Las oscuras calles eran demasiado silenciosas a esas horas, tanto que el silencio aplastaba y creaba una atmósfera tenebrosa alrededor suyo. Pero ya estaba acostumbrado. Él vivía en esa oscuridad, se desempeñaba en esa oscuridad y cargaba con esa oscuridad. Desde que dejó su entrenamiento para pelear por los que sufrían su oscuridad fue creciendo, crecía sin parar, consumiendo la poca luz que veía. Incluso en el día, esa oscuridad estaba presente. Todos reían y sonreían a pesar de la época de terror que prácticamente vivían, sin embargo él no, sólo se limitaba a mirar sin reaccionar. Y era normal, tampoco iba a ser la persona más alegre si lo único que hacía por la nueva consistía en asesinar por encargo. Como todo un hitokiri, trabajaba en las sombras, asesinando a una velocidad divina, asesinando eficazmente, sin mostrar sentimientos. Todos lo aplaudían, pensando que era tan fácil quitar vidas a personas que, simplemente, no buscan lo mismo que ellos. Escuchó pasos que lo sacaron de sus cavilaciones. Sus víctimas se acercaban, y tenían al parecer una amena charla.

-¿Cómo ese llamado hitokiri Battousai?-

-Aunque él existe o no, pronto aplastaremos la rebelión.- dijo un guardaespaldas llamado Ishiji, hombre de aspecto grotesco y musculoso.

-Ahora dejemos de hablar de trabajo, que tenemos una razón para celebrar.- el que hablaba era un hombre anciano, Shigekura Jubei, su blanco-Tu hija ya cumple los diecisiete y está comprometida ¿No,Koujiro?-

Miró con atención al hombre corpulento que caminaba al lado derecho de Jubei. Tenía un bigote y mirada penetrante, pero al hablar de su hija la mirada se suavizó.

-Sí, es verdad- respondió animoso.

-Que ya esté a un paso de la adultez y a parte comprometida ¿No es el destino que te sonríe, hombre?-

Avanzó hacia la claridad de la calle, viendo a sus víctimas pasar, deseoso de acabar con su trabajo de una vez y volver a su habitación a descansar.

-Al parecer sí. Parece que ayer era una niña y ahora una bella muchacha. Espero su futuro marido la cuide muy bien en mi lugar, ya que no podía quedarme en casa sabiendo la situación actual...-

-Eres muy honorable. En este mundo todos tratan de encontrar una felicidad, o desean protegerla- salió de su escondite para quedarse tras ellos- y el hecho que estés aquí arriesgando tu vida habla mucho de cuanto adoras a tu hija.-

-Tú debes Shigekura Jubei.- su voz llegó a oídos de los hombres que caminaban delante suyo. Se giraron para conocer de donde procedía la voz, miró fijamente a todos -Aunque no les guarde rencor, por el bien de la nueva era, debo tomar sus vidas.-

Los tres hombres miraron incrédulos al hombre que los miraba fríamente. Era bajo y de contextura delgada, no aparentaba ser peligroso.

-¿Quién eres?- preguntó Ishiji aún con la semblante incrédula. Los otros hombres permanecían callados.

-Choushuu Ishin Shishi, Battousai Himura-

Rápidamente los hombres dirigieron sus manos a la empuñaduras de sus katanas. Ishiji, el más robusto de los tres, se pusó delante mirando fieramente el hombre que tenía delante. Pero, en un cerrar de ojos, el hitokiri desapareció mientras sacaba su arma. Luego vieron como Ishiji caía inerte al suelo con un gran corte que le partía el rostro. Battousai saltó, y Jubei lo siguió con la mirada aterrado, para luego sentir el frío filo de la katana atravesar su cabeza de arriba a abajo, matándolo en el acto.

Koujiro miró consternado la escena, en un tiempo mínimo el hitokiri asesinó a sus compañeros. Quiso gritar, pero se percató de que el asesino ahora venía por él. Por lo pelos pudo interponer su katana para evitar que Battousai le cortara el pecho.

-Ríndete- la voz de ese muchacho, era un susurro sacado del mismísimo infierno. Sin sentimientos, distante.

Al ver mejor al muchacho, notó que no era tan adulto como pensaba, más bien, era un niño. No podía ser que ahora los Ishin Shishi perturbaran y arrancarán la humanidad a niños como el joven que quería asesinarlo, involucrándolos en esa cruenta guerra. Se liberó del ataque del Battousai y sostuvo la katana con ambas manos, mirándolo severo.

-¿Crees que esto es lo correcto?¿Asesinar es lo correcto? Claro que no, además ¿Si quiera sabes si tu bando es el que debe vencer?- notó cierto desconcierto en la mirada del asesino, pero igualmente lo siguió atacando. Frenó los ataques, observando al muchacho esforzarse por acertarle un golpe.

-Un muchacho como tú no debe estar haciendo estas cosas- el asesino frunció el ceño. Koujiro intentó hacerlo retroceder.-No debes mancharte las manos así. Esta no es la mejor forma de lograr una nueva era, a base de sangre-

-Ríndete- repitió Battousai con pesadez. Las palabras de ese hombre lo estaban penetrando, estaba torturando su alma. El mismo se preguntaba eso día a día, pero ¿Qué más podía hacer?¿Cómo ayudar en una guerra?¿Cómo saber si su bando era el que debía ganar? No sabía, sólo quería ayudar. Se dió una vuelta sobre sí mismo, acertando una estocada en el hombro del hombre. Koujiro no se amilanó, saltó sobre el asesino y prosiguió con su sermón.

-Muchacho, no puedes seguir así, vas a cargar con los que asesinaste en tu conciencia. No vivas así, no vivas en esta guerra, sumido en la violencia, que recién empiezas a vivir. Deja eso a los mayores.-

-¡Ríndase!- ya no soportaba esas palabras, ya no. Él ya vivía atormentado. Los muertos lo asaltaban en sueños, veía sus rostros desencajados y sangrantes tomarlo por las ropas y jalarlo con ellos al infierno. Esa sensación, sentir la muerte cernirse sobre él, era horrible; peor saber que las personas que asesinó experimentaron lo mismo al encontrarse con él, lo cuál suma una culpa más.

Tenía que matarlo. No podía mostrarse afectado por esas palabras, debía serenarse, sino no llegaría a ningún lado. Entonces quedó frente al hombre, se miraron concentrados en el ataque. Casi igual, se lanzaron uno contra el otro, ambos proyectando sus katanas hacia adelante. Saltaron y terminaron en el lugar que el otro ocupaba, esta vez dándose la espalda. Kenshin sintió un corte en su mejilla, al tocarlo sintió la sangre caliente manar, manchando sus dedos. Eso era insólito. En ninguno de sus encuentros alguien pudo tocarlo, ni siquera un rasguño. Se volteó y vió a su contrincante con heridas en la espalda. Koujiro se giró, suavizando su mirada.

-No te quiero lastimar muchacho-

-Yo quiero matarlo- sentenció recuperando la compostura. Veloz, le asestó un profundo corte en el pecho al hombre que tenía delante. Lo vio desangrarse en el suelo, mientras tosía. Se acercó lentamente al hombre moribundo que se quejaba en el suelo, con un rápido movimiento, desprendió toda la sangre de su katana para asesinar de una vez por todas a ese hombre.

-Yo..sólo..vine a esta guerra...por mi hija…- balbuceaba desesperado al ver la sombra de Battousai cernirse sobre él- Yo...solo...vine a esta guerra...para proteger...su futuro-

-Pues espero que la puedas proteger desde…- mascullaba, alzando la katana para darle el golpe de gracia.

-¿Tienes algo...que proteger muchacho?-

Esa pregunta le cayó como un balde de agua fría, lo paralizó. Soltó el arma luego de escuchar la pregunta. Se quedó mirando al frente sin saber como reaccionar. Él se unió a las filas del Ishin Shishi, a la guerra, solo con algo en mente: dejar de ver a la gente sufrir a causa de esa guerra. Pero…¿Acaso pensó en los familiares de los que asesinó?¿Pensó en su sufrimiento?¿Acaso...él peleaba por ningún motivo salvo eso, evitar sufrimiento?¡Pero él mismo lo provocaba!¿¡No había algo más importante por lo que luchar!?

-Muchacho…- la voz del hombre lo sacó de sus pensamientos-...espero que puedas...encontrar esa respuesta pronto...porque sino…- el hombre empezó a cerrar los ojos. Battousai lo miró aún pensativo, siguiendo debatiéndose dentro suyo- porque...sino...estarás en esta guerra...por las puras-

Tragó saliva, no mostraba compasión por sus víctimas, pero...

-Descanse en paz…- miró al hombre interrogante.

-Koujiro..Kamiya Koujiro.-

-Descanse en paz, Koujiro Kamiya- completó antes de tomar el arma que había soltado y haciéndole una reverencia de respeto. Se sorprendió al ver al hombre sonreír.

-No..eres...un mal chico…- susurró- Gracias por..no darme el golpe final..puedo morir...pensando en mi hija…- dijo antes de expirar. Kenshin suspiró. Se giró y envainó el arma. De un callejón cercano salieron dos hombres que venían a examinar los cuerpos. Se percataron del corte que tenía Battousai en la mejilla, pero este les dijo que no era de importancia.

-Espero seas feliz también en tu otra vida, Kamiya Koujiro- pensó Kenshin alejándose de ese lugar.

Caminó lentamente, hasta desaparecer. Escuchar las palabras de ese hombre lo habían derrumbado emocionalmente. Todas y cada una de sus preguntas eran las que él mismo se hacía cada día. Él, el asesino más temido de la era; el hombre que mataba por una nueva;el hombre frío y sin emociones que todos describían...era una persona más que simplemente vivía su vida al límite. Un hombre que sentía como todos. Un hombre que sufría por las cosas que hacía. Él no era alguien extraordinario como lo llamaban.

"No eres un mal chico"

Pero tampoco era una buena persona. Por las acciones que cometía no merecía ser feliz, no merecía esa luz que tanto buscaba en su oscuridad, no merecía nada. Por más que asesinara para el bien de otros, para que sean felices, no tenía justificación la masacre que él desataba cada noche, cuando debía asesinar.

"¿Tienes algo que proteger?"

Detuvo su andar al recordar la pregunta. Apretó los puños y siguió caminando.

Ahora, debía cargar con una nueva interrogante. Ya no bastaba preguntarse día a día si lo que hacía era lo correcto, ahora debía preguntarse el motivo por el que luchaba. Miró a su alrededor, estaba caminando entre aquellas calles oscuras y solitarias, como él. Tanta era la compañía de ambas, la oscuridad y la soledad, que podría considerarlas algo suyo. Lo único que lo acompañaba era eso: un mundo solo y oscuro. Podría estar rodeado de muchas personas alegres, pero ninguna lograba atravesar esa burbuja que él mismo formó para protegerse de los demás.

¿Para qué lo hacía?¿Acaso no luchaba para los demás? Claro, pero eso no involucraba relacionarse con ellos. Él no era alguien que mereciera el cariño de los demás.

Le dolía la cabeza de tanto pensar. Necesitaba dormir, y eso incluía soñar con los que mató.

Miró el cielo. Despejado.

Se dirigió a la posada. Ahora más que nunca su cabeza estaba hecha un lío. Proteger, pelear, matar…

-Esta es una guerra, en la guerra o vives o matas-

Al divisar la posada apresuró el paso. Ya iba a amanecer, nadie debía ver el color de su cabello, sería más fácil reconocerlo. Al entrar, Lisuka fue el primero en recibirlo.

-Hola querido Himura- saludó enérgico, Kenshin lo miró pesadamente. Este sonrió y le dio palmadas en su espalda, hasta que notó la herida.

-Oye ¿Si sientes que está sangrando esa herida que tienes en la mejilla, no?-

Kenshin parpadeó varias veces. Lo miró y se fue.

-"Está más raro de lo normal"- pensó aburrido Lisuka. Se perdió por uno de los pasillos.

Despertó llorando. Le dolía el pecho, sentía que no podía respirar. Poco a poco se fue calmando, intentando recuperar el aire a bocanadas. Eso sólo le pasaba cuando alguien moría. Le sucedió con su madre, y ahora…

Colocó su mano en el pecho, arrugando su yukata. Respiró entrecortadamente. Las lágrimas se agolparon en sus ojos. Se dejó caer hacia adelante, sintiendo su cabello caer al lado de sus hombros. Su cuerpo delgado convulsionaba mientras más lágrimas caían sobre su frazada. Presionó más su pecho con dolor.

Su padre, lo habían asesinado. No vendría, ya no estaría con ella. La última persona que quería, que la comprendía, ahora estaba muerto en algún lugar de Kyoto, solo y abandonado.

-¿Por Qué…?-se dijo con dolor. Se dejó caer de costado, sintiendo el frío de la madera atravesar sus ropas, pero que más daba. Si hubiera podido estar a su lado, poder al menos haber sostenido su mano y abrazarlo para que partiera con una sonrisa. Mas no pudo ser así. Murió solo, abandonado mientras se desangraba en alguna calle de Kyoto, y peor que nada...asesinado.

Entonces frunció el ceño. No, no podía lamentarse. No podía quedarse en Edo mientras el cuerpo de su padre estuviera tirado en algún lugar de Kyoto. No estaría contenta hasta ver su cuerpo y poder enterrarlo, incluso saber quién lo mató y…

¿Qué le aseguraba que el cuerpo de su padre estaría intacto en las calles hasta que llegara? Podía acudir a la policía, o tal vez la llamen para que reconozca el cadáver. Mejor sería ir y buscar allá. No quería que llegaran aprovechado a poner sus zarpas en su ahora dojo cuando la noticia de la muerte de su padre se haya expandido por la ciudad. Mejor iba y se cercioraba por sí misma.

Salió de su futón y preparó una morral con todo lo necesario. Una vez listo el equipaje, se fue a cambiar su yukata por un kimono. Iría a Kyoto.

Al salir y sentir el frío de la madrugada no pudo evitar pensar que sería mejor esperar a la mañana. Rápidamente descartó esa idea. Abrió el portón y miró por última vez su dojo, en el que se crió y creció. Suspiró y salió, preparándose para cualquier cosa que aconteciera. Al dar un paso sintió una presencia detrás suyo, se giró y vio a un hombre de negro sonreirle. Su cabello era corto y se separaba en la frente.

-¿A dónde vas tan temprano, preciosa?- preguntó curioso. Kaoru respiró profundo.

-A Kyoto-

El hombre se acercó más a ella, tomándole el mentón con una sonrisa demoniaca.

-Pues déjame decirte que puedo proporcionarte una ayuda, preciosa¿Quisieras ayudar en un complot contra el legendario Battosai?