Prólogo
–Lo que pretende es que les permitamos el tránsito sobre nuestro planeta sin hacer ninguna pregunta.
Quien había hablado era el líder de los p'Haxs, una raza de medianos de piel cobriza y dura, casi tanto como su temperamento. A pesar de sus rudimentarias vestimentas, el pueblo de los p'Haxs había evolucionado con rapidez gracias a su inteligencia y, sobre todo, picardía.
–No, sin hacer preguntas no: cada una de las naves que circulen dentro de la órbita de su planeta habrá de comunicarse con ustedes.
–Cuantas más naves dejemos cerca de nosotros más posibilidades habrá de ser atacados.
–Una vez firmen el tratado de adhesión a la federación su defensa será cuestión de todos cuantos la integran– replicó el interlocutor del p'Hax.
–Suena como si fuéramos a ser rehenes.
–¿Rehenes?– el rostro del hombre adquirió un gesto duro–. Ustedes han pedido la ayuda de la Federación para echar de sus cielos las naves saqueadoras klingon– se reclinó hacia delante y miró fijamente al líder del planeta–. ¿Sabe lo que creo que está pasando aquí, Diotre? Creo que ustedes quieren nuestra protección, pero no nuestra supervisión. Y tal vez eso sea debido a que el tráfico de cristales de dilitio es algo más que común en este sector de la galaxia Thau.
–Si tiene pruebas de ello muéstrelas, y si no…
Al ponerse en pie la figura del hombre eclipsó por completo al p'Hax.
–Voy a interrumpirle antes de que pronuncie una amenaza de la que le aseguro se va a arrepentir. La Federación no admite un compromiso a medias: o está dentro, lo cual supone un comercio limpio y justo, o está fuera, y fuera están los klingons.
La determinación con la que había pronunciado las últimas palabras, hizo que Diotre supiese que no tenía otra opción. Cogiendo a regañadientes el pad frente a él rubricó su firma en lugar indicado.
Desde su asiento, a la izquierda de la mesa y tras el cuerpo de seguridad de la Enterprise, Leonard observaba la escena con satisfacción, no en balde aquella reunión había requerido de cinco días de preparativos por parte de toda la tripulación: los p'Hax eran asiduos a pedir ayuda a la Federación ante ataques klingons, pero se habían negado a entrar a formar parte de la misma debido al poco disimulado tráfico negro de materias primas, entre las que destacaban los cristales de dilitio. Diotre había logrado estar en una posición privilegiada, y seguramente la habría continuado manteniendo, de no haber sido el capitán de la Enterprise el encargado de mediar en nombre de la Federación. La cara de frustración del mediano ante el hombre era tan evidente que por un segundo Leonard sonrió. ¿Quién iba a oponerse al capitán que, en apenas cuatro años, se había labrado una fama capaz de abrirle las puertas de una quinta parte del universo conocido? ¿Quién en su sano juicio iba a oponerse a la voluntad del salvador de la Tierra?
Leonard miró alrededor de su capitán: el primer oficial le asistía de forma diligente y la oficial de comunicaciones se mantenía cerca de él para susurrarle, en caso de ser necesario, las peculiaridades culturales de la raza ante ellos. También se encontraban en la sala el jefe de seguridad, que mantenía a salvo, y con un feroz celo, la vida del capitán; junto a él se sentaba el primer piloto que se mantenía en comunicación con el alférez a cargo del puente para que cada orden que diese el capitán les llegase de inmediato.
Leonard volvió a sonreír, esta vez con un deje de pesadez pues no siempre había sido. Años atrás el primer oficial no reconocía el lugar de su capitán, la oficial de comunicaciones lo ignoraba, el jefe de seguridad lo despreciaba, y tanto el piloto como el alférez de la nave pensaban que la única cualidad de su líder era una desbordante inmadurez. Todo había comenzado a cambiar tras la visita de los romulanos y las impulsivas acciones de, por aquel entonces, un joven cadete que había logrado salvar a la Federación de una derrota segura.
Había sido una misión dura, sin duda, pero los días que la habían seguido no habían sido más livianos.
Parpadeando, la imagen ante Leonard se distorsionó: el imponente capitán de la Enterprise desapareció y en su lugar apareció un joven de cabellos revueltos y mirada vivaracha.
Y por un instante Leonard recordó por todo lo que Jim había tenido que pasar para convertirse en capitán James Tiberius Kirk…
