Se que tardé mucho, no era la idea retrasarme tanto pero tuve muchas dudas sobre este capitulo y sobre como concluir la historia. Gracias por los comentarios y el apoyo desde el primer capítulo.

No me extiendo más y les dejo el ultimo capitulo, espero que les guste.


6

El pasillo quedó en un sepulcral silencio después de que los dos chicos se fueron. Hermione vio con pena la espalda de su amigo, que no se movía del lugar. Quería darle su espacio, pero en cualquier momento la cena terminaría y todos los estudiantes subirían.

Con cautela, pero determinada, se acercó a Harry y tomó su mano, tirando de él hacia el cuadro de La Señora Gorda. Harry no opuso resistencia, solo se dejo guiar, incluso cuando ella lo sentó en uno de los sillones de la Sala Común y le dijo:

—Quédate quieto, te curare ese labio.

Aún sabiendo que el dolor de él no provenía de allí, ella hizo un elegante y bien articulado movimiento de varita y Harry sintió el conocido tirón de la piel de sus labios cerrándose. Otro movimiento y la sangre que se había deslizando hacia su mentón fue limpiada.

Hermione frunció las cejas con preocupación al ver que su amigo no decía palabra, solo estaba allí, sentado, con la mirada perdida en el fuego de la chimenea.

—Harry... —comenzó ella.

—El hechizo se terminó —musitó él, con voz desolada.

Hermione tuvo que morderse la lengua para no corregirlo y decirle que había sido una poción, no un hechizo. No era el momento. En su lugar, exhalo un suspiro y se sentó a su lado, envolviéndolo con sus brazos y apoyando su cabeza en su hombro.

—Todo estará bien, Harry. Ya lo veras.

Pero a Harry sus palabras le sonaron a promesas vacías.

—¿A qué te refieres con "Poción de Amor"? —preguntó Draco con voz tensa.

Se encontraban en las habitaciones. Draco estaba sentado en su cama, con sus manos entrelazadas, sus nudillos luchando por traspasar la piel. Su afilada mandíbula estaba fuertemente apretada y su mirada puesta en Blaise, quien parado frente a él, era el encargado de darle la noticia.

—Se esta haciendo bastante famosa: Amor a Primera vista —explicó Blaise con una mueca, arreglándoselas para no perder la impasibilidad ante el evidente peligro que anunciaban los ojos de Draco—. La crearon los Weasley, su efecto dura siete días según me informé.

Otro silencio pesado cayó sobre ellos. Theo, apoyado contra su propia cama, los miraba de hito en hito. Blaise a una prudente distancia. Draco pareciendo que iba a estallar como una bomba en cualquier momento. Vio con atención como sus largos dedos se clavaban en sus rodillas, en como una vena se marcaba en su pálido cuello.

—A ver si entendí —Las palabras salieron de entre sus dientes, Draco se aferraba con desesperación a su calma.—. ¿Me estás diciendo que estuve siete días actuando como un jodido enamorado?

—Si —dijo Blaise.

—¿Con quién? —preguntó Draco, deseando que la loca posibilidad que se le cruzó por la cabeza no fuera acertada.

Blaise intercambió una mirada con Theo, fue este ultimo quien se lo dijo:

—Con Potter.

Draco se puso de pie como un resorte, toda su calma yéndose por la borda. Gruñó una maldición y se llevo las manos a la cabeza, caminando hacia el punto más alejado de la habitación y volviendo al rato hacia Blaise como si lo fuera a golpear. El moreno retrocedió un paso, una ligera sonrisa se le escapó a Theo por eso.

—¡¿Cómo diablos pasó esto?! —rugió, tomándolo del cuello de su sueter.

—No lo sé —dijo Blaise, aparentando tranquilidad mientras trataba de soltarse de su agarre. No estaba acostumbrado a los ataques al estilo muggle que al parecer se le daban a Draco últimamente.

—¡No me mientas! —espetó.

—Seguro fue una broma de Potter y la Comadreja, no te las tomes conmigo —dijo Blaise, entrecerrando sus ojos—. Ahora suéltame.

Draco buscó en los ojos del moreno algún rastro de engaño, Blaise le sostuvo la mirada. Pero él lo conocía, sabía muy bien que su amigo era bueno mintiendo y que no iba a sonsacarle nada con meras amenazas. Frustrado, lo soltó con brusquedad.

Blaise lo miró ofendido mientras se alisaba la ropa. Draco lo ignoró y se dirigió hacia Theo, que en ningún momento había dado señales de moverse de su cómoda postura.

—¿Vas a amedrentarme a mí tambien? —preguntó Theo, elevando una ceja.

—No sé. Dímelo tú.

—No necesitas que te digamos nada. Puedes atar cabos tú mismo.

Draco no respondió, en su lugar, escarbo en su memoria. Había un gran espacio en blanco entre la escena en donde estaba con Pansy saliendo de la biblioteca y la de cuando despertó con Potter casi sobre él. Se esforzó más; recordaba que Pansy le había dicho que quería enseñarle algo. Podía escuchar su voz diciendo "Después se entibiara". ¿Qué cosa se entibiaría?

Todo su cuerpo se tensó cuando llegó a la respuesta. No tardó ni dos segundo en reaccionar y dirigirse con paso firme hacia la puerta. Blaise se dio cuenta.

—Draco, espera...

Pero Draco ya se había ido, dando un sonoro portazo. Este lo iba a seguir, pero un hechizo paso por su lado, sellando la puerta. Blaise frunció el ceño hacia Theo, que tenía su varita enervada.

—Deja que lo resuelvan ellos.

—La va a matar —respondió Blaise hosco.

—Pansy no es ninguna doncella indefensa —le recordó Theo—. Además, ya es hora de que asuma algo de responsabilidad.


Cuando Draco irrumpió sin ningún tipo de pudor en la habitación de las chicas Slytherin, Pansy supo que ya lo sabía. Se congeló, parada junto a su cama, pensando algún modo de salir de aquello.

—¡No puedes estar aquí! —se escandalizó una de las chicas.

—Tenemos que hablar —dijo Draco, con su mirada de acero puesta en Pansy.

—¿Es qué eres sordo? —se impacientó la chica—. ¡Te dije que...!

—Largo.

Ella parpadeó, no se había esperado ese gruñido. Sus mejillas se colorearon de la indignación.

—¡Cómo te atreves...!

Draco le dio tal mirada que la chica se calló de inmediato. No quería dejarse intimidar, pero miró hacia su brazo izquierdo, donde la manga de su túnica se doblaba y se podía ver el asomo del tatuaje negro. Draco resistió el impulso de taparse.

Ella y las otras dos chicas que dormían allí salieron con aire digno. En cuanto se cerró la puerta Draco sacó su varita, y sin quitar la mirada de Pansy, aplicó un hechizo silenciador en la habitación. Comenzó a caminar hacia ella, y no se detuvo hasta que estuvo a un palmo, si se inclinaba un poco más la besaría. Pero sabía muy bien que eso era lo ultimo que Draco querría hacerle.

—Lo pusiste en la cerveza, ¿verdad? —Sus palabras eran un murmullo estremecedor.

—No sé de que...

—¡No te atrevas a negarlo! —gritó, y ella dió un paso involuntario hacia atrás.

—Draco...

—¿Por qué? —exigió él, tratando de mantener su respiración controlada.

Pansy se tragó su miedo en ese momento. Draco estaba ahí, agitado, despeinado y endemoniadamente furioso. Pero se veía más vivo que nunca, se veía como el antiguo Draco, y además, tenía toda su atención puesta en ella. Y Pansy se negaba a retractarse si al menos había logrado eso.

—No me dejaste otra opción.

—¿Qué no te dejé otra opción? —repitió Draco, incrédulo—. ¿Eres idiota?

—¡Eras un muerto en vida, Draco! —exclamó ella—. Casi no comías, vivías en la biblioteca, no nos hablabas. Sé que fue duro pasar por todo lo de los mortifagos y lo de Crabbe... pero nos tenías a nosotros; a Blaise, a Theo, ¡a mí!. Queríamos estar ahí para ti pero tú te empeñabas en alejarnos.

—¿Y por eso pusiste una ridícula poción de amor en mi bebida?

—Sí —respondió ella, desafiante—. Te estabas consumiendo a ti mismo.

Draco vio rojo por unos segundos. La manera en la que ella hablaba, como si le hubiera hecho un favor, hacia hervir su sangre. ¿Dónde estaba ella cuando Voldemort le encargo aquella misión que garantizaba su muerte segura? ¿Dónde estaba cuando los Cruciatus lo habían dejado casi al borde de la locura?, ¿cuando estaba tan desesperado que tenía que buscar consuelo en un fantasma?

Quería preguntarle por qué ahora, que lo único que quería era que lo dejen en paz, era cuando ella se preocupa por él. Pero se tragó sus palabras, nunca caería tan bajo como para reclamárselo.

—¿Y dándole a Potter la oportunidad de ridiculizarme ibas a arreglar eso? —dijo colérico en su lugar.

—¡Eso no estaba en los planes! —se justificó—. No se suponía que el cara-rajada apareciera, si él no lo hubiera arruinado todo...

—¿Qué, Pansy? —dijo Draco, retomando la cercanía con ella—. Me habría enamorado de ti, sí, ¿y después qué? ¿Acaso pensabas mantenerme drogado toda la vida? ¿Le habrías comprado más dosis a los estúpidos de los Weasley, eh? —Las preguntas eran escupidas en el rostro de Pansy, él avanzaba haciéndola retroceder—. ¿Habrías sido tan patética de mantenerme a tu lado a la fuerza?

La espalda de Pansy chocó contra la pared, sus ojos de acero templado eran todo lo que veía mientras trataba de contener el nudo que le asfixiaba en la garganta. Él nunca le había hablado así. Si bien el humor de Draco nunca había sido el mejor, él nunca la había atacado de aquella forma. Nunca la había mirado como si fuera el ser más despreciable en la tierra.

—¡Responde, maldición!

—¡Todo lo hice por ti! —replicó ella, al borde de la histeria.

—¡Y una mierda! —espetó Draco, golpeando la pared a un lado de su cabeza—. Lo hiciste por ti, maldita seas. ¡No tenías derecho a hacerme esto!

—¡Yo solo quería tenerte de vuelta! —exclamó Pansy. Y no resistiendo más, se tapó el rostro con las manos y rompió a llorar.

Draco se apartó, descolocado. Pansy siempre había sido maliciosa, enérgica y digna. Ni una sola vez la había visto desbordarse así, ella no hacía ese tipo de cosas, no se dejaba llevar por sus emociones de esa manera. Pero ahí estaba, con sus hombros temblando al ritmo de sus sollozos. Draco la examinó a conciencia, antes de moverse.

Con delicadeza, quitó las manos que mantenía tapando su cara. Ella lo miró con sus ojos aguados, e ignorando lo extraño que era verla en aquel estado, con su pulgares, limpio las lágrimas. Colocó con suavidad un mechón negro que caía sobre su rostro tras su oreja, acariciando su mejilla en el proceso.

Miró pasmada como Draco se inclinaba hacia ella, sus labios rozaron la comisura de su boca y se deslizaron por su mejilla.

—Eso es lo que nunca pudiste entender, Pansy —siseó Draco en su oído, provocándole un leve escalofrío—. Tú nunca me tuviste.

Draco ya se había alejado para cuando ella entendió lo que pasaba. Él se detuvo al abrir la puerta, mirándola sobre su hombro. Pansy reconoció aquella mirada de hielo, la cual pensó que nunca volvería a utilizar.

—Te mantendrás fuera de mi camino si sabes lo que te conviene —dijo indiferente, antes de salir de la habitación dejando la puerta cerrada tras de sí.

Dejándola a ella atrás.


Ron estaba acostado en su cama, con sus boca apretada en una línea recta y sus ojos puestos de manera insistente sobre Harry, que yacía sobre su cama con la vista puesta en el techo.

Harry suspiró cansado.

—Lo que sea que quieras decirme...

—Es que no lo entiendo —soltó Ron en un susurró, sin poder contenerse más. Hermione le había contado todo antes de que subiera hacia los dormitorios y le había dicho específicamente que no sacara el tema, ya que los ánimos de Harry no eran los mejores. ¡Pero no podían decirle semejante cosa y esperar que se quedara callado!—. Es Malfoy, Harry. ¡Malfoy! Deberías estar alegre de que te lo quitaste de encima.

Harry se puso un brazo sobre los ojos.

—Sólo duérmete, Ron, que vas a despertar al resto.

Ron le echó un vistazo a sus compañeros; Seamus, Dan y Neville dormían como troncos. Tomó su varita de la mesa de luz y murmuró un muffliato. Después se incorporó en su cama.

—A ver, no estoy diciendo que este mal que te guste... lo que te gusta. Pero, ¿Malfoy? Te recuerdo que es un mortifago, fue un grano en nuestro culo desde que comenzó Hogwarts, es un mal nacido egoísta y malvado que aprovechó cada oportunidad que tuvo para jodernos. ¿Quieres que siga?

—No —dijo Harry—. Quiero que cierres tu boca, te duermas y que no volvamos a hablar del tema nunca más. Lo unico que faltaria sería que el resto de Hogwarts se entere.

El silencio que cayó hizo que Harry sacará el brazo que cubría sus ojos y mirara a su amigo. Este se vio muy interesado por el estampado de la alfombra y esa actitud hizo que Harry se incorporara en su cama como un resorte.

—Ron, ¿no se lo contaste a nadie más, verdad?

—Bueno...

—¡Tienes que estar bromeando!

—Eso fue antes de que Hermione me lo dijera todo —se excusó Ron—. Lo del hurón era muy divertido como para callarme y ni siquiera sabía que a ti...

—¿A quién? —exigió Harry.

—Tranquilo, solo fue sobre lo de Malfoy y se los dije a los chicos de este cuarto, de confianza —dijo Ron, mirando hacia sus compañeros dormidos—. Aunque...

—¿Aunque qué? —Harry iba a perder los nervios en cualquier momento.

—Puede que Lavender y Parvati hayan estado parando la oreja.

Harry enterró la cara entre las manos y se preguntó por millonésima vez en su vida porque la mala suerte se empeñaba en seguirlo. Antes de decirle algo a Ron de lo que después se arrepentiría, tomó su varita, se dejó caer de nuevo en su cama y cerró los doseles de ella, dando por terminada la conversación. Escuchó a su amigo suspirar, deshacer el hechizo y el ruido de su cuerpo acomodándose en el colchon.

Media hora después Ron estaba roncando y los pensamientos de Harry lo seguían torturando.

Se llevó una mano al labio ya curado por completo y se dijo con pesar que si el rumor de que Draco Malfoy había estado hasta la olla por Harry Potter durante toda una semana se esparcía, no tardaría en volver a salir lastimado.

Aunque no se podía decir que había salido intacto de aquello. Si las cosas se ponían pesadas seguramente Draco argumentaría que todo lo que hizo fue producto de la poción, ¿pero Harry que podría decir?

Se giró de costado, tratando de ignorar sus preocupaciones y todas los recuerdos que se colaban de sus momentos junto a Draco. No lo logró. Y varias horas después, cuando pudo dormirse, soñó con él.

Estaban en la nieve de nuevo, hacía frío, pero él no lo sentía. Al menos no hasta el momento en que los finos labios se separaron de los suyos, surcandose en una sonrisa desdeñosa y malvada. Entonces sí que sintió sus huesos congelarse. Harry se dió cuenta que tenía la varita de Espino clavada en el pecho, a la altura del corazón, y vió, más que oyó, como la boca de Draco articulaba una sola palabra. El maleficio lo atravesó, y por unos segundos, Harry casi sintió el dolor de verdad.

Se despertó agitado y sudoroso, deseando volver a las pesadillas en donde Voldemort era su verdugo.


Draco se removía inquieto en su cama, sentía una ligera pero constante pulsación en las sienes que no lo dejaba dormir. Tenía ganas de tomar alguna poción somnífera, pero desde lo de Pansy había decidido que se le alejaría de ellas por un largo tiempo.

Lo que tampoco lo dejaba dormir eran sus propios pensamientos, y esa inconfundible y no extrañada sensación que hace tiempo no tenía; esa donde el odio, la vergüenza y el resentimiento parecían ser el único motor que hacía a su sangre bombear.

No quería pensar en Potter, ni en aquella mirada que le había dado después de recibir su golpe en el labio. Pero lo estaba haciendo, pensaba en él y sentía que su sangre hervía más. Y se odió por eso. Y odió a Potter, y a Pansy, y a todo el mundo por eso.

Le hacía recordar a como era él mismo antes de la guerra; siempre envidiándolo, detestándolo, pensando en formas de meterlo en problemas, de ganarle, de humillarle. Era como si hiciera un retroceso y volviera ser el mismo chiquillo estúpido que se dejó marcar, que se esclavizó al Señor Tenebroso.

Cerró los párpados, sus puños apretados con fuerza sobre la almohada. Había jurado no volver a eso. No más rivalidades absurdas, no más Harry Potter. Ese chico solo era signo de problemas y Draco lo único que quería era dejar todo aquello atrás, terminar el año y no volver a ver a ninguno de ellos de nuevo. Ni siquiera a sus amigos.

Sus padres estaban barajando la idea de mudarse lejos y Draco estaba de acuerdo. Iban a huir, como buenos Malfoy que eran, como los cobardes que muchos decían que eran.

"Aguanta solo este año, hijo", le había dicho su madre y él le había hecho caso, construyendo una coraza que impedía que cualquiera del exterior llegara a tocarlo de alguna manera.

Y lo estaba haciendo bien, pasando desapercibido, alejándose de los conflictos... Y ahora volvía a estar en el ojo de la tormenta, con Potter arruinando la tranquilidad que tanto le había costado conseguir. Con los murmullos detrás de sus espaldas de nuevo, según había notado cuando cruzaba la Sala Común hacia su habitación.

Un problema a la vez, le dijo aquella voz cuando la rabia comenzaba a burbujear en la boca de su estómago. Su conciencia, la voz sensata de la razón, quien al parecer había permanecido dormida en aquel periodo de locura que había tenido con Potter. Respiró hondo y trató de dormir.

Pero tuvo un extraño sueño distorsionado. Potter azotando su espalda contra una pared, arrastrando los pies al caminar, apoyado en una pared como si estuviera esperando a alguien, tirando como el torpe que era su jugo de calabaza sobre la mesa Gryffindor. La imagen de unas manos sosteniendo, ofreciendo, una varita que él reconocía muy bien. Potter sonriendo avergonzado. A él mismo quitando la nieve de su hombro.

Abrió los ojos, despierto del todo por la impresión. Se quitó las sabanas de encima y fue hacia su túnica colgada, rebuscó en los bolsillos, sacando la varita que su madre le había conseguido (no le había querido decir de dónde). Había servido bien, pero nunca como la suya. Siguió hurgando, con una sensación ansiosa en el estómago, hasta que sus dedos dieron con aquella madera. Espino. Sintió las yemas de sus dedos cosquillear por el reconocimiento y se apresuró a sacarla.

Ahí estaba. Su antigua varita, la que Potter le había arrebatado y que al parecer tambien le había devuelto.

Draco siempre había lamentado su pérdida, pero no tenía la cara para pedirla de vuelta y tampoco quería tener que establecer algún tipo de contacto con El Elegido después de que la guerra acabara. Y si bien sabía que le debía mucho, nunca iba a admitir aquello en voz alta.

Tomó la varita de Espino, casi con adoración y con un grácil movimiento, susurró:

¡Lumos! —La luz apareció en el extremo de la varita, deslumbrándolo. Respondiendo a su orden a la perfección. Suya, de nuevo—. Nox

Volvió a su cama en silencio, la colocó debajo de su almohada, con sus dedos alrededor de ella, y se durmió, pensando que nunca entendería la lógica del jodido Potter.


Si la recuperación de su antigua varita había mejorado un poco su humor, al día siguiente, cuando con solo poner un pie en su Sala Común todos los ojos voltearon hacia él, este volvió a empeorar.

No es como si no estuviera acostumbrado a las miradas de repudio y juzgadoras, pero con los de su casa era distinto. Slytherin no le juzgaba por haberse unido al lado de los "malos", lo hacían porque se unió al lado perdedor, porque no fue lo suficientemente astuto como para no involucrarse tanto. Claro que Draco no era el único hijo de mortifagos, pero sí fue el único hijo de mortifagos que aceptó la marca siendo tan joven.

A veces odiaba a su padre por eso, por permitirlo, por ofrecerlo. Pero la mayoría de veces sabía él podría haberse opuesto (así como Theo lo hizo) o podría haberse ido a otro país con su madre (así como Blaise lo hizo), fue esa estúpida necesidad de hacerlo sentir orgulloso lo que lo hizo quedarse y hacer lo que le decían.

Cuando se dio cuenta que un grupo de chicos de quinto le sonreían burlones y que otro grupo lo miraba con desagrado, Draco lo supo. No se necesitaban muchas pistas. Eso no tenía nada que ver con su expediente mortifago, eso era por algo que los Slytherin consideraban hasta peor.

Como estar tras el culo del despreciable Héroe Gryffindor, por ejemplo.

Draco los ignoró y bajó hacia el comedor. Se sentó junto a Theo y Blaise se sentó junto a Pansy a varios metros de donde ellos se sentaban. No estaba para nada sorprendido. Trató de comer y concentrar toda su atención en ello, como siempre lo hacía, pero los murmullos a su alrededor eran como zumbidos de insectos que lo picaban por todas partes.

Él ya estaba tomando con excesiva fuerza su tostada cuando escucho el grito:

—¡Qué cara traes, Malfoy! ¿Te dejó tu novio?

Las risas se propagaron por las distintas mesas. No necesitó mirar para saber que aquella burla venía de la mesa Gryffindor. Siguió untando la mermelada, haciéndole hendiduras al magullado pan.

—¡Ya decía yo que tanto odio no era normal! —dijo otro—. Le tenías ganas a Harry desde hace tiempo, ¿no?

Esta vez Draco sí levantó la mirada. No sabía como se llamaba, solo sabía que era irlandés y que era del grupo de amigos de Potter. El pan se hizo trizas entre sus dedos.

—No le hagas caso —dijo Nott en voz baja.

—¡Nos salió maricón el mortifago!

Antes de darse cuenta Draco estaba en pie, con su varita apuntando directo al imbécil que había gritado aquello último. Lo reconocía, había sido el reemplazo de la comadreja como guardián una vez. Las risas cesaron y se escuchó a McGonagall ordenarle que bajara la varita de inmediato. Su ira se intensificó, ¿en dónde diablos estaba ella cuando le decían todas esas cosas?

Draco iba a gritarle que repitiera eso, y estaba decidido a atacar si lo hacía, cuando sintió una mano cerrarse sobre su muñeca y empujarla hacia abajo. Miró con ojos furiosos hacia Theo.

—Esto es lo que esperan que hagas —Fue lo único que dijo.

Pero él no necesitó más. Sabía que tenía razón, toda aquella provocación era para que el idiota sacará su lado maligno y maldijera a algún alumno, así sería expulsado de una vez por todas.

Él no pensaba darles aquella satisfacción, le había hecho una promesa a su madre. Pero tampoco estaba seguro de poder mantenerla si seguía allí. Guardó su varita en su bolsillo y se encaminó hacia la salida, para su alivio Theo lo dejó ir. Para su desgracia se cruzó con Potter y sus dos secuaces en la puerta.

Potter se detuvo en seco y lo miró, como si esperara que Draco dijera algo. ¿Acaso esperaba que siguiera actuando como cuando estuvo bajo los efectos de la poción? ¿Esperaba una disculpa por haberlo acosado durante todos aquellos ideas? ¿Una explicación, que se expusiera a él mismo primero?

Aquel rencor que creyo enterrado volvía a resurgir, como lava en un volcán.

No vayas por ahí.

No, no iba a volver a aquello. En donde él dejaba entrever su aversión primero, provocándolo, empujándolo a que respondiera a su hostilidad. Siempre terminaba siendo el más perjudicado de los dos y estaba cansado de perder ante Potter.

Desvió la mirada, y asegurándose de ni siquiera rozar al Trío de Oro, salió del comedor, antes de que todo el veneno que comenzaba a fabricarse en su interior se le escapara.


—Harry, come algo —pidió Hermione en un susurro.

El aludido se llevó un pedazo de tarta de melaza a la boca, más por compromiso que por otra cosa. Siendo sinceros sentía que tenía una enorme roca pesando en el estómago y se había instalado ahí desde el momento en que se había topado con Draco.

No sabía qué es lo que había esperado, pero ver la mirada resentida de Draco había sido más duro que recibir su golpe en el labio. Era estúpido de su parte, había recibido esa misma mirada de esa misma persona por años. Debería ser algo normal.

El problema estaba en que Harry se había acostumbrado a sus otros gestos, que eran lo contrario al odio. Las sonrisas, los guiños, las caricias con los dedos fríos en la nuca, su mano tomando la suya, sus labios tanteando algunas veces, atacando otras...

Nada de eso fue real, se repitió Harry. No para él, así que olvídalo.

—Oye, Harry...

—Estoy comiendo, Hermione —dijo él, masticando con la boca abierta para demostrarselo.

—No, no es eso. Quería contarte algo.

La duda en su voz hizo que tuviera todo su atención, la incitó a que siguiera hablando.

—Bueno, ayer a la noche les escribí a Fred y a George, ya que me parecía extraño eso de que Malfoy pareciera no recordar nada —explicó, inclinándose hacia adelante y hablando en voz baja para que nadie a su alrededor escuchara—. Me dijeron que era normal que estuviera un poco perdido al principio.

Harry se tragó la tarta que masticaba.

—¿Eso significa que recordará?

—Si, más pronto que tarde su cabeza se irá aclarando.

Se quedaron mirando por unos segundos, ninguno sin decir nada. Porque Harry sabía porque su amiga había dudado tanto en decírselo; no quería que se hiciera ilusiones vanas. Y él mismo sabía que no le convenía hacérselas.

Decidió que le daría a Draco su espacio y se dijo que no debía sorprenderse si, incluso recordando todo lo que tuvieron, él no volvía a buscarlo.


Draco se desanudó la corbata, podía ver en el reflejo resquebrajado sus manos temblando de la rabia.

Habían pasado tres días, tres putos días, y ya estaba perdiendo los estribos. Todo aquel autocontrol que había mantenido los primeros meses parecía evaporarse cuando algún idiota sacaba a colación el tema de su enamoramiento por Harry Potter.

Theo seguía diciéndole que los ignorara, hasta Blaise le había dicho que los actos estúpidamente impulsivos eran para los Gryffindors. Los tres sabían muy bien que Draco no se podía dar el lujo de ir repartiendo maldiciones a diestra y siniestra por los pasillos, no cuando apenas si lo habían dejado cursar su último año en la escuela que había ayudado a destruir.

Para el colmo de las cosas, ese día Potter había salido en su defensa cuando uno de sus compañeros, el mismo que casi maldijo en el Gran Comedor, lo había insultado. Eso había sido patetico. Draco había estado tan furioso y avergonzado que le había escupido que no necesitaba de su ayuda, mucho menos cuando por él estaba metido en aquella mierda. Después de eso se había alejado buscando poder estar solo.

Había sido la primera vez que le había dirigido una palabra, e incluso una mirada, desde el encuentro en el comedor. Lo había estado evitando, sí. Suficiente tenía de Potter en su cabeza por las noches como para tenerlo tambien por el día.

Esos sueños se habían vuelto a repetir sin falta desde el primero, incluso venían a él estando despierto. Draco prefería llamarle sueños, incluso alucinaciones, antes de admitir lo que en realidad eran.

—Hace mucho que no venías.

Escuchó aquella inconfundible voz y levantó la mirada, observándola por el espejo.

—Tal vez porque la última vez que vine casi me matan.

—Bueno, fue un accidente —dijo Myrtle, deslizándose a su lado—. Estoy segura que él no quería hacerte daño. Un error lo comete cualquiera.

Diablos, no. No quería hablar de Potter. De hecho no quería ni pensar en él, pero hace tiempo que Draco había dejado de tener lo que quería.

—Lo sé —dijo Draco ausentemente, mientras le daba una mirada a su antebrazo izquierdo—. Pero algunos errores no se pueden perdonar.

—Oh, no estés triste —dijo Myrtle, queriendo consolarlo. Los chicos melancólicos eran su debilidad—. Se que enamorarse duele pero al final...

—¿Qué? —dijo Draco, levantando la cabeza y mirándola con el ceño fruncido. Evidentemente no estaban hablando de lo mismo.

Myrtle se vio avergonzada por un segundo.

—Escuche hablar de lo que pasó contigo y Harry Potter. Esa Romilda Vane es una chismosa.

Draco enarcó una elegante ceja rubia.

—Veo que no es la única —dijo volteandose hacia ella y apoyándose contra el piletón—. De todas maneras eso sí fue un error, me pusieron una poción de amor en la bebida. Nada de aquello debió haber pasado.

Ella frunció la cejas, se veía hasta decepcionada.

—Tal vez no fue un error —insistió Myrtle—. El amor llega de maneras repentinas y curiosas, nunca lo vemos venir.

—¿Quieres dejar de hablar de amor? —dijo Draco de manera tosca—. Esto no es una maldita novela rosa. Mis problemas no tienen nada que ver con eso, no hay amor en esto. Solo odio.

—Del odio al amor...

—Por Merlín —dijo Draco exasperado—. ¿Es que no entiendes cuando te hablan?

—Si aprovecharas esta oportunidad y abrieras tu corazón...

—¡No quiero abrir nada! —exclamó furioso—. Ya bastante me expuse con Potter, le hablé de cosas que no le había dicho a nadie, que nadie tenía porqué saber. Porque eran mías, solo mías.

—¡Pues opino que hablar de tus sentimientos es una decisión inteligente! —chilló ella con los ojos aguados, comenzando a enojarse tambien.

—No fue en absoluto una decisión —dijo Draco entre dientes, dirigiéndose a la salida.

—¡No, espera! —dijo Myrtle, al ver que se le escapaba—. No te vayas, lo siento. No hablaremos de él si no quieres.

—Tengo tarea —dijo Draco sin voltearse.

—Pero volverás a visitarme, ¿verdad? —dijo la insistente voz a sus espaldas.

Draco se detuvo con la mano en el picaporte. Podía mandarla a la mierda, ella no podía lanzarle ninguna maldición, pero de algún modo Myrtle se había convertido en alguien a quien recurrir cuando estaba desbordado, y eso era algo patético y desesperado, pero sentía que era lo único que tenía.

Aún le quedaba medio año por delante que soportar, debía aferrarse a toda la ayuda que tuviera. Era cuestión de sobrevivir.

—Si, lo haré —contestó finalmente—. Pero si prometes no decirle a nadie nada de esto.

—Lo prometo —contestó risueña, y Draco se permitió sentirse aliviado antes de salir.


Si seguía así iba a volverse loco. Las imágenes que se reproducían constantemente en su cabeza iban a terminar por desquiciarlo.

Con cada día que pasaba se volvían no solo más frecuentes, sino que más nítidas. Recordaba a la perfección lo que había estado haciendo con Potter antes de perder la conciencia. Y lo que habían estado haciendo en la nieve la misma madrugada, en especial lo ocurrido después de aquel improvisado partido de quidditch. Y aquella vez que había domado a un kelpie por el simple hecho de darle un paseo a Potter.

¡Por Merlín, un kelpie! Ni con Pansy había hecho tanto esfuerzo. De hecho, no había hecho esfuerzo alguno. Nunca había sido necesario, lo más atento que había sido con ella era en lo que a las relaciones sexuales se tratase, y lo hacía porque quería ser un buen amante y que le devolvieran el favor.

Pero ahora cada vez que cerraba los ojos revivía con demasiada claridad aquellas escenas. Todas las cursilerias que había dicho y hecho. Cada sonrisa de Potter, cada gesto fruncido, la sensación de su mano con la suya, de sus labios contra los suyos. Podía escuchar sus suspiros si le ponía empeño a sus recreaciones nocturnas.

—¿Otra vez no vas a bajar a desayunar? —le preguntó Theo, observandolo desde el marco de la puerta.

Draco estaba sentado en su cama, perdido en sus pensamientos, como le pasaba últimamente.

—No tengo hambre.

Theo resopló y se adentro, cerrando la puerta tras de sí.

—¿Vas a seguir con esta actitud antisocial mucho tiempo más? —le preguntó acercándose y sentándose a su lado.

—Ellos son los anti-Draco —farfulló sin mirarlo—. Y si bajo terminaré matando a alguno de esos idiotas, inclusive al mismo Potter. O intentándolo al menos, ese maldito tiene más vidas que un ave fénix.

Su amigo rodó los ojos.

—Sí, estuviste corriendo tras el trasero de Potter toda una semana, es vergonzoso... y patetico.

Draco enarcó una ceja.

—¿Se supone que me estás consolando?

—Pero tú al menos tienes una excusa —continuó Theo, ignorando su pregunta—. Fuiste engañado para tomar una poción de amor. Potter no tiene esa suerte.

—¿Estás saliendo en su defensa?

—No estoy saliendo en la defensa de nadie, solo te cuento lo que observo.

—Oh, ¿y qué es lo que observas? —dijo Draco, con el tinte de sarcasmo en su voz—. Ilumíname.

—Veo que no eres el único perjudicado —dijo Theo, sin perder la calma—. No tengo idea de lo que ocurrió entre ustedes en todas esas escapadas que tuvieron, pero no he visto a Potter jactarse de eso.

—Weasley sí que lo hizo.

—No estamos hablando de la comadreja —le cortó—. Si me preguntas, Potter no tenía idea de lo de la poción. Creo que pensaba que estabas interesado en él genuinamente.

La habitación se sumió en un silencio. Los ojos de Draco clavados en la alfombra verde oscura de la habitación. No pensaba responder, pero ante la penetrante mirada de su amigo, se puso en pie, deseando distancia de él.

—Yo no busqué nada de esto, Theo —le dijo, sus ojos eran lava de plata—. Nada. ¿Y ahora me estás diciendo que la víctima es Potter? ¿Qué soy el maldito villano de nuevo?

—Yo no dije eso.

—Pero estoy seguro que es lo que todos dicen. ¡Y estoy malditamente harto!. Lo único que quería era graduarme, no estaba en mis planes involucrarme en ningún tipo de relación con "El Salvador Mágico".

—Pero lo hiciste —dijo Nott, con esa desesperante calma—. Lo buscaras o no, estuviste involucrado con Potter. Más de lo que nos quisiste decir, apostaría —Draco apretó los labios como única reacción—. Eso ya está hecho, ahora la pregunta es: ¿qué vas a hacer?

Draco lo miró como si estuviera demente.

—Nada. ¿Qué podría hacer? Con el tiempo encontrarán otro chisme con el cual entretenerse.

Theo arqueó las cejas.

—¿Así que ese es tu plan? ¿Ignorarlo hasta que todo se olvide? —preguntó, con evidente sarcasmo—. Qué valiente.

Sintió la sangre calentandose en sus venas, pero con el autocontrol del que se había estado armando antes de que Pansy hiciera aquella trata, mantuvo su furia domada.

—No estoy buscando la aprobación mayoritaria —dijo, con un peligroso arrastre de palabras y una sonrisa amarga en los labios—. Soy un Slytherin, exmortifago, ¿lo olvidas? Pateo gatitos y practico magia oscura, no me preocupo por los sentimientos de los demás.

Negando con la cabeza, Theo se puso de pie.

—Creo que es hora de que te quites eso de enzima de una vez.

—No puedo, es permanente.

—No me refiero a eso, y lo sabes —le dijo, deteniéndose frente a él. Draco realmente odiaba cuando lo miraba como si pudiera leerlo como a uno de sus libros. Nadie podía hacer tal cosa—. Siempre has tomado lo que quieres sin preguntar, ¿qué cambió ahora?

—Tú no sabes lo que quiero —soltó Draco entre dientes.

Theo ladeó la cabeza.

—¿Y tú si?

Y dicho eso, pasó por su lado y salió de la habitación. Dejando la cabeza de Draco hecho un lío, más de lo que ya estaba.


Myrtle comenzaba a replantearse seriamente a ponerse un puesto de consejera. Era buena escuchando, aunque no lo pareciera. Más si se trataba de chicos tan guapos y atormentados como esos dos que venían a contarle sus penas últimamente.

Era frustrante no poder hablarle a uno del otro, pero ambos le habían hecho prometer que no diría nada y no quería que por irse de boca no la vinieran a visitar más. Sin mencionar que aquello que pasaba entre esos dos era increíblemente entretenido.

—No les hagas caso a esos fastidiosos —aconsejó Myrtle al chico rubio sentado contra la pared, en el sucio piso, cosa que no parecía importarle—. Son unos idiotas.

—Como si fuera tan fácil —resopló.

Myrtle sintió un latigazo de rabia.

—¡No puedo creer que él deje que te traten así! —exclamó, arrepintiéndose al instante. Harry era el nuevo innombrable para Draco.

Para su sorpresa, él no se enojó. Por las sombras oscuras bajo sus ojos ella supuso que estaba demasiado cansado para eso.

—No es su culpa —dijo Draco.

Ella lo miró sorprendida, él tambien lo estaba un poco. Desde que los recuerdos habían vuelto, o al menos la mayoría de ellos, se le estaba haciendo difícil ignorarlo, ni hablar de estar enojado con él. Entre las imágenes que bombardeaban su cabeza por las noches, las palabras de Theo y aquella expresión en la cara de Potter cuando lo atrapaba mirándolo a veces, se le estaba haciendo cada vez más imposible dirigir su resentimiento hacia él. Eso nunca había sido un problema para Draco y no estaba seguro que le gustara aquel cambio.

Potter siempre había servido como receptor de sus emociones, para que estas no lo terminen ahogando si las contenía demasiado. Su envidia, su frustración, su odio, su miedo, su...

Era algo que siempre había sido así. Alivio de descargarlo todo en Potter, aceptación cuando era Harry quien se descargaba con él. Era un mutuo acuerdo no hablado, uno que no se tendría que haber roto.

—¿Y entonces de quién? —preguntó Myrtle, sacándolo de sus pensamientos.

De Pansy, pensó con rabia. Desde aquella vez en que la enfrentó no había vuelto a cruzar palabra con ella. Theo tampoco, aunque nunca lo había hecho mucho en realidad. Blaise era otro caso.

Draco iba a responder pero fue interrumpido por el conocido sonido oxidado que hacía la puerta del baño al ser abierta. Se puso en guardia de inmediato, colocandose sobre sus pies.

Cuando Harry levantó la vista se encontró no solo con Myrtle mirandolo atentamente, sino tambien con Draco, parado a su lado y con la varita en mano.

El estómago le dio un vuelco y se quedo estático. Habían pasado diez días desde que Draco había salido de los efectos de la posición y cinco desde aquel día en el que había perdido los estribos cuando McLaggen había llamado maricón a Draco y este último le había dicho que todo era su culpa. Pero gracias a los días siguientes a ese incidente, Harry había descubierto que había algo peor que recibir su odio, y eso era no recibir absolutamente nada de su parte.

Draco había estado actuando como si nada hubiera ocurrido, como si él no existiera. Y Harry no podía evitar que le afectara, más aún sabiendo que Draco ya debía de recordar algo de lo que habían tenido.

—Potter —lo llamó Draco, mirándolo con cautela—, ¿qué haces aquí?

—Yo... —Harry no pensaba decirle ni de chiste que hablaba de él con un fantasma.

Viendo que no iba a obtener respuesta, se dirigió hacia Myrtle.

—¿Qué hace él aquí?

—¡No lo sé! —se apresuró a excusarse ella—. Juro que no le dije nada.

¿Decirme qué?, iba a preguntar Harry, pero entonces lo comprendió. Draco tambien iba a visitar a Myrtle. No quería pensar en que todo aquello sobre la poción lo estuviera afectando tanto como para volver a buscar consuelo en ella.

Draco dirigió sus ojos grises hacia él. Era imposible saber lo que pensaba o sentía, había vuelto a levantar el muro a su alrededor. Caminó hacia él, había bajado la varita pero no la había guardado.

—¿Qué pasa, Potter? —inquirió Draco, con una sonrisa que le hizo recordar a Harry a la de su sueño—. ¿Otra vez sospechas de mí? ¿Piensas que planeo algo en contra de todos aquéllos idiotas que te empeñas en proteger?

Harry tragó saliva, había tantas cosas que quería decirle. Era lo más cerca que lo tenía desde lo que parecían años, y aún así sentía que estaban más lejos de lo que nunca habían estado.

—No es nada de eso —murmuró, desviando la mirada—. No sabía que estabas aquí.

Draco frunció el ceño, sintiéndose molesto de repente. Esa no era la reacción que esperaba, se supone que tenía que responder a su empuje, insultarlo, incluso aceptaría hasta otro Sectumsempra, cualquier cosa menos ese silencio incómodo donde ni siquiera podían mirarse a las caras. Entre ellos nunca había sido de ese modo.

—¿Ah, no? —Draco alzó una ceja desdeñosa, presionando más—. Pues es mejor que uno de los dos se vaya entonces, alguien podría vernos y se correría el rumor de que estoy volviendo a acosarte.

Harry lo miró, algo se retorció en su interior por el modo ajeno en que lo miraba. Quería decirle que él lo había negado todo, que no le había dicho a nadie lo que había pasado entre ellos esa semana. Pero algo le decía que Draco ya sabía eso y no le importaba.

—Si, claro, lo siento —carraspeó Harry, volviendo sobre sus pasos, sin percatarse en la incrédula expresión del rubio—. Adiós.

Draco sintió un potente impulso de detenerlo, de decirle que solo estaba molestándolo, no le estaba echando en cara nada. Pero aquella voz, que había sido su consejera desde que comenzó el año, hizo acto de presencia.

No hagas nada estúpido, sólo déjalo pasar.

Y así lo hizo. Se quedó allí, de pie, viendo con impotencia como Harry desaparecía por la puerta. El silencio que siguió al chirrido oxidado se le antojo insoportable. Suspirando, apoyó su espalda contra la puerta cerrada.

—Mierda —farfulló, golpeando su cabeza, frustrado.

Escuchó a alguien aclararse la garganta. Myrtle estaba flotando frente a él, de brazos cruzados y mirándolo con cierto reproche.

—Tú no digas nada —gruñó Draco.

Myrtle lo miró ofendida, con los ojos fantasmales abarrotados en lágrimas. Al segundo se dio la vuelta, dejando el eco de sus sollozos y de el "¡Insensible!" que le había gritado antes de desaparecer por el retrete.

Eso no ayudó a Draco a sentirse mejor.


Era sábado por la mañana, y los alumnos de Hogwarts desayunaban entre ansiosos y animados por el partido entre Hufflepuff y Gryffindor que se efectuaría después.

Harry estaba siendo incitado de manera insistente por Hermione para que comiera, ya que iba a necesitar todas sus energías para el juego. Pero era más que obvio que no era el mejor día para el buscador. Las ojeras asentadas bajos sus ojos eran un claro indicio de que no había pasado buena noche, aunque sus amigos habían notado que había estado bastante desanimado los últimos días.

O de un humor peligroso en ocasiones, contando la vez en que se había enfurecido con McLaggen cuando se fue de lengua con el asunto de Malfoy. Ni hablar de la vez en el pasillo que se cruzó con Parkinson y levantó su varita, dispuesto a atacarla, sin razón aparente. Por suerte Hermione lo había detenido, alarmada.

Estas actitudes, sospechosas para algunos, eran bastantes claras para Ron, Hermione y Ginny.

Harry levantó la vista hacia la mesa Slytherin, ese día Draco tampoco había bajado a comer. Con una punzada, recordó la escena en el baño ocurrida hace unas horas. Desesperanzador, era las palabra para describir el encuentro. Después de tantos días en que ni siquiera se hablaron y lo único que Draco había hecho era sugerir que se fuera y lo dejara solo.

¿Qué esperabas?, se reprocho a sí mismo. Era obvio que el interés de Draco hacia él desaparecería ni bien se acabara el efecto de la poción.

Hermione le dio un codazo para que siguiera desayunando y Harry se dijo a sí mismo que no pensaría en Draco ese día. Tenían un partido que ganar, ya se dejaria aplastar por el rechazo en la noche.

El desayuno terminó, y Harry reunio a su equipo en los vestuarios para repasar las advertencias y estrategias de siempre antes de cada partido.

—Vamos, Harry —lo animó la pelirroja, a minutos de salir a la cancha—. Pateemos el trasero de Smith.

Harry asintió, forzando una sonrisa. Cuando los jugadores de ambos equipos se elevaron en sus escobas y el partido comenzó, Harry se dijo que no podía haber tenido un equipo mejor. Katie, Demelza y Ginny, eran veloces, esquivas y acertadas. Ritchie y Jimmy no sólo habían mejorado, sino que hasta podían llegar a igualarse con los gemelos Weasley en su época, ya que sabían entenderse entre ellos y tenían muy buena puntería. A pesar de que Jimmy le había dado a Harry con una bludger en más de una ocasión, pero el capitán sabía que ambas habían sido sin querer. Y por último, pero no menos importante, Ron, quien después de todo lo que habían pasado ya nadie podía derribar la confianza en sí mismo, ni con todas las canciones burlescas que los Slytherin pudieran inventar.

Por eso mismo sentía que les debía lo mejor de sí, así que cuando vio aquel destello dorado a unos veinte metros de distancia, no dudó en cruzar el campo a todo lo que su Saeta de Fuego daba. El buscador de Hufflepuff tambien la había visto, pero no fue lo suficientemente rápido y se encontraba a unos metros detrás de Harry, quien iba decidido y encaminado cuando vio otro destello dorado por el rabillo del ojo.

Allí, bajo las gradas donde los Slytherin se agrupaban, le pareció ver el rostro afilado de Draco. Observándolo. ¿Había decidido salir de su aislamiento para ver su partido?

—¡Harry! —le gritó Ginny, obligándolo a volver a la realidad.

Este volvió la vista al frente, notando que el buscador de Hufflepuff lo había igualado, incluso adelantado, en camino a la snitch. Se inclinó hacia adelante, desesperado por llegar primero. Si perdían el partido por su culpa su equipo no se lo iba a perdonar tan fácil.

Vio con angustia como los dedos de su contrario se estiraron hacia la snitch. En un acto de pura valentía y estupidez Gryffindor, Harry se lanzó hacia adelante, de manera que solo se sujetaba de la escoba por las piernas.

La multitud gritó, Harry no supo si fue porque había logrado arrebatarle la snitch al Hufflepuff o porque estaba descendiendo en picada hacia el suelo. Aquella duda dejó de importarle cuando sintió el dolor impactando en todos sus huesos.

La nieve no amortigua para nada, pensó Harry, antes de que todo se volviera negro a su alrededor.


Cuando Harry despertó en la enfermería, tal como en los viejos tiempos, se encontró con que sus amigos no estaban muy contentos a pesar de haber salido victoriosos. En especial Hermione, que le gritó lo irresponsable y peligroso que había sido de su parte arriesgarse así. La señora Pomfrey tuvo piedad de él y les dijo que era hora de irse ya que Harry necesitaba descansar.

Una vez sus amigos se fueron, Harry se recostó en la cama con un suspiro. ¿En realidad había visto a Draco o solo estaba comenzando a obsesionarse de nuevo? De todas maneras, ninguno de sus amigos mencionó nada al respecto, al parecer no lo habían notado. Aunque algo en la mirada que Ginny le dió antes de abandonar la enfermería le dejó la duda.

—A veces me pregunto si eso que tienes son instintos suicidas o si solo eres idiota.

Harry levantó la vista cuando escucho aquella voz. Su corazón se saltó a un latido al ver la figura que se colaba por las cortinas que separaban las camas.

—Draco... —musitó Harry, arrepintiéndose al instante.

El aludido, que estaba cruzado de brazos, se vio un poco descolocado al ser llamado por su nombre por él. Pero se recompuso.

—Potter —dijo a modo de saludo.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Harry extrañado mientras se incorporaba, el horario de visitas ya había acabado—. ¿Cómo entraste?

Draco caminó hacia él, y para sorpresa de Harry tomó asiento en la silla junto a su cama. Sintió la piel de su cuerpo erizarse ante su cercanía.

—No eres el único que tiene sus trucos, ¿sabes? —dijo él, mirándolo directo a los ojos. Harry entendió el mensaje oculto entre sus palabras, pero no era algo que lo sorprendiera del todo.

—¿A qué viniste? —preguntó Harry de nuevo.

—Tú y yo nos debemos una charla hace tiempo —dijo Draco, reclinándose elegantemente en la incómoda silla, su rostro era una máscara imperturbable—. Es hora de que la tengamos de una buena vez.

A Harry no le gustó como se oía eso. Sonaba a cierre, a una despedida definitiva. No quería tener esa charla.

—No tenemos nada de qué hablar —dijo, de manera hosca—. Así que si no te importa...

—Lo recuerdo todo.

Harry se quedó estático, no porque le sorprendiera sino porque le asustaba lo próximo que fuera a salir de su boca. Visto que no pensaba hablar, Draco continuó:

—Antes de ayer pude completar las partes de lo que pasó el día en que Pansy me dio la poción, cuando me desmaye y lo primero que vi cuando recupere la conciencia fue a ti, que fue cuando todo comenzó —La voz de Draco era uniforme, como si estuviera exponiendo uno de los ensayos de Historia de la Magia del profesor Binns—. ¿Sabías que había sido Pansy?

—Si, fue el mismo día que me entere de todo —dijo Harry, rememorando las palabras de Ron, la furia que lo había embargado cuando se enteró de lo que ella había hecho—. En serio detesto a tu amiga.

—No es mi amiga —aclaró. Harry sintió su estómago hundirse un poco, ¿no habían regresado o si?—. No es nada mío.

—Lo siento —le dijo, a pesar de que no lo sentía.

Draco hizo un gesto con los hombros.

—No vine a hablar de ella —aclaró, haciendo que los nervios de Harry volvieran a tensarse, mientras continuaba como si nada—. Los primeros días de mi "enamoramiento" hacia ti fueron los que más tardaron en llegar. Pero, extrañamente, los últimos no fueron tan difíciles. Los recordé con mayor claridad y rapidez, ¿sabes?

Harry se quedó viendo a Draco, quien se había quedado callado, como si esperaba que él dijera algo. Al ver que no obtenía respuesta, Draco resopló hastiado.

—No entiendo como siendo tan obtuso lograste salvar al mundo, Potter —dijo Draco, con la misma saña con la que le habló en el baño—. ¿Acaso no vas a decir nada?

—¿Qué quieres que te diga, Malfoy? —replicó con molestia, no sabía a dónde quería llegar con todo aquello—. Yo no busqué nada de esto.

—¿Y tú crees que yo sí? —inquirió Draco, despegando la espalda del asiento. Un brillo furioso en sus ojos—. ¿Crees que quería ganarme la fama de ser tu perrito faldero?

Harry no pudo hacer nada para que las palabras de Draco no lo golpearan.

—No fue así —dijo Harry, desviando la mirada hacia sus propias manos—. Tú no fuiste eso, no fue así lo que nosotros... —Se calló, dándose cuenta que se estaba exponiendo demasiado ante él.

Aunque ¿no lo había hecho ya? Draco lo recordaba todo, seguramente se había dado cuenta por como actuó Harry de sus sentimientos hacia él. Lo fácil que había caído, después de todo había logrado conquistarlo en menos de una semana. Abochornado, se tapó la cara con las manos.

—Por Merlín, sólo vete —le pidió, quería estar en solo con su miseria.

—Después de estos días de mierda, vengo a visitarte y ¿lo único que me dices es que me vaya? —Su tono de voz demostraba su indignación, que creció al verse ignorado—. ¡Mírame, maldita sea!

Y Harry lo miró, tenía la mandíbula apretada y algo en los ojos que alarmó a Draco.

—¿Qué diablos quieres de mí?—inquirió Harry con voz estrangulada—. ¿Quieres una maldita disculpa? ¡Pues lo siento, ¿de acuerdo?! Lamento que hayas tenido que pasar por todo aquello conmigo, pero yo tampoco quería que las cosas acabaran así.

Un silencio siguió a los gritos de Harry, quien estaba agitado, furioso y desecho. Draco lo observó como si fuera un espécimen extraño.

—No puedo creerlo —dijo, casi para sí mismo.

—¿Qué cosa? —inquirió con brusquedad el otro.

—Que nos besáramos —respondió Draco—. Que te besara.

Draco bien podría haber retorcido todos sus intestinos con sus propias manos y habría dolido lo mismo. Harry se dijo que no debía sorprenderse, pocas habían sido las veces en las que Malfoy se había resistido a burlarse de él. Y esta, era la oportunidad perfecta.

—No parecías tan disgustado entonces —susurró Harry, una pequeña parte de él se resistía a dejarse vencer tan fácil.

—Lógicamente —dijo Draco, inclinándose hacia adelante en su asiento, sus ojos fríos como el metal—. Podría haber besado a la misma Umbridge y me habría gustado, son los efectos de una poción de amor, Potter —explicó, con una sonrisa ladeándose en su boca.

Harry no aguanto ver aquella expresión, así que miró hacia otro lado, tratando de empujar el nudo de su garganta hacia abajo.

—Vete, Malfoy.

—¿Por qué?

Él cerró los ojos, tratando de mantener la calma. No podía desbordarse ahí, no frente a Draco.

—No te quiero aquí.

—¿Estás seguro?

Harry volteo a mirarlo, no solo porque la pregunta vino en un murmullo apenas audible sino porque sintió esa pregunta ser soplada en su mejilla. Su pulso sufrió una aceleración cuando fue consciente de su cercanía, solo unos centímetros los separaban.

—¿Qué estás...?

Se calló cuando un estremecimiento lo recorrió al sentir los dedos de Draco tomándolo del mentón. Harry no entendía lo que estaba haciendo, tal vez solo buscaba pisotear un poco más lo que había quedado intacto... De todas maneras, daba igual. No tenía las fuerzas para detenerlo.

—Sólo quiero comprobar algo —dijo Draco, un instante antes de presionar su boca con la suya.

La mente de Harry se nubló, y lo único que atinó a hacer fue responder. Podía sentir el aroma de la colonia de Draco, sus cabellos rubios que le hacían cosquillas cuando se inclinaba hacia adelante para profundizar el beso, su propio corazón amenazando con inflamarse y presionar contra sus propias costillas. La lengua de Draco se coló dentro y Harry emitió un suspiro, abandonándose al jugueteo doloroso y placentero que la boca de él le proporcionaba.

La mano de Draco serpenteo por su cuello hacia su nuca, sus dedos fríos presionando y atrayéndolo más hacia sí. En el fondo aquella voz razonable le dijo que se detuviera, pero entonces Harry enredó su manos en su cabello con firmeza y Draco mandó a callar a la voz.

Quién sabe cuánto habrían seguido así, si no hubiera sido porque en un mal movimiento, Draco presiono en un lugar que todavía seguia sensible por el golpe que Harry se había dado, haciendo que este se quejara.

—Lo siento —dijo Draco, agitado, quitando la mano que había rozado sus costillas. Harry negó con la cabeza, una de sus manos se aferraba a la camisa del rubio todavía—. Joder, Potter, vaya caída la tuya. ¿Es que en serio te crees inmortal o qué?

Draco lo miró ceñudo, Harry todavía estaba un poco aturdido.

—¿A qué vino eso?

La sonrisa apareció de nuevo en el rostro de Draco.

—Ya te dije, quería comprobar algo.

Harry lo soltó de inmediato, sintiendo como algo en su pecho comenzaba a desinflarse. Draco retuvo su mano.

—No me mires así —le dijo—. ¿No vas a preguntarme a qué resultado llegué?

—¿A qué estás jugando, Malfoy? —preguntó Harry, queriendo tomar distancia pero Draco seguía sin soltarlo.

Draco rodó los ojos.

—A nada, Harry. Ahora no hagas más difícil las cosas y hazme la maldita pregunta.

No sabía si era porque lo llamó por su nombre otra vez, o por lo insistente de su mirada, pero Harry cedió a su pedido, esperando no lamentarlo después.

—¿A qué resultado llegaste? —dijo, mirándolo con recelo.

Draco soltó el aire contenido y la mano de Harry, quien lo miró expectante mientras se ponía de pie.

—A que tú y yo deberíamos tomar una cerveza de mantequilla la próxima visita a Hogsmeade —dijo Draco, con una sonrisa ladina mientras se sentaba en la cama y se inclinaba hacia Harry—. Pero esta vez sin ninguna maldita poción de por medio. ¿Te parece?

El aire que se había estancado en los pulmones de Harry se soltó, al igual que una risita que no sabía si era de nervios o de alivio.

—¿Me estás invitando a una cita, Malfoy? —le cuestionó.

Draco resopló.

—Es obvio, Potter. ¿Necesitas que te mande una lechuza para captar el mensaje?

Harry se rió, negando con la cabeza.

—¿Era necesario tanto maldito suspenso? —le preguntó, levantando la cabeza hacia arriba, un palmo lo separaba de la boca de aquel desgraciado cruel—. No sabía que te gustaba tanto el drama.

—Y yo no sabía que a ti te gustaba lanzarte de tu escoba directo al vacío —contraatacó Draco—. Dime quién está peor.

Sonriendo, estiró la mano, tomando entre sus dedos la corbata verde y plateada. Aquella sensación tibia calentando su pecho de nuevo. Hasta ese momento no se dio cuenta de cuánto lo había extrañado.

—Eso significa que nosotros...

—Potter —lo interrumpió—. Ahorrémonos las cursilerías, ¿de acuerdo? No es mi estilo.

—¿Ah, no? —Harry levantó ambas cejas—. ¿Y cuál es tu estilo entonces?

Una lasciva sonrisa cruzó el rostro de Draco, antes de que este se acercara más a él. Harry cerró los ojos, esperando otro beso, pero en su lugar dio un respingo cuando sintió una mano ajena deslizándose por su estómago hacia abajo.

—Este —dijo Draco en su oído, mordiendo delicadamente su lóbulo.

Harry exhaló pesado cuando aquella mano bajó más, sentía unos cosquilleos voraces mucho más fuertes de los que había sentido alguna vez. Draco presionó su mano y un sonido se escapó de lo profundo de la garganta de Harry.

—Draco, espera... —jadeó.

—Shh, no me interrumpas —dijo Draco, su aliento chocando contra su oído—. Estoy tratando de impresionarte.

No pudo evitar reírse nerviosamente, ni que su risa se transformara en un gemido cuando los fríos dedos de Draco volvieron a deslizarse y a envolverlo. Comenzando a sentir hormigueos hasta en la punta de los dedos, Harry apoyó su cabeza en el hombro del rubio. Pensó que lo de la snitch y lo del kelpie no habían estado nada mal, pero eso que estaba haciendo era mil veces más impresionante.

—Te meteras en problemas... —dijo Harry, como pudo—. Podrían... vernos...

Draco se detuvo.

Eso es cierto, susurró aquella voz molesta en la cabeza de Draco. Ese chico solo te traerá complicaciones, solo tienes que mantenerlo lejos un par de meses más y después no tendrás que volver a verlo.

Pero ahí estaba el problema; no lo quería lejos. Había luchado contra eso por días, pero ya no podía negarlo más. Quería intentarlo, aún sabiendo que era difícil y que seguramente no se merecía lo que Harry le ofrecía. Quería revivir todo de nuevo sin ningún tipo de intervención mágica entre ellos y comprobar que se seguía sintiendo igual de bien a como lo recordaba. Cosa que según había podido probar, así era, incluso mejor a lo que se visualizaba por las noches.

Eres un idiota, repitió por doceava vez la voz fría de su padre en su cabeza. Pero lo ignoró, ¿y qué si lo era?

—No me importa —respondió Draco finalmente, depositando un suave beso sobre su boca entreabierta.

La preocupación que se había instalado en Harry al verlo tan ido por un momento se diluyó con la misma facilidad que apareció. Los labios de Draco se movieron lenta y tiernamente, acompañando a el movimiento de su mano.

Y después dice que no le van las cursilerias, pensó Harry aferrándose a su coherencia y sonriendo por dentro. Sintiendo de nuevo, esa sensación de vértigo y paz que solo Draco podía darle.

Finite


Así que ya está, mi primer fic terminado. La verdad que tenía muchas dudas de terminarlo así, ya que Draco, más allá de sus sentimientos hacia Harry, tenía muchos motivos para elegir alejarse, y había muchos motivos para que todo termine para la cola.

Pero creo que me voy a reservar ese final dramático para más adelante. Lo que quise en ese capítulo fue remarcar el contraste entre el Draco bajo el efecto de una poción de amor y y el Draco de siempre, por así decirlo. Espero haberlo logrado.

Gracias de nuevo por el apoyo y por cada uno de los comentarios, espero que les haya gustado. Si fue así como si no, me gustaria que me dejen su opinion. Si les gusta más el Draco "enamorado" o esté (a mi me gustan los dos), si piensan que estos dos tienen mucho futuro después de todo. En fin, de lo que quieran.

Me despido, ojala nos volvamos a leer en algún futuro fic que escriba.

Muchos besos y ranas de chocolate, nos estamos leyendo ;)