Capitulo 28: Ese mayordomo: Sin máscaras.
Sus pasos ligeros fueron el único anuncio de su llegada, pero dado que el demonio estaba totalmente atento a cualquier cosa que delatase su presencia no es de extrañar que fuera rápidamente descubierto.
-¡Ah! Joven Black ¿qué hace aquí? ¿La mascarada no es de su agrado? Es una autentica lástima porque… ya lo ve, preparé todo esto específicamente para complacerlo a usted.
Sólo que las palabras no eran palabras inocentes y el chico no tuvo problemas para distinguir el tono de mofa en ellas. Así, en lugar de demostrar lo afectado que se sentía cruzó sobre la hierba fresca hasta llegar frente a las tumbas de los últimos Phantomhive.
-No me siento de humor para tus juegos, así que ¿por qué no me dices lo que quieres y terminamos con esto de una buena vez, demonio? – susurró manteniendo una distancia prudente, con la vista fija en la lápida, sin atreverse a mirar directamente a su interpelado y sin querer hacer notoria su agitación.
Esas palabras provocaron un cambio más bien peligrosamente sutil en Sebastián, pues el brillo depredador en sus ojos se afiló y la sonrisa entreabrió ligeramente permitiendo el asome engañoso de agudos colmillos.
-Pero vaya: el joven amo no parece estar de un humor especialmente bueno el día de hoy ¿cambiará eso si le traigo un aperitivo dulce antes de la cena?
-Mejor cállate ya.
Nathan Black habría rematado el comentario con un suspiro exasperado para después girarse y avanzar hacia el mayor con paso ligero… pero los pasos del de cabello azulado fueron más bien imponentes y ninguna muestra de emoción abandonó sus labios ni se reflejó en su rostro. Sí, el cambio era notorio para quien como Sebastián lo conociera bien y no sólo en su actitud sino también en esa repentina dureza que hacía a sus hermosos ojos fríos y penetrantes.
-Por la expresión del joven amo es fácil deducir que algo le preocupa ¿quiere tal vez que conversemos un poco y aligerar así el peso de su alma?
-"Aligerar el peso de mi alma" – susurró el chiquillo como si pensara por primera vez en esa idea – es una curiosa elección de palabras ¿no te parece? Después de todo mi alma carga a cuestas muchas más vivencias y disgustos de los que había esperado soportar.
-Lo que has aguantado "de más" no es nada comparado con lo que soportaste ese mes en el que perdiste tu inocencia así que en realidad no debes preocuparte por lo que sea que hayas vivido después de eso.
Ciel Phanomhive dirigió una mirada envenenada a Sebastián antes de encarar lentamente al demonio.
-Realmente me siento cansado Sebastián, pero si insistes en jugar temo que me veo obligado a demostrarte nuevamente que no soy un oponente fácil.
-Tan engreído como siempre, my lord…
Las palabras de Sebastián fueron cortadas por el antifaz de Ciel chocando contra su rostro.
-Este juego es ridículo – susurró el chico con tal vez más emoción de la que le habría gustado admitir.
-Todos los juegos de la humanidad son ridículos pero eso no quiere decir que no sea entretenido participar en ellos.
Un largo silencio se apoderó de ambos.
-Esto es enfermizo – susurró el chico después de algún rato.
-¿A qué es a lo que se refiere my lord?
-A esto… este sitio. Si me has traído aquí para finalmente devorar mi alma es enfermizo que lo hagas delante de esta tumba – finalizó señalando sin aparente interés la tumba de Ciel Phantomhive.
-A mí no me parece un mal sitio, pero en todo caso no importa.
-¿Qué quieres decir con eso?
-Bueno… yo ya no tengo la intención de devorar tu alma, Ciel.
Ese diálogo dicho en completa naturalidad fue suficiente para sacar de balance al muchacho.
-¿Qué? No… ¡no puedes!
-¿No puedo qué?
-No puedes estar hablando en serio. Tú… - su tono cayó en una solemnidad inesperada – la última vez que estuvimos juntos bajo una luna como esta me asesinaste sin ningún tipo de piedad. No sé porque no me devoraste en ese mismo momento, pero conociéndote pensé que todo esto de darme una vida como Nathan Black y retarme a resolver acertijos relacionados con mi muerte era un simple juego enfermizo de tu parte.
-¿Un simple juego?
-Un juego ridículo y enfermizo.
-¿Ridículo?
-Sí.
-Me parece, Ciel Phantomhive, que en realidad no has terminado de comprender lo estúpido de esta situación.
-Entonces explícamela y deja de darle tantas putas vueltas a esto – su voz se desgarró ligeramente – ¡Cumplí mi maldita parte del trato Sebastián! ¡Te di mi alma para que la devoraras! ¡Lo hice sin resistirme ni tratar de aplazar las cosas y…!
-¿Y?
-Y tú sólo quisiste jugar un juego más – susurró el chico perdiendo la fuerza de la ira – ¿por qué, Sebastián? ¿Qué fue lo que hice para que hicieras algo así conmigo?
El demonio sonrió de esa forma especialmente cruel que hacía a todos retroceder, pero ya que el chico no tenía nada que perder se conformó con soltar una maldición en contra del pelinegro; Sebastián simplemente llegó hasta él y tomó su rostro con la mano, lo que lo obligó a mirar directamente los ojos brillantes.
-¿Te preguntas realmente lo que hiciste, señorito? Bueno, la respuesta a eso es increíblemente tonta: tú te enamoraste de mí, Ciel.
La voz baja amenazante, las uñas afiladas sobre la piel de su rostro y la mirada depredadora de la bestia fija sobre él… cualquiera de esas habría sido una razón válida para alejarse, pero Ciel Phantomhive no iba huir ante otro sin importar el costo.
-Un alma que se entrega voluntariamente es siempre más deliciosa que un alma que se resiste, pero, ese sentimiento estúpido llamado amor hace que las almas adquieran un sabor único e incomparable cuando es consumida por quien causa esos sentimientos. No voy a negarlo Ciel, en el pasado mil veces cortejé intencionalmente a mis contratistas para disfrutar de ese sabor perfecto una vez que el tiempo de cultivar mi premio llegaba pero, jamás nadie antes o después que tú me amó con tanta intensidad como lo hiciste; un amor como ese… puro y desinteresado al igual que la esencia misma de tu alma, pero así como tu alma fue condimentada con los sabores de la desesperanza, el odio y la ira, tu amor se sazonó en el fuego del dolor y la miseria… oh, Ciel… no lo entiendes, pero estoy describiendo un bocadillo más que perfecto.
-Si era tan perfecto ¿entonces por qué no tomarlo? – a estas alturas no le importó que las lágrimas resbalaran de sus ojos pues todo rastro de orgullo fue pisoteado cuando Sebastián mencionó que "cortejar" a los contratistas era sólo su manera de preparar una buena cena.
-Bueno, esa respuesta es más tonta aún. Verás, para un humano enamorarse de un demonio es el peor error que pueden cometer porque nuestro papel es el de causarles dolor y sufrimiento; para un contratista enamorarse del demonio que contactó es algo estúpido porque ese demonio será el que demasiado pronto se encargará de destruir su alma acabando con toda esencia de su ser… pero – su tono se volvió increíblemente suave mientras llevaba una mano al cabello del chico y lo acariciaba tiernamente – no puedo juzgarte por cometer ese error por el simple hecho de que yo cometí el error más estúpido que un demonio puede cometer.
-¿Cuál podría ser ese?
-Sencillo: me enamoré de mi contratista.
¡Hasta ahí! Cualquier fuerza que el chico aún tenía para luchar contra el demonio murió ante esa declaración, por lo que su cuerpo se convirtió en un simple títere entre los brazos del otro.
-No… eso no es posible ¡maldición! No te atrevas a endulzarme el oído con lo que quiero escuchar si esas palabras no son verdad… no te atrevas a mentirme.
-Pero my lord, usted es consciente de que yo no miento.
-Tú…
-Ya lo he dicho antes: los demonios no tenemos principios, leyes o moral para regir nuestras vidas, pero en cambio tenemos nuestra estética, y para mantener esta estética libre de manchas y grietas haremos cualquier cosa que haga falta sin que nada más nos importe.
-Si es así entonces aprovecha esta última oportunidad para salvar tu estética y deja de jugar conmigo.
-Enamorarse de su contratista es el peor error que un demonio puede cometer porque con tal de mantener a este a nuestro lado nos rendiremos a una servidumbre eterna de la que no desearemos escapar, y nos negaremos el dulce sabor del alma deseada sin importar la crudeza del hambre que lleguemos a sentir o las adversidades y maltratos a las que se nos sometan… con todo y todo, ese error no es algo que contradiga o arriesgue a nuestra estética.
Por un momento el chico se mantuvo estático, como si no pudiera entender las palabras del mayor, pero unos segundos después alcanzó a reaccionar y sus ojos se llenaron de una mezcla mal equilibrada de esperanza y cólera.
-Sebastián…
-Ciel, por casualidad ¿la vida y recueros de Nathan Black han significado algo para ti, Ciel?
Esta vez el niño se encontró en una pérdida para las palabras ¿qué responder a eso? Ahora era demasiado consciente de todo lo que había sucedido, porque a pesar de todo "Nathan Black" no había sido otra persona, sino una vida nueva para su alma, y ahora que el sello que Sebastián había puesto sobre su vida anterior se había desvanecido esas dos vidas se habían integrado en una sola línea de recuerdos que conformaban la personalidad de un único ser.
-No responderé a eso – el demonio ya iba a protestar cuando los labios del chico se movieron nuevamente – no a menos que tú también me expliques porqué es que hiciste todo esto.
-Me parece un trato justo, my lord.
Ante la mención de ese título de antaño Ciel fijó en Sebastián toda la intensidad de su mirada.
-Nathan Black – murmuró finalmente desviando la mirada en la lápida de los Phantomhive – ese nombre debería resultarme extranjero… pero también es mi nombre después de todo, así que… sí, supongo que sí. En realidad soy Nathan Black tanto como soy Ciel Phantomhive… y ambos nombres y vidas tienen en ellos un poco de verdad y un poco de falsedad.
-¿Eso es todo lo que vas a decir?
-Sí. Ahora dime ¿qué pretendías al utilizarme de este modo, Sebastián?
-El Ciel Phantomhive que conocí en ese lugar era un niño roto que a pesar de todo y de todos logró convertirse en el alma más retorcidamente perfecta que conocí… sin embargo, por mucho que me pesa reconocerlo hay cosas que incluso yo no podía hacer.
-¿Qué podría ser oso?
-Por ejemplo – el chico soltó un jadeo cuando las manos del demonio repentinamente lo sujetaron obligando a su cuerpo a presionarse contra el del mayor, quien continuó su diálogo susurrando con voz rasposa en el oído del chico – varias veces intenté que mi joven amo me permitiera tentar su cuerpo con la lujuria y el placer, pero él estaba demasiado alerta y desconfiado como para permitirme algo así.
-Por supuesto que no…
-Por otro lado, un chico llamado Nathan que no me conoció sino hasta sus catorce años de vida y que no tuvo que pasar por experiencias tan crudas fue mucho más fácil de tentar en ese aspecto… porque en esta vida sí que he despertado el deseo en ti ¿verdad?
-…
-Hay en realidad una buena razón para eso: en esa época yo estaba demasiado cegado por la gula que me provocaba tu alma como para darme cuenta de lo que realmente quería de ti y ya que sólo me escuchabas hablar del sabor exquisito que tendría tu alma en natural que creyeras erróneamente que era lo único que deseaba de ti. Supongo que en realidad yo mismo me di cuenta de mis sentimientos cuando tuve la oportunidad de devorar tu alma y decidí que todo tú eras más importante que eso.
-¿Hablas de la noche en que me mataste?
-No Ciel: hablo de esa misión en Alemania, cuando te derrumbaste en el castillo de Sullivan.
La expresión de sorpresa en el rostro del niño hizo sonreír a Sebastián, quien soltó al menor permitiendo a este su propio espacio.
-¿Qué? Pero…
-Esos días en que no soportabas la cercanía de los adultos fueron el tiempo que me sentí más frustrado en toda mi larga existencia. En un principio traté de justificarme pensando que era porque una actitud tan mediocre contaminaría el sabor de mi alma perfecta, pero después me di cuenta que había llegado a apreciarte sinceramente, my lord.
-Trataste de devorar mi alma en ese momento – acusó.
-Bueno, yo estaba hambriento y tú me colmabas la paciencia ¿puedes culparme realmente? – una pausa en la que los ojos de Ciel vibraron con cólera – y además – el tono de Sebastián se suavizó – yo estaba seguro de que sólo te hacía falta una pequeña sacudida para volver a levantarte. Sí, admito que te ataqué pero seamos honestos: si realmente hubiese querido devorar tu alma en ese momento ¿no crees que matarte habría sido más conveniente que armar todo ese teatro y darte la advertencia de mis intenciones?
En momentos como esos era cuando más odiaba Ciel a ese maldito demonio: ese demonio que con sus palabras lo derribaba pero con sus actitudes y actos le daba la fuerza para levantarse… ese demonio que decía los diálogos precisos para despertar en él la amargura y el consuelo… ese demonio que un día lo había encerrado en una jaula de la que no quería salir así le costara la vida y tal vez algo más.
En definitiva era en esos momentos cuando el chico odiaba más a Sebastián, porque Sebastián no sólo era dueño de su alma, sino también de lo único que Ciel había jurado que no perdería jamás: su corazón.
-Veo que te he sorprendido, joven amo.
-Todo lo que dices no tiene sentido para mí. Si te diste cuenta que sentías algo por mí entonces…
-Después de eso ya no podía verte de manera imparcial como mi comida y comencé a pensar en ti como una mascota y tal vez como un mejor amigo.
-¿Mascota? – bufó Ciel – ¿mejor amigo?
-Ya te lo dije: enamorarse de su contratista es el peor error que un demonio puede cometer, y yo no iba admitir ni siquiera a mí mismo que había cometido un error tan estúpido como ese. Aunque… - el aliento de Ciel quedó atrapado cuando los brazos de Sebastián se envolvieron contra sus hombros acercándolos nuevamente – el tiempo y la convivencia me hicieron entender que habría sido un error más estúpido todavía dejar pasar la oportunidad de tenerte.
-Sebastián…
-Desde que nuestro contrato se cumplió yo ya no soy Sebastián y tú ya no eres mi "joven amo", pero decidí en esa noche hace tantos años que tendría para mí: no como mi cena, sino como mi compañero.
-¿Tu compañero?
-¿No lo ves? No tienes opción. Te di esta vida para que vivieras esa infancia normal que en tu propio tiempo te fue arrebatada, pero aún si ya no hay un contrato de por medio tú aún me perteneces, y no sólo por el hecho de que tengo tu vida en mis manos – una mano viajó al cuello del chico para dar realce a las palabras del demonio.
-¿Por qué sería entonces? – respondió Ciel sin asustarse por las acciones del mayor.
-Tú me perteneces, my lord, porque has tomado la por propia voluntad la decisión de pertenecerme por completo. Tú que has tenido elección me has elegido a mí por sobre tu familia, tus valores, tus amigos y tu vida misma, y esa decisión ha creado un pacto tan profundo que ni el tiempo ni la muerte misma son capaces de romperlo.
Así, de pie frente a las tumbas de los últimos Phantomhive y bañados por la luz de la luna, un demonio y un joven humano sellaban con un beso un pacto eterno.
El demonio sin pudores ni reparos devoraba con su boca la boca del jovencito en un acto territorial y posesivo que era parte de su naturaleza, y el humano por su parte no se resistía porque su mente estaba concentrada en otra cosa.
Oculta entre las ropas del humano había una daga pequeña pero filosa que Undertaker le había dado.
El viejo shinigami le había explicado que esa arma estaba forjada con los restos de una guadaña de la muerte y que si la enterraba en el corazón del demonio podría devolverlo al infierno y librarse así para siempre de su presencia…
Ocupándose en profundizar el beso el demonio se distrajo, dando a Nathan la oportunidad de mover sus manos y hurgar entre sus ropas en busca del arma. ¡Ahí estaba! Nathan alcanzó a sujetar la empuñadura de la daga, la sacó sigilosamente, comprobó el filo con las yemas de sus dedos…
Y la dejó caer al piso con un golpe sordo.
Porque a fin de cuentas, todo lo que el demonio había dicho era verdad.
Ciel Phantomhive, Nathan Black… el nombre no importaba. La esencia de la persona era lo único importante y en su caso su alma, su corazón y su esencia misma pertenecían por completo a ese demonio cuyo nombre verdadero jamás le había sido revelado. Ahora, vivir, morir, ya no importaba… no importaba mientras fuera ese maldito y amado demonio el que dictara su suerte y a fin de cuentas no importaba si enamorarse de un demonio era o no un error estúpido, porque ya tendría el resto de la eternidad para arrepentirse (o no) de ello.
Así, con sólo eso en mente, el humano cerró los ojos y permitió que los colmillos y garras del demonio marcaran su piel con caricias y besos que sabían a pecado, permitió que los brazos de la obscuridad se deslizaran por su cuerpo despertando una lujuria que jamás había conocido antes y dejó que las alas de la muerte lo cubrieran hasta robarle el último soplo de vida mortal.
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Las vidas de los demonios son monocromáticas: vacías de objetivos, carentes de emoción, faltas de matices y sobradas del más monótono e interminable tiempo. Por lo mismo, emplean ese tiempo en contratos que les ayuden a obtener, además del único alimento que sirve de algo, un entretenimiento ligero que permita soportar la eternidad.
Sin embargo, a veces llega a ocurrir para algunos que un alma única y digna aparece en su camino y roba su corazón. Cuando eso sucede las cosas cambian: el día y la noche comienzan a diferenciarse, el tiempo cobra sentido y el cielo que perdimos ya no parece distante sino que lo notamos al alcance de nuestras manos.
Cuando eso sucede el cuerpo en que el alma habita deja de ser un simple contenedor y el alma misma dejamos de percibirla como un alimento, por lo que entablamos una lucha con nosotros mismos y brincamos entre la gula, la dicha, el desprecio, la locura, el odio, el orgullo, la soledad, la esperanza e inclusive la felicidad. Pensamos en todos los años de soledad, indiferencia y vacío que arrastramos a cuestas y nos preguntamos si en verdad se puede cambiar algo a lo que hemos crecido tan acostumbrados pero, al contemplar al humano indefenso que nos ha cautivado, comprendemos que pase lo que pase jamás podremos borrar la huella que éste deja en nuestra esencia y la gula pierde la batalla.
El amor de un demonio es complicado: sucio, aberrante, inmoral, obsesivo, posesivo, interesado… pero a pesar de todo es leal. Para ganar el derecho al alma que nos obsesiona nos presentamos en múltiples formas, observamos, protegemos, confortamos, seducimos, esperamos y ayudamos. Tal vez sea un solo día, tal vez sea toda la vida de un mortal y aún si es más tiempo que ese no importa, porque con tal de ganar al ser que nos cautiva le seguiremos hasta donde sea necesario, lucharemos por él y le cautivaremos apelando a sus emociones hasta volvernos algo que le sea totalmente indispensable.
Finalmente, una vez logrado ese propósito tomaremos de ese humano todo lo que tenga que ofrecernos deleitándonos en el hecho de que entregarnos absolutamente todo también será su ferviente deseo.
Contaminar el cuerpo del humano amado con el pecado de la lujuria, impregnar su alma completamente de nuestra esencia de demonio para hacerlo uno con nosotros y, tras robar su último soplo de vida mortal, sumergirlo lentamente en las profundidades del infierno en las que pasará el resto de la eternidad a nuestro lado: esa, después de todo, es la estética de los demonios.
En realidad esto fue mucho más largo de lo que había planeado en un principio, pero agradezco a todos los que leyeron, siguieron y comentaron esta historia, porque sin sus aportaciones esto no habría sido lo que fue.
Peronalmente disfrutó mucho escribir esta historia, así que espero que les haya gustado a ustedes también.
Hasta la próxima.