Parece que todo va bien en mi cabecita y pude actualizar pronto, así que espero que las cosas sigan así, haré mi mejor esfuerzo para poder terminar esto y llevar acabo mis otros proyectos.

No tengo mucho que decir, así que espero lo disfruten las pocas que aún siguen la historia, las demás murieron de desesperación y se han ido, jajaja lo siento .!

La ortografía no es mi fuerte, sin embargo hago mi mejor esfuerzo, igual espero disfruten el capítulo.

Pd. Los personajes de Yurio on Ice no me pertenecen, de ser así habría más yaoi, y Otabek y Yurio serían canon :P

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Realmente las heridas recibidas habían sanado hacía días, algunos golpes y un par de mordidas era lo que había soportado su cuerpo antes de que la gente de Yakov le encontrara y le quitara de las manos de aquellos hombres, sin embargo el dolor emocional seguía ahí, aquel que le tenía mudo pese a los esfuerzos de Víctor por hacerle sonreír, aquel que encontraba un eco en la silenciosa pero constante presencia de Yurio a su lado, quien sin saber que más hacer se recostaba a su lado a cada momento que tenía libre esperando que volviera a ser el hombre que le mimaba siempre.

Sin embargo el silencio no es para todos y luego de 3 semanas de incertidumbre, Yurio no quiso evitar contarle el secreto de Yuuri a Víctor, quien al saber aquello fue entonces al antiguo hogar de su pareja, y tras conocer el trágico desenlace de su familia, él mismo lloro con Yuuri en brazos quien pudo entender que ahora el ruso también lo sabía todo.

Para ese momento Yakov estaba desesperado de la ausencia del oriental en el escenario, de la cara larga de Yurio, de la preocupación de Víctor que le tenía más al pendiente del japonés que de nada más en el club, y solo gracias a que estos intervinieron a su favor fue que no le corrió del lugar, no sin dejar de advertirles que de continuar así terminaría matándole.

No obstante esto no fue necesario, pues un día sin que Víctor lo esperara, al despertar se dio cuenta de que Yuuri lo miraba en silencio, había algo distinto en sus ojos pero fue más la alegría de que no rehuyera su mirada y le hablara luego de un mes de silencio que ignoró la ausencia de brillo en ellos.

Yurio también se mostró feliz del progreso, y aunque su forma de expresarlo solo fue abrazarse al oriental y pasar así todo el día, Jean y Otabek pudieron notar el cambio en el humor del menor cuando le visitaron aquella noche, y es que luego de creerse el poseedor de la virginidad del rubio, Leroy pagaba mínimo dos veces a la semana un privado con el ruso al cual siempre invitaba al kazajo para torturarle, sin dejar también de pagar por cuerpo, pues desde que había logrado tenerle completamente era imposible no buscarle, sobre todo cuando el cuerpo de Yurio parecía responder tan bien al suyo, como si estuviera destinado a recibirle, una idea que sin pesarlo comenzó a obsesionarle poco a poco.

Otabek no se salvaba de sus propias obsesiones, de sus pensamientos que le daban vueltas una y otra vez sin que hubiera forma de detenerlos. No podía engañarse, lo sabía, Jean tomaba el cuerpo de Yurio todas las semanas, y aun cuando el rubio no le decía nada, lo sabía por la forma en que le trataba durante los privados, no le deseaba de esa forma posesiva con que siempre lo había tratado porque ya lo tenía, notaba que conocía su cuerpo por la forma en que sabía dónde tocarle, y eso le enfermaba, de la misma forma en que le enfermaba tener que pagar el mismo por su compañía cuando… cuando se pertenecían, ¿cierto?.

Tenía que arriesgarse, aceptarlo, pelear, por él, y si eso significaba enfrentar directamente a Jean-Jacques Leroy, entonces eso haría.

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-"¿Alguna vez has pensado en ser libre?" –

Aun cuando Yuuri había deslizado las palabras muy suavemente de sus labios, para Víctor había sido un huracán el que había invadido sus oídos, sobre todo ante la seriedad de la mirada del japonés.

- "Nada nos ata aquí" – continuó diciéndole de la misma forma.

-"No podría dejar a Yurio aquí, jamás" – respondió al momento, casi escandalizado con que el oriental sugiriera algo como eso.

- "No hablo solo de nosotros, hablo de llevarnos a Yurio, irnos lejos" – le explicó el moreno y pasó saliva para poder pronunciar las siguientes palabras – "Ser… ser una familia"

Solo recordar ese momento le hacía temblar, le hacía querer gritar de alegría, despertaba en él una esperanza tan grande, que le costaba muchísimo trabajo poder mantenerse serio y solo era capaz de hacerlo al recordar las razones que había llevado a su pareja a tomar dicha decisión.

Para Yuuri no tenía para él más sentido seguir ahí, la única razón de permitir su cuerpo ser profanado era darle a sus padres y hermana la oportunidad de vivir, de ser felices, algo que les fue arrancado sin importar sus esfuerzos o sus sueños, no permitiría que lo hicieran de nuevo, que le quitaran el amor que había encontrado, el cariño de aquel otro que quería como si fuera realmente su propio hijo. Debían irse de ahí, lejos, muy lejos, un lugar donde comenzaran de nuevo, donde la distancia fuera eliminando poco a poco las cicatrices, donde pudieran sonreír y ser quieres realmente eran, donde los 3 pudieran ser finalmente felices. Lo había pensado todas esos días en los que se había encerrado en sí mismo, esos días en que sintiéndose completamente perdido y solo, Víctor y Yurio habían permanecido a su lado, y lo supo, supo que los quería consigo siempre, lejos de todo ese dolor, de ese ambiente tóxico y artificial, tenía que alejar a su nueva familia de lo que había matado a la otra, tenía que romper ese círculo de dolor.

Víctor y él habían pasado toda la noche hablando de ello, tenían que planearlo muy bien si querían que funcionara, tenían que ser cuidadosos porque ambos conocían a Yakov, sabían de lo que era capaz y ninguno de los 2 estaba dispuesto sufrir más.

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- ¿Listo para ir al Secrets? – preguntó el canadiense al su empleo luego de que terminaran de arreglar lo más importante de aquel día.

- No, no iré contigo, Jean –

No era la primera vez que Otabek se negaba a una de sus invitaciones, regularmente tenía que ver con sus emociones, sin embargo la mirada seria del kazajo le hizo estar alerta.

- Yo sé que estás cansado pero ese es el punto, relajarnos mientras Yurio nos mima y nos deleita con su figura. – buscó convencerlo con ese tono que usaba para hacerse el "divertido".

- Quiero que dejes de ir a verlo, Jean – no había expresión en su rostro, esperaba que con ello el otro le tomara en serio, sin embargo Leroy rió abiertamente.

- ¿Qué tontería has dicho? – no pudo evitar preguntar, sí que se necesitaba valor para pedirle algo como aquello.

- Estoy enamorado de Yurio y no quiero que vuelvas a verlo o acostarte con él – le dijo sin responder a la pregunta, pero esperando que con su confesión todo tomara sentido para Leroy.

La risa de Jean inundó el lugar varios minutos y el ningún momento el canadiense buscó disimular, por el contrario, quería que con su gesto Otabek entrara un poco en razón y comprendiera lo ilógico de su pedido.

- ¿Sabes cuantos años estuve esperando para poder cogerme a Yurio? 2 años, Otabek, 2 años de aguantar sus desplantes como para que tú vengas a decirme que con meses de conocerle "estás enamorado" – dijo luego de recuperar un poco de la compostura, aún sonreía, pero su sonrisa no era tan alegre como hacía solo unos minutos antes, más bien lucía agresiva.

La risa, como la palabra "cogerme" le habían chocado profundamente, pero no podía darse el lujo de molestarse, tenía que arreglar eso de una vez por todas, tenía que hacerle entender al otro su situación.

- Sé que lo conoces de más tiempo y te agradezco enormemente que gracias a ti le haya conocido, es por eso que te lo pido directamente, porque mereces mi sinceridad y respeto – habló honestamente, exponiéndose a aquel hombre que dentro de todo lo retorcido de esa situación, consideraba su amigo.

Leroy hubiera prefiero que el otro se molestara, que gritara, que no sacara aquella sarta de cosas morales porque las odiaba, porque nunca había sabido manejar la culpa, la idea de fallarle a las personas.

- Otabek, deja de ser idiota, Yurio es un prostituto, PROS-TI-TU-TO, no puede ser tu amante exclusivo ni mucho menos tu noviecita – la fachada había terminado, estaba molesto con su empleado que le pedía semejante tontería.

- Voy a hablar con Yakov, voy a pedirle que me venda su libertad, pero mientras eso sucede, quiero pedirte que no lo veas más – estaba tan decidido, que no fue consciente del cambio de su jefe, quería que lo supiera, quería que en honor a esa amistad que habían logrado forjar pudiera el millonario ayudarle aunque fuera de esa forma.

Pero Jean-Jacques Leroy nunca había tenido amigos, NUNCA en toda su vida, esa idea era muy estúpida, tener un amigo significaba en ocasiones compartir, ceder, perdonar, y él no estaba dispuesto a nada de ello, él no había nacido para eso, él había nacido para ser el Rey de todo, y aunque la idea era por demás absurda, el solo hecho de que el kazajo pensara en que él iba perder a Yurio solo por su capricho, le hacía sentir fuego en las entrañas y unas inmensas ganas de pasar por encima del escritorio y desfigurarle el rostro hasta que recordara quien era él en el mundo.

- No voy a dejar de hacerlo, iré todas las veces que quiera y se la meteré hasta que se me dé la gana, hasta que me aburra y decida cambiarlo por alguien nuevo – dijo en cambio, de forma seca y firme.

- Jean, tú estás casado, permite que Yurio sea feliz… - aun cuando le parecieron muy crudas sus palabras, quería abogar a la bondad que estaba seguro aquel hombre poseía.

- ¡Me pertenece, Otabek! ¡Ese joven me pertenece! Pague 20millones de euros por él, y seguiré pagando lo que se necesite, es mío y ni tú, ni tu estúpido y lacrimógeno discurso de "amor" va me quitar ese privilegio – le enfermaban sus palabras, y sin siquiera pensarlo se puso en pie – Te gusta creer que quieres salvarlo, pero lo único que quieres es poder cogértelo todos los días sin tener que pagar ni un maldito centavo porque no tienes dinero para ello.

- Yo lo amo – se puso en pie para encararlo, no pensaba dejarse intimidar por el millonario.

- El amor no existe, ni la amistad, ni la bondad, tampoco los buenos deseos de nadie en este mundo –

- Lamento mucho que tú lo veas así, pero yo estoy dispuesto a vivir mi vida de forma distinta – le respondió el kazajo entonces se dio media vuelta, Jean había dejado en claro su postura y él no tenía nada más que hacer ahí.

- Otabek, no te vayas, si lo haces te estarás convirtiendo en mi enemigo – declaro el pelinegro mirando fijamente al otro con sus ojos azules llenos de rabia.

El kazajo se giró un par de minutos en los cuales le devolvió la mirada a Jean, en su rostro contraído de coraje no había rastro del hombre con el que había compartida largas noches de alcohol y risas, el hombre que en algún momento llegó considerar algo así como un hermano. La tristeza de esta revelación vino de la mano con la convicción que necesitaba para llevar a cabo sus planes.

- Entonces seremos enemigos – respondió antes de girarse para salir aquella habitación hacía lo incierto de su futuro.

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Pues nada, me encanta siempre ver el mundo arder, el caos y la destrucción…

Gracias por sus comentarios, aprecio mucho el tiempo que le dedican a la historia para leerla.

¡Saludos!