Bueno, me he tardado un poco pero aquí les entrego la última parte de esta historia.
Quiero decir que me han hecho muy feliz con sus comentarios, así que sólo resta decir, que disfruten de la lectura.
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Nos volveremos a ver…
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No lo había planeado, sin embargo después de la noticia, en su mente sólo existió un juramento «prioridad». Prioridad para la criatura que crecía dentro del vientre de su mujer. Y prioridad para su adorada María, quien le recordaba a los tulipanes, porque era fuerte, decidida y hermosa. No mentiría diciendo que no le importaba el sexo, pues imaginaba a un niño, gallardo como su mujer e inteligente como él. Dios le había regalado tal bendición aquel caluroso veintinueve de Mayo, un pequeño bultito de piel rosácea y manitos regordetas; Anthony, a María le gustaba ese nombre y a él no le molestaba, era un nombre fuerte, un nombre que destacaba. Un nombre que junto al apellido Stark, indudablemente sería leyenda.
¿En qué parte del camino dejó esos pensamientos atrás?
No, para Howard, Tony seguía siendo el dueño de un futuro prometedor, el hacedor de historias. Su mayor orgullo. Sin embargo el tiempo y las exigencias provocaron entre ellos, baches que no sabía cómo enfrentar. ¿Que había sido duro criar a su hijo? Howard cerraba sus ojos con amargura tratando de recordar si alguna vez fue participe activo de su crianza. Y la hiel le quemaba el estómago pensando que el último recuerdo junto a Tony era de cuando había cumplido cuatro años. Y ahora no sabía si podría enmendar esa falta.
Stark observó al vehículo con vidrios oscuros que, hasta esos momentos se encontraba estacionado frente a su mansión, dar marcha para desaparecer de allí. SHIELD hacia su mayor esfuerzo, pero a Tony parecía habérselo tragado el mundo. Cerró las grandes puertas dejándose sumir por la desolación, sintiendo como la vida misma le estaba dando un puñetazo donde más duele y aquel sentimiento agrio expandiéndose rápido en sus venas; su único hijo había desaparecido sin dejar pista alguna, más que una institución destruida y a su mayordomo… muerto. Ni siquiera había tenido tiempo de lamentarse por el fiel inglés, no hubo un entierro, pues María, tenaz, había informado que sólo le darían sepulcro cuando Tony apareciera y pudiera despedirse correctamente de Jarvis, entonces su mayordomo y amigo permanecía criogenizado en los laboratorios de Stark indrustries.
Sus ojos se cerraron fuertemente, no queriendo pensar en qué podría estar pasando con Tony, su pecho se encogía al imaginar que podría compartir el mismo destino que Jarvis. No lo soportaría.
María tenía razón, desde el mismo momento en que le confesó su embarazo, desde ese día en que la vio llorar por felicidad y temor a la vez; la vida de Tony debía estar primero que cualquier cosa existente en el mundo… y él se lo había prometido, jurado sobre su vida, porque así lo sentía. Una parte de él pensó – ingenuamente – que nadie iba a atreverse jamás a secuestrar a su hijo, había antepuesto supuestosantes que a Tony. ¿Cómo miraría a su esposa nuevamente? Enloquecería, María no sobreviviría al dolor. ¿Y él? Howard no se lo perdonaría jamás.
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Enfundado en su traje negro con el siniestro logo de Hydra en su pecho, Víctor dio un suspiro que trasformó su aliento en vahos que el viento arrastraba con velocidad. Las lloviznas de aguanieve eran comunes en ese lugar, mismas que la perpetua blancura de las llanuras y las majestuosas montañas que se veían a lo lejos. El ensordecedor silbido del viento…
Era un escenario particularmente bello. Si tan sólo no fuera cuna de la degradación humana.
Junto a él, otros nueve soldados se hallaban custodiando lo que, a primera vista, parecía una gran meseta, aunque pequeña si se comparaba con las montañas que le rodeaban. Una orden primaria había sido enviada en la base, debían prepararse pues la misión que comandaba el Soldado de Invierno – al parecer – no había resultado como se esperaba. Pronto, el suelo produjo un ligero temblor antes de que una compuerta se abriera para elevar una plataforma lo suficientemente amplia para albergar un avión, el símbolo de Hydra cubriendo gran parte de esta. El viento y la lluvia no les permitía divisar el helicóptero, pero por el intercomunicador se dio aviso del arribo, diez minutos después el Coronel Karpov descendía de este, junto a cuatro soldados, quienes llevaban a rastras a Barnes, parecía despierto. El Coronel traía en sus brazos a un joven.
Los soldados que custodiaban la base se acercaron, rodeando a un maltrecho James. Víctor tragó en seco, su mirada afligida al ver como el Saldado de Invierno se removía violento, mientras era arrastrado y arrojado al suelo ganándose un golpe en el estómago, Bucky se removió en el suelo, incorporándose a medias, quedando a gatas y encorvado, giró su cabeza sobre sus hombros para ver hacia atrás, para observar a ese joven, Víctor se sorprendió de ver un fuego vivo en la mirada del soldado. Se distrajo un momento sólo observando a James pero un grito le hizo espabilar, giró con brusquedad. El grito había sido provocado por el Coronel, el niño le había mordido el brazo para liberarse, James abrió sus ojos reaccionando con rapidez, incorporándose golpeó con brutalidad el abdomen de uno de los soldados con su rodilla, cuando este cayó encorvado al suelo, giró para estamparle el puño en el rostro al otro sujeto. Libre de esos hombres corrió en dirección a Tony. El castaño se hundió en él, enterrando su rostro en su amplio pecho, Bucky con un sentimiento nuevo lo apresó en sus brazos. El resto de los soldados los rodearon apuntándole directamente en las cabezas. Víctor debía seguir con las órdenes, pero detrás de su máscara, sonreía. James estaba bien jodido.
—Sigues con tu inútil intento de proteger a este niño, ¿no es así Barnes?—Karpov lo llamaba por su apellido, consciente de que James recordaba quién era—Ahora que lo observo mejor, se parece a alguien, ¿no lo crees, Barnes?... el hijo de Stark ¡Pero qué conveniente! Me has traído algo mucho más interesante que el cadáver de Pym.
—Si le pones una mano encima…—James apretó los dientes, sintiendo el cañón de un arma en su nuca. Tony se aferró más a él.
—¿Yo? No, no mi estimado soldado… no es necesario que yo me ensucie las manos, cuando frente a mí tengo la mejor arma—El soviético sonrió de medio lado, provocando que la sangre de James se helara, no podía contra eso, por más que lo intentara una y otra vez, no podía.
—Si lo liberan, yo…
—¡James, no!
Tony elevó su rostro para enfrentar los ojos oceánicos del mayor. Y James no quería, en verdad no quería observarlo en ese momento, pues sabía bien que cualquier determinación que tomara, se perdería junto a su cordura si veía al niño. Pero lo hizo. Vio esos bellos ojos castaños llenarse de lágrimas retenidas, con el rostro contraído por el temor, y su corazón dio un vuelco, brincando en su pecho. Se sintió más vivo que en toda su vida y a la vez débil, sentía su fuerza escurrirse, provocando que sus extremidades flaquearan. Se sentía como estar de pie al borde de un oscuro precipicio. Vértigo, adrenalina… temor. Tony era exactamente como escalar la montaña más grande; perdías el aliento en mitad del camino, para recuperarlo al instante viendo la majestuosa vista que te regalaba la cima. Tony era una fórmula de variables, un algoritmo, un compuesto químico que aún no se descubría. Y todas esas incoherencias cayeron en James con el peso de un meteorito destructivo, entendiendo al fin sus sentimientos. Aceptando algo que se negaba a creer, maldijo su suerte ¿Cómo había sucedido? ¿Cómo permitió algo así? Habían compartido juntos tan pocos días, no conocía absolutamente nada de Tony, sin embargo desde que su mirada se enterró en su mente, nada pudo hacerla borrar. Su rostro, su voz crearon en él, algo que había perdido hacía tiempo. O quizá, algo que jamás tuvo.
James estaba jodido.
Su mano, que se hallaba sobre la espalda de Tony, se elevó acariciando su nuca y cabellos y esta le temblaba, lo acercó a él dando un casto beso sobre la frente helada del joven, antes de pegar la suya a la de Tony, el castaño tiritaba entre sus brazos. Dio un suspiro.
—Sabes que no tengo opción, no puedo contra ellos y no me perdonaría nunca saber que te he hecho daño.
Tony observó entre todo el desastre que era el soldado en ese momento, una sonrisa que se vislumbraba en su rostro, una sincera. Una sonrisa que le transmitía por primera vez en su vida un sentimiento especial de que merecía ser protegido… y querido.
—No me iré sin ti—dijo con firmeza. La sonrisa de James creció más.
Tony sostuvo su mano y amagó un acercamiento con el corazón latiéndole en los oídos, pero antes de poder moverse el Coronel tomó sus cabellos, sujetándolo con fuerza.
—Bien Barnes, dejaré libre a este mocoso, pero antes me divertiré un poco con él…asqueroso marica.
Karpov arrojó al niño sobre unos soldados que no dudaron en sujetarlo y comenzar a ingresar por la puerta que se abría en ese momento, mostrando un largo y oscuro pasillo.
—¡NO!
James intentó librarse una vez más de sus captores, antes de poder golpear a uno más una jeringa punzó en su cuello. Bucky arrugó su ceño al instante en que todo comenzaba a darle vueltas y nublarse.—Tony…—alcanzó a pronunciar antes de desmayarse.
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«Derecha… veinte pasos, derecha… veinte pasos. Izquierda, doce pasos…»
Apenas cruzar la puerta, una pesada bolsa le cubrió la cabeza, impidiendo con eso ver por donde se dirigía, por lo que se concentró en contar los pasos y no olvidar su ruta de escape. Intentó forcejear con esos hombres pero le fue inútil, eran por mucho, más fuertes y entrenados que él y lo único que consiguió fueron golpes que, por la fuerza implementada, le daba la sensación de que todo en su interior estallaba. Tony se tragó todo ese dolor porque no les iba a dar el lujo de verlo rogar por que se detuvieran.
—Golpeas como niña—le escupió a uno. Grave error. Un puño de hierro le reventó el labio, el dolor fue tal que su cuerpo no aguantó, perdiendo la consciencia.
Despertó después de quién sabe cuánto tiempo debido a un silbido molesto que lograba erizarle los vellos. Era extraño, se parecía a agonía, la de un animal exhalando lo último que le quedaba de aliento. Pronto descubrió que ese molesto ruido provenía de su interior y que el animal en agonía era él. Al recuperar sus sentidos también despertó la inclemencia del dolor provocado por los golpes que recibió. Tony tragó con dificultad, sumado a todo eso, el hambre le perforaba las entrañas. Se quejó quedo, pero no se movió, no iba a permitir que descubrieran que estaba consciente, necesitaba salir de allí. Un hilo de sangre que corría de la herida abierta sobre su ceja, le impedía la vista, cada inspiración concentraba el monstruoso dolor en su abdomen, pero se hizo de toda su fuerza para no quejarse, no estaba seguro de poder soportar un golpe más.
Su cuerpo se tensó al oír como una puerta se abría muy cerca de donde él estaba, y unos pasos acercándose a él. Iba a ignorarlo, pero el terror se apoderó de él cuando un brazo se posó en su espalda ¡al diablo! Tony se sacudió con fuerza, importándole poco su dolor, corrió hasta un rincón, su vista era borrosa, pero sabía que ese no era James.
—¡Aléjate!—gritó. Barrió con la mirada la pequeña habitación buscando algo con que defenderse, pero sólo halló una piedra. La tomó entre sus manos de todas formas.
—Yo no haría eso si fuera tú, debes guardar silencio o levantaremos sospechas—guardó silencio un momento, bajando la voz cuando volvió a hablar;—escucha, quiero ayudarte a salvar a Barnes.
Tony entrecerró sus ojos, conteniendo el aliento al escuchar nombrar a James. Estaba en peligro y necesitaba su ayuda. Pero el miedo le hacía dudar.
—¿Por qué debería confiar en ti? Eres uno de ellos ¡un asesino!—el castaño apretó sus puño y lo observó con furia. La sangre seca se pegaba en sus largas pestañas.
—Al igual que Barnes, algunos simplemente no tuvimos la opción de elegir nuestro destino…
Tony apretó sus labios al oír la quebrada voz del sujeto. Un acento extraño, las mismas pinceladas del que poseía James. Con algo de dificultad forzó a sus piernas para incorporarse, se sentía débil y mareado por los golpes, caminó unos pasos, dejando que la escaza luz de la habitación le dé una vista más nítida del hombre junto a él. Era joven, casi albino. Enfundado en esos uniformes negros, pero sin un arma a la vista.
—¿Quién te envía?
—Tengo órdenes, pero… estoy solo.
—¿Por qué haces esto? ¿Por qué quieres ayudarnos?
—Porque ya no quiero ser como ellos…
Guardaron silencio. Tony buscando una señal en sus expresiones que le indique que mentía, pero sus ojos, tan claros que perturbaban un poco, se notaban sinceros y cansados. Se arriesgaba demasiado, pero era su única opción, por más que lo deseara, él solo, jamás podría enfrentarse a un ejército como Hydra. El Capitán América lo había hecho dejando su vida en el camino. Tony sabía que no tendría otra oportunidad.
—¿Cuál es tu nombre?—dijo al fin.
—Víctor es mi nombre, ahora no hay tiempo, El Coronel quiere… examinarte. Debo llevarte ante él—Tony frunció los labios y el pánico se apoderó de su mirada—descuida, algo se nos ocurrirá.
••
Cuando abandonaron la habitación, Tony lucía aterrado, debía fingir que era sujetado de sus manos, mientras Víctor, camina detrás de él siempre apuntando con su arma a la altura de su pecho. En un principio el castaño no había visto el arma, pues el soldado la había dejado sobre la pared para no asustar aún más al joven. Cada diez pasos, un agente de Hydra custodiaba el camino, casi a oscuras, iluminado artificialmente por faroles rojizos. Tony dedujo que debían hallarse en alguna base subterránea. Había lamentado perder la consciencia en medio de su camino hacia la habitación donde lo habían arrojado, perdiendo el rastro de la salida con ello, ahora era un ciego en un laberinto, y por más que trataba, todavía no confiaba del todo en ese hombre. Un olor a azufre le quemaba las fosas nasales y desde las paredes se desprendía un calor inusitado, mucho si tenían en cuenta que se hallaban en un lugar donde las temperaturas más altas no trepaban más allá de los quince grados bajo cero.
Dos soldados le cerraron el paso cuando llegaron a una enorme puerta de hierro. Víctor dio una señal y le permitieron el paso—Hail Hydra—dijo al cerrarse la puerta tras él.
—Espero tu estadía esté siendo amena muchacho—dijo el Coronel apenas y cruzaron el umbral. Tenía una jeringa en la mano.
Tony sintió el cambio de temperatura, el frío era espeso y cortaba al entrar en los pulmones. Tembló, quería llevarse las manos al pecho y abrazarse a sí mismo para calmar la horrible sensación desasosegada que le inundaba en cada parte del cuerpo. Era enorme, y poco iluminada, como toda la base, pero la oscuridad que iba más allá de donde estaban se sentía profunda, la garganta de un monstruo. Había cientos de monitores funcionando continuamente, mostrando en pantalla, datos y fórmulas que quería memorizárselas a todas, podría descubrir lo que Hydra planeaba si lo hacía.
—Veo que te agrada lo que ves, bueno, eso es normal… somos hombres de ciencias.
No respondió. Tony sintió como el alma se le escurría por los pies cuando una luz se encendió en medio de la habitación dejándole ver a James. El pecho se le contrajo cuando lo vio en esa silla. Sus brazos cintura y piernas estaban sujetas a esta mediante grilletes de un material que a simple vista parecía indestructible, sobre su cabeza se extendían dos grandes brazos mecánicos que formaban un circulo. Era espeluznante, pero de alguna manera, todo le resultaba inquietantemente conocido. Quiso correr a su lado, pero sus pies se habían anclado al suelo.
—James…—susurró.
—Acércate Stark, te mostraré como funciona esta belleza—El Coronel hizo una seña con sus manos, Víctor presionó su arma sobre el centro de la espalda de Tony. Este giró a observarlo, los ojos del albino no vacilaron, permaneciendo firmes. Tony comenzaba a temer realmente.
En un primer momento, Tony se rehusó a caminar, pero el arma punzó más fuerte en su espalda, provocando una mueca de desconformidad en el menor. Dio un suspiro arrastrando sus pies hasta llegar a un lado de James, este lo observaba y no. El castaño se estremeció al ver sus ojos desenfocados, observando a la nada.
—¿Qué…qué le has hecho?
—Se le administró un suero que inhibe sus funciones… generalmente me gusta que luche, es más satisfactorio el resultado, pero he sido compasivo con él esta vez.—la voz tan fría y sin un ápice de remordimiento le heló la sangre.
Tony se acercó, posando su mano con cuidado sobre la mano de James, sus músculos permanecieron tiesos, pero sus ojos viajaron del rostro del castaño hasta su mano. Quería decirle que sentía su tacto, que le trasmitía su calor. Quería despertar de ese letargo y abrazarlo, matar a todos y huir con él. Tomar la esperanza que se dibujaba sobre las facciones hermosas e inocentes del menor, tomarlas para él.
No quería olvidarlo.
Odiaba pensar que la próxima vez que despertara, lo único que en su mente habría, fuese un vasto campo árido y unas palabras que resuenan según la orden que tenga; «mata al científico» «mata a ese gobernador» «mata al Zar» asesina… elimina… aniquila, que para eso sirves. Entonces, ¿por qué pensaba que era egoísta? Simple, porque Tony no merecía estar en ese lugar, justo así, observándole con los ojos rozados por el llanto, con los labios transformados en una delgada línea que zigzagueaba amenazante. Había sido una terrible coincidencia que se hallara aquel día en el Instituto, había sido un error habérselo llevado con él, sin embargo, no podía arrepentirse de eso. Entonces ocurrió; James agrandó sus pupilas ante la revelación. Él lo había recordado, siendo todavía su alter ego. El Soldado de Invierno había bajado la guardia cuando recordó al niño que había salvado años atrás en la Expo Stark.
Siendo James o siendo el Soldado, él recordaba a Tony Stark.
Tony apretó su mano, James curvó sus labios tanto como el suero inhibidor le permitía.
—No pienses joven Stark, que usted está aquí sólo para observar…
Bucky volvió a agrandar sus ojos. Unos brazos arrancaron a Tony de su lado, sintió frío. El castaño forcejeó con todas sus fuerzas, pero cómo ya había comprobado antes, le era inútil intentar huir. James quería gritar, pero su garganta se encontraba cerrada y los únicos sonidos que salían de esta más parecían graznidos quebrados—¡Suéltenme, suéltenme!—los gritos del menor le llegaban, aflojándole las piernas sin poder evitarlo. Karpov sonreía mientras quitaba la camisa de Tony dejándolo con el torso desnudo. Bucky entró en pánico.
—Vamos Barnes, no me observes así, no tengo tus inapropiadas inclinaciones—dijo, mientras acariciaba el rostro de Tony. El castaño ladeó su rostro feroz, observándole con furia antes de lanzarle un escupitajo.—aunque debo reconocer que tiene agallas ¡sujétenlo!—ordenó mientras limpiaba la saliva de su rostro.
Quizá en alguna instancia de su vida, James pudo haber experimentado temor, por lo desconocido, por las bombas que detonaban cerca de él, por las armas que le apuntaron en su secuestro… por caer directo y sin escala hacia una muerte casi segura. Pudo, pero ver a esos sujetos amarrar a Tony sobre una silla similar a la que él se encontraba, mientras se removía para evitar que conectaran los sensores a su cuerpo, estaba por encima de todo eso. No debía permitir que Tony se convierta en un arma sin memoria ni nombre, como él.
El suero comenzaba a perder efecto, pero los grilletes en sus extremidades eran lo suficientemente resistentes como para retenerlo, sus fuerzas no estaban del todo recuperadas y el horror en sus venas no le dejaba pensar con claridad.
—No… lo hagas, déjalo ir—su voz sonaba distante y le zumbaba en los oídos, no estaba seguro si era escuchado o simplemente era su mente la que gritaba por que lo dejaran en paz.
—¿Quieres que lo deje ir?—Karpov giró, a verlo, estaba sobre un panel compuesto de interruptores, alguno de esos era el que encendería la máquina que estaba sobre Tony—¿Qué clase de líder sería si dejo ir a un rehén tan valioso? Pero no temas Barnes, no lo convertiré en alguien como tú, buscaré información en su mente… Stark debe tener cosas interesantes que nos pueden servir y ayudar, información que Shield mantiene oculta aún de nosotros.
—¡Yo no sé nada! ¡No sé qué es Shield ni nada de lo que dices!—gritó Tony, mientras mordía la mano de un soldado para evitar que le colocara más electrodos sobre su cabeza. Bucky sonrió al ver la fiereza con la que luchaba el castaño a pesar de la obvia desventaja.
—¡Oh! Estoy seguro que eres un niño curioso y has hurgado en las cosas de papá, descuida, no dolerá.
Y de repente, algo pasó. James frunció el ceño ante una sombra que se movía y su oído desarrollado le permitió escuchar unos gemidos ahogados, los soldados que se hallaban custodiando la puerta cayeron inertes, Karpov tomó su arma pero no hubo tiempo para conjeturas, la habitación entera se estremeció y las alarmas resonaron por toda la base, generando un alboroto.
»Esto no es un simulacro, la base está siendo atacada. Esto no es un simulacro, la base está siendo atacada. Esto no es un simulacro, la base está siendo atacada.
Se escuchaba por todos lados una voz mecánica advirtiendo de la emboscada.
El suelo volvió a estremecerse, logrando que el techo de la habitación se resquebrajara, provocando que partes de este se desprendiera y comenzaran a caer.
—¡Maldición! Todos a sus puestos ¡Hail Hydra!—gritó el Coronel.
—¡Hail Hydra! ¡Hail Hydra! ¡Hail Hydra!—resonó en la base.
Las detonaciones se escuchaban más cerca cada vez, un grupo de soldados apareció para fungir como escudo humano para el Coronel quien, tomó a Tony de los cabellos observándolo con odio, Tony apretaba los dientes con fuerza para evitar gritar de dolor—Tú y tu querido soldado morirán aquí, aplastados como la basura que son.—lo soltó, dándole una última, mirada a James antes de salir entre los escombros cada vez más grandes que caían del techo.
James observó como esos cobardes abandonaban la habitación, mientras luchaba con todas sus fuerzas para poder librarse de los grilletes, estos le laceraban la piel, pero poco le importaba.
—Tony, sólo aguarda, por favor.
—James, debes apresurarte o no saldremos de aqu…—Tony observó con pánico como una figura se acercaba al soldado y estuvo a punto de gritar, pero guardó silencio cuando reconoció al hombre que le había prometido ayuda.
—No hay tiempo, te liberaré—habló Víctor, mientras presionaba unos botones para destrabar los grilletes en ambas sillas.—debemos llegar al helicóptero antes que ellos.
James observó al hombre mientras se quitaba los últimos electrodos y corría hacia donde estaba el menor, Tony no tenía fuerza suficiente para mover el pesado cinturón que le colocaron alrededor de su cintura, pero se alivió al ver cómo, con una facilidad que le abochornaba, James arrancó el cinturón y lo tomaba entre sus brazos, cargándolo.
—¿Te encuentras bien?—James lo observó con una inmensidad de significado. Las mejillas de
Tony se volvieron rojas de repente.
—Sí.—dice y James lo único que puede ver es esos labios moverse con suavidad. Tan rosas y perfectos, tan vírgenes e indolentes. Deben serlo.
Y todo lo que piensa está mal y lo sabe, todo lo que cree y siente debe estarlo, porque no es normal querer a un hombre de esa forma, mucho menos es normal amar a un menor. Y tal vez, en otra situación, en otro contexto, incluso en otra vida, hubiera luchado contra ese sentir, le hubiera puesto un freno mucho antes de que se expandiera más allá de su pecho. Hubiera sido fuerte. Pero ahora, justo en ese momento con el mundo cayéndose a pedazos sobre sus cabezas, con la incertidumbre de sobrevivir latiendo como una bomba, no lo fue. Le dio paso a la parte cobarde, que irónicamente se siente con confianza de subir su mano desde la espalda de Tony, enterrando sus dedos fríos en sus cabellos nacientes y suaves que descansan sobre su nuca. Lo siente estremecerse porque sabe que Tony no es ningún tonto, y entiende muchas cosas que aún no tienen nombre en su mente, y es lo que más le fascina a James, sentir los latidos acelerados de Tony justo sobre su pecho, marcando el ritmo al que el suyo propio debe ir. Porque Tony es un niño con la inteligencia y el ímpetu de un adulto.
Debió arrepentirse, dar marcha atrás. Pero no lo hizo.
Entonces escuchó como un jadeo de sorpresa le golpea el rostro antes de unir sus labios y marcarlo para siempre. Que esos labios fueron suyos, suaves y puros. Esos labios le pertenecen. Tony pierde su fuerza y descansa todo su peso en los brazos de James, sólo atina a subir los suyos y enredarlos alrededor del cuello del mayor, porque teme que el vértigo lo arrastre dentro de una espiral. Tony se presiona contra él, y abre su boca inexperta para que James le enseñe más de una manera de perder la consciencia, con sus labios tibios, su lengua dulce, se pasea tímida sobre la comisura de sus labios, seguramente para no abrumarlo. A Tony no le gusta eso, no es una niña ni mucho menos alguien que se cohíba ante lo desconocido, puede experimentar temor a veces, pero eso sólo lo empuja a cruzar esa barrera y es Tony quien mete su lengua, James jadea ante tal atrevimiento. Sonríe, Tony es fuego y lo sabe, quiere quemarse. Pero debe terminar, James es consciente de que deben parar, y un ruido demasiado fuerte y demasiado cerca se lo indican.
James se separa con cuidado, mientras le sonríe y acaricia los labios – suyos y de nadie más – ve hacia la puerta, Víctor ha estado custodiándola, dándoles la espalda. Bucky se muerde el labio, el hombre ha de haberse sentido incomodo pero ¡al diablo él!
—Debemos irnos—dice Tony, James vuelve su vista a él.
—¿Puedes caminar?—Oh, vaya que a Tony le hubiera gustado negarse y dejar que James le cargue todo el tiempo, demasiado cómodo entre esos musculosos brazos, pero asintió, tenía su orgullo.
Víctor los observaba un tanto cohibido y molesto quizá. Habían perdido demasiado tiempo ya.
—Seguramente la base ya se encuentra vacía, nos será más fácil escapar sin tener que luchar—advirtió.
—¿Esto fue obra tuya?—pregunta, mientras deja a Tony de nuevo en el suelo.
—Hice lo que debía, ahora hay que terminar con esto.
James asintió, tomando la mano de Tony, entrelazando sus dedos, mientras comenzaban a correr para tener una posibilidad de escapar y tomar el helicóptero. Aunque dudaba mucho que eso ocurriera. James sabía que a partir de ese momento, las cosas sólo empeorarían, que Karpov no se quedaría quieto por mucho tiempo.
—Es mejor que ellos escapen en el helicóptero—dijo, mientras aceleraban el paso, corriendo con la base colapsando detrás de ellos.
—¿Por qué?
—Debes proteger a Tony, si ellos piensan que están muertos, tendrán más ventaja.
—Karpov no descansará hasta comprobar por sí mismo nuestros cadáveres y asegurarse de que en verdad estemos muertos, hay que destruirlos y procurar no formar parte de los escombros también.—James observa a Tony, notando que comienza a resentir todo esa maldita travesía que han pasado, así que sin consultarle lo toma en brazos para acelerar aún más, no pueden perder más tiempo.
Tony refunfuña, pero no dice nada. Tal y como habían pensado, los pasillos que recorren se encuentran desolados, las paredes a su alrededor se descascaran provocando que el polvillo dificulte la visión, James tropieza, pero no pierde el equilibrio, Tony alza la cabeza y James no le permite ver con qué, él lo intuye, porque más adelante la visión es más nítida y el suelo se ve regado por los desgraciados a los que las detonaciones alcanzó. Es así que se ven obligados a esquivar cuerpos cada tanto, Tony traga con dificultad al ver los cadáveres y esconde su rostro en el pecho de James, sólo quiere salir de allí y llegar a su casa junto al soldado.
La salida se vislumbra como un rayo de luz, la mitad de esta está destruía, la otra se ve bloqueada por los escombros, deben saltar por encima de estos y salir por lo que queda de abertura, es una suerte que sea lo suficientemente grande como para que puedan salir sin problemas. Saltan, y cuando tiene sus pies sobre la nieve, un disparo se escucha, tres más le siguen y con una velocidad antihumana James patea la punta de un pedazo de lo que fue alguna vez la puerta de esa base, la coraza de hierro se eleva y Bucky la toma para bloquear los disparos. Han sido emboscados. Una maldición se escapa de sus labios.
Tony jadea entre sus brazos, y su rostro se vuelve pálido cuando ve las heridas que atraviesan el pecho de Víctor. James aprieta los dientes y el cuerpo del soldado cae laxo bañando la inmaculada nieve con su sangre.
Víctor tiene como último pensamiento el descansar y ver a su madre otra vez. La sonrisa no se aparta de sus labios.
—Has subestimado a Hydra por última vez Barnes, no tendré contemplación esta vez.—Karpov aparece entre los restos de la base, un helicóptero desciende, el cuaderno de tapa roja sobre sus manos—Decide, vienes por las buenas, o por las malas.
James tira el pedazo de puerta a un lado, baja la mirada y suelta la mano de Tony. Todo en cámara lenta, mientras el castaño siente como su corazón se detiene y el hielo deja de derretirse a sus pies, para cubrirlo por completo.
••
Son arrastrados hacia una base, ese lugar es tan vasto y blanco que parece infinito, Tony piensa que debajo de esos suelos congelados, Hydra extiende sus brazos y por más que intentaran huir, uno de esas extremidades los atraparía. Pero esta base es distinta, más lúgubre, tanto, que James se estremece al verla. Aun así, Tony no teme por Hydra ni el Coronel, el miedo le acaricia la espina dorsal cada vez que observa el rostro de James, un rostro endurecido con unos ojos que queman. Han permanecido en esa celda por horas, o días. No lo sabe, en algún punto entre el dolor de sus heridas mal curadas y el hambre, ha perdido la noción del tiempo, y la frustración le sube por el esqueleto, se mezcla con el miedo. Piensa en el hombre que trató de salvarlos y que terminó lleno de agujeros por donde se le escapó la vida, piensa y teme porque no recuerda su nombre, eso también le frustra, el hambre hace corto circuito en su cabeza y lo pierde en una nebulosa, como si fuese un sonámbulo o una marioneta, pierde unos recuerdos, quizá mecanismos de post traumáticos. Pero uno le golpea de frente, tan fuerte en el estómago que siente como las náuseas se retuercen en su interior, quemándole la garganta con el sabor amargo de su bilis.
Jarvis. Su fiel y amado Jarvis. Había muerto.
Dijo que sobreviviría. Le prometió que lo vengaría. Y ahora estaba sobre una roca, dejando que la muerte le arrastre sin resistencia. James también lo notaba, tomando una decisión al fin.
—Te entregarás, ¿no es así?—la voz de Tony sonó lacónica.
—Eres más listo de lo que pensé—Bucky no lo observaba.
—No soy listo, soy un genio—Bucky sonrió con amargura, enfrentándolo de una vez. Qué irónico, él, quien había asesinado sin vacilar, le temía a la mirada de Tony.—Sin embargo…
—No es tu culpa—lo cortó al instante, acercándose a él para tomarlo de los hombros—, ni por un segundo pienses en eso, ellos llevan años en esto, tienen personas tan inteligentes como tú o tu padre… mírame, Antoshka, soy la prueba de eso.
Tony enarcó una ceja, seguido de eso un calorcito le subió al rostro, tiñendo sus mejillas y el puente de su nariz.
—¿Antoshka?—James sonrió, dejando a Tony emocionado cuando lo vio sonrojarse.
—Mi madre de niño solía cantarme una canción en ruso, en verdad no sé muy bien por qué y no la recuerdo con precisión, pero sí recuerdo que me hacía sentir bien, alegre, algo cálido en el pecho… tú me haces sentir de la misma manera, y bueno, la canción también se llama Antoshka, creo que estaba destinado a conocerte…
Tony boqueó un par de veces sin que las palabras salieses. Tony, que siempre tenía una respuesta a todo, Tony, que hablaba porque si no las palabras se ahogaban en su garganta, Tony… no sabía qué decir. Y le tomó un latido tomar a James del rostro y besarlo, porque había oído muchas veces que los besos y las miradas dicen más que mil palabras. Y él tenía esas mil palabras para embarrárselas, pero se le derretían sobre los labios del mayor. Lo amaba maldita sea…
Tenía tan solo doce años, trece quizá, porque ya no sabía cuánto tiempo había transcurrido desde que saliera de su casa hacia el Instituto junto a Jarvis. Y le dio pavor pensar en todo lo que sucedió desde entonces, cómo su vida se había puesto de cabeza, poniéndolo a prueba, lo incomodo de todo es que no estaba seguro de haberlas superado, porque ahora era más consciente que nunca, de que ese beso, probablemente, sea el último que comparta con el soldado de cabellos largos.
James lo abrazó y el cuerpo le tembló. Si fuera mayor le hubiera hecho el amor, pero debía recordarse que por más que Tony sea alguien que caminaba cien pasos adelantado al tiempo mismo, era un niño.
—Cuando llegue a casa, le diré todo a mi padre y a tía Peggy, lograremos salvarte—dijo una vez el beso terminó.
Bucky le sonrió, asintiendo mientras el dolor se le escurría por los ojos. Estaba llorando. Howard y Peggy, habría estado encantado de verlos otra vez. Tony no dijo nada, porque leía perfectamente al mayor, sonrió mientras limpiaba esas lágrimas, creyendo en sus propias ilusiones.
La puerta se abrió, Karpov, en un traje impecable con un brazalete que rodeaba su brazo derecho, el símbolo de Hydra en él.
—Llévenlos—y se marchó.
Ninguno opuso resistencia, cuando los soldados le arrastraron hacia una habitación casi idéntica a la que se había desintegrado junto a la otra base, pero esta era más amplia e iluminada. La maldita silla, estaba rodeada de monitores, con esos brazos encima que formaban un círculo, sus puntas como pinzas que encajaban alrededor del cráneo. Tony se mordió el labio, y esta vez lloró. Silencioso, las lágrimas surcaban su rostro. Tres armas apuntaban sobre la cabeza de James, un soldado le punzaba una jeringa sobre su cuello, no era el suero que colocaran en James pero si era anestésico, mientras era sentado en la silla y sujeto con los grilletes. Tony pensó que eso era innecesario, porque el cuerpo ya no le respondía para luchar contra lo que sucedería a continuación.
James se acercó a él con las armas siempre apuntándole, tomó su mano. Derrota era lo único que le expresaban sus facciones, su corazón se desmoronaba ante la imagen de Tony, la culpa, el dolor.
—Perdóname.
—No te olvidaré James, bórrame la memoria y aun así te recordaré.—James lo besó. Deseaba creerle.
—No me olvides…
—Tú tampoco lo hagas.
—Te prometo que nos volveremos a ver, Antoshka.
Las maquinas comenzaron a hacer ruidos, mientras los brazos mecánicos descendían. Las extensiones se cerraron, formando la circunferencia del cráneo, una parte de las pinzas cubría gran parte de la zona frontal. El pecho de Tony se agitó.
»Bórrale la memoria.
La muñeca le dolió, pero poco importaba si podía sentir entre sus dedos la calidez del otro.
»¿No creo que estés en posición de negociar?
Ve sus ojos, un momento que podría retratar en su memoria por siempre. Un color que le diera vida cada vez que su cerebro sea reiniciado, que pierda su nombre y su historia. Mas desde esos ojos puede construir de nuevo.
»Busca en él lo que quieras, pero no lo lastimes, borra su memoria, borra todo recuerdo de que estuvo aquí, de que me conoció, de que sufrió.
Los sonidos grotescos de las maquinas inundan el lugar provocando que su cuerpo intente, por naturaleza, resistirse, luchar, pero sólo bastó una mirada de esos ojos azules, una sonrisa de esos labios. Se resignó.
»De acuerdo, pero a cambio, tú serás mío… para siempre.
»Que así sea.
Apretó la mano de James. Gritó. Y cayó en un agujero oscuro…
••
Despertó en su cama, la cabeza le daba vueltas, provocando que lo que sea que tenga en el estómago se revolviera con violencia. Su cuerpo entero dolía, aturdido, con la sensación de haber dormido por décadas.
—Cariño...
Tony giró encontrándose con su madre. Sus ojos azules le dieron ganas de llorar.
••
El sol desaparece y vuelve con intensidad cuando las nubes dejan de cubrirlo. No lo recuerda y le da jaqueca cada vez que le preguntan por ello. No sabe a veces dónde está, sigue aturdido y todos los médicos que le vieron – que no son pocos – han dicho que las lagunas mentales se deben a su traumática desaparición. No lo recuerda. Le han dicho que lo secuestraron, que estuvo desaparecido poco más de un mes, y que un día – tan fantástico como sonaba – apareció inconsciente a cien metros de su casa. A veces cierra los ojos y ve una puerta, ha intentado abrirla, pero es imposible. A veces recuerda un apodo, algo extraño, le hace sentir feliz sin embargo.
A veces recuerda un beso.
Tony suspira mientras el sacerdote sigue hablando y su madre le toma del brazo. Desde que regresó ¿De dónde? Ella ha estado a su lado, teme perderlo de vista y que desaparezca, pero Tony no tiene intenciones de hacerlo, algo le pesa y lo único que quiere es dormir y soñar con que puede abrir esa puerta.
Tía Peggy tampoco se separa de él. Ella parece ver en sus ojos algo que nadie más ve, pero no le dice nada. Se limita a abrazarlo.
Howard le asusta. Ha estado tan atento y cariñoso que no sabe qué hacer con ese sentimiento. Debería sentirse alegre, pero no lo hace. Tony teme que algo se haya roto en él, porque muchas veces ha sentido que en vez de corazón, tiene un pedazo de metal…
Jarvis está muerto.
Y no recuerda cómo sucedió.
Mira al cielo mientras el ataúd desciende y arrojan flores en él. Hay una nube que le parece tener forma de una mano. Tony eleva la suya y conecta sus cinco dedos con los esponjosos dedos de nube.
Sonríe con melancolía al pensar que nunca se tomó el tiempo de buscar figuras entre las nubes como un niño normal. Quizá lo haga más tarde.
Observa unos instantes a Hank Pym, una de las tantas personas que han ido a despedir a su mayordomo y amigo. El hombre ha estado observándolo tan insistentemente que le inquieta. En verdad hay un sentimiento que se remueve en su pecho cuando lo ve y frunce el ceño, se siente enojado con ese hombre y la mirada arrepentida que le devuelve no calma su inquietud. Tony lo atribuye a que ha sido durante su presentación en el Instituto que todo sucedió; su secuestro y la muerte de J, pero en su interior sabe que hay más.
Tanto él como Pym no dicen nada.
••
Cuando la tarde cae las nubes ya no están, pero de todas maneras permanece recostado sobre el impecable césped del jardín de la mansión, su madre cerca, no le pierde de vista. Tony la ignora concentrándose en el color del cielo, por donde el sol cae todavía existen pinceladas cobrizas que ridículamente le recuerdan a él, al otro lado, sin una luna visible, el cielo es más oscuro y su corazón se contrae porque ese color le recuerda algo, algo que le hace bien pero no sabe qué. Se imagina un rostro, pero de este sólo ve sus ojos, idéntico al color del cielo. Le gusta.
Él ya ha visto esos ojos antes.
—Nos volveremos a ver—susurra.
No sabe con exactitud por qué lo hace. Pero cree que le escuchan y sonríe mientras cierra sus ojos y se relame los labios.
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James duerme su sueño criogénico. Su mente en blanco, con pinceles que dibujan ojos castaños y besos inocentes.
Una nana que alguien canta resuena en su inconsciente; Antoshka alcanza a entender.
Notas: Me ha encantado escribir este fic. Espero sinceramente que ustedes hayan disfrutado de leerlo también.
Gracias por leer y por todo. Será hasta la próxima historia.