El sabor del cigarrillo seguía en sus labios. Después de darle un par de caladas más lo tiró en el basurero más cercano que encontró. No sabía que marca era la que usaba Viktor, pero le resultaba peculiar.

Suspiró, pensando en la noche difícil que tuvo. No estaba acostumbrado a ser tratado como un rentboy de una forma tan descarada. Al menos, en diferentes ocasiones fueron mucho más "caballerosos", si podía denominarlos de esa manera por la forma disimulada de hablar entre líneas.

Suspiró, encontrándose al muchacho del departamento continuo a él. Los dos se miraron por algunos segundos antes de que Yuuri pudiera levantar su mano y agitarla levemente.

—Eh... ¿hola?—saludó inseguro. Aquel muchacho era muy serio.

El hizo un sonido similar a un saludo antes de abrir la puerta de su departamento y adentrarse sin decir nada. Yuuri suspiró, no importaba que tan amable intentara ser con su vecino, él se negaba rotundamente a entablar una conversación apropiada—o al menos una conversación—.

Le restó importancia al asunto, él quería descansar por esa noche. Sin embargo, cuando estuvo dispuesto a abrir la puerta de su departamento escuchó un grito que lo alarmó. Pensó que podría ser la pequeña que vivía en el otro departamento. No sería la primera vez que sus pesadillas nocturnas se escuchaban en el pasillo.

Por suerte, los departamentos tenían unas paredes gruesas, así que no tenía que preocuparse por ser despertado. Al contrario, era bastante silencioso su departamento, a lo mucho escuchaba la televisión cuando estaba cocinando en las tardes.

Se adentró, sin molestarse en prender la luz. No tenía muchas posesiones, por lo cual era de esperarse que supiera guiarse por el lugar sin necesidad de ver.

Se recostó en su cama, sintiendo la frialdad de la almohada contra su rostro. En los pocos segundos en los cuales se reflejaba el silencio aburrido en cada una de sus paredes, el sueño se esfumó. Sus pensamientos se volvían un arma afilada en su tranquilidad mientras el ardor en sus ojos mostraba claros signos de irritación.

No era la clase de desvelo por preocupaciones, mucho menos por algún problema cotidiano que tuviera, porque en sí, su vida ya era problemática y no valía la pena desgastar su cuerpo en pedir explicaciones. Era la incertidumbre, mezclado con el ansia de conocimiento que carcomía su mente desde el primer instante en que se dio cuenta que Viktor no estaba metido en nada bueno.

Su apellido parecía ser causa de respeto profundo, pero no de una completa subordinación. El ruso se defendió con los modales de un caballero y la mirada afilada y astuta de un zorro. Incluso expresó una idea de inconformidad cuando intentaron intimidarlo debido a su edad.

Ni siquiera sabía la edad de Viktor, pero había tenido el tiempo suficiente para casi robarle un beso y arrebatar un cigarrillo de sus finos dedos. ¿Eso era algo normal? ¿O debía preocuparse por lo repentinamente desinteresado que se encontraba con respecto a la vida?

De todas formas, la inseguridad se apoderaba de él. Por lo que sabía Chris y J.J eran amigos de Viktor, ellos tenían conocer que sucedía detrás de toda esa reunión importante. Aun si eso debía suponer una oportunidad para conocer algo del ruso que lo seguía, también significaba que ambos estaban involucrados en asuntos de cuidado.

Su mente se distrajo en el instante en el cual recibió un mensaje de texto, aun siendo de madrugada. Revisó entre el montón de mensajes, encontrando que el remitente era Yurio.

"¿Llegaste a casa?"

Yuuri sonrió, al parecer el rubio estuvo pendiente de él.

"Sí, lamento no haber mandado un mensaje antes, fue un día pesado."

"Me imagino que sí con el montón de imbecles que llegan ese lugar. No te habrá hecho nada el bastardo ese, ¿verdad?"

Una risa baja salió de los labios de Yuuri. Era tan común que el más joven fuera desconfiado con cualquiera. Aunque creyó en un principio que quizá iba a simpatizar con Viktor al ser compatriotas. Sin embargo, eso parecía ser una razón más para que Yurio desconfiara de él.

"Ven mañana al restaurante, voy a contarte a ti y a Phichit lo que pasó."

Esperó varios minutos, supuso que Yurio estaba considerando si era una buena idea salir. También cabía la posibilidad de que hubiera caído rendido ante en sueño.

"Estaré ahí temprano, tengo que pasar por unas cosas."

"Abriremos a las nueve, pero estamos desde las ocho."

"Ahí estaré."

"Bien, buenas noches."

No recibió un mensaje después de eso. El comportamiento natural de Yurio lo hacía algo huraño con las relaciones, sin embargo, sabía que le tenía estima y por ende no tomaba en cuenta varias de sus acciones o palabras.

Se quitó los lentes y los dejó sobre la mesita de noche antes de despojarse de las prendas que lo estaban incomodando. Tomó una ducha rápida para relajar sus músculos cansados y se dispuso a dormir cuando se sintió mejor.

El restaurante abría todas las mañanas de los sábados a las nueve en punto, sin ninguna oportunidad de cambiar el horario más que para días festivos u ocasiones especiales.

Su mejor amigo y su "hermano" menor se llevaron bien después de presentarlos en una ocasión en la cual Yurio fue a visitarlos. El joven rubio en un principio tenía una manera muy tosca de dirigirse al tailandés; después de algunas conversaciones terminó por ser su amigo.

—¿Y bien?—preguntó Yurio cuando el japonés se encontraba arreglando las mesas del lugar mientras Phichit barría el suelo con una sonrisa.

—¿Y bien, qué?—soltó Yuuri, quitando un mantel blanco de encima de una mesa cuando notó que el mismo estaba manchado de un líquido sospechoso que no pudo identificar su era vino u otra cosa.

—Ayer sucedió algo interesante, supongo—comenzó a hablar Yurio, llamando la atención inmediata de Phichit—. Después de todo, llegaste más tarde de lo acostumbrado a cada, y no me mandaste ningún mensaje apenas llegaste.

Sin necesidad de conformación, sabía que el ruso habló más alto a posta, para que escuchara el tailandés y lo ayudara en su labor de sacar información.

—Nada interesante—habló Yuuri—. En realidad fue un día bastante movido y me quisieron comprar a veinticinco mil dólares, ya saben, lo normal...

Lo último lo dijo intentando sonar casual, pero sin darse cuenta parecía estar usando un tono sarcástico.

—Claro, todos lo días intentan comprarme—respondió Phichit—. Yuuri Katsuki, ¿acaso estás escuchando lo que dices?

—Lo sé, pero eso es lo que hay—contestó dando la vuelta, su voz había sonado más brusca de lo planeado—. Estaba asustado, ni siquiera Chris pudo defenderme mucho tiempo porque comenzaron a hablar de negocios. Lo peor de todo es que no pude hacer nada...

Apretó las manos contra el mantel a su lado. En momentos como esos no podía evitar que saliera a flote su personalidad aun sensible y tímida; no le gustaban esos lugares, su actitud cambió para intentar sobrevivir, pero no era como si le gustara ser un patán o engreído, esa era su manera de ser después de muchas amargas experiencias.

—¿Cómo saliste de ese problema?—preguntó Phichit, su voz sonaba casi fraternal y dulce.

—...Viktor—respondió, retomando su semblante habitual de tranquilidad.

—¿¡Hablas del hombre que paga por ti!?—exclamó Yurio. EL japonés se apresuró a colocar su mano sobre la boca contraria, mirando a varios sitios. Agradecía que la música que sonaba desde la cocina demostrara que los individuos dentro del mismo no escuchaban nada.

—El único Viktor que conozco—siseó Yuuri, soltando el agarre del menor—. No grites esas cosas aquí, Yurio.

—¿Significa que él pagó por ti o cómo? No entiendo que ha sucedido...

El rostro de Yuuri tomó un ligero tono carmín.

—¡Phichit!—murmuró en un gritillo—. ¿Cómo puedes decir eso? No me ofreció nada.

—Es decir que fuiste con él por tu cuenta...—comento Yurio.

El japonés suspiró exasperado.

—¿Me dejarían hablar antes de comentar?—preguntó. Sus amigos afirmaron con la cabeza como dos niños sincronizados.

Entonces, comenzó a explicar gran parte de los sucesos ocurridos esa noche. Sin saltarse las ocasiones en las cuales lo ayudaron, pero evitando contar con lujo de detalle otras tantas como su vestimenta.

La expresión de ambos era de una perpetua concentración mientras arreglaban el lugar. Porque el algún punto de la historia Yurio estaba barriendo el piso mientras Phichit terminaba de colocar los condimentos en cada mesa.

—¿Así que le contaste tu pasado?

—Él me ayudó... supongo que en cierta medida se lo debía...

—Él se involucró, tú no le pediste nada, Yuuri—habló el ruso, pero no parecía totalmente molesto—. No puedes ir por la vida pensando que le debes un favor a alguien cada vez que se meten en tus asuntos.

—Pues Viktor lo hizo—respondió, sonriendo de manera comprensiva al adolescente. No le sabía bien el asunto, pero debía controlar sus sentimientos—, y por ello estoy aquí. No les estoy diciendo que confíe en él, es más, me da muy mala espira. Pero... él me ayudó y supongo que eso lo hace un uno por ciento más confiable.

—Está en esos lugares, lleno de personas extrañas—habló Phichit—. Él guarda más de un secreto.

—Es lo sé—contestó Yuuri—, no puedo confiar en él del todo. Por ahora me dedicaré a hacer mi trabajo y no me encuentro tan lejos de mi meta. Además...

Yuuri guardó silencio unos segundos.

—Decidí que voy a intentar ingresar a la Universidad del Sur de California, Phichit.

Los ojos del tailandés adquirieron un brillo alegre y sonrió.

—¡Eso es lo que he querido escuchar desde que nos conocimos!

—Por fin escucho algo que vale la pena—murmuró Yurio. Tomó su celular y después de dar un vistazo a la hora suspiró con molestia antes de levantarse.

—¿No te quedas?—preguntó Phichit.

—Tengo que reunirme con los estúpidos integrantes de un proyecto de ciencias—respondió Yurio, odiaba estar con las personas de su edad. No se sentía cómodo y la mayor parte hablaban de cosas sin sentido que no eran de su interés.

—Yurio, deberías ser más amable con tus compañeros, podrías sacar un buen amigo de ahí—habló Yuuri. Estaba preocupado por Yurio, se suponía que llevaba varios años viviendo en California, debía tener amigos. Sin embargo, era reacio a reunirse con personas de su edad. Y en el momento en el cual Phichit y él consiguieran entrar a la universidad sería complicado compartir tiempo con el adolescente.

—Ese idiota de cabellos teñidos me desespera—dijo Yurio, notablemente irritado—. No sé cómo termine en un grupo con él.

—¿Hablas de Minami?—preguntó Yuuri. Sólo conocía a un chico al cual Yurio denominaba: "Idiota de cabellos teñidos".

—Él.

—Pero es un chico muy amable y...

—¡Eso lo dices porque no convives con él todos los días!—repuso molesto. Más aun, Yuuri parecía poco consiente de los sentimientos de su compañero de clases hacía él. Más de una vez se arrepentía de planear salir con Yuuri después de clases.

—No te molestes, tranquilo—murmuró Yuuri.

El rubio guardó su teléfono en el bolsillo de su chaqueta antes de levantar una mano y agitarla en modo de despedida, diciendo una palabra en su idioma natal antes de salir por las puertas del restaurante.


Yuuri decidió llegar más temprano al trabajo, no tenía nada interesante que hacer en casa y deseaba aprovechar el momento para hablar con Chris y sacar algo de información.

Esa noche era fresca, pero no fría, por lo cual se sentía cómodo con un jersey mientras llevaba al establecimiento. Con pocas ganas de entrar por la puerta trasera del lugar, decidió entrar por la entrada principal, caminando así por otra calle.

Le sorprendió ver frente al edificio un auto sumamente costoso, por el diseño supo que se trataba de un Lamborghini, aunque no supo identificar el modelo. No pudo evitar quedarse parado en un lugar mientras veía el flamante vehículo.

Había personas con tanto dinero a los alrededores que más de una vez se encontró con autos de ese calibre. En su estado de encontrarse sobreviviendo era bastante impactante ver la clase de lujos que se daban esas personas.

Se encogió de hombros, prefería entrar para encontrarse con Chris. Sin embargo, se detuvo en cuando vio una cabellera platina conocida justo frente a la puerta del automóvil.

Vio a Viktor, vestido de una manera muy elegante y a simple visto, algo costosa; tomando de la mano a una joven a la cual ayudaba a salir del vehículo. Se quedó estático, observando al hombre proporcionar un beso en el torso de la mano ajena.

La mujer era un perfecto estereotipo de mujer estadounidense bella. De cabellos dorados, ojos azules—sin llegar a ser iguales a los de Viktor—, un cuerpo bien proporcionado que daba a relucir un vestido rojo. Ella podía pasar por una modelo a simple vista.

Siguió caminando cuando se percató que había estado observando mucho tiempo a ese par. La mirada de Viktor se posó en él cuando pasó a un lado y Yuuri ni siquiera se molestó en devolver el saludo; siguió caminando con su semblante calmado hasta entrar al bar.

Una vez dentro se encontró con Chris, la persona que había estado esperando para hablar.

—Hola, Yuuri—saludó—, ¿qué te trae por aquí más temprano de lo habitual?

—Pues tenía algunas preguntas—respondió—, pero creo que vas a estar ocupado.

—¿Por qué lo dices?

—Viktor está afuera con una chica rubia en un auto costoso—habló—. Supongo que es uno de sus confiables conocidos de los cuales no sé nada, ¿verdad?

Chris lo miró con condescendía, sonriendo amistosamente antes de servir un trago de Yuuri. El japonés miró el licor de reojo, sin estar seguro de arriesgarse.

—Es gratis.

Se encogió de hombros, bebiendo el trago en su mano antes de soltar un suspiró.

—Yuuri, en realidad no estoy en este negocio porque fuera mi deseo—habló Chris, siendo sincero en cada una de sus palabras—. Este es un negocio familia el cual dirigía mi padre mucho antes de que tú llegaras, por esa razón conozco también el lugar pese a mi edad.

—¿Negocio familiar?

Lo miró con curiosidad, sabía que no era apropiado inmiscuirse en vidas ajenas; pero la curiosidad terminaba por ganarle a esa partes consiente de su ser que le pedía mantenerse al margen.

—¿Acaso has olvidado quién te enseñó?—soltó Chris con una sonrisa—. Yo era uno de los bailarines que trabaja para mi padre, antes de que él muriera y el lugar pasara a mis manos hace aproximadamente un año. Todo aquel que trabaja aquí fue entrenado por mí.

Yuuri lo miró con los ojos muy abiertos y la garganta vacía de preguntas por la repentina confesión de su jefe y amigo. Él había olvidado que fue Chris quien le enseño todo en primer lugar, desde los pasos más sencillos a otros más elaborados a medida que su experiencia aumentaba.

—No era mi sueño terminar en este lugar—habló Chris—, pero es lo que trae dinero. Además, cuento con mis mejores amigos, así que la carga se hace más ligera.

—¿Entonces... Eso quiere decir que J.J y Viktor...?

—Ellos tiene otras preocupaciones en mente—respondió de inmediato, con una sonrisa agotada—. Y por esa misma razón te dije que no te acercaras a Viktor, pero el muy testarudo se fue en contra de todo y te contrató como bailarín personal.

—¿Qué es lo que hacen exactamente?

—¿Qué sé yo?—respondió Chris, encogiéndose de hombros—. Yo he decidido contarte un fragmento de mi historia. Si ellos quieren decirte algo, enhorabuena. No es como si nos gustara hablar de la vida del otro como si fuera una broma.

Yuuri hizo una mueca, con una ligera frustración. Ese fragmento de información únicamente ayudó a avivar las llamas de su mala curiosidad.

—Ahí viene Viktor—dijo Chris.

Yuuri tomó el contenido de su vaso en un solo trago, dejando el recipiente sobre la barra antes de dar una inclinación de cabeza para Chris.

—Gracias.

—¿No te quedas?—preguntó Chris.

—No quiero convivir con ellos—respondió antes de levantarse del asiento. Prefería esperar en vestidores a su turno que escucharlos parlotear de cosas que posiblemente no entendería y no se las iban a explicar.

Se aproximó a los vestidores, ignorando cualquier comentario sobre él en el camino. El lugar, con la cantidad de clientes regulares, no prometía ser más que otra aburrida y odiosa noche.

Al entrar encontró a Yurio, no arreglado como siempre solía estar, sino más bien relajado con el celular en sus manos y los audífonos colocados en sus cavidades auditivas. Tenía una apariencia calmada, como pocas veces en las cuales su ceño no estaba fruncido.

Cuando los ojos azules se posaron sobre él lo saludó con la mano, sin querer interrumpir su tranquilidad. Yurio devolvió el saludo con un gesto de cabeza.

Se sentó frente al espejo y suspiró, retirarlo los lentes de su rostro para comenzar con el maquillaje diario. Cuando colocó algo de crema en su rostro se detuvo para observarse a detalle.

Se recordó a sí mismo, hace seis meses, casi siete. Con sus pasos temblorosos a través de la multitud. Con maquillaje en que lo incomodaba en un rostro que siempre estuvo limpio y un cuerpo mayormente descubierto que alguna vez cubrió con muchas prendas.

Tuvo que bajar la mirada.

No entendía porque comenzaba a recordar cosas como quien era el Japón o como llegó a esa ciudad. Pensó que tal vez la historia de Chris había tocado una fibra sensible de su empatía: "No era mi sueño terminar en este lugar". Dueño de un lugar a temprana edad y bailarín cuando era un joven. Chris había ganado su respeto por completo.

Sin notarlo los minutos pasaron y se dedicó a cambiar de vestimentas. De entre todas, un objeto de color dorado cayó en el suelo. Lo levantó con cuidado, observando que llevaba un papel en él puesto las iniciales: V.N.

¿Qué se suponía que era eso? ¿Por qué Viktor le dejaría un obsequio entre sus ropas si estaba tan feliz con esa mujer? Personas con nombre, como Viktor, debían tener a quien quisiera cuando quisiera. No era posible que siguiera detrás de él cuando hace minutos lo veo con una mujer.

Dudó en colocárselo, pero finalmente optó por dejarlo encima de la mesa, junto al maquillaje y demás. No quería usarlo.

Se miró en el espejó, observando sus ojos chocolate adornados de esa línea negra y cubiertos de ese antifaz.

Se olvidó de todo, Yurio también permanecía callado. Parecía que ninguno se encontraba en su lugar. Tenían cosas en las cuales pensar.

Salieron para la presentación de esa noche.

El escenario con la misma luz azulada, los destellos de que salían de los pocos adornos de su antifaz, las personabas bajo la plataforma que lo observaban atentamente.

Utilizó su mano izquierda para sujetar el tubo, y simulando un movimiento de medio círculo, tomó la parte inferior para suspenderse en el aire con sus piernas juntas antes de abrirlas.

Su pierna derecha se agarró del tubo y bajó en un suave movimiento en espiral hasta que pie izquierdo tocó el suelo y se puso de rodillas. Pegó su espalda al tuvo, acariciando lentamente hasta que su brazo estuvo completamente extendido. Hizo la cabeza para atrás, mirando por un momento el techo oscuro antes de regresar su vista hacia al frente.

Escuchó aplausos, pero no era su intención hacer las cosas con tanta intensidad. Era una forma de desahogarse. Porque el público no le importaba en ese momento.

Después de terminar con su turno se dispuso a salir, o eso creyó, porque Viktor estaba esperándolo en la salida de los bailarines. Sus ojos zafiros lo miraban fijamente y su siempre astuta sonrisa adornaba su rostro.

Desvió la mirada, sin tener ningún motivo en específico para estar tan distante. Sólo deseaba algo de tranquilidad, y con Viktor nunca la encontraba. En cierta forma se sentía desnudo ante sus ojos, porque el ruso parecía leerlo de alguna manera.

—Yuuri.

—Mi turno ya acabó, regresaré a casa—respondió de inmediato. Sintiendo algo de nervios, una parte de su había regresado a jugarle una mala pasada.

—Luces extraño, ¿pasó algo?

Él negó con la cabeza varias veces.

—Estoy cansado...—dijo con suavidad.

—¿Es por lo que pasó ayer?—preguntó Viktor. El japonés volvió a negar con la cabeza, sus ojos intentaban escapar de la insistencia de los ojos ajenos.

El hombre de cabellos plateados de acercó, tomándolo del rostro con suavidad.

—Mírame a los ojos—dijo con seriedad—. ¿Qué es lo que te molesta? ¿El que quieran pagar por tu cuerpo o qué sepa de ti más que cualquier otro que ha estado aquí?

—Déjame en paz.

—Dime lo que tengas que decir.

Yuuri frunció el ceño, tomando de la corbata al más alto, acercándolo a él.

—No tengo que responderte nada—habló. Sintiendo una ligera corriente eléctrica en sus labios por la respiración ajena.

—No puedo saber qué es lo que piensas si no me lo dices—comenzó a hablar Viktor.

—Lo odio...

—¿Qué cosa?

—¡Odio pensar que eres igual esos imbéciles que vienen a verme!—exclamó, sacando frustración—. Ni siquiera sé quién eres, Viktor. No quiero que me veas como un bailarín que puede ser objeto de tu posesión solo porque tienes esa facilidad por el dinero.

Viktor lo miró sorprendido. Creyó ver algo de decepción en sus ojos, pero intentó no prestar atención.

Nuevamente sintió como era tomado del rostro, pero esta vez lo movía ligeramente mientras el ruso se colaba en el espacio de su cuello. El antifaz lo incomodaba, dándole una ligera sensación de ceguera en su vista periférica.

—Te lo repetiré las veces que sean necesarias—habló en un tono que desorientó al japonés. Volvió a mirarlo a los ojos, y sintió la cercanía cuando una mano pasó por su cintura, dándole un escalofrío al estar descubierta la parte superior de su cuerpo

—Viktor—murmuró el chico, intentando separarlo cuando sintió mucho calor acumulado en la boca de su estómago.

—No soy igual a nadie que hayas conocido antes. Si el idiota ese que tuviste como pareja no te quiere, entonces mejor para mí, porque yo si te quiero.

Apretó el agarre de la corbata ajena, intentando alejarse. Pero su espalda estaba atrapada entre los dedos del ruso y la pared. Los orbes azules lo miraban como dos llamas ardientes y contuvo la respiración, manteniendo la calma lo máximo que podía.

Toda distancia que intentaba mantener estaba siendo rota de una manera descarada por el hombre frente a él.

Lo vio acercarse, sus labios peligrosamente cerca al punto de alarmarlo. Sólo pudo pensar en poner tres dedos en los labios contrarios, evitando que se juntaran con los propios.

Su sentidos querían fallar, pero aún tenía esa parte consiente de lo que podía ocurrir.

—No podrás huir por siempre de mí, Yuuri—habló Viktor, y sintió un cosquilleo por los labios encima de su piel.

—Tú eres el que no podrá soportar mucho tiempo, Viktor.

—Escúchame atentamente—murmuró—. Voy a hacer que te acostumbres tanto a mi presencia que te será imposible borrarme de tu mente.

Una vez dichas las palabras se acercó y besó sus dedos, ejerciendo suficiente presión para juntarlo sus propios labios. Después de sentir los dedos resbalar de su espalda por su cintura, dejando un camino ardiendo en su piel, el ruso de separó para darle su espacio.

Yuuri vio su espalda alejarse.

Los dos estaban jugando con fuego, y se comenzaban a consumir lentamente.


Hola :3

Ahora saben una parte del pasado de Chris, y me gustaría escuchar sus teorías UwUr

No me siento habladora, perdón .

Gracias por leer.