Buenos días, tardes o noches a todos los aquí presentes. He de decir que esta idea de empezar a escribir algo de fanfic no me terminaba de cuajar, pero viendo los cada vez mejores capítulos de todas las sagas de habla española (El poder de la ciencia is coming, rojo y azul, entre otros), me anime a hacerlo; espero al menos haceros pasar un buen rato o en su defecto provocaros risas de lo penoso de mis escritura, en cualquier caso, me daré por satisfecho.

Una reverencia especial al señor Tarmo, y su ilustre maestra Mero, pues con su historia es con la que más he disfrutado y más me ha empujado a hacer esta locura, muchas gracias por sacarme una sonrisa reiteradamente con tu maestría en el manejo de los personajes.

Y sin ya nada más para aburriros, gracias por darme unos minutos de vuestro tiempo, y empezamos, eso sí, debo advertiros que me quedo algo más grueso de lo que esperaba, espero no moleste.

Descargo de responsabilidad: Monster Musume no es de mi propiedad y este escrito solo está hecho para fines de entretenimiento y sin fines lucrativos; así mismo, tampoco me hago responsable de quien decida arrancarse los ojos al leerlo.

Era un día tranquilo, no se apreciaba ni una sola nube en el cielo y el sol brillaba en lo alto, sumiendo todas aquellas tierras en una interminable marea de luz y calor.

Alejado de aquella ciudad japonesa, hogar de incontables humanos y liminales, se encontraba un muchacho, joven, de alborotado pelo negro como el carbón, intensa barba, que dejaba ver a la legua que no tenía mucho aprecio por las barberías, y que debía de ser un geólogo. Esa barba, indicaba su profesión mejor que el sombrero, fiel replica de aquel que usaron en una famosa película de dinosauros de cuyo nombre no puedo acordarme.

Portaba una pesada mochila azul de innumerables bolsillos, repletos de todas las cosas que te puedas imaginar. Sus compañeros de carrera a menudo se sorprendían y no entendían todo lo que había allí metido, pero él estaba orgulloso de dejar en ridículo al bolsillo de cierto gato robótico muy querido en ese país. No solo hojas de papel o material de escritura, comida o vendas, si uno miraba fijamente podía ver también pelotas de malabares, una linterna, cuerda, mascara de gas, cintas de colores, entre otros…ni siquiera el sabia para que las necesitaría, pero, "-eh, si pasa algo, estaré preparado-", pensaba.

Pantalones gruesos y pesadas botas marrones, una camisa azul y el martillo en la mano, estaba en su elemento.

La ciudad era un recuerdo lejano y difuso en el fondo del horizonte. Aquel joven se encontraba escalando por una enorme pared inclinada de roca, rodeado de árboles verdes y arbustos, con la brisa fresca, el sol a sus espaldas, los suaves sonidos del campo y el insistente alboroto de los mosquitos e insectos…mientras subía se condenaba el haber desayunado dulce.

Arriba del todo, se paró y se sentó. Era una sección preciosa de roca, otros no lo verían, muchos se reían de su profesión diciendo como auténticos idiotas "ja, lamen rocas…"; patético. Para empezar, él nunca había lamido una roca, un compañero de clase se había encargado de esa necesidad desde el principio, y lo suyo era mucho más grande y profundo.

Miro para abajo, vio todas las marcas, los estratos de rocas detríticas, cada marca y cada rotura, cada color y textura, cuando el miraba aquel lugar, no miraba ni el aquí ni el ahora, su mente se deslizaba hacia paisajes y lugares antiquísimos, reconstruía la historia de toda la región solo mirando aquella pared, sabía que había pasado, cuando había pasado y porque había pasado. –Que los físicos y los ingenieros se queden con sus laboratorios-, murmuraba, sonriente, mientras sus ojos marrones se deslizaban por el paisaje, -que yo no renunciaría a poder conocer toda la historia de este mundo de primera mano…, por muchos matraces o premios que se puedan llevar.-

Los minutos pasaban, a pesar de que su especialidad principal fuera la paleontología, de alguna forma le habían encaramado el trabajo de levantar aquella sección, como si fuera un experto en estratigrafía…pero bueno, seguía amando aquella ciencia.

Las horas pasaron, ya había acabado, en poco debería de volver a la universidad y presentar sus resultados. Abrió la mochila y saco una botella de agua y su cena. Lamias, arpías…tenía en común con ellas, que era una entidad prioritariamente carnívora y el olor de lo que le gustaba llamar "ensalada de carne", pronto calo en sus pulmones haciéndole relamerse. Carne picada, jamón, morcillas, ternera, pollo, lomo de cerdo, pechuga de pavo, atún, todo troceado, especiado y hecho con un poco de aceite de oliva…no entendía a los veganos, respetaba su decisión, pero nunca podría entenderlos.

-La dura vida del geólogo…-, murmuro con una sonrisa, mientras su estómago se llenaba y su mente divagaba en el pasado.

Él no era nativo de aquellas islas, provenía del oeste, o el este, según hacia donde te pongas a caminar, de la lejana Europa. Su universidad había sufrido un accidente al poco de que se sacase el doctorado y un viejo amigo le encontró un puesto allí. El japonés aún se le daba algo mal, y pensar que una lengua que aprendió para no tener que esperar y poder ver los animes y mangas en versiones originales le resultaría tan vital, aun le miraban raro por la calle, normal cuando la media de altura era de un metro sesenta y tu sobrepasabas los dos metros, además su tendencia a andar como si te fuera a matar por cruzarte por delante, su expresión seria y su barba…pero sabía que así sería mejor, menos problemas, bastantes tenía ya.

Recordaba su tierra con añoranza, todos sus amigos y familiares aún estaban allí, o en Estados Unidos, les llamaba a diario, en las vacaciones siempre cogía un avión y tenía reservado desde las ocho hasta la medianoche todos los días para jugar online con sus amigos, los cuales conocía desde el instituto.

La comida, el entorno conocido, las unidades cronoestatigraficas a las que estaba acostumbrado…en fin, aquel lugar no estaba mal, cualquier país con una tienda donde pudiera comprarse una figura de dos metros del caballero digital omega, no podía ser un mal país.

Y así continuo divagando, su mente entre pasados y futuros, pensamientos íntimos o verdades a voces, hasta que el ruido de un motor le saco de su ensoñación.

Cuando ya casi no quedaba comida frente a él, siempre le habían acusado de comer rápido, levanto la mirada y vio que por la carretera que pasaba al lado del afloramiento, un coche negro, más cercano a un furgón, se detenía con humo en el motor en la curva, mientras su conductor, un nativo de piel bronceada y aspecto normal, bajaba del vehículo y empezaba a quejarse. Con una sonrisa, el joven descendió hacia su objetivo dejando claros sus años de subir, bajar y a veces rodar por laderas y montes.

-¡Listen ey!-, no pudo resistirse a imitar al hada más famosa y cansina de los videojuegos, mientras se acercaba confiado y relajado, habiendo enfundado el martillo. -¿Estas bien?, ha sido una suerte que no hubiera heridos…-

-¿Eh, pero que dices?, bueno, en fin, no te preocupes, ya me encargo yo, tu vete-, su voz estaba nervioso y sorprendida, no esperaba compañía. Se apoyaba en el coche y miraba al geólogo con unos ojos verdes llenos de desconfianza.

-Vamos, no seas tímido, déjame ver que tienes ahí y podré ayudarte-. Avanzo tendiéndole la mano.

El humano le aparto la mano de un golpe, cabreado. –Metete en tus asuntos-.

-En el momento en que me estoy empezando a enfadar, se están convirtiendo en mis asuntos-, su mirada perdió toda calidez y empezó a ser fría y letal como un puñal de hielo.

Aquel sujeto miro a los lados, y asegurándose que no había nadie, saco una pistola y le apunto a la cabeza. -Largo-, su tono estaba cargado de agresividad.

Aparentemente como si no fuera con él, ignoro la pistola apuntando a su cabeza. –Una amenaza de muerte…deberías usarla para alguien que aun tema morir-.

….

Era un tonta. Se sentía como una tonta, por confiar en esos malditos humanos.

Sí, todo parecía muy bonito al principio, con su madre y sus amigas de su colonia en el Gobi, alejadas de todo, sobreviviendo juntas, ¿por qué se habría ido?

¿La razón?, presión de grupo. Nunca le habían caído en gracia los humanos, los consideraba una raza débil y traicionera, que solo sobrevivía en el mundo porque eran necesarios para otras razas, como lamias, y que eran tan despreciables que podían hacer cualquier acto reprochable, simplemente porque sí.

Era normal esa forma de pensar, todos los que había visto eran pastores o viajeros perdidos durante semanas en el desierto, que eran "recatados", por sus hermanas y amigas en condiciones deplorables y dependían por completo de ellas para sobrevivir…por mucho que algunos de esos humanos fueran padres de algunas de sus mejores amigas, no sintió sino un insano placer al devorar personalmente a alguno que otro que intentaba sobrepasarse, si, le echaban una bronca, pero algunos de esos gusanos necesitaban ayuda para saber su lugar.

Pero su familia estaba preocupada, de que considerase a esa raza tan débil y patética, la supervivencia de la suya propia dependía de ellos y su madre no quería quedarse sin nietos, de forma que hicieron un trato. Se apuntaría a ese programa cultural, y si después de vivir con los humanos, verlos más de cerca y conocer a más, no encontraba a ninguno que le hiciera cambiar de idea o que al menos le pareciera una excepción, le dejarían volver y comerse a todos los que quisiera.

Los primeros días fueron buenos, a pesar de su actitud…superior, la presencia de otras tantas especies no humanas, con las que no tenía ningún problema, y la amabilidad, en algunos casos llegando a la servidumbre, de los agentes de la organización, hicieron muy placenteros los primeros meses mientras intentaban procesar sus datos y dar con una familia adecuada, lo cual como se puede imaginar no era fácil.

Aún recuerda como aquella arpía de cabello castaño le miraba el culo cada vez que podía, o como tenía que contenerse para no devorar a los agentes que resultaban incompetentes…pero por mucho que se quejase de los humanos, lo cierto es que ella fue la engañada.

Una red de tráfico de interespecies, lo que le faltaba para confiar en la humanidad, que la usasen a ella y sus compañeras como si fueran productos de los que sacar beneficio, le asqueaba.

Paso quien sabe cuánto tiempo atada y amordazada en una jaula, sin ver la luz del sol, al menos se podía regodear del miedo que le tenían, pues sus captores ni se acercaban y tuvieron que sedarla para meterla en el furgón.

Ahora, se había despertado, aun débil por los potentes somníferos, pudo desde su rincón escuchar palabras, inicialmente amables, después agresivas, disparos, suplicas, gritos de dolor, y después el silencio.

Unos pasos resonaron por el lateral de la furgoneta, alguien se acercaba, le haría arrepentirse de haberla encerrado.

Las puertas traseras, y la luz del sol entro de golpe en la oscura cárcel móvil de la liminal; tan pronto como identifico una figura humanoide, vista como una mancha borrosa por el repentino y brusco cambio de luz, se abalanzo a por él.

La carga fue rápida y efectiva, y cuando sus ojos se hicieron a la luz, pudo terminar de esclarecer que pasaba.

Era un paisaje natural precioso, la carretera desolada, y su presa entre sus garras. Bajo las firmes garras de su pierna izquierda, la joven aferraba fuertemente al humano contra el suelo; las filosas garras de su pie izquierdo le habían rajado la camisa y empezaban a atravesar la carne, haciendo que se manchase de sangre. Lo miro con detenimiento, barba, relativamente alto, para un humano, sombrerito, no lo había visto nunca, y la expresión que tenía en el rostro, le enfadaba al tiempo que le sorprendía…parecía una mezcla de alegría y sorpresa, además se estaba poniendo rojo, lo que achaco a la desmesurada presión que ejercía su pierna.

Nuestro pequeño humano por su parte estaba…no hay palabras para definirlo. Después de, ejem, "apaciguar", al tipo de antes, se había propuesto ver que ocultaba en el furgón para que el tipo llevase en el asiento de al lado suficiente munición somnífera como para dormir a una manada de elefantes. La respuesta la había encontrado en la wyvern que ahora le aprisionaba contra el suelo.

Su mente estaba colapsada, no podía procesar que eso que tenía encima era una wyvern…digamos que tenía debilidad por las escamas, y los pobres harapos con los que estaba vestida tras semanas de cautiverio no ayudaban mucho.

Finalmente una voz fuerte y salvaje, como si te hablase un espíritu de la selva, pero con toques de desprecio, le saco de su ensoñación y le hizo recordar que le estaban llegando al corazón…literalmente.

-Tu, humano, ¿dónde estoy?-, dijo reclinándose sobre su presa, sus alas se posaban a los lados del cuerpo, sobre las manos del joven que comenzaron a doler gravemente por las afiladas púas que esta tenía en sus alas.

Respiro profundamente, empezó a retorcerse de forma subconsciente, buscando liberar sus manos al menos antes de que se las rompiera, cosa que solo sirvió para provocar más a la joven. –Al sur de Asaka… ¿podrías bajarte por favor?-

Ella se inclinó aún más, sacándole quejidos de dolor al notar el movimiento del peso hacia el frente, justo delante de sus ojos, abrió la boca y dejo ver sus colmillos. Por alguna razón, a pesar del tiempo en cautiverio, olía al menos mejor que una Arachne de piernas largas tras un largo viaje. –Deberías agradecerme que aun estuvieras vivo-. El aguijón que portaba al final de su cola, subió deslizándose por el torso del joven, hasta pararse a la altura del corazón. –Pero no tendrás mucho que agradecer en poco tiempo…- dijo sonriente. Era una escena tan perturbadora que casi deja de notar el contacto de otras partes más agradables.

Un gemido ahogado de dolor, hizo a la wyvern girar la mirada y ver lo que quedaba del conductor, al cual si reconoció como uno de los responsables de su cautiverio.

Devolviendo su mirada ambarina hacia el geólogo, le cuestionó con voz dubitativa. -¿Eso lo hiciste tú, no eres su amigo?-

-Eh…no, es decir si y no, si lo hice y no soy su amigo…y en serio, baja, ahora-. Aunque podía ser muy paciente, el dolor empezaba a hacerle sentir algo molesto. Su tono descendió desde el confuso pero amable a tonos cada vez más hostiles.

-Oh, ¿el gusano se cree superior?, me temo entnc…-

-Lo que me creo es que no quiero problemas, pero empieza a doler-.

Las miradas asesinas de ambos se cruzaron, estaban tensos, sin moverse, como esperando a que el otro hiciera el primer movimiento, aunque la wyvern se cuestionaba si ese humano podría hacer algo.

Los minutos pasaron, y Mon llego a escena, avisados por una pareja de ancianos que había visto esta última parte desde una curva cercana. Al llegar, una zombi muy entusiasta derribo a la joven y llevaron al muchacho a un rincón para atenderle sus heridas, mientras interrogaban a ambas partes.

-Y eso fue lo que paso, en resumen.- Admitió sonriente, con un par de vendas rodeando su tripa.

Smith estaba delante de él, con un vaso de café caliente en la mano, miraba distraída al suelo, como pensando.-Si no me ahorrase tanto papeleo, me resultaría raro pensar que al caerse se rompiera las piernas, los brazos y acabara con una pelota de malabares en la boca, pero bue, ¿qué cosas tiene la vida eh?-, sonreía, siempre se podía contar con ella para encubrir cosas por el bien del no trabajar.

-Y mis compis de carrera decían que no servirían para nada, ahogaban muy bien los grit…-

-Suficiente, cuanto menos digas, menos tendré que fingir que no escuche nada-

El joven miro al horizonte por unos segundos antes de continuar. -¿Quién era ese tipo y que hacía con una wyvern en el maletero?-

-Ah, eso es clasificado…-

-Clasificado… ¿o simplemente no lo sabes?-

-Dejare que lo pienses por ti mismo, de todas formas, ya tengo tus datos de contacto y tu declaración, puedes irte ya, pero no salgas del país, ¿eh?-.

-Maldición, mis esperadas vacaciones en la cara oculta de la luna…-.

Un gran estruendo salió de la ambulancia que se suponía que debía de llevarse el hombre herido. Las cuatro agentes de Mon rodeaban el vehículo, del cual salía al poco una reptil alada sonriente.

-Ese tío es un sadomasoquista, mira que pedirme las palas eléctricas, a máxima potencia…por ahí…-

-Eh…eso va en contra de la…-, empezó a decir tímidamente Manako.

-Esos tíos me deben meses de mi vida y me estaba insultando entre dientes, lo pedía a gritos-. El aire olía…a psicosis, un aura amenazante salía de la liminal reptiliana que se cernía sobre el ciclope; por fortuna para ella, sus compañeras intervinieron. Pero al menos, fue una gran última vista para el joven, mientras empezaba a caminar, alejándose de todo aquello.

Tardo algo más de una hora en llegar a la universidad; sin encontrarse con ninguno de sus compañeros de profesión por el camino, dejo los datos recogidos pegados a la puerta de uno de ellos y se marchó inmediatamente.

Avanzo por la calle como alma errante, sin quitarse de la cabeza aquel encuentro y deseando ponerse el ordenador para ver si sus amigos se habían conectado ya; necesitaba esa sesión de vicio para relajarse.

Llego finalmente a su casa a las afueras, algo grande para una sola persona, pero perfecto para alguien cuyo trabajo podía consistir en traerse kilos y kilos de muestras a casa para estudiar.

Se encontró la puerta abierta. Sobresaltado, saco el martillo y deslizo la puerta lentamente, esperando cualquier cosa, al menos hasta que una figura familiar se asomó por el otro lado.

-¿Smith?, ¿qué haces en mi casa, paso algo con el tipo de antes?-, casis alta del susto, pero ella estaba sonriente como si se hubiera quitado de encima un gran problema.

-No…exactamente, veras, pasa pasa, que estarás deseoso de ofrecerme un café y te lo cuento todo.-

Obligado a entrar en su propia casa y a preparar los refrigerios para la agente, se paró en seco al ver a una reptiliana conocida saqueando la nevera.

-Oh, si-, admitió Smith, -veras, ignorara, tu pon la cafetera…-

El joven, atónito, siguió las instrucciones y trato de no mirar a la joven que estaba reuniendo casi toda la carne que tenía en el frigo sobre la encimera.

Allí, Smith le explico la situación de la wyvern, como había estado desaparecida, como ese tío de antes era parte de una red de delincuentes relacionados con las liminales…esa clase de cosas.

-Resumiendo, te toca cuidarla, ¡bienvenido al programa de intercambio!-Levanto los brazos, sonriente, victoriosa.

-Pero…espera, ¡yo no me apunte a nada de esto, lo habéis decidido sin mi permiso!-

-No importa lo que opines mono, me quedo aquí, en cuando acabes con el café, enséñame la casa y cocíname esto, tengo hambre-.

-Sigo sin entender porq…-

-Nada especial, llevamos un tiempo sobrecargados, tú ya la conoces, parece por lo visto que tienes suficiente paciencia para aguantarla y cumples los requisitos, mañana me pasare a darte los papeles, ¿no te importe que me lleve la taza no?, es monísima, en fin, ¡adiós!- mientras decía todo esto, retrocedía lentamente hacia la entrada hasta desaparecer y cerrar la puerta tras de sí, dejando al atontado joven mirando hacia el infinito. Una vez más, fue despertado por la escamosa.

-¡Eh, despierta!, tienes trabajo, criatura inferior, no te entretengas, quiero ver dónde voy a vivir.-

-¿No podrías ser un poco más amable?-. Recobro rápidamente la conciencia de sí mismo y miro a los ojos a la joven y a su carne, dios, debía de estar hambrienta.

-Cuando me demuestres que eres mejor que el típico humano medio despreciable, quizás, ahora, vamos.-

-¿Puedo al menos saber tu nombre?-

-Ama, señora, ser superior, cualquier ame vale…-

-No, en serio, no pienso llamarte "mi ama"-

-Eso tendré que arreglarlo, en fin…-se encogió de hombros y suspiro, levantándose de la silla y acercándose al chico.

-Llámame Erin.-

-Gracias, yo soy Geber.-

P.d. No creo recordar nada que escribiera nunca con tantas referencias…en fin, si no me exiliáis, continuare ocasionalmente con esta trama, esperando ser de su agrado.

Como detalle final, ¿qué veis mejor?, ¿la palabra Wgh o Muhy?, es por motivos históricos nada más (?).

Muchas gracias por su tiempo y que pasen un buen día.