Chopper y Elin miraban con preocupación a Tashigi. El cuerpo de la capitana se encontraba al límite. La toxina se había extendido por prácticamente todo su organismo, que lucía un brillante color plateado. Su piel sudaba copiosamente, perlando por completo cada centímetro de su tez. Su pecho subía y bajaba con rapidez, su respiración estaba increíblemente agitada. En aquellos momentos se encontraba estable dentro de la gravedad, pero había sufrido una crisis tan grave la noche anterior que las convulsiones casi le habían costado la vida. Estaba apenas a un paso de la muerte, necesitaba a toda costa tomar el tan ansiado antídoto.
- Chopper-chan… la fiebre ha vuelto a subir mucho –
- Ahora mismo le suministraré un antipirético de nuevo –
El pequeño médico tomó una jeringuilla e inyectó una dosis a Tashigi. La temperatura de la chica comenzó a descender, pero Chopper sabía que eso no era suficiente para enlentecer la propagación de la infección, que casi se había extendido por todo su cuerpo. Había intentado todo lo que estaba en sus manos, todo lo que había aprendido de la doctora Kureha, pero era incapaz de tratar la infección de Tashigi con los medios que tenía a su alcance. Necesitaba aquellas flores antes de que el sol saliese de nuevo, sabía con claridad que Tashigi no aguantaría para ver el amanecer de un nuevo día.
Esa misma mañana se habían cumplido dos días desde que Zoro y el resto habían partido hasta el pico de la montaña más alta de la isla. Chopper miraba por la ventana de aquella habitación, totalmente compungido. Había diagnosticado que el tiempo de vida de Tashigi iba a ser de entre cuatro y cinco días, pero estaba seguro que no lograría llegar con vida al cuarto, aquella enfermedad era increíblemente virulenta y se extendía con rapidez, sobre todo en unas condiciones tan óptimas para el microorganismo.
- Otra vez está empezando a respirar con dificultad, ¿Qué podemos hacer? –
- Esto es muy grave… a este paso no podré hacer nada por ella… - dijo el médico mientras se acercaba de nuevo a Tashigi y la examinaba – Zoro… Nami… Sanji… por favor, volved pronto con la cura o será demasiado tarde –
La nieve en el exterior caía, aunque no de forma copiosa. Luffy y el resto hacían vida en la parte inferior de la casa, intentando distraerse lo mejor que podían. Durante el día ayudaban a los aldeanos con las tareas del lugar, con los preparativos de las fiestas anuales, pero durante la noche no podían matar el tiempo de ninguna manera, sólo podían esperar a que el resto de sus compañeros apareciese. Para ellos también les resultaba duro, ya que en aquellas condiciones tan adversas incluso el grupo de búsqueda podía perecer en medio del cumplimiento de su misión. Aun así, intentaban mantenerse serenos y optimistas, ya que sólo podían esperar.
El sol se había puesto por completo, y, de nuevo, una enorme luna llena había hecho su aparición en el cielo, iluminado tibiamente los finos copos de nieve que seguían precipitándose. El tiempo seguía pasando inexorablemente aunque algunos de los Mugiwara durmiesen acompañados de un nutrido grupo de marines. De entre los pocos que seguían despiertos se encontraba Robin, que tomaba una taza de café caliente mientras leía un libro a la lumbre de la hoguera. Aunque era una mujer de horarios establecidos y ritmos concretos, podía pasar perfectamente una noche en guardia, y más si la situación era tan delicada como lo era aquella.
Ya bastante entrada la noche, algo le llamó la atención. Con una determinada frecuencia, utilizaba su habilidad para explorar los alrededores de la cabaña y así averiguar si sucedía algo a su alrededor. En aquellos momentos, mientras examinaba la zona aledaña, una tenue luz cercana al lago llamó su atención. Pudo observar a través de sus ojos fleur que una estructura de madera se acercaba a la posición de la cabaña a toda velocidad. Afinó aún más la vista, y observó que quien conducía aquel vehículo era el vice-almirante Smoker.
- ¡Luffy! ¡Chicos! ¡Levantaos, deprisa, son Nami y el resto! –
Robin hizo aparecer docenas de brazos fleur que despertaron, instantáneamente, a todos los que se encontraban junto a ella en aquella sala. Los primeros en reaccionar fueron los hombres del G5, que se precipitaron hacia la puerta, ansiosos, por recibir a su superior con la cura para salvar la vida de su preciada capitana. Salieron al exterior, atropelladamente, e interceptaron el improvisado trineo de madera que propulsaba Smoker a unos escasos metros de la puerta. Junto a él se encontraba Nami, que se había encargado de guiarle en todo momento, y en la parte de detrás, Sanji cuidaba de Zoro, el cual se encontraba apenas consciente, pero sujetaba con todas sus fuerzas un buen puñado de flores en su mano derecha.
- ¡Smoker-san! ¡Gracias a Dios que está aquí! –
- ¡Vamos jefe, no hay tiempo que perder! El doctor de los Mugiwara dice que Tashigi-chan está en estado crítico, necesitamos que le suministre la cura lo antes posible –
Los hombres del G5 ayudaron a su superior a incorporarse, que se encontraba aún en estado frágil tras los estragos de la hipotermia que había sufrido. Lo cierto era que si no hubiera sido por él, Zoro hubiese perecido en el campo de flores doradas. La falta de oxígeno y las temperaturas abrumadoramente bajas habían sido suficientes para dejarlo inconsciente. Sólo con la ayuda de Smoker, que había ascendido rodeado de Heat Eggs producidos por el Clima Tact de Nami para caldear la temperatura a su alrededor, pudo descender hacia una zona más cálida, donde sus tres compañeros hicieron todo lo posible para mantenerlo con vida, sobre todo mientras se trasladaban.
El camino de vuelta había sido duro, pero al tratarse de un descenso, también había sido más rápido. Lo lograron en un tiempo récord, plagado de numerosos obstáculos, fieras e inclemencias, pero ya nada de eso importaba, habían logrado llegar relativamente sanos y relativamente a salvo, y con lo que era más importante, con las flores necesarias para elaborar la cura para Tashigi.
- ¡Nami! ¿Estás bien? Te ves pálida, y estás helada – Gritó Robin, que había sido la primera de los Mugiwara en salir, y que acto seguido envolvió a Nami con una de las mantas que habían estado calentándose junto a la chimenea – Lo habéis conseguido –
- ¡M-muchas gracias, Robin! Esos dos idiotas por poco pierden la vida – Dijo la chica mientras apuntaba a Zoro y a Smoker – Pero sin ellos hubiera sido imposible poder alcanzar la cima –
- Me alegro que todo haya salido bien –
- ¡Nami, déjame que yo te ayude, shishishishi! -
- Oh no… no tengo el cuerpo para aguantar tus cosas, Luffy, necesito descansar –
Zoro intentó ponerse en pie por todos sus medios, pero necesitó la ayuda de Sanji para poder lograrlo. En otra situación habría preferido morir a verse en esa tesitura, pero la ayuda del cocinero había sido clave para que pudiera sujetar aquellas flores en ese momento, y a esas alturas del juego, iba a seguir tragándose su orgullo con tal de salvar a Tashigi.
- Kuso marimo… nos vas a matar de un disgusto, si es que esta isla no te mata a ti primero – Dijo el cocinero, entre dientes, mientras cargaba con su compañero y entraba en la cabaña, dirigiéndose hacia las escaleras – Vamos directamente con Chopper, después de que le administre la cura a la preciosa Tashigi-chan seguramente podrá hacer algo contigo antes de que te mueras –
Zoro escuchaba la voz de Sanji a fragmentos, pero en realidad no le interesaba lo que pudiera decirle, sólo quería subir las pocas escaleras que faltaban para encontrarse con ella, para poder salvarla y para poder salvarse a él. Necesitaba darle las flores a Chopper para que la curase, para poder seguir escuchando sus quejas y sus discursos, su estridente voz, para poder seguir sintiendo que estaba, de la manera que fuese, cerca de ella. Notó cómo Sanji abría bruscamente la puerta, y pudo ver, de forma borrosa, cómo el médico se precipitaba, nervioso, sobre él.
- C-chopper… a-aquí tienes, ahora… ahora es tu turno – Dijo Zoro con un hilo de voz antes de perder la consciencia.
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De nuevo, se sentía increíblemente desorientado. Abrió lentamente su ojo y observó el techo de madera sobre su cabeza. Aquella vez no era recia piedra, se encontraba en el interior de la cabaña. Se incorporó, aún somnoliento, y se percató de que había un fuego encendido en la sala, en una pequeña chimenea en la punta opuesta de la habitación. Además, tenía una gran cantidad de mantas sobre la cama y llevaba puesto un cálido pijama de franela de cuadros de distintos tonos verdes.
Se quedó pensativo durante unos minutos, sentía que había pedazos de su memoria que no terminaban de encajar, que faltaban piezas en aquel puzzle. Además, también se sentían terriblemente cansado, como si hubiese tenido una terrible y fiera batalla. Miró por la ventana y vio el sol en su punto más alto. No sabía por qué, pero sentía que había dormido más de lo normal, que habían pasado varios días desde que perdió la consciencia. Bajó la vista y miró su mano derecha, la cual abrió y cerró varias veces. De repente, los recuerdos empezaron a regresar a su memoria, ¿Dónde se encontraba el puñado de flores que había arrancado para salvar a Tashigi?
Salió de la cama, con presteza y torpeza, trastabillando, y abrió la puerta de su cuarto como pudo. Reconoció aquel pasillo, una de todas aquellas puertas daba a la habitación de Tashigi. Salió corriendo y empezó a abrirlas, al azar, hasta que por fin dio con aquella que estaba buscando. Entró a través de ella, nervioso, y la estampa que encontró le cortó la respiración. No había nadie allí dentro, todo estaba ordenado y limpio, como si allí no hubiese estado nunca nadie. Se acercó hasta la cama y observó la colcha lisa y estirada, como si jamás nadie hubiese yacido sobre ella, como si Tashigi no hubiese dormido allí nunca.
Su corazón empezó a desbocarse. Sus peores temores se habían confirmado, no había logrado llegar a tiempo y Tashigi había muerto. No sabía exactamente cuánto tiempo había pasado, pero sí que había sido el suficiente para que enterrasen su cadáver. La congoja empezó a dominar el interior de Zoro, que había intentado evitar pensar en aquello de todas las maneras posibles, pero ahora le resultaba imposible aceptar la realidad. Se había dado cuenta demasiado tarde de lo que sentía por ella, y había puesto distancia cuando ya no quedaba tiempo para ayudarla. Si sólo se hubiese alejado antes, si la hubiese ignorado en el lago, no habría pasado nada. La enorme distancia entre ambos le había herido demasiado, pero el dolor que sentía por su muerte era incomparable, saber que nunca más podría verla, escucharla, verla luchar, le desgarraba el alma. Zoro no pudo seguir de pie, sus piernas se aflojaron y tuvo que dejarse caer sobre la cama. El dolor invadía cada fibra de su cuerpo, no se sentía así desde que había perdido a Kuina, y podía decir, incluso, que el dolor era diferente. Kuina había sido su mejor amiga, su figura a seguir, pero no había sentido amor por ella, esa era la primera vez que alguien le interesaba de aquella manera. Podía aspirar su olor aún en las sábanas de aquella cama, como si estuviera todavía presente en aquella habitación. Era incapaz de mentalizarse, no podía pensar que había sucedido el peor de los finales.
- ¿Zoro? ¡Qué estás haciendo! ¡Deberías guardar reposo! –
El espadachín escuchó tras su espalda la voz de su compañero Chopper. No sabía que estaba haciendo ahí, en aquella habitación. Abatido, pero intentado lucir estoico, se giró para observar a su nakama, y la estampa ante él le dejó atónito. Junto a Chopper, que se encontraba en su Heavy Point, estaba una convaleciente Tashigi que se apoyaba sobre el doctor para poder mantenerse en pie, luciendo un pijama gris con un estampado de conejos.
- T-tú… -
- ¡Zoro, vamos! Debes volver a la cama y descansar, has sufrido dos hipotermias seguidas en un corto periodo de tiempo, ¡No puedes ir por ahí como si no hubiese ocurrido nada! –
El espadachín no podía evitar mirar a la chica, que se encontraba completamente viva. Su piel todavía lucía parcheada, en algunas partes el color plateado seguía tiñendo su tez, todavía le costaba trabajo mantenerse sola en pie, y lucía débil y frágil, pero su aspecto era más saludable que en los días anteriores, el tratamiento estaba haciendo efecto.
- Creía… creía que habías muerto –
Zoro se levantó y se dirigió hacia ella, lentamente. El alivio que sentía en aquellos momentos era inmenso, estaba viva, completamente viva, a salvo. Su esfuerzo había valido totalmente la pena, ya no le importaba haber estado a punto de morir congelado y asfixiado, con ello había logrado salvarla y eso era más que suficiente. Sus remordimientos empezaron a desaparecer, por fin podía sentirse tranquilo, conforme consigo mismo. Después de todo lo que había ocurrido, que los dos siguieran vivos era la mejor de las noticias.
- Yo no pienso morir tan fácilmente, Roronoa… y-yo… -
- ¡Tashigi-chan está mucho mejor, Zoro! Hoy hemos empezado a caminar de nuevo, necesita volver a andar poco a poco para fortalecer sus músculos, pero ha sido suficiente por hoy, necesita descansar de nuevo –
- Y-yo… ¿Cuánto tiempo he estado durmiendo? –
- Pues dos días y medio, Zoro, mucho incluso tratándose de ti – Bromeó el médico – Pero no te preocupes, es normal después de los cambios de temperaturas tan extremos que ha sufrido tu cuerpo. Vamos, debes descansar, necesitas reponer más fuerzas –
El espadachín extendió su mano derecha hacia la capitana, quería terminar de creerse que era real, que no lo estaba soñando. Cuando sus dedos quedaron a apenas unos milímetros de la piel de la chica, retrajo su mano y dio media vuelta, sabía que era ella, que estaba viva, no podía aprovechar ese momento para volver a acercarse, ahora más que nunca necesitaba alejarse, poner distancia entre ambos para que nada de eso volviera a ocurrir. Debía mantenerse firme en su propósito, la única manera de protegerla de él mismo era alejándose de ella. Así era mejor, aunque también fuese doloroso. No había futuro en común para un infame pirata y una marine adalid de la justicia. No podía seguir cerca de ella también por su propio bien, sabía que el roce hace el cariño, ¿Cuánto más podría dolerle una separación en el futuro, en un momento en el que se convirtiese en alguien totalmente imprescindible? No podía, bajo ningún concepto, terminar de enamorarse de ella.
- Tsk, no puedes valerte por ti misma, ¿eh? Eres débil, no hubieras sobrevivido tú sola –
Tashigi abrió los ojos de par en par y tensó todos los músculos de su cuerpo debido a la sorpresa. Zoro era impredecible e increíblemente rudo, pero después de lo ocurrido, a la capitana aquello se le antojaba demasiado incluso para él. Se sentía estúpida de nuevo, pues el espadachín había sido la primera persona en acudir a su mente cuando abrió los ojos después de pasar la peor parte de aquella enfermedad. Le daba rabia, mucha rabia enamorarse de alguien como él, que siempre aprovechaba la mínima oportunidad para despreciarla de aquella manera. No iba, no quería ceder ante él, pero eso no era suficiente para que las preguntas abandonasen su cabeza, ¿Por qué se comportaba así? A pesar de todo, Tashigi ansiaba respuestas.
- ¡Zoro! ¡Pero de qué vas, idiota! ¡Vamos, vete a tu cuarto, luego te examinaré la cabeza! ¡Incluso eso es impropio de ti! – Gritó el médico, que empujó a Zoro hasta sacarlo del cuarto – No te preocupes, Tashigi-chan, estoy seguro que no lo decía enserio –
- N-no… no es nada… y-yo… yo sé que soy débil, y que he necesitado ayuda, pero me haré más fuerte… y nunca más necesitaré que nadie me salve. Ni Roronoa ni nadie –
Zoro escuchó las últimas palabras de Tashigi, apretó los puños con fuerza y se retiró, de nuevo, a su cuarto. Estaba cansando, agotado, le estaban pasando factura aquellos sobresaltos. Al menos le alegraba ver que Tashigi era una chica dura, estoica, y que empezaba a odiarle. No podía negar que, a la misma vez que se alegraba, su interior se hacía trizas. La estaba alejando de él, eso era cierto, pero a un precio altísimo, a costa de destrozar sus propios sentimientos. De repente, notó que su cabeza empezaba a dolerle con intensidad, se había levantado de golpe y, en apenas unos minutos, había vivido una serie de emociones intensas. Necesita volver a su cuarto, descansar, y seguir mentalizándose, seguir preparándose para poder ignorar a Tashigi hasta que llegase un momento en el que el odio y la indiferencia de la chica ganasen a su curiosidad.
En el cuarto, Tashigi apenas podía tragar saliva. Recordaba perfectamente, después de empezar a recuperarse, todos los encontronazos con Zoro en el tiempo que habían pasado en aquella isla, pero había anhelado, después de todo lo que había ocurrido, poder firmar la pipa de la paz con él, dejar las diferencias a un lado y empezar de cero.
Una incipiente lágrima empezó a caer por su mejilla, había pasado los peores días de su vida y aquello era lo último que necesitaba. Le dolía directamente en el corazón su indiferencia, su soberbia y su desprecio. Era algo que le molestaba en especial siempre que los recibía de un hombre, pero le destrozaban el corazón cuando venían del hombre del que se había enamorado. Se limpió aquella ligera lágrima, rápidamente, pero Chopper se dio cuenta de que aquello había sido demasiado doloroso para ella.
- Tashigi-chan, ¿Estás bien? No te tomes esas cosas enserio, Zoro sólo estaba bromeando –
- Yo sé que no está bromeando, sé que soy débil, pero ¿Por qué se ensaña así conmigo? – Gritó Tashigi, alterada - ¿Es porque le salvé cuando nadie pudo? ¿Es por eso, odia haber sido salvado por alguien más débil que él? –
- ¡T-tranquila! Vamos, ven… siéntate en la cama, te traeré algo de agua – Intentó tranquilizarla Chopper mientras la ayudaba a sentarse sobre la cama y justo después se retiraba para llenar un vaso de agua.
- Pero, ¿Por qué sólo es así conmigo? Algo dentro de mí me dice que no es así con el resto de personas, ¿Por qué conmigo sí? Siempre había sido arrogante, altanero y soberbio, pero nunca me había demostrado su odio así de esa manera –
- ¿Qué? N-no, no… Zoro no te odia –
- Claro que me odia… seguro que siempre me ha odiado. Primero lo de su amiga muerta, no sé qué habrá ocurrido con esa chica, pero dice que me parezco a ella. Después tuvo que ayudarme en Punk Hazard… y ahora, después de todo, se perdió por mi culpa y al final terminé ayudándole yo. Seguro que su orgullo está herido y eso ha sido la gota que ha colmado el vaso –
- Eh… y-yo no sé nada de eso que me dices pero, si te odia, ¿Por qué se prestó a ir a por la cura? Nadie le obligó, él mismo se propuso voluntario para ir. Además, fue él quien subió solo a la cima para coger las flores doradas. Nami no ha querido dar muchos detalles a todos… pero Zoro arriesgó su vida para poder salvarte, atravesó nubes tan frías que congelaban hasta el humo, por poco muere helado y asfixiado para encontrar la cura, si te odiase, ¿Por qué arriesgaría su vida y su sueño para ayudarte? –
- Es… ¿E-es eso cierto? No sabía que había sido necesario tener que buscar una cura, ¿Han tenido que escalar una montaña? –
- Oh sí… la verdad es que no queríamos decirte nada porque todavía estabas convaleciente y no queríamos abrumarte, pero Zoro, junto al vice-almirante Smoker, Nami y Sanji se prestaron para buscar la cura, que se encontraba sólo en unas flores que únicamente crecen en el pico más alto de la montaña más alta de la isla –
- Todo eso que me cuentas… lo siento, es demasiada información en un momento –
- Claro, cierto… poco a poco, ahora necesitas descansar, ¿De acuerdo? –
- S-sí… -
- No te preocupes por lo que ha dicho Zoro… yo soy mitad reno y hay muchas cosas que no entiendo, pero creo que todos los humanos no cortejan y pasan el celo de la misma manera, así que dale algo de tiempo a Zoro –
- ¿C-cortejar? ¿C-c-c-c-celo? –
- Vamos, vamos… tú duerme en un rato, pronto será la hora de la comida, vendré a buscarte para bajar a comer –
Chopper terminó de ordenar algunas cosas en el cuarto y se retiró para dejar descansar a Tashigi. La capitana estaba sentada sobre la cama, totalmente pensativa. Había despertado unas horas después de empezar a recibir el tratamiento, que actuó inmediatamente en todas las células de su cuerpo, y desde ese mismo instante se preguntó dónde se encontraba Zoro. No se había hecho muchas ilusiones, de hecho, había intentado pensar en él lo menos posible, seguía con todas las intenciones de apuñalar sus sentimientos hasta darles muerte. Pero verlo allí, sobre su cama, le hizo dar un vuelco a su corazón. Estaba preocupado por ella, no había otra explicación posible. Creía que había muerto, pudo ver, aunque fuera durante un breve instante, el miedo en sus ojos, aunque al final volviese a ser igual de hiriente que en los días anteriores.
Deshizo la cama, se tomó unos analgésicos y la dosis de medicamento que le había preparado Chopper y se metió en el interior, estaba agotada después de tantos sobresaltos, necesitaba dormir algo antes de que llegase la hora de la comida. Tumbada boca arriba, miró fijamente el techo de madera sobre su cabeza, recordando el interior de aquella cueva donde había dormido totalmente pegada a él, donde había disparado todas sus fantasías. La había ayudado, esta vez él le había salvado la vida. Lo habían hecho mutuamente, se habían ayudado en los peores momentos. Ella había pensado que le odiaba, pero Chopper debía de tener razón, era imposible odiar a alguien y arriesgar la vida para salvarlo. ¿Qué ocurría en realidad? ¿Qué era lo que pensaba Zoro? Tashigi necesitaba respuestas, y las iba a buscar después recuperar la fuerza suficiente para ello.
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Los días pasaban mientras los dos espadachines terminaban de recuperarse. El tiempo parecía haberse estabilizado, relativamente, en la isla. El último episodio de la Gran Helada era el que habían sufrido Zoro y el resto en lo alto de aquella montaña, hacía casi cinco días que el tiempo no era tan impredecible y violento.
En aquellos momentos Tashigi se encontraba sentada en una de las sillas de su cuarto mientras Chopper revisaba su herida. Los cortes habían sido considerablemente profundos, por eso habían necesitado puntos, pero después de más de una semana la herida había cicatrizado lo suficiente como para retirarlos. Era la parte más sencilla después de todo lo que había ocurrido, y, además, la parte final, después de eso, Tashigi recibiría oficialmente el alta por parte del pequeño reno.
Mientras esperaba a que el doctor terminara de revisar su herida, nadaba entre el mar de pensamientos que conformaba su mente. En aquellos días que habían pasado desde que Zoro había despertado, apenas se había encontrado un par de veces con él, y en ambas situaciones él la había ignorado deliberadamente. Aquello molestaba enormemente a Tashigi, que se estaba tragando su orgullo para intentar solucionar y dejar las cosas claras con él. Lo hacía todo por los sentimientos que tenía, aunque sentía que lo que hacía era increíblemente contradictorio. Se había propuesto matar el amor que sentía, pero intentando acercarse a él no iba a lograr esa meta nunca. Además, ¿Por qué le importaba tanto solucionar aquello? Eran enemigos naturales y sólo estaban viviendo una tregua momentánea, en cuanto pusiesen un pie en sus barcos, de nuevo, volvería a producirse el enfrentamiento, volvería a perseguirle para derrotarle en un reñido duelo, quedarse con sus espadas y encarcelarlo. Pero era imposible que siguiera engañándose, por extraño que pareciese, sus contradicciones eran perfectamente naturales, pues dos partes opuestas de su propio interior luchaban frenéticamente por ver cuál de ellas ganaba. A ratos sentía que no necesitaba saber nada de él, que podría tratarle como a un sucio pirata más, pero en segundos las tornas podían cambiarse y tomar las riendas de su vida el amor que sentía por él, el cuál le animaba a solucionarlo todo, a seguir con aquella tregua y a acercarse de nuevo al espadachín para sentir su presencia muy cerca de ella.
Odiaba vivir así, en una contradicción constante. Necesitaba llegar a una tregua en su propio interior para vivir con tranquilidad y, al parecer, eso había sido posible. Se decía constantemente que sólo quería solucionar todo con él en aquella momentánea tregua, clarificar qué había ocurrido y averiguar por qué la había ayudado, y que después de eso, todo volvería a ser como antes, cada uno iría por su camino. Pero para eso necesitaba hablar con él, y tal y como estaban las cosas, parecía algo imposible.
La cabaña, y la aldea en general, hervían de actividad. La fiesta más importante del año para Milied estaba cerca, la Navidad. Aprovechaban para reunirse todos a la lumbre en sus casas, comer las mejores viandas y esperar la llegada del viejo Santa Claus, un anciano que monta un trineo tirado por renos y reparte regalos a los niños que se han portado bien. Tashigi se sorprendía con la riqueza cultural que existían en el Grand Line, cada isla era un mundo completamente diferente, con sus propias costumbres, su propia comida y su propia cultura.
- Bueno, esto está ya listo. La infección ha remitido completamente, tus signos vitales están constantes y la herida ya está perfectamente cicatrizada. Te doy oficialmente el alta, pero necesitas llevar una vida tranquila las próximas semanas, nada de sobreesfuerzos, ni de entrenamiento, ni estrés. Adáptate poco a poco a la rutina, ¿Entendido, capitana? –
- Claro Doctor, muchísimas gracias por todo, los Mugiwara tienen mucha suerte de contar con alguien tan profesional y tan amable como tú –
- ¡Estúpida! ¿Crees que me estás alagando o algo? ¡Eso no me alegra ni nada, maldita! –
- ¡Qué gracioso eres, doctor! –
El pequeño reno recogió sus utensilios y dejó a Tashigi sola en su cuarto. La capitana se levantó de la silla, abrió el armario y agarró su espada, la cual hacía días que no blandía. La desenvainó, e hizo una serie de ligeros y rápidos movimientos para probar el estado de su brazo. Podía manejarlo con facilidad, se había curado por completo, pero, aun así decidió no extralimitarse y guardar reposo, tal y como le había recomendado Chopper.
Dejó la espada sobre la cama y cogió algo de ropa para cambiarse, unos vaqueros oscuros, unas botas de pelo color camel, una camiseta interior, una camisa estampada y un suéter con numerosos renos bordados de un aspecto peculiar, de color beige con los detalles en color burdeos. Se puso la ropa, se amarró la espada al cinto y salió de la habitación, con toda la intención de hacer algo para despejarse. Bajó las escaleras y llegó al salón, donde sus hombres ayudaban a varios de los sombrero de paja a adornar un enorme abeto que habían puesto junto a la chimenea.
- ¡Hola capitana-chan! ¡Qué bien que ya estés bien y puedas asumir el mando de nuevo! –
-¡Vamos, Tashigi-chan! Ayúdanos con todo esto –
La chica se alegró por el afecto de sus subordinados, y se acercó hacia la mesa principal, sobre la cual había una gran cantidad de cajas llenas con adornos como bolas de navidad, cenefas o estrellas. Miró de reojo hacia el árbol y no pudo evitar lanzar una media sonrisa al ver cómo Luffy, Franky y Nami comenzaban a enredar luces alrededor del cuerpo de Zoro, aprovechando el color de su pelo para bromear sobre su parecido con el árbol de Navidad.
- Ne, ne… ¡Vente con nosotros, Tashigi-chan! ¡Vamos, ponle tú algo también a Zoro! ¿No crees que ser un árbol de Navidad le favorece? – Dijo pícaramente Nami mientras atraía la atención de la capitana.
- Shishishishi… como su pelo es verde, él también es un árbol de Navidad –
- Yo creo que falta la estrella, ¿No crees, capitán? –
- Venga Tashigi-chan, ¿Por qué no se la pones tú? – Dijo Nami mientras se levantaba y le extendía el adorno a la capitana.
- Y-yo… yo… n-no… -
- Ya basta – Dijo Zoro, repentinamente – Ya estoy harto de hacer el idiota, me voy a beber algo – Se quejó el espadachín mientras tiraba de todas las luces y adornos y los tiraba burdamente sobre el suelo.
- ¿EHHHHHHH? –
- ¡Pero si lo estábamos pasando estupendamente! –
- Ahh… ese idiota lo ha vuelto a hacer, ¿Qué demonios le pasa? –
- Nami-san… será mejor que me vaya a hacer otra cosa –
- ¡No, no! De ninguna manera, quédate con nosotros, no puedes hacer sobreesfuerzos, Tashigi-chan. Ven, vamos a adornar el árbol… esta vez el de verdad –
La capitana asintió y se unió a la tarea mientras observaba a Zoro alejarse, de nuevo. Era imposible estar en la misma habitación que él, hacía todo lo posible por evitarla, ni siquiera llegaban a intercambiar un par de palabras. No podía seguir así, el tiempo corría, la Gran Helada había cesado durante ese año, sabía que pronto tanto ellos como los piratas retomarían sus respectivos caminos, quizás sólo le quedaba esa noche para aclarar lo ocurrido, tenía que hacer todo lo posible para hablar con él.
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Tashigi estaba nerviosa, la hora de la cena estaba a punto de llegar. Los lugareños solían llevar un tipo de traje regional, y Elin le había prestado uno de los tantos que ella tenía. Era de un color rojo intenso, ajustado a la cintura, y llegaba a un palmo por encima de las rodillas. El escote era de tipo barco, terminado en un tejido tipo borreguillo blanco. Se recogió el pelo en un moño bajo y se puso una flor roja a cada lado de la cabeza. Por último, cogió su espada y la amarró de nuevo al cinto.
No sabía muy bien qué es lo que iba a hacer, pero necesitaba quedarse a solas con Zoro para poder hablar sobre todo lo que había ocurrido. Necesitaba esas respuestas para acallar su mente, para dejar de preguntarse cosas todo el tiempo. Sabía que no podía ocurrir nada entre ellos, que era algo prohibido, pero no quería verle partir con ese amargo sabor de boca. Se había empeñado en asesinar sus sentimientos, pero le resultaba imposible empezar tan rápido, hacerlo de manera tan brusca. Después de aquel día tardarían mucho en verse, sabía que tendría tiempo para olvidarle. Quería volver a ser débil, aunque fuese sólo durante aquella noche.
Salió del cuarto y bajó las escaleras, como otras tantas veces. Cuando llegó a la sala principal de la casa, se maravilló con el aspecto de la estancia. La chimenea se encontraba encendida, y de ella emanaba un agradable calor que caldeaba toda la habitación. Junto a ella, estaba el árbol de Navidad, completamente adornado y con una gran cantidad de regalos. En el centro había una gran mesa repleta de deliciosa y abundante comida, y a su alrededor se encontraban sentados la mayoría de sus hombres del G5, su superior, Elin y su abuelo y algunos de los Mugiwara, entre los que se encontraba Zoro. Intentó no sentarse muy cerca de él, podía notar que, a pesar de su aparente despreocupación, algo seguía incomodándole.
- ¡Ahhhh, mi preciosa Tashigi-chan! Aquí tienes, una refrescante copa, especialmente hecha para mis cuatro hermosas flores de esta mesa, he puesto todo mi amor en juego para preparaos las mejores comidas –
- G-gracias, kuroashi –
- ¡No seas tímida, vamos, que empiece la fiesta! –
Al momento, el G5 y la mayoría de los Mugiwara se lanzaron a devorar la comida que había preparado Sanji con tanto esmero. La fiesta era amena y divertida, muy parecida a la que habían tenido la última vez en Punk Hazard. Las horas comenzaron a pasar, y la comida desapareció para dar paso a la bebida. El ambiente era totalmente festivo, todos reían y se divertían entre ellos. Pero Tashigi seguía inquieta, con la mente en otra parte, necesitaba hablar con Zoro. Había estado pensando algo durante toda la noche, hasta que dio con lo que ella pensaba era la solución perfecta.
Se levantó de su silla y tomó una de las jarras de la mesa, la cual agarró fuertemente entre sus manos. Estaba nerviosa, tanto que pensaba que no iba a ser capaz de hacer aquello. Se movió entre la multitud, directa hacia Zoro pero con actitud despreocupada, intentando aparentar indiferencia. Cuando estaba sólo a unos pasos de él, simuló que se tropezaba y derramó el contenido de la jarra sobre el espadachín, que se levantó de un salto de su silla.
- ¡¿Pero qué haces, onna?! –
- R-roronoa… ¡Lo siento mucho! No te había visto… eh… las gafas… ahora mismo me las pongo –
- ¿Por qué no miras por dónde vas? ¡Demonios! –
Zoro se levantó de su silla y se dirigió hacia las escaleras. Tashigi esperó unos segundos, y comenzó a seguirle cuando lo vio desaparecer. Miró a su alrededor, pensando que nadie se había percatado de ella, absortos en sus propias acciones en la fiesta, y siguió al espadachín. Y, en parte, tuvo razón, pues la inmensa mayoría de la gente no se percató de sus intenciones, aunque no pasaron desapercibidas para Nami, que no puedo evitar lanzar una media sonrisa mientras bebía copiosamente de su jarra.
Tashigi subió las escaleras, con presteza, y observó cómo Zoro entraba en la habitación que tenía asignada. No dudo en continuar siguiéndole, por fin se había materializado su oportunidad de saber qué ocurría exactamente en aquellos momentos. Abrió el pomo de la puerta, ligera y delicadamente, y se introdujo en la habitación, pero para su sorpresa, Zoro lo esperaba con Wado Ichimonji desenvainada y apuntando directamente a su cuello.
- ¿Qué es lo que quieres, onna? –
Tashigi no se dejó achantar incluso sintiendo la afilada punta del frío metal contra su cuello. Sabía que Zoro nunca le haría daño, que no era más que otra de sus vacías amenazas. Había logrado llegar hacia donde quería, iba a conseguir aquello que tanto ansiaba.
- Sólo quiero respuestas, Roronoa -