Smother Me.

Capitulo 29.

Asfíxiame.

Despertó sola de nuevo, pero algo era diferente; ya no sentía esa sensación de vacío tan desagradable que la invadía nada más abrir los ojos y percatarse de que no había alguien durmiendo a su lado. Estiró sus brazos sobre las sábanas, como siempre lo hacía, sintiendo la frescura del lado que no estaba ocupado y sonrió sin poder evitarlo. Miró el reloj, percatándose de que faltaban pocos minutos para que Trunks pidiera alimento. Era demasiado temprano, incluso para que el saiyajin hubiera despertado en busca de poder entrenar, así que se permitió imaginarlo. Recostado sobre la cama, con una fina sábana blanca cubriendo una mínima parte de su cuerpo, respirando profundo, con una expresión tranquila y relajada. Imaginó el movimiento y el sonido de su respiración; se imaginó a ella a su lado, observando el largo y hermoso camino de sus pestañas, la curva de su nariz, la forma de sus labios; sus dedos integrándose en su cabello oscuro, acariciándolo e intentando despertarlo de una manera delicada para poder llenarlo de besos...

—Basta —se dijo a sí misma, cuando sus pensamientos habían llegado a un lugar donde su imaginación comenzaba a lastimarla por no poder hacerlo realidad. Llevó ambas manos a su cara y se dio un ligero masaje sobre las sienes para espabilarse un poco—. Será mejor que me prepare un poco antes de que Trunks comience a llorar.

Apenas le dio un poco de tiempo para su rutina matutina dentro del cuarto de baño cuando los llantos del pequeño alteraron el silencio de la habitación y se vio obligada a salir casi corriendo a atenderlo. Lo tomó en sus brazos con amor, susurrando cosas para tranquilizarlo, y lo llevó hasta la cama donde tomó asiento para poder alimentarlo.

—Ya, ya —murmuró, dando palmadas en su espalda—, tranquilo.

Lo acercó a su pecho con cuidado para comenzar a amamantarlo. Amaba ese momento. Para ella era como si su vínculo con su hijo se fortaleciera y lo hiciera un poquito más suyo. Se quedó mirándolo, encantada por varios minutos, hasta que alguien irrumpió en el cuarto sin avisar.

—¡¿Pero qué demonios estás haciendo, mujer?!

Lo primero que hizo al despertar, con tan solo concentrarse un poco y sentir su energía, fue verificar que la terrícola ya hubiera comenzado su día. Necesitaba hablar con ella urgentemente. Pero jamás imaginó encontrarse una escena así al entrar en la habitación. Nunca había visto algo similar.

—¿Y tú qué crees? —Preguntó con ironía, pero al ver la expresión de completa confusión en el rostro del saiyajin, soltó una risita y su tono de voz cambió—. Alimento a nuestro hijo.

Nuestro. La palabra golpeó a Vegeta como si le hubieran sumergido de pronto en agua helada. No terminaba de acostumbrarse a la idea de que ahora tenía un hijo, mucho menos al hecho de que aquella terrícola escandalosa era con quien compartía aquella situación. Esa pequeña palabra hizo que el guerrero le restara importancia a lo que acababa de presenciar.

—Yo sabía que eras vulgar, pero esto... —respondió en tono de burla.

—¡Es algo normal, mono estúpido!

A pesar del tremendo grito, Trunks no se inmutó.

—Quiero que me des el acceso a la cámara de gravedad —intentaba no mirarla, pero le era imposible no regresar sus ojos a aquello tan raro que estaba haciendo Bulma—. Necesito retomar mi entrenamiento.

—¿En serio las mujeres saiyajin no alimentaban así a sus bebés?

—Por supuesto que no —mantenía el ceño fruncido, incluso más de lo que estaba normalmente y Bulma intentaba controlar sus ganas de reírse de tal expresión—. Ustedes los terrícolas tienen unas costumbres muy extrañas.

—Los extraños son los saiyajin —corrigió de inmediato—. ¡Un bebé necesita alimentarse del pecho de su madre para crecer sano y fuerte!

—Ya veo —murmuró—. Es porque son una raza débil. Los saiyajin no necesitábamos de eso.

—Contigo es imposible hablar.

—¿Me vas a dar el acceso o tendré que destruir la entrada?

—¡No te atrevas! Te daré el acceso cuando Trunks termine de comer.

La mirada que le lanzó Bulma al responderle bastó para que Vegeta dejara de insistir y sin decir más, salió de la habitación. Aprovecharía el tiempo para alimentarse él también.

...

No tenía mucho apetito y aún se sentía un poco débil, pero las molestias de sus ojos ya casi habían desaparecido. Quizá eran esos medicamentos extraños que Bulma había dejado en su habitación o tal vez era simplemente porque había aceptado, por fin, la realidad de sus sentimientos. A pesar de su falta de apetito, sabía que sería mejor si comía algo antes de comenzar a entrenar así que no se detuvo hasta llegar a la cocina, pero para su desgracia no había sido el único en pensar en desayunar temprano. Pudo sentir la desagradable presencia de Yamcha poco antes de llegar. Detectarlo hizo que se detuviera por un par de segundos en los que meditó si esperar a que el humano se marchara o arruinarle su día irrumpiendo en la cocina; al final decidió que sería mejor hacer lo segundo.

—Vegeta... —susurró el chico de las cicatrices en el rostro a modo de saludo. Él también había podido sentir al saiyajin antes de que entrara en su campo de visión.

El aludido ni siquiera lo miró. En cambio, le lanzó una mirada penetrante y aterradora a su peludo acompañante, haciendo que se le pusiera la piel de gallina. Vegeta se deleitaba con las expresiones de pánico que ponía la gente cuando estaban cerca de él y eso jamás cambiaría. Una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro al ver la reacción del mejor amigo del terrícola.

—Yamcha, ¿no crees que sería mejor irnos? —Puar se acercó mucho al oído de su amigo para que Vegeta no pudiera escucharlo—. No me gustaría morir esta mañana.

De mala gana, Yamcha se levantó, sin haber terminado su comida, y salió de allí, seguido de Puar a poca distancia.

—Hoy entrenaremos fuera —informó de pronto—. No quiero estar cuando Bulma acepte a Vegeta de nuevo.

—Pero ya sabías que eso sucedería —respondió confundido y con un poco de pena por ver la expresión de tristeza de su amigo—. Me lo dijiste la misma tarde que Vegeta regresó.

—Saber que pasará no lo hará menos doloroso.

Puar ya no dijo nada más y se limitó a continuar siguiendo a Yamcha en silencio hasta que ambos salieron de Corporación Cápsula.

...

El saiyajin, al quedar satisfecho se dirigió directo a la cámara de gravedad y para su sorpresa Bulma ya estaba ahí, esperándolo. Iba vestida de manera sencilla y permanecía quieta recargada en la entrada como si su mente estuviera muy lejos de ahí.

—Tardaste demasiado —le reprochó nada más verlo—. Llevo esperándote una eternidad.

—Dame el acceso —ordenó.

Bulma suspiró, dándose por vencida. Parecía que esa mañana las cosas no iban a ir muy bien con el saiyajin.

—¿Ves este cuadro de aquí? —Preguntó, acercándose más a la parte que le estaba señalando—. Lo único que tienes que hacer es colocar tu mano; el sistema leerá tus huellas y te dará acceso de inmediato.

—¿Por qué no me dijiste que solamente tenía que hacer eso? —A juzgar por su expresión, estaba a poco de perder la paciencia. Hubiera podido comenzar su entrenamiento desde que despertó y sin embargo Bulma lo había hecho esperar en vano.

—Cualquiera puede entrar con este código —informó, ignorando su pregunta. Vegeta pudo distinguir con facilidad los dígitos que la chica utilizó: 22614—. Pero solo a ti te dará acceso con tan solo colocar tu mano.

La puerta se abrió inmediatamente después de que Bulma terminó de escribir los números y entró seguida de Vegeta que de inmediato notó que no había una máquina de gravedad como la que estaba acostumbrado a utilizar en la nave; en realidad no había nada. Solo era un enorme espacio vacío.

—¿Es una broma?

—Con este control podrás manejarlo todo —de nuevo ignorando su pregunta. La situación comenzaba a parecerle divertida. Le encantaban las ocasiones en las que sorprendía de esa manera al saiyajin, demostrándole su inteligencia, como la ocasión en que le entregó su nuevo traje de combate. Los recuerdos comenzaron a abrumarla, pero de inmediato se pudo controlar, recuperando la compostura—. ¿Sorprendido?

Vegeta le lanzó una mirada un poco extraña que Bulma no pudo ser capaz de descifrar.

—Aún necesito conocerte más —pensó, dándose cuenta de que todavía no lograba entender todas sus expresiones, como ella erróneamente había pensado antes de que se marchara.

—Estoy segura de que te será fácil utilizarlo —le extendió el pequeño control y Vegeta lo recibió, inspeccionándolo con curiosidad—. Solo debes prenderlo en este botón y después seleccionar el nivel de gravedad que desees, pero no iniciará de inmediato; debes presionar este otro de aquí...

Bulma se había acercado demasiado para poder darle las instrucciones al mismo tiempo que señalaba cada una de las funciones y Vegeta estaba muy consciente de ello; podía sentirla, incluso oler su peculiar perfume, un olor casi natural que siempre la acompañaba y que, aunque no quisiera aceptarlo, lo volvía loco.

—¿Segura que si la enciendo no vas a morirte? —la pregunta hizo que Bulma sonriera. Se preocupaba por ella.

—Te digo que no se va a encender hasta que selecciones el nivel que quieras —se acercó más a él y ella misma encendió la cámara.

En la minúscula pantalla del control apareció una cifra demasiado pequeña para ser la gravedad del entrenamiento de Vegeta.

—Esa es la gravedad que se utilizó la última vez —informó la chica con un poco de pena—. Debes modificarla.

La chica se arrepintió de haber hecho el comentario nada más terminar de hablar, principalmente porque esta vez sí pudo ser capaz de leer la expresión en el rostro de Vegeta, y parecía realmente molesto.

—¿Quién la utilizó?

Lo sabía. Estaba seguro de quién había sido, pero aun así no pudo evitar preguntarlo. Bulma tragó saliva y después respondió:

—Yamcha...

Un silencio incómodo, casi asfixiante, los envolvió de inmediato. Vegeta desvió la mirada, como si de pronto algo del otro lado de la cámara le hubiera llamado la atención, cuando en realidad no había nada qué ver; en cambio, Bulma permaneció mirando al saiyajin, con la intención de darle una explicación del por qué Yamcha había sido el último en utilizarla —o el primero—. Ella jamás le hubiera dado el acceso; nunca hubiera permitido que fuese él quien la utilizara por primera vez, y tenía la necesidad de decírselo. El proyecto de la nueva y mejorada cámara de gravedad había sido pensado única y exclusivamente para el saiyajin. El día en que decidió comenzar a construirla también fue el día en que aceptó que el guerrero ya era parte de su vida; se había convertido en un integrante más de su familia y Corporación Cápsula ya era su hogar.

—Permíteme el control —pidió de pronto. No se le ocurrió otra cosa más que continuar con la explicación del funcionamiento para controlarse.

Vegeta hizo lo que le pidió sin mirarla y sin decir nada.

—Los robots los activas con el botón azul y hay varios movimientos que te servirán en tu entrenamiento. Mi padre hizo el diseño original, pero yo lo modifiqué un poco basándome en las veces que te observé entrenar por las pantallas. Esta cámara también tiene pantallas, solo que están ocultas, como todo lo demás...

La chica hablaba en un tono más alto de lo normal, incluso iba demasiado rápido con las explicaciones. No podía descifrar si era de nervios o porque le urgía terminar con aquella situación tan incómoda en la que estaban sumergidos. Sin embargo, no le agradaba para nada ver que el saiyajin no parecía poner la más mínima atención a sus palabras.

—¿Me estás escuchando, Vegeta? —La molestia se notaba en su voz. Se sentía tan abrumada; no sabía si golpearlo, besarlo o largarse y dejarlo allí para que él se las arreglara solo.

—¿Por qué sigue aquí?

—¿Qué?

—La sabandija esa —se dio media vuelta, para finalmente encarar a la chica—. ¿Por qué sigue viviendo aquí? —hizo un ruido con su boca en símbolo de molestia y volvió a desviar la mirada, arrepentido de haber hecho esa pregunta—. Olvídalo.

—Vegeta...

—Si es todo lo que tenías que explicarme ya puedes marcharte —sentenció molesto—. Quiero comenzar con el entrenamiento y tú solamente me estorbas.

A pesar de la crueldad de sus palabras, Bulma pudo identificar algo nuevo en su tono de voz; de pronto pensó en tristeza, pero no quiso darlo por hecho. Lo único que sabía es que estaba conociendo otra parte oculta del saiyajin que tanto le fascinaba por la misma razón; todos los matices que podía ocultar en su interior. De pronto se descubrió a sí misma haciéndose un reto: descubrirlo todo. Lo haría. Y ese era el momento perfecto para comenzar con su tarea.

—Vegeta —volvió a pronunciar su nombre, ahora con más fuerza. Era el nombre que más satisfacción le daba pronunciar y de alguna manera intentó que él se percatara de ello al llamarlo—. Escúchame.

—Escúchame tú a mí, mujer —la molestia parecía ir en aumento de una manera perturbadora—. Sal de aquí, a menos que quieras morir cuando prenda la gravedad.

—¿Serías capaz de matarme?

—Qué pregunta más estúpida —hizo una pequeña pausa en la que dio un par de pasos hacia atrás, alejándose de la chica, como si mantenerla alejada le diera más valor para continuar con sus amenazas—. Lo prometí, ¿acaso no lo recuerdas?

"¡Que te quede claro que ni tú ni este maldito planeta me importan y en cuanto derrote a esas chatarras vendré a matarte a ti!"

Las palabras regresaron de golpe a la memoria de Bulma. Recordó el miedo que había sentido en ese momento, temiendo por su vida y ahora, aunque la estuviera amenizando nuevamente, estaba tranquila y segura de que jamás la lastimaría.

Bulma se acercó sin temor y completa seguridad hasta que estuvo lo suficientemente cerca de él para colocar sus manos sobre sus mejillas, acariciando su rostro, al mismo tiempo que fijaba su mirada en los ojos azabache del saiyajin.

—Te elegí a ti —anunció, acercándose aún más. Estaba hablando mientras sus labios rozaban—. Te elegí a pesar de no saber si tú hiciste lo mismo.

—Estoy aquí.

Fue su única respuesta.

La expresión de Bulma se transformó; en su rostro se leía confusión, felicidad y sorpresa. De momento no supo cómo reaccionar ante sus palabras, se quedó paralizada, sopesando lo que acababa de escuchar. En su mente, aquellas nueve letras escondían todo lo que ella siempre había querido escuchar de labios del saiyajin. Todo se reducía a un simple: "Estoy aquí".

Desde muy chica había soñado con encontrar al hombre perfecto, que la amara por sobre todas las cosas, que fuera caballeroso, cariñoso y lo diera todo por hacerla feliz; y ahí lo tenía, estaba justo frente a ella. Era tan diferente a lo que siempre imaginó, pero era real y mucho mejor que todas aquellas fantasías que pudo llegar a tener. Lo había soñado tantas veces que ahora que se había convertido en una realidad no tenía idea de qué hacer.

Sonrió. Sonrió con todo su cuerpo. Incluso sus ojos se iluminaron, con un brillo especial que encandiló al hombre aún de pie frente a ella.

Yamcha se lo había dicho. Ahora ella también lo comprendía; los motivos por los cque Vegeta se había marchado y por qué había decidido regresar. Todo había sido para volverse más fuerte y poder proteger a Trunks y a ella de la amenaza de los androides que cada vez estaba más cerca. No faltaba mucho para el día que el chico misterioso del futuro les había indicado. Y no solamente ella estaba consciente de eso. La llegada de los androides era el principal pensamiento en la mente del saiyajin, aunque después del entrenamiento que tuvo mientras estuvo exterminando los pocos soldados que quedaban del ejercito de Freezer, se sentía más seguro con su nuevo poder y los resultados que había obtenido en general. La idea de su muerte no estaba en sus planes; jamás lo estaría, mucho menos ahora que tenía algo por qué luchar, algo qué proteger; y ese algo estaba en ese momento acariciando sus mejillas, paralizada y sin saber qué decir en consecuencia de sus palabras. No imaginó que aquello hubiera podido llegar a tener tanto impacto, pero de cierta manera también lo entendía. No era un simio tonto, como Bulma solía llamarlo, y sabía que su actitud y su repentina partida había ocasionado un remolino de inseguridades dentro de la terrícola. Sentía el deber de aclarar un poco sus pensamientos. Al final, aquella chica escandalosa había sido el único ser en el universo que realmente se había preocupado por él. Vegeta jamás se había sentido "querido" por nadie más que su madre. Recordar ese sentimiento le hacía bien al volcán de temperamento que llevaba dentro de él. Bulma era como su bálsamo personal y el hecho de averiguar que el insecto de Yamcha había sido el primero en usar algo que se había construido especialmente para él lo había descontrolado por completo.

—Estúpido saiyajin —dijo entre la melodía de su risa—. No puedo creer que solamente respondas eso y que, con ello, me hagas tan feliz.

Vegeta no dijo nada, como era de esperarse, pero su expresión había cambiado por completo. Era cálida, casi dulce; algo que recuerda a los días soleados en donde puedes permanecer descansado y relajado durante una eternidad.

—Esto es tuyo —le informó con una sonrisa mientras, lentamente, retiraba sus manos de las mejillas del saiyajin para abarcar con un gesto toda la habitación—, porque este es tu hogar. Siempre lo fue y siempre lo será.

Sonrió de nueva cuenta, ahora un poco más leve y se dio media vuelta, decidida a retirarse para dejar que el guerrero comenzara su entrenamiento, pero antes de que pudiera dar el primer paso sintió cómo algo la sostenía del antebrazo, haciéndola retroceder y volviéndola a su antigua posición, justo de frente a él.

—Esto no es mi hogar —rectificó. Por un instante, la chica pensó lo peor, pero su confianza volvió en el momento en que Vegeta, sin dejar de sostener su antebrazo, colocó la otra mano sobre la cintura de Bulma para atraerla hacia él y fundir sus labios con los suyos en un beso que puso todo en su lugar y que, al mismo tiempo, anunciaba que su hogar no era algo, sino alguien.

Ella lo era. Trunks lo era. Y haría hasta lo imposible por mantener su hogar a salvo.

Aunque ninguno de los dos quisiera, el beso tenía que llegar a su final; pero en el aire flotaba la certeza de que no sería el último y con esa promesa, Vegeta dio media vuelta, decidido a comenzar con su entrenamiento mientras que Bulma, por su parte, se encaminó a paso seguro hacia la salida de la cámara para continuar con su día.

Por la mañana, después de terminar de alimentar a Trunks, la mujer de cabello turquesa se dirigió a la parte de C.C donde sabía iba a encontrar a su madre. No le costó mucho convencerla de que cuidara de él mientras ella se preocupada de "resolver" algunos asuntos que tenía pendientes; solo bastó que el bebé estirara sus brazos regordetes en dirección de su abuela e hiciera uno de esos ruidos graciosos que tanto encantaban a la rubia para que esta lo aceptara contenta de cuidarlo el resto del día. Así que Bulma tenía el día libre. Decidió entonces que aprovecharía aquello para ir a consentir su piel un poco. Salió de la casa en busca de un spa para que le hicieran todo tipo de tratamientos, que, para su criterio, los necesitaba con urgencia, no sin antes avisarle a su madre sobre sus planes. También tenía planeado hacer algunas compras: necesitaba ropa y productos de belleza nuevos. Quería sorprender a cierto saiyajin que en aquel momento sudaba a chorros dentro de la caliente cámara de gravedad, entrenando a un nivel perturbador, iluminando toda la estancia de un resplandor dorado impresionante.

El sol ya había desaparecido cuando la mujer de cabello turquesa cruzó la puerta de Corporación Cápsula. Estaba de regreso. Cenó algo ligero y saludable, fue en busca de Trunks y se dirigió a su habitación para así finalizar el día con tranquilidad. Después de alimentar al pequeño, darle un baño y dormirlo en su sofisticada cuna, ella hizo exactamente lo mismo.

Se encontraba relajada sobre la suavidad de sus sábanas, con los ojos cerrados y pensando en los giros tan inesperados que había tenido el día, cuando sintió que una parte del colchón se hundió. Alguien se había sentado y ella supo de inmediato de quién se trataba. Se incorporó sobre sí misma con suma lentitud y cuidado de no advertirle al saiyajin que se había percatado de su presencia, pero fue en vano. En el momento en que quedó sentada sobre la cama, Vegeta giró la cabeza, solo lo suficiente para mirarla de reojo.

—Pensé que estabas dormida —susurró.

¿Cómo podría? Precisamente había querido permanecer despierta para esperarlo. No estaba del todo segura de que el saiyajin regresaría a esa habitación después de lo que sucedió por la mañana entre ellos en la cámara de gravedad, pero se abstuvo de decírselo. En lugar de ello, permaneció en silencio, mirando el contorno de la grande y fuerte espalda del hombre que en ese momento la acompañaba; mirando cómo sus músculos se movían con cada uno de sus movimientos. Vegeta se estaba deshaciendo de sus botas con lentitud mientras sentía la mirada penetrante de la chica. Estuvieron así, en silencio, hasta que él terminó de quitarse cada parte de su traje de combate y decidió romper el silencio.

—Disfrutas mucho de este cuerpo, ¿no es así?

La pregunta sorprendió a la chica, pero no tanto como para dejarla sin una respuesta:

—Lo disfrutaría mucho más si estuviera sobre mí.

El saiyajin sonrió de medio lado. Era exactamente la respuesta que esperaba de su mujer vulgar. Se puso de pie, completamente desnudo y se giró hasta quedar de frente a ella. La terrícola pudo ver cada parte de su anatomía. ¡Oh, cuánto había extrañado esa vista! No pudo evitar morderse los labios ante semejante panorama, ocasionando que la sonrisa de Vegeta se agrandara más.

No lo dudó. Cedió a la invitación con gusto, porque la deseaba, la necesitaba y no se había percatado de lo mucho que había echado de menos tenerla entre sus brazos de esa manera hasta que la sintió por completo por debajo de él. Era tan frágil y al mismo tiempo tan fuerte; le resultaba fascinante de solo pensarlo. Vegeta estaba en desventaja, pues la chica vestía su camisón y él ya se encontraba completamente desnudo y la terrícola se aprovechó de ese pequeño descuido, tomando el control por primera vez. Para su sorpresa, el saiyajin se dejó llevar por las caricias y la dirección que Bulma decidió darle a su juego erótico.

...

Las semanas transcurrieron con tranquilidad, sumergidas en la misma rutina. La misma hermosa rutina. Hasta que llegó la mañana del 12 de mayo...

Bulma despertó intranquila, con un nudo en el estómago que subía hasta la garganta ocasionando algo que ella identificó como preocupación. Sabía muy bien a lo que se enfrentaban: una profecía de muerte. Las cosas no iban exactamente como el chico misterioso lo había predicho, en primer lugar, porque Goku seguía con vida, pero eso no disminuía su preocupación, porque aquello no significaba que Vegeta estaba exento de las predicciones. Muerto. Habían dicho que iba a morir. Todos iban a morir en esa batalla y el día había llegado.

Ella permanecía de pie, muy cerca de la cuna de Trunks, observando cómo Vegeta iba vistiéndose con su nuevo traje de combate. Ella misma lo había hecho un par de días antes; un poco más resistente, un poco todo, pues en él, casi inconsciente, había dejado sus esperanzas de que, aunque ella no estuviera presente y junto a él en la batalla, de cierto modo, lo protegería.

Cuando terminó de prepararse, se quedó quieto, concentrado en sentir las energías de quienes serían sus compañeros y aliados en la pelea. Ninguno se había puesto en marcha todavía. Eso lo hizo sonreír. Quería ser el primero en llegar, conocer a sus oponentes, examinar su fuerza y construir una estrategia de batalla.

—Me voy —anunció de pronto, absorto en su reciente plan.

—¿Qué? —El cuerpo de Bulma dio un pequeño brinco al escuchar sus palabras y reaccionando, miró el reloj en su muñeca—. Aún no es hora, puedes quedarte conmi... aquí —corrigió—, un poco más.

—Seré el primero en ver a esas chatarras.

Sentía una desesperación incrementando en su interior y si no hacía algo para detenerlo, aunque sea por un par de minutos más, iba a perder el control de sí misma.

—¡Espera! —Gritó, casi desesperada, cuando vio que Vegeta había dado el primer paso para dirigirse a la puerta y marcharse. Estiró un brazo, como si así pudiera alcanzarlo y sujetarlo para detener su andar.

El llamado lo hizo pararse en seco, pero más que nada fue el tono en la voz de la terrícola lo que logró que detuviera sus pasos. Era algo a punto de romperse; algo lleno de desesperación pero que al mismo tiempo sabía que no podía hacer nada para remediar lo que sea que fuera su malestar. Que en ese momento él era ese malestar que carcomía a la chica desde adentro y estaba plenamente consciente de ello. Al girarse y verla allí, tan vulnerable y con el brazo estirado en su dirección, no pudo evitar hacer lo mismo. Estiró su brazo, intentando alcanzarla, como ella hacía, invitándola a acercarse a él. Bulma no lo dudó y de inmediato corrió a sus brazos, chocando con su cuerpo tan fuerte que hizo que diera dos pasos hacia atrás antes de detener su peso por completo.

—Regresa —pidió—. Prométeme que regresarás a nosotros.

—Por supuesto que lo haré —su tono de voz delataba cierta molestia por la petición.

—Yo sé que lo harás —se apresuró a decir, al percatarse de la pizca de enojo en su voz—, es solo que siento la necesidad de pedírtelo, de escucharte decir que lo harás para sentirme más segura.

Bulma mantenía su cabeza recargada en la armadura del saiyajin, sin mirarlo. Le parecía más importante sentirlo, aprenderse de memoria la manera en que el contacto de su cuerpo la hacía sentir, su olor, la sensación de seguridad que le producía estar entre sus brazos. Vegeta, por su parte, no hizo más que recargar su barbilla sobre la cabeza de Bulma, intentando brindarle lo que sea que ella buscara al acercarse así.

—Eres más fuerte ahora. Un súper saiyajin, ¿no es así? —dijo de pronto, levantando la mirada. Vegeta se separó un poco de ella, para mirarla directamente a los ojos. Su pregunta lo había tomado por sorpresa—. Así que sé que regresarás. Vas a ganar esta batalla.

—¿Cómo lo sabes?

Con tal cuestionamiento, Bulma sonrió.

—Porque eres mi Vegeta, el príncipe saiyajin. —Su reacción fue un deleite para la terrícola. Una sonrisa, una mirada que solo podía distinguir cuando la miraba a ella—. ¿Podrías mostrármelo?

Las manos de Vegeta subieron hasta su rostro, acariciando con parsimonia cada parte de su piel, hasta llegar a sus labios. De manera repentina, casi como una explosión, comenzó a sentir calidez, como si estuviera dentro de una esfera donde no se podía filtrar aire alguno. El tacto frío de los guantes desapareció, dando paso a un fuego que no quemaba. El cuerpo del saiyajin comenzó a emitir una luz dorada que fue creciendo poco a poco hasta envolverlos a los dos. Su cabello se había tornado rubio, pero no era un rubio común, era como si tuviera luz en cada uno de sus cabellos; era como magia. Incluso ella, siento humana, pudo sentir el gran poder que emanaba de él.

—Es... —le costaba trabajo respirar estando tan cerca. Sentía que se estaba asfixiando, pero realmente no le importó—, impresionante.

—Te dije que estaba aquí y aquí es a donde regresaré. Solo espérame.

Asfíxiame —pensó en decirlo en voz alta pero no pudo ser capaz de hacerlo. Solamente le quedaba esperarlo, tal y como él se lo había pedido, para volver a experimentar esa sensación.

Vegeta se acercó tanto y de forma tan abrupta que Bulma reaccionó cerrando los ojos. Pudo sentir los labios del saiyajin rozando su frente, solo por un instante. En el momento en que volvió a respirar con normalidad, supo que se había marchado.

Fin.