Notas de autor: Seguimos con el especial de navidad. Soy un ser bondadoso cuyo costal de regalos se rompió 7u7)r
Dislclaimer: Fairy Tail no me pertenece.


Este fic nació gracias a la actividad especial de Navidad del foro CI.

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Este capítulo va a dedicado a Sabastu & Vita. Vita & Sabastu. ¿Quiénes más? ¡Si son las musas y las razones por las que escribo de su otp! cómo no les iba a regalar algo a mi waifluff y a la Vita de mi waifluff, las número 1 en el campo y en mi corazón :x. ¡Feliz navidad! ¡Que te guste! ¡Que no falte la miel y los limones! Y obvio, ni el fluff. :x


Christmas wishes

SS: Santa Sorpresa

«Jerza»


Agitó su mano frente al rostro de su novia para traerla de vuelta a la realidad. Había estado hablando por más de diez minutos sin tener respuesta de ella, no se necesitaba demasiada inteligencia para notar que la mujer frente a él, estaba en otro mundo.

Erza parpadeó confundida y luego de salir de su trance, le sonrió amable. La pelirroja se acurrucó en el sofá, encogió sus piernas para abrazarlas. ―¿Hace frío no crees?

Jellal la vio a detalle y asintió. ―¿Qué es lo que te pasa? ―Erza frunció el entrecejo ―¿Hice algo? ―negó de inmediato.

―Nada. Solo tengo frío, ¿qué culpa tienes tú del frío? ―bromeó. Su novio soltó un suspiró y Erza se acercó a él para pasar su brazo por sus hombros ―está bien, solo estoy distraída, sabes lo mucho que me gustan estas fechas ―y obvio había un loco pensamiento en su cabecita.

Claro que lo sabía, por eso siempre hacía el esfuerzo por acompañarla. Por su trabajo, pasaban bastante tiempo separados. A veces él viajaba a Magnolia para verla o en ocasiones, Erza era quien se daba su escapadita para estar con él. Podían definir su relación como complicada, pero mientras ellos estuvieran bien y se entendieran, daba igual el mundo. Total, pronto acabarían con esa fase.

―¿Y qué te tiene tan pensativa? ¿La fiesta de la noche?

El rostro de Erza se iluminó con orgullo. Todo el mes había planeado el festejo de navidad para sus amigos y ellos, hasta el momento todo iba de maravilla, como ella tanto lo trabajó. Incluso mucho mejor con Jellal a su lado. Fieles a la costumbre, todos los años pasaban la navidad en la cafetería. Mirajane y ella lo organizaban con mucho entusiasmo. Sin embargo, si la pregunta se la hubiera hecho días atrás, la respuesta hubiera sido positiva, pero esa ocasión en especial era completamente diferente. Había otras cosas las que se cruzaban por su mente. Algo más significativo y céntrico para los dos.

Negó sonriendo, porque le divertía lo que en verdad pensaba.

―Ayer Juvia y Gray hablaban sobre los deseos navideños y pensaba en eso ―lo miró directamente a los ojos, Jellal asintió para que prosiguiera―, en un principio lo asocié con regalos materiales, ¿sabes? Como si yo llegara y te preguntara qué te gustaría que te regalara. Y después pensé que también era para acciones de qué te gustaría que hiciera por ti.

―Creo que si le vas a dar un regalo a alguien es porque quieres. Puede que tengas idea sobre qué lo que le gusta pero en ocasiones, buscas una ayuda para no decepcionarlo ―los regalos eran detalles. Era cuestión de regalar algo que se creía hará feliz o le gustará a otra persona. Pero a veces, la persona importaba tanto que se podía caer en la duda sobre sus elecciones. En teoría era sencillo. En práctica igual, solo era hacer sonreír a alguien.

Asintió dándole la razón. ―Hay personas con gustos más simples, en cuanto a lo material. Pero, ¿Qué tal una acción? ¿Un gesto? O algo así… tampoco se es adivino. Si el punto es hacer feliz a otra persona, una ayudadita no está de más.

―El resultado es el mismo ―ambos guardaron silencio, Erza acomodó su cabeza entre en su hombro. De momento no hacía tanto frío, era mucho más cálido.

La pelirroja se preguntó si Jellal no deseaba saber más sobre los deseos de navidad, porque sin duda él formaba parte del suyo. Desde que había hablado con Gray y Juvia, Erza supo qué era lo que quería. Sin darse cuenta estaba haciendo lo contrario a sus palabras, olvidaba que él no era adivino para saber lo que estaba pensando o lo que quería.

El interpretó su silencio. ―¿Tienes algún deseo en particular?

―¿Yo? ―se alejó de él, haciéndose la inocente. Jellal sonrió divertido, no le creía la falsa modestia, luego le dio la razón y asintió.

―Sí, tú. ¿Quién más? ―rió ante sus sonrojadas mejillas. A esas alturas era gracioso que Erza se sonrojara por mínimas expresiones de cariño, y era ridículo quererla más cuando eso pasaba.

―Oh, no es necesario ―mintió apenada―. Estás aquí y con eso es suficiente ―que ella sabía perfecto todo el esfuerzo por pasar la época decembrina a su lado y pedirle algo más, por más que quisiera, era algo que no podía permitirse.

―No estoy hablando de cosas materiales, sé cómo eres con ese aspecto y mis regalos ya los tengo ―dijo con orgullo―, ¿no te gustaría que hicieran algo por ti? Tú lo has dicho, una acción o un gesto. Yo podría hacerlo por ti, Erza.

Sus ojos se ampliaron, sentía que el pecho vibraba gracias a sus palabras. Ese era su Jellal. Siempre amable y caballero. A decir verdad, sí había pensado en algo genial para los dos. No había forma en que él ―o alguien más―, se negara a semejante solicitud de deseo.

―Bueno… ―pronunció, vacilaba en cómo decirlo. Había pensado en algo específico para los dos para noche buena y empezar así la navidad―, hay algo… pero antes me gustaría saber tu deseo ―lo conocía perfecto, si ella hablaba primero él se salvaría de decir lo que quería.

Así era Jellal, primero estaba ella, luego ella y por último ella.

Si ella hablaba, él no lo haría.

Y no era justo que solo uno obtuviera su deseo de navidad.

El sentido de justicia de la pelirroja era inmenso.

Asintió. ―Ya que lo dices… ―ladeó su rostro, meditabundo pero sonriente. Jugó con el borde del cuello de su suéter ―mi deseo puede esperar hasta la noche.

La pelirroja se atragantó, creyendo que era una broma. Jellal le sonrió y se acercó para besar la punta de su nariz. Luego el rostro comenzó a ponerse del color de su cabello. Hablaba en serio. Muy en serio. Su mirada y sonrisa se lo decía todo explícitamente. No tendría problema en cumplirlo.

―No es broma ―ambos sabían a lo que se refería, enredó uno de sus dedos en los cabellos escarlatas ―¿Vas a compartir tu deseo?

Para dejar de pensar en el deseo de Jellal, tuvo que agitar la cabeza. ―El mío puede esperar también… en ese caso ―rodó los ojos, pudo notar sorpresa en su novio―, mientras ¿horneas un pastel de navidad conmigo? Deseo poder compartirlo con todos en la fiesta ―Erza se levantó y extendió su mano para que la siguiera.

―¿Eso cuenta cómo un deseo? ―ella asintió sonriente ―¿Entonces me vas a pedir más de uno? ―su sonrisa se amplió.

―Por supuesto que tengo más de uno ―un ligero rubor cubrió sus mejillas ―y sé que tú también, así que estaremos a la par ―él terminó por darle la mano para caminar con los dedos entrelazados hacia la cocina.


―¿Entonces cuál es tu otro deseo? ―preguntó al verter un poco de leche dentro una taza, para después añadir los cuartos necesarios en el recipiente donde Erza batía la harina y los demás ingredientes para el pastel.

Mientras Jellal añadía los ingredientes restantes como la leche, la mantequilla y la vainilla, la pelirroja se encargaba de batir la mezcla con cuidado y a una velocidad baja, procurando que todo se revolviera bien hasta crear una mezcla uniforme.

―¿Por dos minutos, verdad? ―Jellal asintió mientras encendía el horno. Era consciente de que había ignorado su pregunta.

―¿Entonces?

―¿Entonces qué? ―para Erza era un juego. Estaba concentrada en la tarea de batir los ingredientes y como cualquier mujer, podía estar haciendo varias cosas a la vez, también se daba el tiempo de jugar con su mente.

―Tu deseo…

Achicó los ojos. ―Ah… eso ―soltó un suspiro ―hay algo que me gustaría… en particular… ―lo miró por un par de segundos antes de volver a hablar―, solo que no sé si tú…

―Solo dilo… ―se acercó para golpear con un huevo el borde del recipiente de la mezcla, Erza enmudeció por la repentina cercanía, Jellal la vio insistentemente ―otros dos minutos ―sonrió al dejarla sin habla. Él también podía mover bien sus cartas―, después se vierte en el molde.

―Sí…

Jellal guardó los ingredientes que no eran necesarios y limpió por encima. Una vez terminado el tiempo la mezcla, y probarla para darle el visto bueno, Erza se encargó de vaciarla en el molde para que él se encargara de meterla al honor, mientras ella seguía probando la poca mezcla que había quedado pegada en el recipiente.

―Me gustaría que esta navidad fueras Santa ―confesó de repente. Su santa.

Cerró el honor y se giró a ella con los ojos bien abiertos. ―¿Cómo?

Erza desvió la mirada, sus mejillas estaban rojas. De pronto se sintió con vergüenza respecto a su petición. Pero juraba por dios que en su mundo, todo lucía bien. Apostaba que a él le iba a gustar tanto como ella.

―Como yo me visto de Santa para la fiesta de la noche, me gustaría que los dos combináramos ―su tono se intensificó.

Jellal sonrió ampliamente conforme estudiaba su expresión. Por el brillo de su mirada, sabía que hablaba con determinación. Apenas Erza tenía ilusiones como de una niña pequeña. Solo a ella podía hacerle ilusión el hecho de disfrazarse, perseguir renos y conseguir duendes. Era bastante tierna y un deseo muy inocente. Nada que ver con lo suyo. Y como él era incapaz de negarle algo...

Mientras el pastel se horneaba, la pelirroja salió de la cocina por largos minutos. Cuando regresó, Jellal se dio cuenta que se había cambiado de ropa. Usaba unos largos guantes, un vestido strapless y un gorro en color rojo. Lucía navideña. Adorablemente navideña. Ese era su traje de Santa. Y obvio era mucho mejor que el que le extendía a él. Solo las mujeres se veían bien disfrazadas de Santa. Debía agradecer que no era un duende o un reno.

Arqueó una ceja. ―En serio, ¿quieres decir que me tengo que vestir de Santa? ―asintió con vehemencia, aún no desaparecía el rubor de sus mejillas, menos la ilusión de sus ojos, y él terminó por aceptar―, me parece bien. Justo ―porque él tendría su recompensa después.

Tomó la ropa y salió para ponerse su vestuario para dar oficializada la nochebuena. Dibujar el cuadro del señor y la señora Claus.

~O~

Se entretuvo viendo la seriedad y el cuidado con el que lo sacaba.

Mordió su labio inferior, mientras se saboreaba.

Se veía bien. Sus castaños ojos recorrían con atención cada simple movimiento de Jellal: las masculinas facciones de su Santa. Su gorro de navidad, su suéter rojo desabrochado dejando al descubierto su bien formado pecho y sus mangas arremangadas para mostrar sus gruesos y musculosos brazos mientras sacaba el pastel del molde.

Sintió su mirada y se giró a ella, Erza sintió su mundo de cabeza con la pequeña sonrisa de su perfecto y sobrio rostro. Se miraba muy bien disfrazado de Santa. Era eso.

―Erza…

La pelirroja lo miró.

―El chocolate ―bajó la mirada hacia el recipiente donde el chocolate se fundiría para darse cuenta que había echado onzas de más.

―Perdón… me distraje ―se sonrojó.

Sonrió de medio lado. ―Lo siento, te distraje ―se burló mientras guardaba el resto del chocolate para evitar accidentes.

Su rostro comenzó a arderle, en un rojo más intenso al verse descubierta. Resopló y rápido retiró las onzas de más, por fortuna aún no había encendido el fuego.

―Solo pensaba en…cosas ―contestó encendiendo el fuego, revolviendo la mezcla de chocolate, mantequilla, azúcar glass y agua caliente.

Estuvieron en silencio mientras esperaban que el pastel se enfriara para vaciar el chocolate en el pan para que se extendiera a lo largo y ancho del mismo. Después de terminar con eso y dar por terminada la preparación del pastel. Erza pasó sus dedos por el borde del recipiente para embarrarlos con un poco de chocolate, caminó hasta detenerse detrás de Jellal, quien estaba de espaldas, para tocarle el hombro. Cuando él volteó, ella colocó su mano a la altura de su frente para deslizarla hasta su mejilla, dejando un trazo de chocolate por todo su recorrido, ella se rió al ver cómo había cerrado los ojos.

Jellal tomó su muñeca. ―Con que quieres jugar ―puso su otra mano en la cintura de Erza para retenerla contra su cuerpo. Debía sostenerla con ambas manos porque la pelirroja tenía demasiada fuerza. Erza trató de zafarse, pero la apretó con fuerza mientras acercaba su mejilla manchada a su rostro para untarle el chocolate.

Se frotaba como minino en su rostro. Cerró los ojos porque se sentía pegajosa y a como pudo se separó un poco de Jellal, alzó un poco el rostro para verlo sonriendo y a nada de estallar a carcajadas. Seguían abrazados, vestidos de Santa, embarrados de chocolate, y él sonrió feliz ampliamente. Quizás era hora de cobrar su deseo de navidad.

No quería separarse de él. ¿Pero cómo se lo decía? Eran pocas las veces que estaban tan juntos que, simplemente quería ser egoísta por unos segundos. Sin aguantarse las ganas, acercó su rostro hacia él y esperó, su corazón latía fuerte dentro de su pecho. Jellal no se movió, estuvo quieto viéndola. Erza tomó una bocanada de aire y se acercó hasta que la punta de su nariz rozó la de él. Hizo más fuerte el agarre, la pelirroja deslizó sus manos hasta aferrarse al cuello de la camisa.

Y no dudó más. Sus labios chocaron contra los de él. Sintió que su cuerpo se relajaba en automático. Cerró los ojos, buscando la definición correcta para el sabor de sus labios. Él comenzó a moverlos, un calor la invadió por completo. Acarició su labio inferior con su lengua, Erza subió las manos para entrelazarlas tras su cuello para jalarlo más cerca de ella. Y sus besos sabían a chocolate.

Cuando se separaron por la falta de aire, Jellal le ayudó a sentarse sobre la encimera mientras se hacía camino entre sus rodillas. Quería tocar cada parte de su piel. Erza mostraba sed de sus besos y volvió a unir sus labios a los de él, girando el rostro para obtener un ángulo más profundo.

Las manos de Jellal pasearon desde sus rodillas hasta la parte externa de sus muslos.

Sus dedos se deshicieron del gorro de navidad para poder perderse entre sus cabellos azules.

Era navidad. Podían ir más lejos. Eran deseos, después de todo.

El sonido del timbre los hizo separarse, se vieron incrédulos, preguntándose si había sido cuestión de su imaginación. Hubo una que otra maldición, hasta que un nuevo timbrado los hizo volver a la realidad. Agitados se incorporaron, Erza asintió y Jellal la ayudó a bajarse de la encimera.

―Yo abro ―dijo Jellal y antes de salir, limpió el chocolate de su rostro. Caminó dejando a Erza limpiar el pequeño desastre que habían dejado en la cocina.

Antes de abrir la puerta, Jellal escuchó un par de voces fuera del departamento. Le parecían tan familiares, pero antes de que pudiera identificarlas, alguien los mandó a callarse para volver a tocar a la puerta. Quizás eran los amigos de Erza que venían por algo de la fiesta.

Sin preguntar y sin asomarse, abrió la puerta y sus ojos no ocultaron la sorpresa al ver a todos ahí. Y no los amigos de la pelirroja. Los suyos. Meredy, Sorano, Erik, Macbeth, Richard, Sawyer… ¡Todos habían llegado al departamento de Erza! Y con toda la confianza del mundo, lo hicieron a un lado para entrar.

―¡Huele a pastel! ―Meredy gritó emocionada.

―Eso es amor. ¡Llegamos a tiempo!

―Claro, porque yo manejé ―Sawyer manejó su coche a toda velocidad para llegar a Magnolia, y por su gran habilidad es que llegaron justo a la hora.

―Te ves bien ―Erik se rió de su traje y porque obvio estaba un poco desalineado, y con lo potente de su intuición, Jellal se sintió avergonzado.

―¿Qué hacen aquí? ―cerró la puerta tras de sí, mientras todos se acomodaban dentro del departamento, vio que Erza salía de la cocina y tenía la misma cara de sorpresa que él. No lucía molesta, ella era demasiado amable, pero sí bastante sorprendida.

―Bueno, sabíamos que estarías solo esta navidad ―respondió Erik con sarcasmo. Una sonrisa burlona apareció en sus labios ―así que… ¡Sorpresa!

―¿Qué? ―incrédulo. Impactado. Su rostro estaba desencajado. ¿Por qué no se lo notificaron? ¿Era una broma adelantada del día de los inocentes? ¿Estaba soñando?

No… El ruido estaba ahí. Los invasores eran reales…

―Son fiestas de navidad, la debemos pasar juntos ―vio que la pelirroja asentía feliz por las palabras de Macbeth. Ella les creía. Pero él los conocía mejor que nadie y sabía que eso tenía dobles intenciones.

―¿No es problema, verdad Erza? ―la aludida rechazó las palabras de Sorano. Sonrientes vieron a su amigo, se sentían apoyados, porque sabían que para Jellal sí eran una pequeña molestia, más en esa ocasión en especial. Ellos lo sabían, pero se refugiaban con su novia para dejarlo desarmado.

―¡Pues qué bueno que vinieron! ―aplaudió ―¡Así pueden ir a la fiesta de navidad de la cafetería!

Los chicos gritaron emocionados, apoyando con toda violencia la invitación, mientras que Jellal se recargó por completo en la puerta para no desmayarse. No iba a discutir, no era tan malo y no podía ganarle a su novia. Erza congeniaba rápido con las personas demasiado rápido. Y antes de poder lamentarse más, un flashazo lo hizo volver a la realidad.

―¡Esta foto se va a ver asombrosa en las tarjetas de navidad! ―Meredy sonrió con dulzura mientras les enseñaba a todos la fotografía que le había sacado a Jellal. Se miraba más pálido que la nieve. Tenía cara de espanto en Halloween, pero eso sí, tenía espíritu navideño por estar vestido de Santa.

Cuando Erza pidió que le pasaran la fotografía, supo que la navidad apenas comenzaba pero que él, tendría que esperar por su deseo…


¡Pobre Jellal xD! sus deseos tendrán que esperar :x

―Character A overhears Character B's Christmas wish and decides to fulfill it. / El personaje A escucha el deseo de Navidad de Character B y decide cumplirlo.

―"What do you mean I have to dress up like santa?!" / "¿Quieres decir que tengo que vestir como santa?"

―"Bake a christmas cake with me?" / "¿Horneas pastel de Navidad conmigo?

―Hey, we knew you were alone this Christmas so ya'know… Surprise!" / Ey, sabíamos que estabas solo esta navidad, entonces ya lo sabes... ¡Sorpresa!

―"This photo is going to look amazing on Christmas cards" / "Esta foto se va a ver asombrosa en las tarjetas de navidad"