La Isla File
La ciudad bautizada ya varios años atrás como Croesch era un lugar pintoresco en el reino. Su tamaño rivalizaba con la capital por ser una ciudad portuaria, con su particularidad en que la belleza del mar, y su azul esmeralda, resonaba con el sol de verano. No era para nada parecida a la ciudad de Mizu.
Los pequeños hermanos, cubiertos por capas rotas y sucias, paseaban por el malecón. El mar, majestuoso a su mirada de inocencia, los atrapo con la danza de las olas armolinadas en las rocas en la orilla.
A unos metros observaron los muelles que recibían a los barcos que venían de otras islas cercanas. El comercio era la principal fuente de ingreso de la ciudad.
En uno de los muelles Leomon, Gatomon y Patamon charlaban con un carpintero que su vocación era arreglar los navíos mercantes. En su labor se encontraba uno de buen tamaño, terminado y listo para lanzarlo hacia alta mar.
—¿Cómo van?
Yamato se aproximó al grupo de digimon dejando caer al suelo un costal.
—¿Podremos partir hoy?
—Esta por terminar. —Informó Leomon—, en cuestión de si podemos partir hoy se lo preguntaría a Rob.
El carpintero conocido por los lugareños como Rob "manos de roble" les miro con cierta incertidumbre. Aceptó el trabajo porque Leomon era un buen amigo suyo, pero sabía que algo no estaba bien como para que unos niños estuvieran dispuestos a navegar por las aguas del reino.
—Pueden, pero aconsejo a esperar a mañana.
—No tenemos tiempo —dijo entre dientes Taichi.
—Quisiera poder revisar todo con más calma —agrego Rob, quien hizo el que no escucho al castaño—, pero si su necesidad es emprender el viaje lo más pronto posible podrán hacerlo sin ningún problema.
Rob dio media vuelta y se dispuso a dar los últimos arreglos al navío. Takeru se acercó a Leomon aprovechando que nadie dijo nada y este lo miro postrarse a su lado; dejando un par se sacos a sus pies.
—Trajimos lo que nos has solicitado.
—Excelente.
Reviso los sacos y su contenido. Todo lo que les había solicitado parecía estar en el interior de los sacos. Los rubios lo miraron esperando la aprobación, y es que no les había resultado fácil conseguir todo lo que les había pedido.
—El viaje será de poco más de un día, si los vientos nos acompañan.
Los niños se miraron entre ellos. Todo se volvía real. El viaje, la aventura, y la necesidad de ir a un lugar extraño para rescatar a Hikari.
—Hay algo que no entiendo.
Yamato miro los sacos.
—Hemos traído solo provisiones, y algunas extrañas especias y ramas —su voz detonaba molestia— ¿No necesitaremos armas para pelear?
—No las necesitaran —Leomon sonrio y acaricio su cabello, confundiendo al rubio—. Yo los cuidare, y protegeré.
Los niños vieron en ese momento a Leomon hacerse mas grande, ya fuese real o solo por su imaginación, pero aquel digimon se estaba convirtiendo en un héroe en carne propia. Eso los motivava a continuar.
—No se olviden de nosotros.
Agumon junto con Gabumon, Gatomon y Patamon alzaron sus manos e hincharon sus pechos para demostrar su valía.
Taichi y sus amigos abrazaron y bromearon con sus digimon. La hermandad que en ellos había forjado tiempo atrás se fortalecía en ese momento, frente a las aguas de un mar pasible y destellante por la luz de un sol cálido y fervoroso.
—Agradezco sus palabras, en verdad.
Yamato hablo una vez las bromas terminaron.
—Pero no veo justo que solo ustedes den todo por esta causa.
—Ustedes harán su parte, te lo aseguro.
Esas palabras golpearon en el pecho de Yamato tan fuerte que no repuso en replicar. En su interior algo le decía que eso era verdad, en su momento ellos tendrían que mostrar su valor, y la fuerza de su amistad.
—Daremos todo de nosotros, amigo.
Taichi pasó un brazo por los hombros del rubio.
—No seremos ninguna carga en este viaje… rescatar a mi hermana está en juego.
—La rescataremos, amigo.
Leomon sonrió al ver la gran amistad que en los pequeños existía, y se dispuso a dejarlos para hablar con el carpintero.
Parte de la mañana se fue en los preparativos del viaje. El carpintero, por lo que noto Yamato, había hecho un gran trabajo reparando aquel navío para su travesía. Por su parte, Taichi y Leomon extendían la vela en el mástil; una gran manta de tela gruesa color blanca con una insignia en el centro.
Dicha insignia era la silueta de un león alzándose sobre sus dos patas traseras, las dos delanteras hacia el cielo y su hocico abierto como si estuviera rugiendo. Esa era la marca de Leomon.
El día era uno bueno para navegar, y pretendían aprovecharlo. Con vientos a su favor y las aguas mansas era momento de desplegar las velas. Agumon desamarro la cuerda gruesa que sujetaba el navío con el muelle mientras Takeru en la proa observaba el horizonte pudo sentir el movimiento del navío.
—Og vår skjebne er av havet.
Leomon pronuncio la frase en un idioma extraño para los oídos de los presentes, pero ninguno salvo Takeru se atrevio a preguntar que significaba.
—Es una frase que se dice de donde vengo una vez emprendes un viaje hacia alta mar —Leomon sonrió—. Significa: "Nuestro destino es del mar"
—¿Nuestro destino es del mar?
En ese momento no significaba nada esa frase para el pequeño de los rubios, pero sin saberlo en un futuro eso llegaría a ser más que solo unas palabras y se convertirá en parte de su ser.
Cuando el navio avanzo un poco más, el pequeño de los rubio volvió su atención hacia el horizonte, y sin saber dónde estaba en realidad la isla donde tenían a Hikari se propuso en él que la rescatarían; que no desesperara porque estaban en camino.
.
.
Después de que el sol pasaba por más del medio día, Leomon aviso que estaban fuera de las aguas del reino y se habían adentrado a las del gran mar. Aseguro que esos mares eran hostiles, con digimon salvajes rondando en ellas como amenazas latentes.
Takeru, Yamato, Taichi y sus digimon en sus vidas habían ido tan lejos de su hogar lo que provocó en ellos un desasosiego abrumador.
Leomon dejo el timón por un momento, se dirigió hacia los hermanos. Los pequeños estaban observando un mapa sobre la mesa de navegación. En dicho mapa se podía observar el mundo conocido. Los hermanos no reconocían nada de lo que veían, salvo la isla que llevaba en nombre de Isla File; y que podían leer gracias a Taichi y Hikari que les habían enseñado.
En el mapa se mostraban tres islas de diferente tamaño, y a lo lejos hacia el noreste una gran mancha de tierra que terminaba en el borde del papiro. Esto último les llamo la atención a los pequeños, que por inducción del digimon león supieron que se trataba de un continente.
—Pero ese no nos incumbe ahora —dijo—. Nosotros nos dirigimos aquí.
Su garra se postro sobre una mancha entre la isla del reino Yagami y el continente. La isla File reconocieron los hermanos.
—¿Por qué haremos un día, Leomon?
Cuestionó Taichi una vez se les unió.
—Escuche una vez decir a mi padre que el viaje es poco más de medio día.
—Vera, joven príncipe, esta zona del trayecto seguro estará vigilada —su garra dibujo un circulo imaginario en un punto próximo a la isla File—. Mi plan es rodearlo por las aguas colindantes del oeste para evitar ser vistos.
—Comprendo, el plan es rodearlos.
—Es correcto, joven Yamato.
—¡Miren!
El grito de Takeru robo la atención de todos quienes se pusieron en guardia hasta que siguieron con la mirada donde apuntaba con su dedo índice el pequeño.
Por el borde del navío el pequeño de los rubios diviso a unos delfines que nadaban a su par. Todos los miraron con asombro, y por pequeño que fuese el detalle con anhelo y esperanza.
—Parece como si nos estuvieran siguiente —acotó el pequeño.
—Seguro es una señal de buen augurio —afirmo el príncipe.
.
.
Una vez la noche se apodero del azul para tornarlo negro con pequeños puntos titilantes todos, excepto Leomon, se fueron a dormir. Salvo Takeru que miraba el cielo estrellado, los demás roncaban. El pequeño se había embarcado en un mar distinto, uno de recuerdos y vivencias. En su mente figuraba Hikari corriendo a su lado en aquel lugar secreto en el que siempre se veian. Patamon y Gatomon también estaban en su memoria, junto a ellos como sus más fieles amigos.
Recordar su lugar secreto le hizo sentir triste, si no lograban salvar a su amiga se quedaría solo sin nadie más con quien ir a ese lugar. No creía posible que fuese un lugar grato en dicho caso.
Agitó su cabeza, alejando los malos pensamientos.
No estaba solo, y nunca lo estaría. Lo supo una vez giro su cabeza a un lado y encontrarse con Patamon y al lado de este Gatomon. Al otro lado Su hermano, Gabumon, Taichi y Agumon reafirmaron su sentir.
Se acomodó en su lugar y dejándose abrazar por la calidez de aquel nuevo pensamiento se dejó arrullar por las olas de mar que mecían la nave.
.
.
—T.K. despierta.
El pequeño rubio atolondrado por la mano que lo agitaba abrió los ojos sin lograr enfocar. Tuvo que esperar para poder distinguir que su hermano llamaba por él. Sintiendo como todo aún se movía, pero entendió que no se trataba de su hermano quien lo agitaba.
—Venga, no hay tiempo.
Impulsado por la preocupación en la voz de su hermano se repuso del soñoliento momento y se obligó levantarse para unirse a su hermano y amigos, pero le resulto complicado por el movimiento tan brusco del navío.
—¿Qué sucede?
—Un huracán.
Grito Gatomon.
—Es un huracán.
Por el pecho del pequeño rubio una preocupación emergió. No veía por ningún lado a Patamon, y con el cielo ennegreciendo todo no lograba divisar mucho. Llamo a su amigo, pero los fuertes vientos se llevaban lejos sus palabras.
—T.K, debemos ayudar.
Su hermano lo tomo de los hombros y como pudieron se pusieron a un lado de Leomon. Con él ya se encontraba Patamon, lo que tranquilizo un poco a Takeru.
El digimon león pidió a Yamato que sujetara junto con su hermano el timón. Mientras se dirigió hacia las velas para sujetarlas bien y que los vientos no la mandaran volar lejos. Los vientos eran tan fuertes que el digimon tuvo que solicitar ayuda y fue respondida por Agumon y Gabumon.
Entre los tres mantenían las cuerdas del mástil que sujetaba la vela. Nadie se explicaba como de pronto todo se había tornado tan peligros. Antes de dormir no había señales de alguna tormenta o huracán.
Leomon tuvo una idea.
—Esto seguro es obra de…
No pudo terminar porque algo golpeo por debajo del navío.
—Eso no fue una ola.
—¡Cuidado!
Gatomon advirtió desde la proa donde apenas lograba sujetarse, pero al ver que nadie le escuchaba como pudo corrió hacia Agumon y lo salvo de ser aplastado por un tramo del mástil que sujetaba la vela.
—Gracias, Gatomon.
—¡Tai, mira!
El castaño giro hacia su amigo, y después hacia donde este le señalaba.
Una isla se empezaba abrir paso en su visión, entre la penumbra de la tormenta. La figura parecía espectral, y algo del centro emergía hasta perderse entre las nubes negras. Para los ojos del príncipe era como un brazo arrancando el cielo.
En el momento que divisaba la isla una ola arremetió con el navío. Este había soportado hasta el momento, pero una segunda ola fue suficiente para que terminara perdiendo la batalla.
El navío se volcó llevándose a sus tripulantes al mar. Dividiéndolos y provocando en ellos un terror inimaginable. Cada uno como pudo trato de mantenerse a flote, respirar profundo porque cada ola los volvía al interior del mar. No podían ver a nadie más salvo el mar, y en la mente del pequeño Takeru solo existía una pregunta.
¿Este es el final?
¡Hola!
Si es la primera vez que me lees, gracias por llegar hasta aquí y espero te agrade la historia.
Nos leemos en el siguiente capitulo
Au Revoir.