Para DianeVH, mucho ánimo linda.


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Capítulo 20

Madre

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La reunión con el comité había terminado hace un par de horas, debía dejar listo el informe con los acuerdos antes de ir a almorzar, y como normalmente le pasaba, a esa hora su estómago ya exigía comida, por lo que decidió apresurarse. El conflicto del OIC cada vez era más tedioso, grupos pacifistas exigían la abolición de la organización desde que pasó a manos de los saiyajin, haberlo discutido en el comité que se celebró en la tierra hace 8 años no había servido de mucho, la presión era tal que había llegado a los oídos del rey Galáctico, como el imperio saiyajin se había asociado al comité de relaciones interplanetarias, se sometía a la jurisdicción del rey Galáctico, si éste-que normalmente era neutral-les ordenaba disolver el OIC, no podrían negarse. Claro, había muchas reuniones por delante si eso pasaba para buscar un consenso en que todos quedaran conformes, pero entre los miembros del consejo se repetía una idea bastante conflictiva: salirse del Comité de relaciones interplanetarias. De ser así, la situación se volvería en un caos político e incluso militar, había muchos conflictos de interés de por medio. Como mano del rey, era primera vez que sentía que lo que se avecinaba era complejo para todos, incluso para Vegeta.

Suspiró cansado, ser la mano del rey era un gran logro, su esposa no se quejaba de su remuneración, al contrario, les daba para vivir cómodamente y asegurar el futuro académico de su hijo, como había dicho su mujer. Aunque él quería que se concentrara en su carrera militar, su hijo no parecía muy entusiasmado. Todas las responsabilidades que tenía por su cargo lo atormentaban, pero por el bienestar de su familia lo soportaba y por la admiración que le tenía a su pueblo, se esforzaba en dar lo mejor de sí, el rey no se había quejado nunca, por lo que creía que hacía bien su trabajo, sin embargo, todo el conflicto político del OIC le estresaba, y estaba seguro que todos se sentían del mismo modo, había tensión en el aire desde hace semanas.

Terminó de redactar el último informe y guardó el documento, estiró sus brazos hacia el techo e hizo sonar las articulaciones de sus dedos, movió su cuello de lado a lado haciéndolo crujir, se puso de pie entusiasmado para poder salir a comer, acercó su mano al botón de suspensión y antes de presionarlo, recibió un mensaje en su casilla de correos, frunció sus espesas cejas, odiaba cuando pasaba eso. Dudó unos segundos, si irse a comer y ver el mensaje después, o atenderlo rápidamente, al mismo tiempo, sus tripas se volvieron a quejar.

—Maldición —se quejó en voz alta—puede ser importante —murmuró agotado, mental y físicamente. Abrió el sobrecito de la pantalla sin ver el remitente, pero apenas comenzó la lectura supo de quien se trataba. Tardó menos de un minuto en leer el mensaje, que no era urgente, aun así, sintió la necesidad de hacer algo al respecto y el hambre pasó a segundo plano para el saiyajin. Observó la hora en su ordenador, asintió para sí mismo al comprobar que aún no era hora de comida para la nobleza saiyajin, por lo que tenía un poco de tiempo.

Salió de su oficina rápidamente y caminó hacia el elevador al fondo del pasillo, esperó unos segundos a que el aparato llegara a la planta y la puerta de acero reforzado se abriera, al entrar, se encontró con un par de asistentes de algunos miembros del consejo, al verlo, le reverenciaron ligeramente y él solo asintió en respuesta. Aún no se acostumbraba a esos tratos de respeto hacia él, había llegado a su planeta como un extraño saiyajin que se había criado como humano, y ahora era un miembro importante del consejo y uno de los saiyajin en que el rey más confiaba. Marcó el botón del subsuelo, dónde estaban las salas más modernas de entrenamiento, las que usaban saiyajin importantes como los príncipes y el rey.

Cuando el rey o los príncipes usaban alguna de las 3 salas de entrenamiento, las otras quedaban en desuso, aunque los ruidos y los ataques eran aislados por la tecnología de punta de las paredes, si uno de los príncipes estaba entrenando, como norma implícita, no podían importunarlos otros saiyajin sin importar su cargo u origen. Por lo que al llegar a la primera planta del subsuelo no se extrañó al no escuchar mayor ruido, sin embargo, casi al instante recordó que no era una buena señal que el entrenamiento de los príncipes estuviese tan silencioso, apresuró el paso, tardó unos cuantos segundos en llegar a la última sala, afuera estaban los escoltas de los tres príncipes, con semblantes aburridos, algunos mirando las pantallas de sus aparatos, apoyados en las murallas, otro sentado en el suelo. Se acercó sigiloso, ninguno notó su presencia hasta que se paró a un metro de distancia y al verlo, pegaron un brinco por el asombro, se reincorporaron torpemente a sus posiciones y le reverenciaron, apenados por ser descubiertos. Kakarotto no dijo nada, solo los miró serio, sabía que con eso bastaba para que no volvieran a descuidarse, después de todo, tenían una importante responsabilidad sobre sus hombros. Asintió hacia ellos y avanzó hasta la puerta, no alcanzó a poner una mano sobre el pomo cuando habló uno de los soldados.

—El príncipe Vegeta ordenó que nadie entrara a molestar —murmuró nervioso, la mano del rey asintió sin mirarlo, pero abrió la puerta de todos modos.

Sabía que el heredero notó su presencia y ni así dejó de golpear a su hermano menor. Kakarotto frunció el ceño ante el espectáculo, tenían un combate uno a uno, donde el menor de 7 años y medio no conseguía esquivar todos los golpes, era una lucha desigual, siempre era así, sin embargo, aunque un contrincante fuera notoriamente mejor que el otro, ese nivel de violencia no era necesaria, sobre todo en un entrenamiento. Notó a la princesa Ery en el suelo, a unos metros de distancia limpiándose la sangre del rostro, tenía feos hematomas en los brazos y estaba seguro quien había sido el autor. No esperó que el intercambio de golpes terminara, se acercó un par de pasos y habló fuerte para hacerse oír.

—Príncipe Vegeta —habló, Kyabe giró hacia él al oírlo, bajando su defensa y el mayor, indiferente a la situación, le propició un fuerte combo en el rostro—¡Príncipe Vegeta! —exclamó sorprendido, el menor cayó al suelo al mismo tiempo que soltó un débil alarido. Kakarotto tragó saliva con disimulo y miró al primogénito del rey, quien ni siquiera se había molestado en mirarlo, como si no estuviera allí presenciando su brutalidad. —Príncipe Vegeta, no tenía por qué darle ese último golpe —dijo sin pensar.

—No recuerdo haber pedido tu consejo —dijo el príncipe—y si necesitara uno, le preguntaría a mi padre, el rey, no a un simple empleado de mi padre ¿Quién te autorizó a entrar? —preguntó el niño de 10 años, sin mirarle. La mano del rey frunció el ceño, el heredero a la corona tenía una actitud arrogante y despectiva con todos, era desagradable y difícil de tratar, al menos para los empleados, como él. —Interrumpes.

—N-nadie —respondió incómodo—. Lamento molestarlo, pero su madre me contactó —esperó unos segundos por alguna reacción, pero el niño lucía indiferente, contuvo el suspiro y murmuró mirando al príncipe Kyabe, quien se ponía de pie con movimientos perezosos—. Ha intentado comunicarse con usted hace varios días y no le responde, que por favor la llame.

—Dile que estoy ocupado —respondió mirándolo de soslayo y el adulto agachó la mirada, evitando enfrentarse a sus intensos ojos celestes. —Cuando tenga tiempo, lo haré. Ahora retírate.

Kakarotto mordió su mejilla interna derecha, normalmente no tenía problemas con recibir órdenes o desplantes, estaba acostumbrado por servir al rey directamente, sin embargo, con el pequeño príncipe se le hacía diferente. Quizá tenía que ver su edad, después de todo era apenas un crío y a eso le sumaba su personalidad desagradable. Le incomodaba tratar con el menor, y como el príncipe había dicho, si el niño necesitaba algo recurría a su padre, por lo que afortunadamente no trataba directamente con él. Reverenció a los tres niños y caminó hacia la salida, dio un último vistazo al grupo y vio al príncipe Kyabe despedirse moviendo su manito, le sonrió al menor y salió de la sala.

Caminó hacia elevador pensativo, la respuesta del príncipe Vegeta había sido vaga y estaba seguro que no cumpliría, lo había hecho otras veces. No era primera vez que recibía mensajes de Bulma, Tarble también los recibía a veces, desde hace un tiempo que el príncipe evitaba a su madre y no entendía el porqué. La situación se le estaba escapando de las manos, al único que escucharía sería a su padre, tendría que escalar el asunto con él. Observó el itinerario del monarca en su scouter, estaba en su estudio y tenía por lo menos una hora para hablar con él.


(…)


Vegeta leyó en silencio el documento que Tarble le había entregado, no se concentró demasiado en la lectura, confiaba en el trabajo de su hermano, por lo que se centró en las cláusulas solamente. Cuando terminó de leer el tratado con el imperio Novax, dejó la carpeta sobre su escritorio y asintió hacia su hermano, tomó una pluma y firmó, esperó que la tinta secara y aplicó el sello real, bajo la atenta mirada de Tarble y Riander.

—¿Cuándo nos enviarán la primera carga? —preguntó Riander mirando a Tarble.

—Dentro de una semana —murmuró el príncipe, revisando el calendario en su comunicador—deben preparar el cargamento, sellar los tanques y luego nos los envían, pero valdrá la pena la espera. —Dijo entusiasmado, el rey asintió pensativo, tomó su taza de té y bebió un sorbo, atento a las palabras de su hermano. Tarble hace meses que le había insistido en hacer ese negocio, cambiar el combustible de las aeronaves por energía sustentable y limpia, después de escucharlo en más de una ocasión, terminó accediendo a revisar el proyecto y tenía razón, el cambio podía ser caro al principio, pero con el paso del tiempo, la inversión se recuperaría al hacer la comparación con la renovación de las máquinas, era mucho más conveniente cambiar los motores y el sistema de energía a comprar naves nuevas.

—¿Y nuestros ingenieros tendrán listos los motores para ese entonces? —insistió Riander, siempre que Tarble proponía ideas, tratados o proyectos, la reina los cuestionaba hasta el último minuto, el príncipe ya estaba acostumbrado. No alcanzó a responder, dos golpes suaves en la puerta los interrumpieron, Tarble miró a su hermano y éste asintió hacia él. La saiyajin esperó que el príncipe abriera la puerta para continuar con su interrogatorio, al ver a la mano del rey del otro lado de la puerta la reina guardó silencio.

—Alteza —reverenció Kakarotto a Riander, no le sorprendió verla allí, la reina se empecinaba en estar cerca del monarca, era una escena habitual. Giró hacia el rey asintiendo en su dirección— ¿Tiene un minuto?

—Seguro —murmuró Vegeta, observó hacia Riander y habló con calma—déjanos a solas. —La reina mordió su mejilla interna, contuvo el suspiro y miró de soslayo a la mano del rey y a Tarble, buscando alguna señal de burla o desprecio a su persona, lo que fuese, la situación ya se le hacía molesta e inconscientemente, buscaba motivos para quejarse, intentar hacer valer su posición de reina, pero no dijo nada a pesar de lo injusto que se le hacía. Asintió y caminó hacia la salida, Kakarotto se hizo a un lado para dejarla pasar, una vez que la mujer salió, cerró la puerta detrás de sí.

—Riander va a estallar en cualquier momento —dijo Tarble observando al rey. Vegeta le miró en silencio, bebió otro sorbo de su té sin dejar de verle— ¿lo haces a propósito?

—¿De qué hablas? —respondió mientras dejaba con cuidado la taza sobre el platillo de porcelana. Kakarotto observó a ambos en silencio, los hermanos siempre conversaban cosas privadas delante de él, suponía que a esas alturas tenía la confianza de ambos.

—Oh, vamos —soltó el menor riéndose—le pediste que saliera y a mí no me dijiste nada, siempre lo haces. Un día de estos te reclamará.

—Kakarotto viene a decirme algo que Riander no tiene porqué saber, o, por el contrario, algo que le molestará ¿o me equivoco? —dijo mirando al saiyajin, que sorprendido asintió hacia él. Tarble alzó ambas cejas sin dejar de sonreír y murmuró mirándolo divertido.

—¿Cómo lo supiste? —preguntó y se acercó a la bandeja con té para servirse un poco—¿quieres una taza, Kakarotto? —la mano del rey negó y se acercó al escritorio.

—No me habría pedido un minuto para hablar —soltó aburrido, miró al saiyajin alto y ladró molesto—¿y bien?

—El príncipe no está cumpliendo el compromiso que acordaron —dijo—otra vez… —susurró pensativo, miró al hermano menor del rey, que borró su sonrisa apenas habló. Guardó su confusión, no era el momento de cuestionar nada, además, él no sabía qué historia había de por medio, tampoco le correspondía preguntar, y prefería mantenerse al margen. Giró hacia el monarca, no se sorprendió al ver su semblante pintando por el cansancio, no era primera vez que tenían el mismo problema con el príncipe heredero.

Vegeta observó el contenido de su taza, el profundo suspiro estaba atorado en su garganta, miró la hora en la pantalla de su ordenador y se fijó si había algún mensaje en su contacto personal que no había visto, pero no había nada. Ella había preferido recurrir a su mano antes que a él. Tragó con disimulo, incómodo con la idea que pasó por su cabeza, trató de no pensar en ello, se puso de pie abruptamente, tomó su taza y bebió un último sorbo del líquido caliente.

—¿Dónde está? —preguntó al mismo tiempo que acomodaba su capa.

—Entrenando —respondió Kakarotto—o más bien, torturando a los príncipes —soltó riendo nervioso. Tarble frunció el entrecejo al oírlo, miró a su hermano visiblemente molesto y habló con un tono golpeado en su voz.

—¿Cuándo harás algo? —ladró—¿cuándo le dirás algo por como trata a mi hija o a tu hijo menor? —se podía percibir la tensión en el ambiente, los conflictos con los niños habían empezado a surgir apenas salieron de las incubadoras, pero los más complejos eran cuando el primogénito del rey estaba involucrado, la gravedad era mayor y se les hacía difícil de resolver por su poca experiencia con niños, a la vez, ser neutrales era complicado. Cada uno favorecía a su propio hijo, pero el príncipe Vegeta empezaba a salírsele de las manos hasta a su propio padre, y ser objetivo ya no era igual de fácil que antes.

—Ya lo he hecho —reconoció igual de molesto que Tarble. Entendía la indignación de su hermano, no era agradable soportar que golpearan o menoscabaran a tu hijo, cuando se trataba de Ery, Tarble cambiaba su temple y se volvía directo e incluso agresivo. —Y tampoco puedo exigirle que actúe diferente, los niños deben volverse más fuertes y tener carácter. —Tarble iba a protestar, pero Vegeta habló más rápido. —Habla con tu hija, yo hablaré con los míos.

Se alejó del escritorio dando por finalizada la plática, caminó hacia la salida sin mirar a ninguno de los saiyajin. En el camino hacia el elevador, no dejaba de pensar en qué hacer con su hijo mayor, no quería reconocer que la situación lo estaba sobrepasando, pero en cierto aspecto, así era. Con él no era irrespetuoso, le obedecía y comprendía con rapidez las cosas que le decía, a excepción de sus regaños por como trataba a su hermano y prima. Riander no se quejaba por los resultados de los entrenamientos, pero a él como padre, no le gustaba que llevara al límite a los niños, claro, Tarble y Laurel tampoco estaban felices por como trataba a Ery. La paternidad lo había cambiado en muchos aspectos, era como si le hubiera entregado lo que no tenía antes, se había hecho de paciencia y no le importaba mostrar su preocupación por sus hijos, a Tarble también le había cambiado, su carácter dócil se esfumaba si le hacían daño a Ery, era curioso como incluso a su edad, podían mejorar como individuos.

Siempre aprendía algo nuevo, sus hijos le ayudaban a mejorar y quería ser el saiyajin que creían que era. Podía verlo en los ojos negros de Kyabe y en los celestes de Trunks, lo admiraban y creían que era un hombre sabio y justo, se esforzaba por no decepcionarlos. La paternidad se había convertido en su desafío diario, cada decisión que tomaba, lo hacía pensando en ellos. Gobernar se había vuelto un juego si lo comparaba con ser padre, entendía que cada opinión que ejercía, trato e incluso discusión, podía traer una consecuencia en sus hijos. Su padre le había dicho que estaba siendo blando con ellos, quizás era así, sin embargo, no quería que pasaran por lo mismo que él. Había entendido-le costó y sufrió por ello-que ser correcto y tener sentimientos por alguien más aparte de sí mismo, no lo hacía débil. No quería que sus hijos tuvieran esos mismos conflictos, que cometieran sus errores y luego pagaran las consecuencias, si él podía evitarlo, lo haría, prefería ser participe activo de su crianza y que fueran saiyajin nobles y fuertes.

Trunks le hacía la tarea difícil, Kyabe le daba problemas distintos, normales como los que Ery le daba a Tarble, pero su hijo mayor se le salía de los esquemas. Se le parecía demasiado, él a su edad era igual de arrogante y despiadado con sus pares, muchas veces dejó a su hermano malherido, y su padre lo celebraba, pero a él no le gustaba que hiciera lo mismo con Kyabe, no solo por su edad, la diferencia de poderes era demasiada, además, Trunks lo hacía con malas intenciones. No era tonto, sabía que su hijo mayor no tenía sentimientos por su hermano, desde niño y hasta el momento no conseguía que fuera diferente, no se lo había dicho a nadie, hacerlo era reconocer su falla como padre y le apenaba, pero no por él sino por Kyabe, su hijo menor no merecía ese desprecio. A menudo se reflejaba su relación con Tarble en sus hijos, recordaba que había sido un mal hermano, sin embargo, a menudo molestaba a su hermano por rivalidad o querer tomarle el pelo, Trunks en cambio, pasaba de Kyabe, le era indiferente. Su hijo mayor consideraba que todo el mundo era inferior a él, y eso incluía a su hermano, y no sabía cómo hacerle entender. Sentía que sus errores del pasado estaban de regreso, pero con su hijo mayor como protagonista y necesitaba pararlo, tenía muchos motivos para querer que fuera diferente a él.

Al llegar al primer piso del subsuelo, los guardias de los príncipes voltearon hacia el elevador apenas las puertas se abrieron, cuando puso un pie en el azulejo, el grupo ya le estaba reverenciando. Se apresuró en llegar a la tercera sala de entrenamiento, posó su mano en el pomo y la abrió de golpe, justo para ver a su hijo menor recostado en el suelo boca arriba, con el pie derecho de su hermano mayor en su cuello. Abrió los ojos de par en par al ver la escena, un movimiento más y Trunks podía quebrarle el cuello, sintió que le faltaba el aire, sabía que el mayor había notado su presencia, y ni así bajó su pie.

—¡Trunks! —gritó fuerte, llamándole la atención. El príncipe no volteó a verlo, bajó lentamente su pie, al mismo tiempo que dio pisadas largas para llegar rápido a ver a Kyabe. Se agachó a la altura del menor, el niño al verlo rompió en llanto mientras se reincorporaba lentamente por el dolor de sus heridas. Frunció el ceño y miró molesto al mayor, en los ojos celestes de su hijo no vio arrepentimiento ni vergüenza, solo indiferencia ante la escena que había protagonizado. Se espantó por su actuar, tragó con disimulo y miró a su alrededor, extrañado y un poco más calmado, habló— ¿Dónde está Ery?

El príncipe se encogió de hombros, Vegeta no dejó de mirarlo, buscando algún indicio vago, lo que fuese, que demostrara un poco de empatía de su parte, pero no vio nada. Se vio reflejado en sus ojos, se vio a sí mismo a su edad y se le revolvió el estómago, volteó hacia Kyabe que seguía llorando, miró las magulladuras en sus brazos, su armadura quebrajada y su rostro con sangre seca y nueva que salía sin parar, se fijó en su cuello, donde la suela de la bota de Trunks había dejado marcas rojizas, contuvo el suspiro de alivio, dentro de todo, el niño no estaba grave, sin embargo, si hubiera entrado unos minutos después ¿sería el mismo escenario? La respuesta le atormentaba «no… Trunks no sería capaz», quiso convencerse.

—¿Estás bien? —preguntó a Kyabe, el menor asintió sin dejar de llorar, se esforzaba por parar podía notarlo, se limpiaba las lágrimas una y otra vez, pero estas no dejaban de salir, empezaba a pensar que su llanto era más por tristeza que por dolor—. Kyabe, debes hacerte más fuerte —dijo serio, pero en tono compasivo. El niño asintió olfateando sus mocos—. No quiero que vuelvas a perder ¿me oíste? —el niño asintió agachando la mirada, volteó hacia Trunks y tuvo que controlarse para no mostrar su asombro al ver su sonrisa arrogante, frunció el ceño y habló molesto—. Última vez que tratas así a tu hermano. Eres mucho más fuerte que Kyabe y Ery, no necesitas demostrarlo, solo debes guiarlos en su entrenamiento.

—No es mi culpa que sean tan débiles —respondió frunciendo el entrecejo—pónganle tutores para que los traten como las sabandijas que son —soltó con desprecio y le dio la espalda, no alcanzó a dar un paso cuando la voz severa del rey se hizo oír.

—No he terminado —dijo— ¿te di permiso para retirarte, príncipe Vegeta? —el niño de diez años soltó un largo y cansado suspiro, sabía que si su padre le llamaba así cuando estaban solos, era porque estaba enojado. Normalmente, lo llamaba por su nombre terrícola-que odiaba-pero ya se había acostumbrado, volteó hacia él con una mueca de hastío en sus labios, lo miró serio, nada intimidado por su tono de voz y actitud, sabía que sus actos no tendrían mayores consecuencias, no era primera vez que pasaba. —Es tu familia, no puedes tratarlos así.

—No me gusta entrenar con Kyabe, es un mocoso llorón y Ery es torpe y aburrida —se quejó frunciendo el ceño, ignorando la decepción en los ojos del príncipe Kyabe por sus palabras—. Son unos niños débiles, quiero entrenar con Gohan o saiyajin de Elite, sabes que soy más fuerte que algunos adultos ¿por qué no puedo entrenar con saiyajin que valgan la pena? —se quejó.

—Te falta experiencia y controlar tu temperamento para eso —dijo, Trunks iba a quejarse, pero su padre continuó hablando—. Kyabe, ve a un tanque antes de almorzar. —El niño asintió, olfateó sus mocos por última vez y caminó lentamente hacia la salida, donde sus escoltas lo esperaban. —Ven conmigo al estudio —le dijo y lo miró serio, observó su ropa de entrenamiento por unos segundos, no había ninguna señal de haber sido atacado, no había suciedad y la tela parecía nueva, contuvo el suspiro y se adelantó hacia la salida.

Trunks disimuló la sonrisa, le gustaba estar a solas con su padre y pocas veces tenían esa oportunidad desde que Kyabe había salido de la incubadora. Siguió de cerca al rey, al salir de la sala de entrenamiento, les hizo una señal a sus escoltas sin mirarlos, despachándolos pues estaría con la compañía de su padre. Desde niño que era de ese modo, no podía librarse de su escolta en ningún momento, aunque protestara que ya no los necesitaba, en las únicas instancias en que podía estar libre del grupo de saiyajin experimentados, era cuando estaba junto a su padre. Entendía muy bien el porqué, no era necesario que se lo explicaran, él mismo se sentía protegido a su lado, caminar cerca de él, acompañarlo en sus tareas diarias o hablar, cualquier cosa estaba bien si tenía a su padre.

Se subieron al elevador en silencio, notaba que estaba molesto, pero ya se le pasaría, siempre era así. Nunca lo había castigado, y siempre que le llamaba la atención era por culpa del mocoso irritante de Kyabe. No le agradaba, nada que viniera de Riander le gustaba y el crío no era la excepción. Tenía muchos motivos para detestarlo, desde que era débil y llorón, hasta por su mera existencia. Era el primogénito de la relación oficial de su padre después de todo, que respirara ya era una amenaza a su parecer. Odiaba ver su semblante bobo, sus ojos negros grandes y cabello azabache, como el de su madre, era lo que se esperaba de un saiyajin, no como él. Su mirada se ensombreció al pensarlo, Kyabe tenía lo que él quería, y ser el más fuerte de su generación no le ayudaría a conseguirlo, esforzarse no bastaría, sus colores seguirían igual.

El elevador se detuvo en la tercera planta, donde se encontraban las oficinas administrativas de su padre. Trunks salió orgulloso el ascensor, escondiendo sus inseguridades de todos. Había aprendido que no podía demostrar lo que sentía, pensaba o planeaba, no con cualquiera al menos, en el reino tenía muchos enemigos, la reina y sus aliados, la oposición. Estaban alerta a cada movimiento suyo, cualquier paso en falso le podía costar su sucesión a la corona, o su vida. Sabía que Riander quería sacarlo de la ecuación para que Kyabe quedara como heredero legítimo, pero no se lo permitiría, la corona era suya y nadie se la arrebataría, era su derecho de nacimiento. Tenía la aprobación de su padre, abuelos y tío, pero empezaba a pensar que no bastaba.

—Entra —levantó la mirada cuando escuchó la voz de su padre, lo vio en el umbral del estudio, esperándolo. Apresuró el paso e ingresó al cuarto, escuchó la puerta cerrarse detrás de sí, él avanzó hasta el escritorio y tomó unos documentos que encontró, dándoles una mirada sin importarle el carácter secreto del papel. Su padre nunca le decía nada, lo dejaba intrusear entre sus cosas, sentarse en su puesto y a veces se quedaba hasta tarde ayudándole a redactar artículos simples.

El rey rodeó el escritorio, presionó el botón de encendido del ordenador y se sentó sin mirar al niño. Trunks se sentó en frente suyo, leía el tratado de energía renovable, lucía concentrado y sabía que entendía lo que tenía entre sus manos. Su hijo era todo un prodigio, y no perdía el tiempo enseñándole cosas, lo involucraba bastante en sus gestiones administrativas, su hijo entendía que gobernar no era solo posar con el medallón de sus ancestros en su pecho, estaba preparándose en todas las áreas para seguir con su legado y lo hacía bien, demasiado para su edad.

—¿Me sirves un poco de té? —Trunks levantó la vista del documento y asintió al instante. Dejó los papeles sobre la mesa y fue hasta el mueble que estaba repleto de botellas de diferentes vinos y alcohol, copas y tazas. Era fácil pedir a la servidumbre que los atendiera, pero prefería que nadie los molestara y le gustaba atender a su padre. Tocó el costado de la tetera comprobando la temperatura, estaba un poco tibia, abrió la tapa y revisó que hubiera té en su interior, quedaba lo suficiente como para dos tazas, cerró la tapa y presionó el botón para hacer hervir el agua. Tomó dos platillos y dos tazas, las llevó hacia el escritorio a tiempo para ver a su padre teclear con entusiasmo sobre el teclado de su ordenador. Volvió al mueble a buscar cucharitas, azúcar y la tetera que ya estaba lista con el agua caliente.

Su padre había ordenado las tazas, así cuando llegó con la tetera sirvió con cuidado el líquido, y regresó a dejar la tetera sobre el mueble. Le entregó una cucharita a su padre al sentarse en frente de él, el rey asintió en su dirección al mismo tiempo que sacaba de su cajón unos paquetes sellados de pasteles que le encantaban al menor. Trunks sonrió ansioso al verlo, su padre no era fanático de las cosas dulces, si guardaba ese tipo de alimentos era por él.

—Gracias —dijo aceptando el paquete, lo abrió entusiasmado y volteó hacia su padre al verlo concentrado en la pantalla, iba a preguntar qué hacía cuando escuchó dos tonos de llamadas que provenían del ordenador. Frunció el ceño confundido, el rey bebió un sorbo de su té sin dejar de mirar la pantalla, cuando se oyó una voz femenina que reconoció al instante. Trunks sintió su pulso detenerse por segundos, como si hubiera sido sorprendido en alguna travesura, se puso de pie al instante para poder huir, pero su padre lo miró enseguida, y volvió a sentarse, en silencio. Bastó una mirada de advertencia del adulto para hacerle entender, el niño de 10 años agachó la mirada y observó los panecillos dulces, frustrado, se le quitaron las ganas de probarlos.

—¡Vegeta! —exclamó su madre, Trunks frunció el ceño, no le gustaba como le hablaba— ¿Cómo estás? ¿le pasó algo a Trunks? —blanqueó los ojos al oírla.

—Hola, él está bien ¿tú como estás? —preguntó el rey, observando la pantalla con una máscara de calma, que no sentía. Verla siempre le provocaba un mar de sentires, desde nervios hasta alegría.

—Bien, gracias —respondió la joven, lucía su cabello sujeto en una coleta alta, tenía grasa en la mejilla y vestía su overol gris. —He tratado de comunicarme con Trunks, no me contesta a ninguna hora…

—Sí —asintió el rey—lo sé, por eso te llamaba. Está aquí para que hablen. —Dijo y levantó la mirada hacia su hijo. Trunks resopló con hastío, no podía negarse, la palabra de su padre era ley, no solo por ser rey, sino que por lo mucho que respetaba y admiraba. Se puso de pie y caminó rodeando el escritorio, Vegeta se reincorporó y le dejó su asiento. El príncipe suspiró con pesadez y se desplomó en el cómodo sitial.

—¡Trunks! —exclamó la mujer, con un tono meloso en su voz—hijo, que lindo estás —saludó alegre. El príncipe alzó ambas cejas a modo de saludo, su madre no cambiaba, no veía ninguna arruga, su cabello estaba un poco más largo, notó que estaba en su bodega de trabajo.

—Hola, mamá —saludó ansioso a que la plática que apenas había comenzado, terminara. Su padre estaba parado detrás de él, mirando hacia afuera desde el ventanal, bebiendo su té, se sentía vigilado en cierto aspecto, obligado a estar allí hablándole a su madre.

—¿Cómo has estado? He tratado de hablarte hace semanas, ¿tienes muchas tareas de… príncipe? —dijo sonriendo, el menor se encogió de hombros, y la sonrisa en el rostro femenino se borró—Ah… ¿Cuándo vendrás a verme? Todos aquí se mueren de ganas de verte.

—Apenas tenga un poco de tiempo —mintió—mamá, ya van a servir la comida. Te hablo otro día, que tengas un buen día —dijo y cortó la llamada, sin esperar que le respondiera. La pantalla quedó en negro por unos segundos y luego se cerró la ventana, Trunks se puso de pie y volteó hacia atrás, su padre lucía anormalmente serio, más bien, molesto. Tenía el entrecejo arrugado, sus labios encorvados hacia abajo y le miraba con los ojos estrechados.

—¿Por qué le cortaste? —preguntó entre dientes. Estaba furioso, al punto de que le temblaba la mano, tenía ganas de gritarle y se esforzaba para no hacerlo, respiraba agitado, el semblante del niño lucía esquivo, pero no arrepentido y eso le molestó aún más.

—No quería hablar con ella —dijo—. Y no me puedes obligar a que quiera verla o hablarle.

—Si puedo obligarte, porque es tu madre —respondió dejando la taza en el platillo sobre la mesa del escritorio—y no se merece estos tratos. Vas a llamarla seguido y acordar una próxima visita ¿me escuchaste? —Trunks rodó los ojos y desvío la mirada, apretó su rabo en su cintura por la rabia al mismo tiempo que mordió su mejilla interna—. Te hice una pregunta.

—Sí, papá —dijo sin mirarlo—¿puedo retirarme? —Vegeta lo observó fijamente, su enojo era notorio en sus rasgos y en su rabo, si lo presionaba un poco más, terminaría estallando, y no le preocupaba lidiar con su ira infantil, pero temía que, si lo hacía, su rechazo hacia su madre crecería injustamente.

—Sí —Trunks asintió y caminó hacia la salida, dando pisadas sonoras, sin esconder su rabia, iba en medio de la sala cuando recordó los pasteles, se detuvo y regresó rápidamente, tomó el paquete y le dio la espalda a su padre, perdiéndose la sonrisa del rey.

Salió del estudio con el ceño arrugado, sacó un pastel y se lo comió en dos bocados, el dulzor invadió su paladar y le quedó en la lengua por varios minutos. No era suficiente para olvidarse del mal rato. Odiaba que lo regañaran por cosas que, a su juicio, no era culpable, y por más que analizaba la situación, seguía pensando igual, él tenía razón. No podían obligarlo a querer ver a su madre, no tenía necesidad de verla y odiaba viajar a la tierra. Su familia terrícola era aburrida e irritante, lo único bueno que tenía la tierra era su comida, pero por buenos platillos no se sometería a ese calvario. Su lugar estaba en Vegetasei, al lado de su padre, aprendiendo a ser rey.

Caminó hasta la escalera y bajó sin dejar de comer los pasteles, se detuvo en la segunda planta y continuó derecho para ir al otro sector del castillo, donde se encontraban sus aposentos, pero antes de poder avanzar, oyó pasos subir y los reconoció al instante. Controló que los pelos de su cola no se crisparan, dibujó su mejor máscara de indiferencia en caso de que la reina le dirigiera la palabra, avanzó con más calma, buscando demostrar que tampoco huía de ella.

—¿Qué es ese olor? —dijo Riander, olfateando ruidosamente para que el niño la oyera—. Huele horrible… ¡Ah! —exclamó y el príncipe volteó ligeramente para poder observarla—. No te había visto, príncipe Vegeta… por eso huele a mestizo. —Soltó con una sonrisa maliciosa dibujada en sus labios.

—Ordena que abran las ventanas —dijo medio sonriéndole, soberbio, sin inmutarse por sus palabras—Ah… claro, si consigues que alguien te obedezca. —Y su sonrisa se amplió, exhibiendo sus caninos.

Riander borró su sonrisa por unos segundos, ambos sabían que se detestaban y no se preocupaban por escondérselo, no tenía sentido, era evidente. Sus instintos estaban bien desarrollados, pues desde niño que no le agradó, quizá su desagrado era demasiado evidente y el crío nunca se sintió seguro con ella en la misma sala. Desde que el chiquillo se había quedado solo, que no perdía oportunidad para fastidiarlo y, al contrario de lo que intentaba, el mocoso jamás agachó la cabeza o le acusó con el rey. Era una disputa medio secreta que tenían entre ambos, el niño era lo suficientemente maduro y orgulloso como para no pedir socorro de su padre. Pero lo que podía hacer se limitaba a eso, a insultos en medio de un pasillo, y conspirar con la oposición para que posicionaran a Kyabe como el siguiente en sucesión.

—Mestizo asqueroso —le insultó con el ceño fruncido.

—Reina de adorno —le respondió sonriéndole con burla. Riander bufó molesta y continuó su camino, Trunks sacó el último pastel y siguió avanzando.

Una vez que se alejó lo suficiente, su ceño se arrugó y su respiración cambió, inhalaba y exhalaba profundamente, buscando calmarse, pero no servía. Sentía la sangre caliente, permitió que los pelos de su cola se erizaran cuando entró a sus aposentos, se quedó de pie frente a la puerta, observando sus finos muebles y resopló con fastidio ¿por qué debía soportar ese palabreo? Nadie debería atreverse a hablarle así, era el príncipe heredero y aun así recibía esos insultos por parte de una mujer que no consideraba reina y casi nadie lo hacía. No bastaba con tener un título, y haberle parido un hijo a su padre, su posición estaba en la cuerda floja porque su padre podía despacharla en cualquier momento por una mujer más joven. Sabía que la reina no podía tener más hijos, y ese era un motivo suficiente para que el rey pidiera cancelar la unión que mantenían, no entendía porqué no lo hacía. Prefería que tuviera otra mujer antes que Riander, cualquier hijo era una amenaza para él, sin embargo, soportar a una nueva reina sería más sencillo que lidiar con el rostro desagradable de Riander.

Caminó hacia su cuarto de baño y dejó la envoltura vacía de los pasteles en el mueble, se quitó su armadura y traje con calma. Dejó que su rabo se soltara de su cintura, giró el grifo y esperó que la temperatura se templara para meterse a la ducha. Tardó cinco minutos en asearse, salió rápido para secarse y vestirse, los pasteles no le habían llenado el estómago. Tomó una toalla y la pasó por su cabello lacio, frunció el ceño al sentirlo. Observó su reflejo en el espejo empañado y limpió el vapor para poder mirarse mejor. Si tuviera los ojos negros al igual que su cabello, sería la copia exacta de su padre, aunque hubiera sacado la estructura lacia como la de su madre. Kyabe tenía los colores de cualquier saiyajin, pero no se le parecía a su padre, tampoco a Riander, por lo que había escuchado de su abuela, era la imagen exacta del padre de la reina.

Tenía todo para ser el indiscutible heredero a la corona, pero su condición de híbrido le jugaba en contra. No bastaba con tener la aprobación de su padre y haber sido nombrado el siguiente en sucesión, siempre que existiera otro hijo varón y encima de raza pura, él se sentiría inseguro. Resopló y caminó hacia su recamara, buscó ropa limpia en su armario, cerró una de las puertas con brusquedad y al hacerlo, cayeron unos juguetes que habían estado guardados en el fondo de la repisa más alta. Frunció sus espesas cejas al verlos, desde que su madre se había marchado que había pedido que se deshicieran de sus juguetes alegando que ya estaba grande y no los necesitaba. Cada obsequio que le enviaban de la tierra los guardaba, muy pocos usaba en verdad, como los avances tecnológicos en ordenadores y comunicadores, esos le interesaban. Se agachó a recogerlos cuando vio un dinosaurio con las manos y colas mordidas, se quedó viéndolo por varios segundos hasta que se decidió a tomarlo. Recordaba que era uno de sus favoritos, por lo mismo lo había guardado y no botado como los demás, pero ahora, a sus 10 años con tantas presiones en su mente, creyó que era el momento de deshacerse del juguete, sin embargo, no se atrevía.

Frunció el ceño, molesto consigo mismo y lanzó el dinosaurio al fondo del armario, chuteó el resto de regalos, muchos aun en sus cajas de origen y los acomodó sin cuidado. Se vistió con rapidez, regresó al sanitario a buscar el dije con el emblema de la familia en el traje que se acababa de sacar y se lo puso en el pecho en su uniforme nuevo. Era el mismo que su padre le había obsequiado cuando tenía 2 años, no lo había perdido nunca y se preocupaba siempre de cambiarlo de traje. Cuando Kyabe había salido de la incubadora, le preocupó que le regalara uno igual o similar, y en cada entrenamiento se aseguró de revisar si tenía uno, pero nunca encontró nada. Estaba seguro que no le había obsequiado uno al chiquillo, pues era lo suficientemente estúpido como para mostrárselo si se lo hubieran dado. Y por ello, su dije tenía más valor, era un regalo único entre su padre y él.

Se puso la armadura con cuidado de no pasar a llevar el dije, su cola se acomodó en su cintura apenas terminó de vestirse. Tomó su comunicador y salió de la habitación mirando el dispositivo, encontró algunos mensajes de su madre, que borró sin leer. Suspiró y guardó el aparato en su bolsillo, si se apresuraba, llegaría a tiempo a comer. Observó hacia la ventana abierta que daba al patio, el sol brillaba intenso afuera, el aire que se colaba estaba tibio y golpeaba débilmente su mejilla, sacudiendo su flequillo, acomodó su cabello sin dejar de mirar hacia fuera. Siempre que tenía tiempo para admirar sus tierras, se quedaba pensando en porqué su madre había decidido irse. Vegetasei era un planeta mucho mejor que la tierra, siempre comparaba ambos lugares y prefería a ojos cerrados el planeta rojizo. Además, era un reino consolidado y poderoso, su padre gobernaba para su pueblo y no cometía errores. Siempre que le insistían para viajar, pensaba en ello, su madre no había regresado ni una sola vez desde que se marchó a ver a su abuelo que había fallecido días después de su llegada. Él era quien siempre viajaba para verse, desde sus 5 años hasta los 8, iba a verla seguido, por lo menos una vez al mes, pero ya estaba harto de eso. No soportaba la tierra, a su familia terrícola ni a su madre, no estaba dispuesto a seguir perdiendo el tiempo cuando su lugar estaba en Vegetasei, cuidándose de cualquier movimiento de la reina o la oposición. Estaba harto de que su padre le insistiera en que hablara con su madre o que viajara a verla, no sabía qué más hacer para que su madre entendiera que no quería ni tenía tiempo para verla.

—¿Por qué tan serio? —pegó un brinco en su sitio al oír la voz de su abuela, que estaba en frente a medio metro de distancia. No la había escuchado acercarse, la saiyajin lo miraba divertida, se acercó un poco más y se quedó observando hacia afuera, como lo había hecho él hace unos minutos. Posó su mano derecha sobre su cabeza y sacudió su cabello.

—Abuela… —se quejó mirando hacia ambos lados.

—No hay nadie viendo—respondió Keel—me aseguré de eso antes —y revolvió su cabello con más entusiasmo. El príncipe resopló, pero no se quejó, la madre del rey siempre era así cuando estaban solos, la mujer seria y fría que todos veían, cambiaba a una preocupada y comprensiva cuando se trataba de todos sus nietos, con todos por igual, pero Trunks sabía que era su favorito por ser el mayor—tu pelo es tan suave…

—Y humano —susurró para sí mismo, pero su abuela lo escuchó de todos modos. Observó su perfil serio, su naricita aún tenía rasgos infantiles, pero sus ojos celestes carecían de inocencia, crecer en un ambiente como el de Vegetasei le había quitado la infancia de un niño humano, solo veía a un príncipe orgulloso y enojado. Keel dejó su cabello y se apoyó en la baranda de la ventana, observando hacia el cielo.

—¿Qué te preocupa? —preguntó, el niño no respondió enseguida. Miró hacia afuera al igual que su nieto, y esperó paciente para que le respondiera, si le daba su espacio, tarde o temprano el príncipe le diría lo que le pasaba, tenía suerte de ser de su confianza.

—Si mi madre no se hubiera separado de papá… mi sucesión no se cuestionaría ¿verdad? —respondió después de unos minutos de silencio, volteó a ver a su abuela con el ceño fruncido, pero no molesto. Observó las pocas arrugas que decoraban su rostro, y el mechón gris que había aparecido de repente cerca de su flequillo.

—Tu eres el siguiente rey y eso no está en dudas —respondió Keel, frunciéndole el ceño, mirándolo fijamente. El príncipe la miró alzando una ceja por unos segundos, volvió a mirar hacia fuera y frunció el ceño.

—Sabes que sí —su enojo se podía sentir en su voz, pero no se contuvo, con su abuela no tenía necesidad de hacerlo—por la reina y la oposición, quieren que Kyabe sea el heredero por ser de raza pura. Da igual ser el más fuerte, el color de mis ojos, pelo y cola, siempre será juzgado. Mi mestizaje siempre será la comidilla en la nobleza.

—Lo que debe importarte es la opinión de tu padre —dijo inclinándose un poco para que le oyera solo él, prefería prevenir a exponerse a que los escucharan—y sabes muy bien que tu padre nunca cambiará de opinión, te bautizaron como Vegeta V, deja de pensar en tonterías —le regañó frunciéndole el ceño, Trunks suspiró y volteó hacia ella—. Eres el siguiente rey.

—Pero si mi madre fuera la reina ¿mi posición se cuestionaría por la oposición? O por mi mestizaje —insistió el príncipe. Keel abrió la boca para hablar, pero guardó silencio por unos segundos, ordenando sus ideas, suspiró cansada y miró hacia afuera, a tiempo para ver un par de pájaros volar cerca del bosque.

—Si tu madre fuera la reina… —susurró pensativa—Kyabe no habría nacido. No habría ninguna otra opción para la corona, como dices, tu sucesión no se cuestionaría.

—Lo sabía —soltó sonriendo sin ánimo—no importa lo fuerte que me vuelva, o si alcanzo el nivel de papá, siempre me cuestionarán por ser mestizo.

—Oye —Trunks miró cansado a su abuela, la saiyajin le observaba seria y con el ceño arrugado—. Tu posición no se cuestiona, legalmente eres el heredero del rey, llevas su nombre, aunque tus padres no estén juntos, eres el siguiente en sucesión, llevas la sangre de un rey. —Se inclinó a su altura y posó ambas manos en sus hombros, y observó fijamente los ojos celestes del niño, se vio reflejada en ellos. —Eres el príncipe Vegeta, quinto en su nombre y el siguiente rey del imperio saiyajin, nada ni nadie cambiará eso ¿entiendes?

—Pero siempre me juzgarán —reprochó el menor, frunciendo el ceño y encorvando los labios hacia abajo.

—Adivina —dijo Keel, sonriéndole. Trunks frunció el ceño confundido al verla, la saiyajin no soltó sus hombros y le susurró afectuosa—. Siempre te juzgarán, y debes aprender a vivir con eso. A tu padre también lo cuestionan, lo juzgan y hablan de él ¿has visto alguna vez que le afecte? —el niño negó al instante—. Como dices, no solo basta con que seas el más fuerte, también debes ser fuerte de aquí —dijo y tocó con su dedo índice su armadura, donde estaba su pecho izquierdo—. Usa ese enorme orgullo que tienes, y no permitas que lo que digan los demás, te afecte. Eres hijo de un rey, detrás de ti hay todo un legado de reyes, y continuará bajo tu nombre.

Trunks asintió y le sonrió en respuesta, su abuela se reincorporó sin soltar su hombro y caminaron así por unos segundos, acompañándose. Le gustaba hablar con su abuela, era inteligente y, además, siempre le decía lo que necesitaba escuchar, a diferencia de su abuelo, que lo encontraba un poco cabezota. También le gustaba hablar con su tío Tarble, aprendía bastante de él, pero con su abuela había una complicidad diferente. Ella se encargaba de recordarle lo importante que era para todos allí, entendía sus pensamientos y le aconsejaba sin segundas intenciones, confiaba en ella.

—Supe… —habló Keel—que nuevamente enviaste a Kyabe y a Ery a un tanque de recuperación. —Trunks frunció el ceño al escucharla, suspiró y habló sin mirarla.

—Papá ya me regañó —dijo, intentando dar por terminada la plática.

—¿Sabes porqué te hacen entrenar con ellos? —el príncipe blanqueó los ojos, su abuela soltó su hombro al acercarse a la escalera, para que nadie los viera tener ese contacto físico, que no era común en la realeza saiyajin.

—Porque son débiles —respondió—para atormentarme y para no avergonzarse con un tutor.

—Tarble era más débil que Kyabe a su edad —Trunks abrió los ojos de par en par al oírla y volteó rápido hacia ella—. Creí que su futuro no era prometedor y me avergonzaba, pero con el tiempo, destacó en áreas que tu padre no. Tarble es inteligente, buen estratega y elocuente con las palabras, ayuda a su hermano mayor a gobernar.

—Pero Kyabe es tonto —respondió al no encontrar punto de comparación. Keel frunció el ceño al oírlo y volteó a verlo—¿qué? Es verdad.

—Kyabe no es tonto —Trunks resopló al escucharla—. Que sea más lento que tú en muchas cosas no lo hace tonto. Son muy diferentes, pero eso es bueno. Tu padre los hace entrenar a diario juntos, porque quiere que establezcan un vínculo de confianza y hermandad desde pequeños.

—No está funcionando —soltó el príncipe, haciendo reír a su abuela. Bajaron lentamente por la escalera, después de controlar su risa, la saiyajin continuó hablando.

—Porque no pones de tu parte, Kyabe quiere acercarse, le interesas —dijo sonriéndole—tu padre quiere que Kyabe te apoye y ayude, como lo hace Tarble con él. —Trunks guardó silencio, recordaba que en más de una ocasión su padre le había explicado algo parecido—. Dale una oportunidad.

El niño se quedó pensativo el resto del camino, entendía el punto de su abuela y las intenciones de su padre, pero no podía forzar una relación que no existía desde un comienzo. No veía a Kyabe como su medio hermano, para él era como una piedra en el camino, que, si no apartaba, le fastidiaría constantemente. Cuando llegaron al comedor, Ery estaba sentada esperando a sus padres, vio como su abuela se acercó a saludarla y la niña, inexpresiva, respondía. Oyó pasos detrás y giró levemente para ver a Kyabe que se acercaba sonriente, pero cuando cruzaron miradas, el niño agachó la vista y pasó por su lado tomando cierta distancia. Siempre era así, el menor entendía que en primer lugar estaba él, que quien dominaba en todos los aspectos la situación siempre sería él, y lo único que le quedaba por hacer, era agachar la cabeza. Si la reina también lo asumiera, las cosas serían más fáciles, más bien, la mujer lo entendía y por ello lo fastidiaba, porque no tenía otra herramienta para opacarlo.


(…)


Miraba la tableta digital sobre el buró y luego la copa de vino en sus manos, sentía el corazón latirle deprisa, estaba nervioso y solo por pensar en hablarle. Era curioso que incluso después de 6 años, sus sentimientos por ella estuvieran intactos. La seguía soñando por las noches, la pensaba a menudo, cada vez que veía reír a su hijo, veía a su Bulma reflejada en sus rasgos. Hablaba seguido con ella, por Trunks, y aún así, siempre se ponía ansioso y temblaba, como si fuera un adolescente primerizo y no un adulto de 39 años. Ahora estaba más convencido que nunca, el amor que sentía por Bulma no se extinguiría con nada y no le importaba que fuera de ese modo, no quería dejar de amarla.

Bebió un sorbo pequeño de su copa y volvió a mirar la tableta, debía hablarle, disculparse por el comportamiento de Trunks. No quería hacerla sentir mal, no quería que sufriera por su culpa, porque sentía que era responsable del comportamiento de su primogénito. No solo era violento con su hermano y prima, lo había visto esa tarde en el estudio, su apatía por su madre no era normal y no permitiría que siguiera de ese modo. Respiró profundamente, intentando controlar sus ansias y dejó la copa sobre el buró, tomó la tableta y tocó con suavidad la pantalla. De repente se miró el pecho desnudo, y se sintió incómodo al presentarse así ante ella, se puso de pie y buscó su bata, se la puso rápidamente y volvió a la cama, aprovechó de beber otro sorbo de vino y tomó el aparato nuevamente. Tragó saliva, inquieto, suspiró con pesadez y buscó el contacto de la mujer que le quitaba el sueño. Observó la hora en la pantalla, en la tierra debía ser un poco más tarde que en Vegetasei y se lamentó al darse cuenta, pero Bulma solía dormirse tarde desde que estaba en la tierra. Ahora la joven se dedicaba a tiempo completo a sus inventos, después de la muerte de su padre, se hizo cargo del departamento de desarrollo tecnológicos, la veía feliz. Cada vez que hablaban, notaba que sonreía y le miraba alegre, como lo fue una vez con él cuando era una adolescente.

Suspiró por quizá tercera vez y marcó, esperó por unos minutos a que se estableciera la comunicación, segundos después, escuchó el primer tono de llamada. Sintió su vientre tensarse, al mismo tiempo, sus tripas se revolvían y las palmas le sudaban, al cuarto tono, la pantalla se iluminó, los pixeles se fueron ordenando en unos segundos, hasta que pudo ver a Bulma. La joven sonrió al verlo, tenía el cabello suelto, no usaba su overol, parecía vestir su pijama.

—Hola —saludó nervioso.

—¿Cómo estás? —respondió la joven. Vegeta asintió moviendo la cabeza, desvió la mirada hasta el otro lado de la habitación, buscando las palabras adecuadas para hablarle, pero los nervios le jugaron en contra. —Es tarde allá ¿no?

—S-sí —asintió otra vez—allá igual, lo siento… no debí llamar.

—¿Pasó algo? —preguntó confundida. Vegeta guardó silencio por unos segundos, admirando sus rasgos. Los años le sumaban belleza, quizá la veía con ojos de amor y por eso no le encontraba defectos, pero no podía evitarlo, cada vez que la veía, se quedaba embobado observándola.

—Si, no —se contradijo—lo siento… yo, quería disculparme por Trunks —respondió y el semblante de la princesa se ensombreció—no sé qué le pasa —reconoció.

—No quiere verme —dijo ella, y sus ojos se humedecieron, incluso con la calidad de la imagen, notó que estaba al borde del llanto—no viene hace dos años, evita mis llamadas… y aunque lo regañes, sigue sin llamarme. —La vio agachar la mirada y temblar ligeramente, estaba llorando. Se le apretó el pecho, odiaba verla llorar y se sentía responsable, una vez más, le hacía daño.

—Es la edad —respondió, intentando calmarla—está concentrado en entrenar y aprender a gobernar, no es que no te quiera ver —dijo convencido, para conseguir calmarla. Bulma olfateó un par de veces y negó, desviando la mirada, avergonzada.

—No le gusta venir —dijo con la voz entrecortada por el reciente llanto—yo no le agrado, lo noto. No es el mismo niño que me abrazaba y lloraba por mí. —Y volvió a llorar—es mi culpa, no debí dejarlo.

—No —se apresuró en responder, con el pecho apretado por verla sufrir. Bulma le miró expectante—no es tu culpa, él te ama, pero es un niño y no sabe cómo expresarse.

—Gracias —dijo y se limpió la nariz—mientes muy mal, pero gracias por consolarme —Vegeta medio sonrió al oírla y negó.

—No estoy mintiendo —murmuró sin dejar de sonreírle—de todos modos, puedes venir a verlo cuando quieras.

—No quiero incomodar a nadie —dijo agachando la mirada—solo te ocasionaría problemas que yo vaya.

—Entonces, él tendrá que ir —respondió y Bulma le observó perpleja al escucharlo—organizaré el viaje para el fin de semana, ¿te parece bien?

—P-pero él no quiere venir —murmuró, sin esconder la ilusión en su voz al escuchar al rey.

—No me importa —dijo serio—ya es tiempo de ponerle un poco de disciplina, no se manda solo. Si tengo que obligarlo, lo haré, pero te irá a ver, lo prometo. —Bulma agachó la mirada al mismo tiempo que se secaba los ojos, intentando controlar su llanto—. Quédate tranquila, te doy mi palabra.

—Lo sé —dijo sin mirarlo—confío en ti —fue el turno de Vegeta de desviar la mirada, apenado—. Gracias —volvió a mirar la pantalla al escucharla, la joven le miraba sin dejar de llorar, pero le sonreía. Tenía las mejillas sonrojadas y en lo único que pensó, fue en las ganas de abrazarla y consolarla. Sentía el corazón latirle deprisa, le transmitía la angustia por la que pasaba, y no era justo que se sintiera de ese modo, no se lo merecía, ella era una excelente madre, siempre estaba pendiente de su hijo. En esos dos años en que el niño no viajó, vivía llamándolo, hablando con él o Tarble para preguntar por su hijo, Bulma no merecía esos desplantes y no permitiría que su hijo la siguiera tratando de ese modo.

—No tienes porqué darme las gracias —dijo, soltó un profundo suspiro y murmuró—me siento culpable, no lo he criado bien, no debí permitirle que administrara su tiempo. Debí obligarle a llamarte, lo siento.

—No —negó—no es tu culpa… lo has hecho bien —dijo sonriéndole—Trunks te admira y ama mucho, porque has sido un excelente padre.

—También te ama—«igual que yo», pensó. Borró esa idea al instante, no era el momento de pensarlo—. Está en una edad complicada, es solo eso.

—¿Qué nos espera cuando sea adolescente? —preguntó en un tono de lamento, ambos se rieron al pensarlo—nadie dijo que sería fácil ser padres.

—¿Estás acostada? —preguntó al reconocer la marquesa de su cama, la joven asintió sonriéndole—. Bien, te dejaré para que duermas. Te confirmo mañana el horario de viaje. Que descanses —se despidió sin dejar de mirarla a los ojos.

—Vegeta —le llamó antes de que cortara la comunicación, el rey la observó expectante—. Gracias —asintió un par de veces y buscó el botón para cortar—. Que duermas bien, hasta mañana —se despidió la joven y movió su mano derecha con suavidad, él le sonrió en respuesta y cortó la comunicación.

Suspiró profundamente y apoyó su cabeza en la marquesa de su cama, sentía el corazón latirle fuerte, golpeando su pecho. Sus tripas seguían revueltas, el calor le recorría todo el cuerpo y la ansiedad no se iba, se quedó viendo el techo del dosel, sin dejar de pensar en su sonrisa. Posó su brazo derecho sobre sus ojos, trató de poner la mente en blanco, pero no podía, en su cabeza se repetían todas las facciones de la que alguna vez fue su mujer. Ella sonriéndole, bromeando, llorando, agradecida, triste, cada reacción que le regalaba era un momento que atesoraba. Ya no podía tenerla junto a él, y por lo mismo, cada atención que Bulma le daba era importante y se conformaba con eso. El tiempo que habían estado separados le había ayudado a entenderlo, pensó mucho sobre su última conversación antes que se fuera, le sirvió para crecer como persona. Había comprendido que Bulma no le pertenecía y la prefería feliz lejos de él, a con su luz apagada a su lado.

Ella había sanado, él también. A veces pensaba que podía plantearle que ahora que ambos estaban bien, quizás era el momento para intentar estar juntos, quería demostrarle que había cambiado, que había madurado y podía hacerla feliz, pero apenas lo pensaba, se arrepentía. Bulma estaba concentrada en su futuro laboral y en su hijo, no tenía espacio para una relación con él, además, no veía señales de interés de su parte. Por eso se mantenía al margen, no quería insistirle ni presionarla.

Se reincorporó lentamente y bebió el contenido de su copa, miró la hora en su tableta y la dejó sobre su buró. Acomodó su bata y salió de su habitación, se quedó viendo la puerta en frente a la suya, por unos segundos pensó en abrirla y que, al hacerlo, en su interior se encontraría a Bulma acostada, esperándolo. Borró esa idea de su mente y caminó hacia la escalera. A esa hora todavía había movimiento en el palacio, habían cenado hace un par de horas solamente y estaba seguro que encontraría a su hijo despierto, estudiando algún libro o leyendo. Bajó por la escalera a paso rápido y se detuvo en la segunda planta, volteó hacia la derecha y continuó caminando hasta encontrarse a los escoltas de su hijo que, al verlo, le reverenciaron enseguida.

—No se retiren —dijo—no me demoraré —los dos escoltas que custodiaban la puerta asintieron al unísono. Posó su mano sobre el picaporte y lo giró en un solo movimiento, empujó hacia delante y entró a la habitación de su hijo, casi al instante, se arrepintió por no haber golpeado.

Trunks levantó la vista de su libro al oír la puerta, al ver a su padre dejó el separador en la hoja en que se había quedado y cerró el libro, prestándole atención al rey. Lo vio cerrar la puerta detrás de sí con suavidad, caminó lentamente hacia la cama, el niño se fijó en sus expresiones, intentando adelantarse a lo que le diría, fijándose si estaba molesto o tranquilo, si lo regañaría o le informaría alguna cosa que no podía decirle por mensaje.

—Lamento entrar sin golpear —dijo apenado, el niño alzó ambas cejas al oírlo y negó meciendo sus delgados flequillos lavanda—no volverá a suceder.

—Descuida, no me molesta —dijo, dejó el libro sobre su buró y volvió su atención a su padre.

—En un par de años te molestará —dijo pensativo, Trunks frunció el ceño confundido, pero no preguntó. Tenía más curiosidad por saber a qué había ido su padre—. Hablé con tu madre.

—Ah, por eso está apacible —dijo el niño y Vegeta desvió la mirada, apenado. No tenía la moral para negarlo, su hijo era observador como él, y se daba cuenta lo que sentía por su madre, nunca le había preguntado algo al respecto, pero siempre hacía comentarios similares, donde dejaba en claro el aprecio o consideración que sentía por la princesa.

—Estuvimos hablando —dijo, ignorando su comentario a propósito—y acordamos que irás a visitarla este fin de semana. —Miró serio a su hijo, fue testigo en primera fila de como su semblante cambiaba en cosa de segundos, sus cejas se alzaron y luego arrugó el entrecejo, abrió la boca para protestar, sus mejillas bronceadas se sonrojaron al instante.

—¡¿Qué?! —exclamó molesto, su cola se asomó por el borde de la manta, completamente crispada y Vegeta solo pudo fruncir el ceño ante su reacción, no entendía porqué estaba tan apático con su madre—¡No quiero ir!

—No me interesa lo que quieres —le respondió con calma—no has ido a ver a tu madre en dos años, me prometiste que la llamarías seguido ¿cumpliste? —preguntó, el niño desvió la mirada al escucharlo—. Si lo hubieras hecho, no te estaría obligando.

—¡Pero no es justo! —exclamó mirándolo con rabia—no quiero ir papá, no me gusta la tierra.

—¿Y es justo para tu madre que no la llames ni veas? Hoy le cortaste, Trunks —le reclamó y al recordarlo, también se molestó—. Tú madre vive pendiente de ti, y no eres capaz de llamarla, ahora irás a verla, te guste o no.

—No iré —dijo negando—no quiero ir, papá —Vegeta lo miró visiblemente confundido, nunca lo había visto tan terco y mucho menos, desobedecerlo. Negó sin dejar de mirarlo, mostrándose igual de determinado que el menor—. Entonces acompáñame.

—¿Cómo dices? —frunció el ceño extrañado, y Trunks aprovechó ese momento de debilidad para exponer su condición.

—Iré, pero solo si me acompañas. —Dijo serio, determinado. Vegeta alzó ambas cejas y abrió la boca para debatirle, pero en el momento no se le ocurrió nada. Se quedó serio, observándole, sus ojos celestes brillaban con ilusión. No entendía porqué tenía esa actitud, pero comprendía que se sentiría más confortado si lo acompañaba.

—Pregúntale a tu madre —respondió—. Si no tiene problemas con recibirme, te acompañaré. Pero tú irás conmigo o solo.

Trunks no respondió, se quedó viéndolo fijamente, tenía la ligera sospecha de que, si había accedido sin siquiera pensarlo con detenimiento, se debía a su madre. No era tonto, sabía que su padre seguía interesado en ella, entonces, una idea peculiar se cruzó por su cabeza, si conseguía que su padre y madre volvieran, su posición como futuro rey no sería cuestionable por la oposición, y Riander saldría de la ecuación. Sonrió al pensarlo ¿cómo no se le había ocurrido antes? ¡eso debía hacer! Su abuela tenía razón, él era el siguiente en sucesión y su padre no cambiaría de opinión, pero estaba harto de los comentarios sobre su mestizaje, no estaba dispuesto a soportar que la oposición metiera sus narices y no se quedaría sin hacer nada.

—Le preguntaré mañana —respondió con calma. Vegeta asintió y se puso de pie, acomodando su bata.

—Bien —asintió el rey—duerme bien, buenas noches —se inclinó hacia él y besó su frente, Trunks cerró sus ojos por unos segundos, concentrándose en aquella muestra de afecto que era solo para él.

—Buenas noches, papá —dijo. El rey caminó hacia la salida y abrió la puerta, vio en silencio como el saiyajin más fuerte del imperio cerraba la puerta, ajeno a lo que acababa de conseguir.

Porque era fácil conseguir lo que quería con su padre y con cualquiera, lograba que todo se hiciera a su manera, solo bastaba hacer un poco de presión y ganaba. Ahora debía intentarlo con su madre, pero no se sentía inseguro al respecto, si realmente se preocupaba por él y lo quería como le repetía todo el tiempo, le haría caso y volvería con su padre. Sonrió soberbio al pensarlo, ya se imaginaba la cara de Riander cuando su padre le quitara su título y nombrara a su madre como reina. Solo debía jugar bien sus cartas, para ello tendría que soportar el viaje a la tierra, pero sería la última vez se dijo. Estaba seguro de ello.

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N/A: Muchas gracias por su apoyo!, por sus rw, en serio, sus rw me animan a actualizar. Han sido días extraño y por lo mismo no he querido escribir, pero voy agarrando el hilo de nuevo, de a poco.

6 años después, y tenemos a un Trunks, como muchas temieron, algo esquivo con su mamá. Me preocupaba hacerlo tan maduro para su edad, pero en el entorno en que creció y siendo saiyajin e inteligente como es, no se me hizo tan extraño. Esta siendo educado para ser rey, tiene otro tipo de pensamiento y era lo que Bulma quería evitar al esconderlo en primer lugar. Siento que estoy en la recta final del fic, cuando, contando este cap, quedan aun 10 cap y el epilogo hahaha xD en fin, espero que se entienda la trama, las decisiones y pensamientos de los personajes.

No sé qué actualizaré, pero pasen por Insano y Black Rabbit :3

Espero sus rw, y esta vez los responderé el fin de semana los que tengan cuenta :3!

PD: Muchas gracias chicas y charly! también las extraño, se pasaron con el vídeo :'3 no tenía planeado actualizar hoy, pero me animaron a terminar el cap, espero les guste.

Espero no tener muchas faltas ortográficas, letras revueltas, faltantes y sobrantes, lo siento :c

Nos leemos! mucho ánimo para todxs!