Nota de la autora: El video musical de la canción "We don't talk anymore" de Charlie Puth ft. Selena Gomez, fue la inspiración directa para este capítulo.

Disclaimer: La canción "We don't talk anymore", el material relacionado con la franquicia DIGIMON y/o cualquier otro material con copyright que aparezca en este fanfic NO me pertenece. Lo único que me pertenece es la autoría de este fanfic y los original characters (OC) que aparecen en el mismo.

Este es un fanfic escrito sin ningún ánimo de lucro.


"We don't talk anymore"

Capítulo 1

Preludio

–¡¿SORA VA A CASARSE?! –preguntó Yamato, estupefacto, al mismo tiempo en que, súbitamente, se ponía de pie y golpeaba la mesa que tenía frente a él con ambas manos.

–Uhmm… aún no ha dicho que sí pero… creo que es lo más seguro –contestó Taichi despreocupadamente. Ya estaba acostumbrado a las, a veces, un tanto agresivas reacciones de Yamato, aunque se hizo un poco hacia atrás por si acaso–. Verás, el tipo planea proponerle matrimonio la próxima semana, tú sabes, para su cumpleaños…

Yamato se paralizó al escuchar eso.

No podía creerlo; es decir, sí podía pero no quería. Sora era una mujer maravillosa, cualquier hombre querría compartir su vida con ella. Pero que el mejor amigo de ella y también gran amigo suyo, Taichi Yagami, le dijera que el actual novio de Sora iba a proponerle matrimonio y, lo que era peor, que "lo más seguro" era que ella acepte, hizo sentir a Yamato como si una fría mano traspasara violentamente su pecho para estrujarle el corazón y luego empezara a arrancárselo de a pedacitos.

–¿Por qué estás contándome esto? –lo interrumpió Yamato, tomando asiento nuevamente mientras trataba de calmarse.

–Supongo que porque me preguntaste cómo estaba ella y porque supuse que decirte que estaba "muy bien y que, de hecho, quizás se comprometa pronto", era lo más acertado –contestó Taichi, que empezaba a arrepentirse de haberle contado eso.

–¿Y cómo sabes que él se lo va a proponer en su cumpleaños?

–Pues… soy algo así como el best man*… –dijo un poco dubitativo. Sabía que Yamato iba a querer matarlo al escuchar eso. ¿Pero qué otra cosa podía decirle sino la verdad?

–¡Eres un maldito traidor! –le gritó Yamato a Taichi, furioso–. ¿No podías negarte "diplomáticamente", señor diplomático?

–¡Yamato, cálmate!¡No te enojes! Ustedes terminaron hace tiempo. ¡Es más, ni siquiera se hablan! –Taichi bebió un poco del trago que tenía en la mano y continuó–. Sabes que Sora es mi mejor amiga y Shigeo… bueno, no somos tan cercanos pero no me parece mal tipo. Además, ella se ve feliz con él, así que cuando él me preguntó si podía ser su best man*, yo acepté. No le veo el drama, Yamato.

Taichi tenía razón. Odiaba admitirlo pero Taichi tenía razón.

–Tienes razón. Disculpa. Creo que… fue la impresión –dijo aparentemente más calmado–. De hecho, es bueno saber que ella se encuentra bien. Espero que pase un buen cumpleaños… se lo merece –agregó sonriendo al mismo tiempo que sentía como que algo se quebraba dolorosamente en su interior–. Ah, cierto, me estabas diciendo de tu trabajo en la embajada… –mencionó para cambiar de tema. Necesitaba cambiar de tema.


¿Cumpleaños feliz?

Hoy, Yamato no quería levantarse de la cama pero la luz del sol que anunciaba el nuevo día se escabullía entre las cortinas y le alumbraba los ojos con fuerza, obligándolo a hacerlo. Corrió las cortinas y miró el cielo a través de la ventana, nostálgico. Hoy era el cumpleaños de Sora. Tomó su celular con la intención de llamarla y felicitarla… pero terminó lanzándolo sobre la cama, sin llamarla. Se dejó caer pesadamente sobre la cama, resignado; entonces pensó que sería mejor mandarle un mensaje… pero lo borró antes de siquiera terminar de escribir.

Ellos no hablaban desde hacía mucho. Desde su separación una tarde lluviosa de agosto hacía cinco años. No se dijeron nada en ese momento, solo que era lo mejor para ambos. Un beso con sabor a lluvia y melancolía selló su despedida. Desde esa tarde, no volvió a saber más de ella… y él no volvió a ser el mismo.

Aun así, él todavía guardaba sus mensajes y muchas fotos en las que salían ellos muy felices, fotos en las que ella posaba con algunos de sus primeros diseños, fotos en la que compartían algunos de sus últimos besos…

Bloqueó el celular y sacudió su cabeza. Sabía que no podía quedarse viviendo en el pasado. Ella no lo había hecho. Ella había seguido adelante. Milagrosamente, él también. Ella se había transformado en una gran diseñadora de modas cuyo trabajo más reciente se había expuesto con gran éxito en la Tokyo Fashion Week. A él y su banda, el éxito también les había sonreído. Giras mundiales y millones de discos vendidos, daban fe de ello. Sí, ambos habían salido adelante.

Ahora mismo, se dirigía a la sesión de fotos del nuevo álbum que estaban alistando. Después de la sesión, trabajaría en algunos arreglos y luego tendría una "reunión de ideas" con la banda, con tragos y comida, por supuesto. Los idiotas querían ir después al karaoke (como si no cantara lo suficiente todos los días).

Y así transcurriría el día. Aparentemente feliz. Aparentemente sin problemas. Aparentemente sin poder apartar sus ojos de las fotos de ella en su celular, sin saber dónde se encontraba ella en este momento pero sabiendo que ese mismo día, ella iba a comprometerse con otro.


La mañana de su cumpleaños número veintiséis, Sora Takenouchi se despertó sin ganas de nada. Miraba al vacío, perdida en sus propias naderías. El día anterior, su mejor amigo, Taichi Yagami, le había comentado, entre otras cosas, que había salido unos días antes con Yamato Ishida, gran amigo de Taichi y, casualmente, ex novio de Sora, y que Ishida le mandaba felicitaciones por su cumpleaños. Ella se limitó a agradecer con amabilidad el saludo y pasó a otro tema. El asunto murió ahí. O eso creía ella. Ahora no podía ni levantarse de la cama. Saber que Yamato estaba ahí, afuera, en algún lugar de Tokio, por alguna razón hacía que se sintiera débil y sin ánimo de nada. Finalmente, extendió su brazo y tomó su celular. Taichi había mencionado que Yamato tenía una especie de "algo que hacer" ese día. No le había prestado atención pero pensó que, ya que Yamato le había mandado saludos por su cumpleaños, lo más educado sería mandarle un mensaje dándole las gracias y deseándole suerte en lo que tuviese que hacer. Empezó a escribir pero no terminó de hacerlo. Borró el mensaje y lanzó el celular hacia un lado. Llevaban cinco años sin hablarse. ¿Cómo diablos se le podía cruzar por la cabeza mandarle un mensaje después de tanto tiempo en silencio?

Sora se levantó de la cama, realizó una pequeña rutina de ejercicios para terminar de despertar, tomó una fresca ducha para energizar su cuerpo, se vistió de forma descomplicada y fiel a su estilo, aplicándose después un maquillaje suave y bonito, para finalmente salir de su apartamento. Sí, la misma rutina de todas las mañanas… excepto que, como hoy era su cumpleaños y por tal motivo había decidido tomarse el día libre, en vez de desayunar en su estudio de diseño para luego ponerse a trabajar como una maniática, sus amigas habían decidido hacerle un picnic en el parque como inicio de las celebraciones. Decidió ir caminando para despejar su mente hasta llegar allá.

Durante el picnic, su celular sonó. Era su novio. Su brillante pero a veces muy serio novio, Shigeo, con quien llevaba dos años de relación. Él quería verla en ese momento. Sus amigas la alentaron a que vaya con él. Él la invitó a almorzar y aunque lo veía feliz y sonriente frente a ella, ella no podía mostrar la misma emoción.

–¿Qué te pasa, amor? –preguntó Shigeo.

–¿Eh?

–Estás como ida…

–Oh, disculpa, es que… no sé, creo que he trabajado demasiado en los últimos días y con todo esto de mi cumpleaños… todo el mundo quiere llevarme a todos lados y hacen que me sienta querida pero un poco abrumada jaja.

Ella quería creer, o tal vez forzarse a creer, que esa era la razón de su falta de ánimo. De verdad quería creerlo.

–Hey, guarda energía para la noche. Tengo una sorpresa muy especial para ti –le dijo Shigeo tomando su mano.

–Dímelo ahora y en la fiesta me haré la sorprendida –dijo tratando de esbozar una sonrisa.

–No, jaja, lo sabrás en la fiesta –contestó él sonriendo.

Sora sonrió. Era un buen tipo y lucía emocionado. ¿Por qué no podía compartir al menos un poquito de esa misma emoción?

–Cielo, ya debo irme. Tengo que alistarme para la fiesta de esta noche –dijo ella.

–Tienes razón. Eh, no trajiste tu auto. Te llevaré. Tengo que pasar por el trabajo…

–No te preocupes –contestó tranquila–. Tomaré el metro.

–¿El metro? –preguntó él, fastidiado– Sora, por Dios. Te he dicho mil veces que tú no debes tomar el metro –agregó molesto.

–¡No puedo evitarlo! –exclamó sonriendo– Suelo ver street outfits espectaculares por ahí ¡y me encanta! –dijo emocionada– Además, la gente conoce mi trabajo, no mi cara. No tienes de qué preocuparte.

–Aun así. Las estaciones de metro son lugares sucios, no deberías ir por ahí. En serio que a veces eres rara –contestó incómodo.

Sora le dio un beso rápido de despedida y salió corriendo. "¡No quiero perder el metro de las 16:30!" fue su débil excusa. Al llegar a la estación, sacó su celular, abrió los archivos encriptados y empezó a revisar sus antiguas fotos… esas en las que Yamato y ella salían juntos, en otros tiempos más felices.

Nunca pudo borrarlas. Ni siquiera los mensajes.

Subió al metro. Llegó a su destino. Se cambió de ropa y empezó a vagar como una muerta en vida. Contempló por última vez sus fotos con Yamato y derramó un par de lágrimas.

Nada tenía sentido.

Se suponía que ya todo había terminado. Se suponía que ella había salido adelante. Ella había vivido muy bien sin él hasta ahora. Ella sola había logrado alcanzar sus sueños. No estaba bien sentirse así. No tenía sentido sentirse así. No había una razón coherente o medianamente lógica para sentirse así…

"No la hay…", se decía a sí misma aunque sin poder impedir que algunas lágrimas se deslizaran por sus mejillas.

Sonó la alarma que indicaba la hora de encontrarse con sus amigos para celebrar su cumpleaños. Enjugó sus lágrimas. Retocó su maquillaje. Hoy sería el cumpleaños que celebraría con menos ánimos en su vida, pero aun así, ella tenía que poner su mejor cara.


Yamato estaba en el estúpido karaoke bar al que lo habían conducido los estúpidos de su banda, sin poder ocultar su enojo y el humor de mierda que tenía en ese momento. Músicos profesionales de fama internacional haciendo el papel de imbéciles en el karaoke bar del hotel en el que se alojaban. Pensó que nunca antes había escuchado de algo más patético. Agradeció el hecho que estaba reservado solo para ellos y unos cuantos invitados. Supuso que tal vez por eso se permitían el papel de idiotas.

De acuerdo. Si lo pensaba un poco, ni él ni ellos habían descansado un solo día desde hacía tres años, siendo el último de gira internacional, y encima, se encontraban preparándose para una más alrededor del país y para el lanzamiento de otro álbum. Ni las fiestas post concierto ni los viajes por los diferentes países a los que iban de gira, los relajaban totalmente. Entonces, Yamato no podía culparlos por permitirse disfrutar de algo tan estúpido y tan simple como una sesión de karaoke. Se sentía molesto, frustrado, triste y con un pésimo humor, pero sabía que no era por culpa de ellos.

Tampoco era culpa del trabajo. A pesar de lo extenuante que podía llegar a ser, su trabajo le producía una enorme satisfacción personal. Él amaba lo que hacía y, como si fuera poco, llevaba una vida que muchos calificaban de "envidiable" gracias a ello. No, su trabajo tampoco era el problema.

Su problema era, admitió finalmente dentro de sí, el saber que Sora en ese mismo instante estaba dándole el "sí" a algún imbécil, si es que no lo había hecho ya. Eso lo tenía podrido.

Después de torturarse durante un largo rato imaginando lo bella y feliz que debía lucir Sora en ese momento, flamantemente comprometida con algún idiota que evidentemente tenía mucha más suerte de la que merecía, decidió que no le importaba. Se dijo a sí mismo que era la vida de ella, no la suya. ¿Qué diablos podía importarle? Decidió beber, bailar y divertirse como un idiota más.

Notó que una atractiva rubia no le quitaba los ojos de encima. Decidió darse una oportunidad. De todas formas, ya nada importaba. Todo lo que alguna vez había querido, ya lo tenía, y todo lo que alguna vez había amado, ya lo había perdido. ¿Qué importaba ahora si se acostaba con la rubia que lo miraba tan seductoramente? ¿O con la otra castaña? ¿O con las dos? No era algo que no haya hecho antes, y con frecuencia. "Al carajo. Si Sora quiere casarse, que se case. No me importa", se dijo a sí mismo.

Pero sí le importaba.

Después de unos cuantos besos, la joven le propuso acompañarlo a su habitación pero él se negó alegando que estaba cansado y que tenía demasiado trabajo al día siguiente. Se escapó del hotel para regresar a escondidas a su viejo apartamento y refugiarse ahí como siempre hacía cada vez que volvía a Japón. Era el apartamento en el que vivió por su cuenta desde que salió de la preparatoria y dejó Odaiba, y al que nunca dejó de volver, incluso después de salir de la universidad y despegar con KOD. Ese apartamento representaba los últimos años de su adolescencia y el inicio de su vida adulta, los años más felices de su vida… los cuales compartió junto a ella. Habían vivido demasiadas cosas ahí. Recordaba cuánto le había costado compaginar el dar conciertos con el estudiar para sus exámenes y clases. No fue nada fácil pero tener a Sora a su lado apoyándolo y sonriéndole, verla cerca de él concentrada en su propio trabajo, esmerándose en cada trazo, en cada boceto, en cada diseño, era suficiente para hacerlo sacar fuerzas de donde no tenía y continuar. Solían animarse el uno al otro y decirse que triunfarían en grande. Y así fue.

Solo que ahora ella no estaba a su lado para celebrar sus logros ni él al lado de ella para celebrar los suyos.

"No se puede tener todo en la vida", pensó.

En cuanto llegó a su apartamento, se desplomó sobre la cama y empezó a revisar otra vez las fotos antiguas.

La extrañaba tanto.

Su sonrisa, su cabello, su voz, su preciosa forma de ser tan dulce, lo más parecido un ángel, pero al mismo tiempo fuerte, inteligente, madura y muy responsable.

Mientras reproducía por sexta vez un viejo video en el que ella le sonreía iluminada por la luz del sol, recordó que nunca le envió el mensaje de cumpleaños que se había dicho a sí mismo que le mandaría.

Escribir "Feliz cumpleaños, Sora" no iba a matarlo.

Empezó a escribir pero la frustración no le permitió terminar, así que hizo el celular a un lado y se dispuso a dormir.

Era lo mejor que podía hacer.

Lo único que podía hacer.


Sora respiró profundo antes de ingresar al local de su fiesta de cumpleaños. Todos sus amigos estaban ahí. Hizo su mejor esfuerzo por encajar en su propia fiesta y podría decirse que incluso olvidó su tristeza por un rato. Llegó el momento del "Cumpleaños feliz". Ella pidió un deseo –"Quiero ser feliz", pidió en su mente– y sopló las velas entre aplausos, abrazos, risas y buenos deseos de sus seres queridos. Unos momentos más tarde, Shigeo le propuso matrimonio. Ella abrió mucho los ojos, sin duda estaba muy sorprendida. ¿Era ésta una señal de que necesitaba un cambio, un nuevo inicio, quizás? ¿Le estaba dando la vida una oportunidad para dejar todo atrás de forma definitiva? Dudó por un segundo pero finalmente decidió aceptar la señal. Dejaría todo atrás.

Le dijo que sí.

Vamos, Shigeo no era un mal tipo y ella lo quería.

No tenía una razón para decir que no.

Sonrió, lo abrazó, lo besó. Empezó a sentir una pequeña emoción. Tal vez su vida empezaba a mejorar. Sí, parecía que lo mejor sería casarse con él.

Un nuevo comienzo. Uno definitivo.

Todos los amigos abrazaron y felicitaron a los recién comprometidos.

Después de la fiesta, Sora quiso regresar a casa. Shigeo se ofreció a llevarla pero ella dijo que no, que prefería regresar sola. Él preguntó por qué. Ella le recordó que debía trabajar muy temprano al día siguiente y que si él venía con ella, obviamente no iba a lograrlo. "Recuerda que pasado mañana presento mi línea de verano en el Amazon. Sabes que es demasiado importante. Mañana debe quedar todo listo", le dijo tranquila. Era cierto. Tenía demasiado trabajo al día siguiente. Él rio y la despidió con un beso y una sonrisa.

"Vas a compensarme esto después…", le dijo divertido.

Ella rio y partió dejándolo atrás.

Durante el trayecto a casa, la pequeña emoción se esfumó y volvió a sentirse vacía. No podía entenderlo. Acababa de cumplir veintiséis años, tenía un trabajo que amaba y en el que destacaba, acababa de comprometerse con un buen hombre, pero se sentía terriblemente vacía y desanimada. ¿Por qué? ¿Por qué se sentía así?

Una respuesta obvia sobrevoló su cabeza, pero se negó a aceptarla. No podía ser.

No.

Llegó a casa y se desplomó sobre la cama. Volvió a tomar el celular para revisar una vez más los archivos encriptados. Volvió a contemplar sus fotos con Yamato.

"Debería haberlas borrado hace tiempo", pensó.

Pero… por alguna razón, seguía sin poder hacerlo.

Visualizó un viejo video que ella grabó cuando eran adolescentes donde salía él riendo y bromeando. Miró nuevamente las fotos. Fotos de él en sus primeros conciertos, fotos de él riendo, fotos de ella abrazándolo. Encontró otro viejo video, uno en que él la saludaba y le deseaba lo mejor del mundo por su cumpleaños número dieciséis mientras le decía que la amaba y que estarían juntos para siempre.

Quiso llorar pero se contuvo.

Tuvo el fuerte impulso de enviarle un mensaje diciéndole que estaba pensando en él… pero se detuvo a medio escribir. ¿Cómo podía ocurrírsele hacer eso?

No estaba bien. Ellos no hablaban más.

Todo terminó ese tarde lluviosa de agosto. Esa tarde en que la lluvia se confundió con sus lágrimas y se llevó todo. Todas las promesas, todas las ilusiones, todo lo que había creído que sería para siempre. Esa tarde en la que ella tomó una dirección y él tomó otra. Esa tarde en la que se dio cuenta de que su sueño de tener un amor "para siempre", solo fue eso. Un sueño. Un hermoso sueño que duró ocho años pero del que, finalmente, esa tarde lluviosa de agosto, despertó.

Ya no había nada entre ellos.

Ellos no hablaban más, no se veían más, no sentían más nada el uno por el otro. Llevaban cinco largos años en silencio y, encima, ella acababa de comprometerse hacía apenas cinco horas.

No valía la pena.

No valía la pena revivir los sueños que no pudieron ser. No tenía sentido pensar en él. No estaba bien pensar en él. Ella ya había decidido dejar todo atrás de forma definitiva.

Hizo el celular a un lado y se dispuso a dormir.

Era lo mejor que podía hacer.

Lo único que podía hacer.


*"Best man", es algo así como el equivalente masculino de la dama de honor (¿el caballero de honor? lol) y no es lo mismo que el padrino de bodas (así como no es lo mismo ser dama de honor que ser madrina). No encontré una palabra en español equivalente así que decidí usar el término en inglés al ser más preciso para lo que quiero expresar. (Lo mismo con términos como "street outfit" y similares. :P)