Disclaimer: Yuri! on Ice no es mío.

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Pareja: Victor/Yuuri.


TOXIC

00.

By: Maka Kagamine.


Era sábado por la mañana cuando Yuuri Katsuki tomó el tren rumbo a Hasetsu, luego de pasar algunos días en Tokio. No era un lugar que soliera recibir muchas visitas, así que no habían demasiadas personas en el vagón. Aún así, él decidió instalarse en uno de los asientos del final, lo más alejado posible del resto de la gente.

Se acomodó junto a la ventana, poniendo su mochila en el asiento que vacío que había a su lado. Colocó los audífonos en sus oídos y encendió la lista de reproducción de su Ipod, intentando que su mente se concentrara en otras cosas y no en las miradas que ya sentía sobre sí.

De cualquier modo, no funcionó. Su cerebro no se desconectaba y parecía no querer cooperar con él. Pronto, se encontró temblando, con escalofríos poniéndole los pelos de punta porque las miradas se hicieron intensas y se mezclaron con las feromonas liberadas. Los aromas eran tan fuertes que Yuuri se sintió repentinamente mareado.

Alfas, se dijo a sí mismo, arrugando la nariz y sumergiéndola en la bufanda azul, aspirando el olor a jabón y suavizante. Era lo mismo siempre, no importaba el lugar. Al ser de los pocos omegas no marcados que existían, Yuuri solía vivir eso todo el tiempo. Los alfas parecían volverse locos en su presencia; siempre liberando fuertes feromonas y acosándolo con la mirada, en un intento por atraerlo.

Para su mala suerte, había elegido salir en una época terrible para él. Y pese a que intentó cubrir su olor tomando los supresores, no sirvió de nada. Los pocos alfas del vagón habían reconocido el típico aroma dulzón de un omega a unos días de entrar en celo.

Y Yuuri lo detestaba.

No estaba conforme con su naturaleza. Nunca pidió ser un omega. Él no deseaba ser sometido de esa manera. Si era sincero, se odiaba a sí mismo; ¿por qué tuvo que nacer omega? ¿por qué no pudo ser beta, como su hermana? Eso le habría ahorrado muchísimos problemas.

De pronto, la presión le resultó demasiada. El oxígeno comenzó a parecerle insuficiente, estaba tan lleno de feromonas que se le hacía imposible respirar. Se sentía mareado, y estaba seguro de que vomitaría en cualquier momento. Sólo quería huir, correr a casa y esconderse en su habitación para siempre.

Los segundos se le hicieron eternos. El viaje le pareció más largo de lo usual. Yuuri no estaba seguro de cuánto más podía soportar en ese lugar.

Sin embargo, sus plegarias parecieron ser escuchas, porque pronto anunciaron su parada por los altavoces. El tren se detuvo y Yuuri tomó sus cosas y se apresuró a bajar, apenas las puertas se abrieron.

Yuuri respiró y se alejó de la estación, dejando atrás toda sensación de incomodidad.

(...)

Yuuri vivía en Hasetsu, Kyushu. Un pueblo bastante pequeño que en la antigüedad solía ser conocido por sus hoteles con aguas termales. Con el paso de los años, uno a uno fueron cerrando hasta que sólo Yu-topia, el hotel de la familia Katsuki, quedó de pie.

Su vida ahí era tranquila. No solía tener problemas con el alfas del pueblo, como en las grandes ciudades. Sus recuerdos en Tokio e incluso en Detroit —ciudad donde había estudiado al ganarse una beca—, no eran muy buenos debido a la cantidad de alfas con los que solía toparse. Lo bueno de entonces, era que siempre solía contar con el apoyo de un tailandés llamado Phichit Chulanont, el único alfa que no le miraba como si fuera sólo algo para devorar.

De hecho, se habían hecho buenos amigos. Y de verdad le apreciaba demasiado, era su único amigo en el extranjero.

—Yuuri, ayúdame a llevar estos platos.

Él y su hermana solían ayudar a sus padres a mantener el onsen. No tenían demasiado clientes a diario, pero eso no les desanimaba ni un poco. De cualquier modo, sus padres amaban Yu-topia. Habían trabajado toda la vida en él, incluso antes de que Yuuri naciera.

—¿Debo dejarlos en la cocina? — preguntó, mientras tomaba la cesta con los platos recién lavados que su hermana mayor le extendía.

Mari asintió.

—Sí —le dijo, antes de encender un cigarrillo—. Cuando termines, limpia las habitaciones que están vacías.

—¿Por qué? —preguntó, bastante entretenido, olvidándose de los platos durante un momento— ¿Tendremos clientes?

La mujer dejó escapar el humo de su boca y miró fijamente a su hermano menor.

—Algo así. No sé muy bien cómo está el asunto, pero según mamá tendremos extranjeros aquí por algún tiempo.

Yuuri parpadeó, creyendo haber escuchado mal. Era bastante raro que llegasen extranjeros a un pueblo nada especial como lo era Hasetsu.

—Oh, wow, ¿en serio? Eso casi nunca se ve.

—¿Cierto? Pero bueno, es mejor para nosotros. Entre más gente venga, más tiempo podremos mantener este lugar.

Y Yuuri concordó con su hermana.

(...)

Era la mañana del domingo cuando escuchó a su madre gritándole tras la puerta de su habitación. Aún estaba medio dormido, así que no le había entendido demasiado bien.

Con algo de renuencia a levantarse, se estiró. Algunos de sus huesos tronaron y se sintió más cansado e irritado de lo normal. De hecho, había un pequeño cosquilleo en su vientre que se arrastraba hasta la punta de sus dedos, resultándole hasta incómodo. Su ceño se frunció y, después de colocarse sus gafas, buscó en el cajón de su mesa de noche el pequeño bote con supresores.

Tenía el celo demasiado cerca, así que debía ser realmente constante con las pastillas si no quería vivir ese terrible infierno donde todo su cuerpo le dolía y parecía quemarle, urgiendo por sentir el contacto de algún alfa. Se tomó dos en ese momento y se recordó que debía tener otras dos por la tarde.

Sin más, se levantó de su refugio de cálidas sábanas.

Tenía todo un día ajetreado por delante.

(...)

Yuuri aguantó un grito de dolor y desesperación cuando su dedo meñique del pie golpeó contra una de las tantas cajas que estaban sobre el suelo, casi tapando el pasillo completo. Mordió su labio inferior mientras se tragaba todos esos insultos en otros idiomas que se sabía.

—¡Duele, duele, duele! —jadeó dolorido, sosteniéndose de la pared más cercana.

—Ah, Yuuri —le llamó su hermana, cuando se encontraron en el pasillo—. Que bueno que despiertas, lleva esas cajas a una de las habitaciones que limpiaste ayer.

Él parpadeó y dejó de preocuparse por el dolor.

—¿Qué sucede? ¿Por qué hay tantas cajas aquí? —Yuuri guardó silencio durante un momento, antes de volver a hablar cuando logró atar los cabos sueltos—: ¿Son de los extranjeros que mencionaste ayer?

Su hermana asintió, parecía emocionada.

—Uno de ellos es un alfa —explicó, recogiendo una caja. Yuuri no pudo explicarlo, pero sintió miles de escalofríos recorriendo su piel—. Y al parecer, es realmente alguien importante. Así que asegúrate de tratarlo bien.

Intentó tragarse la mueca disconforme en su rostro, pero no pudo hacerlo. Realmente no le resultaba para nada emocionante la idea de tener un alfa extranjero andando cerca de él. Suficientes problemas cargaba ya.

—Sí, lo haré —contestó, de mala gana. Pero Mari pareció ni siquiera notarlo.

—Bien. ¡Ahora a trabajar, hay mucho que hacer!

(...)

Yuuri dejó la décima caja en el suelo de la habitación y secó el sudor que escurría por su frente, echándose el flequillo hacia atrás. El cuarto era bastante pequeño y aún faltaban varias cajas más.

Definitivamente necesitarían otra habitación.

—¡Oh, wow! Es realmente pequeño, ¡me gusta!

La voz a su espalda le hizo temblar porque le pareció tremendamente atractiva. De hecho, el aroma en la habitación cambio de repente. Y le gustó. Era como menta y madera de cedro, que se mezclaba a la perfección y avivaba el inquieto hormigueo que se extendía por todo su estómago.

No lo entendió al principio, pero él de verdad deseaba ese aroma; quería que cada pequeño recoveco de su cuerpo fuera impregnado con ese olor. Su lado racional se apagó casi por completo, y se sintió hambriento de algo que ni él mismo reconocía. La vista se le nubló, su respiración se volvió pesada y se encontró a sí mismo lamiéndose el labio inferior con urgencia.

Abrumado por el enorme cúmulo de emociones que se habían asentado en su interior, volteó presa de la curiosidad.

Con cabello platinado, ojos profundamente azules y uno ochenta de estatura, el alfa Victor Nikiforov apareció en su vida.

Y Yuuri Katsuki se sintió irremediablemente intoxicado.


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Continuará...

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N/A: ¡Muchas, muchas gracias por haber leído! Es la primera historia que escribo para este anime que me ha enamorado desde el primer episodio❤ así que realmente tenía ganas de escribir para este hermoso fandom. No sé si necesite explicar de qué va este universo, porque creo que ya es bastante conocido xD, pero si tienen dudas se las responderé con mucho gusto :).

En fin, espero que este primer capítulo les haya gustado ;-; siempre pueden dejarme un pequeño comentario, ¡los reviews son mi alimento de cada día! ❤

Espero que pasen un día súper, súper genial ❤.

Lyne Diamond*


¿Review? *-*