Editado por primera (y única) vez el día 2/18/2019.
Corregidas ciertas faltas de ortografía y agregadas divisiones en escenas que, debido a su falta, hacían de este capítulo practicamente imposible de leer y/o comprender.
El Inicio de todo:
No me había dado cuenta en ese entonces, pero, la paz que tanto había buscado a lo largo de mi vida, la paz que tanto anhelaba, la paz que tanto deseaba, era la misma que faltaba dentro de mi corazón y de mi alma.
Mi corazón no estaba en paz.
Mi alma no estaba en paz.
Yo no estaba en paz.
No estaba en paz conmigo mismo, no estaba en paz con mi propio corazón, tantos sentimientos oscuros estaban librando una caótica guerra dentro de mí, una guerra que en ese momento no me había percatado, una guerra que perdía poco a poco.
Las personas tienen una manera muy sencilla de representar a la muerte, y muy a menudo se preguntan ¿Cómo se siente morir? Sin embargo, las personas no se dan cuenta que en realidad, lo que importa es preguntarse ¿Qué se siente estar vivo? ¿Qué es el estar vivo? ¿Cómo se representa? ¿El haber nacido ya me hace vivir? ¿De verdad estoy viviendo?...
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En algún lugar del Reino Unido:
Frio, un frio otoñal cubría la oscura ciudad a altas horas de la noche.
Las gotas de la lluvia refrescaban la vieja ciudad, el ruido del agua cayendo inundaba el ambiente, pero no era lo único que se escuchaba.
*Tap Tap Tap Tap Tap*
Rápidas pisadas de una niña pequeña, que desesperada corría, bajo la lluvia otoñal que parecía que nunca iba a cesar.
Sus pies desnudos y sucios con polvo y barro, además de sus prendas de ropa desgastadas, rotas y mojadas, daban fe de que la niña llevaba un buen rato corriendo.
Sus ojos celestes denotaban cansancio, una mirada sumamente desesperada.
Llevaba bajo sus brazos un enorme libro, al parecer muy viejo, de tapa marrón y con unas letras de algún idioma inscriptas en él.
— ¡Que no escape! ¡Los altos mandos de la sede pidieron que pague el robo del sagrado libro con su vida!. — Gritó un hombre encapuchado detrás de la niña, con varios sujetos también encapuchados a su alrededor, corriendo, al parecer intentando atrapar a la niña.
La niña desesperada trataba, si era posible, correr más rápido de lo que ya lo hacía.
Un haz de luz verde iluminó la oscura calle donde la niña corría.
— ¡Ugh! —
La niña se había caído.
Tocándose suavemente la pierna.
Lloriqueando.
Gritando levemente ante el contacto.
Observando su mano, manchada con un líquido espeso, y rojo.
Le habían lastimado la pierna con un hechizo.
Trato de levantarse pero fue inútil.
Estaba agotada, ya nada valía la pena, la habían atrapado.
Levantó la vista y casi por acto de reflejo, apretujó el viejo libro contra su pecho.
Los encapuchados la habían alcanzado.
— ¡Por fín has cedido! Sucia traidora. — Dijo uno de los encapuchados, golpeando a la niña fuertemente en el rostro, causándole un corte sobre su mejilla que rápidamente comenzó a expulsar sangre.
Pronto el rostro de la niña estaba cubierto por sangre.
Ella lloraba, lloraba en silencio.
Rogaba en su cabeza por piedad, pero muy en el fondo sabía que todo había terminado.
— Adelante mátala, no tenemos tiempo que perder. — Dijo otro.
— Pagarás tu rebeldía y el robo del libro con tu vida. — Invocando un círculo mágico con su mano frente a la niña.
Cerrando los ojos, llorosa, aterrada. Tanto esfuerzo invertido para nada.
Tristemente esperaba que el hechizo que estaba conjurando uno de los encapuchados delante de ella haga contacto con su cuerpo.
Tristemente esperaba su final.
Esperaba su muerte.
Su prematura e injusta muerte.
Pero por mucho que esperó el abrazo frio que brindaba la muerte, este nunca llegó.
Abrió los ojos temerosa.
Sus ojos celestes visualizaron los cuerpos de los encapuchados en el suelo, que yacían inconscientes.
La niña sorprendida no creía lo que veía.
Muy asustada al sentir de repente el contacto de una suave mano en su hombro derecho.
Desapareciendo en un destello amarillo.
Asustada observó perpleja como la vista había cambiado.
Se encontraba frente a una chimenea, con la leña ardiendo por el fuego.
En la sala de una muy acogedora casa.
Intentó levantarse, Gimiendo por el dolor de su resentida herida.
Fastidiada se resignó a observar la sala, aunque la sangre en su rostro se lo impedía un poco.
Una mesa con varios sofás detrás de ella, frente a la chimenea.
Una televisión a un costado de la sala, al lado de un desayunador que dividía la sala de la cocina.
Rápidamente se acordó.
Buscó a sus alrededores el libro de tapa marrón.
No se encontraba por ningún lado.
Bruscamente unas suaves manos la levantaron y la depositaron en un amplio y cómodo sofá.
Una silueta con una capucha roja que impedía que se le viera el rostro.
Mentiría si dijera que no estaba asustada.
Asustada y sorprendida.
La silueta tomó la pierna de la niña.
Envolviéndola en un aura de un color verde muy suave, que salía de las manos de la silueta desconocida.
Sanando la herida que tenía la rubia al instante.
Vendando su pierna.
— ¿Me dejarás curarte esa herida en el rostro? — Preguntó la figura misteriosa, hablando por primera vez.
Ella se quedó sorprendida sin mover ni un solo músculo.
Entonces la persona misteriosa actuó en consecuencia, curándole el rostro con la misma aura verdosa que emanaba de sus cálidas manos.
— Para mañana estarás al cien por cien. — Habló, retirando sus manos del rostro de la jovencita.
La niña se mantuvo callada, observando sorprendida su pierna.
Pasando su mano por donde anteriormente tenía una herida en su rostro.
Tocando lo que parecía ser una cicatriz.
El dolor casi había desaparecido por completo.
No solo la había salvado, sino que también le había curado sus heridas.
—¿P-Por qué me ayuda? — Habló por primera vez, con su voz frágil, y algo temerosa.
— No es muy respetuoso preguntarle algo a un desconocido, por lo menos no sin presentarse antes ¿No crees? — Dijo el encapuchado revelando su rostro, con una media sonrisa en él.
Sus cabellos rubios y brillantes, sus ojos celestes profundos, como si de un océano se tratasen.
No aparentaba tener más de 20 años.
—D-disculpe mi irrespetuosidad, pero es que me sorprende que un desconocido me haya salvado. — perdiendo un poco del nerviosismo que cargaba.
— Y a mí me sorprende que una niña tan pequeña hable de una manera tan correcta— Riendo a lo último, colgando la capa roja que hasta ese momento estaba usando en un perchero al lado de una puerta.
— ¡No soy una niña pequeña! Dentro de unos meses cumpliré doce! —
— ¡bueno, bueno! No quería herir tus sentimientos— Riendo divertido. — ¿Cómo te llamas pequeña? —
— Me llamo Le Fay, Le Fay Pendragon.—
— ¿Eres de la famosa casa Pendragon? — Le preguntó
—…Así es… Soy la hija de los jefes de la casa Pendragon —
—No deberías soltar tal información tan a la ligera, no sabes quién soy ¿Qué tal si soy un tipo malo? —
— ¡Usted no es malo! — Exclamó — Si lo fuera, no me habría salvado, ni me hubiera ayudado con mi herida. Confío en usted. — Exclamó con una sonrisa la niña.
— ¡Vaya! Pero que inteligente y respetuosa es la hija de la casa Pendragon — Riendo. — Bueno Le Fay, yo me llamo Naruto, Naruto Uzumaki — Presentándose.
— ¡! — Quedándose completamente sorprendida, sin poder creer lo que acababa de escuchar.
Naruto Uzumaki, ese nombre lo conocía bien, muy bien.
En todas las culturas y civilizaciones siempre hay personas que destacan más que otras, quedando en la historia, destacando en algo más que los otros.
Ese era el caso de Naruto Uzumaki.
Ella, al venir de una familia humana que pertenecía al mundo mágico, tuvo la "suerte", por llamarlo de alguna manera, de conocer el nombre, y en parte la historia, de este sujeto.
Aunque la historia de este sujeto era casi desconocida para el mundo. Las personas del mundo humano corriente no tenían ni idea quien era.
Pero en el mundo mágico, casi todos conocían su persona, era un mito en el mundo mágico en el cual había personas que creían en él y otras que no.
El ser humano más poderoso de todos los tiempos.
Por eso Naruto Uzumaki era conocido, la historia lo describía como el humano más fuerte, aquel que pudo, no solo hacerle frente, sino también derrotar a un Dios, aunque esto le había costado su propia vida.
Pero, de nuevo, había muy poca información sobre Naruto Uzumaki, no se sabía casi nada de él.
Pero había rumores que decían que él no había muerto, sino que se había ocultado, había desaparecido.
Ella había buscado por muchísimo tiempo información de él, pero, jamás en su vida habría pensado que Naruto Uzumaki la hubiera salvado de la muerte.
— ¡Y-yo lo conozco! — Articuló la chica después de un rato, volviendo del shock. — ¡Q-quiero decir... Yo he leído sobre usted! —
— ¿Me conoces? —
— ¡S-sí! ¡U-usted es todo un mito de dónde vengo! ¡E-el humano más fuerte de todos! ¡A-aquel que le hizo frente a un Dios! ¡U-usted es un héroe! ¡U-u-una leyenda! —
— Suficiente Le Fay Pendragon —
— ¡P-pero, de verdad! —
— No me agrada hablar de eso…— Dijo él, notando la pequeña como el tono de su voz cambiaba…
— No lo entiendo…. ¿P-por qué me salvó? —
— ¿Y por qué no habría de hacerlo? No iba a dejar que unos magos mataran a una niña, no importa lo que sea que hayas hecho ni sus motivos, de ninguna manera iba a dejar que te asesinasen, pero ¿Por qué te perseguían? — Preguntó el rubio sereno.
— Muchísimas gracias Naruto-sama — Sonrío agradecida, pero pronto esa sonrisa se borró de su rostro. — E-Ellos me perseguían porque…. Yo…. Entré en varios conflictos con mis padres…. Mi forma de pensar les traía muchos problemas…. Nuestras formas de actuar y pensar eran muy diferentes y…—
— ¿Y abandonaste tu hogar? —
— Así es, discutimos muy fuerte esta vez… Dijeron que si seguía así iba a… ser igual de problemática que mi hermano —
— ¿Arthur Pendragon? —
— ¡¿Lo conoce?! —
— Lo conozco de nombre nada más, jamás nos hemos visto. —
— Ah…. Sí, dijeron que no querían que fuera como él, eso me molesto mucho, entonces decidí escapar, del Golden Dawn, de mi casa, de mis padres…— Haciendo una pausa — Pero… Antes de irme, robé un libro de Hechizos muy avanzados de la biblioteca del Golden Dawn, por eso me perseguían… Ese libro era muy importante, por eso me querían muerta…—
— ¿Ese libro que hurtaste es este? — sacando de un bolsillo un gordo y viejo libro de tapa marrón, lanzándolo a los pies de la joven.
— ¡S-si! — Sorprendida y emocionada — ¿¡Me lo dará así sin más?! — Preguntó incrédula.
—Ignoro él porqué te robaste este libro, ni se la importancia del mismo. — Dijo el joven serio. — Pero si estuviste dispuesta a tanto para tenerlo, es porque debe de ser importante, al menos para ti —
— ¡Gracias ,gracias, gracias! — Levantándose, abrazando al rubio de la cintura.
— ¡Vaya! ¡Desde que comenzamos a hablar que no paras de darme las gracias! — Dijo divertido.
— ¡Le estaré eternamente agradecida….! ¡Naruto-sama! — Dijo la niña sonriente, con sus ojos llena de alegría.
— No es necesario que me llames así — Sonriendo. — ¿Tienes algún lugar al dónde ir? ¿Alguien con quien puedas comunicarte? — Pregunto el rubio.
—E-etto. Hay alguien al que me gustaría ver pero, no sé dónde está ni cómo contactarlo. — Dijo algo apenada.
— ¿Se trata de Arthur? —
— Así es…. Se marchó de casa hace unos años, y yo… quería verlo otra vez —
— Ya veo ¿No tienes ninguna idea de donde podría estar? —
—S-si, creo tenerla — Dijo la rubia. — El se marchó de casa para buscar las excalibur, no sé si ha oído alguna vez hablar de ellas. — Pregunto la niña.
—Si, la famosa espada sacra excalibur. — Serio — Actualmente se encuentra dividida en 7 fragmentos, y varios de estos están desaparecidos desde hace ya muchos años. —
—Así es, mi hermano está en busca de ellas. —
—Ya veo, y tú crees que si encuentras las excalibur entonces encontrarás a tu hermano Arthur ¿No es así? — Preguntó el rubio.
—Así es, Naruto-sama…— Dijo la rubia algo apenada, mirando al suelo.
—Desafortunadamente nadie sabe dónde están los fragmentos perdidos de Excalibur.—
—….—
—Lo lamento Le Fay, pero no creo poder ayudarte a buscar las excalibur. — Observando como la niña se entristecía y miraba al suelo. — Pero... Si podría ayudarte a buscar a tu hermano. — Dijo con una muy cálida, fresca y sincera sonrisa.
—¡¿D-de verdad?! — Preguntó la niña muy emocionada, sintiendo una inmensa alegría al ver la sonrisa de su salvador de cabello rubio.
— Por supuesto, pareces muy decidida con querer encontrarlo, te ayudaré en lo que pueda. —
—Usted es muy bueno conmigo, ¡Naruto-sama!. —
— Solo hago lo mismo que haría cualquiera por una pequeña niña que necesita ayuda. — Dijo recordando algo. — Le Fay ¿De verdad que no puedes regresar con tu familia? Creo que deberías de volver. —
— ¡No! ¡N-no puedo volver! He discutido muy fuertemente con mis padres. D-dijeron que m-mi hermano y yo éramos dos ovejas negras que manchaban el honor del apellido Pendragon— Con los ojos llorosos y la garganta tomada, a punto de romper en llanto.
—No digas más, lo entiendo. — Dijo seriamente el muchacho de ojos celestes. —Puedes quedarte aquí si gustas —
— ¿D-de verdad? N-no q-quiero serle una molestia, Naruto-sama. — Dijo apenada.
— No eres ninguna molestia Le Fay. Aunque estoy aquí sólo de pasada, pero puedes quedarte por el momento, el tiempo que te sea necesario. — Sonriendo levemente.
—Naruto-sama, creo que no me alcanzará la vida para devolverle todo lo que hizo por mí hoy. — Dijo la niña muy feliz, con sus ojos vidriosos.
— Déjate de bromas, no me debes nada pequeña. — Dijo el joven rubio ingresando en la cocina, — Solo te pido que me digas qué es lo que se te apetece para cenar, es tarde, pero creo poder prepararte algo. — Sonriendo.
—¡Oh Naruto-sama, usted es el mejor! — Exclamó la niña, con una enorme sonrisa en su rostro, después de todo, se sentía feliz…
En ese momento no caí en cuenta de todo lo que había sucedido ese día, de todo lo que había hecho, de todas las consecuencias que traerían mis acciones…
Había discutido con mis padres, me había revelado, estaba desertando mi familia para nunca más formar parte de ella.
Hurté uno de los libros más importantes de la biblioteca del Golden Dawn, me declaré en rebeldía.
Hui y traté de ocultarme por las calles de Inglaterra, pero era en vano, yo sabía muy bien que me encontrarían.
Y la realidad es que, pude morir en cualquier momento, ellos me encontraron muy rápidamente, y solamente jugaron conmigo un rato, si no lo hubieran hecho, de seguro me hubieran matado mucho antes que él hubiera llegado…
Él...
Mi salvador.
Naruto Uzumaki…
¿De verdad era él? Eso era lo que inconscientemente me preguntaba.
Físicamente parecía él, era similar a como lo describían… Pero, no se veía demasiado fuerte.
Tampoco tenía mucho sentido el haberlo encontrado de esa forma…
Él era un mito, un verdadero mito.
De él se sabía poco y nada, algunos decían que estaba vivo, pero que se ocultaba.
Sí ese era el caso, entonces ¿Por qué yo lo había encontrado tan rápido?
Bueno, aunque en realidad él me había encontrado a mí.
Tenía muchísimas preguntas que hacerle, y también muchas que hacerme a mí.
¿De verdad era quién decía ser?
¿Qué era lo que hacía allí?
¿Por qué me había rescatado?
¿De verdad me iba a ayudar a encontrar a mi hermano?
¿Alguna vez lo iba a volver a ver?
Aunque claro está que en ese momento ninguna de esas preguntas pasaba por mi cabeza.
Estaba un poco confundida en ese entonces, pero de igual manera tomé una decisión, una decisión que pese había tomado esa noche sin darme cuenta, tardé bastante tiempo en aceptarla.
Una decisión que, hasta el día de hoy, agradezco todo el tiempo el haberla tomado…
Tres Meses más tarde:
—Deberías dejar descansar ese libro un rato. —
—¡Naruto-sama! ¡No me asuste así! — Exclamó ella, cerrando el viejo libro que estaba leyendo sentada en uno de los sillones de la sala.
— Lo lamento— Dijo riendo levemente. — Pensé que sabías que estaba aquí. — Caminando por la sala, sentándose en uno de los sillones, frente a la joven.
— Estaba muy sumida en la lectura, por eso — Dejando el viejo libro sobre la mesa.
—Le Fay…. ¿Acaso estuviste leyendo todo este tiempo mientras yo no estaba? — Preguntó el rubio.
—….—
— ¡Le Fay! ¡Me he marchado desde el mediodía! — Dijo el rubio incrédulo.
—N-no…— Apenada.
— ¿Uh? —
—N-no e-estuve leyendo t-todo este tiempo. —
—Ah, ¿No? — Preguntó curioso.
— He t-tenido q-que parar p-para ir al baño. — Mirando al suelo. —A-además…. M-me h-hice un s-sándwich. — Dijo muy avergonzada.
—….—
—Técnicamente no h-he e-estado l-leyendo todo e-el día. —
—Le Fay…. — Levantándose, caminando hasta estar junto a ella, acariciando los mechones rubios de su cabello con su suave mano. — Ya te he dicho varias veces — Acariciando su cabeza. — Que tienes que descansar tu mente. —
—P-pero…—
—No te hace nada bien estar leyendo todo el día ese complicado libro. —
—….—
— Desde hace ya varias semanas que no te despegas de ese libro. — Sentándose junto a ella. — ¿Puedo saber el motivo? — Mirándola fijamente a los ojos.
La niña se ruborizó.
Sentía, no solo sus mejillas, sino también su frente, arder, como si tuviera fiebre.
Todo porque el joven la miraba con esos ojos celestes.
Tan profundos y grandes como un océano.
Tan hermosos y coloridos como el mismísimo cielo.
Pero ella podía observar que, a veces, esos mismos ojos estaban tan carentes de sentimientos, tan vacíos.
Era solo por pequeños momentos, pero ella podía notar como ese hombre llevaba tras de él tanta tristeza, tanta soledad….
Y ella lo entendía, podía llegar a imaginarse el porqué.
Por lo menos desde que se enteró sobre quién era ese hombre en realidad.
—Y-yo. .. —
La niña por fín pudo hablar.
— Y-yo n-no q-quiero ser un estorbo p-para usted. —
—…Le Fay…—
—Y-yo s-sé que usted tiene asuntos de suma importancia. N-no quiero que usted tenga que preocuparse por una pequeña niña que usted está cuidando sin ningún motivo. —
—….—
—Y-yo quiero serle útil, q-quiero servirle, serle de utilidad. — Dijo algo apenada.
El joven sonrío y, para sorpresa y vergüenza de la rubia, la abrazó con mucha ternura.
— Le Fay, Pequeña…. Deja de decir esas cosas. — Acariciando fraternalmente su espalda. — Por más que lo pienses, hagas lo que hagas, digas lo que digas, tu jamás serás un estorbo para mí. —
Esas palabras arrancaron algunas lágrimas de los ojos de la joven.
—P-pero…—
— Es más, aunque no lo creas, sí que me ayudas. —
— ¡!— La niña se sorprendió muchísimo con lo que el rubio había dicho. — P-pero y-yo solo estoy estorbando, quedándome aquí…. Causándole preocupaciones…— Triste.
— Eso no es cierto. — Hablo el rubio. — Sí que me ayudas. Me haces compañía, y eso es mucho más que suficiente. —
La niña, incrédula, estaba completamente sorprendida con lo que el rubio había dicho.
— ¿C-compañía? — Preguntó
—Así es, te quedas aquí, charlas conmigo, es como si no estuviera solo, alegras un poco este lugar con tu presencia Le Fay. Por eso yo quiero darte las gracias. —
— ¡N-Naruto-sama! N-no… No tiene por qué… —
— Le Fay… Sé que te dije que cuando volviera entrenaríamos pero…se me hizo algo tarde. — Apenado — ¿Podríamos dejar el entrenamiento para mañana a primera hora? —
—Claro que sí Naruto-sama— Contestó con una sonrisa.
—Mucho mejor. — Sonriendo. — ¿Qué se te apetece de cenar? —
—Mmmm… ¿Ratatouille? — Dudó.
—Genial. — Entrando en la cocina, poniéndose un delantal de color naranja, sacando varios utencillos de cocina. — Dame una hora y media y lo tendré listo— Contestó con una sonrisa.
—Naruto-sama. — Dijo entrando en la cocina, poniéndose un delantal más pequeño de color celeste. — ¡Déjeme ayudarlo! — Sacando varios ingredientes de los armarios, bajo la atenta y cariñosa mirada del rubio, que la observaba sonriente…
Estaba encantadísima, no podía creer lo que estaba viviendo, después de tanto tiempo pasándola mal con mi familia, por fin me sentía bien, me sentía feliz.
Ya no me preocupaba mucho por lo que podría estar sucediendo en mi antiguo hogar.
No los odiaba, tampoco les guardaba rencor, bueno, a lo mejor en ese tiempo sí, pero era pequeña, y sabía los miedos y preocupaciones que ellos tenían por culpa de mi hermano y mía.
Mi hermano… Arthur.
Lo extrañaba, pero, no estaba tan desesperada por encontrarlo como antes lo estaba.
No me molestaba para nada mi nueva vida, es más, me encantaba…
Todo gracias a Naruto-sama…
Mi salvador.
Ya no me importaba mucho si él era o no quién decía ser, ello ya no importaba para nada.
Es más, hasta le creía, creía en él un cien por ciento.
Por primera vez alguien me prestaba atención de verdad.
Me fascinaba completamente.
Aunque él tenía muchísimas cosas de las cuales preocuparse, cosas de las cuales yo no estaba muy al tanto, no en ese momento.
A veces se iba durante todo el día y regresaba tarde.
Pero, pese a eso, él me daba toda su atención. Se preocupaba por mí, me cuidaba, me hacía reir.
Yo lo intentaba ayudar en todo lo que podía, era como su asistente.
Y digo "como" porque no lo era totalmente, aunque eso era lo que más quería, serle útil.
Le pedía todos los días para que me entrenara, que me contara qué era lo que hacía durante el día, hasta que un día aceptó.
A veces tenía miedo, sabía que él estaba ahí de pasada, y pronto se iría.
Seguro me llevaría, pero igual a veces dudaba…
Aunque luego mis dudas se disiparon, y para gusto mío, seguía siendo su "pequeña asistente"
Pronto nos mudamos a Italia, ya que tenía algo muy importante que hacer allí.
Comenzamos con mi entrenamiento, era muy difícil seguirle el paso, pero yo lo hacía lo mejor que podía.
Comencé a estudiar y aprender sobre diferentes cosas, desde los diferentes mundos y facciones hasta economía, quería serle útil.
Comencé a acostumbrarme a que él pusiera toda su atención en mí, eso me hacía feliz.
Aunque en ese momento no me había dado cuenta, la realidad era que….
Lo adoraba.
Lo adoraba a él, adoraba la vida nueva en la cual me había metido.
Adoraba su forma de ser, adoraba todo.
Pero, pronto pasamos a ser más que él y yo.
Varios se unieron a nuestra "pequeña familia" Por decirlo de alguna manera, por ponerle un nombre a lo que sea que eramos.
La primera fue una joven como yo, en circunstancias bastante peculiares.
Al principio estaba celosa, Naruto-sama había desviado un poco su atención para ella.
Pero luego la acepté, y me di cuenta que sentirme así era muy egoísta de mi parte.
Y con los años, me di cuenta que una de las mejores cosas que me pudo pasar fue el conocer a todas esas personas.
En ese viaje a Italia, además, conocimos a alguien que, hoy por hoy, es una de mis mejores amigas…
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— Le Fay ¿Ya estás lista? — Escuché detrás de mí.
— ¡Oh, sí si! Disculpa la tardanza — Contesté, caminando hasta la entrada de la habitación, saludando a mi amiga de cabello azul.
— Debemos apurarnos, Naruto y los demás ya están listos ¿Por qué te tardabas? — Dijo mirándome a los ojos, con esa mirada tan curiosa que tenía.
— Estaba… Recordando viejos tiempos. — Le confesé— Estaba algo nerviosa, así que me puse a leer mi diario…—
Entonces de la nada sentí como alguien me abrazaba, llenándome de un sentimiento bastante reconfortante, mientras mis nervios desaparecían poco a poco, pero de igual manera seguía sorprendida.
— ¿Xenovia? ¿Por qué hiciste eso? — Le pregunté a mi peculiar amiga.
— Dijiste que estabas nerviosa… Así que actué como de seguro Naruto hubiera actuado en mi lugar… ¿Lo hice mal? — Algo preocupada.
— ¡N-no! ¡Para nada! Solo que me tomaste por sorpresa ¿Nos vamos? —
— Claro, ya es la hora. — Caminando delante de mí.
— Xenovia…— Susurré, llamando su atención.
— ¿Qué sucede Le Fay? —
— De verdad…. Me alegro en haberte conocido….— Le confesé…
— Yo también me alegro de haberte conocido Fay, pero… ¿A qué viene eso? —
— Oh… A nada, a nada, olvídalo…— Le sonreí. — Sólo estaba pensando en otra cosa, creo que circunstancias como esta me ponen algo melancólica... — Cerrando la puerta que estaba detrás de mí. — Vamos, no perdamos más tiempo, de seguro nos están esperando. —
— Sí, así es ¡Estoy ansiosa! ¡Ya quiero estar en el campo de batalla! — Me dijo mi amiga, corriendo por los pasillos, adelantándose mucho más, dejándome a mí atrás.
— Sí, definitivamente no me arrepiento de todo esto…— Dije con una sonrisa, siguiendo a mi compañera, a mi mejor amiga….