Disclaimer: Naruto y sus personajes son propiedad de Masashi Kishimoto

Hola, gracias por entrar n.n

Este fic forma parte de un proyecto multifandom personal con motivo de celebrar mis primeras cien historias. Para conocer más detalles pueden darse una vuelta por mi perfil, donde lo explico, o pueden seguir leyendo sin inconveniente alguno.

Disculpen por los posibles fallos que puedan encontrar y gracias por leer :D


Proyecto: Cien drabbles por cien historias

Pareja: Shikamaru/Temari

Motivo: Cosas para decir


I

Las cosas que deberías decir

.

Recostados apaciblemente sobre la hierba de una alejada colina, Temari y Shikamaru dejaban pasar el tiempo observando distraídamente el cielo diáfano de aquella tarde, en una pausa de sus obligaciones. Él, con una brizna entre los labios, meditaba en la inmortalidad del cangrejo. Ella, con los ojos fijos en cierto punto del firmamento, en los pergaminos que todavía tenía que revisar.

Nada como el agradable clima de Konoha para una kunoichi de la arena. Nada como el anodino continuum del acontecer para el holgazán número uno de la Nación. Ambos componían el cuadro habitual y disfrutaban en silencio de su mutua camaradería, hasta que Shikamaru, chasqueando la lengua, pareció emerger de lo profundo de sus cavilaciones.

-Algo no está bien aquí –comentó con voz perezosa.

Temari ni siquiera se removió.

-No creí que la paz te afectase.

-No se trata de eso.

-¿Entonces de qué se trata?

El joven cruzó indolentemente una pierna sobre la otra sin desenfocarse del cielo azul.

-Deberíamos casarnos.

La kunoichi compuso tal gesto de extrañeza que el talante se le arrugó casi hasta deformarla. Giró su rostro hacia él, perpleja, y luego volvió a la postura original prefiriendo creer que no había oído nada.

Aunque, después de unos instantes de incertidumbre:

-De veras, deberíamos casarnos.

Temari ya no pudo soportar el planteo.

-¿Y se puede saber por qué?

-Porque es lo más lógico.

-¿Lógico? –La joven pestañeó repetidas veces, tratando de comprender-. ¿Me sugieres casarnos y el único fundamento que se te ocurre para justificarlo es que sería lo más lógico? ¿Has oído hablar alguna vez de una sustancia conocida con el nombre de sentimientos?

Ignorando el sarcasmo, Shikamaru preguntó:

-¿Entonces cómo debería plantearlo?

Ella estuvo a punto de indignarse. Imposible saber si hablaba en serio o si se hacía el tonto.

-Cuando hablas de casamiento deberías decir otras cosas –señaló, algo irritada-. Deberías decir que te has enamorado de mí, que llevamos juntos mucho tiempo y que he llegado a gustarte tanto que al día de hoy sólo puedes imaginarte una vida conmigo… No sé, algo por el estilo… ¡Pero de ninguna manera que sería lo lógico! ¿En qué cabeza cabe?

-Supuse que después de tanto tiempo ya podíamos saltearnos tales instancias.

-Pues supusiste mal.

-Si prefieres que diga lo tradicional…

-Guárdatelo, ya es demasiado tarde.

Y no volvió a pronunciar palabra por el resto de la tarde. A menos que fuera para rectificar tales majaderías sobre casamiento e ideas afines, Temari se negaría a abordar ese espinoso tema.

Shikamaru, lejos de ofenderse, se admiró del enojo suscitado y también se llamó a silencio, por las dudas. Práctico hasta la médula, sintió alivio al haber blanqueado por fin la clase de vínculo que subyacía entre ellos. Lo único que le generó cierto desconcierto fue quedarse sin la respuesta deseada.

.

.

.

II

Las cosas que deberías decir tú

.

Desde luego, Shikamaru no se desanimaría con el intransigente silencio que Temari estableció después de aquella accidentada conversación. La conocía y sabía que su orgullo podía ser férreo, pero no invulnerable. Sólo tendría que hallar el momento y las palabras adecuadas.

Aun así, le daba pereza. ¿Qué demonios lo habría instado a proponerle matrimonio a la kunoichi más testaruda del universo?

Un día llegaron documentos que debía entregarle en mano. Barajó las posibilidades e hizo una mueca, no del todo convencido. Sin embargo, era hora de actuar. Ya se había expuesto hasta el punto de alejarla durante días, ¿qué más podría pasarle?

Llamó a la puerta de su despacho y entró cuando fue autorizado. Temari estaba leyendo unos legajos y apenas lo miró.

-¿Puedo ayudarte?

A Shikamaru no se le escapó el dejo de sarcasmo contenido en la aparente indiferencia de sus palabras. Sería problemático.

-¿Puedes levantar la huelga de silencio y examinar estos documentos? –inquirió, depositándolos sobre el escritorio.

Ella los tomó y les echó un somero vistazo.

-Lógico –se burló-, lo haré más tarde.

-Días enteros sin dignarte a saludar y lo único que haces es burlarte.

-¿Algún problema con eso?

-Tú tampoco sabes qué decir cuando la situación se vuelve apremiante.

Temari se crispó ante semejante acusación.

-¿Qué insinúas, mocoso?

-Insinúo que, dado que prácticamente he declarado mi amor por ti –ironizó también él para no hacer menos-, amor que no creí necesario detallar debido, justamente, a que más de la mitad del mundo ya sabe de su existencia…

-Idiota.

-…después de este estrafalario y del todo vano castigo del silencio, ahora eres tú la que debería decir ciertas cosas.

-¿Y se puede saber qué cosas, sabelotodo?

-Por ejemplo, deberías decir que tú también estás enamorada de mí, que te cuesta admitirlo pero que confías en que lo haya percibido porque has compartido conmigo mucho más de lo que podría considerarse normal para una simple relación entre amigos –dijo él con tal naturalidad que Temari no hizo más que irritarse-. Deberías decir, además, que no puedes pensar en nadie más para permanecer a tu lado dado el nivel de confianza que nos une desde siempre.

La kunoichi tamborileó los dedos sobre el escritorio afectando impaciencia cuando en realidad trataba de disimular su creciente turbación.

-¿Algo más?

Él fingió que lo pensaba con detenimiento.

-Hum… Sí, algo más: deberías decir que aceptas, que casarnos es lo mejor que podemos hacer tú y yo para convertirnos en una pareja que se precie de tal.

A Temari el corazón le latía alocadamente mientras la voluntad se le diluía en la sinceridad de esas palabras. Diablos... Tal vez necesitase un tirón de orejas o una bofetada por la falta total de romanticismo, pero Shikamaru siempre se las apañaba para decir lo verdaderamente significativo.

Al cuerno con el romanticismo. Maldita sea, en cambio, la encrucijada en que la ponía por fin.

-En tus sueños, tunante.

Y así echó a rodar el desafío más enrevesado que Shikamaru haya enfrentado jamás.