Hola a todos,

Quiero aclarar que esta historia es la secuela del fanfic En Renta que publiqué con anterioridad. De igual manera es una traducción del original "Delivery" que se encuentra en el sitio web de su maravillosa autora Lena: www(punto)ainokusabi(punto)net(/)fanfiction(/)delivery(punto)html , a quien le agradezco profundamente por dejarme traducir sus historias :)

La imagen utilizada para el cover pertenece a Lenge.


LA ENTREGA

Autora: Lena

Traducción: Kumiko Tsukishiro

PRÓLOGO

El hombre frente a Young lo veía con desconfianza por debajo del ala de su sombrero.

"¿Qué se supone que es eso?"

Era joven. Veinticinco años a lo mucho. A pesar de que la habitación estaba oscura, Wong pudo notar que era apuesto. Aunque no pudo distinguir el color de su cabello ya que el sombrero lo ocultaba en una sombra aún más profunda.

"¿Qué quieres decir con eso?" preguntó Wong.

Los ojos del comerciante se estrecharon. "No te hagas el tonto conmigo. ¿Crees que no distingo entre lo bueno y la mierda? ¿Piensas que comerciaría con chips de computadora sin conocerlos?"

Los compinches del hombre se tensaron a su espalda y llevaron las manos a las fundas atadas en sus cinturones.

Wong mantuvo la mirada impasible, todavía viendo al hombre. Y al notar su mirada dura e intransigente se dio cuenta que no tenía caso seguir discutiendo. Con una mano cerró el maletín del dinero. La otra se movió casi imperceptiblemente. Pero fue suficiente para que sus hombres lo notaran.

El fuego láser irrumpió en el espacio de un momento a otro y vio que los guardaespaldas del comerciante caían al momento. De repente la mesa entre él y el hombre voló por el aire y él aterrizó en el suelo, mientras una lluvia de chips falsos caía a su alrededor. Hubo más disparos y un ruido sordo detrás de él. Luchó histéricamente con la mesa que lo mantenía presionado contra el suelo, intentando sacar su arma. Las imágenes pasaban frente a sus ojos en cámara rápida. Las colas de la gabardina volaban mientras el joven comerciante giraba. Una pesada bota de cuero negro voló en un amplio círculo y conectó con la mandíbula de Leon. Leon cayó. Finalmente logró tomar su arma, pero el comerciante ya le estaba apuntando con mirada amenazadora.

"Inténtalo y estaré muy feliz de abrirte un hoyo en la cabeza."

Maldición, el tipo estaba furioso. Wong no dudó ni por un instante que no lo haría. Bajó el arma lentamente, con mano temblorosa, y la arrojó. El hombre se veía decepcionado.

"Quédate así y no te muevas," le ordenó.

Wong no pensaba moverse. Echó un rápido vistazo por encima del hombro y no le sorprendió encontrar a Kim tirado en el piso, con una mancha de sangre creciendo lentamente en su pecho. Ese bastardo….

Con el arma todavía apuntando en dirección a Wong, el 'bastardo' miró rápidamente a sus hombres y se acercó al maletín del dinero, que había caído al suelo junto a la mesa. Lo levantó y después de un pensarlo brevemente, se dirigió a zancadas a la valija de Wong. Algunos chips seguían dentro y con una barrida del brazo recogió más de los que estaban dispersos alrededor. Cogió los dos maletines en una mano, se enderezó y se encontró con la mirada de Wong.

"En verdad debería matarte," siseó. Su voz era fría y llena de rabia contenida.

Avellana, notó de pronto Wong, sin sentido. El color de cabello del hombre era avellana. El sombrero debió caérsele durante la pelea. Avellana, algo corto, cayendo por su cabeza en mechones ligeramente desordenados. Dándole un aire aún más infantil. Wong se dio cuenta que el chico no tenía veinticinco. No tenía más de veintiuno o veintidós.

Sin decir nada más, el joven se dio media vuelta y se fue, dejando a Wong con tres cadáveres, un bruto inconsciente y chips falsos desbalagados en el suelo de la habitación.

Mientras caminaba por el pasillo sucio y decadente, el hombre sacó el celular del bolsillo y pulsó un número. Le contestaron después de un momento.

"Diga," dijo la voz de un hombre al otro lado del teléfono.

"Katze, soy Daryl. Hubo problemas. Grandes problemas. La mercancía era falsa. Mike y Jet están muertos."

Por un momento solo hubo silencio.

"¡Mierda!"

"Sí, mierda."

"¿Estás bien?"

"Sí, y todavía tengo el dinero."

"Excelente. ¿Qué hay de esos hombres?"

"Uno está muerto. El otro estará fuera de juego por un rato. Me estoy yendo justo ahora. Te vuelvo a llamar cuando esté mi departamento."

"Muy bien. Estaré esperando."

Con eso terminó la comunicación. Daryl volvió a meter el móvil a su bolsillo, empujó la puerta y salió. Ahí, en la sombra del edificio, esperaban tres motocicletas. Acomodó ambos maletines en el costado de una de ellas, saltó al asiento y se alejó a toda velocidad.


CAPÍTULO 1

Los ojos del viejo estaban apagados y gruesas gotas de sudor escurrían por sus sienes, en una clara señal de que la droga había empezado a dar resultados. Mane se recargó en el gabinete y se envolvió el cuerpo con los brazos, observando a su rehén con una ligera sonrisa.

"Querías poner fin a tu miseria antes de que te encontráramos, ¿eh?" Miró las muñecas del hombre. Por ahora ya se encontraban envueltas en vendas. Afortunadamente, él y Junior lo habían encontrado a tiempo.

"Pero no te preocupes," añadió Junior, inclinándose sobre el hombre. "Te ayudaremos con eso después de que nos digas lo que queremos saber." Miró por encima del hombro y se encontró con la mirada de Mane, sonriendo. "Creo que ya tiene ganas de hablar." Volvió a voltearse hacia el hombre y lo sacudió violentamente. "¿No es así?"

El doc movió la cabeza para asentir, el movimiento desgarbado provocó la risa maniaca de Junior.

"Dinos, ¿eres un viejo loco al que le gusta arrastrar jovencitos a su cama?"

La cabeza se sacudió sin emoción. Los ojos permanecían apagados. Junior rio otra vez.

"Me fascina el efecto que esta cosa tiene en la gente. Son como marionetas en tus manos."

Mane hizo una mueca. Claro. Como si Junior hubiera visto antes los efectos del suero de la verdad.

"Déjalo ya, chico," regañó al joven. "No estamos aquí para jugar." E ignorando el gruñido ofendido de Junior, movió la vista al científico. "Ahora, te haremos unas preguntas y tú vas a darnos respuestas. ¿Entendido?"

Asintió con la cabeza.

Media hora más tarde, el cuerpo inerte se enfriaba lentamente en la silla. Ni siquiera tuvieron que terminarlo, había muerto por la pérdida de sangre combinada con la droga. Pero antes les había dicho todo lo que necesitaban saber. Mane barrió con la mirada el nada impresionante equipo del laboratorio, marcó un número en su móvil y esperó un momento.

"Soy yo," dijo cuando cogieron el auricular del otro lado. "Sí, sabemos todo. El viejo bastardo pudo deshacerse de ello, tal como pensamos. Pero sabemos dónde está." Rio al teléfono. "Y jefe… no vas a creerlo."


Raoul estaba usando su cuerpo. Empujones lentos y acompasados, acompañados por el tranquilo rechinido del colchón lo mecían lánguidamente en la cama.

Raoul lo estaba besando. El beso era delicado, suave, no muy profundo, un tanto vacilante. Katze abrió los labios, dándole acceso y hasta regresando las caricias, pero nunca intentando profundizarlas.

Jugaba distraídamente con el cabello del Blondie. Recogido en su espalda. Trenzado. Destrenzado.

El beso se alargó, las embestidas continuaron, y finalmente Raoul se levantó apoyándose en sus brazos e inhaló profundamente mientras su cuerpo se contraía en un espasmo orgásmico. Lo embistió unas veces más y luego cayó sobre el comerciante.

Era su rutina. No muy emocionante, si le preguntaran a Katze, pero tampoco era tan mala. No había cambiado mucho con el paso de los meses, pero no se quejaba. Después de todo, no podía obtener mucho más del sexo, ¿no?

Acarició la espalda del Blondie y sintió la sonrisa del elite en su mejilla.

"Gracias," dijo Raoul.

"De nada," contestó Katze.

Eso también era parte de la rutina.


Nyccos, Estación de policía, unos días después.

El dispositivo emitió un pitido, anunciando que había terminado de escanear. El oficial le soltó la mano y levantó la vista.

"La otra," dijo con tono llano.

"Esta es una prótesis," observó Guy, pero de todas formas le tendió la mano al hombre.

El oficial enarcó las cejas, sin emoción. "¿Mecánica u orgánica?"

"Mitad y mitad. No podía pagar una reconstrucción completa."

El policía tecleó algo y volvió a levantar la vista.

"Pero la piel es orgánica, ¿cierto?" Guy asintió con la cabeza. "Y no piensas perder ese brazo en el corto plazo, ¿no?" Guy negó con la cabeza. "Entonces no hay problema si tomo tus huellas." Y habiendo dicho eso, puso la palma de Guy en el escáner.

"¿No piensas decirme cuáles son los cargos?" preguntó el mestizo, observando la delgada línea de luz azul deslizarse por sus dedos.

"Ya se te dijo," el oficial se encogió de hombros, el escáner pitó otra vez, y le soltó la mano. "Estabas guardando sustancias ilegales en tu departamento. Obviamente adquiridas de fuentes ilegales."

Guy apretó los dientes, reprimiendo el deseo de ponerse de pie y estampar un puño en el escritorio. Esta situación empezaba a ponerlo nervioso. ¿¡De qué demonios se trataba todo eso!?

"¡Vamos, hombre!" exclamó. "¡No me vengas de nuevo con esa mierda!"

"¿Dices que no tenías alcohol y alucinógenos ilegales en tu apartamento?" el tono llano nunca dejó la voz del oficial.

"¡Pues claro que los tenía! Pero esa no es la verdadera razón, maldición. ¿Quién no tiene esas cosas hoy día?"

Se calló de repente, dándose cuenta de lo estúpidas que fueron sus palabras. ¡Bien hecho, genio! No solo acabas de declararte culpable, sino que también acusaste a los otros. Y todo frente a cámaras y micrófonos. No es que eso significara mucho…

El hombre solo le dedicó una mirada ausente. Guy agachó la vista, y se dio cuenta que después de todo sí se había levantado. ¡Mierda! Y él que se había prometido trabajar en su autocontrol. Resignado, se dejó caer en la silla. El oficial le dirigió una sonrisa fría y profesional.

"Ahora, escaneo de retinas."

Guy suspiró, y una sensación desagradable empezó a crecer en su pecho. Algo en esta examinación lo preocupaba sobremanera. No era algo en particular. Más bien era… la examinación en sí.


Los datos habían sido recolectados y catalogados. Y después, automáticamente, enviados a Júpiter. Era el protocolo normal ya que, en su afán por tener el control absoluto, no solo mantenía sus poderosos dedos en el pulso de la red, sino que también monitoreaba todos los registros importantes del planeta.

Cuando le llegaron los datos, los módulos que constituían una parte de su ser empezaron un análisis automático sin conectarse a su mente consciente. Y encontraron una irregularidad.

Cinco meses antes, después de la muerte del hijo predilecto de Júpiter, se había llevado a cabo una investigación. Se ubicó e interrogó a los testigos. La evidencia circunstancial corroboró su testimonio. Fue sencillo descubrir la identidad del culpable. Era un mestizo llamado Guy. Pero era imposible capturar y castigar al malhechor, ya que, desafortunadamente, había muerto. O eso fue lo que se afirmó.

Los habitantes de Ceres no eran ciudadanos, pero eso no significaba que no estuvieran registrados. Júpiter nunca permitiría que una parte tan importante y rebelde de su ciudad escapara de su control. Todos los mestizos eran criados en Guardian, en Ceres. Y los supervisores de Guardian estaban obligados a recolectar los datos específicos de cada uno de sus protegidos. Descripciones básicas como color de ojos y cabello, escaneo de manos y retinas, hasta el código genético – todo esto podía hallarse en el archivo personal de cada pupilo de Guardian. En el momento en que Júpiter supo quién era el culpable, todos sus datos estuvieron disponibles inmediatamente en su mente.

Y lo odiaba. Lo adiaba hasta lo más profundo de su esencia. Lamentaba profundamente que hubiera muerto, escapando así a su venganza personal. Destruirlo le habría dado la mayor de las satisfacciones.

Pero ahora los módulos que procesaban los datos entrantes encontraron que los registros policiales de cierto detenido en Nyccos encajaban a la perfección con el perfil de aquel que asesinó a su hijo favorito.

El hallazgo fue transferido inmediatamente a su mente consciente, y conscientemente revisó los datos una vez más. Después de un nanosegundo estaba segura – el hombre arrestado en Nyccos era el mismo que había asesinado a su hijo. Y estaba vivo.

El descubrimiento la enfureció.


Raoul se sentó y echó un vistazo la copa de vino en la mesita frente a él. La típica recepción. Tal vez ella imaginaba que cualquiera que ocupara ese lugar tendría la garganta seca y las palmas sudorosas del miedo, pensó con sarcasmo el Blondie. Levantó la vista hacia ella. Sus ojos brillantes y metálicos penetraron directamente en él.

"Me llamaste," dijo.

'Sí,' contestó la voz en su cabeza.

"¿Hay algún problema?"

'Sí,' la palabra fue casi un susurro. 'Acabo de descubrir que alguien nos ha mentido, Raoul.'

Raoul enarcó las cejas para demostrar su interés. Ella continuó hablando en su mente, y mientras lo hacía, su rostro se volvía más y más tenso. Para cuando hubo terminado, no quedaba en él más que ira.

¡Ese bastardo! – el pensamiento involuntario cruzó por su mente.

'¿Quién es el bastardo?'

Se tensó, dándose cuenta que había bajado su guardia mental. Las reconstruyó inmediatamente.

'Lo siento. No quise ser invasiva.'

"Está bien, fue mi culpa," inclinó la cabeza cortésmente. "Yo solo… lo que dijiste me tomó por sorpresa. Y me refería al mestizo, al asesino de Iason. ¿Cómo se las ingenió ese bastardo para escapar?"

La hermosa máscara que formaba su rostro cambió de manera casi imperceptible, asumiendo una expresión gentil, casi afectiva, y Raoul suspiró aliviado al ver que había creído su mentira.

'Eso, mi querido hijo, es lo que tendremos que averiguar,' dijo.

Cinco minutos después de que dejara el santuario, estaba temblando. Solo deseaba que ella no hubiera notado su agitación. Tomó el elevador y descendió al pequeño estacionamiento en el sótano de la torre. Y solo entonces sacó el móvil del bolsillo y presionó un número.

"Alaya," dijo cuando la voz de su secretario se escuchó en la bocina. "Cancela todas las juntas. No estoy para nadie. Hoy no regresaré a la oficina."

Esperó a que el hombre confirmara la orden y colgó. Llamó al auto y un momento después su limusina estaba sobrevolando la arteria principal de Tanagura, llevándolo directamente a Eos.


Encontró a Katze exactamente donde esperaba. Cuando se escuchó deslizarse la puerta al abrir, el comerciante se giró de la computadora. Sus cejas rojas se enarcaron sorprendidas cuando vio al Blondie.

"Raoul, hola, que…."

A Raoul solo le tomó un segundo llegar hasta él. No intentó reprimirse, lo golpeó con toda su fuerza. El mestizo salió disparado a través de la habitación. Chocó con la pared opuesta y cayó sin fuerzas al suelo. Un delgado rastro de sangre escurría de su labio partido. Y en cuestión de segundos Raoul ya estaba sobre él. Inclinándose, sujetó al comerciante por el cuello de tortuga de su camisa y lo levantó con violencia.

Los ojos de Katze se abrieron desmesurados llenos de terror y sorpresa. "¿Qué…?"

"Cállate y escúchame," siseó el Blondie. "Vengo de una audiencia privada con Júpiter. Y adivina qué me dijo. Acaba de descubrir que cierto mestizo a quien todos creíamos muerto desde hace meses está vivito y coleando – justo ahora en la estación de policía de Nyccos. El nombre del mestizo es Guy, lo recuerdas, ¿no es así? ¿¡no es así, Katze!?"

Katze contuvo la respiración mientras asimilaba la confesión. Raoul lo apretó con más fuerza, presionando sus delgados brazos contra la pared.

"Ahora, no me vengas con que no lo sabías. Estuviste ahí. Viste todo. Tuviste que verlo. ¿De qué diablos se trata todo esto? ¿Por qué mentiste?"

Por un instante el mestizo guardó silencio, mirando fijamente y con los ojos bien abiertos al Blondie. Y de pronto, sus hombros se sacudieron y emitió una risa apenas audible.

"Ese idiota no pudo mantenerse alejado de los problemas…."

Raoul sintió que sus dedos apretaban más la ropa del comerciante mientras otra ola de ira surgía en él. El bastardo ni siquiera lo lamentaba. Ni siquiera se sentía avergonzado… Hasta el último momento había deseado estar en un error. Que por alguna increíble casualidad Katze en realidad no supiera que Guy había sobrevivido. La risa y las palabras mataron brutalmente sus esperanzas, y Raoul no sabía qué lo enfurecía más. El hecho de que sus sospechas hubieran sido ciertas o la arrogancia con que Katze lo confirmaba. Su mano se elevó y se estampó en la mejilla cicatrizada.

"¡Basta! ¿Cómo te atreves a reírte así de mí?"

Esta vez el golpe no fue tan fuerte y sin embargo, Katze se sacudió instantáneamente. Dejó de reír y miró Raoul otra vez, sus ojos extrañamente serios. Al encontrarse con su mirada, el biólogo sintió un amargo nudo en la garganta. Si fuera una simple mentira…

"Maldición, Katze, ¿por qué?" sacudió los brazos del comerciante. "Me has estado mintiendo por cinco meses. ¡Cinco meses! Sin dudar, sin remordimiento. Y estábamos bien juntos, ¿eh? ¿No me respetas lo suficiente? Bueno, puedo intentar entender eso. ¿¡Pero por qué no respetaste a Iason!? Incluso a Riki. Se supone que eras su amigo y los traicionaste. ¡Murieron por culpa de ese maldito imbécil! ¡Y tú lo protegiste!"

A través de la bruma de su ira notó que Katze apretaba la boca, contrayendo los músculos de su angulosa barbilla. Al instante, los ojos del comerciante se endurecieron. Y el miedo en su rostro desapareció.

"¿Qué?" siseó el pelirrojo. "Tal vez quieras castigarme."

Raoul se estremeció, lo absurdo de la idea lo calmó un poco.

"En serio, Katze, ¿desde cuándo los elites se andan con tales idioteces?"

Por un momento los ojos del comerciante le devolvieron la mirada a Raoul, desafiantes.

"Bueno, en ese caso tal vez quieras escucharme antes de llamarme traidor."


Unas cuantas gasas, manchadas con gotas de sangre ya seca, yacían en la mesa frente a Katze. Su labio inferior estaba ligeramente hinchado y le dolió cuando abrió la boca, pero aun así siguió hablando.

"Cuando vino hacia mí empezó a balbucear que Iason seguía adentro. Al principio pensé que estaba delirando. ¿Por qué diablos Iason estaría en ese lugar? Pero seguía insistiendo. Me dijo que cuando entró, los encontró juntos – a Guy inconsciente y malherido, y a Iason furioso. Tenían que correr, el lugar entero parecía que se vendría abajo en cualquier minuto. Riki le suplicó a Iason que no dejara a Guy, y finalmente Iason accedió. En algún momento – ya cuando casi estaban en la entrada – todo empezó a colapsar. Iason empujó a Riki y Guy hacia afuera. Pero él no lo logró. Quedó atrapado, fue probablemente cuando se le cortaron las piernas. Le dijo a Riki que tomara a Guy y salieran de ahí. Y con Guy a mis pies, todo lo que vi, era evidencia de que Riki no estaba delirando." Katze inhaló hondo y se masajeó la frente.

"¿Lo ves? Su prioridad fue salvar a su mascota. Iason Mink, el blondie más importante de Tanagura, se sacrificó por un mestizo. Créeme, el estar ahí, sabiendo que él seguía adentro, aún vivo, tratando de averiguar cuánto tiempo me quedaba, qué tantas posibilidades tenía de sacarlo, sabiendo que entre más estuviera ahí pensando, las posibilidades se reducían… fue el peor horror de mi vida. Habría sido mucho más fácil saber que ya estaba muerto. No habría dudado en arriesgar mi propia vida, pero seamos realistas, habría tenido que llevarme a Riki para que me ayudara. Y seguramente no solo habría fallado en ayudar a Iason sino que también habría conseguido que Riki muriera. Y yo también. Y Guy. Y fue cuando Riki…" tragó saliva, ¿cómo debía decirlo?, "fue cuando Riki me dijo que regresaría con Iason. Y sentí que no tenía derecho a detenerlo. Lo último que me pidió fue que cuidara de Guy."

Katze guardó silencio. Levantó los ojos y miró al hombre frente a él. Raoul estaba sentado inclinado hacia adelante, con los codos apoyados en las rodillas y la barbilla en las manos. Su cara tenía un profundo ceño.

"Júpiter," suspiró.

"Regresó para morir con él, a pesar de que se encontraba completamente a salvo. Decidió morir solo porque no quería que Iason muriera solo…"

Raoul se levantó y caminó a la ventana. Miró a través de ella. Estuvo callado por un largo rato. Y aunque no dijera nada, Katze sabía que se estaba preguntando algo, intentando hallar una respuesta. En vano.

"Pero era tan rebelde todo el tiempo," dijo Raoul después de un rato. "Odiaba lo que Iason le hizo. Odiaba ser una mascota, ¿entonces por qué?"

"Porque, a pesar de todo, creo que lo amaba. Desde el principio tuvieron una atracción física muy fuerte. Y cuando Riki se dio cuenta de lo mucho que Iason había estado haciendo por él… algo debió removerse en su interior."

"¿Aunque Iason lo humillara? ¿Aunque le quitara su libertad?"

Katze no dijo nada – no sabía qué decir. Nunca imaginó que escucharía tales palabras de un blondie.

"Nunca pensé que una mascota sería capaz de hacer tal cosa por su dueño," finalmente el biólogo se apartó de la ventana y se encontró con la mirada de Katze. "Incluso aquellos de la Academia, quienes parecen adorar a sus amos. Detrás de su actitud no hay nada más que una competencia de favores. Y Riki ni quiera lo intentaba."

"Tal vez fue por eso," murmuró Katze. "En fin, eso fue lo que sucedió. Llevé a Guy al hospital. Su estado era crítico. Tuvieron que amputarle el brazo, Iason se lo había destrozado. Cuando lo dieron de alta, le dije que se fuera de Tanagura y que nunca más volviera. Esa fue la última vez que hablamos y no he vuelto a saber de él desde entonces. ¿Ahora entiendes por qué lo protegía? Guy sobrevivió porque fue la última voluntad de los dos. Murieron para que él pudiera vivir. Lo odio, demonios, tal vez tanto como tú. Pero si lo mataba o dejaba que lo mataran, sus muertes habrían sido en vano. No sabía si aceptarías tal explicación, así que decidí no decírtelo. Además, si lo hubieras sabido, Júpiter habría sentido algo. Eso es todo," se encogió de hombros.

Lentamente, Raoul regresó a la mesa y, sin gracia, se sentó en su lugar.

"Ahora ya no importa," dijo con voz cansada. "Ahora ella lo sabe y ya sea que yo acepte o no esta explicación, exige su muerte. Un razonamiento tan sentimental no funcionará con ella. Dio una orden y no importa que, debe ser ejecutada."

Katze suspiró. "Lo sé."

Hubo otro momento de silencio.

"Y soy yo quien se supone debe encargarse de ello," añadió el Blondie.


La celda estaba helada. Las paredes húmedas ni siquiera ofrecían el alivio de recargase en ellas. En vez de eso, le daban escalofríos y le mojaban la ropa. Pero como todo ahí estaba húmedo, eso ya no hacía mucha diferencia. Así que Guy se envolvió en la cobija húmeda y miró hacia la luna a través de las barras de la ventana de su celda, repasando la situación una vez más.

No tenía sentido. Sustancias ilegales obtenidas de fuentes ilegales. Como si los policías no supieran que la mayoría de los habitantes de Dolor compraban y usaban esas sustancias día a día. Como si no lo permitieran. La policía se hacía de la vista gorda con gesto indiferente. Si alguien salía herido, era su responsabilidad. Después de todo, ¿quién se preocupaba por lo que pasaba en Dolor?

A pesar de que Guy nunca había viajado a las demás ciudades, sabía perfectamente que cada pueblo tenía uno – el distrito más pobre, el gueto. Dolor era el gueto de Nyccos. ¿En qué otro lugar habrían podido aceptar a un tipo como él? – lisiado, sin pasado, sin dinero, ni siquiera una identificación. Guy no podía evitar una risa amarga cada que lo pensaba. Aunque hubiera escapado de Tanagura no había podido librarse del gueto. Era su condena, sin importar a dónde fuera.

Lo de la sustancia ilegal era solo un pretexto. Hasta pudo encontrar nuevos amigos – un grupo de tres vagos como él, que vivían juntos y lo invitaron a unirse. Aunque no era como Bison. Su delito más serio era la infortunada sustancia que guardaban en su hogar. La utilizaban como remedio para los malos ratos y la desesperanza del día a día.

Tal vez la situación de Dolor no era tan mala como la de las personas de Ceres, pero tampoco era mejor. Eran ciudadanos y normalmente tenían trabajo, pero eran los más deplorables que se pudieran imaginar – difíciles, mal remunerados y nada satisfactorios. Eran los trabajos que nadie más aceptaría. Los únicos disponibles para ellos. Hasta Guy, que no tenía ID, pudo encontrar empleo – a la gente de Nyccos simplemente no le importaban las identificaciones donde los habitantes del gueto estaban involucrados.

Así que trabajaban durante el día y se arremolinaban en los bares por las noches. Junto a ellos a veces hasta podía disfrutar de sí mismo, olvidar por un momento el dolor y el odio que sentía hacia él. Por fuera vivía la vida de una persona normal; lo que pasaba en su interior no le interesaba a nadie. Pero una cosa sí sabía. No había hecho nada para atraer la atención de los policías de Nyccos.

Solo había una cosa que se le ocurría cuando se devanaba los sesos pensando qué había causado sus problemas actuales. Podía jurar que durante los últimos días alguien lo había estado siguiendo. Dos días antes lo habían atacado – pero logró escapar, dejando a sus atracadores inconscientes en la calle. Estaba casi seguro de que eran las mismas personas que había notado lo seguían. ¿Pero eso qué tenía que ver con encerrarlo ahora? Si haber golpeado a esos idiotas era un problema, ¿por qué los policías no lo habían apresado bajo esos cargos? Y lo más interesante - ¿qué era lo que querían de él?

Cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás, apoyándose en la pared fría. Cualquiera que fuera el problema, algo le decía que no tardaría en averiguarlo… y no iba a gustarle. Y a pesar de eso, no le importaba como debiera. ¿Qué acaso no merecía algún castigo? ¿Qué no debería pagar por lo que hizo? Vivía, arrastrándose de un día a otro, con una carga insoportable en su consciencia. No había podido perdonarse. Y aun así no había podido deshacerse de su ira. Durante todo este tiempo.

Tal vez hasta esperaba que algo sucediera. Algún tipo de culminación. Tal vez eso le brindara alivio…


Katze observaba la colilla de su cigarro que brillaba en la oscuridad. El cálido viento nocturno deslizaba sus dedos descuidados por su cabello. Era una sensación agradable. Disfrutaba estas noches de primavera, a veces pasaba largos minutos parado aquí, recargado en la cornisa, fumando, o simplemente mirando las luces de la ciudad. Ayudaba a relajar su sobrecargado cerebro, le daba otras maneras de pensar.

Como ahora… hacía unos minutos, Raoul le había pedido ayuda con el asunto de Guy. No se lo había ordenado, se lo pidió. A estas alturas Katze había aprendido a discernir los casos en que el Blondie nunca le ordenaría algo de aquellos donde imprimiría su tono autoritario. No podía decir con certeza cuál era la diferencia o cómo es que lo sabía, simplemente lo hacía. Con toda seguridad, su trabajo era un área en la que Raoul nunca se atrevería a forzarlo a nada.

"Necesito a alguien de confianza," dijo el biólogo. "No tengo a nadie así – la mayoría de la gente que conozco son científicos, y no quiero que lo haga algún policía o militar desconocido. Solo escoge a uno de tus hombres. Confías en ellos. Y yo confío en ti. Recibirá las autorizaciones que requiera. Será un trabajo fácil – simplemente traer al mestizo de la estación de Nyccos a Tanagura."

Katze cerró los ojos y suspiró. Raoul confiaba en él. Durante todo este tiempo había estado mintiéndole al Blondie, y él aún confiaba en él….

Cinco meses atrás, durante el interrogatorio, Katze le había dicho a los investigadores una mentirita blanca. Sí, condujo con Riki hasta Dana Bahn. El chico entró para buscar a Guy y de pronto- boom, el lugar entero se derrumbó. Guy debió morir en la explosión junto con Riki e Iason. ¿Por qué su cuerpo no fue hallado con los otros dos? ¿Y dónde encontraron esos cuerpos? ¿En la entrada? Ah, entonces probablemente Iason tomó a su mascota e intentaron escapar. Debió dejar a Guy en algún lugar del sótano. Tal vez el mestizo estaba inconsciente. Es muy posible, sabes, que Guy e Iason tuvieran una pelea. Simplemente búsquenlo entre las ruinas, unos cuantos metros bajo tierra, y seguro ahí estará.

Era una mentira segura. Sabía que el sótano estaba tan completamente destruido que encontrar algo en su interior sería casi imposible. También sabía que su lealtad hacia Iason era bien conocida. Para ellos, no tenía ninguna razón para mentir. Así que le creyeron.

Sonrió. Sí, una decepción inteligente. Y hubiera permanecido encubierta si no fuera por la idiotez de cierto imbécil. ¿Qué habría hecho esta vez esa basura para meterse en problemas? Bueno, Katze había hecho todo lo que estaba en su poder y habilidad para protegerlo. Si ese tonto no podía cuidarse solo, aparentemente merecía su destino.

El comerciante le dio una larga calada a su cigarro, lo colocó en la cornisa y lo arrojó a la oscuridad. Se dio la media vuelta y entró. Se recargó en la puerta del balcón y estudió al hombre sentado en el sofá, de espalda hacia él. La cabeza de Raoul estaba echada hacia arriba, como si el Blondie solo estuviera ahí sentado, viendo a la pared, sumergido en sus pensamientos.

"Daryl será perfecto para el trabajo", dijo Katze. El biólogo se estiró y lo miró por sobre el hombro. "Ahora se encuentra en Nyccos, terminando unos asuntos allá, así que podrá traerlo enseguida."

Raoul le dedicó una débil sonrisa. "Gracias."

Katze se encogió de hombros. "Si no hay otra opción, te ayudaré." Caminó hacia el sillón y se detuvo detrás del Blondie, colocando una mano en el hombro del elite. Raoul cubrió la mano con la suya en un gesto instintivo. Su pulgar masajeó el dorso de la palma de Katze.

"¿Confías en ese tipo? ¿Daryl?"

"Sí. Es uno de mis hombres más confiables. Además," el comerciante sonrió ligeramente, "tú lo conoces." El Blondie lo miró otra vez, arqueando las cejas, y Katze no pudo evitar una punzada de satisfacción por lo que le iba a decir. "Lo veías cada que vez que ibas al departamento de Iason hasta hace algunos dos años."

Raoul parpadeó, sin comprender. Luego frunció el ceño. Y luego parpadeó otra vez, esta vez con sorpresa en su mirada.

"¿Quieres decir…?"

"Sí."

"Así que eso es lo que Iason hizo con él. Me lo preguntaba…"

Katze sonrió. "Siempre tuvo una debilidad por los mestizos. En especial por los inteligentes."

Por un momento Raoul siguió mirándolo.

"Pero Katze, por lo que recuerdo, Daryl era un chico sumiso y delicado. ¿Qué tan bueno podría ser en el mercado negro?"

El comerciante ladeó la cabeza y miró al Blondie, divertido, pero luego añadió seriamente: "Te lo aseguro- muy bueno. Y el chico sumiso y delicado que recuerdas, ya no existe."

"¿Entonces en qué se ha convertido?"

Katze apartó su mano de la de Raoul, rodeó la mesa y se sentó frente a él.

"En un hombre perfecto para el mercado negro," dijo, después de un breve momento. "Frío, calculador e intrépido. Creo que podrías decir que es… un hombre sin sentimientos."

Las últimas palabras hicieron eco en la habitación, chocando con las paredes frías y metálicas.

Fin del capítulo 1