dijo Takeshi, ofreciéndole la mano a su rival—, en verdad pensé que intentarías anotar.

—Estuve tentado a hacerlo… si hubiera tenido más tiempo tal vez lo habría intentado— admitió Hikaru mientras estrechaba la mano que le ofrecía el joven Sawada—. Yo también debo felicitarte, no creí que mejorarías tanto desde el torneo anterior, de verdad me hiciste sudar.

—Te lo agradezco, y te prometo que la próxima vez venceremos al Consadole.

—Quizás— dijo Matsuyama—, pero sin importar el resultado, enfrentarte de nuevo será fantástico.

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Un par de días después…

Hikaru Matsuyama estacionó su automóvil y al bajar observó con atención el negocio al otro lado de la calle: el Almacén de maderas de la familia Machida. Lo había visitado un par de veces en la preparatoria, cuando el padre de Machiko les donó el material para reparar la bodega del club de futbol luego de que una fuerte nevada la arruinara. El muchacho se pasó la mano por el cabello y respiró profundamente. Hacía mucho que no hablaba con ella, casi cinco años. Pero Hikaru estaba convencido de que las palabras de Machiko durante el partido habían sido lo que necesitó en ese momento para recuperar al máximo el deseo de ganar el juego en tiempo ordinario.

—Así que no tiene nada de malo venir a preguntar la dirección de su casa o cómo contactarla y así darle las gracias por su apoyo—, murmuró el joven Matsuyama. A fin de cuentas, ya había decidido esa mañana pasar al Almacén de los Machida justo para hacer eso.

Con paso decidido, el jugador del Consadole Sapporo cruzó la calle y atravesó las amplias puertas del almacén. Tuvo suerte, pues la primera persona que se encontró fue a Takahiro Machida, el padre de Machiko.

— ¡Matsuyama! — Saludó el señor Machida al reconocerlo—, ¿Qué te trae por aquí después de tanto tiempo?

Un poco después…

Machiko entró al almacén cargando dos bolsas de plástico, esperando no haber olvidado nada de la tienda. La señora Furuhata y las dos secretarias le habían encargado varias cosas y como no hizo una lista antes de salir, temía que se le hubiera escapado algo. Lo que no se imaginó, sin embargo, fue encontrar a todos los trabajadores del almacén posando para una fotografía frente a uno de los camiones del almacén, y mucho menos que al centro del grupo estuvieran su padre y su hermano junto a nada más y nada menos que Hikaru Matsuyama. La persona tomando la fotografía era el cocinero del puesto de okonomiyaki que siempre se detenía a mediodía afuera del almacén.

—Y listo, la foto ya está— anunció entonces el vendedor de okonomiyaki, que le llevó la cámara al señor Machida.

—Está perfecta, ¡muchas gracias! Irá directo a la pared de mi oficina.

Machiko miró desconcertada cómo los otros trabajadores del almacén regresaban a sus labores y aprovechó para entregarle las cosas a la señora Furuhata cuando pasó frente a ella, no la siguió ya que Hiakru la llamó, aunque no pudo responderle ya que su padre se acercó y con una sonrisa de oreja a oreja, le mostró al joven futbolista la cámara para que pudiera ver la fotografía.

—Te lo agradezco, muchacho— dijo el dueño del almacén sin ocultar su alegría—, nunca está de más un recuerdo con el mejor atleta que ha dado la isla, será un honor tenerla en mi despacho.

—Me halaga demasiado, señor. Pero yo…

—Me agradan los hombres modestos—, interrumpió el señor Machida. Mirando a su hija, que parecía estar debatiéndose entre decir algo o huir del almacén, al fin entendió que la interrumpía, por lo que decidió retirarse. El vendedor de maderas no tenía problema con Hikaru, pues lo conocía de años y sabía que sería amable con su querida princesa—. Muy bien, los dejo platicar. Estaré en mi despacho por si necesitan algo, muchachos.

—Matsuyama— dijo Machiko una vez que su padre entró a su oficina—, veo que mi padre y mi hermano te obligaron a tomarte una foto con todo nuestro personal.

—No pasa nada, es normal que los fans quieran algo así, no me molesta— le aseguró Hikaru—, ¿cómo estás, Machida? No hablábamos desde que terminamos la preparatoria.

—Pues… empecé a trabajar aquí ayer como auxiliar contable— dijo ella—, terminé la universidad hace un par de meses y… creo que es todo. Estoy bien, me gusta estar aquí.

—Oh, ya veo…— Hikaru esperó pero ella simplemente se limitó a observarlo sin decir más, por lo que agregó—, Te escuché ayer en el estadio.

—Lo sé, perdona por haberte gritado así… es sólo que no quería que perdieran el partido.

—No te disculpes, lo que dijiste me animó a luchar hasta el último segundo— dijo él, que entonces bajó la voz—, me duele admitirlo pero ya había decidido dejar que el juego terminara en empate para poder ganar en el tiempo extra. Si no me hubieras animado…

—Lo único que hice fue llamarte 'capitán' como cuando estábamos en secundaria y preparatoria, Matsuyama.

—Lo sé, pero eso me hizo recordar a Yoshiko y…

— ¿Cómo está ella? — preguntó Machiko de repente. Hacía años que no sabía nada de su amiga y le agradaría mucho poder verla una vez más—. ¿Aún no regresa de los Estados Unidos?

—No, todavía no— suspiró Hikaru, recordando que los padres de Yoshiko le habían pedido que por lo menos viviera con ellos mientras estudiaba la universidad. El problema era que eso implicaba que ella tuviera que pasar cinco años en California.

—Lo lamento, sabía que iría a vivir un tiempo con sus padres, pero pensé que ya había regresado a Hokkaido. De hecho me sorprende que todavía no se hayan casado.

Hikaru se sonrojó y sonrió nervioso—. Pues… la verdad pienso pedírselo cuando venga de visita el mes próximo. Ya está en su último semestre de administración y ella piensa volver a Japón en cuanto tenga el título. En verdad espero que acepte.

—Yoshiko aceptará de inmediato, te lo aseguro— sonrió Machiko—, Tráela aquí cuando esté de visita, me gustaría mucho platicar con ella.

—Prometido— dijo Matsuyama, que entonces fue interrumpido por la alarma de su reloj, la cual apagó de inmediato con una expresión de pena—, lo siento, tengo que ir a entrenar.

—No te preocupes, lo entiendo— sonrió ella—, en verdad aprecio que hayas venido a saludar.

Hikaru asintió y se inclinó para despedirse—, fue bueno verte de nuevo, Machida. Hasta pronto.

El muchacho avanzó hacia la salida del almacén, pero se detuvo de pronto y se giró para mirar a Machiko. Hacía mucho que no platicaba con alguien que no fuera parte del Consadole o que estuviera relacionado con el futbol, y además se sintió invadir repentinamente por una ola de nostalgia que le hizo desear hablar un poco más de los días de preparatoria con alguien conocido.

— ¿Te gustaría ir a tomar un café mañana por la tarde? — invitó, seguro de que una plática tranquila era todo lo que le hacía falta para dejar atrás la melancolía por la preparatoria que parecía haberlo atrapado.

—… ¿Me estás invitando a salir, Matsuyama? — Dijo Machiko levantando una ceja—, ¿Para qué?

—Platicar de los viejos días en el bachillerato, y ponernos al corriente, si te parece. Además de Oda, eres la única compañera con la que aún tengo amistad. ¿Qué dices?

Machiko se mantuvo en silencio mientras meditaba la invitación hasta que al final pensó que no tenía nada de malo. Sólo tomarían café y conversarían un poco. Era perfectamente aceptable y no le estaría causando problemas a Yoshiko. Tomada su decisión, asintió—, Está bien, Hikaru. ¿Dónde nos veremos?

—No he pensado en dónde— admitió Hikaru, sonriendo apenado—, pero dame tu teléfono y te diré el lugar más tarde…

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Machiko se miró nerviosa en el espejo y se giró para mirarse otra vez. Llevaba jeans, una camisa de manga larga y una chamarra, lo usual para un día no tan frío. La chamarra gris no le gustó así que la cambió por una de color azul y juzgó que con eso su atuendo ya estaba completo. Consideró ponerse maquillaje, pero al final sólo se usó un discreto labial de un tono ligeramente más oscuro que el natural de sus labios. No iba a una cita, así que no era necesario usar rubor ni sombra, sólo labial estaría bien. Examinó una vez más su reflejo y sonrió satisfecha, se veía bien, o eso pensaba.

La muchacha miró su reloj y descubrió que le quedaban sólo veinticinco minutos para llegar al café donde había quedado de verse con Matsuyama, por lo que tomó su bolso y salió de su habitación. Bajó al recibidor y consideró pedirle a su madre que la llevara pero cambió de opinión, podría tomar el autobús en la siguiente esquina y llegar con cinco minutos de sobra si no había contratiempos.

—Vuelvo más tarde— avisó, y luego de recibir un 'cuídate' de su madre, salió de la casa.

Escaleras arriba, en la habitación de Machiko, su gata, Momen, saltó a la cama de su dueña y se acurrucó en la almohada junto a un portarretratos que su ama había dejado allí. La fotografía en el cuadro junto al que se echó a dormir la elegante felina blanca mostraba a Machiko y a Yoshiko tomadas cada una de un brazo de Hikaru Matsuyama. Los tres sostenían diplomas y sonreían para la cámara, pues la foto había sido tomada el día en que el trío se había graduado de la preparatoria…

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Notas:

Pues al final me he decidido a escribir una historia anexa a Destruyendo a Sanae, aunque la conexión que hay entre las dos historias es prácticamente mínima. Los personajes principales aquí son, como ya podrán imaginar, Hikaru, Yoshiko y Machiko.

En caso de que la hayan olvidado, Machiko es la otra asistente del Furano, la amiga de Yoshiko que siempre está animándola a que se le declare a Hikaru.

¿Qué es lo que pasará en la historia? Bueno, eso lo sabrán conforme vayan avanzando las cosas, pues esta historia sólo contará de seis capítulos, pero si quieren aventurar alguna idea, pueden dejarla en sus reviews.

Por cierto que al final no me pude resistir y he escrito una escena dedicada a un partido de soccer, aunque esto es para lograr dos cosas: 1) me sirve de práctica para algo que pasará en Destruyendo a Sanae y, 2) Me permitió darle al buen Takeshi un tiro especial. Creo que el muchacho se merece uno también y me parece lógico que tarde o temprano intentaría desarrollarlo así que… ¿pues qué mejor que su propia versión del Tiger Shot? Pienso que tiene sentido que Takeshi usaría como base la técnica de Kojiro para crear la suya.

Gracias por leer y darle una oportunidad a esta historia.