Advertencia: Este fic es la secuela de mi fic "Gobernando en tu corazón", si lo han leído sabrán que no es una historia con temática ni infantil ni muy "suave", bien. Considere esta única advertencia para lo que es el resto de este fic, habrán escenas como le llamo a menudo "RANCIAS"xD, no será un romance fácil ni exento de dramas ni mucho menos de lemon, que los amo pero como tal no significan que vayan a ser lemon amorosos ni mágicos de cuentos de hadas.

Leer bajo su propia responsabilidad, no acepto quejas después xD


Te he hecho daño, alma mía

He desgarrado tu alma.

El daño, Pablo Neruda.

Capítulo 1 Alpha

Tiempo

Recorrió los pasadizos a paso rápido, sentía el aire escaso en sus pulmones debido al esfuerzo. Su pecho subía y bajaba preso de la adrenalina y los nervios ¡Oh los nervios! Sabía que si no lo encontraba en los próximos minutos, tendría que empezar a redactar su testamento. Lo triste del asunto era que no tenía nada que dejarle a nadie ¿Su nave, quizá? Difícil saberlo, era propiedad de la patrulla galáctica después de todo. Fue en ese momento que Jaco-completamente agotado-se percató de que a pesar de ser un Rey en un planeta tan pobre-a su parecer-y simple como la Tierra, no le servía de nada ni le brindaba ningún beneficio peculiar. Pero era lo que se ganaba al ser buena persona ¿Qué podía hacer? Él siempre estaba allí cuando lo necesitaban y aunque no valoraran su esfuerzo, él de todas formas seguiría siempre dispuesto a ayudar. Pero se aprovechaban de su condición y le empezaba a pasar la cuenta.

Siempre que arribaba en el planeta después de sus patrullas, lo usaban para cualquier situación estúpida y engorrosa. Empezaba a molestarle ¿De qué hablaba? ¡Siempre le molestaba! Pero a pesar de protestar, no tenía muchas opciones. Vivía rodeado de dos víboras al acecho y de un titán colosal de mirada fría y despectiva que, o lo hacían callar o le obligaban a hacer lo que ordenaban. Definitivamente no tenía otra opción… pero de todas las labores que le encomendaban, cuidar del demonio era la peor. Empezaba a asustarse, sabía que el crío no debería estar muy lejos pero le costaba trabajo hallarlo. El niño siempre se escabullía en un abrir y cerrar de ojos; no lograba entender cómo lo hacía teniendo piernas tan cortas. Bulma siempre le decía que no le quitara un ojo de encima pero ¿Acaso no podía pestañear? Era tan rápido y escurridizo… lo que más le fastidiaba era que él no tenía por qué cuidar de un chiquillo ajeno. Había repetido hasta el cansancio que le pusieran una niñera ¿Es que eran tan tacaños como para ahorrarse unos míseros pesos en el cuidado del crío? O ¿La niñera era él y recién lo notaba? Probablemente. Frunció el ceño y aceleró el paso, llegó hasta el final el pasaje justo donde empezaba la escalera ¿Sería acaso?... no. El niño aun no sabía subir ni bajar escaleras ¿O sí? Se acercó al primer eslabón con escepticismo, estiró su cuello delgado y abrió sus ojos amarillos como plato al ver en el octavo eslabón al príncipe bajando de poco a poco en un gateo lento pero seguro. Exclamó como una vieja escandalosa haciendo que el niño levantara la mirada y lo viera. Cubrió su boca con rapidez al comprender su error y no alcanzó a llamar al chiquillo cuando éste comenzó a mover sus piececitos más rápido-dentro de lo que podía en su situación-y descender con agilidad. Para el patrullero fue como si la escena se rodara en cámara rápida, el pequeño engendro no tardó en llegar a la planta intermedia, donde se hacía una breve pausa para continuar con la larga escalera. Jaco se lanzó rápidamente de un salto, haciendo que el niño pegara un brinco y comenzara a corretear más a prisa para continuar con su travesía. Pero el patrullero lo atajó del babero al mismo tiempo que suspiraba sintiendo que su vida se le iba. Con una mano levantó al bebé de un año y medio y con la otra acarició su propio pecho con dramatismo y sollozó en un gimoteo lastimero―Serás la muerte de mí… mi juventud se va… se va―susurró cerrando sus ojos.

― ¡No!―chilló la voz infantil haciéndolo despertar de su trance. Jaco miró ceñudo al niño que se retorcía en el aire lanzando manotazos y patadas― ¡No!―insistió el menor.

―Mire Señor No―murmuró poniéndolo en frente. El príncipe tenía su ceño fruncido-como de costumbre-sus ojos celestes lo escudriñaban con demasiada intensidad para ser un bebé―la loca de tu madre me dejó estrictamente prohibido que salieras de tu cuarto―los labios del bebé se fruncieron y adoptaron una mueca que el patrullero conocía bastante bien. Jaco contuvo la respiración unos segundos al mismo tiempo que movía su mano libre inquieta en el aire― ¡No, no, no! ¡No llores, por favor!―suplicó como si el pequeño le entendiera―podemos pasear por el jardín ¿Eso quieres, eh? ¡No llores!―acercó al bebé a sus delgados brazos pero el niño le dio un par de patadas certeras en el pecho que estaba seguro que de no ser por su armadura, hubieran sido bastante dañinas. El bebé-como si notara que no podía herirlo en esa parte-levantó su piernecita derecha y le dio de lleno en la mandíbula. Jaco exclamó adolorido y soltó al príncipe por el asombro y querer acariciar su zona dañada. Pero fue cosas de segundos, segundos que el patrullero entendió que había dejado caer a un bebé de un año y medio al suelo. Espantado, intentó atajarlo en medio del aire pero el niño había caído de pie en el suelo alfombrado-sorprendiéndolo-y comenzó a subir la escalera en un gateo rápido―ufff…―parpadeó asombrado sin dejar de mirar al bebé que subía como un gato arisco queriendo escapar―realmente es hijo de él

Siguió de cerca al bebé, apoyó sus manos detrás de su nuca y lo miró aburrido. El niño pausó el ritmo cuando notó que ya no le prohibía gatear por la escalera y se dio el tiempo para analizar cada movimiento. A pesar de que le molestaba cuidarlo, no podía negar que lo estimaba. Lo había visto nacer después de todo… le sorprendía lo rápido que pasaba el tiempo. Cuando lo conoció pensó que los humanos eran demasiado frágiles y dependientes, el niño seguía dependiente de cuidados, pero ahora, al verlo caminar solo y decidido, sintió que el correr del tiempo era un juego extraño. Se sintió nostálgico, hace no muy poco que se la pasaba en su cuna y ahora subía y bajabas escaleras-como podía pero lo hacía-sentía que no faltaba mucho tiempo para escucharlo decir algo más que "no".

Lo escoltó por el pasillo, el niño daba pasos lentos y temblorosos a momentos y se detenía en cada esquina a mirar los jarrones o plantas, donde rápidamente debía alejarlo de los objetos antes que los rompiera. Ese era el principal problema con el príncipe, ese y que se escapara. Era demasiado destructivo. Si no lo estaban vigilando podía convertir cualquier habitación en un caos. Él no tenía experiencia con niños ni bebés; ahora que lo obligaban a ver al pequeño príncipe empezaba a ser consciente de ciertos detalles sobre cuidados infantiles pero estaba seguro que no era normal que un niño que ni siquiera hablara, fuera así de destructivo. En lo personal, el patrullero lo atribuía a sus genes saiyajin. Y era un verdadero lío estar pendiente de él por ese mismo motivo. Era inquieto, violento y destructivo y ni hablar de su mal humor. Le sorprendía que una criatura tan inocente como un bebé tuviera su personalidad tan marcada, porque lo atribuía a su personalidad. El príncipe hacía rabietas cuando no le dejaban hacer algo y se la vivía diciendo "No"-parecía ser su palabra favorita-cada vez que alguien intentaba corregirlo. Lo que le preocupaba era que solo tenía un año y medio ¿Qué sería de él cuando creciera? No quería ni imaginarlo.

Parpadeó extrañado al reconocer el camino que el pequeño seguía. Se guardó la exclamación de asombro al comprender que el chiquillo se había aprendido la dirección al laboratorio de su madre. Sabía que probablemente la princesa no estaría muy a gusto de verlos allí pero ya estaba cansado de lidiar con hijos ajenos, si el niño quería ver a su madre ¿Quién era él para impedírselo? En el camino hacia el laboratorio privado de la hija menor del padre de la reina, el bebé quebró tres floreros, una porcelana y sacó dos plantas y esparramó la tierra de sus maseteros. Los criados ya estaban acostumbrados, pero él se ganaba miradas reprobatorias de todas formas. Era como si de aquí a un tiempo se hubieran olvidado que era el Rey regente y que en primer lugar, no tendría por qué cuidar del sobrino de su esposa, y que era la máxima autoridad del planeta. Suspiró y miró con fastidio al menor que seguía su ruta, decidido y concentrado en su meta, ajeno al cansancio de su cuidador.

Cuando se detuvieron en frente a la puerta blindada, Jaco esperó por alguna seña o palabra del príncipe. Miró atento al menor que con su ceño fruncido miraba la puerta esperando que se abriera. Volteó hacia él y sin dejar de mostrar su carita de enojo, apuntó con su pequeño dedo― ¿Qué?―murmuró encogiéndose de hombros―no te entiendo―fingió sonriéndole con burla. El bebé infló sus mofletes, giró su rostro rápidamente hacia la puerta y la pateó haciéndolo brincar por el estruendo― ¡Hey! Cálmate…―susurró angustiado―tu madre me matará…―murmuró mirando la abolladura en la superficie metálica. Sabía que el destrozo era lo de menos, el problema era el método y la distracción de su trabajo. Oyó un ruido de tubos caerse en el interior y ya podía escuchar los gritos que le regalaría al abrir la puerta. El bebé volvió a golpear al mismo tiempo que comenzaba a gritar un balbuceo indescifrable y volteaba hacia él y le apuntaba hacia la puerta. Jaco no necesitaba traducción, podía entender claramente sus órdenes. Antes de poder hablar o moverse, la puerta se abrió abruptamente. El patrullero levantó la mirada asustado pero se calmó al segundo siguiente cuando la joven madre le sonrió a su pequeño y se inclinó para poder tomarlo en brazos.

―Esas no son formas de tocar, cariño―murmuró sonriéndole mientras lo apegaba a su pecho― ¿Qué te ha dicho mamá, eh?―Jaco dejó ir un suspiro de alivio pero apenas éste salió de su boca la joven le dirigió una mirada fría y maléfica― ¿Por qué el tío Jaco te trajo al laboratorio? Mamá está muy ocupada con el motor de Uranio…

― ¡No-no es mi culpa!―exclamó a la defensiva―Trunks quiso venir, se sabe el camino por cierto…―susurró pensativo―sabes que no me hace caso ¿Qué querías que hiciera? Además no soy su guardería andante hmp―bufó molesto y se cruzó de brazos desviando la mirada.

―Es solo un bebé, él no manda―murmuró con el ceño fruncido al mismo tiempo que la mano bronceada de su hijo se posaba en su mejilla en una caricia suave y le sacudía un par de mechones de su melena―te pedí un favor, Jaco ¡Un favor!

― ¡No soy su escolta!―chilló perdiendo la paciencia―se la pasa escapando, rompiendo cosas ¡Ahora sube y baja las escaleras! ¿Lo sabías? Pues si no es así ¡Te lo informo!―exclamó alzando sus brazos.

― ¡NO!―acotó Trunks a la discusión sacudiendo uno de sus brazos. Bulma rodó los ojos y besó la frente de su hijo mientras lo meneaba en su abrazo.

―Ya ponle un cuidador ¿Cómo puedes ser tan tacaña? Es tú hijo―le recriminó mirándola con desprecio.

―No se trata de dinero, idiota―soltó la joven―Trunks es demasiado violento… ha herido a todos los criados que lo han cuidado, solo tú y Raditz pueden verlo―murmuró mientras miraba el rostro infantil de su hijo. Observó sus cejas lilas y sus ojos celeste, su boquita pequeña mientras balbuceaba algo incomprensible al mismo tiempo que sus manitos tocaban su pecho lleno―no… no hay leche, Trunks―dijo con voz melodiosa―la mamá ya no tiene leche―mintió.

―No…―gimoteó sin dejar de acariciar su pecho.

― ¿Y qué está haciendo Raditz? Siempre que estoy aquí, me dejan cuidando al moco… a tu hermoso y adorable hijo―se corrigió con rapidez al ver la mirada asesina de la humana.

Bulma suspiró y dejó en el suelo a su bebé. Trunks apuntó hacia su laboratorio y no hizo ademán de prohibirle la entrada. La joven de 21 años observó con agotamiento como su hijo caminaba a paso seguro hacia su caja de herramientas, ya podía suponer que sacaría… hace 7 meses que su hijo había aprendido a caminar. Todos se sorprendieron cuando el bebé aun no cumplía un año de edad y ya andaba paseándose por su habitación buscando que romper. El pequeño príncipe era bastante despierto para su edad, y aunque no quisiera reconocerlo sabía que se debía a sus genes saiyajin. Era imposible olvidar ese desagradable detalle. No solo porque sus rasgos eran los mismos que los de su padre-nunca lo había dicho en voz alta-también por su naturaleza violenta y destructiva. Daba gracias todos los días porque no hubiera sacado ni el cabello ni ojos negros y ese peinado horrible en forma de llama. Con tratar todos los días con su ceño fruncido y su mirada hosca ya tenía suficiente.

Miró como sacaba la llave francesa sin dificultad de su cajita de herramientas y la llevaba directo a su boca, suspiró y alzó su voz―Deja eso ahí, cariño―el niño no obedeció y se dejó caer en el suelo rebotando por su pañal―Raditz está ocupado con los conflictos entre la nación Norte y Oeste. Creo que quiere usar fuerza militar para aplacar las rencillas…

―Ah… cierto―asintió el patrullero―ahora es el encargado de defensa. Quizá podrías contratar soldados saiyajin para que lo cuiden ¿No?

― ¿Es que eres estúpido?―preguntó alzando la voz; Trunks levantó la mirada hacia su madre sin dejar de chupar la herramienta y Jaco pegó un brinco en su puesto al oírla―ningún saiyajin aparte de Raditz cuidará de Trunks―sentenció cruzándose de brazos. El patrullero parpadeó un par de veces y miró al príncipe que sentado en el suelo y con la llave en su boca, intentaba cruzarse de brazos como su madre.

―Como digas… me iré―murmuró dándose la vuelta―nos vemos en la cena.

―Gracias por nada―gruñó la joven; el patrullero se quejó en voz alta y ella negó sonriendo. Cerró la puerta detrás de sí y suspiró mientras ponía sus manos en su cintura sin dejar de mirar a su bebé que había dejado de comer la llave para mirarla― ¿Extrañabas a mamá?―le preguntó conteniendo otro suspiro de cansancio. Estaba agotada, física y mentalmente. Ser madre resultó ser la aventura más difícil de su vida, además todo había pasado demasiado rápido a su parecer… Trunks había nacido a los 6 meses-culpa de sus genes saiyajin-pasó dos meses en una nave, por lo que sintió que tuvo a su hijo solo cuatro meses en su vientre y en esos meses aun no procesaba del todo su nueva condición.

Fueron meses complejos, donde los antojos y los mareos estaban a la orden del día acompañado de sus cambios de humor. Y lo peor vino después… al cuarto mes, cuando en medio de la noche comenzó el trabajo de parto. Aun recordaba los dolores de las contracciones y se estremecía de solo pensarlo; y lo que más le frustraba era el haber tenido que pasar por esos dolores horribles por nada ya que al final, su bebé era demasiado grande para pasar por el canal de parto y ella muy estrecha, por lo que no tuvieron más remedio que hacerle una cesárea. Cada mañana miraba su pequeña cicatriz y se preguntaba cómo habían conseguido sacar a su pequeño diablito de allí. Definitivamente no quería saberlo, aunque podía suponer que sencillo no fue ya que estuvo bastante tiempo adolorida en su zona abdominal. Pero a pesar de todo, había valido la pena cada maldito segundo de sufrimiento. Sonrió y caminó hacia el fondo del laboratorio, donde en la esquina inferior derecha guardaba un baúl de plástico. Lo arrastró de las manillas hasta el centro del cuarto donde su hijo al verla se reincorporó rápidamente-dentro de sus limitaciones físicas-y aplaudió alegre por su iniciativa. No tuvo que abrir el cajón, su hijo se le adelantó y sacó ansioso sus juguetes del recipiente―bien… mamá seguirá con el trabajo ¿Sí?―murmuró sin dejar de mirarlo mientras caminaba hacia el mesón donde tenía su trabajo del día.

Mientras revisaba los últimos indicadores del motor, miraba a cada minuto a su hijo. Trunks esparcía peluches, figuritas de acción y legos por todo el piso, algunos ya los había roto y otros terminaban en su boca. Una mueca de preocupación mutaba en sus labios a cada segundo pero no hacía ademán de quitarle su entretención. El principal problema que tenía al trabajar y ver a su hijo al mismo tiempo era que no podía concentrarse al estar pendiente de él. Solía ser distraída y temía que le ocurriera algo a su bebé en esos lapsus. Ya había pasado por situaciones-irresponsables a su parecer-que no quería repetir. Como cuando dejó al niño solo en la bañera por tres minutos para ir a buscar una toalla hipo alergénica y lo encontró nadando con la cabeza hundida. No le ocurrió nada, pero ella si pasó un susto que no quería volver a repetir. Se sentía torpe y primeriza, su madre le repetía constantemente que era normal, que nadie nacía sabiendo y que los hijos no venían al mundo con un manual de instrucciones. Pero no se calmaba con eso, ser madre no era algo que quiso pero había pasado y debía asumir su rol actual, tenía miedo y mucho. No quería ser una mala madre y le daba pánico pensar que podía arruinarle la vida a su hijo con sus acciones. Sabía que estaba siendo paranoica, su bebé solo tenía un año y medio y ya estaba pensando en su adolescencia.

Le había costado trabajo acostumbrarse a su hijo, a sus tiempos y cuidados. No era sencillo, siempre supo que no lo sería, y en su condición de princesa podía recibir ayuda pero no era su caso. Ahí entraba otra vez el problema con los genes de su hijo. Desde que Trunks había empezado a moverse más y superado la etapa de dormir todo el día y de despertar solo para alimentarse y cuando le incomodaba algo, que habían comenzado los verdaderos problemas y desafíos. A la mala habían descubierto que el niño era más fuerte que un bebé promedio-mucho más fuerte-que tenía un carácter imposible de tratar, que era violento y destructivo. Cuando comenzó a dejarlo a cuidado de criadas o especialistas, comprendieron que el príncipe y futuro heredero al trono no podría ser cuidado por cualquiera. Había herido a cada persona que había contratado-sobre todo si no les simpatizaban-el niño solo tenía cuidado con la familia y hasta cierto punto. Raditz lograba contenerlo, y Jaco pero éste último sufría más con el pequeño al no tener más parentescos. En cambio con el saiyajin de raza pura, la relación fluía más fácil. Ella no se salvaba del temperamento de su bebé, a menudo resultaba con hematomas pero poco a poco lograba contenerlo. Trunks era bastante inteligente y comprendía cuando hacía algo malo-muchas veces lo hacía de todos modos, era un niño al fin y al cabo-por lo que a ella la trataba más suavemente.

Era difícil criar a un hijo, pero era más complejo cuando éste no era un bebé normal. Ser medio saiyajin le jugaba en contra-a la madre-en muchos sentidos. Si no tuviera a Raditz cerca no habría sabido cómo lidiar con la naturaleza violenta de su hijo. La pareja de su hermana le insistía que debían iniciar su entrenamiento, cosa que ella se negaba rotundamente ¡Era un bebé! Incluso cuando creciera, ella no quería que su hijo supiera de su sangre saiyajin. Quería criarlo como un humano normal-dentro de su situación, ya que al ser el heredero a la corona era imposible que se criara como una persona normal-y omitir su origen era la base primordial para ello. Al nacer, le había cortado su cola, Raditz se había molestado con ella pero con el tiempo lo entendió. El saiyajin había sido un pilar muy importante en la crianza y conocimiento de su hijo, a pesar de que nunca estuvo de acuerdo con su silencio, los apoyó y se volvió un compañero primordial en la educación de su hijo. A veces sentía que Trunks tenía tres padres. Jaco-por mucho que se quejara-vivía pendiente de su hijo y lo estimaba, el niño también a él. Su padre era el abuelo más feliz; Trunks corría a sus brazos cuando lo veía y a pesar de que el viejo terminaba con dolores de espalda, siempre lo cargaba y lo "secuestraba" para jugar y pasar el tiempo con él. Y estaba Raditz, que se preocupaba de su desarrollo y estaba siempre presente en la vida del niño. Su madre y hermana no eran ajenas a la presencia del niño. En sí, nadie estaba ajeno a la llegada del príncipe. Su hermana mayor moría y vivía por su sobrino, cada vez que tenía un tiempo libre buscaba pasarlo con él y se preocupaba de que el niño siempre tuviera todo lo que quería, lo mismo ocurría con su madre. Resultaba ser la típica abuela que mal enseñaba a sus nietos y que los consentía.

Todos en su familia adoraban a su hijo, y se sentía muy acompañada. Pero el cansancio era el mismo, a pesar del apoyo y de lo mucho que los estimaban, creía ciegamente que el rol de madre era solamente suyo y que dependía de ella que su hijo fuera una buena persona en el futuro. Trunks era un buen niño, un poco travieso y violento pero era un niño ¿Qué más podía exigirle? Lo que le quitaba el sueño por las noches era que aquello-la violencia-se volviera parte de su personalidad. Le aterraba pensar que su hijo fuera como él… que su sangre pudiera más y que terminara siendo un hombre déspota y cruel. Temía en el fondo de su alma que terminara criando a una bestia sin remedio. Cada vez que lo miraba destruir algún juguete-como ahora que no dejaba de pisotear un dinosaurio-o que le pegaba a Jaco con la llave francesa o dañaba a algún criado, pensaba en qué pasaría si eso nunca cambiara, si su hijo no superara aquella etapa de conocer sus límites físicos como le llamaba Raditiz. O peor, que le gustara ser superior a los demás e infundir terror o respeto a costa de su condición. Pero sus miedos se iban a lo profundo de su conciencia cuando lo acostaba por las noches, cuando le daba un baño, cuando jugaban a solas en su cuarto. Cuando miraba sus ojos celestes y su sonrisa inocente, cuando acariciaba su cabello lacio y suave. Cada vez que lo miraba dormir, cada vez que lo alimentaba de su propio pecho y él, cuidadosamente amamantaba sabiendo que podía dañarla si usaba sus dientes o si presionaba sus dedos en su piel, cada vez que le sonreía y la abrazaba, pensaba ¿Cómo una criatura tan hermosa e inocente se podría convertir en un ser cruel y violento? Lo veía imposible, veía imposible que su hijo se pareciera a su padre en un futuro.

No le gustaba pensar en ello, prefería vivir el día a día conociéndose mutuamente con su bebé, y a pesar de todo no tenía tanto tiempo para pensar locuras. Ser madre y científica le consumía sus días. Levantó la mirada cuando el príncipe gimoteó; Trunks lanzó un conejo con rabia al otro lado del cuarto. El peluche se arrastró por el suelo y Bulma lo siguió con la mirada notando que le faltaba una oreja y un ojo. Frunció el ceño, levantó la mirada y vio un moflete inflado de su hijo. Se puso rápidamente de pie y se acercó. El bebé no tardó en comprender sus movimientos y se puso de pie, en menos de diez segundos se lanzó a correr. Mientras el niño reía, la joven estaba aterrada pensando que podría tragarse el ojo del peluche. No tardó en pillarlo y se inclinó para poder revisarle la boca―suelta, dame eso Trunks―exigió frunciéndole el ceño. El niño negó sacudiendo sus mechones―Trunks, dame eso―repitió mientras que con una mano sujetaba su cuerpo y con la otra intentaba buscar el objeto en su boca, pero el pequeño tenía los labios pegados impenetrables― ¡Trunks!―alzó su voz sorprendiéndolo. Aprovechó esa instancia y logró meter dos de sus dedos, debajo de su lengua encontró la canica con tuerca que funcionaba como ojo del conejo―eso no se hace―lo regañó.

―No―repitió el menor haciendo un puchero―mama no…―gimoteó alzando su barbilla regordeta. Bulma se agachó a su altura y le ordenó el cabello, Trunks la imitó y pasó sus deditos por su melena―allí―murmuró sin dejar de pasar sus dedos por su pelo.

― ¿Qué cosa, cariño?―le preguntó con una sonrisa en sus labios. El bebé no respondió y tampoco señaló ningún objeto o lugar en particular. Lo dejó continuar con su destrozo unos minutos más mientras terminaba de anotar las combinaciones del motor.

Media hora más tarde dio como finalizado su trabajo. Estiró sus brazos al techo haciendo sonar sus articulaciones. Se puso de pie y tomó a su hijo quien jugaba a sacar y meter sus juguetes en el baúl. Trunks rodeó su cuello con sus cortos bracitos y sus piernitas en su cintura. Lo sostuvo desde su trasero abultado por el pañal lleno y salió de su laboratorio. Prefirió bajar al comedor antes que pasar a su dormitorio, ya se le había hecho tarde y su hijo debía cenar. Mientras caminaba, el bebé le balbuceaba algo que no entendía pero asentía sin dejar de sonreírle, su hijo tocaba su pelo entretenido, convenciéndola de que había sido buena idea cortarlo; lo hizo para que no le estorbara en su labor de madre y científica, y porque no decirlo… necesitaba un cambio tanto externo como interno. Después de nacer Trunks, se dio cuenta de que ya no era la misma de antes. Vivir con él la había cambiado en muchos sentidos, pero ser madre había hecho que su mundo rotara en 180°. Ya no se sentía princesa, ahora era solo una mujer soltera con un hijo. Y no es que negara de sus raíces o de sus privilegios sociales y económicos, era que ya no cumplía con su rol como tal. Se dedicaba a satisfacer las necesidades de su hijo y las propias, nada más. Sus padres ya no le reprochaban que no asistiera a eventos sociales o a reuniones importantes, Tight de vez en cuando intentaba convencerla de que se vistiera como una mujer de alta nobleza y no como una chica normal, pero no le resultaba. Ya nadie le decía qué hacer y cómo vivir su vida. Y era el principal cambio que reconocía, ese control que tenían de su vida ella lo había eliminado desde raíz en el momento que decidió que viviría en su planeta y que no le dijeran de su paradero a su ex esposo.

A veces sentía que había quedado tan agotada de su experiencia con él, que era por eso que ahora no toleraba ninguna orden o manipulación de nadie. No sabía si había madurado, pero de lo que si estaba segura era de que no permitiría que nadie le dijera como vivir su vida y como criar a Trunks. Quería ser mejor persona para él, protegerlo y velar por su hijo. Ahora ya no actuaba sin pensar, cada paso a dar u organización de su vida, giraba en torno a su bebé. Primero estaba Trunks, luego Trunks y tercero Trunks. No había tiempo ni dedicación para nadie más que no fuera su hijo y ella. Ser madre le había cambiado la visión de la vida, y a veces se sorprendía de ello pero era lo que le había tocado, y esperaba desenvolverse de la mejor forma por el bien estar de ambos. Sentía que era más fuerte que antes, ya no era una niña y se había convencido de que había aprendido de sus experiencias pasadas-errores-para ahora, poder afirmar con toda seguridad que era mejor que antes. Cuando pensaba en el pasado, se daba cuenta de todos sus errores y se convencía que aquello no podía repetirse bajo ninguna circunstancia. Ahora cuestionaba sus sentimientos de aquel entonces, ahora comprendía lo vulnerable que estuvo a pesar de que siempre se dijo que era una persona segura de sí misma. Vivir con él la volvió una mujer insegura, creer-porque ahora lo dudaba-que estuvo enamorada de él se lo confirmaba. Ahora comprendía lo que muchas veces se obligó a ignorar, estaba enferma. O al menos lo estuvo cuando fue su esposa, se consolaba al pensar que ahora eso había cambiado; que ya era consciente de sus deslices emocionales y que lo había superado, se había sanado.

Suspiró al bajar por las escaleras, Trunks apuntaba a los jarrones y podía suponer porque. A veces sentía que lo trataba como un niño grande, no sentía que tenía la paciencia necesaria para poder lidiar con un bebé, se esforzaba por ser comprensiva. Su madre le había dicho una vez que era un bebé criando a un bebé y aunque en el momento se ofendió, ahora que ya tenía un poco más de experiencia con esto de ser madre, entendía su punto. Seguía siendo egoísta y caprichosa, le costaba trabajo deshacerse de aquello y Trunks la obligaba a hacerlo lo quisiera o no. A veces sentía que era demasiado dura consigo misma, pero no podía evitarlo.

Al llegar al comedor unos guardias la saludaron y reverenciaron al abrir la puerta, Bulma respondió el saludo asintiendo la cabeza y Trunks los miró serio con el ceño arrugado. No pasaron diez segundos desde que habían entrado cuando el chillido de su madre los sobresaltó― ¡Mi vida!―exclamó alegre, el bebé sonrió al ver a su abuela y balbuceó algo extraño que terminó con un "no" claro mientras mecía su cabeza de lado a lado.

―Podrías inventar un traductor de bebés―murmuró Jaco, aburrido mientras apoyaba el rostro en su mano derecha y con la izquierda acariciaba el borde de una copa vacía.

―No creo que sea necesario―respondió Tight a su lado alzando una ceja― ¿Cómo se ha portado el niño más hermoso del universo?―preguntó con un tono de voz melodioso. Bulma sonrió divertida y miró a su hijo mientras se acercaba a su puesto de siempre, Trunks nuevamente negó―este señor No… es su palabra favorita.

―Dejen de molestar al niño―rio su padre en la cabecera de la mesa para segundo después hacerle una morisqueta que hizo reír al bebé. La risa cantarina infantil resonó en la habitación y contagió de su humor a los presentes que sin dejar de sonreír admiraban al bebé de la familia. Era costumbre, cada vez que Trunks llegaba a un lugar se volvía el centro de atención. Bulma se acomodó al lado de su madre y dejó al príncipe en la silla para niños. Minutos más tarde llegó Raditz a ubicarse al lado de Tight-ella se sentaba entre Jaco y el saiyajin-y comenzaron a comer mientras charlaban de asuntos importantes del reino o que habían hecho durante el día. Bulma comía mientras intentaba darle la papilla al bebé, pero el niño evitaba la cuchara y negaba sin abrir la boca para que no lo obligaran a comer lo que él no quería.

―Hija―murmuró su madre a su lado―el niño ya no quiere papilla, dale de comer lo que comemos nosotros―dijo con un tono de voz de cansancio.

―Tiene un año y medio mamá, no debe ingerir aderezos ni condimentos que consume un adulto―reprochó molesta por su insistencia.

― ¿Qué tiene de malo? Come tierra de los jarrones que rompe―comentó Jaco con su tono de voz melodioso mientras comía trozos de queso de cabra. El silencio se prolongó en la habitación, todos miraron fijamente al patrullero y rápidamente comprendió que lo que dijo no era algo positivo― ¿Qué?...

― ¿Lo dejas comer tierra? ¡¿Es en serio?!―exclamó la princesa alzando la voz.

― ¡Obvio que no!―negó asustado.

― ¡No!―aportó Trunks.

―Está claro que lo niegas ahora, recién no te parecía algo malo ¿Qué tienes en la cabeza? Patrullero inútil―gruñó déspota el saiyajin.

― ¡No me llames patrullero inútil, neandertal con armadura!―se defendió molesto.

― ¡Dejen de discutir delante de mi sobrino!―exigió la reina, con sus delgadas cejas rubias fruncidas y una mueca de enojo pintada en sus labios rosa.

― ¿Neandertal?―preguntó confundido―suena a insulto ¿Quieres pelea, enano?

―Ya basta―pidió sin ímpetu el padre de la reina―Tight, ¿Confirmaron los gobernantes?―Bulma suspiró y dejó de prestar atención a la plática. Volteó hacia su hijo que se había quedado en silencio cuando inició la discusión entre los extraterrestres; alzó ambas cejas al entender porque. Como su silla tenía la altura precisa para la mesa, el niño se había estirado un poco y había alcanzado su plato y arrasó con lo que lo primero que encontró-o eso creyó-el trozo de carne con salsa. Suspiró cansada y se resignó al ver sus mofletes sucios con la salsa, sus manitos chorreantes y el trozo de carne mordisqueado por sus dientes chiquitos.

―Trunks…―susurró agobiada, oyó una risa cantarina de su madre y rodó los ojos. Esa risa tenía el mensaje subliminal que más odiaba: te lo dije.

―Sí―asintió la joven reina―la mayoría asistirá. Incluso los saiyajin, a pesar de que se quiere discutir sobre la disolución del OIC―murmuró seria mirando hacia su hermana menor que observaba distraída a su hijo comer―Bulma…

― ¿Eh?―giró hacia su hermana al mismo tiempo que Trunks soltaba la carne y la lanzaba en medio de la mesa, cayendo justo en un pocillo con un menjunje picante haciendo que éste se esparramara para todos lados― ¡Trunks!―exclamó sorprendida―eso no se hace, cariño…―regañó volteando hacia él.

―No―repitió el niño―mama no…―Bulma suspiró y volvió a mirar a su hermana al mismo tiempo que se desplomaba en su asiento y apoyaba su cabeza en su mano derecha.

― ¿Qué decías?―preguntó cansada. Tight parpadeó atenta al ver como su sobrino miraba a su madre curioso y segundos más tarde imitaba su pose. Alzó ambas cejas cuando lo vio apoyar su cabeza en su pequeña manito y la otra posarla delante de su pecho-ensuciando su manga con la comida esparramada que tenía en frente de él-así, tal cual como estaba su hermana menor.

―Eh… el Comité de relaciones interplanetarias será aquí en la Tierra―la joven asintió y segundos después su hijo la imitó meciendo sus mechones lilas―todos los planetas registrados en el Comité asistirán, seremos los anfitriones.

― ¿Eso es bueno?―preguntó dubitativa.

―Bulma―habló Raditz, quien también notó como el bebé copiaba los movimientos de su madre y prefirió ignorar lo adorable de la situación, tanto porque tenía que mantener las apariencias como también, porque no era el momento por lo que le diría―los saiyajin están registrados en el Comité ¿No lo recuerdas?―la pareja no oficial de su hermana mayor guardó silencio al ver como sus rasgos pasaban de desinterés a sorpresa. El silencio se prolongó en el salón. Se miraban entre ellos y luego a la joven madre, que muda observaba al saiyajin― ¿Qué es lo que piensas hacer?―preguntó después de unos minutos rompiendo el incómodo silencio.

Tight, al ver que la joven madre mantuvo su mutismo, prefirió hablar. Miró a los presentes y notó la tensión que se había formado entre ellos. Era un tema delicado, que desde un principio ocasionó pequeñas disputas entre su familia. Raditz nunca estuvo de acuerdo, su padre se mantenía al margen y su madre aunque apoyaba a la menor, opinaba seriamente que la decisión de Bulma era equívoca. La mujer le había dicho muchas veces-no delante de la menor-que estaban privando al Rey de los saiyajin de su hijo y que eso era más grave de lo que creían, además, en el momento que Bulma había quedado embarazada del saiyajin, la decisión ya no pasaba a ser solo suya. Tight en lo personal prefería apoyar y defender a su hermana menor. Nunca fue una hermana para ella y ahora intentaba reparar el vínculo entre ellas. Prefería omitir sus opiniones y simplemente la ayudaba a mantener su vida bajo perfil. Pero ahora sería difícil conseguirlo con el Comité tan próximo, donde el castillo y los hoteles de renombre estarían invadidos de gobernantes y asesores galácticos. A su parecer, no solo debían resguardarse del imperio saiyajin, cualquiera que quisiera congraciarse con los salvajes podrían dar información de la princesa. Y aunque no le constaba si el rey le podría interesar, prefería evitar a toda costa que la vida de su hermana se desmoronara por un descuido―Creo que debes salir del planeta, junto con Trunks.

― ¿Por qué? Podría esconderse aquí en la tierra…―murmuró Jaco―además, por lo que supe el Rey no sale de su planeta a menos que sea a una purga difícil. A las reuniones asiste su hermano menor y algún consejero…―terminó diciendo mientras se encogía de hombros.

―Cualquiera podría decirle sobre Bulma―respondió la rubia―incluso el hermano menor del rey, no lo sé. Lo mejor es evitar―sentenció mirando fijamente al patrullero. Jaco prefirió guardar silencio, cuando Tight no alzaba la voz y hablaba seria, lo mejor era no debatirla ni contradecirla.

Bulma observó a su familia algo ida, no viéndolos realmente. A su cabeza vinieron miles de escenarios donde se encontraba con algún saiyajin o con él, y ninguno terminaba bien para ella. Tragó saliva con dificultad y se desplomó en el respaldo de la silla. Miró la mesa con alimentos, platillos y desastre que hizo su hijo y se preguntó cuál sería la mejor opción en su situación. Una parte de ella le pedía a gritos que reaccionara, que dejara de demostrar lo que le afectaba el tema. No quería parecer débil, no quería que siguieran pensando que el asunto del padre de su hijo le afectaba demasiado. Ella sentía que lo había superado-se forzaba a pensarlo-y debía demostrarlo ¿Por qué ahora no podía formar palabras ni ideas claras? Era como si le hubieran arrebatado el don del habla. Debía decidir, debía buscar la solución y opción más factible para que su vida no se viera perjudicada y con ello, que Trunks siguiera oculto del imperio saiyajin. No sabía ni quería averiguar si ya tenían un heredero legítimo, pero no quería ni siquiera pensar en que usaran a su hijo como tal.

Esconderse parecía la mejor opción. Huir una buena decisión, mantenerse ocultos una posibilidad lógica. Pero la idea la inquietó. Se cruzó de brazos pensativa; Trunks se apresuró en apoyarse en el respaldo de su sillita y con dificultad se cruzó de brazos-en realidad posó un brazo encima del otro-sin dejar de admirar a su madre. Una mueca adornó sus labios, y sus sentimientos afloraron como un volcán en erupción. No tenía por qué esconderse, comprendió ahí en ese minuto, que ella no tenía ninguna relación ahora con él ¿Por qué debía mantenerse oculta? Él ya había hecho su vida, no tenía importancia si estaba o no viva. Él tenía una reina y no podía cambiar lo ocurrido. No tenía ningún derecho sobre ella, era libre ¿Por qué le costaba trabajo entenderlo? Entonces todo encajó. A pesar de que ya no estaba con él y que había seguido con su vida, algo en su interior seguía amarrado a su pasado con él. Se seguía sintiendo de él.

Y la realidad le golpeó duro frente al rostro. Sintió sus mejillas acalorarse, un sudor frío recorrer su sien y su espalda estremecerse, y sus entrañas se revolvieron. La vergüenza fue automática, la joven madre sentía que la ola de pudor viajaba por cada recoveco de su cuerpo, se sintió sucia. Indigna. Se sintió enferma, pero no físicamente, era más mental. El asumir en algún momento que amó al hombre que la había dañado en alguna etapa de su vida la hizo sentir demente, y darse cuenta ahora que a pesar de saberlo, se seguía sintiendo como de su propiedad fue una revelación difícil de asumir. No era que siguiera teniendo sentimientos hacia él, no. Era que aquella relación turbia y extraña parecía no haber terminado, que todavía tenía consecuencias sobre sí misma. Seguía teniendo miedo. Le seguía teniendo pavor, el solo pensar que él se enterara de que se había alejado de él perteneciéndole, le hacía temblar.

Nunca le gustó reconocer que ella le pertenecía, pero en palabras simples y siendo realistas, fue así. Las mujeres no tenían tantas opciones como los hombres, y ella como tal, fue una más que tuvo que cumplir con algún compromiso entre familias poderosas y que no podía opinar al respecto. Eran vistas como objetos, vientres de alquiler que merecían un poco más de respeto que una esclava desdichada. Pero ya no era así, se decía, ya no era así. Alejarse de él había abierto la puerta de su jaula ¿Por qué le costaba asumirlo? Ella ya no era suya, él ya no tenía derechos sobre ella. Era dueña de su propia vida, ni sus padres ni nadie podía negárselo. Era libre, entonces ¿Por qué debía huir? ¿Por qué debía esconderse? ¿Qué importaba lo que pudiera decir él? Él ya no tenía influencias ni dominio sobre ella, tenía que asimilarlo y demostrarlo. Decidida, tragó saliva en seco y miró a su hermana, y negó moviendo la cabeza.

―No―tradujo Trunks que no perdía detalles de su madre. Bulma sonrió al oírlo y volteó hacia él. Debía ser fuerte, se dijo, debía sentirse fuerte y demostrarlo. No podía flaquear ahora, por ella y por su hijo, no podía.

―No me iré―sentenció sin dudas. Tight alzó ambas cejas, volteó hacia su padre y madre que miraban atentos a su hija menor. Raditz escuchó en silencio y Jaco miró sorprendido a su amiga―no tengo porque irme.

―Pero Bulma… si él se entera que…―murmuró afligida su hermana mayor.

―Tight, entiendo tu preocupación―Trunks balbuceaba intentando ser parte de la plática, algunos se desconcentraban al oírlo―pero no tengo porque esconderme, él tiene su mujer, yo seguí mi vida. No habrá ningún cambio sí sabe que vivo o no. Además, como dijo Jaco, Tarble es quien asiste a las reuniones.

―Es el Rey―contestó Raditz con rapidez―y el ser más fuerte del universo. Puede hacer lo que quiera. Si decide que quiere que seas su mujer, no tenemos muchas opciones.

―No es así―se apresuró en contestar, sintiendo sus mejillas sonrojarse―tengo derecho a decidir, él ya no tiene ningún poder sobre mí. Si viene Tarble, puedo hacerlo entender y pedirle que guarde silencio. Si viene él, simplemente haré mi vida como siempre, si lo veo bien y si no, bien también―se encogió de hombros, fingiendo desinterés―si Tarble no me comprende y decide hablar es lo mismo. Yo no cambiaré de opinión, él tiene una reina. No puede hacer nada con―

―Excepto destruir la tierra―interrumpió Jaco aburrido―es algo temperamental ¿No? Puede enojarse y matarnos a todos ¿Pensaste en esa posibilidad?―Bulma abrió la boca con sorpresa, ¿Estaba metiendo a todos en un lío demasiado delicado? Jaco parecía tener más sentido común de lo que aparentaba. Mordió su mejilla interna y miró a su hijo.

―Nada de eso pasará… es obvio que vendrá Tarble. Además, no tiene ninguna importancia ahora que sepan que estoy con vida, él tiene su reina…―quiso convencerse de sus propias palabras, pero con él nunca se sabía.

¿Se te olvida la traición?, quiso preguntar Raditz, en cambio negó suspirando y desvió la mirada. Él conocía al rey, sabía que no se tomaría con calma la mentira aunque no le afectara, lo vería como una humillación― ¿Qué harás sobre Trunks?

―Con Trunks… mentiremos sobre él―asintió a nadie en particular, volteó hacia su hijo y besó su frente. El bebé miraba en silencio, como si entendiera que lo que hablaban era serio e importante.

― ¿Diremos que es mi hijo?―preguntó Tight, no muy segura de la decisión de su hermana pero una vez más, la apoyaría. Miró a su madre extrañada por su silencio, la mujer miraba a sus hijas con una sonrisa en sus labios-como de costumbre-y parecía que realmente no entendía lo que hablaban, pero su intuición le gritaba todo lo contrario, que su madre tenía una opinión reservada y no dejaba de causarle cuidado.

―No―negó sorprendiendo a los presentes y Trunks entusiasmado por poder acotar algo a la plática, gritó un alegre "no"―en el caso remoto que lo vean, es mi hijo. Pero dirán que tiene solo un año de edad, no tiene ningún rasgo saiyajin, así que no hay problema―Raditz sonrió soberbio al escucharla, miró al bebé y bufó― ¿Tienes algo que decir?―le preguntó la princesa con voz golpeada y el ceño fruncido.

―Nop―negó sin dejar de sonreírle. Bulma frunció el ceño y acarició la frente de su hijo. El saiyajin la miró y luego al niño, quien lo observó serio y con sus labios curvados hacia abajo, y así, con sus bracitos cruzados, sus cejitas lilas arrugadas y su mirada de hielo, el ex escolta de la princesa se comió el pensamiento que cruzó por su mente en ese momento: el bebé no necesitaba tener el pelo ni los ojos negros para parecerse a su padre. Raditz había crecido viendo al heredero del imperio saiyajin, lo recordaba de niño y podía ver en Trunks los mismos rasgos que el ahora Rey. Sin embargo no decía nada; Bulma lo insultaría y no quería tener problemas con Tight. A su parecer, aquello era un punto a favor de su especie, no es que quisiera traicionar a los humanos ni nada por el estilo, era solo que no le parecía justo que el heredero al trono estuviera oculto y que encima se perdiera de sus derechos por mero capricho de su madre. Él veía en Trunks un futuro guerrero formidable como su padre, y estaba seguro que cumpliría con las expectativas de su imperio, por eso guardó silencio. Si Bulma por pura terquedad no se escondería, le parecía bien. Tarble no sería fácil de engañar y más que por lealtad, le diría al Rey por ser su hermano. Porque el niño que la princesa escondía era su sobrino y el futuro Rey del imperio más grande y fuerte del universo.

Bulma rodó los ojos e ignoró el gesto burlón de la pareja de su hermana mayor, se puso de pie y Trunks no tardó en entender que la hora de cenar había terminado. Estiró sus bracitos al instante y su madre, con una sonrisa dibujada en sus labios rosa, lo tomó y sacó de su silla―bien, es tarde para que sigas despierto. Nos iremos a dormir, buenas noches―murmuró como si no hubieran estado hablando hace unos minutos de un tema tan delicado. Quería restarle importancia, demostrar que no le importaba, pensaba que al hacerlo podría brindarle un poco de seguridad que en el fondo no sentía. Sabía que debía ser fuerte, pero fingirlo y realmente sentirlo eran situaciones muy diferentes y la joven madre quería ser fuerte, más no se sentía de ese modo. No cuando se trataba de él. Ahora, que había una remota posibilidad de volver a verlo y tener que enfrentarse a la mayor mentira de su vida, se daba cuenta. Se daba cuenta de que seguía siendo una niña temerosa, se daba cuenta de que seguía bajo los efectos de su enferma relación, se daba cuenta de que seguía estancada en la mierda retorcida en que cayó cuando se enamoró de él.

―Bulma―la voz de Tight la hizo voltear hacia ella― ¿Estás segura… que prefieres eso?―preguntó dudosa. Bulma notó la preocupación en su hermana mayor, le sonrío con confianza y asintió meciendo su melena.

―Descuida, estoy segura―murmuró mirando a su hijo que se distraía con su pelo y comenzaba a juguetear con las hebras que tocaban su mejilla, las separaba y movía de lado a lado―no te preocupes. Que descansen.

―Buenas noches, linda―habló su madre por primera vez desde que había iniciado la discusión―adiós mi bebé hermoso ¡Dulces sueños!―Trunks al oírla decir "adiós", levantó su manito y la movió exageradamente. Todos a excepción de Raditz, rieron por su acción y lo imitaron gritándole la buenas noches.

Bulma salió del salón con una sonrisa en sus labios, pero apenas estuvo sola en el pasillo la curva se enderezó y quedó una estoica mueca que no reflejaba nada. Su hijo se apoyó en su hombro y balbuceó, unos cuantos "no" y otras boberías incomprensibles. Caminó a paso lento, tomándose su tiempo entre cada movimiento. Cuando llegó a su dormitorio, encendió la luz y fue directo al baño. Los ojos somnolientos de su bebé la alentaron a apresurarse; desvistió al niño con eficacia-después de los primeros meses, logró a acostumbrarse-dejó la ropa en el suelo del baño y quitó su pañal lleno. Trunks se tocaba la panza y se acariciaba la piel extra sin dejar de mirar a su madre. La joven, bajo la atenta mirada de su bebé, hizo girar las manillas de temperatura alta y baja de la regadera. Mientras la tina se llenaba de agua con la temperatura indicada, fue el turno de ella de desvestirse. El príncipe tomaba la ropa del suelo y la sacudía, Bulma una vez desnuda, buscó los juguetes de baño del bebé y los lanzó a la tina.

― ¡No!―volteó hacia el niño cuando tomó un patito de hule― ¡Allí!―apuntó el bebé; miró en la dirección que Trunks señalaba y vio un platillo volador. Lo tomó y se lo enseñó y antes de preguntar si era lo que quería, el niño aplaudió y dio brinquitos en su lugar.

―Se parece a la del tío Jaco―sonrío Bulma, tomó a su hijo y con el juguete en mano, se metieron en la tina. Mientras el niño jugaba y chapoteaba en el agua, la joven se dedicó a enjabonar y limpiarlo. Trunks no le daba problemas en el baño, a veces para cambiarse los pañales era un lío si lo encontraba de mal humor pero no solía pasar tan a menudo, no con ella al menos. Estuvieron un buen rato en el agua, el príncipe disfrutaba de su hora de baño y le costaba sacarlo de la tina por lo que optaba por quitar el tapón y así el agua se iba drenando de a poco, y el bebé no tenía más opción que dejar que lo sacaran de la bañera cuando ya no había agua con cual jugar. Los siguientes pasos eran rutina, pasar una toalla seca y esponjada por sus cuerpos, usar el secador de pelo en ambos. Ponerle un pañal nuevo, su pijama entero de gato-que era el de turno-y a la cuna.

Bulma aún tenía la toalla rodeando su cuerpo pero no quería perder tiempo en ponerse algo de ropa, a su parecer era bastante tarde para que su hijo estuviera despierto así que prefería priorizar su sueño. Bajó la baranda movible de su cuna para así poder acompañarlo; había logrado hacerlo dormir en su cuna hace un mes pero no estaba listo para dormirse solo, así que se acostaba a su lado y lo mimaba hasta que el niño durmiera. Acarició su cabello lacio, el niño le platicaba, sacudía sus pies debajo de sus mantas y movía sus brazos con energía, como si el baño lo hubiera recargado en vez de cansarlo―duerme―le susurró―cierra los ojitos, anda―el niño hizo un puchero y le susurró "no". Suspiró y siguió acariciándolo. Minutos más tarde sintió su manito en su pecho izquierdo, intentando bajar la toalla para poder encontrar su tesoro―no―dijo segura, pero el sollozo de su hijo le partió el alma. Trunks hizo un par de pucheros lastimosos, sus ojitos se volvieron vidriosos y sus mofletes se inflaron―amor… ya estás grande―murmuró no muy convencida.

―N-no―gimoteó con su vocecita infantil, quebrando algo en su pecho. Suspiró-completamente rendida a los encantos/manipulaciones de su hijo-bajó la tela y los ojitos celestes se iluminaron al instante, una lágrima rodó por su mejilla regordeta derecha después de su teatro que duró solo unos minutos. No tardó en acomodarse para poder amamantar. Bulma descansó su cabeza en su mano derecha y sostuvo su seno con su mano libre para poder dejar el pezón expuesto para su hijo; había decidido quitarle el pecho hace unos meses. El niño se alimentaba bien y estaba en el peso adecuado, por sus genes no necesitaba de la lactancia materna desde los seis meses de edad pero había preferido seguir dándole pecho incluyéndole alimentos sólidos. Cuando el bebé comenzó a crecer empezaron los primeros problemillas ¡Aun recordaba las mordidas y pellizcos! Una vez la hizo llorar y fue allí que el niño-en aquel entonces de solo un año-empezó a tratarla con suavidad.

Pero el problema no pasaba por si necesitaba o no leche materna o si era o no muy brusco para seguir amamantando, era una cuestión de crianza y un poco de vanidad-debía reconocerlo-no quería quedar tan arruinada después de su maternidad-su ego femenino se había reducido bastante-no era consciente de sus verdaderos cambios físicos y solo se veía demacrada en el espejo. Sus hormonas le jugaban malas pasadas y su instinto materno le gritaba que se preocupara por otras cosas que tuvieran que ver con su hijo. No se había descuidado, seguía peinándose y vistiéndose bien pero no se sentía con la misma seguridad de antes. Creía que debía reducir los efectos de algún modo y allí entraba el no prolongar la lactancia de su hijo, y es que ya se lo habían advertido. Si no lo hacía a tiempo, el niño tardaría en dejar el pecho y sería un verdadero problema y eran los varones quienes solían ser más dependientes del pecho y de su madre. No quería un niño mimado ni dependiente, no se trataba de evitar estar con él o algo parecido. Ella era práctica, una científica y sabía bastante de otras áreas de estudio aparte de la física, bioquímica y entre otras ciencias. El desarrollo humano no se le escapaba y sabía las consecuencias que podrían traerle a un niño si lo criaban muy dependiente de sus padres y no quería eso para Trunks. Así que había empezado por quitarle el pecho de modo paulatino y hacerlo dormir en su cuna-dormía con ella-el proceso era un poco lento, pero empezaba a dar frutos. Ya no exigía ni hacía rabietas por amamantar y no lloraba cada vez que despertaba cuando no la encontraba a su lado.

Su madre le había dicho que estaba siendo muy estricta, que le estaba tratando como un niño de cuatro años pero no quiso prestarle atención. Su madre creía fervientemente en métodos de crianzas anticuados y aunque agradecía sus consejos y apoyo, no quería que se entrometieran en la crianza de Trunks. Eso solo le correspondía a ella y nadie más. Nadie más… se le hizo un nudo en la garganta, el niño succionaba tranquilo y con los ojos cerrados. Le quitó el pezón y antes de que el bebé reclamara lo cambió de posición para que tomara de su otro pecho, Trunks ya se había acostumbrado a esos cambios-el tiempo total que amamantaba se dividía en dos y lo repartía entre ambos montes-no dejaba que bebiera de uno solo y como siempre, su madre le decía que era muy frígida con el niño. Pero no quería que ser madre fuera una experiencia que la frustrara y evitar ser de esas mujeres con pechos asimétricos estaba en sus planes, y le había funcionado. Ahora Trunks no hacía reclamos porque interrumpieran su merienda. Enredó sus dedos en su cabello y le acarició la cabeza, las succiones fueron perdiendo intensidad después de unos diez minutos. Dio movimientos circulares en su espalda, estimulándolo a botar cualquier aire que lo incomodara. Finalmente, su hijo había caído en un profundo sueño; se alejó suavemente y le quitó el pezón, la boca del bebé se siguió moviendo como si amamantara haciéndola sonreír. Lo cobijó y subió la baranda de su cuna.

Lanzó la toalla al suelo, buscó su remera holgada que usaba de pijama y apagó la luz. Se acostó sin dejar de mirar en dirección a la cuna que no estaba apegada a su cama pero si a la misma altura a unos dos metros de distancia. Su sueño pesado ahora se había vuelto sensible a un único sonido: el llanto de su hijo. La voz de su bebé la despertaba de cualquier trance, su mamá lo llamaba instinto materno. A pesar de que lo tenía a tan corta distancia, tenía la necesidad de querer ir por él y acurrucarlo. Protegerlo. Lo que más la inquietaba era que no tenía de qué protegerlo y cuidarlo en su habitación, e incluso en su castillo. Había guardias por todos lados, custodiando cada puerta y las cámaras de seguridad no se perdían detalle de ningún movimiento, entonces ¿Qué pasaba con ella? no quería asumir que su miedo tenía nombre, que tenía un origen y una historia que no superaba.

Estaba aterrorizada.

Cerró sus ojos, respiró profundamente y se cubrió con las mantas. Contó mentalmente, y se dijo que debía calmarse―nada malo nos pasará…―susurró para sí misma, abrió sus ojos lentamente y volteó hacia la cuna de su bebé. Sus tripas estaban pesadas y revueltas, su pecho oprimido y temblaba levemente―nada malo te pasará…―frunció el ceño molesta consigo misma. El problema no era temer, era afrontar la situación y lo estaba haciendo. Lo sabía, el decidir no huir por lo que fuera que pudiera pasar era un acto de coraje. Estaba siendo valiente por su hijo. Tenía que convencerse de que no era malo sentir miedo, que era normal. Pero era su ego herido el que se molestaba, el despecho el que la hacía sentirse humillada y a la vez, quien le gritaba que no temiera, que no había nada ni nadie a quien temer. Eran una mezcla confusa de emociones y sensaciones que la alteraban, que la hacían pasar de un pensamiento a otro, tan igual o distinto entre ellos. Al final, la única conclusión y sentimiento fuerte que se anteponía a todos era el mismo que la dominó antes y que la hacía querer ser fuerte ahora: amor a Trunks. Su hijo le había enseñado lo que era el verdadero amor, la necesidad constante de querer el bienestar a cualquier costo del ser que amas. Y era por él que debía salir adelante y tener coraje, no estaba mal sentir miedo, se dijo, porque eso le demostraba que no era indiferente a lo que podía pasar, que le importaba su hijo. Que no era la mierda de persona que creía que era―te protegeré, lo prometo.

Y a pesar de todo el coraje que reunió antes de dormir, las pesadillas volvieron esa noche.

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N/A: El primer cap tendrá dos versiones, falta la versión Beta, solo este cap será de ese modo. Les informo por este medio que el final de esta secuela aun no lo decido xDDD lo tenía presente, muy presente, pero estoy algo más "rebelde" para escribir ¿Qué quiero decir? que ahora que ya tengo un poquito más de experiencia en esto de compartir mis historias, me siento un poco más libre. Quiero escribir lo que realmente quiero, lo que imagino y se me ocurre y por eso, hay muchas cosas rancias en mi cabeza y que "VAM" es el principal blanco, de eso nació... de GTC que fue el experimento vivo de mi idea de hacer algo que realmente me gustara, algo oscuro y rancio xD Así que en resumen, cualquier cosa podría pasar xDDD ósea al final, (tanto un final feliz o no) xD

En cuanto al largo de cap, no lo sé. No sé cuantos tendrá y cuantos espero que tenga :/ todo dependerá de mi imaginación e inspiración, lo mismo que su extensión en palabras.

Espero que estén igual de ansiosas que yo por este fic, quiero saber sus opiniones y qué esperan xD teorías o que se yo! no he podido dormir imaginándome lo que pasará xDDDD y es que me pican los dedos por escribir! xD ¬¬ ustedes pedían secuela ah! cosechan lo que siembran (?)

En fin, nos leemos :D gracias por leer!

23 de Enero, 2017

*En los primeros capítulos estaré escribiendo los versos de un poema de Pablo Neruda, que me recuerda mucho a este fic, a la relación de Vegeta y Bulma*

*Perdón la ortografía, las letras revueltas, a medio terminar o sobrantes!