El amor traspasa el tiempo.
El sexy y fuerte hanyou.
Con un fuerte salto, Inuyasha aterrizó de pie fuera del pozo. Camino con paso tranquilo hasta la puerta de la casa de la cachorra y entró sin tocar.
Habían pasado un par de meses desde que él había acompañado a la cachorra a su casa y desde entonces él había permanecido a su lado. Primero para velar por su seguridad, luego porque simplemente no quería dejarla ir.
Ahora en parte también lo hacía por el ramen. ¿Cómo había podido vivir todo este tiempo sin probar esa comida?
A Kagome no se le permitía cruzar el pozo, ni siquiera acompañada por él y con la promesa de que nada malo le sucedería. La mamá de la niña decía que Kagome era demasiado joven como para estar lejos de su casa. Él no se tragaba esa historia. Sabía que la mujer estaba nerviosa por los demonios en su época, e Inuyasha realmente intentaba no sentirse ofendido porque olvidara que él también era un demonio, uno realmente fuerte que podía cuidar a la cachorra sin problema. Keh.
-¡Inuyasha! – Gritó la voz de Kagome desde la cima de las escaleras. -¡Ya estás aquí!
Ella se aventó hacia el hanyou y éste la atrapó, sosteniéndola con sus manos por la cintura y "haciéndola volar". Ese era su juego regular, Inuyasha la lanzaba al aire y luego la atrapaba, eso hacía reír mucho a Kagome, pero ponía de los nervios a la mamá de la niña.
-Hola, cachorra. –Dijo poniéndola en el piso.
-¡Qué bueno que llegaste! – Y luego agregó muy seria. – Tengo algo que contarte.
-¿Qué pasa, cachorra? – Preguntó con el presentimiento de que tendría que desmembrar a alguien.
La niña lo jaló hasta que se sentaron en el sillón y tomando su mano como lo hacía su mamá con ella cuando quería decirle algo feo, comenzó a hablar.
-Hoy en la escuela un grupo de compañeras estaban hablando sobre lo que harían en la fiesta de pijamas que habían planeado en la casa de Lily. Invitaron a casi todas las chicas salvo a Amy y a mí. – Hizo silencio por un momento e Inuyasha se dividía entre querer ir a enseñarles una lección a esas niñas y su temor por las posibles lágrimas de Kagome, jamás había visto llorar a la niña, pero siempre había una primera vez. – Le dije a Amy que podíamos juntarnos nosotras en casa pero ella me dijo que no podía porque iba a pasar el fin de semana en casa de su abuela.
-Cachorra… - comenzó pero se detuvo porque no sabía que decir. ¿Algo sobre cómo golpear a las otras niñas, tal vez?
-Así que todos se van a divertir esta noche salvo yo. – Una sonrisa comenzó a crecer en el rostro de la niña. – Le dije esto a mami y ella me dijo que podía invitarte para que tengamos ¡nuestra propia fiesta de pijamas aquí!
-¿Una fiesta de pijamas?
-¡Sí! – Gritó emocionada.
-¿Pero eso no es algo de niñas? – Soltó sin pensar.
La carita de Kagome cambió rápidamente a una expresión infeliz.
-¿No vendrás a mi fiesta de pijamas? – Unas lágrimas comenzaron a resbalar por las mejillas de la niña.
Inuyasha se desesperó.
-¡No llores! –Dijo levantando sus manos para detenerla. –Keh, claro que vendré. Podemos hacer lo que sea que se haga en las fiestas de pijama.
La niña contuvo un sollozo y se limpió las mejillas con sus manitas.
-¿Podemos ver películas?
-Claro.
-¿Y podemos quedarnos despiertos toda la noche?
-Seguro.
-¿Y podemos pintarnos las uñas y maquillarnos entre nosotros?
-¿Qué? No. No vamos a maquillarnos y nada de esa cosa pinta uñas.
-Bueno. – Dijo la niña dócilmente, bajando su mirada para que el hanyou no pudiese ver su decepción.
Joder.
Inuyasha suspiró.
-De acuerdo, de acuerdo, también podemos hacer eso.
OoOoOoOoOoOoOoOoOoO
Era pasada medianoche y ambos ya habían comido una cantidad perturbadora de ramen.
Habían bajado el colchón de la cama de Kagome y lo habían puesto en el suelo del living, justo al lado del sillón de tres asientos donde estaba acostado Inuyasha. La mamá de la niña también les había traído mantas y almohadas y en la tele estaba viendo una película que Kagome había afirmado que Inuyasha iba a amar totalmente.
-Es sobre una chica que se viste de hombre y va a la guerra en lugar de su papá que está viejito y no puede ir. Ella se llama Mulán y es muuuuy valiente. –Había dicho Kagome.
-Keh, ese padre suyo arriesga la vida de su hija en lugar de la suya, es un cobarde.
-¡No! – Le explica enérgica la niña. – El papá no sabía que ella haría eso. ¡Tienes que ver la película primero!
Eran las 2 am cuando los créditos empezaron a salir y Kagome apagó la tele.
-¿Qué te pareció?
-Keh, ese Yang es un estúpido.
-¡No! Él es muy lindo. – Lo rebatió.
-Es un debilucho. Mulán tuvo que salvarlo todo el tiempo.
-Eso es un poco cierto, pero él le enseñó todo lo que sabe.
-Feh.
Inuyasha se relajó en el sofá, con un brazo detrás de su cabeza y el otro fuera del sillón, tocando el colchón que era la cama de Kagome por esta noche. Con los ojos cerrado y tranquilo, no dejó de notar como la niña se trepaba rápidamente sobre él hasta quedar acostada sobre su pecho.
-¿Qué haces, niña?
-¡Nosotros deberíamos hace eso, Inuyasha! – Habló demasiado fuerte y demasiado cerca de las sensibles orejitas del hanyou.
-¡Ay, cachorra! ¡No grites!
La niña, impaciente, tomó el cuello del haori con sus puños e intentó de nuevo.
-¡Tenemos que hacerlo! ¡Tenemos que ser como Mulán y Yang! – Exclamó.
Inuyasha abrió sus ojos y miró a la niña y por un momento, solo uno muuuuy chiquitito (lo juraba) vio a Kikyo en ella, y eso lo asustó.
¿Ser como Mulán y Yang? ¿Un equipo? ¿Justo como lo que tenía con Kikyo? No. No había manera en que él se involucrara de esa forma otra vez con nadie. Él estaba con Kagome ahora porque ella era solo una niña. Inofensiva. Vulnerable. Incluso con ese poder espiritual que tenía, no había forma de que pudiese contra él, porque ella no estaba entrenada, y eso era lo que le daba algo de paz. Entonces, ¿qué? Si ella elegía comenzar a hacerse fuerte, ¿él sería un cobarde y se iría?
¿Por qué?
Él no le tenía miedo a nada. Keh. Mucho menos a un humano. ¿Entonces por qué sentía esto tan parecido al… miedo? ¿Estaba asustado de ella? ¿Estaba asustado de Kikyo? Tal vez. Y eso era vergonzoso. ¿Asustado de unas humanas?
¡¿Por qué?!
¿Eran más fuertes que él? ¿Más hábiles? No. Pero tenían mucho poder sobre él, el suficiente como para destruirlo.
Porque él no podía tocarlas. Y no porque tuviesen un halo mágico a su alrededor o algo parecido. Ellas no lo necesitaban. Él simplemente no podía lastimarlas aunque su vida dependiese de ello. Tenían algo especial en ellas que hacía que él fuese estúpido.
Estúpido, estúpido y muy descuidado.
-De acuerdo, cachorra, te enseñaré a pelear.
OoOoOoOoOoOoOoOoO
N/A: ¡Hola! Lamento haber tardado tanto en actualizar, he estado ocupada, tuve que dar respiración boca a boca a mi pobre casi abandonada historia de wattpad, pero al fin puede hacerme un espacio entre eso y el trabajo para revivir esta.
Espero sus comentarios que siempre me animan.
Saludos desde Uruguay.-