Mauna

capítulo 8: Desafío.

Era como el escenario de la tarde del día anterior, sólo que esta vez era a su abuela la que buscaba. Era temprano por la mañana por lo que el agua estaba bastante fría, Mauna dio un suspiro resignado y dio pasos por el agua que apenas llegaba un poco más arriba de sus talones. El océano lanzaba olas tan ligeras que apenas era una pequeña corriente. Su abuela estaba limpiando pescados, corte y corte escamas, luego las tripas, y el siguiente.

—Abuela —la llamó el niño cuando estuvo lo suficientemente cerca. El remo estaba en sus manos, pero a diferencia de la vez anterior con su madre, ahora por alguna extraña razón no se sentía inseguro—, quiero preguntarte sobre esto.

Mauna estaba preparado para una reacción similar a la que le dio su madre, incluso cuando no podía siquiera imaginar algo así proviniendo de su amable abuela.

Cuando Sina giró su mirada era claro que se sorprendió, pronto, al examinar el objeto en las manos de su nieto a detalle, notó que se había roto en dos pedazos y lo habían atado para que permaneciera unido. Le dirigió una tierna sonrisa a su nieto.

—¿Qué quieres saber? —preguntó la mujer en tono apacible, decidiendo no indagar en lo que había ocurrido al remo, después de todo era algo muy viejo.

—¿Qué sucedió con Maui y por qué mamá prohíbe hablar de él? —dijo fuerte y claro el niño, casi se podría decir que estaba exigiendo la respuesta.

—Ay, Mauna —la mujer se encogió de hombros. Se giró y llamó a una de las mujeres para que la supliera en el trabajo, luego volvió su atención hacia el niño—. Vamos, sígueme.

Salieron del agua, Mauna sonrió y la siguió dando saltitos por sobre las rocas que había en el camino.

—Siendote sincera, no tengo idea de qué sucedió con Maui —confesó la abuela Sina. Mauna detuvo su andar.

—¿Qué?

—La única que sabe eso es tu madre y nadie más. Nunca le contó a nadie —Sina se detuvo al ver que su nieto se estaba quedando atrás—. Ven, ven —llamó al pequeño, continuó su camino y él niño la alcanzó dando zancadas.

Sina pasó a recoger algunas cosas, Mauna la acompañó en todo momento, después ella lo dirigió por el sendero hacia la caverna donde tenían los botes encallados. Ella fue directo a un pequeño bote apartado de los demás, subió a él e indicó a su nieto que le pasara el remo, Mauna se lo lanzó para que ella lo atrapara.

—No había notado este bote antes —murmuró Mauna, dándose cuenta de lo despistado que siempre ha sido cuando no se trata de sus asuntos o tareas por hacer. Rápido se percató del símbolo del corazón de Te Fiti adornando la vela.

—Este es —señaló Sina con el remo al símbolo—, el bote en el que viajó Moana cuando regresó el corazón.

—¿Este bote tan pequeño y simple? —dijo el niño, alzando una ceja. Sina meneó la cabeza.

—En realidad, es el obsequio que le dio Te Fiti a tu madre luego de que su bote se destruyera —las cosas que Sina había traído eran tapices, tomó uno, lo desplegó y lo pegó en el mástil. Era un dibujo de una mujer llena de flores creando un bote—. Es una réplica exacta del original.

—Ah, sí —por supuesto, eso formaba parte de las historias que Mauna había escuchado acerca de su madre.

—Supongo que Rangi te ha contado algo acerca de Maui —Mauna asintió—. Ese niño. Lo suponía. Pasas mucho tiempo con él.

—¿Por qué me trajiste aquí? —se montó al bote y se paró al lado de su abuela.

—Sabía que un día alguien iba a venir preguntando sobre el semidios, no debió sorprenderme que ese alguien hayas sido tú —pegó otro tapiz sobre el anterior. Ahora era un dibujo de la deidad y los animales en los que se transformaba—. Él acompañó a Moana en su viaje, después de ello se autoproclamó el protector de la isla de Motunui, él era un hombre que le gustaba mucho la atención, ¿sabes? —se rió un poco—. Se volvió común verlo de vez en cuando por aquí, los niños lo adoraban. Él y Moana eran inseparables, juntos vivieron grandes aventuras y combatieron monstruos que no quiero ni pensar —se espantó al imaginar el riesgo que corrió su hija.

Sina pegó aquí y allá dibujos de las criaturas, eran dibujos hechos por niños que en su tiempo les relataban esas historias ahora sepultadas. Mauna miró con asombro la cantidad de proezas que su madre había realizado antes de tenerlo. Reconoció el dibujo de Tamatoa y los Kakamora, también había criaturas que no conocía, como la imagen de un pulpo extraño. Clavó su atención hacia un dibujo en específico, un monstruo marino, como un pez alargado y feo. Mauna retrocedió con un escalofrío.

—Pero si es amigo de mamá... ¿qué sucedió entonces?

—No lo sé, te dije que tu madre es la única en la isla que sabe. Maui simplemente dejó de aparecerse de repente y Moana estaba tan enojada cuando hablábamos de él que... De alguna forma ya no pudimos mencionarlo de nuevo cuando Tui le pasó el liderazgo y ella se volvió jefe. Después de eso... —Sina miró a su nieto, alargó un suspiro y meneó la cabeza.

—No lo creo —dijo el niño—. Si era tan amigo de mamá ¿por qué no está? ¿por qué todos lo niegan? Yo nunca lo he visto. Será que ni siquiera existe.

La mujer lo miró con tristeza, se puso a su altura, le devolvió el remo y le acarició la mejilla.

—Tal vez sea lo mejor, de nada serviría indagar en el pasado.

—Ni siquiera debería importarme —miró las marcas en el remo, apretándolo entre sus manos—, no sé cómo esto llegó a mí.

Lo hacía por Tala, por la visión que le había mandado, pero no estaba seguro de qué parte de esto le sería útil personalmente, sin embargo no podía evitar la curiosidad y el resentimiento porque su madre le haya mentido. Sentía que Tala lo estaba empujando a un deber o algo, ¿o mejor debería ignorarlo y pensar que tan sólo había alucinado?

"Mauna" escuchó el niño su nombre a lo lejos, provocándole un sobresalto. Era una voz tenue que seguro su abuela no escuchó, pero el niño era bueno oyendo cosas.

—Creo que me llaman —dijo el niño. Vio la mirada de su abuela por lo que tuvo avalarse—. En serio, escuché mi nombre afuera.

—Está bien —sonrió—, salgamos.

La abuela tomó sus cosas y acompañó a su nieto a la salida de la caverna, de ahí caminaron hacia la aldea, donde Mauna comenzó a reconocer la voz que lo llamaba y hasta Sina pudo oírla.

—¡Mauna, ahí estás! ¡te he estado buscando por todas partes! —era Anahera, una de las amigas de Rangi, se veía nerviosa y alarmada—. Oh, buen día, Sina.

—¿Qué pasa, Anahera? —preguntó la mujer mayor.

—¿Qué quieres? —preguntó Mauna, tosco y cruzando los brazos.

—Ay, Sina, qué pena con usted —ella tenía las manos hechas puños, apegadas a su pecho, daba saltos de angustia mostrando lo apurada que estaba—. Es Rangi, tratamos de detenerlo, pero va a hacer algo estúpido. ¡Ay! ¡ya debe estarlo haciendo justo ahora!

—¿En qué líos se metió esta vez? —habló Sina, no extrañada de las travesuras de aquel que, a veces ella olvida, ya no es un niño.

—Con Moana —le dijo a Mauna con angustia, casi gritando—. Tu madre —Sina cambió su semblante, su expresión se volvió seria y confusa—. Debes hacer algo, o él va a... va a... ¡Oh! ¡vamos! —tomó al niño de la mano y se lo llevó corriendo a toda prisa.

El niño, tan estupefacto como había quedado la abuela al escuchar, hizo tan sólo una mueca de extrañeza y fastidio mientras dejaba que la joven lo arrastrara. Sina, por su parte, quedó inmóvil, suspirando de cansancio por la energía de los jóvenes, y algo preocupada. Rangi nunca buscaba problemas con Moana, por lo que no pensó que podría ser algo realmente serio, pero no podía evitar sentir angustia.

La situación era algo muy imprevista, como para pensarse que es una broma.

Ocurría que, ahí en el fale tele, los adultos y ancianos del consejo sentados en su sitio miraban fijamente a Rangi que se mantenía de pie frente a Moana. Ella permanecía en el centro del consejo, con una mueca de amargura hacia el jovencito que parecía querer burlarse de ella, él tenía una detestable sonrisa engreída en su rostro.

—¿Qué? —cuestionó Moana al muchacho, en un tono de completo desagrado.

—Que deberías casarte conmigo, eso dije —su sonrisa crecía con auténtica malicia, de alguna forma él parecía disfrutar burlarse de ella.

Por supuesto que Rangi podría disfrutar de esto bastante, pero estaba esa horrible sensación de ahogamiento al sentir el desprecio en las miradas que caían sobre él. Escuchaba a los miembros del consejo murmurando, algunos estaban sorprendidos, otros asqueados, uno que otro parecía aguantar las risas. Un hombre en específico lo miraba con suma severidad desde una esquina, ese que era su propio padre, y de todos a ese le costaba más a Rangi ignorar puesto que sentir que ese hombre estaba ahí le irritaba.

—¡Escucha niño! —Tui, sentado a la derecha de su hija, alzó la voz con verdadera furia—, ¡¿acaso crees...?!

Moana levantó el brazo, interponiéndose entre su padre y Rangi. Ella no dejaba de mirar al joven ni por un momento ni para pestañear.

—¿Qué quieres, Rangi? De verdad —vocalizó con voz muy clara, mirándolo como si fuera a atacarla.

—Por favor, Moana, es muy claro. Una mujer como tú no puede hacerse cargo del liderazgo toda sola, y con un niño sin padre. ¿Realmente podemos confiar en ti? Es decir, ¿por qué rompimos nuestra tradición e hicimos que una chica fuera nuestro jefe?

—¿Cómo puedes decir eso? —susurró Matiu, al lado izquierdo de Moana, sintiendo mucha decepción—. Tú no eres así, Rangi.

Para ambos, Moana y Matiu, era difícil imaginar que aquel niñito que habían visto crecer se estuviera comportando de esta manera tan insensata, pero Tui, por el contrario, al tratarse de su hija no tenía la más mínima consideración hacia quien tratara de dañarla.

¡Moana ha sido la mejor jefe que ha tenido Motunui! —gritó Tui, poniéndose en pie—. ¡Tú, niño, sólo quieres tomar el control! ¡¿o me equivoco?!

—¡Papá! —rugió Moana con los dientes apretados—, ¡siéntate por favor!

—¿Qué? Si saben que siempre he estado enamorado de ella —fingió enternecerse. Era claro una mentira, de pequeño sí que le gustaba Moana, de una forma bastante infantil, olvidó ese enamoramiento cuando creció, y cuando Moana quedó embarazada comenzó a verla más como la mamá de alguien, una extraña adulta, que como una chica—. Pero siendo honestos, ser el nuevo jefe de Motunui no estaría mal.

Antes de que el consejo estallara en reclamos, fueron silenciados al ver a Moana ponerse de pie y encarar a Rangi frente a frente. Rangi era por mucho más alto que ella, pero esto no intimidaba a la mujer en lo absoluto.

—Podrías casarte conmigo, Moana, y yo te quitaré el peso del liderazgo —los dos se miraban fijamente a los ojos desde muy cerca. Ella permanecía erguida, inmóvil y muda dando tan sólo un mirar fiero como el de una serpiente—, o podríamos pelear por el puesto.

El consejo volvió a murmurar entre sí, asombrados y perplejos. Moana sonrió.

—No sabes lo que dices, niño.

—Ya no soy un niño —no, había un hombre frente a Moana sólo que era muy difícil para ella verlo, ni siquiera había notado en qué momento se había vuelto tan grande—. Hablo completamente en serio, a menos de que tengas miedo.

—Vienes hasta mí para burlarte, para insultarme, para retarme e intentar humillarme, pero el único que está fuera de lugar aquí eres tú, niño. Sabes las consecuencias de retar al jefe de la tribu, ¿correrás ese riesgo para qué? ¿a dónde quieres llegar?

Rangi la miraba con dureza y no dijo ni una palabra. Moana se preguntó si acaso esto tenía que ver con lo ocurrido el día anterior con Mauna, puesto que Rangi siempre había sido indiferente hacia ella hasta ese momento, se preguntó si aquello habrá causado este cambio en él. No importa por dónde lo viera, esto parecía un arrebato infantil a los ojos de Moana. No podía dejarlo salirse con la suya, ella era la líder y debía imponerse. Jugaría su juego y lo derrumbaría.

—Nos vemos al atardecer en el marae. Yo no tengo miedo, tú lo tendrás —ella aceptó su reto, sin despegarle su mirada mordaz de encima.

El consejo se escandalizó, iba a haber una disputa por el liderazgo de la tribu, desde que Moana fue nombrada jefe esto no había sucedido. Pero podía ocurrir, si Rangi ganaba, el linaje de los Waialiki ya no sería heredero real. Era una tradición muy antigua, no había habido una disputa así desde que Tui era un jefe joven, y en ese entonces y en las generaciones anteriores los Waialiki siempre obtenían la victoria, como si los dioses hubieran asignado esta familia a dirigir Motunui, siempre habían sido ellos desde el principio. Nunca nadie les ha quitado el liderazgo, y aquellos pocos que se atrevieron a retar a un jefe se les dio un fatal destino como castigo.

Moana se preguntaba si Rangi estaba completamente consciente de lo que podía sucederle de perder, porque claro que ella lo iba a hacer perder.

La junta terminó de esa manera abrupta, los miembros del consejo se dispersaron, por supuesto, a difundir la escandalosa noticia. Moana, parada en la entrada del fale tele, vio a Rangi alejarse derecho por el sendero. Ella se giró para discutir con su padre, quien estaba muy enojado. No era la única que debía lidiar con un padre furioso.

Al salir, Rangi se topó con su padre, un hombre tan grande y aterrador como Tui, sólo que no tan viejo, con una horrible mirada seria y severa.

—¡Más vale que sepas lo que estás haciendo, muchacho! —dijo el hombre con voz dura, acercándose a Rangi por un momento, poniendo su pesada mano en el hombro del chico, tan fuerte que fue casi un golpe—. ¡Si fallas avergonzarás a nuestra familia! ¡una humillación de parte de un Waialiki es lo último que me falta! —pronto se fue, sin darle oportunidad al hijo de siquiera pensar en una respuesta.

El padre de Rangi formaba parte del consejo, Rangi pudo sentir su mirada fulminante durante toda la escena, no sabía si lo estaba decepcionando, avergonzando o algo, nunca le ha importado pero realmente le molestaba.

—No estoy haciendo esto por ti, anciano —Rangi hablaba entre dientes, como últimamente suele hacer cuando se molesta. Si pensaba en ello, su situación era muy mala.

Sabía que tendría que soportar las malas miradas y los regaños por lo menos hasta el anochecer y pase lo que pasare después, ¡iba a ser todavía peor! ¡Cuántas ganas tenía de que se lo tragara el océano en ese momento!

—¡Ay! —dio un salto hacia atrás por el repentino susto que le dio Mauna que se había arrojado desde la rama de un árbol y había aterrizado justo en su camino—. ¡Fíjate por dónde caes, maldito mocoso!

—¿Qué demonios fue todo eso? —le preguntó el niño con cara seria.

—Ugh. ¿Estuviste escuchando? —dijo con semblante fastidiado.

—Sí. Molestaste a mi mamá, no cualquiera lo hace, te lo reconozco —el niño siguió caminando por el sendero, esperando a que el mayor lo siguiera. Rangi no tardó en alcanzarlo—. Anahera dijo que te detuviera pero, ¿no era más divertido ver cómo iba a terminar?

—Esa metiche... —Rangi se encogió de hombros, y aunque se mostraba molesto, en el fondo se sintió un tanto culpable por preocupar a sus amigos—. Esto no es asunto de ellos, les dije que me dejaran tranquilo.

Ya bastante alejados de donde se había llevado a cabo la reunión, a mitad de camino para llegar a la aldea, Mauna se detuvo y miró a Rangi con una mueca en los labios.

—Sabes lo que ocurrirá si pierdes, ¿verdad?

—¿Qué? Por favor, como si Moana fuera capaz de hacerme algo así a mí, ella me quiere —sonrió con confianza, fingiendo que se lo creía pero no estaba seguro.

—¿Entonces eso era? —frunció el ceño—, ¿por eso hablaste conmigo ayer? ¡te sentías culpable de que ibas a hacer toda esta mierda! ¡¿esa era tu forma de decirme que ibas a cagarlo todo?! —rugió el niño en voz fuerte y agresiva, frunciendo el rostro en una fea mueca, desconcertando a Rangi—. ¡Acabas de tirar tu vida, maldito idiota hijo de...!

—¡¿Qué?! ¡¿qué?! ¡¿qué?! —Rangi reaccionó abruptamente—. ¡¿Qué clase de vocabulario es ese?! ¡Cuida tus palabras, mocoso de mierda!

Ay, soy un desastre, pensó Rangi al saber que el niño bien lo había aprendido de él. Se encogió de hombros, frustrado.

—Rangi... si querías ser jefe por qué no te pelaste conmigo, sólo conmigo. Yo no sé qué es lo que va a hacer mi mamá cuando te gane —dijo el pequeño con mucho fastidio y enojo, pero también estaba preocupado, era algo que se le notaba, y eso era porque el niño difícilmente se preocupaba por algo.

Rangi lo miró, irritado, ¿realmente era eso lo que el niño pensaba?

—¿Qué dices? ¡Si no es por eso que siempre peleo contigo! ¡es que eres totalmente insoportable! —le dio un empujón en la cabeza.

Mauna iba a protestar, pero en ese momento llegaron más alborotadores. Anahera, Hine y Kupe, los amigos de Rangi, pronto llegaron hasta ambos.

—Ya lo oímos, ¿qué rayos te pasa? —reclamó Hine, llegando en pasos pesados, bastante enfadada. Kupe la sostuvo del hombro para calmarla.

—¿De verdad lo hiciste? ¿retaste al jefe? —cuestionó Kupe, calmado pero decepcionado y confuso—. Yo creí que bromeabas cuando dijiste que lo harías.

Rangi les había dicho esa misma mañana, casi como un comentario al azar. No sabía por qué, quizá quería que se enteraran por él primero. Sabía que los enfurecería, que decepcionaba a todos, pero no quería ser detenido, sólo que ellos estuvieran preparados para lo que iba a explotar.

—Te dije que lo detuvieras —le dijo Anahera a Mauna, defraudada. Mauna cruzó los brazos y apartó la mirada.

—Fue su decisión, no es culpa mía —respondió el niño.

—¡¿Qué tratas de lograr con todo esto?! —le gritó Hine a Rangi.

—No los oigo —Rangi se cubrió los oídos y siguió el camino a la aldea.

—¡Agh! ¡¿puedes dejar de actuar como un niño por una vez?!

Y se fueron los tres amigos de Rangi a perseguirlo en busca de explicaciones lógicas. Mauna los siguió hasta atrás, sin mucha prisa realmente. El niño esperaría hasta que los mayores se fueran para volver a hablar con Rangi, era mucho más fácil de esa manera.

Como era de esperarse, al llegar al pueblo, todos miraron a Rangi con desprecio, juzgandolo, hasta sus amigos sintieron la opresión de esas miradas y chismorreos. La noticia se había esparcido rápido y los que aún no sabían se estaban enterando en ese momento. Anahera tomó a Rangi del brazo con fuerza, más porque ella misma estaba espantada.

—Esto es un completo desastre —dijo Kupe en voz baja.

—Hay que salir de aquí —afirmó Hine, mirando a su alrededor como amenazada.

—¿Pero a dónde?

Tan pronto la pregunta se formuló, la respuesta entró a la mente de todos.

Pero justo en ese momento alguien tomó a Anahera del brazo y la arrancó con brusquedad de su agarre hacia Rangi.

—¡Ay! —gritó la joven al ser jalada y arrastrada lejos de su amigo.

—¡Anahera! —se sobresaltó Rangi cuando sintió que se la quitaron. Estaba listo para golpear a cualquier idiota que se atreviera a hacer eso, pero pronto todos vieron quién era el hombre que se la llevaba.

—¡No! ¡papá, espera! —se quejó la joven, forcejeando para regresar con sus amigos.

—¡No quiero verte cerca de ese chico loco nunca más! —gritó el hombre, tomando a su hija de la cintura hasta casi cargarla para poder llevársela mientras ella pataleaba para regresar hacia Rangi—. ¡Sabía que sólo te causaría problemas!

—¡Oiga! ¡no puede hacer eso! —se enfureció Hine—. ¡Ella ya no es una niña!

—No podemos hacer nada, es su padre —se lamentó Kupe, deteniendola.

—¡Odio a esos hombres! ¡no es justo! —Hine se giró hacia Rangi, abofeteando el aire—. ¡¿Tú no vas a decir nada?!

—Él nunca me quiso —miró y Anahera ya había desaparecido. Se aguantó lo molesto que estaba—. Es mejor que se vayan ustedes también, esto se va a poner muy feo.

—¡Tú nos pusiste en esta situación! —reclamó ella—. ¡¿Qué esperas que hagamos cuando nuestro amigo perdió la cabeza?!

—¡Que se vayan! ¡eso dije! —le gritó Rangi, gruñendo ambos frente a frente.

Fue entonces cuando uno de los aldeanos se acercó, un hombre pescador con mal carácter, y sin previo aviso arrojó una piedra, casi dándole a Rangi. Rangi y Hine se sorprendieron y vieron hacia quien molestaba.

—¡¿Por qué mejor no te vas tú de una vez, traidor?! —gritó el hombre y parecía que los demás estaban de acuerdo.

Si la gente estaba murmurando cosas antes, ahora lo decían en voz alta. Algunas mujeres se quejaban de lo irrespetuoso que había sido Rangi con Moana, algunos hombres parecían que iban a agredirlo por la dureza con la que lo miraban, y otros tantos sólo veían sin intervenir. La mayoría de la multitud le gritaba que se fuera, resulta que de un momento a otro se había vuelto una peste.

—¿Lo ves? Esto es a lo que me refería —le dijo Rangi a Hine, poniéndose frente a ella para protegerla de un posible siguiente ataque.

El mismo hombre lanzó una segunda piedra apuntando hacia Rangi, el disparo fue detenido en seco por Mauna, quien atrapó la roca con su mano izquierda. Todos quedaron completamente callados.

—¿Y si mejor son ustedes los que desaparecen? —el niño lanzó la roca de regreso pero con mucha más fuerza, rozando el rostro del sujeto que la había lanzado en primer lugar, la roca alcanzó a impactar uno de los postes de madera que sostienen uno de los fales, casi partiéndolo por la mitad. Mauna dio una fuerte pisada al suelo—. ¡Este asunto lo resolverá mi mamá al atardecer! ¡Si a alguno de ustedes se le ocurre interferir van a vérselas conmigo! ¡¿Alguien tiene algo que decir?!

Y ya nadie dijo nada, pero siguieron ahí, viendo mal al grupo.

—No era necesario que presumieras —le dijo Rangi al niño, molesto de que el pequeño haya intervenido.

—Callate, sigo molesto —refunfuñó el menor.

—Tal vez sea tiempo de disculparte, Rangi —habló Hine, más relajada ahora que Mauna los protegía—. Este juego tuyo ya llegó muy lejos.

—Yo sé lo que estoy haciendo —la miró de una forma muy seria—. Ahora hazme caso y no me sigas.

Rangi se dio la vuelta y siguió camino hacia su casa. Hine iba a seguirlo pero se forzó a quedarse quieta en su lugar, gruñó de la frustración mientras pateaba el suelo.

—¡¿Y tú no sabes qué mosca le picó a este loco?! —preguntó Hine a Mauna.

Mauna seguía con su permanente mueca de disgusto y enojo, miró a Hine de reojo, chistó sonoramente antes de apartar su mirada. La mujer ya estaba acostumbrada a la mala actitud del pequeño, por lo que con un ademán con las manos lo mandó al demonio.

—Ven, hay que irnos —Kupe tomó a Hine de los hombros, luego miró al niño—. Ve por Rangi, Mauna, llevalo a nuestro lugar.

Ese lugar, Mauna miró a Kupe y asintió, después se fue a seguir a Rangi, sin prisa.

Mauna no entendía a Rangi aunque lo pensara, no sabía si tenía algún plan o había enloquecido al creer poder ganarle a Moana. Pensaba mucho en la conversación que tuvieron el día anterior y todo lo sucedido con su madre, tratando de hallar sentido, pero no comprendía.

El niño, aunque ya había perdido a Rangi de vista, iba camino al hogar del chico por el camino que conocía. Pasaba sus manos por las largas hojas y las ramas que lo rozaban en el sendero, siempre lo hacía hasta sin darse cuenta, igual como siempre iba pisando o pateando las pequeñas piedras en el suelo a propósito. Ahora lo distraía del alboroto que se había formado fuera y los problemas en los que se había metido aquel tonto.

Ya no estaba enojado, molesto sí, pero no realmente enojado, sólo estaba confundido y la preocupación persistía, y ni sabía por qué debía preocuparse en primer lugar, estaba seguro, o casi seguro, de que su madre perdonaría a Rangi.

Cuando se acercó al hogar de la familia de aquel chico, se lo encontró a él parado ahí a medio camino, se apresuró a llegar a su lado, notando lo que el mayor se había quedado viendo. Rangi bajó la mirada para ver a Mauna y le dirigió una mueca, Mauna se la regresó y ambos observaron en silencio lo que pasaba enfrente.

Era el padre de Rangi teniendo una fuerte discusión con el abuelo de Mauna, la mamá de Rangi y Moana también estaban ahí.

—... fue tu idea, estoy seguro, tú planeaste esto! —es lo que Mauna empezó a escuchar cuando llegó. Era Tui gritando al papá de Rangi—. ¡Siempre me has odiado! ¡finalmente le metiste estas ideas a tu hijo!

—¡Después de todo lo que le has hecho tú a mi familia cómo esperas que no te odie! —le reclamó el papá de Rangi a Tui—. ¡Yo no fui quien le dijo a Rangi que hiciera esa tontería! ¡pero qué bien que lo hizo y espero que gane el combate! ¡así finalmente ustedes los Waialiki tendrán su merecido!

—¡Mi hija no tiene que estar soportando las impertinencias de tu hijo! —exclamó Tui, pero Moana se puso frente a él.

—No necesito que abogues por mí —dijo Moana, viendo a su padre con mucha severidad. Detestaba que la defendiera como si fuera una niña. Miró al papá de Rangi con la misma expresión dura—. Sería mejor que controlara a su hijo.

—¡Ustedes los de la familia Kaitiaki! —volvió a gritar Tui, haciendo caso omiso de su hija—. ¡Siempre igual! ¡¿Crees que no me había dado cuenta de sus intenciones?! ¡¿Crees que no sé que le enseñaste a tu hijo a odiarnos?! ¡Si desde pequeño se la pasa amenazando de muerte a mi nieto!

Ellos no habían notado que Rangi y Mauna estaban escuchado. Los dos se miraron entre sí como diciendo "¿y a estos locos qué les pasa?" Los dos sabían muy bien que todo ese parloteo de "te voy a matar" que grita Rangi casi siempre va medio a juego. Rangi recordó algo que le había venido advirtiendo Hine desde hace tiempo, que ahora que es adulto no debía más comportarse así, que la gente iba a pensar que hablaba en serio, tomando en cuenta los problemas entre sus familias.

Rangi nunca pensó en eso con seriedad, nunca le ha importado, era problema de su padre, no de él.

—Vámonos ya —le dijo Mauna a Rangi con fastidio, dándose la vuelta para largarse, queriendo que el mayor lo siguiera.

Él vio unos segundos más antes de resoplar y girarse para seguir al niño. Cualquier cosa era mejor que escuchar los disparates de su padre y el abuelo de Mauna.

—Por favor, todos sabemos que ese niño Mauna es el peligroso —Rangi alcanzó a escuchar a su madre, quien hablaba en voz no muy alta pero molesta, escondida detrás de su enorme esposo—. Si las cosas seguían igual, la historia se volvería a repetir.

Rangi tampoco pensaba en eso, era una tontería, sabía que sus padres pensaban de esa manera, él jamás lo consideró.

Pronto Mauna y Rangi salieron de la aldea para adentrarse al bosque. Rangi sólo iba siguiendo hacia donde Mauna lo guiaba, sin fijarse mucho el camino. Sólo pensaban en lo de hace unos momentos, se repetía que no le afectaba, puesto que esas palabras no cambian su manera de pensar ni de actuar, pero aún seguía sintiendo esa sensación presionando su pecho, lo afligía.

—¿De qué hablaban? —Mauna miró a Rangi, notando que el joven no había dicho ni una palabra, algo bastante inusual.

Rangi se frustró, no quería hablar de eso para nada.

—Mi padre odia a tu abuelo, no me preguntes, no sé por qué —mintió. Bien sabía cuál era el problema de su padre con Tui, sus padres se lo recordaron varias veces durante su infancia y era algo bastante fastidioso de escuchar—. Pero no tiene nada que ver conmigo, así que no me importa.

Sabía que meterse todos estos problemas encima iban a hacer que algunos pensaran que lo hacía por los problemas entre ambas familias. Detestaba la idea de dar explicaciones al respecto, pero esto es algo que negaría rotundamente, él no se involucraría en esos problemas ajenos a él y no quería que pensaran que lo hacía por ello.

Pronto se acercaría el mediodía, los árboles cubrían parte del sol encima de ellos mientras más se alejaban de la aldea y más se llenaba todo de verdes y pintorescas ramas y flores.

—¿Y qué fue todo eso de la pedida de matrimonio? —Mauna cambió de tema, aprovechando esa tranquilidad para al fin pedir explicaciones, o por lo menos discutirlo.

—Oh, eso —Rangi se rió, rascándose la nuca. Hizo una expresión seria, con la frente en alto—. Sólo estaba provocando a tu madre —bajó la mirada, el niño lo estaba viendo con su expresión de dureza. Rangi volvió a relajarse, giró los ojos por la seriedad con la que se lo estaba tomando el niño—. Quería hacerla enojar, ya sabes. No es como si me interesara una anciana. Pero... —sonrió engreidamente, con voz ladina—, ahora que lo pienso, si hubiera logrado quedarme con ella cuando me gustaba —y eso había sido hace un largo tiempo— eso me convertiría en tu padre.

—Eres sólo once años mayor que yo —le sonrió con sorna.

—Bueno, tú serías más joven entonces —le regresó la sonrisa. Suspiró y de repente se dio cuenta de algo—. Qué curioso, tu madre tenía mi edad cuando te tuvo —era raro pensarlo, porque él no se sentía en absoluto listo ni con ganas como para tener algunos niños, aunque era una edad bastante adecuada.

Rangi hizo una mueca al recordar el embarazo de Moana, dio otro suspiro, esta vez de cansancio. Vio la oportunidad de preguntar, ya que había salido el tema, pero sabía la respuesta.

—Oye, ¿y te has preguntado de dónde vienes?

—¿De qué hablas? —el niño cruzó sus brazos.

—¿De quién rayos es tu padre? —exclamó Rangi en tono de broma—. Quiero decir, por favor, no soy tan tonto como para creer que de verdad fuiste un regalo de los dioses.

—¿Por qué sacas ese tema ahora? —preguntó con mirada suspicaz.

—No es la primera vez que te lo preguntan —cruzó los brazos también. Poca gente se atrevía a preguntar cuando Moana no estaba cerca, pero lo hacían. En cambio, Rangi no le había preguntado directamente hasta ahora—, y como siempre no respondes.

—Sabes que no sé y nunca pienso en eso.

Por supuesto que el niño tenía que pensar de esa forma. No era un tema que al niño le interesara mucho, menos en ese momento que tenía otras cosas en mente.

—¿Qué piensas hacer, Rangi? —le preguntó, ahora con calma—. Mi mamá va a destrozarte, ¿qué harás? Ya nada volverá a ser como antes, acabas de traicionar a tu tribu.

—No los estoy traicionando —dijo, ofendido—. ¿Y qué hay de ti? —cambió el tema para ya no hablar de ese asunto—. Me defendiste, a un "traidor". Puede que yo haya hecho una tontería, como todos lo llaman, pero no planeo arrastrar al niño perfecto y consentido conmigo.

—Yo sólo hago lo que quiero, y si casualmente es lo que esperan de mí, no me importa, y si hago lo contrarío, me importa aún menos. Ser el perfecto consentido, su santa divinidad, es muy divertido, pero primero está lo que yo quiera y si no les parece no es mi problema.

—Entonces no me juzgues, somos igual de desastrosos.

—No compares mis travesuras con tu intento de derrocar a mi madre —le dijo, indiferente. Sonrió, resignándose a que no tendría ni una respuesta clara de Rangi al menos hasta que todo pase—. Somos unos rompe reglas, eso sí.

—¡Ya sé! —exclamó Rangi con un exagerado fingido entusiasmo— Deberíamos irnos, fundar nuestra propia tribu ¡y yo seré el jefe! Nadie podría decirnos qué hacer.

—Estás bromeando, ¿verdad? —el niño dio una media sonrisa.

—¡Claro que sí! —aguantó una risa—. Pero no significa que sea una mala idea.

—No, tienes razón, es terrible.

—¡Ja, ja! ¡es verdad!

Mas sonaba mejor que enfrentar las consecuencias de lo que iba a hacer. Ya no había vuelta atrás ni cabida para arrepentirse, y era realmente difícil ser tan esquivo para no dar explicaciones.

—Pero no es como si sintiera que este lugar es donde pertenezco —dijo el niño en voz baja, más para sí mismo pero Rangi lo escuchó.

El joven lo vio con sorpresa, sin embargo mejor no le dijo nada.

—¿A dónde dices que vamos? —Rangi miró de un lado a otro, como si apenas despertara. Realmente había estado distraído, notó cuando entraron al bosque pero no pensó mucho para qué ni cuánto tiempo llevaban caminando.

—¿Llevamos caminando un largo rato y apenas me preguntas? Eres tonto —bien podría llevárselo para tirarlo a un acantilado y Rangi ni en cuenta.

Pronto Rangi reconoció el camino, era imposible olvidarlo. Se dirigían a la colina donde él y sus amigos iban siempre a esconderse cuando eran niños, hace tiempo que no venía a este sitio. Era una alta colina conectada a la montaña, con muchas rocas y vegetación que la ocultaban. Era como su lugar secreto a excepción que los adultos siempre sabían dónde encontrarlos, pero esta vez nadie podría pensar que el adulto Rangi volvería a su lugar de juegos.

Al llegar pudieron ver a Hine y a Kupe en la cima, esperándolos. Hine y Kupe sonrieron al verlos llegar. Rangi sabía que era de esperarse que sus tontos amigos no se alejaran a pesar de las terribles circunstancias en las que él mismo se había metido. Lo último que quería era que ellos lo siguieran a esto, pero a pesar de eso de alguna forma sentía alivio al verlos.

—¡Rangi! ¡Mauna! —los llamó una voz femenina a sus espaldas. Era Anahera, quien llegaba corriendo, sorprendiendo a todos—. ¡Los alcancé!

—¿Anahera? ¿estás bien? —Rangi pronto la tomó de los brazos, preocupado.

—Sí —ella dio una gran y linda sonrisa inocente—. Me escapé. No iba a dejarte solo, Rangi —ella alcanzó a ver a Hine y Kupe, quienes se acercaban a ellos—. Ninguno de nosotros va a hacerlo.

—Son unos completos idiotas.

Los cinco sabían que no podían quedarse ahí escondidos todo el día, había que prepararse para la batalla por el liderazgo de Motunui que sería al atardecer, había muchas cosas por hacer. Pero si podían tener unas cuantas horas tranquilos en ese lugar, por lo menos, estaría bien.

Anahera, Hine y Kupe no estaban entendiendo a Rangi ni lo estaban perdonando ni justificando, pero era su muy cercano amigo, no podían dejarlo ni precipitarse a sacar alguna conclusión de los motivos de Rangi para comportarse de esa manera. Sólo esperaban que retrocediera o que las cosas no terminen tan mal como debían terminar.

Y Mauna sólo observaba, viendo a los mayores intentando que Rangi les diera explicaciones y que se retractara. El niño ya sabía que no iba a funcionar. Sea lo que sea que esté pasando por la mente de Rangi, nadie lo sabía con certeza. El niño tenía una idea, recordando su conversación de la tarde anterior, quizá Rangi sí tenía un plan. Cuál era ese plan y cuál su propósito era algo que lo confundía.

Nunca había sido fácil para Mauna entender a Rangi, le parecía un sujeto muy simple pero había veces en las que se preguntaba qué tanto escondía que se le hacía más difícil leerlo a él que a cualquier otro.

Había ya decidido sólo ver cómo se tornaban las cosas de aquí al momento de la pelea, sabía que no podría disuadir a Rangi, este disparate lo había decidido por su cuenta y ahora tendrían que aguantar los problemas que vendrían de todo este lío más adelante. Conocía las consecuencias, las conocían todos y por eso los amigos de Rangi estaban tan desesperados.

Mauna no era como ellos, él no ruega, nunca se rebajaría. Sólo confiaba en que lo que sea que Rangi esté planeando no lo terminara por destruir, porque sino no sabría qué hacer.


Oh, cielos, siento haber tardado un mes en actualizar. Maldito trabajo roba tiempo :s
Quería subirlo el viernes, peeero, de alguna forma no lo tenía listo para nada, apenas lo acabé hoy xD Y este quedó más largo que el anterior, ¡supongo que es mejor así!
Espero que me haya quedado bien, es como que... puse todo lo que quería poner para este capítulo, pero lo siento raro, muchas cosas sólo surgieron en el camino jeje A veces es difícil conectar todas las ideas.

Ayy, el jueves fui a ver la película de Aquaman, ¡me encantó! Pero de alguna forma rara me recordó a mi fic xD
jaja, y la escena casi al principio de la película donde Aquaman va a ver a su padre, hacen lo mismo que hizo Rangi con Mauna en el capítulo pasado, apegaron sus rostros y yo cuando lo vi me sorprendí, y le dije a mi hermana "esa acción se llama hongi xD" Fue raro entender ese tipo de cosas, varias veces durante la película.
¡Oh, quiero verla otra vez!

Bien, hora del diccionario.
Fale Tele: Significa casa grande. Es la casa más importante, sirve para las reuniones del consejo.

Por cierto, les dejaré una tarea, busquen "taiaha" en imágenes de google, creo que les sería útil para el siguiente capítulo.

(aahh, ya me entró el hype, quiero escribir lo que pasa en el capítulo que sigue desde el principio)