Un gato solitario - Marichat
37 Momento para dos
Adrien temblaba levemente mientras se anudaba un lazo verde esmeralda al cuello para completar su atuendo. Plagg volaba sobre su cabeza, ataviado igual de elegante que el chico con un pequeño lazo verde con un cascabel.
-¿Enserio tenías que vestirme como un tonto con estas cosas?-Preguntó algo molesto pero sonrojado por el tierno detalle del chico hacia él. Últimamente gracias a que el chico estaba totalmente prendado de su amada, no le hacía tanto caso como de costumbre. Ni siquiera le discutía cuando le pedía su queso.
Plagg adoraba a Adrien. Era un Chat distinto a todos los que, en su larga vida, había conocido. Pudo ver su evolución a medida que crecía y de hecho, fue con el portado con el que más convivió. Estaba feliz de que se arreglase con la portadora azabache, pues no solo podía ver a Tikki cada ver que quisiera, si no que Marinette también le gustaba. Ella amaba el queso como él, por lo que tenía grandes reservas y variantes de su amado premio lácteo.
-Venga, esta muy mono, Plagg-Dijo risueño el rubio, intentando aparentar serenidad.
Nino tocó la puerta, llamando su atención.
-Esta casi todo listo, hermano-Dijo y Adrien sabía que estaba sonriendo.
Marinette fue despertada por el tono de su móvil. Se llevó una mano a la cabeza y se revolvió el pelo que le caía sobre el rostro. "Nido de mariquitas" lo llamaba Adrien, cuando se despertaba antes que ella. Bufó molesta por el despertar.
-Adrien...apaga eso...-Musitó con voz pastosa. Pero no recibió respuesta y su móvil siguió sonando. Confundida se enderezó para comprobar que su rubio no se encontraba junto a ella. Más confundida aún fue en busca del móvil.
-¿Si?
-Marinette Dupain¡-La voz chillona de Alya hizo que se apartase el aparato de la oreja-Llevo un buen rato llamándote, estoy abajo. Ábreme¡
-Alya...
La morena le colgó, así que Marinette se arrastró pesadamente hasta el telefonillo y abrió el portal y puerta de su casa. Alya apareció con una maleta y un montón de cosas.
-¿Que es esto?-Preguntó aun medio dormida la azabache.
Alya la empujó hacia el dormitorio de nuevo, una sonrisa siniestra surcaba sus labios mientras sentaba a la confusa chica en la cama y sacaba cosas.
-Alya¡-Dijo, haciendo que la morena frenase-¿Enserio? ¿Que ocurre? ¿Por que estas aquí?
-Soy tu hada madrina jejeje-Dijo con una sonrisa-Voy a hacer magia en ti
Marinette no pude decir mucho más. Su amiga empezó a desvestirle y a ponerle cosas sin parar. Una hora después la chica se miró al espejo con su amiga sonriente por su trabajo.
-Hoy es tu día especial, amiga,...Adrien te espera
La azabache intentó no llorar y que se le corriese el maquillaje.
-Están tardando mucho no crees?-Dijo un más que nervioso Adrien, al pie de un sencillo altar con su amigo Nino a su lado, como su mano derecha.
-Tranquilo hermano, vas a dar de si ese esmoquin...-Dijo algo divertido por los nervios de su amigo. Adrien llevaba más de diez minutos tirando de sus mangas, arreglandose el dobladillo de la chaqueta estilo pinguino que llevaba (Las chaquetas que terminan en dos picos largos, esas super elegantes y sensuales) y lo que estaba haciendo ahora, tirar de aquel lazo verde que llevaba al cuello.
-Estoy nervioso..
-Se te nota, tranquilo, Alya me acaba de escribir y están viniendo en el coche de Tom
Adrien suspiró un poco más aliviado. Una mano suave se apoyó en su hombro.
Sabine Cheng le sonrió. Llevaba un bonito y sencillo vestido chino en colores azules con flores. Su cabello estaba adornado con una bonita flor también azul. Adrien le sonrió tímido.
-Gracias por todo esto, Adrien-Dijo con aquella voz suave y dulce. Adrien miró a aquellos ojos que tanto se parecían a los de su amada. Marinette era la viva imagen de su madre.
-Soy yo el que debe dar las gracias
-Eres un gran chico-Siguió ella-Sé que tu familia no aprueba esto, no sé las razones y solo necesito saber las tuyas. Después de lo que nos contaste, tanto Tom como yo queremos ayudaros lo máximo que podamos. También sé que no...bueno, no tuviste una mamá para que te acompañase en este momento especial y aunque se supone que es la novia la que tiene que ser llevada por el padre...me gustaría estar a tu lado como una "madre" para ti, el día de hoy.
Adrien sentía sus ojos llorosos. Estaba a punto de ponerse a llorar como un niño. Adoraba a los padres de su princesa; ellos lo eran todo para ella, todo lo que él no tenía ni tendría nunca. No sabía porque razón, esperaba ver a su padre a su lado, vestido formalmente, acompañándolo mientras esperaba a la mujer de su vida...pero no fue así, nunca lo era.
La única persona de su familia que estaba allí era la secretaría de su padre, Nathalie. Estaba junto a algunos amigos de Marinette y su familia, camuflada en una de las primeras filas. No llevaba nada más que un sencillo y pequeño bolso de mano. Ninguna tableta con el rostro de su padre se podía ver. Había venido por él, para compartir ese momento con él.
Adrien abrazó el pequeño cuerpo de Sabine Cheng. Una tierna sonrisa curvaba sus labios.
-Gracias, es...es mucho...-Musitó.
-Será un placer-Dijo y Adrien vio la sonrisa de Marinette en las facciones de Sabine.
La pequeña ceremonia tenía lugar en una pequeña capilla que se había montado junto al trocadero. Aquel lugar especial que los había acompañado durante tantos años. Era especial para Marinette porque era su lugar de inspiración para los diseños, para Adrien era sencillamente el lugar donde había llevado a Marinette en sus citas. Para sus alter-egos era un lugar cercano para su habitual patrullaje, el lugar donde más bonito era París, su ciudad, su refugio.
Era natural que fuera allí donde se unirían.
El chico rubio estaba junto a un pequeño altar, Sabine a su lado y Nino al otro. Había un lugar donde los novios podían sentarse y después un par de filas para que los invitados se pudieran sentar. No eran muchas pero Adrien no quería una gran fiesta, solo quería que sus amigos más especiales estuvieran allí.
En la primera fila había un lugar para los padres de Marinette, Alya y Nino que eran los más cercanos y detrás de ellos Nathalie, Rose, Juleka y sus demás amigos de la escuela. Ivan y Mylenne llevaban a su pequeño niño en brazos y unas hermosas alianzas plateadas adornaban sus dedos. Chloe y Sabrina estaban allí también, sin rencores ni enfados. Chloe había llevado como acompañante a quien menos esperaban ver, a un Nathaniel con el cabello corto y recogido en una pequeña coleta. Estaban todos elegantes y festejando por aquella tímida pareja que por fin había dado el paso.
Todos se mantuvieron callados cuando una tenue y conocida melodía empezó a sonar. Adrien no pudo evitar voltear hacia la entrada, semi-tapada con unos velos blancos. Los velos se movieron levemente y Alya entró por ella, sonriente y esplendida con un vestido color melocotón que tenía una bonita pedrería en el pecho y bajaba por su cadera en suaves ondas. En un pequeño cojín llevaba dos hermosos anillos de oro.
Pero Adrien no tenía sus ojos en ella, si no en el fuerte hombre que entró y ayudó a una hermosa azabache a pasar.
El mundo, los sonidos, su nerviosismo se fue en cuanto la vio entrar, en cuanto vio como aquel hermoso ángel entraba suavemente, intentando no tropezar.
Venía del brazo de su padre, más nervioso incluso que ella misma. El hombre se veía incluso más corpulento de lo que ya era con aquel traje negro y camisa azul. Llevaba una flor igual a la de su esposa en el bolsillo y ayudaba a su hija a caminar sin tropezar.
Adrien se tomó su tiempo para observarla.
Su cuerpo estaba embutido en un precioso vestido blanco de encaje, era entallado en los lugares necesarios, haciendo énfasis en su pequeña cintura y en la curva de sus pechos. Tenía un escote con forma de corazón que dejaba entrever la unión de sus cremosos pechos. Un fino encaje iba desde su cuello hasta el final de su vestido, el cual terminaba en una larga cola blanca, muy elegante. Sus brazos estaban tapados por guantes de encaje y sus finos pies tenían unos peligrosos zapatos de tacón blancos. Seguramente idea de Alya, pues Marinette nunca se pondría esos "peligrosos" zancos, sabiendo lo torpe que era.
Se quedó mirando su rostro, tapado por un velo fino y sin casi ningún detalle, lo que ocasionaba que no pudiera ver bien su rostro. Lo único que sabía era que estaba sonrojada, pues podía notar su sonrojo tras el velo.
Su corazón estaba acelerado, demasiado. No podía creer que después de haberla visto en infinidad de vestuarios y sin ninguno, pudiera estar incluso más bella.
Era la mujer más hermosa que había visto en su vida.
E iba a ser completamente suya. Su mujer. Su esposa.
Su señora Agreste.
Adrien frunció el ceño mentalmente, sabía que él estaba ligado al apellido Agreste por su padre, por su sangre. Él tenía que cargar con aquel pasado y lo que conllevaba ello. No estaba seguro de si quería que Marinette llevase aquella carga, es decir, la amaba y quería pasar su vida con ella pero su princesa era pura, sencilla, rodeada de aquella hermosa familia y con un apellido sencillo y sin responsabilidades.
Cuando fuera denominada "AGRESTE" pasaría a ser la comidilla de la prensa, seguida por multitud de empresas que solo por esa etiqueta la querrían en sus filas...Y todavía no se había parado a pensar en lo que pasaría cuando, gracias a la prensa, su padre se enterase.
El portador de la mala suerte apretó el puño dentro de su bolsillo. No iba a permitir que nadie, inclusive su apellido pudiera hacer daño a aquel ser perfecto que era Marinette. Podía cambiar su apellido si fuera necesario pero no dejaría que nada ni nadie, ni siquiera aquel que una vez fue de su familia, le pusiera un solo dedo encima.
Ni a ella, ni a su tesoro.
Marinette y su padre se acercaron a donde estaba ellos, con la dulce música sonando todavía. Tom Dupain la escoltó hacia el lado del rubio y le dedicó una sonrisa al rubio, apoyando una de sus enormes manos de panadero en su hombro.
Le susurró un "Cuida de ella, es mi niña" y se apartó levemente, observando.
Adrien tragó seco, sintiendo derepente toda la responsabilidad. Aquellas hermosas personas, aquel hombre enorme y aquella pequeña mujer azabache estaban dejando en sus horribles manos a su pequeña, a su sol brillante...Él debía ser valiente y orgulloso.
-Lo prometo señor-Dijo para que Tom lo pudiera escuchar.
"Con mi vida, aunque muera en el intento"
La ceremonia fue breve pero hermosa, Alya se secó las lagrimas cuando Adrien levantó el fino velo que cubría el rostro de su amiga y le colocó en su fino dedo aquel hermoso anillo que habían elegido para ella.
Obviamente estaba grabando todo aquel momento especial con multitud de cámaras. Su fiel móvil era una de ellas, pero varios invitados y un cámara profesional estaban grabando para siempre aquel momento.
Aún podía recordar aquel día en que el rubio les contó, a ella y a Nino, sus planes de casarse con la azabache. Se habían reunido en la casa de los morenos y se repartieron las tareas. Nino se encargaría del lugar y la música, Alya del vestido y de traer a Marinette y a su familia al lugar. Adrien había ido antes a la panadería para pedir formalmente la mano a los padres emocionados de la azabache y se encargaría de comprar las alianzas.
Alya había visto tanta intensidad y seriedad en los ojos del chico que no pudo evitar correr y abrazarlo por ello. Estaba encantada de que él diera aquel paso. No podía esperar a ver la reacción de su amiga al enterarse.
Aún se reía al recordar la cara de poker que le quedó a Marinette cuando le pasó el vestido de novia por la cabeza. La había vestido con un lazo en los ojos para que no pudiera ver nada. Incluso había conseguido un vestidito para Tikki, quien parecía radiante, feliz por su portadora.
Adrien miró aquellos ojos azabaches, tan llenos de vida.
La amaba.
Amaba aquellas tiernas pecas en su nariz, sus finas pestañas, sus mejillas eternamente sonrojadas, sus carnosos labios rosas e incluso sus pequeñas orejas, ataviadas con aquellos miraculous que nunca se quitaba.
Le habían recogido el pelo en un moño alto, dejando algunos mechones caer por su fino rostro, dándole un toque más adulto. Pero para él seguía siendo aquella tierna muchacha que había conocido con un pantalón rosa y una camisa con flores.
-Adrien Agreste, ¿aceptas a Marinette Dupain Cheng como tu esposa, amarla y respetarla, protegerla y cuidarla, serle fiel en las alegrías y en las penas, hasta que la muerte os separe?
-Si, quiero-Dijo sin apartar la mirada de sus ojos. Tomó una de sus finas manos para besar el dorso en un símbolo de que su alter-ego también lo prometía. Deslizó el fino anillo por aquel fino dedo y pensó que no había un mejor lugar para él.
Marinette se sonrojó todavía más si era posible pero le sonrió.
Y él creyó que perdía el equilibrio.
-Marinette Dupain Cheng, ¿aceptas a Adrien Agreste como tu esposo, amarlo y respetarlo, protegerlo y cuidarlo, serle fiel en las alegrías y en las penas, hasta que la muerte os separe?
Los labios de Marinette temblaron.
-S-Si,...quiero
Adrien no pudo esperar más y se agachó levemente para tomar sus labios.
¡Maldita fuera Alya, le había pintado los labios de rojo a su princesa¡
El cura sonrió.
-Aun no he dicho que puedes besarla-Dijo en broma pero continuó-Por el poder que me ha sido otorgado, yo os declaro marido y mujer!
Marinette tomó entre sus temblorosos dedos la fina alianza y se la colocó con dificultad en el dedo de Adrien. Este sonrió sin poder evitarlo. Ella era muy tierna.
Estaba hecho.
Ella era suya. Él era totalmente suyo.
Después de la boda todos fueron al gran hotel París en el que Chloe había preparado una enorme celebración. Todos disfrutaron de ver los torpes pasos de Marinette mientras bailaba el primer bals con Adrien, quien al final se los sacó y la tomó en brazos, alzándola para poder bailar con ella como era debido.
La cena estuvo deliciosa, todos eran tan amables, simpáticos, celebrando por ellos y Tom dio un hermoso discurso en el que terminó llorando a cantaros. Sabine tuvo que terminarlo por él.
Marinette abrazó a sus padres, agradeciéndoles todo. Minutos después se reunió Adrien, que los abrazó fuertemente.
-Ya os considero como mis padres-Dijo Adrien con voz queda-Tengo tanto que agradecerles, yo...no sé como puedo...
-Shhh, Adrien, querido-Dijo Sabine, abrazando fuerte al chico-Nosotros te hemos considerado siempre un hijo. Podéis contar con nosotros para lo que queráis.
-Gracias
Ambos jovenes abrazaron a aquellos padres tan valientes.
Nathalie se acercó poco después, algo nerviosa y dio la mano a Adrien y Marinette.
-Felicidades señor-Dijo con aquella voz oculta de sentimientos-Gracias por invitarme
-Gracias Nathalie-Respondió Adrien, agarrando la cintura de Marinette-Te agradezco que hayas podido venir.
-Ha sido...bueno, todo precioso
Adrien sabía que quería tocar el tema de su padre pero negó con la cabeza. Era momento de celebrar, no de cosas tristes.
-Me gustaría que le hiciese saber al señor Agreste que no me voy a rendir, no soy lo que él esperaba para Adrien, pero me esforzaré por hacerle todo lo feliz que no fue bajo su mano-Dijo Marinette, de repente seria y tanto el rubio como Nathalie se voltearon a verla-Es bienvenido si quiere conocer a su futuro nieto-Dijo y vio como Nathalie abría un poco los ojos y luego asentía.
-Felicidades
-Gracias
Luego se retiró.
Adrien la acercó más a él.
-¿Acaso puedes ser más perfecta?-Musitó contra su mejilla.
-Todo por usted, Señor Agreste-Dijo bromista.
-¿Gusta bailar, Señora Agreste?
Los días después de la boda fueron un sueño para ambos jóvenes. Hicieron un pequeño viaje a una reserva entre las montañas donde estuvieron unos días. Al anochecer se podía ver a Ladybug y Chat noir jugando entre los arboles y perdidos entre risas en el bosque.
Cuando volvieron a París continuaron con sus rutinas. Adrien firmó un contrato con los señores Dupain y trabajaba en la panadería y hacía envíos a zonas más alejadas con ayuda de su alter-ego, por lo que podían llegar a un publico mayor. Marinette logró su sueño de formar parte de la empresa de la moda.
Fundó su propia empresa, pequeña y modesta, pero suya. Adrien la ayudó y sus amigos le regalaron un pequeño bajo donde montó la primera tienda. A los pocos meses ya tenía clientela y un gran nombre.
Que la gran heroína de París y una de las mejores periodistas publicitaran la tienda era una buena forma de vender, no?
Adrien ayudaba en la tienda siempre que podía, por las noches seguía ayudando en las obras, pues era lo mínimo que podía hacer. No quería dejarlo.
Cuando la barriga de la chica empezó a hacerse más notoria el rubio le recomendó que no hiciera ningún esfuerzo, que se tomara unos días libres. Marinette insistió en que estaba bien pero no pudo con la terquedad del gato, por lo que aceptó.
A los nueve meses, un agobiado Chat noir con una gritona Marinette surcaba los tejados en busca del hospital. El chico sentía sus orejas doloridas por cada grito que soltaba la joven. No podía taparse las orejas, pues la estaba sujetando.
-¡Gato tonto¡ ¿Como se te ocurre ir por los tejados?¡-Gritaba la joven embarazada, aferrada a los biceps y espalda del chico.
-¿Que quieres que haga?¡ Es más rápido así-Se quejó el chico, mientras estiraba su bastón e intentaba no quejarse por los arañazos que le daba la chica.
Llegaron al hospital bastante rápido. El chico se destransformó en un callejón cercano y la llevó a la puerta de urgencias en brazos.
La paciencia no era algo que un gato tuviera. Ni menos Adrien.
Llevaba tres horas esperando en un pasillo de hospital. Pudo estar presente mientras le daban medicación y las chillosas contracturas de su esposa, luego, por casi orden de ella, salió fuera. Podía escuchar los gritos de Marinette y no quería pensar en el dolor que estaba sufriendo su amada.
Pero, de la nada, se fueron.
Y llegaron unos balbuceos.
-¿Señor Agreste?-Lo llamó el medico.
Adrien, ataviado con un protector verde y una mascara, entró de nuevo en la sala. Marinette estaba estirada en una cama, tapada por mantas.
El rubio no quería pensar en cuantas veces había pasado por aquello; ella y una cama de hospital. Pero...ella sonreía.
Se acercó y pudo ver que entre sus brazos tenía dos bolitas en mantas.
-¿Mari?-Preguntó, mirándola. El sudor corría por su frente y sus cabellos en colitas estaban desordenados y rebeldes.
¿Como aún así le parecía lo más bello del mundo?
-Adrien...-Susurró ella, dedicándole una de sus bellas sonrisas.
-¿Como estás?-Preguntó,quitándose la máscara y besando su frente.
-Bien...-Sonrió y le mostró las mantas-Al final, gatito, teníamos razón
-¿Eh?-Preguntó el chico, de nuevo confundido.
-Son niño y niña-Dijo y Adrien pudo ver dos cabecitas dormiditas en medio de las mantas. Sus ojos se humedecieron y unas cuantas lagrimas cayeron por sus mejillas.
-Princesa...yo...-El chico empezó a sollozar. La felicidad era tan grande que no le preocupaba que pudieran verle. Abrazó a su princesa, besando cada parte de su rostro, para dedicar unos segundos a besar sus labios.
-Adrien...
El chico descubrió las cabecitas de los pequeños. Uno de ellos tenía el comienzo de un vello rubio en su cabecita y el otro estaba claro que heredaría los cabellos azabaches de su madre.
Besó cada una de aquellas cabezas y les susurró palabras de aliento.
"Mis pequeños. Mi vida...Sois el orgullo de papá"
Volvió a acercarse a Marinette y la volvió a besar. Atrapó su labio inferior y trazó juguetonamente su lengua.
-Te amo Marinette-Dijo, apoyando su frente contra la suya-Os amo a todos vosotros
-Hugo y Enmma-Dijo ella y Adrien volteó a mirarla sorprendido-Le pedí a Nathalie que averiguara como se llamaba tu madre. Me costó que no te enterases...
Adrien la acercó a su pecho. Aquella mujer era demasiado para él. Se sentía demasiado colmado de alegría. No podía respirar bien, pero, maldito fuera, no quería que acabase.
-Eres fantástica, mi princesa-Dijo con orgullo, buscando su mano y besando su alianza, brillante en su dedo.
-Eres mi mundo, gatito-Respondió ella, sonriendo
Marinette buscó su rostro y lo besó, enterrando las manos en su cabello rebelde. Sonrió al entrelazar sus dedos. Sus ojos recorrieron las dos alianzas que brillaban en sus dos manos.
Sonrió.
-¿Las encargaste tu cierto?-Preguntó divertida
-Puuuuursupuesto princess-Dijo él
Marinette sonrió. Solo él podía encargar unas alianzas que tuvieran en la parte superior una mariquita y un gato negro. En la suya se podía ver una pequeña joya roja con cinco perlas negras que brillaban como si tuvieran energía propia. En la de Adrien había una negra que tenía forma de cabeza de gato, con dos esmeraldas verdes que hacían de ojos.
-Felicidades Señora Agreste-Dijo Adrien
-Felicidades Señor Agreste-Dijo ella, viendo en el hombro de su marido a sus kwamis. Plagg y Tikki se abrazaban mientras los miraban sonrientes. La kwami rosa le guiñó un ojo a su portadora.
Detrás de las alianzas se podía leer:
"Mi Lady"
"Mi gato tonto"
Marinette pensó que no podía ser más apropiado.
Ella siempre fue su Lady, con o sin máscara.
Y él siempre sería su gatito. Su gatito solitario; que tuvo que conocer a una mariquita para dejar de estarlo.