¿Alguna vez has sentido la enorme necesidad de ayudar a alguien, aunque no conozcas absolutamente nada de esa persona?

Es cuando sientes que tu cuerpo se mueve automáticamente, dejando de escuchar a aquella parte sensata de tu subconsciente que grita: "Aléjate, este no es tu problema"; para escuchar a la otra parte irracional del mismo gritando por igual que lo ayudes, sin importar conocerlo o no ser tu problema, porque lo necesita.

Al ver a una persona tirada detrás de unos contenedores de basura cerca de donde vives, ¿qué harías?

La mayoría de las personas optarían por dejar a esa persona en el mismo lugar, prefiriendo mil veces ignorar su presencia hasta olvidarla por completo. Ahorrándose la molestia de meterse en algún asunto que no es de su incumbencia.

Otras personas, al ver este tipo de situación lo llevaría hasta el hospital más cercano, o llamaría a un oficial de policía que este cerca en el área para que se encargue de la persona en especifico; dejando su conciencia tranquila de haber ayudado a alguien, para después olvidarse del asunto y no estar ligados a el.

Pero para Yuuri Katsuki; ninguna opción era viable en ese momento.

Había salido del trabajo más temprano de lo usual aquel día. Cansado y con los pies adoloridos debido a que su apartamento quedaba lejos de la estación de trenes, tenía que irse caminando hasta el apartamento que compartía junto con su mejor amigo, Phichit Chulanont; el cual llegaría tarde debido a las horas extras en su propio lugar laboral. A veces pensaba que mudarse a Tokio había sido un error, pero luego la imagen de sus padres quienes confiaban plenamente en que saldría adelante, aun si ellos no estaban presentes al lado de él invadió su mente.

Sacudió su cabeza alejando los pensamientos negativos que siempre le molestaban y fijo su vista en el camino.

Escuchaba el coro de los ángeles al ver que ya le faltaba menos de dos metros para llegar a su hogar, pero se detuvo en seco al escuchar un fuerte sonido proveniente de los contenedores de basura que estaban en la esquina de la residencia donde él alquila su departamento.

Suspiro con pesadez; Con esta sería la cuarta vez en la semana que el perro adoptado de Seung-Gil Lee se encontrara esculcando en la basura. También seria la cuarta vez en la semana que él tuviera que esconder al perro, cuidando de que nadie de sus vecinos lo viera, metiéndolo en su apartamento hasta que llegue el coreano a llevárselo; no sin antes, darle las gracias por esconderlo, de nuevo.

Se acerco con pasos pesados a los contenedores; llamo al perro cuatro veces por su nombre, pero este no salía de allí. Extrañado, frunció el ceño levemente. Era raro que no hiciera caso a la primera llamada que él le hacia.

Volvió a nombrarlo colocando esta vez sus manos alrededor de su boca pensando que el can no lo habría escuchado, un quejido de dolor en respuesta fue lo que lo hizo sobresaltar.

Olvidando el punzante dolor de muerte en sus pies, camino hasta atrás de los contenedores y contuvo la respiración al ver a una persona que yacía en el piso desmayada.

Miro hacia todos los lados intentando ver si alguien había hecho eso. La calle estaba completamente vacía, por lo que su vista se enfoco de nuevo en la persona inconsciente del piso.

Aunque ya estaba anocheciendo, pudo fijarse en aquella persona por los pocos rayos que aun quedaban del día. Por lo que parecía era un chico, aunque no estaba tan seguro, un adolescente para ser más preciso; de cabello rubio hasta los hombros. Con cuidado se acerco a él y movió los cabellos que ocultaban su rostro en totalidad.

Se alejo de un sobresalto cuando el chico se movió a un lado para emitir un quejido, escucho como tiritaban sus dientes. Se dio cuenta de que por la ropa ligera que llevaba se estaba muriendo de frío, sus labios casi morados delataban las bajas temperaturas en su cuerpo y el frío que hacia ese día no ayudaba en mucho.

Yuuri se acomodo sus gafas que se le habían resbalado hasta el puente de su nariz cuando se sobresalto. Un jadeo salió de sus labios al ver la mancha de sangre que se deslizaba por la frente de aquella persona manchando su mejilla izquierda con un grueso hilo rojo.

Sin pensarlo dos veces; Yuuri levanto por los hombros al desconocido para poder acomodarlo en su espalda y llevarlo hacia su departamento, para así poder auxiliar a aquella persona que estaba herida.

No le importaba que alguno de los vecinos lo estuviera observando, entro con el chico desmayado en su espalda hacia el departamento. Que importara si pensaran algo malo, el no se iba a quedar de brazos cruzados dejando a alguien inconsciente y herido a que se muriera de hipotermia al lado de unos contenedores de basura. Haría lo correcto, era peor no hacer nada.

Una decisión, sea cual sea; puede alterar tu vida de muchas formas, tanto buenas como malas; puede que no hoy, ni mañana. Pero a la larga si, hasta donde uno no puede imaginarlo. Al fin y al cabo, el futuro es algo incierto.

En ese mismo momento, lugar, y día. La vida tranquila y normal de Yuuri Katsuki se verá alterada de manera drástica por aquella decisión de ayudar a aquel desconocido. Aunque aún no se sabe de qué forma será alterada.