VII.
Ocho figuras se encontraban frente a la puerta de la pelinegra. Era tarde ya, por lo que si una de las vigilantes las encontaban estarían en graves problemas por lo que todas había procurado ser lo más cuidadosas posible.
Nozomi se adelantó a todas y con mucho cuidado tocó la puerta tres veces, después de varios segundos la puerta se abrió dando paso a una Nico en pijamas, el pijama de la chica era de color rosa, pudieron notar bien la prenda ya que Nico tenía la luz encendida. Otra cosa que vieron fue que el pijama estaba muy gastado, era como si lo hubiera tenido siempre. Las chicas sintieron una ligera presión en el pecho al ver el estado de la ropa de la pelinegra.
Las ocho chicas entraron en la habitación y se sentaron en el suelo alrededor de una mesita para el té. Todas excepto Nozomi y Eli miraban observaban con curiosidad la habitación de su senpai ya que era la primera vez que estaban allí.
-Vaya-dijo Nico rompiendo el silencio-, parece que este lugar es un poco pequeño para todas-dijo y soltó una risita pero a nadie le causó gracia su comentario-. Al parecer no estáis para bromas.
Las chicas se miraron entre ellas sin saber muy bien qué decir, en el fondo todas tenían un montón de preguntas que hacerle a la chica pero no sabían cómo formular las preguntas.
-Creo que hablo por todas-dijo Maki de repente-, que ir preguntando una por una tomaría demasiado tiempo, por lo que creo que lo mejor es que usted nos cuente todo desde el principio.
Las demás asintieron con las palabras de la pelirroja ya que eso era exactamente lo que estaban pensando. Nico también consideró aquello una buena manera de resolverlo todo.
-De acuerdo-dijo Nico-, haré lo que Maki-chan dice, ¿es eso lo que queréis?-dijo y las demás asintieron-. Perfecto.
...
La mañana comenzaba apenas y con ella vinieron los primeros rayos del sol. En una habitación dichos rayos se colaron por la ventana dándole en la cara a una pequeña chica. Casi inmediatamente después un viejo despertador se hizo escuchar dando como resultado que la pequeña chica despertara.
La chica se sentó en el borde de su vieja cama mientras trataba de desperezarse. Se levantó de su sitio y fue hasta donde su uniforme estaba colgado. En menos de diez minutos la chica ya estaba preparada para ir a clases. Salió de su habitación y observó que habían un par de zapatos extras en la entrada, sabiendo lo que aquello significaba la chica caminó lentamente hasta una puerta y con sumo cuidado la abrió, dentro de la habitación vio a una figura acostada que estaba profundamente dormida.
La chica esbozó una sonrisa y volvió a cerrar la puerta. Después caminó hasta la cocina y con lo que encontró se preparó el desayuno para ella y para su padre, quien había estado trabajando toda la noche y hasta ahora había llegado. Cubrió el desayuno de su padre y después de haber terminado el suyo la chica se dirigió hacia la entrada y se puso sus zapatos.
-Ya me voy -dijo por lo bajo para no despertar a su padre.
Una vez en la calle la pequeña chica miró alrededor contemplando el panorama. A pesar de todos los edificios en condiciones deplorables, de las personas peligrosas que habían en cada esquina o de que no hubiera ningún niño de su edad alrededor la chica seguía creyendo firmemente que aquel era el mejor lugar del mundo. La niña sacudió su cabeza y se encaminó hacia la escuela.
Al principio el trayecto hacia la primaria era lo que más la asustaba pero después de varios meses ya se había acostumbrado. Todas las peleas, detenciones y demás eran para ella ahora lo más natural del mundo.
-Hey Nico, buenos días -dijo un hombre sentado en un andén junto a otros.
-Buenos días Sakai-san -respondió la niña con una sonrisa.
-¿Vas al colegio?-preguntó de nuevo el hombre a lo que la pelinegra le dijo que sí con un movimiento de cabeza-. Así me gusta -dijo y la chica se alejó.
Después de casi una hora de trayecto Nico llegó por fin a la escuela más cercana a su casa. Había estado yendo sola a clases desde que su padre consiguió aquel trabajo que le obligaba a estar ausente cuando ella tenía que irse a clases, a pesar de sentirse ligeramente triste al ver que su padre no podía acompañarla ella sabía que no era su culpa sino que su trabajo le obligaba por lo que nunca le recriminaba por ello.
Entró en el edificio y se cambió sus zapatos por los otros reglamentarios. A diferencia de los demás estudiantes Nico no dejaba sus zapatos en el estante donde todos los demás lo hacían, sino que los escondía en su mochila. Después de haber terminado la pelinegra se dirigió hacia su salón. Entró en este y se sentó en su sitio, que estaba como siempre lo había estado.
Varios insultos estaban pintados con rotulador a lo largo del pupitre a la vez que el cajón donde tenía que guardar sus libros estaba lleno de basura. Nico no dijo nada ante esto, lo había intentado pero todo fue inútil. Incluso trató de buscar ayuda en los profesores pero esto sólo sirvió para que el acoso aumentara.
Las clases empezaron y Nico sacó sus viejos cuadernos con la intención de tomar apuntes. No dijo nada pero durante la clase pudo sentir las miradas y las burlas de otros alumnos sobre ella.
-''Sólo un poco más Nico, este es tu último año aquí...'' -se dijo a sí misma para tratar de calmarse.
Las clases pasaron y la hora de la salida llegó. Nico se levantó de su sitio lo más rápido que pudo para tratar de irse de allí sin que nadie la notara pero aquello fue inútil , justo cuando estaba de irse unas alumnas la interceptaron y la llevaron a la parte trasera del edificio. Ahora las alumnas tenían rodeada a Nico mientras que esta trataba de prepararse para lo que venía.
-¿Tienes mucha prisa Nico-chan? -preguntó con tono burlón la que parecía ser la líder de las chicas.
-Yo... -quiso decir la pelinegra pero el miedo no la dejaba hablar.
Antes de que se diera cuenta las otras alumnas la tomaron por los brazos con la intención de inmovilizarla. Nico quiso protestar pero el golpe que recibió en el vientre la dejó sin aire y le impidió decir algo. La pelinegra cayó al suelo debido al golpe pero las otras dos chicas la obligaron a levantarse de nuevo, una vez hecho esto la líder volvió a golpear a la chica en el mismo lugar. Esta vez las otras dos chicas no se molestaron en levantar a Nico del suelo, simplemente la dejaron ahí tirada y empezaron a patearla.
Las chicas se tomaron su tiempo humillando a Nico antes de que se aburrieran y la dejaran en el suelo tirada con múltiples heridas en su cuerpo. Nico estuvo un buen rato en el suelo antes de que tuviera las fuerzas suficientes como para poder levantarse.
Todo el trayecto a casa lo hizo lo más lento posible ya que su cuerpo aún le dolía de los golpes de antes. De camino a casa vio una biblioteca junto a la estación del metro, no teniendo nada más que hacer se aventuró hacia el edificio. Una vez dentro empezó a explorar los diversos estantes en busca de algo que le pudiera llamar la atención. Después de varios minutos vio un libro que podría serle útil, lo agarró y leyó la portada.
-Matemáticas fáciles para la secundaria... -leyó por lo bajo y fue hasta donde una trabajadora estaba.
Nico caminó hacia el mostrador con cierto temor en su cuerpo, después de todo era la primera vez que estaba allí y no sabía muy bien cómo funcionaban las cosas allí.
-D-Disculpe...-dijo Nico casi susurrando-, quisiera llevarme este libro, por favor -dijo y le extendió el libro.
La mujer lo tomó y leyó la portada, luego miró a la chica que estaba frente a ella con curiosidad.
-¿Es para algún familiar o algo así? -preguntó la mujer con curiosidad.
-No, es para mí -dijo la niña con la mirada clavada en el suelo.
-Entiendo... -dijo la mujer y registró en el sistema que el libro había sido prestado, luego se l volvió a entregar-. De acuerdo, tienes un mes para devolverlo -dijo y Nico asintió y luego salió de allí.
A Nico al principio le costó entenderlo pero después de dos semanas intentando resolver los problemas pudo por fin comprender todo lo que el libro explicaba. Después de casi un mes la chica regresó a la biblioteca para devolver el libro y pedir prestado otro.
Nico estuvo prestando libros en la biblioteca durante el resto de su último curso de la primaria. Su padre mientras tanto seguía tan ocupado con el trabajo como siempre. La ceremonia de graduación llegó y todos los alumnos estaban sumamente emocionados al ver que por fin habían terminado la primaria. Nico estaba de la misma forma, pero no era por el hecho de haber acabado la primaria sino que por fin sería capaz de alejarse de ese lugar que tantas noches de llanto le había dado.
La pelinegra recogió su diploma y no se despidió de nadie, ya que no tenía ningún amigo allí, pero antes de que pudiera marcharse las tres chicas que le habían hecho la vida imposible durante tanto tiempo la volvieron a molestar. Tenían la intención de arrebatarle el diploma pero Nico se defendió con uñas y dientes para evitar aquello a toda costa. Las tres chicas, al ver que no iban a quitarle el diploma a Nico se limitaron a golpearla repetidas veces hasta que perdieron el interés. Nico las observó alejarse feliz de saber que no había permitido que se llevaran su diploma.
Nico llegó a su casa y encontró a su padre, quien había pedido el día libre para poder estar con ella. Le preparó una modesta cena en celebración por su graduación. Padre e hija cenaron tranquilamente y después de eso ambos empezaron a hablar de cualquier tema.
-Es verdad-dijo su padre y le levantó de su sitio, fue hasta su mochila de trabajo y extrajo lo que parecía ser una pequeña bolsa de regalo-. Te lo he comprado por tu graduación -dijo y le entregó el regalo a su hija.
Nico agarró la bolsa emocionada ya que hacía mucho tiempo desde la última vez que su padre le había regalado algo. Abrió la bolsa y descubrió un par de lazos para el cabello de color rojo. Nico los sacó de la bolsa y los contempló durante varios segundos.
-Muchas gracias papá -dijo Nico sintiendo de repente ganas de llorar.
-Déjame que te los ponga-dijo y su hija se acercó a él, después de un minuto su padre había logrado hacerle dos adorables coletas a cada lado de su cabeza-. Perfecto, ¿te gustan?
-¡Me encantan! -exclamó y le dijo un abrazo a su padre.
-Me alegro que te dusten. Oye, ¿qué tal si haces eso que te enseñé el otro día? -dijo y Nico asintió con su cabeza.
Se separó de su padre y cerró sus ojos, con la intención de concentrarse. Después de varios segundos abrió de nuevo los ojos y levantó ambas manos.
-Nico Nico Nii~ Nico Nico Nii~...-dijo mientras daba varios saltitos en su sitio-. ¿Qué tal lo hice?
-Lo has hecho de maravilla-dijo y su hija volvió a abrazarle-. De verdad que eres una chica estupenda.
...
-Y así fue como conseguí mis lazos -dijo mientras veía ambos lazos reposar en su mesa.
Todas las chicas se quedaron en silencio mientras procesaban la historia que Nico les acababa de contar. De verdad que había tenido una infancia dura, todas ellas creían conocerla pero después de aquello se dieron cuenta de cuán equivocadas estaban.
-Creo que debemos dejar esto para otro día, ya es muy tarde y... -dijo Nico pero fue interrumpida.
-No-dijo Nozomi de repente-, quiero que nos sigas contando -dijo y la pelinegra observó a las demás, quienes tenían la misma mirada determinada que Nozomi.
-De acuerdo, de acuerdo. Ahora os contaré lo que pasó después de eso -dijo y todas las chicas centraron su atención en ella de nuevo.
...
Varios años habían pasado y ahora Nico estaba en tercero de secundaria. Debido a que había cambiado de escuela se había visto obligada a buscar una nueva biblioteca, para su suerte había una no muy lejos de donde estudiaba y además estaba también la de su secundaria. Ahora que había empezado la secundaria Nico siempre usaba los lazos que su padre le había regalado y solo se los quitaba para ocasiones donde fuera extrictamenete necesario.
En realidad Nico era temida en la secundaria, ya que el primer día una de las alumnas había intentado molestarla pero no contaba con la agresividad de la chica de las coletas por lo que aquella chica acabó en la enfermería y Nico con un castigo por haberse peleado. Suerte para ella que la reprimenda no había sido mas severa. Su padre por su parte seguía trabajando igual de duro que siempre por lo que nunca estaba en casa pero eso a Nico no le molestaba, sino que le preocupaba, no quería que su padre acabara enfermo debido a un exceso de trabajo.
Otra cosa que ha notado es que su padre, cuando tiene días libres se la pasa fuera de casa pero cuando Nico le pregunta la razón de esto él da sólo respuestas ambiguas, como si de verdad no quisiera contarle a Nico qué estaba haciendo.
-¿Se habrá conseguido alguna amante...? -se dijo a sí misma después de haber visto una de sus salidas.
Nico se encontraba ahora en el tejado de la secundaria mientras obseravaba las nubes. A lo lejos escuchó que la puerta se abría, pero no se giró para ver quién era porque ya lo sabía. Una figura caminó hasta donde ella estaba y se sentó a su lado.
-¿Qué tal todo Nico? -preguntó el chico una vez acomodado.
-Buenos días, Izumi -dijo Nico sin apartar la mirada.
El chico Izumi sacó una caja de cigarrillos y tomó uno, luego le ofreció a la pelinegra quien lo aceptó encantada.
-¿Es correcto que una de las mejores estudiantes esté aquí fumando con un delincuente como yo? -dijo mientras le encendía el cigarrillo a Nico.
Nico dio una larga calada antes de responder.
-Cállate, a nadie le importa lo que esté haciendo.
-Hay algunas que no piensan como tú -dijo y le dio una calada a su cigarrillo.
-Akira y su panda se pueden ir a diablo, para lo que me importa -dijo con un tono de desprecio.
Esa chica llamada Akira era una de las que había intentado abusar de Nico cuando esta estuvo recién ingresada. Pero al ver que no conseguiría nada lo único que ha hecho todo este tiempo es maldecir a la pelinegra desde la distancia.
Izumi era lo más próximo a un amigo para la pelinegra. Le había conocido una vez en una de sus tantas escapadas en las que se venía al tejado a contemplar las nubes. Para su sorpresa una vez que llegó allí ya había alguien mas. Ambos se miraron sin decir nada. Después de un rato Izumi sacó una caja de cigarrillos y se llevó uno a la boca.
-¿Me das uno? -preguntó Nico sorprendiendo al chico.
-¿Desde cuándo Yazawa Nico fuma? -preguntó sorprendido y divertido.
-¿Cómo es que me conoces?
-Por favor, ¿quién no conoce a la famosa genio-delincuente de nuestra querida secundaria? Eres un tema de conversación muy recurrente aquí.
-No pensé que sería tan famosa... -dijo por lo bajo sorprendida.
Izumi le ofreció un cigarrillo y se lo encendió, después de eso ambos estuvieron hablando durante un buen rato, tanto que cuando se dieron cuenta ya era casi la hora del se levantó de su sitio y se dirigió a la salida.
-¿Ya te vas? -preguntó Izumi con una sonrisa.
-Debo hacerlo, me muero de hambre -dijo y se alejó del tejado.
Ambos habían forjado una especie de amistad a pesar de que el único lugar en el que se veían era en el tejado.
Ahora en su tercer año de secundaria ambos eran lo suficientemente amigos como para contarse secretos. Él le contaba de su vida problemática y ella le contaba sobre su infancia y demás.
Un día, en la mañana, un ruido molesto interrumpió el sueño de la pelinegra, quien durante un momento no supo a qué se debía aquel molesto ruido hasta que por fin se dio cuenta de que se trataba de su viejo teléfono móvil, que había adquirido en una tienda de segunda mano. La chica de las coletas vio en la pantalla que el número que llamaba era uno desconocido por lo que contestó la llamada algo confundida.
-¿Diga...?
-¿Yazawa-san? Le llamamos desde el hospital, lamentamos decirle que su padre ha sufrido un accidente en su trabajo. Nos gustaría que viniera lo más rápido posible -dijo y a partir de ahí Nico dejó de escuchar.
Cuando se dio cuenta estaba en las puertas del hospital cubierta de sudor debido a lo rápido que había ido. Fue hasta el mostrador donde había una enfermera.
-Oiga, he recibido una llamada diciendo que mi padre había sufrido un accidente.
-¿Cuál es su nombre? -preguntó la enfermera.
-Yazawa -dijo y la mujer buscó en la base de datos del hospital.
-Aquí esta, habitación doscientos dos -dijo y Nico salió corriendo a toda velocidad.
-''¡Papá!'' -pensó Nico al borde de las lágrimas mientras se dirigía a su habitación.
...
-Cuando llegué al hospital era ya muy tarde-dijo Nico con una sonrisa melancólica-. Me dijeron que se había desmayado de repente en medio de su turno. Al final era lo que yo me temía... -dijo y se enjugó una diminuta lágrima que se había asomado en su ojo.
-¿Es por eso qué...? -preguntó Umi no muy segura de cómo decirlo.
-¿Me drogaba? No, no era por eso.
-No puede ser que haya pasado algo peor que eso -dijo Nozomi ya con lágrimas en sus ojos, al igual que las demás, quienes no habían soportado el hecho de que Nico hubiera perdido a su padre de esa manera.
-La razón de eso vino tiempo después... -dijo la pelinegra y empezó a recordar.
...
Había pasado tiempo ya desde que Nico había perdido a su padre. Desde entonces se había vuelto aún más fría que antes, ahora con el más mínimo movimiento se era capaz de empezar una pelea con ella, como resultado ahora los alumnos estaban nerviosos ya que no querían ser el objetivo de la ira de la chica de las coletas.
Al morir su padre Nico se vio obligada a buscarse un empleo de medio tiempo en una cafetería local, de la misma manera que había tenido que buscar un nuevo sitio para vivir ya que no podía costearse su antigua casa. Ahora la peliengra vivía en un apartamento diminuto donde pagaba lo mínimo ya que ella estaba ahorrando por si había alguna eventualidad en el futuro.
Ahora Nico se encontraba en su casa tratando de preparar algo para la cena cuando de repente unos golpes se escucharon en su puerta. Fue hasta la entrada y cuando la abrió se encontró con Izumi, quien parecía que venía de alguna fiesta o algo así.
-Hey, Nico -dijo el chico después de varios segundos.
-¿Qué haces aquí? -preguntó la chica molesta.
-Estaba con unos amigos y ya que estaba por aquí decidí pasar a visitarte, para ver cómo te iban las cosas y eso -dijo y Nico le dedicó una mirada severa y después soltó un suspiro.
-De acuerdo-dijo la pelinegra y se apartó-, puedes pasar.
Izumi caminó hasta la sala de estar donde estaba una mesita para el café, un viejo sofá y una televisión vieja, que habían pertenecido a su difunto padre. Nico fue hasta la cocina y le preparó un poco de café a su amigo, con la intención de despejarle la mente. Una vez hecho ambos se sentaron en el sofá con las tazas en sus manos.
-¿Cómo has estado Nico? -preguntó el chico después de un rato.
-Bien... voy superándolo poco a poco -dijo la pelinegra y le dio un sorbo a su bebida.
-Debe ser duro para ti...
-Una vez que lo aceptas se hace más fácil asimilarlo.
-Recuerda que me tienes para cualquier cosa -dijo y puso su mano en el hombro de la pelinegra.
Izumi colocó la taza que Nico le había dado en la mesita y se acercó a ella. Una vez junto a ella rodeó sus hombros con su brazo. Nico empezó a creer que todo aquello se estaba volviendo raro por lo que intentó separarse de Izumi pero este no le dejó. Nico intentó levantarse pero él no le dejó, la tiró sobre el sofá y se colocó sobre ella.
-O-Oye, si esto es una clase de broma será mejor que lo dejes, porque no tiene gracia -dijo Nico empezando a sentir miedo.
-Vamos Nico, no me digas que nunca has sentido una especie de conexión entre nosotros -dijo y empezó a pasear su mano sobre el vientre de la chica.
-I-Izumi, en serio, si paras ahora no me enfadaré ni nada, ¿De acuerdo? -dijo Nico tratando de convencer a su amigo.
-Si paro ahora te perderás toda la diversión, Nico -dijo y levantó la camiseta de la pelinegra.
Nico intentó resistirse pero Izumi era más fuerte que ella. Para evitar cualquier complicación agarró ambas manos de Nico y las sostuvo sobre su cabeza. Después empezó a bajarle los pantalones a la chica y desgarró por completo su camiseta dejando al aire su sujetador. Nico, al darse cuenta de lo que estaba a punto de pasar cerró sus ojos todo lo que pudo para evitar ver toda la escena. El chico había empezado a besarle el cuello repetidas veces mientras que agarraba sus pechos bruscamente.
-Por favor para -murmuró como último intento para salvarse.
...
-Cuando me di cuenta se había ido. Al ver lo que hizo se dio a la fuga, fui a la policía a denunciarle pero no pudieron encontrarle hasta mucho tiempo después. Lo último que supe fue que le habían atrapado en el norte y que estaba cumpliendo condena.
Todas las presentes se quedaron de piedra al escuchar esto último, su amiga, había sido víctima de una violación siendo tan joven y de alguna manera había logrado superarlo. Todas, sin excepción, lloraban desconsoladamente mientras intentaban asimilar la nueva información.
-No, no, no, no, ¡no! -gritó Nozomi de repente al escuchar la historia de su amiga.
-Después de eso estuve mucho tiempo a la deriva, tenía pesadillas, no comía bien y cada vez que alguien se me acercaba por detrás me daba un ataque de pánico. Un día descubrí que alguien vendía drogas muy cerca de donde vivía, me le acerqué un día y compré todo lo que pude. Desde ahí todo empezó-dijo y varias de las chicas le imploraban que se detuviera, que no lo podían soportar más. Nico sabía que no era justa con ellas pero ella lo necesitaba, desde hacía mucho tiempo que quería sacerse todo de ella y por fin lo estaba haciendo-. Prácticamente todo mi sueldo me lo gastaba en eso; me gasté también todos mis ahorros y vendí todo lo que pude-dijo y miró a Nozomi directo a los ojos-. Todo -dijo dando especial énfasis a la palabra.
-No... No puede ser, ¡dime que no hiciste eso! -exclamó al darse cuenta de lo que Nico había querido decir.
-Así seguí hasta que me di cuenta de que necesitaba más dinero, por lo que empecé a robar. Robaba lo que pudiera: en tiendas, a personas, incluso un día me robé un coche-dijo y todas se sorprendieron al escuchar aquello-. Así es. Hubo incluso una vez que sufrí de una sobredosis, si os soy sincera no sé cómo sigo viva, debería estar muerta en realidad. Sabía que estaba tirando mi vida a la basura pero no podía detenerme, estaba demasiado enganchada a eso-dijo y fue hasta su tocardor, donde de uno de los cajones sacó unos pequeños botes de plástico de color naranja-. Tengo que tomar esto en la mañana y en la noche, debido a la época en que era una adicta mi cuerpo quedó muy dañado y ahora dependo de esto.
Maki, aún llorando, tomó los botes de plásticos y los analizó detenidamente. Nunca en su vida había visto medicamentos semejantes.
-Los doctores dijeron que tenía suerte de estar viva, pero que no esperan que viva mucho.
-¡Lo harás!-exclamó Maki de repente-. ¡Me aseguraré personalmente de que lo logres!
-Muchas gracias Maki-chan-dijo y le dedicó una sonrisa-. Después de eso me volví a quedar sin dinero de nuevo, por lo que me vi obligada a buscar otra vez alguna fuente de ingresos por lo que decidí robar una casa en la zona rica de la ciudad, pero no contaba con que el sistema de alarma de esa casa fuera tan bueno. Antes de darme cuenta habían varias patrullas en la entrada esperando a que saliera. Después de eso fui al reformatorio, donde conocía a Tsubasa y donde pude rehabilitarme a la fuerza.
Nico soltó un largo suspiro al acabar, había estado hablando durante mucho tiempo pero ahora se sentía mucho mejor que antes, el haber sido capaz de sacarse del pecho todo la tristeza que había sentido fue algo muy bueno para ella. La pelinegra levantó su colchón un poco y extrajo una bolsa con cristales transparente en ella, todas las chicas al ver lo que Nico tenía en las manos se alarmaron y se levantaron con la intención de quitarle aquello.
-Esto... esto es lo único que me queda, fue lo único que compré antes de venir aquí y quiero hacer algo con esto, y quiero hacerlo con vosotras.
-¿Nosotras? -preguntó Rin confundida.
Nozomi, con una sonrisa se levantó de su sitio junto con Eli y Maki, gesto que imitaron las demás. Nico se levantó también de su sitio y todas las chicas fueron hasta el baño que Nico tenía para ella. La pelinegra levantó la tapa del váter y vertió el contenido de la bolsa en el agua, luego tiró de la cadena y observó como una vieja parte de ella se iba de una vez por todas.
-Adiós... -murmuró Nico y para sorpresa de todas empezó a llorar de tal manera que las chicas pensaron que iban a ser descubiertas.
Aunque eso a ellas les daba igual, lo único que importaba ahora es que estaban abrazando a una persona muy valiosa para ellas y que no tenían la intención de dejarla ir.
Las nueves chicas estuvieron llorando juntas durante toda la noche. Cuando por fin pararon de dieron cuenta de que el sol estaba saliendo y con él el comienzo de un nuevo día.