La música sonó, el viento nos acarició a ambas, y yo…, yo no sabía qué sentir. Elsa me miró. De repente todo se había alineado para mí. Yo era Ana, yo soy Ana. Papá está muerto, y no pude despedirme de él. Me gustan los patos y la comida dulce. No sé lo qué quiero aún. Y soy torpe, pero estoy satisfecha. Lo intento una y otra vez. Una y otra y otra y otra y otra vez.

Elsa está frente a mí. Me mira con sus grandes ojos azules. Y a mi mente vienen nuestras memorias, Elsa y yo. Corremos y jugamos y reímos y nos ensuciamos. Me quedo sin respiración. Luce hermosa. Me sonríe, una sonrisa pequeña y vacilante que me conmueve el corazón. Doy un paso al frente.

Lo intento una y otra y otra vez, y corro, y corro para alcanzarla. Y lo haría todo el tiempo para estar a su lado. No soy muy buena en muchas cosas. Y puedo estar equivocada y puedo estar en lo cierto. Pero la verdad es que esto soy yo.

Doy un paso más.

Y Elsa me abraza y vuelvo a estar segura. No escucho nada más que mi corazón latir con fuerza.

Tum, tum, tum.

Su mero sonido calma mi terror, el terror que me quiere ahogar. El terror de entrar a terreno desconocido yo sola solo para llegar a ella.

Aspiro su aroma, cierro los ojos, mis manos envuelven su cintura.

Quiero gritar su nombre, gritarlo lo más fuerte que puedo puesto que nunca me sentí más viva, quiero llorar con ella y reír con ella.

Subo la mirada, donde observo su mirar atormentado. Muerdo mi labio. Me quema. Estoy tranquila pero me quema. Se forma un vacío en mi estómago.

Y puede que lo logre, puede que falle. Lo que sea que haga. Puedo fallar. Puedo ganar.

Solo sé lo que ya no quiero.

Me pongo en puntillas y siento el cuerpo de Elsa tensarse.

Es lo que siempre quise.

Ser amada por ella.

Siento la inseguridad de Elsa surgir, acarició su mejilla y delineo sus labios.

— ¿A-a-ana?—ella me llama, titubeante, insegura, aterrorizada. Y por un momento quiero reírme porque así me siento yo.

La música ha parado y yo no me di cuenta. Le sonrío y la beso.

Porque la amo, la amo realmente.